«Empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con preguntas capciosas»

Francisco, con el obispo de Ávila

El Papa abre los actos del V Centenario del nacimiento de la santa de Ávila
Francisco: "Las huellas de Teresa nos conducen siempre a Jesús"
Bergoglio invita a seguir "el camino de la alegría, la oración, la fraternidad y el propio tiempo"

¡Ya es tiempo de caminar, andando por los caminos de la alegría, de la oración, de la fraternidad, del tiempo vivido como gracia! Recorramos los caminos de la vida de la mano de santa Teresa

(Jesús Bastante).- Hoy arrancan los actos delV Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Ávila. Un año de júbilo y de esperanza en la visita del Papa Francisco a nuestro país. Como anticipo, Bergoglio ha enviado un mensaje, que será leído en la misa de apertura que tendrá lugar esta mañana en la catedral de Ávila, y en la que Francisco anima a seguir, a imitación de la doctora de la Iglesia, "el camino de la alegría, de la oración, de la fraternidad y del propio tiempo".

En su carta, el Papa comienza pidiendo a los cristianos "conocer la historia de esta insigne fundadora". Una historia con la que "aprendemos a ser peregrinos", basada en esos cuatro caminos: la alegría, la oración, la fraternidad y el propio tiempo. Algo que podemos hacer todos, pues "los santos, antes que héroes esforzados, son fruto de la gracia de Dios a los hombres. Cada santo nos manifiesta un rasgo del multiforme rostro de Dios". Hombres y mujeres alegres, pues "¡el Evangelio no es una bolsa de plomo que se arrastra pesadamente, sino una fuente de gozo que llena de Dios el corazón y lo impulsa a servir a los hermanos!", incidió Francisco, quien subrayó que "este camino no podemos hacerlo solos, sino juntos". "Amarse mucho unos a otros, desasirse de todo y verdadera humildad": estas son las claves de la santa de Ávila, y el modelo a seguir, también hoy, por los seguidores de Jesús: "¡Cómo desearía, en estos tiempos, unas comunidades cristianas más fraternas donde se haga este camino!", incidió el Pontífice. "¡Ya es tiempo de caminar, andando por los caminos de la alegría, de la oración, de la fraternidad, del tiempo vivido como gracia! Recorramos los caminos de la vida de la mano de santa Teresa. Sus huellas nos conducen siempre a Jesús", concluyó el mensaje papal, que no confirmó una visita que, pese a todo, cada vez parece más cercana. Y que podría anunciarse, de modo oficial, en las próximas fechas.

Éste es el mensaje del Papa:
A Monseñor Jesús García Burillo
Obispo de Ávila
Ávila

Querido Hermano:

El 28 de marzo de 1515 nació en Ávila una niña que con el tiempo sería conocida como santa Teresa de Jesús. Al acercarse el quinto centenario de su nacimiento, vuelvo la mirada a esa ciudad para dar gracias a Dios por el don de esta gran mujer y animar a los fieles de la querida diócesis abulense y a todos los españoles a conocer la historia de esa insigne fundadora, así como a leer sus libros, que, junto con sus hijas en los numerosos Carmelos esparcidos por el mundo, nos siguen diciendo quién y cómo fue la Madre Teresa y qué puede enseñarnos a los hombres y mujeres de hoy.

En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida y de su obra. Ella entendió su vida como camino de perfección por el que Dios conduce al hombre, morada tras morada, hasta Él y, al mismo tiempo, lo pone en marcha hacia los hombres. ¿Por qué caminos quiere llevarnos el Señor tras las huellas y de la mano de santa Teresa? Quisiera recordar cuatro que me hacen mucho bien: el camino de la alegría, de la oración, de la fraternidad y del propio tiempo.

Teresa de Jesús invita a sus monjas a «andar alegres sirviendo» (Camino 18,5). La verdadera santidad es alegría, porque "un santo triste es un triste santo". Los santos, antes que héroes esforzados, son fruto de la gracia de Dios a los hombresCada santo nos manifiesta un rasgo del multiforme rostro de Dios. En santa Teresa contemplamos al Dios que, siendo «soberana Majestad, eterna Sabiduría» (Poesía 2), se revela cercano y compañero, que tiene sus delicias en conversar con los hombres: Dios se alegra con nosotros. Y, de sentir su amor, le nacía a la Santa una alegría contagiosa que no podía disimular y que transmitía a su alrededor. Esta alegría es un camino que hay que andar toda la vida. No es instantánea, superficial, bullanguera. Hay que procurarla ya «a los principios» (Vida 13,l). Expresa el gozo interior del alma, es humilde y «modesta» (cf. Fundaciones 12,l). No se alcanza por el atajo fácil que evita la renuncia, el sufrimiento o la cruz, sino que se encuentra padeciendo trabajos y dolores (cf. Vida 6,2; 30,8), mirando al Crucificado y buscando al Resucitado (cf. Camino 26,4). De ahí que la alegría de santa Teresa no sea egoísta ni autorreferencial. Como la del cielo, consiste en «alegrarse que se alegren todos» (Camino 30,5), poniéndose al servicio de los demás con amor desinteresado. Al igual que a uno de sus monasterios en dificultades, la Santa nos dice también hoy a nosotros, especialmente a los jóvenes: «¡No dejen de andar alegres!» (Carta 284,4). ¡El Evangelio no es una bolsa de plomo que se arrastra pesadamente, sino una fuente de gozo que llena de Dios el corazón y lo impulsa a servir a los hermanos!

La Santa transitó también el camino de la oración, que definió bellamente como un «tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabernos nos ama» (Vida 8,5). Cuando los tiempos son "recios", son necesarios «amigos fuertes de Dios» para sostener a los flojos (Vida 15,5). Rezar no es una forma de huir, tampoco de meterse en una burbuja, ni de aislarse, sino de avanzar en una amistad que tanto más crece cuanto más se trata al Señor, «amigo verdadero» y «compañero» fiel de viaje, con quien «todo se puede sufrir», pues siempre «ayuda, da esfuerzo y nunca falta» (Vida 22,6). Para orar «no está la cosa en pensar mucho sino en amar mucho» (Moradas IV,1,7), en volver los ojos para mirar a quien no deja de mirarnos amorosamente y sufrirnos pacientemente (cf. Camino 26,3-4). Por muchos caminos puede Dios conducir las almas hacia sí, pero la oración es el «camino seguro» (Vida 213). Dejarla es perderse (cf. Vida 19,6). Estos consejos de la Santa son de perenne actualidad. ¡Vayan adelante, pues, por el camino de la oración, con determinación, sin detenerse, hasta el fin! Esto vale singularmente para todos los miembros de la vida consagrada. En una cultura de lo provisorio, vivan la fidelidad del «para siempre, siempre, siempre» (Vida 1,5); en un mundo sin esperanza, muestren la fecundidad de un «corazón enamorado» (Poesía 5); y en una sociedad con tantos ídolos, sean testigos de que «solo Dios basta» (Poesía 9).

Este camino no podemos hacerlo solos, sino juntos. Para la santa reformadora la senda de la oración discurre por la vía de la fraternidad en el seno de la Iglesia madre. Esta fue su respuesta providencial, nacida de la inspiración divina y de su intuición femenina, a los problemas de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo: fundar pequeñas comunidades de mujeres que, a imitación del "colegio apostólico", siguieran a Cristo viviendo sencillamente el Evangelio y sosteniendo a toda la Iglesia con una vida hecha plegaria. «Para esto os junto El aquí, hermanas» (Camino 2,5) y tal fue la promesa: «que Cristo andaría con nosotras» (Vida 32,11). ¡Que linda definición de la fraternidad en la Iglesia: andar juntos con Cristo como hermanos! Para ello no recomienda Teresa de Jesús muchas cosas, simplemente tres: amarse mucho unos a otros, desasirse de todo y verdadera humildad, que «aunque la digo a la postre es la base principal y las abraza todas» (Camino 4,4). ¡Cómo desearía, en estos tiempos, unas comunidades cristianas más fraternas donde se haga este camino: andar en la verdad de la humildad que nos libera de nosotros mismos para amar más y mejor a los demás, especialmente a los más pobres! ¡Nada hay más hermoso que vivir y morir como hijos de esta Iglesia madre!

Precisamente porque es madre de puertas abiertas, la Iglesia siempre está en camino hacia los hombres para llevarles aquel «agua viva» (cf. Jn 4,10) que riega el huerto de su corazón sediento. La santa escritora y maestra de oración fue al mismo tiempo fundadora y misionera por los caminos de España. Su experiencia mística no la separo del mundo ni de las preocupaciones de la gente. Al contrario, le dio nuevo impulso y coraje para la acción y los deberes de cada día, porque también «entre los pucheros anda el Señor» (Fundaciones 5,8). Ella vivió las dificultades de su tiempo -tan complicado- sin ceder a la tentación del lamento amargo, sino más bien aceptándolas en la fe como una oportunidad para dar un paso más en el camino. Y es que, «para hacer Dios grandes mercedes a quien de veras le sirve, siempre es tiempo» (Fundaciones 4,6). Hoy Teresa nos dice: Reza más para comprender bien lo que pasa a tu alrededor y así actuar mejor. La oración vence el pesimismo y genera buenas iniciativas (cf. Moradas VII, 4,6). ¡Éste es el realismo teresiano, que exige obras en lugar de emociones, y amor en vez de ensueños, el realismo del amor humilde frente a un ascetismo afanoso! Algunas veces la Santa abrevia sus sabrosas cartas diciendo: «Estamos de camino» (Carta 469,7.9), como expresión de la urgencia por continuar hasta el fin con la tarea comenzada. Cuando arde el mundo, no se puede perder el tiempo en negocios de poca importancia. ¡Ojalá contagie a todos esta santa prisa por salir a recorrer los caminos de nuestro propio tiempo, con el Evangelio en la mano y el Espíritu en el corazón!

«¡Ya es tiempo de caminar! » (Ana de San Bartolomé, Últimas acciones de la vida de santa Teresa). Estas palabras de santa Teresa de Ávila a punto de morir son la síntesis de su vida y se convierten para nosotros, especialmente para la familia carmelitana, sus paisanos abulenses y todos los españoles, en una preciosa herencia a conservar y enriquecer.

Querido Hermano, con mi saludo cordial, a todos les digo: ¡Ya es tiempo de caminar, andando por los caminos de la alegría, de la oración, de la fraternidad, del tiempo vivido como gracia! Recorramos los caminos de la vida de la mano de santa Teresa. Sus huellas nos conducen siempre a Jesús.
Les pido, por favor, que recen por mí, pues lo necesito. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Fraternalmente, Francisco

Sistach, en el Sínodo

Fisichella aboga por el debate abierto, que "es un elemento de crecimiento y no de división"
Sistach: "Debemos encontrar formas posibles para que los procesos de nulidad sean del todo gratuitos"
El cardenal de Barcelona pide dar más espacio a los matrimonios felices que a las familias en dificultad

En mi grupo estamos haciendo enmiendas a todos los puntos, al principio de forma sistemática. El texto está desequilibrado porque da más importancia a las familia en dificultad

"Hay mecanismos para que las nulidades sean gratuitas, lo que falta es que se sepa". El cardenal de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, fue el encargado, junto al presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, monseñor Rino Fisichella, de participar en el briefing diario sobre las discusiones del Sínodo. Un Sínodo que, tras una semana de debates abiertos, trata ahora de centrar los debates, y de encontrar el mayor consenso posible.

Así, Sistach ha precisado que en el círculo en el que trabaja (el Sínodo se ha dividido en círculos menores para facilitar el debate) se ha visto "que ya hay mecanismos para que las nulidades sean gratuitas" pero que "lo que falta es que se sepa". Por su parte, Fisichella ha coincidido que en su grupo se ha planteado la necesidad de "encontrar formas posibles para que los procesos de nulidad sean del todo gratuitos".

Por otro lado, sobre los homosexuales, el purpurado español ha declarado que "las conductas de los homosexuales y de los heterosexuales requieren una visión desde la moral cristiana y otras morales".

Además, el cardenal no ha obviado que "hay fallos en la Iglesia y hay lagunas" en relación acompañamientos a los matrimonios en la vida de casados. En esta línea, sobre las parejas que se han separado temporalmente ha manifestado que las comunidades cristianas deben tomar conciencia de su responsabilidad en "ayudar a los matrimonios a superar crisis".

"En mi grupo estamos haciendo enmiendas a todos los puntos, al principio de forma sistemática. El texto está desequilibrado porque da más importancia a las familia en dificultad", ha precisado."La gente se casa para toda la vida y queremos que esto aumente y por ello el texto tiene que dar más espacio a esto", ha especificado.

      
En todo caso, también ha reconocido que "hay matrimonios que no lo consiguen" y llegan las "separaciones y los divorcios". Para estas situaciones, ha expresado la necesidad de una "actitud maternal" de la Iglesia.

Así, ha comentado que "lo primero, evita lo segundo" y que, por eso, es necesario el"equilibrio". A pesar de considerar que al texto conocido le falta equilibrio, también ha apuntado a que la síntesis se hizo "con mucha objetividad", al tiempo que ha puntualizado que queda un gran "trabajo de consulta" hasta el próximo Sínodo convocado para octubre del año que viene.

Por otro lado, ha destacado que en las reuniones reuniones sinodales se habla con "libertad" porque es lo que pidió el Papa, al tiempo que ha admitido que hay "discusión", "tendencias distintas, pareceres distintos, sensibilidades distintas", de los que "puede salir luz".

Mientras, Fisichella se ha detenido en los métodos naturales de control de natalidadpara afirmar que existe "un boicot" porque no se conocen" y ha abogado por la "formación global en la afectividad" para paliar este desconocimiento.

Además, ha apuntado que se debe hablar en el Sínodo de las "familias que han elegido la adopción" porque es un "gesto de amor que no puede ser olvidado". Fisichella también ha explicado que los jóvenes africanos presentes en su grupo le ayudan "en la comprensión de la praxis de la convivencia en algunos países de África".

Fisichella ha afirmado que la discusión "es un elemento de crecimiento y no de división" y que esta actitud de debate es "fundamental para la vida de la Iglesia" porque sino sería todo "uniforme y aburrido".

En esta línea, ha explicado que "los días más fecundos el Sínodo son los que transcurren en los círculos menores" porque hay más libertad temporal, ya que no están limitados a decir todo en cuatro minutos y que se pueden dar las motivaciones o razones que han llevado a plantear cambios de la 'Relatio Post Disceptationem'.

Estas discusiones en círculos menores servirán para enriquecer la 'Relatio post disceptationem', el resumen conocido el pasado lunes sobre las 265 intervenciones que se han escuchado durante la primera semana del Sínodo Extraordinario sobre la Familia y que debe servir como base para el documento final que se votará el próximo sábado 18 de octubre. Así, este mismo jueves se conocerá un nuevo documento provisional con cambios al texto propuestos por los 'Círculos Menores'.

Colocan la esclavina del Papa en la audiencia

"¿Somos realmente testigos luminosos y creíbles de esta esperanza?"
Papa: "La obligación de la Iglesia es mantener encendida la lámpara de la esperanza"
Recuerda a Santa Teresa de Jesús y a San Juan Pablo II, "dos hitos en la entrega"

José Manuel Vidal, 15 de octubre de 2014 a las 10:25

La esperanza cristiana no es sólo deseo u optimismo, sino espera ardiente del cumplimiento último y definitivo del misterio del amor de Dios

(José M. Vidal).- Audiencia papal y nuevo refrendo popular a Francisco, en medio de la tormenta desatada por "la cuestión gay" abordada en el Sínodo de Obispos. Quizás con más ardor que otras veces. La gente sabe que su Papa necesita su apoyo, el sostén de la "vox populi, vox Dei". En su catequesis, Bergoglio presenta a la Iglesia como "lámpara encendida para mantener la esperanza del mundo". Y pregunta a la gente si se lo cree. Y les hace repetor tres veces: "Y así, por siempre, estaremos con el Señor".
Lectura del Libro del Apocalipsis: "Y vio un cielo nuevo y una tierra nueva...Ésta es la morada de Dios entre los hombres".

Algunas frases de la catequesis del Papa
"Venimos hablando sobre nuestra santa madre la Iglesia, el pueblo de Dios en camino"
"¿Qué será, al final, del pueblo de Dios, de cada uno de nosotros?"
"'Y así, por siempre, estaremos con el Señor'...Palabras sencillas, pero con una densidad enorme"
"¿Creéis esto? Me parece que no. ¿Lo repetimos tres veces? Y así por siempre estaremos con el Señor"
"Cristo hizo de nosotros, como pueblo, su esposa"
"En la Iglesia se hace visible la Jerusalén celeste".
"La Iglesia, además de esposa, está llamada a ser ciudad"
"La Iglesia es la tienda de Dios"
"Confirmados en la esperanza"
"La esperanza cristiana no es sólo deseo u optimismo, sino espera ardiente del cumplimiento último y definitivo del misterio del amor de Dios"
"La obligación de la Iglesia es mantener encendida la lámpara de la esperanza"
"Y pueda iluminar a toda la Humanidad"
"Esperamos que Jesús retorne"
"¿Somos realmente testigos luminosos y creíbles de esta esperanza?"
"Y así, por siempre, estaremos con el Señor. Repitámoslo tres veces"

Texto completo de la catequesis del Santo Padre

La Iglesia esposa espera a su esposo

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

Durante este tiempo hemos hablado sobre la Iglesia, sobre nuestra santa madre Iglesia jerárquica, el pueblo de Dios en camino.

Hoy queremos preguntarnos: al final, ¿qué fin tendrá el pueblo de Dios? ¿Qué será de cada uno de nosotros? ¿Qué debemos esperarnos? El apóstol Pablo consolaba a los cristianos de la comunidad de Tesalónica, que se hacían estas mismas preguntas, y después de su argumentación decían estas palabras que son entre las más bellas de Nuevo Testamento: "Y así estaremos siempre con el Señor" (1Ts 4, 17). Son palabras simples, ¡pero con una densidad de esperanza tan grande! "Y así estaremos siempre con el Señor". ¿Ustedes creen esto? ¡Me parece que no, eh! ¿Creen? ¿Lo repetimos juntos tres veces? ¡Y así estaremos siempre con el Señor! ¡Y así estaremos siempre con el Señor! ¡Y así estaremos siempre con el Señor!

Es emblemático como Juan, en el libro del Apocalipsis, retomando la intuición de los Profetas, describe la dimensión última, definitiva, en los términos de la "Nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo" (Ap 21,2). ¡He aquí lo que nos espera! Y entonces, esto es la Iglesia: es el pueblo de Dios que sigue al Señor Jesús y que se prepara día a día al encuentro con él, como una esposa con su esposo. Y no es solamente un modo de decir: ¡serán unas verdaderas nupcias! Sí, porque Cristo haciéndose hombre como nosotros y haciendo de todos nosotros una sola cosa con Él, con su muerte y su resurrección, nos ha desposado verdaderamente y ha hecho de nosotros como pueblo, su esposa. Y esto no es otra cosa que el cumplimiento del designio de comunión y de amor tejido por Dios en el curso de toda la historia, la historia del pueblo de Dios y también la propia historia de cada uno. Es el Señor el que lleva adelante esto.

Hay otro elemento, sin embargo, que nos consuela ulteriormente y que abre nuestro corazón: Juan nos dice que en la Iglesia, esposa de Cristo, se hace visible la "nueva Jerusalén". Esto significa que la Iglesia, además de esposa, está llamada a convertirse en ciudad, símbolo por excelencia de la convivencia y de ‘relacionalidad' humana. Qué bello, entonces, poder ya contemplar, según otra imagen muy sugestiva del Apocalipsis, todas las gentes y todos los pueblos reunidos a la vez en esta ciudad, como en una morada, será "la morada de Dios" (Ap 21, 3). Y en este marco glorioso no habrá más aislamientos, prevaricaciones, ni distinciones de ningún género - de naturaleza social, étnica o religiosa - sino que seremos todos una sola cosa en Cristo.

Ante la presencia de este escenario inaudito y maravilloso, nuestro corazón no puede no sentirse confirmado en modo fuerte en la esperanza. Ven, la esperanza cristiana no es sólo un deseo, un auspicio, no es optimismo: para un cristiano, la esperanza es espera, espera ferviente, apasionada por el cumplimiento último y definitivo de un misterio, el misterio del amor de Dios en el que hemos renacido y en el que ya vivimos. Y es espera de alguien que está por llegar: es Cristo el Señor que se acerca siempre más a nosotros, día tras día, y que viene a introducirnos finalmente en la plenitud de su comunión y de su paz. La Iglesia tiene entonces la tarea de mantener encendida y claramente visible la lámpara de la esperanza, para que pueda seguir brillando como un signo seguro de salvación y pueda iluminar a toda la humanidad el sendero que lleva al encuentro con el rostro misericordioso de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, esto es entonces lo que esperamos: ¡que Jesús regrese! ¡La Iglesia esposa espera a su esposo! Debemos preguntarnos, sin embargo, con gran sinceridad, ¿somos testigos realmente luminosos y creíbles de esta espera, de esta esperanza? ¿Nuestras comunidades viven aún en el signo de la presencia del Señor Jesús y en la espera ardiente de su venida, o aparecen cansadas, entorpecidas, bajo el peso de la fatiga y la resignación? ¿Corremos también nosotros el riesgo de agotar el aceite de la fe, de la alegría? ¡Estemos atentos!

Invoquemos a la Virgen María, Madre de la esperanza y reina del cielo, para que siempre nos mantenga en una actitud de escucha y de espera, para poder ser ya traspasados por el amor de Cristo y un día ser parte de la alegría sin fin, en la plena comunión de Dios. Y no se olviden: jamás olvidar que así estaremos siempre con el Señor. ¿Lo repetimos otras tres veces? Y así, estaremos siempre con el Señor, y así, estaremos siempre con el Señor, y así, estaremos siempre con el Señor. ¡Gracias!

Saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis nos preguntamos por el destino final del pueblo de Dios. Que tenemos que esperar. El Apocalipsis nos presenta dos imágenes: la esposa que espera a su Esposo, que nos habla del proyecto de comunión con la persona de Jesús que Dios ha trazado a lo largo de la historia, y la Nueva Jerusalén, que evoca el lugar donde todos los pueblos se reunirán junto a Dios.

La esperanza cristiana engloba a toda la persona, pues no es - la esperanza - un mero deseo o un optimismo, sino la plena realización del misterio del amor divino, en el que hemos renacido y en el que ya vivimos. Nosotros anhelamos la venida de Nuestro Señor Jesucristo, y Él se hace cada día más cercano a nosotros para llevarnos finalmente a la plenitud de su comunión y su paz. Por ello, la Iglesia tiene la misión de mantener encendida la lámpara de esa esperanza, como signo seguro de la salvación. Debemos preguntarnos si de verdad somos testigos luminosos y creíbles de esa esperanza, si nuestras vidas, nuestras comunidades manifiestan la presencia del Señor y la espera ardiente de su venida, si no corremos el riesgo de agotar el aceite de nuestra fe y perder la alegría.

***

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Costa Rica, Argentina y otros países latinoamericanos. Que María Santísima, Madre de la esperanza, nos enseñe a gustar ya desde ahora del amor de Cristo que un día se nos manifestará en plenitud. Muchas gracias.

Saludo en polaco
"Hoy recordamos a Santa Teresa de Jesús. Mañana, aniversario de la elección de San Juan Pablo II"
"Estos dos santos son hitos en la entrega de sí mismos a Dios, de dedicación a la Iglesia y a la vida mística. Aprendamos de ellos la radicalidad evangélica".

Evangelio según San Lucas 11,47-54. 

Dijo el Señor: «¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado! Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros. Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos.

Así se pedirá cuanta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto. ¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden.» Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación. 

Baudoin de Ford (¿-c. 1190), abad cisterciense, después obispo 
El Sacramento del altar, II, 1

«Empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con preguntas capciosas»

«Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único» (Jn 3,16). Este Hijo único «se entregó a sí mismo», no porque haya prevalecido la voluntad de sus enemigos, sino «porque él mismo quiso» (Is 53, 10-11). Amó a los suyos, y los amó hasta el fin» (Jn 13,1). El fin es la muerte aceptada por los que ama; este es el fin de toda perfección, el fin del amor perfecto, porque «nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13).

     Este amor de Cristo ha sido, en su muerte, más poderoso que el odio de sus enemigos; el odio tan sólo pudo hacer lo que el amor le permitió. Judas, o los enemigos de Cristo, lo entregaron a la muerte por un malvado odio. El Padre entregó a su Hijo, el Hijo se entregó a sí mismo por amor (Rm 8,32; Gal 2,20). Sin embargo, el amor no es el culpable de la traición; es inocente incluso cuando Cristo muere por amor. Porque tan sólo el amor puede hacer impunemente lo que le parece bien. Tan sólo el amor puede constreñir a Dios y, por decirlo de alguna manera, mandarle. Es el amor lo que le ha hecho descender del cielo y ponerlo en la cruz, es el amor el que ha hecho derramar la sangre de Cristo por la remisión de los pecados en un acto tan inocente como saludable. Nuestra acción de gracias por la salvación del mundo se debe, pues, al amor. Y es él mismo el que nos impele, por una lógica que constriñe, a amar a Cristo tanto como se le ha podido odiar.

Santa Margarita María Alacoque

Santa Margarita María Alacoque, virgen

Santa Margarita María Alacoque, virgen, monja de la Orden de la Visitación de la Virgen María, que progresó de modo admirable en la vía de la perfección y, enriquecida con gracias místicas, trabajó mucho para propagar el culto al Sagrado Corazón de Jesús, del que era muy devota. Murió en el monasterio de Paray-le-Monial, en la región de Autun, en Francia, el día diecisiete de octubre.

A pesar de los grandes santos y del inmenso número de personas piadosas que hubo en Francia en el siglo XVII, no se puede negar que la vida religiosa de dicho país se había enfriado, en parte debido a la corrupción de las costumbres y, en parte, a la mala influencia del jansenismo, que había divulgado la idea de un Dios que no amaba a toda la humanidad. Pero, entre 1625 y 1690, florecieron en Francia tres santos, Juan Eudes, Claudio de la Colombiére y Margarita María Alacoque, quienes enseñaron a la Iglesia, tal como la conocemos actualmente, la devoción al Sagrado Corazón como símbolo del amor sin límites que movió al Verbo a encarnarse, a instituir la Eucaristía y a morir en la cruz por nuestros pecados, ofreciéndose al Padre Eterno como víctima y sacrificio.

Margarita, la más famosa de los «santos del Sagrado Corazón» nació en 1647, en Janots, barrio oriental del pueblecito de L'Hautecour, en Borgoña. Margarita fue la quinta de los siete hijos de un notario acomodado. Desde pequeña, era muy devota y tenía verdadero horror de «ser mala». A los cuatro años «hizo voto de castidad», aunque ella misma confesó más tarde que a esa edad no entendía lo que significaban las palabras «voto» y «castidad». Cuando tenía unos ocho años, murió su padre. Por entonces, ingresó la niña en la escuela de las Clarisas Pobres de Charolles.

Desde el primer momento, se sintió atraída por la vida de las religiosas, en quienes la piedad de Margarita produjo tan buena impresión, que le permitieron hacer la primera comunión a los nueve años. Dos años después, Margarita contrajo una dolorosa enfermedad reumática que la obligó a guardar cama hasta los quince años; naturalmente, tuvo que retornar a L'Hautecour. Desde la muerte de su padre, se habían instalado en su casa varios parientes y una de sus hermanas, casada, había relegado a segundo término a su madre y había tomado en sus manos el gobierno de la casa. Margarita y su madre eran tratadas como criadas. Refiriéndose a aquella época de su vida, la santa escribió más tarde en su autobiografía: «Por entonces, mi único deseo era buscar consuelo y felicidad en el Santísimo Sacramento; pero vivíamos a cierta distancia de la iglesia, y yo no podía salir sin el permiso de esas personas. Algunas veces sucedía que una me lo daba y la otra me lo negaba». La hermana de Margarita afirmaba que no era más que un pretexto para salir a hablar con algún joven del lugar. Margarita se retiraba entonces al rincón más escondido del huerto, donde pasaba largas horas orando y llorando sin probar alimento, a no ser que alguno de los vecinos se apiadase de ella. «La mayor de mis cruces era no poder hacer nada por aligerar la de mi madre».

Dado que Margarita se reprocha amargamente su espíritu mundano, su falta de fe y su resistencia a la gracia, se puede suponer que no desperdiciaba las ocasiones de divertirse que se le presentaban. En todo caso, cuando su madre y sus parientes le hablaron de matrimonio, la joven no vio con malos ojos la proposición; pero, como no estuviese segura de lo que Dios quería de ella, empezó a practicar severas penitencias y a reunir en el huerto de su casa a los niños pobres para instruirlos, cosa que molestó mucho a sus parientes. Cuando Margarita cumplió veinte años, su familia insistió más que nunca en que contrajese matrimonio; pero la joven, fortalecida por una aparición del Señor, comprendió lo que Dios quería de ella y se negó rotundamente. A los veintidós años recibió el sacramento de la confirmación y tomó el nombre de María. La confirmación le dío valor para hacer frente a la oposición de su familia. Su hermano Crisóstomo le regaló la dote, y Margarita María ingresó en el convento de la Visitación de Paray-le-Monial, en junio de 1671. La joven se mostró humilde, obediente, sencilla y franca en el noviciado. Según el testimonio de una de sus connovicias, edificó a toda la comunidad «por su caridad para con sus hermanas, a las que jamás dijo una sola palabra que pudiese molestarlas, y por la paciencia con que soportó las duras reprimendas y humillaciones a las que fue sometida con frecuencia». En efecto, el noviciado de la santa no fue fácil. Una religiosa de la Visitación debe ser «extraordinaria, en lo ordinario», y Dios conducía ya a Margarita por caminos muy poco ordinarios. Por ejemplo, era absolutamente incapaz de practicar la meditación discursiva: «Por más esfuerzos que hacía yo por practicar el método que me enseñaban, acababa siempre por volver al método de mi Divino Maestro (es decir, la oración de simplicidad), aunque no quisiese». Cuando Margarita hizo la profesión, Dios la tomó por prometida suya «en una forma que no se puede describir con palabras». Desde entonces, «mi divino maestro me incitaba continuamente a buscar las humillaciones y mortificaciones». Por lo demás, Margarita no tuvo que buscarlas cuando fue nombrada ayudante en la enfermería. La hermana Catalina Marest, la directora, era una mujer activa, enérgica y eficiente, en tanto que la santa era callada, lenta y pasiva. Ella misma se encargó de resumir la situación en las siguientes palabras: «Sólo Dios sabe lo que tuve que sufrir allí, tanto por causa de mi temperamento impulsivo y sensiIde como por parte de las creaturas y del demonio». Hay que reconocer, sin embargo, que si bien la hermana Marest empleaba métodos demasiado enérgicos, también ella tuvo que sufrir no poco. Durante esos dos años y medio, Margarita María sintió siempre muy cerca de sí al Señor y le vio varias veces coronado de espinas.

El 27 de diciembre de 1673, la devoción de Margarita a la Pasión fructificó en la primera gran revelación. Hallábase sola en la capilla, arrodillada ante el Santísimo Sacramento expuesto y de pronto, se sintió «poseída» por la presencia divina, y Nuestro Señor la invitó a ocupar el sitio que ocupó san Juan (cuya fiesta se celebraba ese día) en la última Cena, y habló a su sierva «de un modo tan sencillo y eficaz, que no me quedó duda alguna de que era Él, aunque en general tiendo a desconfiar mucho de los fenómenos interiores». Jesucristo le dijo que el amor de su Corazón tenía necesidad de ella para manifestarse y que la había escogido como instrumento para revelar al mundo los tesoros de su gracia. Margarita tuvo entonces la impresión de que el Señor tomaba su corazón y lo ponía junto al Suyo. Cuando el señor se lo devolvió, el corazón de la santa ardía en amor divino. Durante dieciocho meses, el Señor se le apareció con frecuencia y le explicó claramente el significado de la primera revelación. Le dijo que deseaba que se extendiese por el mundo el culto a su corazón de carne, en la forma en que se practica actualmente esa devoción, y que ella estaba llamada a reparar, en la medida de lo posible, la frialdad y los desvíos del mundo. La manera de efectuar la reparación consistía en comulgar a menudo y fervorosamente, sobre todo el primer viernes de cada mes, y en velar durante una hora todos los jueves en la noche, en memoria de su agonía y soledad en Getsemaní. (Actualmente la devoción de los nueve primeros viernes y de la hora santa se practican en todo el mundo católico). Después de un largo intervalo, el Señor se apareció por última vez a Santa Margarita, en la octava del Corpus de 1675 y le dijo: «He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, sin ahorrarse ninguna pena, consumiéndose por ellos en prueba de su amor. En vez de agradecérmelo, los hombres me pagan con la indiferencia, la irreverencia, el sacrilegio y la frialdad y desprecian el sacramento de mi amor». En seguida, pidió a Margarita que trabajase por la institución de la fiesta de su Sagrado Corazón, que debía celebrarse el viernes siguiente a la octava del Corpus. De esa suerte, por medio del instrumento que había elegido, Dios manifestó al mundo su voluntad de que los hombres reparasen la ingratitud con que habían correspondido a su bondad y misericordia, adorando el Corazón de carne de su Hijo, unido a la divinidad, como símbolo del amor que le había llevado a morir para redimirlos.

Nuestro Señor había dicho a santa Margarita: «No hagas nada sin la aprobación de tus superiores, para que el demonio, que no tiene poder alguno sobre las almas obedientes, no pueda engañarte». Cuando Margarita habló del asunto con la madre de Saumaise, su superiora, ésta «hizo cuanto pudo por humillarla y mortificarla y no le permitió poner en práctica nada de lo que el Señor le había ordenado, burlándose de cuanto decía la pobre hermana». Santa Margarita comenta: «Eso me consoló mucho y me retiré con una gran paz en el alma». Pero esos sucesos afectaron su salud y enfermó gravemente. La madre de Saumaise, que deseaba una señal del cielo, dijo a la santa: «Si Dios os devuelve la salud, lo tomaré como un signo de que vuestras visiones proceden de Él y os permitiré que hagáis lo que el Señor desea, en honor de su Sagrado Corazón». La santa se puso en oración y recuperó inmediatamente la salud; la madre de Saumaise cumplió su promesa. Sin embargo, como algunas de las religiosas se negaban a prestar crédito a las visiones de Margarita, la superiora le ordenó someterlas al juicio de ciertos teólogos; desgraciadamente esos teólogos, que carecían de experiencia en cuestiones místicas, dictaminaron que se trataba de meras ilusiones y se limitaron a recomendar que la visionaria comiese más. Nuestro Señor había dicho a la santa que le enviaría un director espiritual comprensivo. En cuanto el P. de la Colombiére se presentó en el convento como confesor extraordinario, Margarita comprendió que era el enviado del Señor. Aun que el P. de la Colombicre no estuvo mucho tiempo en Paray, su breve estancia le bastó para convencerse de la autenticidad de las revelaciones de Margarita María, por quien concibió un gran respeto; además de confirmar su fe en las revelaciones, el P. de la Colombiére adoptó la devoción al Sagrado Corazón. Poco después partió para Inglaterra (donde no encontró «Hijas de María, ni mucho menos a una hermana Alacoque») y Margarita atravesó el período más angustioso de su vida. En una visión, el Señor la invitó a ofrecerse como víctima por las faltas de la comunidad y por la ingratitud de algunas religiosas hacia su Sacratísimo Corazón. Margarita resistió largo tiempo y pidió al Señor que no le diese a beber ese cáliz Finalmente. Jesucristo le pidió que aceptase públicamente la prueba, y la santa lo hizo así, llena de confianza, pero al mismo tiempo apenada porque el Señor había tenido que pedírselo dos veces. Ese mismo día, 20 de noviembre de 1677, la joven religiosa, que sólo llevaba cinco años en el convento, obtuvo de su superiora la autorización de «decir y hacer lo que el Señor le pedía» y, arrodillándose ante sus hermanas, les comunicó que Cristo la había elegido como víctima por sus faltas. No todas las religiosas tomaron aquello con el mismo espíritu de humildad y obediencia. La santa comenta: «En aquella ocasión, el Señor me dio a probar el amargo cáliz de su agonía en el huerto». Se cuenta que, a la mañana siguiente, los confesores que había en Paray no fueron suficientes para escuchar las confesiones de todas las religiosas que acudieron a ellos. Desgraciadamente, existen razones para pensar que no faltaron religiosas que mantuvieron su oposición a santa Margarita María por muchos años.

Durante el gobierno de la madre Greyfié, que sucedió a la madre de Soumaise, santa Margarita recibió grandes gracias y sufrió también duras pruebas interiores y exteriores. El demonio la tentó con la desesperación, la vanagloria y la compasión de sí misma. Tampoco las enfermedades escasearon. En 1681, el P. de la Colombiére fue enviado a Paray por motivos de salud y murió allí en febrero del año siguiente. Santa Margarita tuvo una revelación acerca de la salvación del P. de la Colombiére y no fue ésa la única que tuvo de ese tipo. Dos años después, la madre Melin, quien conocía a Margarita desde su ingreso en el convento, fue elegida superiora de la Visitación y nombró a la santa como ayudante suya, con la aprobación del capítulo. Desde entonces, la oposición contra Margarita cesó o, por lo menos, dejó de manifestarse. El secreto de las revelaciones de la santa llegó a la comunidad en forma dramática (y muy molesta para Margarita), pues fue leído incidentalmente en el refectorio en un libro escrito por el beato de la Colombiére. Pero el triunfo no modificó en lo más mínimo la actitud de Margarita. Una de las obligaciones de la asistenta consistía en hacer la limpieza del coro; un día en que cumplía ese oficio, una de las religiosas le pidió que fuese a ayudar a la cocinera y ella acudió inmediatamente. Como no había tenido tiempo de recoger el polvo, las religiosas encontraron el coro sucio. Esos detalles eran los que ponían fuera de sí a la hermana de Marest, la enfermera y, probablemente, debió acordarse entonces con una sonrisa de la que fuera su discípula doce años antes. Santa Margarita fue nombrada también maestra de novicias y desempeñó el cargo con tanto éxito, que aun las profesas pedían permiso para asistir a sus conferencias. Como su secreto se había divulgado, la santa propagaba abiertamente la devoción al Sagrado Corazón y la inculcaba a sus novicias. En 1685, se celebró privadamente en el noviciado la fiesta del Sagrado Corazón. Al año siguiente, los parientes de una antigua novicia acusaron a Margarita María de ser una impostora y de introducir novedades poco ortodoxas, lo que suscitó nuevamente la oposición durante algún tiempo; pero el 21 de junio de ese año, toda la comunidad celebró en privado la fiesta del Corazón de Jesús. Dos años más larde, se construyó allí una capilla en honor del Sagrado Corazón, y la devoción empezó a propagarse por todos los conventos de las visitandinas y por diversos sitios de Francia.

En octubre de 1690, después de haber sido elegida asistenta de la superiora por un nuevo período, Margarita cayó enferma. «No viviré mucho -anunció-, pues ya he sufrido cuanto podía sufrir». Sin embargo, el médico declaró que la enfermedad no era muy seria. Una semana después, la santa pidió los últimos sacramentos: «Lo único que necesito es estar con Dios y abandonarme en el Corazón de Jesús». Cuando el sacerdote le ungía los labios, Margarita María expiró. Su canonización tuvo lugar en 1920.

En la biografía escrita por el P. A. Hamon, Vie de Ste Marguerite-Marie (1907), que es muy completa, hay casi treinta páginas consagradas al estudio de las fuentes y la bibliografía. Nosotros nos contentaremos con mencionar la semblanza autobiográfica, escrita por la santa cinco años antes de su muerte, a petición de su director espiritual, así como las 133 cartas suyas y las notas espirituales escritas de su mano. Existen, además, un interesante memorial escrito por la madre Greyfié y los testimonios de sus hermanas, con miras a la beatificación. El primer resumen biográfico de la santa fue publicado en 1691; el P. Croiset lo incluyó en forma de apéndice en su libro sobre la "Devoción al Sagrado Corazón". A este resumen siguió una cuidadosa biografía escrita por Mons. Languet, obispo de Soissons (1729). Generalmente se citan las obras de la santa, refiriéndose a Vie et Oeuvres, publicado por las religiosas de la Visitación de Paray-le-Monial en 1876. 

Oremos: Infunde, Señor, en nosotros el espíritu de santidad con que enriqueciste tan singularmente a Santa Margarita María, para que también nosotros, lleguemos a conocer por experiencia el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, y seamos colmados de la total plenitud de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

El Papa Francisco, con el cardenal Kasper durante el Sínodo

"Nadie está poniendo en tela de juicio la indisolubilidad del matrimonio"
Kasper asegura que "una mayoría creciente del Sínodo" apoya su propuesta para los divorciados vueltos a casar
"Vivimos en un mundo globalizado y no se puede gobernar todo desde la Curia"

El Papa ha sido testigo de este tipo de problemas en su propia familia y ha mirado a los laicos y visto que la gran mayoría están a favor de una apertura razonable y responsable

El cardenal Walter Kasper cree que una"mayoría creciente" del Sínodo está a favor de su propuesta de permitir que algunos católicos divorciados y vueltos a casarcivilmente puedan recibir la comunión.

En declaraciones al salir de las discusiones en pequeños grupos de trabajo del martes por la tarde, el cardenal alemán dijo que el Papa ha sido testigo de este tipo de problemas en su propia familia y que él ha "mirado a los laicos y visto que la gran mayoría están a favor de una apertura razonable y responsable". El Vaticano no ha negado que el Papa quiere una "apertura" en este aspecto.

La propuesta del cardenal para administrar la comunión a algunas parejas de divorciados y "vueltos a casar" después de un período de penitencia ha sido rotundamente criticada por un número de líderes de la Iglesia, entre ellos el cardenal Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; el cardenal Raymond Burke, prefecto de la Signatura Apostólica, y el cardenal George Pell, prefecto de la Secretaría de Economía del Vaticano.

El cardenal Kasper también habló de sus puntos de vista sobre el Sínodo, y pareció sugerir que las opiniones de los africanos sobre la homosexualidad - donde el tema sigue siendo un tabú - no son escuchadas por los delegados occidentales en la Asamblea. Al igual que para los delegados occidentales es "imposible" opinar sobre temas africanos, dijo también que ellos "no nos deben decir lo que tenemos que hacer". Eminencia, ¿cómo va todo en el Sínodo?

Todo está muy tranquilo ahora. Esta mañana estaba un poco encendido, ¡pero por supuesto que es por vosotros, los periódicos! Ayer nos dijeron que el "Espíritu del Vaticano II" estaba presente en el Sínodo. ¿Está de acuerdo con esto? Este es el espíritu del Concilio, esto es muy cierto.

¿Ha visto algún movimiento en el tema de los divorciados vueltos a casar?

Tenía la esperanza de que habría alguna apertura y creo que la mayoría está a favor. Esa es la impresión que tengo, pero no hay votos. Pero creo que un poco de apertura podría producirse. Tal vez también se quede para la siguiente parte del sínodo.

¿Ha visto crecer la oposición a sus propuestas en los últimos días?

No. En la primera fase del Sínodo vi una creciente mayoría a favor de una apertura. Lo vi, pero es más un sentimiento. No hubo votación. Habrá una votación, pero no todavía.

¿Sabe cómo el Santo Padre está viendo el Sínodo y cómo va hasta ahora?

Él no ha hablado, está en silencio, ha escuchado con mucha atención, pero es claramente lo que quiere y eso es evidente. Él quiere a una parte importante del episcopado con él y lo necesita. Él no lo puede hacer en contra de la mayoría del episcopado.

¿Tiene algún sentido que él esté tratando de empujar las cosas en esa dirección?

Él no empuja. Su primer discurso fue la libertad: la libertad de expresión, cada uno debe decir lo que piensa y lo que tiene en mente y esto fue muy positivo. Nadie se pregunta: ¿qué sería lo que el Santo Padre piensa sobre esto? ¿Qué cosas puedo decir? Esta libertad de expresión ha estado muy viva aquí en este Sínodo, más que en otros.

Se ha dicho que añadió a cinco relatores especiales el viernes pasado para ayudar al relator general, el cardenal Peter Erdo. ¿Es porque él está tratando de llevar las cosas de acuerdo a sus deseos?

No veo lo que está pasando por la cabeza del Papa. Pero creo que la mayoría de estas cinco personas son gente abierta que quieren seguir con esto. El problema, además, es que hay diferentes problemas de diferentes continentes y culturas diferentes. África es totalmente diferente de occidente. También los países asiáticos y musulmanes, que son muy diferentes, sobre todo acerca de los gays. No se puede hablar de esto con los africanos y los países musulmanes. No es posible. Es un tema tabú.

Para nosotros, que decimos que no debemos discriminar, no queremos discriminar en ciertos aspectos.

¿Pero los participantes africanos fueron escuchados en este sentido?

No, la mayoría de ellos [que sostienen estos puntos de vista no hablará acerca de ellos].

¿No son escuchados?

En África, por supuesto, [sus opiniones son escuchadas], donde es un tabú.

¿Qué ha cambiado para usted, con respecto a la metodología de este Sínodo?

Yo creo que al final tiene que haber una línea general en la Iglesia, criterios generales, pero las cuestiones de África no las podemos resolver. Debe haber espacio también para que las conferencias episcopales locales resuelvan sus problemas, pero yo diría que con África es imposible [para nosotros resolverlos]. Pero no nos deben decir lo que tenemos que hacer.
¿Hay mucha preocupación acerca de su propuesta? Sí, sí, mucha.

La gente está diciendo que está causando una gran confusión entre los fieles, y están preocupados por ella. ¿Qué dice a eso?
Yo sólo puedo hablar de Alemania, donde la gran mayoría quiere una apertura sobre el divorcio y volver a casarse. Es lo mismo en Gran Bretaña, está en todas partes. Cuando hablo con los laicos, también con los ancianos que están casados ​​desde hace 50 ó 60 años, nunca pensaron en el divorcio, pero lo consideran un problema con su cultura. El Papa también me dijo que [existen tales problemas] en su familia, y él ha mirado a los laicos y ha visto que la gran mayoría están a favor de una apertura razonable y responsable.

Pero la gente siente que la doctrina de la Iglesia va a ser socavada por su propuesta si se aprueba, que está deshaciendo 2000 años de enseñanza de la Iglesia. ¿Cuál es su opinión sobre esto?
Nadie está poniendo en tela de juicio la indisolubilidad del matrimonio. Creo que no sería una ayuda para las personas, pero si se mira a la Palabra de Jesús, hay diferentes evangelios sinópticos en diferentes lugares, en diferentes contextos. Es diferente en el contexto judeo-cristiano y en el contexto helenístico. Marcos y Mateo son diferentes. Ya había un problema en la época apostólica. La Palabra de Jesús es clara, pero ¿cómo aplicarla en situaciones diferentes, complejas? Es un problema para ver con la aplicación de estas palabras.
¿La enseñanza no cambia?

La enseñanza no cambia pero se puede hacer más profunda, puede ser diferente. También hay un cierto crecimiento en la comprensión del Evangelio y de la doctrina, un desarrollo. Nuestro famoso cardenal Newman habló sobre el desarrollo de la doctrina. Esto tampoco es un cambio, sino un desarrollo de la misma línea. Por supuesto, el Papa lo quiere y el mundo lo necesita. Vivimos en un mundo globalizado y no se puede gobernar todo desde la Curia. Tiene que haber una fe común, una disciplina común, pero una aplicación diferente.

¿Quién fue Pablo VI?

S.S. Pablo VI (1963-1978)

El próximo domingo, 19 de octubre, será beatificado por el Papa Francisco en la Misa de clausura del Sínodo de la Familia

Breve biografía

Hijo de un abogado y de una piadosa mujer, Giovanni Battista Montini nació en Concesio, cerca de Brescia, el 26 de septiembre de 1897. Desde pequeño Giovanni se caracterizó por una gran timidez, así como por un gran amor al estudio.

Acogiendo el llamado sacerdotal, Giovanni ingresó a los 19 años al Seminario de Brescia. Ordenado sacerdote del Señor el 29 de mayo de 1920, cuando tenía cumplidos 23 años, se dirigió a Roma para perfeccionar allí sus estudios teológicos.

Allí mismo realizó estudios también en la academia pontificia de estudios diplomáticos y en 1922 ingresó al servicio papal como miembro de la Secretaría de Estado. En mayo de 1923 se le nombró secretario del Nuncio en Varsovia, cargo que por su frágil salud tuvo que abandonar a finales del mismo año. De vuelta en Roma, y trabajando nuevamente en la Secretaría de Estado de la Santa Sede, el padre Montini dedicó gran parte de sus esfuerzos apostólicos al movimiento italiano de estudiantes católicos (1924-1933), ejerciendo allí una importante labor pastoral. En 1931, a sus 32 años, le era asignada la cátedra de Historia Diplomática en la Academia Diplomática.

En 1937 fue nombrado asistente del Cardenal Pacelli, quien por entonces se desempeñaba como Secretario de Estado. En este puesto de servicio Monseñor Montini prestaría un valioso apoyo en la ayuda que la Santa Sede brindó a numerosos refugiados y presos de guerra.

En 1944, ya bajo el pontificado de S.S. Pío XII, fue nombrado director de asuntos eclesiásticos internos, y ocho años más tarde, Pro-secretario de Estado.

En 1954, el Papa Pío XII lo nombró Arzobispo de Milán. El nuevo Arzobispo habría de enfrentar muchos retos, siendo el más delicado de todos el problema social. Entregándose con gran energía al cuidado de la grey que se le confiaba, desarrolló un plan pastoral que tendría como puntos centrales la preocupación por los problemas sociales, el acercamiento de los trabajadores industriales a la Iglesia, y la renovación de la vida litúrgica. Por el respeto y la confianza que supo ganarse por parte de la inmensa multitud de obreros, Montini sería conocido como el "Arzobispo de los obreros".

En diciembre de 1958 fue creado Cardenal por S.S. Juan XXIII quien, al mismo tiempo, le otorgó un importante rol en la preparación del Concilio Vaticano II al nombrarlo su asistente. Durante estos años previos al Concilio, el Cardenal Montini realizó algunos viajes importantes: Estados Unidos (1960); Dublín (1961); África (1962).

II. Su pontificado

El Cardenal Montini contaba con 66 años cuando fue elegido como sucesor del Pontífice Juan XXIII, el 21 de junio de 1963, tomando el nombre de Pablo VI. Tres días antes de su coronación, realizada el 30 de junio, el nuevo Papa daba a conocer a todos el programa de su pontificado: su primer y principal esfuerzo se orientaba a la culminación y puesta en marcha del gran Concilio, convocado e inaugurado por su predecesor. Además de esto, el anuncio universal del Evangelio, el trabajo en favor de la unidad de los cristianos y del diálogo con los no creyentes, la paz y solidaridad en el orden social —esta vez a escala mundial—, merecerían su especial preocupación pastoral.

El Papa Pablo VI y el Concilio Vaticano II

El pontificado de Pablo VI está profundamente vinculado al Concilio, tanto en su desarrollo como en la inmediata aplicación. En su primera encíclica, la "programática" Ecclesiam suam, publicada en 1966 al finalizar la segunda sesión del Concilio, planteaba que eran tres los caminos por los que el Espíritu le impulsaba a conducir a la Iglesia, respondiendo a los "vientos de renovación" que desplegaban las amplias velas de la barca de Pedro. Decía él mismo el día anterior a la publicación de su encíclica Ecclesiam suam: El primer camino «es espiritual; se refiere a la conciencia que la Iglesia debe tener y fomentar de sí misma. El segundo es moral; se refiere a la renovación ascética, práctica, canónica, que la Iglesia necesita para conformarse a la conciencia mencionada, para ser pura, santa, fuerte, auténtica. Y el tercer camino es apostólico; lo hemos designado con términos hoy en boga: el diálogo; es decir, se refiere este camino al modo, al arte, al estilo que la Iglesia debe infundir en su actividad ministerial en el concierto disonante, voluble y complejo del mundo contemporáneo. Conciencia, renovación, diálogo, son los caminos que hoy se abren ante la Iglesia viva y que forman los tres capítulos de la encíclica».

Cronología del Concilio bajo su pontificado

El 29 de setiembre de 1963 se abre la segunda sesión del Concilio. S.S. Pablo VI la clausura el 4 de diciembre con la promulgación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia.

En enero de 1964 (4-6), S.S. Pablo VI realiza un viaje sin precedentes a Tierra Santa, en donde se da un histórico encuentro con Atenágoras I, Patriarca de Jerusalén.

El 6 de agosto de 1964, S.S. Pablo VI publica su encíclica programática Ecclesiam suam.

La tercera sesión conciliar duraría del 14 de setiembre hasta el 21 de noviembre de 1964. Se clausuraba con la promulgación de la Constitución sobre la Iglesia. En aquella ocasión proclamó a María como Madre de la Iglesia.

Entre la tercera y cuarta sesión del Concilio (diciembre 1964), S.S. Pablo VI viaja a Bombay, para participar en un Congreso Eucarístico Internacional.

El 4 de octubre, durante la cuarta y última sesión del Concilio, viaja a Nueva York a la sede de la ONU, para hacer un histórico llamado a la paz mundial ante los representantes de todas las naciones.

El 7 de diciembre de 1965, un día antes de finalizar el gran Concilio, el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I hacen una declaración conjunta por la que deploraban y se levantaban los mutuos anatemas —pronunciados por representantes de la Iglesia Oriental y Occidental en Constantinopla en 1054, y que marcaban el momento culminante del cisma entre las Iglesias de oriente y la de occidente—.

El 8 de diciembre de 1965 confirmaba solemnemente todos los decretos del Concilio, y proclamaba un jubileo extraordinario, el 1 de enero al 29 de mayo de 1966, para la reflexión y renovación de toda la Iglesia a la luz de las grandes enseñanzas conciliares.

La aplicación del Concilio: la época post-conciliar

Culminado el gran Concilio abierto al tercer milenio, se iniciaba el difícil periodo de su aplicación. Ello exigía un hombre de mucha fortaleza interior, con un espíritu hondamente cimentado en el Señor; hombre de profunda oración para discernir, a la luz del Espíritu los caminos seguros por donde conducir al Pueblo de Dios en medio de dificultades propias de todo proceso de cambio, de adecuación, de renovación... propias también de la furia del enemigo, cuyas fuerzas buscan prevalecer sobre la Iglesia de Cristo.

Lo que a S.S. Pablo VI le tocó vivir como Pastor universal de la grey del Señor, lo resume el Papa Juan Pablo II en un valiosísimo testimonio, pues él —como dice él mismo— había podido «observar de cerca» su actividad: «Me maravillaron siempre su profunda prudencia y valentía, así como su constancia y paciencia en el difícil período posconciliar de su pontificado. Como timonel de la Iglesia, barca de Pedro, sabía conservar una tranquilidad y un equilibrio providencial incluso en los momentos más críticos, cuando parecía que ella era sacudida desde dentro, manteniendo una esperanza inconmovible en su compactibilidad» (Redemptor hominis, 3).

Otras labores de su pontificado

El Papa Montini tuvo también una gran preocupación por la unión de los cristianos, causa a la que dedicó no pocos esfuerzos, dando así los primeros pasos hacia la unidad de todos los cristianos.
Por otro lado, fomentó con insistencia la colaboración colegial de los obispos. Este impulso se concretaría de diversas formas, siendo las más significativas el proceso de consilidación de las Conferencias Episcopales Nacionales en toda la Iglesia, los diversos Sínodos locales y también los Sínodos internacionales trienales. Durante su pontificado los temas tratados en estos Sínodos episcopales fueron: el sacerdocio (1971); la evangelización (1974); la catequesis (1977).

Otro hito importante de su pontificado lo constituye el viaje realizado al continente americano para la inauguración de la II Conferencia general del Episcopado Latinoamericano, siendo ésta la primera vez que un Sucesor de Pedro pisaba tierras americanas.

Las enseñanzas al Pueblo de Dios

S.S. Pablo VI ha dejado un rico legado en sus muchos escritos. Dentro de esta larga lista cabe resaltar a la encíclica Populorum progressio, la cual trata sobre el tema del desarrollo integral de la persona. Esta encíclica fue la base para la Conferencia de los Obispos latinoamericanos en Medellín. También merece ser especialmente mencionada la exhortación Evangelii nuntiandi, carta magna de la evangelización, que pone enfáticamente el anuncio de Jesucristo en el corazón de la misión de la Iglesia. Para muchos, esta carta vino de algún modo, a completar y profundizar la Gaudium et spes. Además, constituyó el telón de fondo de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Puebla.

La encíclica programática Ecclesiam suam –la primera que escribió— es asimismo, de gran importancia. Manifiesta que de la «conciencia contemporánea de la Iglesia —nos dice S.S. Juan Pablo II—, Pablo VI hizo el tema primero de su fundamental Encíclica que comienza con las palabras Ecclesiam suam; (...) Iluminada y sostenida por el Espíritu Santo, la Iglesia tiene una conciencia cada vez más profunda, sea respecto de su misterio divino, sea respecto de su misión humana, sea finalmente respecto de sus mismas debilidades humanas: es precisamente esta conciencia la que debe seguir siendo la fuente principal del amor de esta Iglesia, al igual que el amor por su parte contribuye a consolidar y profundizar esa conciencia. Pablo VI nos ha dejado el testimonio de esa profundísima conciencia de Iglesia. A través de los múltiples y frecuentemente dolorosos acontecimientos de su pontificado, nos ha enseñado el amor intrépido a la Iglesia (...)» (Redemptor hominis, 3).

Son muy significativas también todas las enseñanzas dadas con ocasión del Año Santo de la Reconciliación, en 1975, lo que queda manifiesto en una importante exhortación apostólica: La reconciliación dentro de la Iglesia. Por otro lado, es también de especial importancia El Credo del Pueblo de Dios. En el, el Papa Pablo VI hace una hermosa profesión de fe, que reafirma las verdades que el Cuerpo místico de Cristo cree y vive, tomando así una firme postura ante los no pocos intentos de agresión que sufría la fe cristiana. La herencia que ha dejado a la Iglesia con todos sus escritos es invalorable.

Su tránsito a la casa del Padre

Su Santidad Pablo VI, luego de su incansable labor en favor de la Iglesia a la que tanto amor mostró, fue llamado a su presencia por el Padre Eterno, el 6 de agosto de 1978, en la Fiesta de la Transfiguración (que curiosamente fue también la fecha de la publicación de la encíclica que anunciaba el programa de su pontificado). Acaso el Señor mismo, con este signo de su amorosa Providencia, quiso rubricar con sello divino aquello que el Santo Padre, pocos años antes, había escrito en una preciosa exhortación apostólica sobre la alegría cristiana: «...existen muchas moradas en la casa del Padre y, para quienes el Espíritu Santo abrasa el corazón, muchas maneras de morir a sí mismos y de alcanzar la santa alegría de la resurrección. La efusión de la sangre no es el único camino. Sin embargo, el combate por el Reino incluye necesariamente la experiencia de una pasión de amor (...) «per crucem ad lucem», y de este mundo al Padre, en el soplo vivificador del Espíritu» (Gaudete in Domino, 37). Y ciertamente, el Padre Eterno quiso que este hijo suyo, habiendo pasado por muchos sufrimientos y habiendo entregado ejemplarmente su vida en el servicio amoroso a la Iglesia, pasase "de la cruz a la luz" en el día en que la Iglesia entera celebraba la gran Fiesta de la Transfiguración, que indica esperanzada la meta final a la que conduce la muerte física de todo cristiano fiel. Y él —como dijera S.S. Juan Pablo I— había transitado ese camino de modo ejemplar: «(...) en quince años de Pontificado, este Papa ha demostrado no sólo a mí, sino a todo el mundo, cómo se ama, cómo se sirve y cómo se trabaja y sufre por la Iglesia de Cristo».

Él mismo, vislumbrando ya esta magnífica realidad, dejaría escrito para todos en su "Testamento":

«Fijo la mirada en el misterio de la muerte y de lo que a ella sigue a la luz de Cristo, el único que la esclarece; miro, por tanto, la muerte con confianza, humilde y serenamente. Percibo la verdad que ese misterio ha proyectado siempre sobre la vida presente y bendigo al vencedor de la muerte por haber disipado en mí las tinieblas y descubierto su luz.

»Por ello, ante la muerte y la separación total y definitiva de la vida presente, siento el deber de celebrar el don, la fortuna, la belleza, el destino de esta misma fugaz existencia: Señor, te doy gracias porque me has llamado a la vida y más aún todavía porque me has regenerado y destinado a la plenitud de la vida».

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