Jesús subió a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios

Nicolás de Tolentino, Santo

Presbítero. 10 de septiembre

Martirologio Romano: En Tolentino, del Piceno, san Nicolás, presbítero, religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín, el cual, fraile de rigurosa penitencia y oración asidua, severo consigo y comprensivo con los demás, se autoimponía muchas veces la penitencia de otros ( 1305).

Fecha de canonización: 1 de febrero de 1447 por el Papa Eugenio IV

Breve Biografía

Infancia

Este santo recibió su sobrenombre del pueblo en que residió la mayor parte de su vida, y en el que también murió. Nicolás nació en San Angelo, pueblo que queda cerca de Fermo, en la Marca de Ancona, hacia el año 1245. Sus padres fueron pobres en el mundo, pero ricos en virtud. Se cree que Nicolás fue fruto de sus oraciones y de una devota peregrinación que hicieron al santuario de San Nicolás de Bari en el que su madre, que estaba avanzada en años, le había rogado a Dios que le regalara un hijo que se entregara con fidelidad al servicio divino. En su bautismo, Nicolás recibió el nombre de su patrón, y por sus excelentes disposiciones, desde su infancia se veía que había sido dotado con una participación extraordinaria de la divina gracia.

Cuando era niño pasaba muchas horas en oración, aplicando su mente a Dios de manera maravillosa. Así mismo, solía escuchar la divina palabra con gran entusiasmo, y con una modestia tal, que dejaba encantados a cuantos lo veían. Se distinguió por un tierno amor a los pobres, y llevaba a su casa a los que se encontraba, para compartir con ellos lo que tenía para su propia subsistencia. Era un niño de excepcional piedad.

Desde su infancia se decidió a renunciar a todo lo superfluo, así como practicar grandes mortificaciones, y, desde temprana edad, adoptó el hábito de ayunar tres días a la semana, miércoles, viernes y sábados. Cuando creció añadió también los lunes. Durante esos cuatro días solo comía una vez por día, a base de pan y agua.

El joven estudiante

Su mayor deleite se hallaba en leer buenos libros, en practicar sus devociones y en las   conversaciones piadosas. Su corazón le perteneció siempre a la Iglesia. Sus padres no escatimaron en nada que tuvieran al alcance para mejorar sus geniales aptitudes.

Siendo aún un joven estudiante, Nicolás fue escogido para el cargo de canónigo en la iglesia de Nuestro Salvador. Esta ocupación iba en extremo de acuerdo con su inclinación de ocuparse en el servicio a Dios. No obstante, el santo aspiraba a un estado que le permitiera consagrar directamente todo su tiempo y sus pensamientos a Dios, sin interrupciones ni distracciones.

Un sueño hecho realidad

Con estos deseos de entregarse por entero a Dios, escuchó en cierta ocasión un sermón, de un fraile o ermitaño de la orden de San Agustín, sobre la vanidad del mundo, el cual lo hizo decidirse a renunciar al mundo de manera absoluta e ingresar en la orden de aquel santo predicador. Esto lo hizo sin pérdida de tiempo, entrando como religioso en el convento del pequeño pueblo de Tolentino.

Nicolás hizo su noviciado bajo la dirección del mismo predicador e hizo su profesión religiosa antes de haber cumplido los 18 años de edad. Lo enviaron a varios conventos de su orden en Recanati, Macerata y otros. En todos tuvo mucho éxito en su misión. En 1271 fue ordenado sacerdote por el obispo de Osimo en el convento de Cingole.

Su vida sacerdotal

Su aspecto en el altar era angelical. Las personas devotas se esmeraban por asistir a su Misa todos los días, pues notaban que era un sacrificio ofrecido por las manos de un santo. Nicolás parecía disfrutar de una especie de anticipación de los deleites del cielo, debido a las comunicaciones secretas que se suscitaban entre su alma tan pura y Dios en la contemplación, en particular cuando acababa de estar en el altar o en el confesionario.

Su ardor en el apostolado y en la oración

Durante los últimos treinta años de su vida, Nicolás vivió en Tolentino y su celo por la salvación de las almas produjo abundantes frutos. Predicaba en las calles casi todos los días y sus sermones iban acompañados de grandiosas conversiones. Solía administrar los sacramentos en los ancianatos, hospitales y prisiones; pasaba largas horas en el confesionario. Sus exhortaciones, ya fueran mientras confesaba o cuando daba el catecismo, llegaban siempre al corazón y dejando huellas que perduraban para siempre en quienes lo oían.

También, con el poder del Señor, realizó innumerables milagros, en los que les pedía a los recipientes: "No digan nada sobre esto. Denle las gracias a Dios, no a mí." Los fieles estaban impresionados de ver sus poderes de persuasión y su espiritualidad tan elevada por lo que tenían gran confianza en su intercesión para aliviar los sufrimientos de las almas en el purgatorio. Esta confianza se confirmó muchos años después de su muerte cuando fue nombrado el "Patrón de las Santas Almas".

El tiempo en que podía retirarse de sus obras de caridad, lo dedicaba a la oración y a la contemplación. Nicolás de Tolentino fue favorecido con visiones y realizó varias sanaciones milagrosas.

Pruebas

Nuestro Señor, por su gran amor a Nicolás, quiso conducir al santo a la cumbre de la perfección, y para ello, lo llevó a ejercer la virtud de distintos modos. Nicolás padeció por mucho tiempo de dolores de estómago, así como malos humores.

Los Panes Milagrosos

Hacia los últimos años de su vida, cuando estaba pasando por una enfermedad prolongada, sus superiores le ordenaron que tomara alimentos más fuertes que las pequeñas raciones que acostumbraba ingerir, pero sin éxito, ya que, a pesar de que el santo obedeció, su salud continuó igual. Una noche se le apareció la Virgen María, le dio instrucciones de que pidiera un trozo de pan, lo mojara en agua y luego se lo comiera, prometiéndole que se curaría por su obediencia. Como gesto de gratitud por su inmediata recuperación, Nicolás comenzó a bendecir trozos de pan similares y a distribuirlos entre los enfermos. Esta práctica produjo favores numerosos y grandes  sanaciones.

En conmemoración de estos milagros, el santuario del santo conserva una distribución mundial de los "Panes de San Nicolás" que son bendecidos y continúan concediendo favores y gracias.

Última enfermedad

La última enfermedad del santo duró un año, al cabo de la cual murió el 10 de septiembre de 1305. Su fiesta litúrgica se conmemora el mismo día. Nicolás fue enterrado en la iglesia de su convento en Tolentino, en una capilla en la que solía celebrar la Santa Misa.

Su veneración

En el cuarentavo año después de su muerte, su cuerpo incorrupto fue expuesto a los fieles. Durante esta exhibición los brazos del santo fueron removidos, y así se inició una serie de extraordinarios derramamientos de sangre que fueron presenciados y documentados.

El santuario no tiene pruebas documentadas respecto a la identidad del individuo que le amputó los brazos al santo, aunque la leyenda se ha apropiado del reporte de que un monje alemán, Teodoro, fue quien lo hizo; pretendiendo llevárselos como reliquias a su país natal. Sin embargo, sí se sabe con certeza que un flujo de sangre fue la señal del hecho y fue lo que provocó su captura. Un siglo después, durante el reconocimiento de las reliquias, encontraron los huesos del santo, pero los brazos amputados se hallaban completamente intactos y empapados en sangre. Estos fueron colocados en hermosas cajas de plata, cada uno se componía de un antebrazo y una mano.

En el correr de los siglos

Nicolás de Tolentino fue canonizado por el Papa Eugenio IV, en el año 1446. Hacia finales del mismo siglo XV, hubo un derramamiento de sangre fresca de los brazos, evento que se repitió 20 veces; el más célebre ocurrió en 1699, cuando el flujo empezó el 29 de mayo y continuó hasta el 1ro. de septiembre. El monasterio agustino y los archivos del obispo de Camerino (Macerata) poseen muchos documentos en referencia a estos sangramientos.

Dentro de la Basílica conocida como el Santuario S. Nicolás Da Tolentino, en la Capilla de los Santos Brazos, del siglo XVI, se encuentran reliquias de la sangre que salió de los brazos del santo. En un cofre ubicado encima del altar de plata, se halla un cáliz de plata del siglo XV, que contiene su sangre. Una urna del siglo XVII, hecha de piedras preciosas, tiene en exhibición, detrás de un panel de vidrio, el lino manchado de sangre que se cree que fue la tela que usaron para detener el flujo que hubo en el momento de la amputación.

Los huesos del santo, con excepción de los brazos, estuvieron escondidos debajo de la basílica hasta su redescubrimiento en 1926, fecha en que los identificaron formalmente y los pusieron en una figura simulada, cubierta con un hábito Agustino. Los brazos incorruptos, todavía en sus cubiertas o cajas de plata del siglo XV, se hallan en su posición normal al pie de la figura. Las reliquias se pueden apreciar en un relicario bendecido por el Papa Pío XI.

Inmediatamente después de su muerte, se formó una comisión para coleccionar pruebas sobre sus heroicas virtudes y sus milagros, pero intervino el suceso del traslado de los Papas a Aviñón, y la canonización no se decretó hasta 1446 por el papa Eugenio IV.

Llamados a ser Iglesia

Santo Evangelio según san Lucas 6, 12-19. Martes XXIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, amigo, Cristo Jesús, hoy me pongo en tu presencia, sólo para estar junto a ti y sólo para escucharte. Dame la gracia de tener un auténtico encuentro contigo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 12-19

Por aquellos días, Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la noche en oración con Dios.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles. Eran Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Santiago, el hijo de Alfeo, y Simón, llamado el Fanático; Judas, el hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Al bajar del monte con sus discípulos y sus apóstoles, se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y Jerusalén, como de la costa, de Tiro y de Sidón. Habían venido a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; y los que eran atormentados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuando Cristo proyecta su misión en el mundo no lo hace solo. No quiere cumplirla por sí mismo, sino que nos quiere hacer partícipes. Éste es el llamado que Él nos hace; un llamado que no solo es personal, sino que también es una invitación universal a ser parte de una familia.

Cuando Cristo pronunció nuestro nombre, escuchamos que nos llamaba y, poco después, empezamos a descubrir que no solo se había pronunciado nuestro nombre. Cristo a llamado y sigue llamando a su Iglesia para que siga creciendo. Así, el Reino de Cristo se va extendiendo por medio de sus miembros. En la misión de transmitir el Reino, no estamos solos. Siempre habrá personas que comparten el deseo de regalar el tesoro que hemos encontrado.

Es de esta forma como compartimos la misión, pues todos formamos parte de la Iglesia cuya cabeza es Cristo. Es por esto por lo que somos católicos cristianos, pues el transmitir nuestra fe no se reduce a una experiencia personal, también transmitimos toda una historia de salvación en la que tantas personas han entrado y en la que tantas personas están por entrar. Transmitimos la misma fe que los apóstoles encontraron en Cristo. Él llama a su Iglesia a través del nombre de cada bautizado, desde que llamó a Simón hasta este día, hasta este preciso momento.

Aun ahora, Cristo intercede por todos los que Él sigue llamando. Es Él la cabeza que nos guía. Es Él la barca de toda la Iglesia; en medio de todas las tempestades lleva a toda la Iglesia a un puerto seguro. Es Él el rey que da el primer paso en la batalla contra el mundo, el demonio y el pecado. Es Él el pastor que me llama por mi nombre y que nos llama por cada uno de nuestro nombre.

Somos parte de la Iglesia. Somos parte del rebaño de Cristo. Con Él a nuestra derecha ¿qué podremos temer?

«La tercera palabra es misión. Se nos llama a ser Iglesia en salida, en misión. Una Iglesia misionera, no encerrada en nuestras comodidades y esquemas, sino que salga al encuentro del otro. Iglesia samaritana, misericordiosa, en actitud de diálogo, de escucha. Jesús nos convoca, nos envía y nos acompaña para acercarnos a todos los hombres y mujeres de hoy».

(Ideomensaje de S.S. Francisco, 25 de mayo de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy leeré algo que me ayude a conocer la riqueza que hay en la Iglesia Católica.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Hablemos de la vocación

Cuando en nuestra vida diaria nos damos a la tarea de buscar una opción preferencial, comúnmente los jóvenes nos encontramos con un gran dilema; ¡no sabemos para dónde orientar nuestra vida!

Y comenzamos a vivir una de las crisis más fuertes de la vida, pues de esta decisión dependerá nuestro futuro, próximo y remoto. Se nos ofrecen una gama de elementos que nos llevan a vislumbrar las facilidades que nos ofrece el mundo, y empezamos por recorrer planes de estudio, nos interesamos por alguna carreras especialmente por aquellas que nos ayuden a una realización humana; conforme la sociedad lo necesita; pero lo cierto es que muchas de ellas, al terminarlas, nos dejan con una sensación de vacío; no nos llevan a la realización que esperábamos.

¿Por qué sucede esto?, la respuesta en muy sencilla, el hombre lo que va a buscar, por naturaleza, es su propia satisfacción; pero olvidamos que el hombre es un ser religioso, que está ligado a un ser supremo, a alguien a quien podemos llamar Dios, aquí no importa el credo, la condición social, el nivel económico.

Ese “Alguien”nos llama a compartir con él la vida, pero si lo que nos preocupa es la realización humana, luego entonces ese “alguien” queda excluido de nuestros proyectos, nos queremos realizar como profesionistas, pero ¿Cómo nos podremos desarrollar humanamente, si estamos dejando aún lado un campo de la persona muy importante, como lo es el espiritual, lo que concierne a la fe?

En el momento en que nos arriesgamos a pensar, no solamente en lo económico, en la realización humana conforme el mundo lo quiere, si no también en mi felicidad, en mi realización como persona, en donde lo que importe no es tanto el obtener un bien material, sino el descubrir que por lo que he optado, me realiza a mí y a otros junto conmigo, que no sólo yo obtengo beneficios de mi opción, sino también otros resultan beneficiados, es ahí donde estamos entrando en el ámbito del servicio, en el ámbito de la donación de la persona misma, en el ámbito, ya no de una profesión, si no de una VOCACIÓN, exactamente esta es la parte donde nosotros le damos cavidad a ese “alguien” de quien hablamos hace un momento y lo invitamos a ser parte de nuestra realización, es aquí donde nos descubrimos como personas y los vacíos quedan saciados, la vocación nos ayuda a la realización personal desde la perspectiva de la fe.

Pero, qué queremos decir con esto, la vocación y la profesión no están peleadas entre sí, al contrario se unen mutuamente para que la persona se descubra y se realice; pero bueno, aquí podríamos plantear una interrogante ¿Qué es en sí la vocación?

La vocación es un llamado echo por ese “alguien” (Dios), que nos invita a transformar nuestra realidad, podríamos decir que es un diálogo con Dios, pero es un diálogo con una clave, que es el amor; podemos decir, pues, que también es un diálogo amoroso con Dios; este diálogo nos cuestiona, nos empuja a dar una respuesta; y esa respuesta debe estar dada en una realidad y contexto histórico concreto, sí, en nuestra propia realidad Dios nos llama, nos interpela, nos invita a participar en algo; y ese algo se constituirá nuestra misión, la respuesta dada es parte de la misión que todos tenemos que dar, no como obligación sino acción de agradecimiento a ese diálogo con quien nos habla en clave de amor con nosotros.

Sean defensores de la cultura del encuentro

Papa en el Encuentro del Papa con las Autoridades, la Sociedad Civil y el Cuerpo Diplomático de Mauricio

Por: Redacción | Fuente: Vatican News

“Los aliento, en fidelidad a vuestras raíces, a asumir el desafío de dar la bienvenida y proteger a los migrantes que vienen hoy para encontrar un trabajo y, para muchos de ellos, mejores condiciones de vida para sus familias”: lo afirmó el Papa Francisco encontrando este 9 de septiembre a las Autoridades, la Sociedad Civil y el Cuerpo Diplomático de la isla de Mauricio, última cita de su 31° viaje apostólico internacional que lo llevó a visitar también Mozambique y Madagascar.

Sede del Encuentro fue el Gran Salón del Palacio Presidencial, a donde el Papa llegó acompañado por el Presidente ad interim Barlen Vyapoory y el Primer Ministro Pravind Kumar Jugnauth, después de la visita de cortesía y el coloquio privado que tuvo con cada uno de ellos en el Salón Blu del Palacio Presidencial. Al término del Encuentro con las Autoridades, el Papa Francisco acompañado por el Presidente ad interim de la República se dirigió al jardín para la bendición de algunos árboles.

En su discurso el Papa inicia evidenciando  el “rostro multicultural, étnico y religioso” de este pueblo y sobre todo, “la belleza que proviene de su capacidad de reconocer, respetar y armonizar las diferencias existentes en función de un proyecto común”.

Un pueblo – recuerda el Pontífice – cuya historia “nació con la llegada de migrantes de diferentes horizontes y continentes” que encontraron “los medios para vivir juntos, buscando construir una hermandad preocupada por el bien común”. De ahí su exhortación:

“ Preocúpense, de darles la bienvenida como vuestros antepasados supieron acogerse recíprocamente; como protagonistas y defensores de una verdadera cultura del encuentro que permita a los migrantes —y a todos— ser reconocidos en su dignidad y derechos.

Luchar contra la discriminación

De este pueblo, Francisco recuerda también la “tradición democrática” instaurada después de la independencia que ha hecho de Mauricio un “oasis de paz”, y expresa su deseo de que “este estilo de vida democrático pueda ser cultivado y desarrollado, especialmente luchando contra todas las formas de discriminación”.

Un ejemplo para los jóvenes

Continuando su discurso, el Santo Padre se dirige a las autoridades con un pensamiento especial para los jóvenes: “Que ustedes, - afirma - que están comprometidos en la vida política de la República de Mauricio, puedan ser un ejemplo para quienes confían en ustedes, especialmente para los jóvenes. Por su actitud y disposición para luchar contra todas las formas de corrupción, que puedan manifestar la grandeza de su compromiso al servicio del bien común y ser siempre dignos de la confianza que les dan sus conciudadanos”.

Política económica orientada hacia las personas

Recordando el fuerte desarrollo económico que caracterizó al país desde la independencia, Francisco alerta sobre un crecimiento económico que no siempre beneficia a todos, dejando a algunos de lado, en especial a los jóvenes. Y por ello alienta para que se promueva “una política económica orientada hacia las personas”  privilegiando “una mejor distribución de los ingresos, la creación de oportunidades de empleo y una promoción integral de los más pobres”.

“Anímense a no sucumbir a la tentación de un modelo económico idólatra que siente la necesidad de sacrificar vidas humanas en el altar de la especulación y la mera rentabilidad, que sólo toma en cuenta el beneficio inmediato en detrimento de la protección de los más pobres, de nuestro medio ambiente y sus recursos. ”

Actitud constructiva para una conversión ecológica

“Se trata de avanzar con esa actitud constructiva” que “impulsa a implementar una conversión ecológica integral”,  expresa también el Santo Padre recordando palabras del cardenal Piat con ocasión del 50 aniversario de la independencia de Mauricio. Una conversión que no mira sólo “a evitar terribles fenómenos climáticos o grandes desastres naturales, sino que también busca promover un cambio en los estilos de vida para que el crecimiento económico realmente pueda beneficiar a todos, sin correr el riesgo de causar catástrofes ecológicas ni graves crisis sociales”.

Agradecimiento del Papa por el trabajo común de las diferentes religiones

Finalmente, el agradecimiento del Pontífice “por cómo en Mauricio las diferentes religiones, con sus respectivas identidades, trabajan mancomunadamente para contribuir a la paz social y recordar el valor trascendente de la vida contra todo tipo de reduccionismo”, reiterando “la disposición de los católicos en Mauricio de continuar participando en este diálogo fecundo”.

“ Es mi deseo que Dios bendiga a vuestro pueblo y todos los esfuerzos que realizan para fomentar el encuentro entre diferentes culturas, civilizaciones y tradiciones religiosas en la promoción de una sociedad justa, que no se olvida de sus hijos, especialmente de aquellos más necesitados. ¡Que su amor y misericordia continúen acompañándolos y protegiéndolos! ”

Finalizado el Encuentro con las Autoridades de la República de Mauricio, el Pontífice se dirige directamente al aeropuerto de Port Louis para la ceremonia de despedida. Desde Mauricio, el Papa regresa a Antananarivo, donde pernoctará en la Nunciatura Apostólica y el martes por la mañana emprenderá su viaje de regreso hacia Roma.

¿Quieres aprender a perdonar?

7 consejos para aprender a perdonar

A veces tenemos que exigir disculpas a los demás y en otras ocasiones darlas nosotros mismos, son situaciones de la vida en que todos estamos envueltos, puesto que todos tendemos a tener errores.

Pero ¿eres de las personas que no logran deshacerse del pasado, no olvidan, no perdonan, no conocen la compasión, son duras ante la ofensa más mínima, se aferran al resentimiento durante mucho tiempo e incluso toda su vida, alimentando sentimientos negativos? Entonces estás atado a un rencor que te tiene paralizado.

Replantea tus juicios

En lugar de pasar a la siguiente página, le estás dedicando buena parte de tu energía mental y emocional a recordar ofensas, daños e injusticias (reales o imaginarias) de las que has sido objeto, manteniéndolas vivas en ti. Es como si te pasaras la lengua por una muela cariada constantemente, sintiendo las punzadas de dolor, en vez de reparar la lesión dental.

Favorece tu sistema inmune

Sé sincero contigo mismo(a) y contesta esta pregunta: ¿en verdad quieres dejar ese asunto atrás? Si respondiste que sí, entonces necesitas liberarte de tus propias ataduras y aprender a perdonar. Porque librar a los demás de tu desprecio tiene virtudes terapéuticas que te hacen sentir bien. A diferencia del odio que fomenta la depresión, el estrés y el malestar debilitando tu sistema inmunológico, el amor, la tolerancia y la alegría favorecen tu bienestar, fortaleciendo tus defensas inmunológicas.

Tacticas para logra el perdón

En el fondo sientes que no tienes la capacidad de perdonar, puedes aprenderla e incluso potenciarla.

Y para ayudarte a conseguirlo, te damos estas 7 técnicas que te ayudarán a lograr reconciliarte, olvidar y ser consciente de por qué estás eligiendo ese camino:

1.- Comienza por perdonarte a ti mismo

Reflexiona un poco en que nadie es totalmente bueno ni malo, tanto tú como el resto de las personas reaccionan de acuerdo a como están programadas mentalmente, a lo que han aprendido o se les ha inculcado.

Pero todas las personas quieren en última instancia ser felices. Si eres tolerante con tus propias culpas y fallas del pasado, si entiendes y aceptas tus sombras psicológicas, estarás en mejor disposición de hacerlo con los demás.

2.- Saca tu disgusto fuera.

Es preferible exteriorizar tu enojo en el momento en que ha sido provocado, en vez de guardártelo. Pero tampoco excedas la impulsividad ciega o la ira irreflexiva.

El dicho de que “lo que se queda adentro se pudre” es bastante cierto en el caso del rencor.

3.- Aprende a relativizar.

Haz un ejercicio de atención consciente y concédele a cada suceso la importancia que merece. Frecuentemente reaccionamos con exceso ante cosas pequeñas, cuando la mayoría de las cosas no son tan importantes como para no merecer perdón.

Para llegar a esta conclusión, ponte en la situación del otro, seguro que verás las cosas de otra manera.

4.- Identifica tus emociones.

¿Sentimiento de humillación, decepción, tristeza? Toma conciencia de lo que ocultas tras tu máscara de cólera, esto te ayudará a liberarte de ella, al comprender que “el culpable” ha despertado una zona de sufrimiento que ya existía dentro de ti mismo(a).

5.- Descubre la intención del otro.

Encontrar la verdadera motivación de tu ofensor y las razones profundas de su conducta, te llevará a ser más condescendiente con él y a verlo como víctima de sus propios errores y carencias, en lugar de verlo como verdugo.

Por ejemplo, una persona que ofende a otra en público, en realidad puede ser insegura y estar intentando autoafirmarse.

6.- Admite tu responsabilidad. 

¿Sin ninguna justificación has puesto demasiadas expectativas en alguien? ¿Has sido poco claro (a) al expresarle tus objetivos o necesidades?

Reconoce tu parte de responsabilidad en el asunto, y la próxima vez habla con claridad y directamente, evitando los malentendidos o suposiciones.

7.- Facilita la reconciliación.

Ante un problema, siempre lo mejor es acercarte a la otra persona para comunicarse. Es importante elegir bien el momento, sentarse a hablar con calma y sin prisas y expresarle que te importa al otro.

Ten siempre una postura conciliadora para aclarar el conflicto y resolver la discusión sin resentimientos. Al final, muchos se dan cuenta de que tal vez, habría sido mejor, hacer frente directa y conscientemente a la experiencia del dolor.

Afrontar un sufrimiento de manera adecuada es la clave para conseguir la paz interior

Perdonar es poner a un prisionero en libertad y descubrir después que ese prisionero... ¡ERES TÚ!

Oración para aprender a perdonar

Tú sabes, Señor, lo que me cuesta perdonar.
Tú sabes, Señor, lo que siento en mi interior.
No puedo perdonar, se me hace muy difícil lograrlo.
Pero Tú sabes que sí quiero hacerlo, porque Tú me lo pides.
Quiero romper con esa atadura que me impide avanzar y ser feliz.
Perdóname Señor, porque no he sabido hacerlo.
Con tu ayuda y tu gracia se que podré y así lo deseo.
Amén

¿Cómo debemos rezar el Padrenuestro en la Santa Misa?

El Padrenuestro, debe ser rezado por todos los que participan de la Misa, y sólo EL SACERDOTE debe elevar las manos al rezarlo

Cada que vez que voy a Misa, hay un gesto de nosotros los fieles que me parece significativo, el rezo del Padrenuestro, ese momento en el que elevamos nuestras manos o tomamos las de los demás. Un acto que cuando es acompañado por la música se vuelve emotivo dentro de la celebración de la cual todos participamos.

Todo esto yo lo veía y lo hacía con mucha normalidad desde muy pequeño. Hasta que un día participando de la oración dentro de la Misa escuché cómo un amigo reprendió a otro diciéndole: “No me tomes de la mano, eso no se debe hacer, es anti litúrgico”. Inmediatamente al oírlo comencé a ver si alguien más dentro de la celebración hacia lo contrario a los demás, por lo que pregunté ¿quién estaba en lo correcto?

Después de unos días, decidí dedicarme a resolver esta interrogante y conocer la verdad. La celebración de la Santa Misa es un rito que está perfectamente regulado. Cada movimiento, gesto y palabra tiene un sentido y un significado ya establecidos. Todo esto, se encuentra dentro de la Instrucción General del Misal Romano que, en otras palabras, es el instructivo que dice cómo y de qué manera debe llevarse a cabo la celebración.

Dentro de este ordenamiento litúrgico, en la parte que se refiere a la oración del Señor, en su punto 152 dice: “Terminada Plegaria Eucarística, el sacerdote con las manos juntas, dice la monición antes de la Oración del Señor; luego, con las manos extendidasdice la Oración del Señor juntamente con el pueblo”. Por lo que podemos ver que expresamente no hay nada que indique que los fieles deban elevar o tomarse de las manos.

Por tanto, si bien el hacerlo no está prohibido, éste no corresponde a la Liturgia ya establecida. Por lo que, el Padrenuestro, debe ser rezado por todos los que participan de la Misa, incluido el sacerdote, y sólo él debe elevar las manos al momento de esta oración. Los fieles no debemos imitar los gestos ni repetir las palabras que sólo el sacerdote puede y debe hacer.

Entonces pudiéramos pensar qué tiene de malo si es un signo de comunión entre todos.  Pero la realidad es que los católicos nos unimos en la Comunión, no cuando nos tomamos de las manos, sino cuando recibimos el Cuerpo de Cristo.

El estar en comunión con los demás no se refleja con tomarnos de la mano al rezar el Padrenuestro, sino en el cuidado de nuestra gracia al confesarnos continuamente, y así, prepararnos para recibir la Comunión. Participar de la Eucaristía es la mejor muestra de nuestra unidad y comunión como católicos.

¿Es normal tener miedos?

Te lo explicamos con esta sencilla animación

Tengo miedo ¿Es bueno o malo? ¿Lo combato o lo asumo? ¿Cuál es la postura cristiana ante esta “experiencia” tan humana? El video de hoy nos deja entrever o intuir algo, pero no lo suficiente. Por eso “es menester distinguir”.

A nivel psicológico el miedo está vinculado a la percepción de un peligro que creemos real y puede manifestarse en relación a cosas particulares (fobias), o ser extendido hasta la perdida total de control (pánico). También puede tratarse de una agudo sufrimiento interior (ansiedad), o pierde su rostro definido y se prolonga, invadiendo profundamente el ánimo de la persona (angustia). Estas experiencias por supuesto no son buenas para el hombre, pues le llenan el corazón de desconfianza, lo encierran en sí mismo, y así le impiden abrirse con libertad a Dios y a sus hermanos.

En el mundo occidental se está produciendo una extraña paradoja en relación al miedo: por un lado la tecnología y el desarrollo han permitido un bienestar y una “seguridad” sin precedentes; las posibilidades de diagnosticar y curar las enfermedades, de prolongar la vida, de proteger lugares, de resolver toda clases de problemas o dificultades, son enormes; sin embargo la proliferación de la desconfianza, del miedo, de la ansiedad, ha aumentado de manera desproporcionada ¿Por qué se da este fenómeno?

Parece ser que a las nuevas generaciones mientras más se las “resguarda”, se las “engríe”, se las “aburguesa” a través de estas nuevas comodidades tecnológicas, menos son capaces de madurar. Esto porque en el fondo se les priva de tener que enfrentar la vida en su radicalidad y dureza, y aprender así de los porrazos necesarios. Además la vida comienza a parecerles un juego, pues se les enseña a dominarlo todo, a tener todo a disposición y de manera rápida, todo fácil, todo al alcance de la mano, con un “click”, todo bajo control. Entonces las incertezas futuras, los compromisos a largo plazo (o por toda la vida), los mensajes que piden una espera paciente y prolongada, y las tantas realidades misteriosas e irresolvibles de la vida, se vuelven insoportables. Los jóvenes se angustian cuando se enfrentan a esos límites a los que no están acostumbrados y ante los cuales no saben qué hacer, porque no se les dejó crecer al ritmo natural de las etapas de la vida.

Han surgido por este motivo (entre tantos otros) una serie de enfermedades que, como epidemias, están afectando especialmente a los grupos más jóvenes: depresión, acedia, stress, sin sentido de la vida, suicidios, etc… Detrás de todas ellas, se pueden ver esos fantasmas del miedo: miedo ante el futuro incierto, ante el fracaso, ante el dolor, ante el descontrol, ante la soledad. Por su supuesto, los medios de comunicación no ayudan mucho en la tarea de combatir estos fantasmas; más bien empeoran la situación. En sus noticias, siguiendo las corrientes que promueve “don dinero” (y de los potentes que le sirven) para vender más, muestran solo el lado dramático de la vida, y exagerando apocalípticamente el peligro inminente de una serie de enfermedades, invitan a comprar miles de medicinas; o a través del peligro de las guerras y del terrorismo, nos convences de que es necesario armarse hasta los dientes y llenar toda la casa de alarmas; o ante los posibles accidentes y fracasos, es fundamental adquirir los más variados tipos de seguros. El hombre queda así postrado ante una cultura del miedo y de la desconfianza. ¿Cómo se defiende muchas veces ante ella?

Sin amor es imposible que surja esa necesaria esperanza que nos permite afrontar las vicisitudes de la vida, porque el amor constituye la sustancia sobre la cual se construye dicha fe (confianza) y de la cual surge tal esperanza.

Por un lado se busca relativizar y quitarle el peso a aquello que nos atemoriza, no enfrentándolo con madurez, más bien caricaturizando todo en un modo infantil. Se ridiculizan las muertes, las enfermedades, las crisis, los problemas y accidentes. De todos se hace un “meme” y así se les banaliza, haciéndoles perder su poder.

Por otro lado también el consumismo se ha convertido en una especie de paliativo del miedo, pues la acumulación de bienes nos da la falsa experiencia de dominio, de seguridad ante el futuro, de satisfacer ese vacío que intranquiliza. A su vez, esta empresa tiene sus días contados, y acabará, tarde o temprano, por agravar la situación de quien la emprende. ¿Cómo actuar entonces para superar este miedo que paraliza y aliena la existencia?

El individualismo materialista que nos lleva a confiar solo en nuestras fuerzas y en aquello que podemos poseer o construir, crea en realidad sujetos autónomos, tristes y frágiles, incapaces de confiar y correr el riesgo de abrir su corazón a los demás, condición fundamental del amor. Sin amor es imposible que surja esa necesaria esperanza que nos permite afrontar las vicisitudes de la vida y de sus límites (el sufrimiento, el mal, la muerte, etc). El amor constituye la sustancia sobre la cual se construye dicha fe (confianza) y de la cual surge la esperanza que nos permiten abrazar la vida en su radicalidad con plenitud. Dios es amor. Dios nos amó primero, ésta es la piedra angular para vencer el temor.

El amor no es algo que se puede comprar, poseer, contruir, controlar o medir a través de “likes”. Exige por el contrario paciencia, confianza, gratuidad, apertura, sacrificio. Por eso el miedo construye una muralla contra la potencia del amor y la fe. Jesús reprende a sus discípulos cuando –por temor– dudan (en la tormenta, o a Pedro cuando desconfía mientras camina sobre las aguas). ¿Por dónde empezar? Empecemos a amar más a Dios y en especial a nuestros hermanos que son el rostro visible de Cristo, y dejémonos amar por ellos. No busquemos las efímeras compensaciones materiales y la insana independencia que producen solo soledad y desierto, incrementando el temor. El amor puede y nos hará libres. Abramos nuestro corazón al encuentro y a la amistad. Ya lo decía el mismísimo San Juan:

No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. Nosotros amemos, porque él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano.1 Jn 4, 18-20

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