La Exaltación de la Santa Cruz

Exaltación de la Santa Cruz

Fiesta, 14 de septiembre

Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo, La Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.

Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fuellevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.

El cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz? Además la Resurrección, más que la Cruz, da sentido a nuestra vida.

Pero ahí está la Cruz, el escándalo de la Cruz, de San Pablo. Nosotros no hubiéramos introducido la Cruz. Pero los caminos de Dios son diferentes. Los apóstoles la rechazaban. Y nosotros también.

La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.

Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia. En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.

Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: "En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque El quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero" (Himno de Laudes).

En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.

Pero el discípulo no es de mejor condición que el maestro, dice Jesús. Y añade: "El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga". Es fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor. ¡Qué bien estamos aquí!, decía Pedro. En Getsemaní se duerme, y, luego le niega.

"No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado" (León Bloy). "Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía" (El Señor a Juan de la Cruz). No tengamos miedo. La Cruz es un signo más, enriquece, no es un signo menos. El sufrir pasa, el haber sufrido -la madurez adquirida en el dolor- no pasa jamás. La Cruz son dos palos que se cruzan: si acomodamos nuestra voluntad a la de Dios, pesa menos. Si besamos la Cruz de Jesús, besemos la nuestra, astilla de la suya.

Es la ambigüedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.

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La Exaltación de la Santa Cruz

Himno (laudes)

Brille la cruz del Verbo luminosa,
Brille como la carne sacratísima
De aquel Jesús nacido de la Virgen
Que en la gloria del Padre vive y brilla.

Gemía Adán, doliente y conturbado,
Lágrimas Eva junto a Adán vertía;
Brillen sus rostros por la cruz gloriosa,
Cruz que se enciende cuándo el Verbo expira.

¡ Salve cruz de los montes y caminos,
junto al enfermo suave medicina,
regio trono de Cristo en las familias,
cruz de nuestra fe, salve, cruz bendita!

Reine el señor crucificado,
Levantando la cruz donde moría;
Nuestros enfermos ojos buscan luz,
Nuestros labios, el río de la vida.

Te adoramos, oh cruz que fabricamos,
Pecadores, con manos deicidas;
Te adoramos, ornato del Señor,
Sacramento de nuestra eterna dicha. Amén

ORACIÓN

Señor, Dios nuestro, que has querido salvar a los hombres por medio de tu Hijo muerto en la cruz, te pedimos, ya que nos has dado a conocer en la tierra la fuerza misteriosa de la Cruz de Cristo, que podamos alcanzar en el cielo los frutos de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.-

Himno (vísperas)

Las banderas reales se adelantan
Y las cruz misteriosa en ellas brilla:
La cruz en que la vida sufrió muerte
Y en que, sufriendo muerte, nos dio vida.

Ella sostuvo el sacrosanto cuerpo
Que, al ser herido por la lanza dura,
Derramó sangre y agua en abundancia
Para lavar con ellas nuestras culpas.

En ella se cumplió perfectamente
Lo que David profetizó en su verso,
Cuándo dijo a los pueblos de la tierra:
“ Nuestro Dios reinará desde un madero”.

¡Árbol lleno de luz, árbol hermoso,
árbol hornado con la regia púrpura
y destinado a que su tronco digno
sintiera el roce de la carne pura!

¡Dichosa cruz que con tus brazos firmes,
en que estuvo colgado nuestro precio,
fuiste balanza para el cuerpo santo
que arrebató su presa a los infiernos!

A ti, que eres la única esperanza,
Te ensalzamos, oh cruz, y te rogamos
Que acrecientes la gracia de los justos
Y borres los delitos de los malos.

Recibe, oh Trinidad, fuente salubre
La alabanza de todos los espíritus,
Y tú que con tu cruz nos das el triunfo,
Añádenos el premio, oh Jesucristo. Amén

Por sus frutos los conocerán

Santo Evangelio según san Lucas 6, 43-49. Sábado XXIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, que toda mi vida sea un testimonio de tu palabra para que irradie tu gracia y santidad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 43-49

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos.

El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón; y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón.

¿Por qué me dicen “Señor, Señor”, y no hacen lo que yo les digo? Les voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica. Se parece a un hombre, que al construir su casa, hizo una excavación profunda, para echar los cimientos sobre la roca. Vino la creciente y chocó el río contra aquella casa, pero no la pudo derribar, porque estaba sólidamente construida.

Pero el que no pone en práctica lo que escucha, se parece a un hombre que construyó su casa a flor de tierra, sin cimientos. Chocó el río contra ella e inmediatamente la derribó y quedó completamente destruida”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Las personas con las que nos encontramos siempre se comportan de diferentes maneras y ahí podemos conocer cómo son; del mismo modo las palabras que son reflejo de la realidad interna de la gente. Las convicciones del cristiano deben venir de lo más profundo porque en ese lugar se dan las decisiones más importantes que afectan toda la persona hasta que se exteriorice. Lo esencial es tener las convicciones que nos muevan a hacer lo que Cristo haría porque Él es nuestro modelo de vida.

A veces es difícil seguir las enseñanzas de Cristo, pero con su gracia y nuestro esfuerzo podemos hacer lo que Él nos propone. Como nuestro modelo, debemos conocerlo para que sepamos cómo actúa Cristo en lo más profundo.

Un aspecto importante de nuestros actos es cuando los demás pueden verlos para que glorifiquen a Dios y puedan ver los ejemplos de personas que viven para Dios.

«El fruto son las acciones, pero también las palabras. La calidad del árbol también se conoce de las palabras. Efectivamente, quien es bueno saca de su corazón y de su boca el bien y quien es malo saca el mal, practicando el ejercicio más dañino entre nosotros, que es la murmuración, el chismorreo, hablar mal de los demás. Esto destruye; destruye la familia, destruye la escuela, destruye el lugar de trabajo, destruye el vecindario. Por la lengua empiezan las guerras. Pensemos un poco en esta enseñanza de Jesús y preguntémonos: ¿Hablo mal de los demás? ¿Trato siempre de ensuciar a los demás? ¿Es más fácil para mí ver los defectos de otras personas que los míos? Y tratemos de corregirnos al menos un poco: nos hará bien a todos».

(Homilía de S.S. Francisco, 3 de marzo de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Ayudar a una persona que me encuentre hoy en la calle.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

La Vida Eterna

La vida eterna no es la inmortalidad, sino la comunión:«estar con Cristo». Es un don, el don de la salvación.

Boletín ¡Ser discípulos! Aprende a defender tu fe
Tema: Preguntas jóvenes
Fuente: Libro preguntas jóvenes a la vieja fe. Autor André Manaranche,

IV. Tus preguntas sobre El Hombre

La Vida Eterna

Muchas de tus preguntas versan sobre el más allá. Se nota que es una cuestión que te inquieta, aunque algunas sean extremadamente ingenuas.

« ¿Qué piensa de la vida después de la muerte? ¿La vida es un aprendizaje para más tarde?
-¿Tiene miedo a la muerte?
-¿Es verdad que hay algunas personas que, después de salir de un coma, dicen que han visto una luz?
-¿Dónde están los muertos? ¿Nos ven?
-¿Existe el paraíso? ¿Habrá sitio en él para todos los muertos?
-¿Qué haría usted si fuera eterno?
-Toda una eternidad con Dios debe ser algo tremendamente lúgubre.
-La religión es una estupidez. Sólo vale para alimentar sueños. Cuando muere un padre, la religión dice que va al paraíso, pero no lo devuelve»

Otras de tus preguntas no versan sobre la muerte individual, sino sobre el fin del mundo:

« ¿Habrá un gran cataclismo el día del fin del mundo?
-¿Es verdad que al final de los tiempos había un nuevo mundo en el que viviremos mejor?
-¿Cree usted que se va a retomar la vida y el cuerpo?
-¿Está seguro de que resucitaremos un día?
-¿Qué piensa de la reencarnación?»

Vayamos por partes.

1. Tú sabes que el hombre entero ha salido de las manos de un Dios, que es único. No puede tener, pues, un alma buena y un cuerpo malo, como si cada uno de estos elementos procediese de una divinidad diferente. Esta es una concepción pagana que debes olvidar. El hombre es creado a imagen de Dios en toda su unidad. Es con su cuerpo puesto en pie como el hombre se vuelve hacia su Creador para decirle: «Padre nuestro que estás en el cielo.» En esta misma posición (homo erectus) puede mirar a los demás, amarles, hablarles y abrazarles. Tal es la altura desde la que Dios se nos revela, como dice el filósofo judío Levinas. La criatura nos enseña también el amor de Dios por los hombres y su deseo de alianza en su diferencia sexual. No separes, pues, nunca la materia del espíritu.

2. La Escritura nos dice que la muerte es fruto del pecado, y la Iglesia lo confirma. No quiero entrar en esta difícil cuestión del pecado original, pero sí tengo que decirte que la muerte no es la destrucción del hombre. Lo que Dios crea, no lo vuelve a «descrear». Así pues, no hasta con decir que cuando uno desaparece, Dios conserva en su corazón el proyecto que tiene para mí, de tal manera que lo puede continuar después de una interrupción. De ninguna manera, me dice la Iglesia. Dios no cesa de dialogar conmigo y no habla nunca con un puro proyecto. Lo que en mí hay de indestructible se llama el alma.

3. ¡Hablemos, pues, del alma! Además, está de actualidad, aunque desde fuera. Porque lo que la catequesis se olvida de mencionar nos viene siempre mal y desde fuera. Por eso es necesario clarificar este punto:

a) El alma no es lo que los paganos llaman el «doble», una especie de fantasma que saldría ileso de la batalla. Ciertamente, mi alma es inmortal, pero, cuando muero, paso por esa experiencia por entero. Mi alma no ve morirse a mi cuerpo, diciendo: «Pobrecito». La agonía afecta a todo el hombre. Más aún, porque tengo un alma es por lo que me veo morir, a diferencia de los animales. En mi lecho de muerte, la función del alma no es poner un pedazo de mí mismo al abrigo de la muerte. Su función es hacer que mi yo entero la traspase. No sólo es mi cuerpo el que muere, sino yo en persona. Amigo mío, te aconsejo que desees vivir tu muerte y abandonar este mundo con plena conciencia «para comulgar al morir», como decía Teillhard de Chardin.

b) El alma es, sin duda, inmortal, pero el cielo no consiste en eso. La vida eterna no es la propiedad química de un espíritu que, por sí mismo, durase siempre. La vida eterna es un don, el don de la salvación. Y ésta no consiste en sobrevivir como un producto de «larga duración», sino en comulgar. Por otra parte, la eternidad no consiste en estirar perpetuamente el tiempo. ¡Esto sí que sería lúgubre, como tú dices! En el cielo, el hombre no será una especie de pescado supercongelado o un bote de leche pasteurizado de duración infinita. Al contrario, en el cielo el hombre hervirá de ternura en presencia de su Dios y de sus hermanos reencontrados. «Sí, nos volveremos a ver, hermanos míos, esto no es más que un hasta luego.» el alma ha sido hecha inmortal de cara a su felicidad, felicidad que no está en su poder y que la sobrepasa. El paraíso no es una aburrida supervivencia, sino una alegría desbordante.

c) En la espera de la resurrección, el alma del difunto queda como asumida por el Cristo resucitado, que la guarda en su cuerpo. Por eso la Iglesia reza por los muertos durante la Eucaristía, y el sacerdote les recuerda mirando la hostia en el altar. Amigo, no busques a tus seres queridos desaparecidos en los recuerdos que te hayan dejado, por muy venerables que sean esos objetos; reencuéntrales comulgando con Jesús. Esto no te los «devolverá», pero estarás realmente unido a ellos en la fe. Díselo a los padres que hayan perdido un hijo, o a tu padre, si se ha quedado viudo. Las fotos se vuelven amarillas y los cabellos también; sólo permanece la fe.

4. Nuestro Dios nos promete la resurrección, que ya se ha realizado para Jesús y para María, pero todavía no para nuestros difuntos. La resurrección no es la reanimación de un cadáver que, como el de Lázaro, volviese a la vida anterior y tuviese que volver a morir (¡el pobre!). ¡Tanto más que al final de los tiempos la mayoría de los cadáveres seguramente se encuentren en un estado lastimoso! No «retomaremos la vida», como si volviésemos atrás en el tiempo. «Pues sabemos que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte ya no tiene dominio sobre EI» (Romanos 6,9). Es, pues, inútil buscar en la tumba. Escucha al ángel de Pascua: «No busques entre los muertos al que está vivo.» No quedan reliquias del Resucitado. Cree solamente que el Espíritu reconstituirá tu persona entera de una forma nueva, y no intentes imaginar cómo lo hará. En ti, el hombre será salvado, y no sólo el alma, en una especie de salto en el vacío indescriptible para desembocar en la ternura de Dios, donde hay sitio para todos. No vayas a imaginarte que el cielo está superpoblado y que hay crisis de viviendas. En la ternura de Dios hay sitio para todos. Ya se lo decía Pablo a los Corintios: que en su corazón hay sitio para todos (2 Corintios 6,12).

5. Me preguntas sobre el escenario del fin de los tiempos. ¿Habrá catástrofes terribles en la tierra y fenómenos espantosos en el cielo? Todas estas descripciones las tomas del Apocalipsis de Juan. Pero, ¿lees correctamente este libro? el objetivo del Apocalipsis no es predecir una fecha, ni describir espantos, sino hablar de la esperanza final para los perseguidos, anunciándoles un mundo completamente nuevo. «He aquí que hago nuevas todas las cosas» (Apocalipsis 21,5). Apocalipsis significa «revelación» y no «catástrofe». Deja a las sectas que hablen con profusión de las venganzas del Todopoderoso. Yo espero la vuelta de Cristo cantando: «Marana tha» (Apocalipsis 21,17), sin el menor miedo en el fondo del alma. Y para este mundo yo espero más bien una dulce y radiante aurora (Salmo 130,6) que una gigante explosión nuclear.

6. Amigo mío, deshazte de tus falsas ideas, que yo esquematizo así: la vida, la revida y la supervida.

a) Los materialistas dicen que sólo existe la vida terrestre. Los más generosos de entre ellos se ven pudrirse como una hoja en la tierra para hacer el estiércol del progreso de la humanidad. Los estoicos se resignan a esta dura ley de las cosas. Los epicúreos se consuelan reconociendo que han aprovechado a tope la vida. Algunos «místicos» creen que se van a disolver en el nirvana de la nada. En cambio, el cristiano cree de todo corazón en la promesa de su Cristo, que, además, conecta con el deseo más profundo del hombre.

b) Otros cuentan con una revida, es decir una o varias reencarnaciones, ya sea para purificarse, ya sea para completar su turismo, ofreciéndose una prolongación del viaje hasta hartarse. Afortunadamente no se muere más que una vez, y después de la muerte viene el Juicio (Hebreos 9,27). Sólo disponemos de una vida para decir sí o no a Dios, sin que haya un examen de recuperación después de un recorrido suplementario. El jardinero divino concede simplemente un año a su higuera improductiva para que se decida a dar fruto; después de lo cual, si sigue siendo estéril, la cortará (Lucas 13,6-9). El alma no es un espíritu autónomo que pudiera revestirse con diferentes disfraces, ni un motor para diversas carrocerías. La purificación no se obtiene mecánicamente; se produce como un acontecimiento interior; no procede de la necesidad, sino de la libertad. La puerta del cielo no será abierta por un controlador o un «gorila». Será el Abba, mi Padre querido, el que me acogerá en el umbral con sus grandes brazos abiertos.

c) Por último, otros esperan una supervida, que conciben como la prolongación de la existencia actual, pero muy mejorada, y creen ver el cielo en los fantasmas del enfermo en coma. En primer lugar, a lo sobrenatural no se le pueden poner trampas, ni enviarle una especie de globo sonda para hacer espionaje espiritual, ni se toma a la eternidad en flagrante delito de existir. Además, el más allá no es la prolongación del más acá. De lo contrario, al llegar al cielo, los esposos que se hayan vuelto a casar serían polígamos (Lucas 20,27-40). Cuando se cree esto, pronto se cae en el ocultismo.

7. Amigo mío, tienes que creer que la vida eterna es una nueva realidad que te es ofrecida por el Amor. La eternidad no tiene nada que ver con una duración ¡limitada y aburrida... hasta morir una segunda vez. No estriba tanto en la cantidad cuanto en la calidad. No propone una supervivencia de la vida terrestre, pero realizando todos nuestros caprichos. ¡Puro materialismo! La vida eterna no es la inmortalidad, sino la comunión: «estar con Cristo», eso es todo (Filipenses 1,23; 1 Tesalonicenses 4,17; Lucas 23,43). Lo único que pido al Señor es que, al llegar al paraíso, pueda encontrarme con tres grandes sorpresas:

a) Primero, la de encontrarme allí.

b) Segundo, la de ver allí a la gente que ya no pensaba encontrar.

c) Y, por último, la de descubrir a un Dios mucho más hermoso que todas las cosas bonitas que he escrito sobre el.

8. Después de haberte dicho todo esto, ya puedo responder a tu pregunta: « ¿Tiene miedo de la muerte?». ¿Cómo se puede tener miedo de pasar por la muerte para volver a encontrarse vivo? De ninguna manera. Deseo con todo mi corazón «estar con Cristo» y confío ciegamente en su palabra. No temo al más allá, porque, en lo esencial, no representa una incertidumbre para mí. ¿Miedo del trance de la muerte? ¿Miedo de sufrir? Sí, un poco. Pero me abandono en manos de Dios y cuento con mis hermanos y con la oración de la Iglesia. Cuanto más pienso en la muerte, para familiarizarme con ella, más me prohíbo imaginarme el escenario. «Padre mío, me abandono en ti.» Por eso la muerte se encuentra integrada en mi vida espiritual como un momento capital, y así se lo enseño a los demás cuando dirijo ejercicios espirituales. Quiero vivirla ya de antemano como un acto cotidiano. «Muero todos los días», decía San Pablo (1 Corintios 15,31), porque amar es morir un poco. Como Jesús la tarde de la Cena, la víspera de su Pasión, quiero que mi muerte sea, ante todo, un acontecimiento espiritual y no sólo algo biológico. En este sentido, «mi vida nadie me la toma, soy yo el que la da» (Juan 10, 17-18). No quisiera tener que improvisar el acto terminal de mi existencia, mi última ofrenda. Si no muero de repente, quisiera que mis amigos me acompañasen desde el momento en que el médico me hiciese ver lo irreversible de la situación para entrar en el «morir» con un acto perfecto de oblación y la celebración de la unción de enfermos.

Pero no creas que todo eso me paraliza. Al contrario, en ello encuentro una formidable razón para vivir y un gusto furioso por la vida...

Conoce, ama, defiende la fe y a la Iglesia como verdadero discípulos de Cristo.

Cuándo rezar el Avemaría

Consejos y ayuda para saber cuando rezar el avemaría y darle un significado especial.

En las dos notas anteriores traté de responder a la pregunta: "Cómo rezar bien el Avemaría" y ofrecí una sencilla "Explicación del Avemaría". Ahora me detengo a sugerir momentos para rezar el Avemaría.

Cualquier momento es buen momento para rezar el Avemaría. Puedes formar ciertos hábitos o rutinas de vida de oración y es cosa buena hacerlo, pero también es bueno tener siempre el nombre de la Virgen María "en la punta de la lengua".

Por ejemplo, puedes rezar el Avemaría:


*Al comenzar el día: En mis años de formación para el sacerdocio y todavía hoy, cuando voy de camino a la Capilla para las oraciones comunitarias, veo a algunos de mis hermanos de pie frente a una imagen de la Santísima Virgen María. Hermosa manera de comenzar el día.

*Al salir de casa, para ponerse en sus manos, pedirle su protección y compañía en el camino.

*Al rezar el Angelus, a las 12 del día y a las 6 de la tarde.

*Al pasar frente a una imagen suya, frente a una Iglesia dedicada a Ella, o simplemente al recordarla en cualquier momento.

*Al rezar el Rosario: ¡50 veces! Para decirle cuánto la queremos y cómo necesitamos que nos ayude a contemplar a Jesús desde su mirada y a amarlo con los mismos sentimientos que ella.

*Ante un crucifijo: Fue desde la cruz que Jesús nos dijo: "Allí tienes a tu Madre" (cf Jn 19,25-28) Es bello recordar y agradecer ese momento cada vez que estemos ante Cristo crucificado.

*Ante la belleza de la creación. Ella es la criatura más bella salida de la mano de Dios. San Luis María Grignion de Montfort comenta que cuando Dios NS quiso crear al hombre, creó el universo con sus estrellas y soles, la tierra con el mar, el aire y el agua, los animales y plantas y todo cuanto contiene, un Paraíso en que lo colocó; pero cuando pensó en enviar a su propio Hijo, creó para Él un nuevo Paraíso y lo llamó María.

*Al ver una persona que sufre o que tiene alguna necesidad, para pedir por ella. "Ruega por nosotros", "Ruega por él".

Ante Cristo Eucaristía: tal vez sea el lugar y el momento más hermoso de todos. Rezar un Avemaría ante Cristo Eucaristía es decirle: "Gracias por traer a Jesús al mundo; si no fuera por ti no tendríamos Eucaristía", "Enséñame a orar", "Fórmame como lo hiciste con Jesús", "También yo quiero consolarle, hagámoslo juntos"...

*Antes de acostarse: Cuando tenía 18 años, mi director espiritual me aconsejó terminar el día con una visita a la Santísima Virgen y así lo he hecho hasta el presente. Se lo recomiendo mucho: consiste simplemente en ir a donde esté una imagen de la Virgen, rezar con calma tres Avemarías y darle "el beso de las buenas noches".

Espero que estos tres artículos sobre el Avemaría nos ayuden a tener una relación aún más cercana y filial con la Santísima Virgen.

Exaltación de la Santa Cruz

Fiesta, 14 de septiembre

Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo, La Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.

Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fuellevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.

El cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz? Además la Resurrección, más que la Cruz, da sentido a nuestra vida.
Pero ahí está la Cruz, el escándalo de la Cruz, de San Pablo. Nosotros no hubiéramos introducido la Cruz. Pero los caminos de Dios son diferentes. Los apóstoles la rechazaban. Y nosotros también.
La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.

Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia. En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.
Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: "En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque El quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero" (Himno de Laudes).
En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.

Pero el discípulo no es de mejor condición que el maestro, dice Jesús. Y añade: "El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga". Es fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor. ¡Qué bien estamos aquí!, decía Pedro. En Getsemaní se duerme, y, luego le niega.

"No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado" (León Bloy). "Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía" (El Señor a Juan de la Cruz). No tengamos miedo. La Cruz es un signo más, enriquece, no es un signo menos. El sufrir pasa, el haber sufrido -la madurez adquirida en el dolor- no pasa jamás. La Cruz son dos palos que se cruzan: si acomodamos nuestra voluntad a la de Dios, pesa menos. Si besamos la Cruz de Jesús, besemos la nuestra, astilla de la suya.

Es la ambigüedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.

¿Qué nos dice la Biblia acerca de la Tradición?

La Tradición proviene de los Apóstoles y estos la escucharon de JESÚS y parte de ésta se reflejó más tarde en los Evangelios.

Desde la reforma Luterana, entre los diferentes temas que han dividido la Iglesia se encuentra el tema de la "Tradición".

Mientras que la Iglesia Católica (tanto la rama Romana como la Ortodoxa) insiste en proclamar la Palabra Escrita (Biblia) y la Palabra transmitida oralmente (Tradición), las iglesias Protestantes claman que solo la Biblia tiene autoridad como única fuente de la Palabra de Dios o "Sola Escritura" como la llamó Lutero. ¿Quién tiene la razón?

Comprendiendo la palabra "TRADICIÓN"

En primer lugar tenemos que hacer la diferenciación entre Tradición y tradiciones, Veamos:

La Iglesia Católica nos dice en el punto 83 del Nuevo Catecismo:

"La Tradición, con T (mayúscula) es la que viene de los Apóstoles y de lo que éstos recibieron de la enseñanza y del ejemplo de Jesús y lo que reveló el Espíritu Santo. En efecto, la primera generación de cristianos no tenía aun el Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de la Tradición viva. Es preciso distinguir de ella las tradiciones (con t minúscula) teológicas disciplinares, litúrgicas o devociones nacidas en el transcurso del tiempo en las iglesias locales. Solo a la luz de la gran Tradición aquellas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia".

Es decir, la "Tradición" proviene de los Apóstoles y estos la escucharon de JESÚS y parte de ésta se reflejó más tarde en los Evangelios escritos o "Canónicos".

La tradición es un conjunto de costumbres eclesiales influidas por culturas o expresiones locales y puede ser cambiada o abandonada según lo exijan los tiempos y lo decida la Iglesia. La doctrina que la Iglesia Católica recibió de los Apóstoles es que la Palabra de DIOS está contenida en la Escritura y en la Tradición Apostólica teniéndose la Iglesia como depositaria y custodia de ambas.

Tanto los judíos como musulmanes son llamados los "Pueblos del Libro", pues ambos se basan en un libro, la Biblia y el caso de los musulmanes en el Corán, y sólo en ellos. Nosotros los Cristianos NO somos el "Pueblo del Libro", somos el Pueblo de la Palabra, viva y eficaz que es contenida en la Biblia y en la Tradición.

Hablemos un poco del pueblo Hebreo, al cual hemos llamado "Pueblo del libro".

Este pueblo tuvo la Palabra de DIOS en forma escrita y en forma oral o Tradición. El Pentateuco o Torah (los cinco primeros libros del Antiguo Testamento) fue, por siglos, Tradición oral. El periodo comprendido entre Moisés y David fue el periodo de Tradición oral por excelencia, aunque, según el erudito Bernahard W. Abderson, profesor de teología del seminario Protestante de "Princeton", aun después de David la Tradición religiosa de Israel continuó en sus cánticos, cultura y oráculos proféticos.

Algunos ejemplos de la Tradición oral aceptada como parte de la revelación por el Templo la encontramos en la siguiente cita:

"Por eso dice en el Libro de las guerras de YAVEH" (Números 21,14)Este "Libro de las guerras" no es un libro inspirado según el canon más exacto del Antiguo Testamento, pero en él sale lo que YAVEH dice a Moisés como Palabra de DIOS en el Libro del Exodo.

Otro ejemplo:

"Y el sol se detuvo, y la luna permaneció inmóvil, hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos. ¿No está eso escrito en el libro del Justo? El sol se mantuvo inmóvil en medio del cielo y dejó de correr hacia el poniente casi un día entero". (Josué 10,13)

Todo el famoso episodio de Gabaon aparentemente es narrado en el Libro del Justo, el cual era parte de la Tradición de Israel. El Libro de Josué recoge como canónico este hecho. También en II de Samuel, 1,18 se toma el cántico fúnebre para Saúl de este libro y se incluye en las Escrituras y es Aceptado como Palabra de DIOS hasta el día de hoy.

Para los fariseos la Tradición tenía casi tanta importancia como la Escritura, más tarde el Talmud y la Mishna (libros que contienen la Tradición oral de Israel) serán reverenciados y estudiados tanto como la Escritura hasta el día de hoy.

El Nuevo Testamento y la Tradición

En el nuevo Testamento no se encuentra ni un sólo versículo donde se afirma que lo que dijo Jesús se encuentra solamente en los Evangelios. Muy al contrario, en San Juan 21,25 dice: "Jesús hizo muchas otras cosas. Si se escribieran todas, creo que no habría lugar en el mundo para tantos libros". Por lo tanto, todo lo dicho por Jesús no está en los Evangelios. Esto es lo que la Iglesia llama Tradición, lo que por diversas fuentes nos ha llegado de lo que dijo Jesús y no se reflejó en las Escrituras canónicas. Estas fuentes son Los Padres de la Iglesia y la misma historia de la Iglesia.

Veamos varios puntos prácticos para clarificar y sentar bases en esta controversia.

Jesús nunca ordenó escribir nada a sus Apóstoles, ningún libro, ningún discurso. El Señor manda a sus Apóstoles a predicar (San Marcos 16,15)

De los 12 Apóstoles sólo 2 escribieron Evangelios, los diez restantes no escribieron Evangelios, si hubiera sido tan importante el escribir todo, lo hubieran hecho. Sin embargo todos predicaron.

El Evangelio antes de ser escritura fue Tradición.

El primer Evangelio se cree fue el de Marcos y se escribió alrededor del año 60 de nuestra era, por esto Pablo dice:

"Los felicito porque siempre se acuerdan de mí y guardan las Tradiciones tal como yo se las he transmitido." (1 Corintios 11,2)

La Iglesia Católica tiene sucesión y transmisión, pues su existencia sé remonta al mismo Jesús. El resto de las Iglesias surgen en el siglo XVI por lo tanto no tienen tradición alguna y si la tuvieran seria la tradición de la Iglesia Católica y éste es el motivo de su rechazo pues aceptar la Tradición de la Iglesia seria aceptar su autoridad.

Significado de la palabra "Tradición" en lengua antigua

La palabra griega para definir "Tradición" es "Paradosis". En el Libro de Concordancias sobre el Nuevo Testamento Griego-Español, compilado por Jorge G. Parker y basado en la revisión de 1960 de la Reina-Valera (editado por la editora protestante "Mundo Hispano") dice en su punto 3268: que la palabra Paradosis se utiliza en los siguientes pasajes:

1 Corintios 11,12: "Los felicito porque siempre se acuerdan de mí y guardan las Tradiciones tal como yo se las he transmitido."

Como podemos ver, San Pablo está alabando a la comunidad de Corintios no por guardar el Evangelio, sino por guardar las "Tradiciones", lo cual se clarifica al saber que los Evangelios en esa época aun no circulaban en las comunidades cristianas y el conocimiento de Jesús se comunicaba oralmente, o sea en forma de Tradición.

Curiosamente la versión Reina-Valera, editada por la sociedad Bíblica Trinitaria y que es la más utilizada en las Iglesias no católicas, se lee ese pasaje de la siguiente manera:

"Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué." (1 Corintios 11,2)

¿Qué ocurrió aquí?... ¿Por qué se ha cambiado la Palabra de Dios?

La palabra griega que corresponde a la traducción "instrucciones" es "Paideia" entre otras, pero ésta nunca sustituye a la palabra Tradición. Aquí se ha alterado la palabra de Dios lo cual constituye un hecho muy grave contra el Señor y su Iglesia.

En otras versiones protestantes la palabra Tradición es cambiada por "Doctrina", pero resulta que la palabra doctrina en griego es: Didescalia, didace, eterodidaskaleo, que tampoco sustituye a Tradición.

Veamos el siguiente pasaje:

"Así pues hermanos manteneos firmes y conservad las Tradiciones que habéis recibido de nosotros". (2 Tesalonisenses 2,15) "Biblia Católica"

"Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra." (2 Tesalonisenses 2,15) "Reina-Valera"

Aquí de nuevo la versión Reina-Valera vuelve a cambiar la palabra Paradosis incurriendo en un nuevo error. San Pablo insiste continuamente en que se debe conservar todo lo recibido por él y que a su vez recibió de los Apóstoles y esto es Tradición.

Otro ejemplo de cómo se instituyó la Tradición nos lo da Pablo en la siguiente cita:

"Lo que oíste de mí y está corroborado por numerosos testigos, confíalo a hombres responsables que sean capaces de enseñar a otros. (2 Timoteo 2,2)

San Pablo enseña a Timoteo para que éste enseñe a otros… he aquí un magnifico ejemplo de Tradición. Otro ejemplo de Tradición se encuentra en:

"Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido..." (1 Corintios 11,23)

Aquí San Pablo está hablando de la Eucaristía, así pues el SEÑOR mismo le entrega a Pablo la Tradición, pues Pablo no habla aquí de ningún libro escrito, sino de palabra escuchada.

Concluyendo

Los Apóstoles y los primeros cristianos sólo tuvieron Tradición Apostólica en forma de predicación Evangélica, pues los Apóstoles no se dedicaron a escribir, ni tenían mandato directo del Señor de escribir nada. Solamente muchos años después, cuando la Iglesia reconoció que la venida del Señor no era inminente, algunos Apóstoles (Mateo y Juan) van a escribir sus recuerdos del Señor Jesús.

Marcos y Lucas escribirán luego sus libros, uno lo que escuchó de Pedro y otro lo que investigó de testigo oculares de la vida del Señor. Los otros Apóstoles no escribieron mucho y dejaron más que todo su legado en forma de Tradición en la Iglesia.

En las primeras comunidades cristianas circularon muchos escritos que se atribuyeron a los Apóstoles, pero que en realidad eran de contenido herético o falso. En el año 397 los Obispos de la Iglesia Católica (era la única que existía) y para que no quede duda, después de que Constantino promulgó el edicto de Milán dando libertad al culto cristiano, se reunieron en una ciudad del Norte de Africa llamada Cártago y allá se dieron a la tarea de definir cuáles escrituras eran Apostólica y cuáles no.

¿Qué concepto utilizaron para esta revisión? Pues sencillamente la Tradición de la Iglesia ya que los Evangelios no se definen solos, pues Jesús no dejó una lista de ellos.

Ni Jesús, ni los Apóstoles definieron el canon de las Escrituras que todas las iglesias utilizan hoy (hasta los Testigo de Jehová). Fueron sus sucesores, o sea Obispos de la Iglesia Católica los que lo hicieron, es por esta razón que dudar de la Iglesia es dudar de las Escrituras.

Eusebio, primer historiador de la Iglesia, en los años 300 DC lista la sucesión de varios Obispos y decía que estas listas de sucesión eran una seguridad de que los Evangelios fueron conservados y transmitidos sin error y que esto constituía la base de la Iglesia Católica (KENET Scott Laturette, pag. 177, tomo 1 )

Algunos argumentan que San Pablo alertó contra las tradiciones, y presentan versículos tales como (Colosenses 2,3) pero si se lee el versículo en su contexto se darán cuenta que Pablo se refiere a las Tradiciones Judaicas que eran el camino a la ley, no a la Tradición de la Iglesia la cual él recomendaba guardar.

"Aunque espero ir a verte pronto, te escribo estas cosas por si me atraso. Así sabrás cómo comportarte en la casa de Dios, es decir, en la Iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad." (1 Timoteo 3,14-15)

San Pablo en este versículo arroja gran claridad sobre el tema del cual hablamos. Nosotros no somos el pueblo del libro, como el Hebreo. Somos el pueblo de la Palabra. El Señor no ordenó a sus Apóstoles a escribir, el Señor los envió a predicar.

La Escrituras, surgieron como una necesidad de la Iglesia de conservar las palabras de Jesús. La Iglesia Católica definió las Escrituras, ¿por qué? Lo dice Pablo, ella es columna y apoyo de la verdad y, como tal, ha definido, conservado y custodiado la Palabra Escrita y la Tradición como autentica Palabra de Dios Si la Iglesia fue buena para definir la Escritura también es buena para definir la Tradición, pues lo ha hecho con la misma autoridad. Si se acepta una, hay que aceptar la otra, si se desecha una, hay que desechar la otra, sino es pura hipocresía o malicia, y esto no es de DIOS.

San Cipriano, Padre de la Iglesia, escribió hacia el año 255 D. C:

"Jesús edificó la Iglesia sobre uno sólo, y aunque después de la resurrección les dio a todos los Apóstoles igual potestad, sin embargo para manifestar la unidad dispuso con su autoridad que el origen de la misma unidad se iniciara en uno sólo, en Pedro".

También San Ignacio de Antioquía, otro de los Padres, el cual murió en el ano 106 D.C. escribe en su carta a los Tralianos "Donde no hay Obispo ni presbíteros, ni diáconos no hay Iglesia".

Quiero concluir con unas palabras del eminente teólogo protestante Robert Brown: "cuando miramos a la Iglesia primitiva los signos apuntan a Roma"……. A la Iglesia que es Pilar y Fundamento de la Verdad.

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