Vivía de fe como nosotros

Gerardo Sagredo, Santo

Obispo y Mártir, 24 de septiembre

Martirologio Romano: En Panonia (hoy Hungría), san Gerardo Sagredo, obispo de la sede de Morisena (hoy Csanad) y mártir, que fue preceptor de san Emerico, príncipe adolescente hijo del rey san Esteban, y en una sedición de húngaros paganos murió apedreado cerca del río Danubio († 1046).

Etimología: Gerardo = Audaz con la lanza, viene del germano

Breve Biografía

San Gerardo, algunas veces llamado Sagredo, fue el apóstol de un vasto distrito de Hungría.

Era originario de Venecia, donde nació a principios del siglo once. Desde muy joven, se consagró al servicio de Dios en el monasterio benedictino de San Giorgio Maggiore en Venecia, pero al cabo de algún tiempo, abandonó el convento para hacer una peregrinación a Jerusalén.

Al pasar por Hungría, conoció al rey San Esteban, a quien impresionaron tanto las cualidades de Gerardo, que lo retuvo para que fuese el tutor de su hijo, el Beato Emeric. Al tiempo que ejercía sus funciones de educador, el santo predicó la palabra de Dios con mucho éxito. Cuando San Esteban fundó la sede episcopal de Csanad, nombró a Gerardo como su primer obispo. La gran mayoría de los habitantes del lugar eran paganos, y los pocos que llevaban el nombre de cristianos, eran ignorantes, salvajes y brutales, pero San Gerardo trabajó entre ellos con tan buenos frutos que, en poco tiempo, el cristianismo progresó considerablemente. Siempre que le era posible, unía Gerardo la perfección en su desempeño de la tarea episcopal con el recogimiento de la vida contemplativa que le fortalecía para continuar con sus funciones. Además, Gerardo fue investigador y escritor; entre sus obras figura una inconclusa disertación sobre el Himno de los Tres Jóvenes (Daniel III) y otros escritos que se perdieron con el correr del tiempo.


El rey Esteban secundó el celo del buen obispo en tanto que vivió, pero a su muerte, ocurrida en 1038, el reino quedó en la anarquía a causa de las disputas por la sucesión al trono y, al mismo tiempo, estalló una rebelión contra el cristianismo.

Las cosas iban de mal en peor, hasta el extremo de que, virtualmente, se declaró una abierta persecución contra los cristianos. Por entonces, Gerardo, que celebraba la misa en la iglesita de una aldea junto al Danubio, llamada Giod, tuvo la premonición de que aquel mismo día habría de recibir la corona del martirio. Terminada la visita a la aldea, el obispo y su comitiva partieron hacia la ciudad de Buda.

Ya se disponían a cruzar el río, cuando fueron detenidos por una partida de soldados al mando de un oficial, idólatra recalcitrante y acérrimo enemigo hasta de la memoria del rey Esteban. Sin mediar palabra, los soldados comenzaron a lanzar piedras contra San Gerardo y sus gentes, que se hallaban dentro de la barca, amarrada a un pilote. Algunos de ellos se metieron al agua, volcaron la embarcación y sacaron a rastras al santo obispo. Asido a los brazos de sus captores, se incorporó hasta ponerse de rodillas y oró en voz alta con las palabras de San Esteban, el Protomártir: "¡Señor, no les toméis en cuenta esta culpa!" Apenas había pronunciado estas palabras cuando le atravesaron el pecho con una lanza.

Los soldados arrastraron el cuerpo hasta el borde de un acantilado que lleva el nombre de Blocksberg y arrojaron el cadáver al Danubio. Era el 24 de septiembre de 1046. La muerte heroica de San Gerardo produjo un profundo efecto entre el pueblo que, desde el primer momento, comenzó a venerarlo como mártir. Sus reliquias fueron colocadas en un santuario, en 1083, al mismo tiempo que las de San Esteban y las de su hijo, el Beato Emeric. En 1333, la República de Venecia obtuvo del rey de Hungría la concesión de trasladar la mayor parte de las reliquias de San Gerardo a la iglesia de Nuestra Señora, en la isla de Murano, vecina a Venecia donde hasta hoy se venera al santo como al protomártir de aquel lugar donde vino al mundo.

Ser cristiano es pertenecer a una familia

Santo Evangelio según san Lucas 8, 19-21. Martes XXV del Tiempo Ordina

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Concédeme, Señor, la experiencia de tu amor como mi Padre; haz que hoy crezca en mí la convicción de que soy tu hijo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 8, 19-21

En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían llegar hasta donde él estaba porque había mucha gente. Entonces alguien le fue a decir: “Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte”. Pero él respondió: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En el Evangelio de hoy nuestro Señor hace una pregunta a la cual Él mismo responde. Su respuesta puede parecernos dura y difícil de acoger, pero quizás, detrás de esa repuesta, hay algo más profundo y valioso para nuestra vida. Son palabras que nacen del corazón del Señor, en ellas afirma que su madre y sus hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. ¿Qué nos revela esta afirmación, qué significado tiene para nuestra vida?

En ella, el Señor quiere decirnos que somos parte de su familia. Qué bello es tener una familia, pasar tiempo juntos sentados a la mesa, o en un paseo, o simplemente escuchar la voz de tu papá o de tu mamá, de un hermano o un primo. A esto nos invita el Señor: que, como hijos, como hermanos, vivamos unidos a Él, nos reunamos a escucharle en un ambiente de familia y de amor. Que nuestro obrar sea guiado y motivado por su amor, por su voluntad, pues de Él recibimos el sentido y significado de nuestra vida.

Ser cristiano no es solo de palabra sino es una vida, es pertenecer a una familia, es vivir como hijos. Nuestro deseo no es solo ver a Jesús, sino estar con Él, vivir con Él.

«Cuando le dicen que allí está su madre, sus parientes, su familia, Jesús alarga el concepto y dice: “Esta es mi familia, ellos, es esta, todos, todos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. He aquí, el paso más que da Jesús, Yo tengo una familia más grande que pequeña, en la cual he venido al mundo. Él nos hace pensar a nosotros que somos su familia, es decir, aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. Un gesto que restituye el concepto de familiaridad con Dios, de familiaridad con Jesús. De hecho, nosotros podemos ser discípulos, podemos ser amigos, pero ser familia es aún más».

(Homilía de S.S. Francisco, 26 de septiembre de 2017 en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

El día de hoy buscaré pasar un momento ante el Santísimo o en un lugar retirado, junto al Señor como mi hermano, como mi Padre.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Cómo puedo saber cuál es la voluntad de Dios para mi vida?

La Voluntad de Dios para nosotros está en los deberes y experiencias del presente. Sólo tenemos que aceptarlos y tratar de ser como Jesús en ellos.

La dificultad que muchos de nosotros experimentamos en cuanto al tema no es tanto si cumplimos o no la Voluntad de Dios sino si sabemos cuál es Su Voluntad para nosotros. A pesar de ello, podemos estar seguros que algunas cosas sí son definitivamente parte del Plan de Dios para nosotros, como por ejemplo:

Los Mandamientos – Los diez dados a Moisés, Los Preceptos de la Iglesia, Los deberes de nuestro estado de vida, obediencia a la autoridad civil – civil, familiar y eclesial; y El Mandamiento nuevo dado por Jesús, que nos amemos todos mutuamente.

En las escrituras podemos ver de muchas maneras sencillas, exactamente lo que el Padre espera de nosotros. Todas estas son manifestaciones directas de la Voluntad de Dios en nuestra vida cotidiana. Quizá una lista podría ayudar.

1. "Ama a tus enemigos, haz el bien a aquellos que te odian, bendice a los que te maldicen, ora por los que te tratan mal" (Lc 6,27-35)

2. "Sé compasivo como vuestro Padre es compasivo. No juzgues y no serás juzgado, no condenes y no serás condenado." (Lc 6,36-38)

3. "Les digo solemnemente, si no se hacen como niños no entrarán al Reino de Dios." (Lc 18,17)

4. "Es la Voluntad de mi Padre, que quien ve al Hijo y cree en Él, tendrá vida eterna." (Jn. 6,40) 5. "Aprendan de mí que mi yugo es suave, porque soy humilde de corazón." (Mt. 11,29)

Nuestro problema radica en que miramos a los mandamientos de manera negativa. En nuestras mentes son meras prohibiciones, pero no lo son. No encontramos fallas o errores cuando un inventor nos explica como manejar su invento. ¿Quién mejor para saber como funciona una máquina que el propio inventor? Para la mayoría de nosotros lo lógico es que sea él y aceptamos las indicaciones y la garantía, siempre y cuando las indicaciones sean seguidas adecuadamente.

Esto es exactamente lo que Dios ha hecho al darnos los mandamientos. No son imposiciones, que le hacen hincapié a Su criatura de su posición subordinada. Los mandamientos, dados por el Padre en el Antiguo Testamento y por Jesús en el Nuevo, son solamente indicaciones del Creador que nos dice que los seres humanos, creados por Él, son más felices, saludables y están más contentos cuando siguen las directrices de su Creador.

El Padre sabe en qué condiciones maduran y crecen nuestras almas. Sabe cuáles son las mejores cosas para combatir nuestras debilidades. Sabe también cuáles son los pasos a seguir para evitar los obstáculos que el enemigo pone en nuestro camino. Pero sobre todo, sabe cómo deben ser purificadas y transformadas nuestras almas para que podamos estar en Su presencia un día y no terminen siendo aniquiladas.

Las Escrituras están llenas de revelaciones que nos dicen como el Padre quiere que pensemos y actuemos en toda circunstancia. Nuestro problema está en que, conocer la voluntad de Dios está en las decisiones que tomamos en nuestra vida cotidiana. Primero, debemos decir que los mandamientos son parte de la voluntad de Dios. No hay duda aquí sobre lo que quiere de nosotros. Las pruebas de la vida diaria, el mal, el sufrimiento, etc., son parte de lo que Dios permite como Su voluntad

La Voluntad de Dios solo quiere lo que es bueno y santo, pero el libre albedrío del hombre y las tentaciones del enemigo producen otros efectos que no son buenos. Estos efectos son los que sufrimos, pero Dios, para quien todo es presente, ve lo bueno en nuestra manera de enfrentarnos al mal y lo permite para obtener un bien mayor. San Pablo trae esto a colación cuando nos recuerda que aquellos que aman a Dios tienden a lo bueno (Rom. 8:28). Nuestro querido Señor se enfrentó a la malicia, al odio y a la crucifixión para cumplir la Voluntad de Dios.

No podemos decir que Dios ordenó a los hombres rechazar y matar a su Hijo, pero al saber de antemano los sentimientos del pueblo elegido cuando apareciese su Hijo en la tierra, permitió la disposición de ese pueblo al mal y por la perfecta obediencia su Hijo logró nuestra redención. Ordenó que el hombre no cayese, pero el orgullo rechazó ese deseo. Ordenó al hombre aceptar a Su Hijo, pero muchos no lo hicieron. Al permitir los efectos del rechazo, el Padre generó un gran bien. El hombre sabría cuánto lo ama Dios, recibiría al Espíritu, la gracia, la filiación divina y finalmente, el Cielo. Todo este bien fue obtenido a partir de la malicia del hombre. Dios lo vio y permitió que Su Hijo sufriera intensamente para terminar con el yugo del demonio sobre el hombre y destruir a la muerte completamente por medio de Su gloriosa Resurrección.

El Padre nos ama de la misma manera y nuestra fe, esperanza y caridad deben brillar cuando nos enfrentamos a las pruebas que permite en nuestras vidas. La confianza es la clave para cumplir la Voluntad de Dios.

Debemos confiar en el Padre, cuyos ojos están siempre sobre nosotros. No podemos ver o juzgar dentro de la niebla espesa, pero debemos confiar en el Padre que lo ve todo con claridad.

Al tomar decisiones relativas a nuestro estado de vida, los amigos, el trabajo, los planes futuros, negocios, etc.; debemos utilizar las facultades mentales que Dios nos ha dado y debemos rezar para pedir una guía. No podemos esperar que descienda como una especie de visión de éxtasis que nos diga exactamente qué hacer.

De repente, algunas ideas que pueden servirnos de guía pueden ser: ver si la decisión que tomamos honra y da gloria a Dios, cómo afecta nuestra relación con Él y si estamos en paz con eso. Podremos descansar seguros si tomamos nuestras decisiones de este modo. Así, Dios estará de nuestro lado y obtendremos buenas cosas como resultado de ellas, aunque veamos más tarde que nuestra decisión no fue la más acertada.

El fracaso también es usado por Dios para acercarnos más a Él. Nunca nos ordenó tomar siempre las decisiones correctas –sólo ser santos– y eso genera la confianza que como niños, debemos tener en Él; quien hará que nuestros pasos sean firmes y que nuestras maneras torcidas se enderecen.

Cuando tenemos la ocasión de hacer amigos, ya tenemos un criterio para hacerlo. Jesús nos ha dicho que juzguemos por los frutos (Matt 7, 16). Nuestros amigos deben ser escogidos, no sólo por el fruto de sus propias vidas, sino también por el fruto que obtenemos con ellos. Podríamos llegar a algún concepto sobre la Voluntad de Dios con relación al trabajo, por los talentos que Dios nos ha dado. ¿Qué clase de trabajo es el que mejor se me acomoda y el que me hace feliz? Si no estamos seguros, entonces debemos experimentar con varios tipos de trabajo hasta que lleguemos a cierta “conciencia” de que eso o aquello es lo que mejor hacemos.

Sucede, sin embargo, que en ocasiones vivimos en una determinada situación que se origina por nuestras propias debilidades, errores, decisiones equivocadas y las malas intenciones de quienes nos rodean. ¿Dónde está la Voluntad de Dios en eso? Si hemos rezado y no tenemos una solución a la mano, si hemos tratado de cambiar lo que estaba a nuestro alcance y las cosas sólo se han puesto peor, entonces podemos estar seguros de que el crecimiento en la paciencia es la Voluntad de Dios, al menos por el momento. La oración continua nos dará fortaleza y ésta a su vez perseverancia y ésta, esperanza que no será vana.

San Pablo dijo a los Corintios lo siguiente: ”Tenemos problemas en todos lados, no veo respuesta a nuestros problemas, pero no decaigo”. (2 Cor, 4:8) Incluso un alma especialmente escogida como la de Pablo tuvo momentos en los que la Voluntad de Dios no estaba clara, cuando todo parecía imposible. Esta es la razón por la que un día Pablo le pidió al Señor que lo liberase de la multitud de dificultades que tenía. Comenzó a pensar que la Voluntad de Dios no estaba sólo en las pruebas, debilidades, insultos, persecuciones y en las agonías del Apostolado (2 Cor 12,10). Tres veces solicitó el alivio y la respuesta que recibió es que si eso le estaba pasando, se debía a que la voluntad de Dios obtendría algo bueno de allí. "Mi gracia" le contestó Jesús a Pablo "es suficiente para ti, mi fortaleza se muestra en tu debilidad". (2 Cor. 12,9) Pablo se alegró con esta respuesta. No pudo aplacar sus penas con eso, pero saber que la gracia de Dios estaba con él lo hizo decir “debo estar muy feliz porque mi debilidad permite que la fortaleza de Cristo esté sobre mí”. (2 Cor. 12,10)

Esta es la diferencia entre un pagano y un cristiano. Para un pagano el dolor no tiene sentido. Como resultado vive una vida de soledad y frustración. El cristiano puede experimentar las mismas pruebas que un pagano y nunca perder la alegría. Ve la voluntad de Dios en ellas, ve la oportunidad de ser como Jesús, de darle gloria en el Reino. Las pruebas para el pagano incrementan la desesperanza y alumbran al cristiano que comparte el yugo de Jesús.

Muchos se hacen la pregunta: ¿Cómo sé cuál es la Voluntad de Dios para mí? La respuesta es simple: “Si sucede, es voluntad de Dios. No es relevante si Lo ordena o si Lo permite, nada nos sucede si Él no lo ha visto de antemano, teniendo en cuenta el bien que se obtendrá de ello y esperando Su sello de aprobación.

La Voluntad de Dios para nosotros está en los deberes y experiencias del presente. Sólo tenemos que aceptarlos y tratar de ser como Jesús en ellos. Cuando Jesús no le respondió a Pilatos, Pilatos le dijo "No me hablas, seguramente debes saber que tengo el poder de crucificarte”(Jn. 19,10)

La respuesta de Jesús nos muestra claramente que siempre contemplaba la Voluntad del Padre, justa o injusta. "No tendrías poder sobre Mí, si no te hubiera sido otorgado de lo alto”. (Jn 15,11). Jesús vio al Padre en una debilidad, un juez injusto. ¿Cuántos de nosotros tenemos esa clase de confianza, esa clase de visión?

San Pedro alienta al cristiano de su época para que “acepte la autoridad de toda institución social, al emperador como suprema autoridad entre los gobernadores... Dios quiere que seamos buenos ciudadanos... que respetemos a todos... y que demos honor al emperador”(1 Pedro 2:13-16).

Todos somos conscientes del hecho que Pedro estaba hablando de Nerón, cuya maldad era harto conocida. Sin embargo, sigue adelante sin decir que si la autoridad legal exige el rechazo de Dios o de sus mandamientos, debemos elegir a Dios por encima de todo. Dios no nos ha redimido para colocarnos en una especie de utopía terrena. Nos ha redimido para darnos un reino, para convertirnos en sus hijos adoptivos, para darnos su felicidad eterna, para ser testigos en el mundo de la existencia de otra vida y para probar con nuestra conversión personal que Jesús es el Hijo de Dios.

San Pablo nos asegura que todo el sufrimiento en el mundo es nada comparado con la gloria que está por venir (Rom. 8,18)

Todo momento de la vida es como un sacramento en el que podemos recibir a Dios. Es el canal mediante el cual Dios nos habla, nos forma y se dirige a nosotros. Sólo tenemos que aceptar los deberes del momento presente para encontrar la Voluntad de Dios. Estamos impedidos de respirar este aire sobrenatural por el hecho que vemos personas y circunstancias producto de la malicia o el temperamento de otros. Ellos se convierten en obstáculos en nuestro camino y no nos dejan ver a Dios.

No podemos ver a Dios en las acciones de estas personas porque se oponen a lo que ordena Su Voluntad. A pesar de ello, podemos ver a Dios a través de estas acciones; como cuando vemos a un amigo cercano en medio de una espesa niebla. En esa niebla es posible que nos resbalemos y caigamos, es posible también que lloremos y que nos desesperemos a veces, pero la Imagen que vimos nos lleva a la luz más grande que está al final de la niebla, más allá de todo.

El secreto, entonces, para encontrar la Voluntad de Dios está en verLo en el presente y responder a Su presencia de la manera más amorosa que podamos. Hace falta un poco de esfuerzo para ver a Dios en todo, como Jesús, que lo hizo y con su obediencia nos ganó la salvación.

Hay veces en las que necesitamos decisiones inmediatas —ocasiones en las que difícilmente podemos rezar por el poco tiempo que tenemos. En esas circunstancias podemos estar seguros que si nuestro corazón ha estado con Dios hasta ese momento, tomaremos la decisión correcta. Si fallamos, nuestra esperanza en Su amor, nos asegura que algo bueno se obtendrá de la experiencia vivida.

Dios no quiere que estemos preocupados por el ayer y el mañana. En el evangelio de San Mateo leemos que Jesús dijo "No te preocupes por el mañana, el mañana se preocupará por sí mismo. Cada día hay suficiente para preocuparse” (Mt. 6,33-34). Aquí vemos una llamada de Jesús para que vivamos el presente. Jesús no nos está diciendo que como cristianos debemos estar libres de problemas. Nos está pidiendo que compartamos nuestro yugo con Él y que lo hagamos siempre, minuto a minuto. Si nos ejercitamos en esta forma de vida, podremos ver Su Voluntad y tendremos la fuerza necesaria para cumplirla.

No hay manual ni reglas a seguir para conocer la Voluntad de Dios en nuestras decisiones. El intelecto dado por el Padre y el discernimiento dado por el Espíritu que está en nuestros corazones, nos darán las herramientas necesarias para que nuestras decisiones sean mejores; aunque a veces Su Voluntad permita que fracasemos, para ejercitar nuestra fe, incrementar nuestra esperanza y descubrirlo como nuestro amigo en tiempos de necesidad.

Habrá ocasiones en las que Su Voluntad esté nublada en nuestras mentes y el camino a seguir sea tan incierto que nos veamos forzados a escoger lo que menos dudas nos genera... y esperar que suceda lo mejor. Nuestra paz en estas circunstancias viene de la profunda certeza que vive aun entre nosotros sus hijos que Dios es nuestro padre y que se hará cargo de nosotros.

Dios no es el tirano. Está satisfecho con el esfuerzo sincero de sus hijos para conocer y cumplir Su Voluntad, que será coronado con el éxito aunque todo parezca perdido.

Oración
Señor y Padre, permite que tu Santo Espíritu me llene con la conciencia de tu Voluntad en este momento. Quiero ver Tu Providencia, Tu guía y Tu gracia en mi vida diaria. Perdóname cuando me rebelo por las ocasiones en las que me parece que tu Voluntad me parece difícil de cumplir. Mi vida está plagada de mi propia voluntad y egoísmo. Mi corazón no está listo para el sacrificio y mi mente rechaza lo que no puede comprender. Permite que tu misericordia me rodee y que me llene con tu luz. Permíteme ver con claridad la sapiencia detrás de todo lo que permites y el amor en todo lo que ordenas. Que nuestras voluntades se hagan una sola para que haga en esta vida lo que debo hacer para alcanzar la eternidad, perfectamente unido a Tu voluntad.

«Comuniquen la verdad como testigos de Cristo»

El Papa Francisco a periodistas del Vaticano y de Vatican News.

En la mañana del lunes 23 de septiembre Su Santidad el Papa Francisco recibió en audiencia privada a los empleados del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano, con ocasión de la Asamblea Plenaria de dicho Dicasterio y saludó a los trabajadores de Vatican News. A pesar de que tenía un discurso preparado, el Papa Francisco decidió hablar espontáneamente y expresar así “lo que tiene en el corazón sobre la comunicación”. Es por ello que entregó el discurso a los miembros del Dicasterio, asegurando que era un discurso que más que para ser pronunciado era para ser leído y reflexionado de manera personal.

Comunicar con la misma actitud de Dios
El Papa Francisco se ha centrado en tres puntos durante su discurso. Lo primero que les dijo a los miembros del Dicasterio fue que la comunicación no es un trabajo de oficina, sino “tomar del Ser de Dios y tener el mismo comportamiento, la misma actitud” y esto – puntualizó – “no lo debemos olvidar: se comunica con el alma y con el cuerpo, se comunica con la mente, con el corazón y con las manos, se comunica con todo”. En este sentido recordó que el verdadero comunicador da todo de sí mismo: “Como decimos en mi tierra, mete toda la carne en el asador” pero la comunicación más grande – puntualizó – “es el amor”, “cuando en el amor se ve que es la plenitud de la comunicación: el amor a Dios y nuestro”.

No hacer proselitismo; comunicar con testimonio
Francisco también les ha señalado que nunca deben hacer “proselitismo”: “Yo quisiera que nuestra comunicación sea cristiana y no factor de proselitismo. No es cristiano hacer proselitismo”. Y aprovechó para citar aquella frase pronunciada por Benedicto XVI cuando dijo: “la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción”.

Esto quiere decir – continuó el Papa – “por testimonio”: “Si ustedes quieren comunicar una verdad sin la bondad y la belleza: párense, no lo hagan. Si ustedes quieren comunicar una verdad sin involucrarse, sin testimoniar con su propia vida, con la propia carne, párense, no lo hagan”, les aconsejó. “Siempre tiene que estar la firma del testimonio en cada una de las cosas que hacen”.

El Papa advierte que la resignación y la lamentación no son de espíritu cristiano
La segunda cosa sobre la que el Papa se ha centrado ha sido sobre esa resignación, que tantas veces entra en el corazón de los cristianos, en este mundo pagano, que no es una “novedad” señala el Papa, pues “el área de mundanidad no es una cosa nueva del siglo XXI, siempre ha sido un peligro, siempre ha sido la tentación y siempre ha sido el enemigo”.

En este sentido, Su Santidad aseguró que la resignación, en la derrota cultural, viene del mal espíritu y no de Dios: “No es espíritu cristiano la lamentación y la resignación”. Así mismo dijo que no hay que ensimismarse con la tentación de la resignación ni tener miedo de ser pocos: “somos pocos – dice el Papa – pero no pocos como aquellos que se defienden porque somos pocos y el enemigo es más grande, somos pocos como la levadura, como la sal. Y esta es la vocación cristiana”. También dijo que somos pocos, pero “con las ganas de misionar y de hacer ver a los demás quienes somos, con el testimonio”.

Pasar de la Cultura del adjetivo a la Teología del sustantivo
La tercera y última cosa que dijo a los miembros de este Dicasterio dedicado a la Comunicación del Vaticano fue que le da cierta “alergia” cuando escucha frases como “esto es una cosa auténticamente cristiana”, o “esto es verdaderamente así”. Para Francisco, no hace falta decir “ autentica”, pues solamente el sustantivo cristiano, soy de Cristo – subrayó – “es fuerte”.

“Hemos caído en la cultura del adjetivo, del proverbio y hemos olvidado la fortaleza de los sustantivos” dijo el Papa y explicó que el comunicador “tiene que hacer entender el peso de la realidad de los sustantivos que reflejan la realidad de las personas, y esto es la misión de comunicar, comunicar con la realidad sin edulcorar con los adjetivos y los proverbios”. Además, explicó que esta “Cultura del adjetivo” había entrado en la Iglesia y es por ello que exhortó a que realizaran una comunicación “”austera, pero bonita”.

Leer el Libro de los Hechos de los Apóstoles: la joya de la comunicación cristina
Al final de sus palabras, Francisco les volvió a recordar los puntos en los que se tenía que centrar su trabajo como comunicadores cristianos: “Comunicar con el testimonio, comunicar involucrándose en la comunicación, comunicar con los sustantivos, comunicar como mártires, es decir, como testigos de Cristo”. Por último, destaca su invitación a aprender “el lenguaje de los mártires, que es – señaló – el lenguaje de los Apóstoles” y para ello les aconsejó “leer la joya del Libro de los Hechos de los Apóstoles” y así ver cómo se comunicaba en aquel tiempo y como es la comunicación cristiana. “Comuniquen la alegría del Evangelio, esto es lo que el Señor nos pide hoy” concluyó.

¿Quieres un matrimonio feliz y para siempre?

8 reglas de oro para lograrlo

En el matrimonio pueden crearse trampas disfrazadas de silencio que apartan a la pareja y crean abismos en su comunicación. Tal es el caso de una televisión prendida permanentemente; la puerta de la habitación conyugal que nunca se cierra para los niños; una agenda repleta de actividades sociales y profesionales.

Pero además existen reglas de oro que siempre deben tenerse en cuenta si se trata de luchar por un matrimonio feliz y una relación sana con nuestro cónyuge. He aquí algunas:

1.- No dejarse vencer por la ira

Tener la fortaleza y dominio para controlar la ira que sentimos cuando estamos discutiendo.

2.- Nunca gritarse

Moderación, educación y respeto ante todo. El grito es una agresión, independiente de lo que se diga

3.- Pedir disculpas y admitir los errores

Para muchos el pedir disculpas equivale a una humillación, pero es grande el que reconoce que es un ser humano con debilidades y defectos y que lucha cada día por superarse.

4.- Señalar las faltas con amor

Si resulta doloroso aceptar los propios defectos, más difícil es que nos los señalen.

Es por eso que debemos ser delicados y compresivos para criticar o decir algo negativo al otro.

5.- No dar cabida al descuido o apatía

En el amor debe existir una sana exigencia. Siempre tenemos que buscar lo mejor para la persona que amamos, aunque a veces sea necesario exigirle.

Cuando no amamos, nos da igual si la persona se supera o no.

6- No dejar un problema sin resolver

Humildad para hablar, para aceptar la culpa que nos corresponde en cada desacuerdo. Olvidar los resentimientos y rencores, confiar en la pareja y prepararse para el perdón.

7.- Todos los días decirle algo cariñoso a su cónyuge

Cuidar los detalles, los mismos que a veces se pierden con los años. Si ellos faltan, el matrimonio comienza a vivir según las circunstancias y no por el amor.

8.- Orar juntos, involucrar a Dios en su relación

Participar de la celebración de la Santa Misa juntos y en familia, orar todos los días el uno por el otro, cultivar su vida sacramental (confesión y comunión frecuente), leer juntos la palabra de Dios.

Esperamos que estas sencillas reglas te ayuden a ser más feliz en tu matrimonio y a vivir plenamente tu unión con la persona que más amas.

Saber Escuchar

Escuchar tiene un especial sentido de prestar atención, de atender. Puede ser que oigamos, pero que no estemos escuchando. Escuchar implica un compromiso con el que nos habla.

“Te pago tu tiempo”

La recepcionista del elegante consultorio hizo pasar a la pequeña paciente y la presentó:

- Doctor, aquí tiene una paciente muy especial.

El doctor vio con ojos de asombro a la niña y luego se fijó en la sonrisa cómplice de la recepcionista.

- ¿Qué haces aquí?, no tengo tiempo para atenderte, estoy trabajando-, le dijo el sabio médico a la niña, un poco molesto.

- Papá, yo pagué tu tiempo, junté lo que me das para el colegio para que me escuches porque en casa siempre dices que estás muy cansado.

El médico de altos vuelos miró a su pequeña y, lleno de vergüenza, la abrazó y la hizo pasar para escuchar a la que había tenido que pagar una consulta para que su papá tuviera tiempo para ella.
Esta anécdota tan conocida debería hacernos pensar a quienes tenemos obligación de saber escuchar.

¿Qué es escuchar?

Disposición para atender y entender a los demás (Diccionario de las Virtudes, Héctor Rogel Hernández. SCM, 2003)

Se hace notar la diferencia entre oír y escuchar: oír es sólo usar ese maravilloso sentido que nos hace situarnos en el mundo que nos rodea. Escuchar tiene un especial sentido de prestar atención, de atender. Puede ser que oigamos, pero que no estemos escuchando. Escuchar implica un compromiso con el que nos habla.

Nadie escucha

Los transportes públicos en las grandes ciudades son una constante paradoja: viajamos estrechamente unidos a una multitud y, sin embargo, estamos perfectamente solos. No nos hablamos, nos ignoramos unos a otros y si llega a haber algún tipo de comunicación, ésta se reduce a una frase de cortesía obligada o a una mirada de reproche.

La incomunicación se agrava cuando nos colocamos los audífonos para escuchar música, que vienen a significar aquel dicho popular: “no oigo, soy de palo”. No oigo y no quiero oírte, déjame en paz en mi propio mundo. Pero el amor todo lo vence y vemos por ahí a una parejita que comparte lo que escucha prestándose uno de los audífonos.

No sabemos, y no queremos, escuchar. Y a nuestro alrededor está toda esa gente que tiene necesidad de ser escuchada.

Y todos necesitamos ser escuchados

Dios bendiga a los taxistas, ¡cuánto bien hacen con tan sólo escuchar nuestras quejas! En una ciudad grande el taxista es anónimo. ¿Cuándo lo volveremos a ver? Garantizada la discreción les soltamos las penas que cargamos dentro. Algunos tratan de consolar o de orientar, y realmente no importa cómo lo hagan; lo importante es que suelen escuchar con simpatía.

Algunos acuden al confesionario más que para recibir el perdón de los pecados, para ser escuchados. Los niños definen al amigo como aquél que le pueden contar sus problemas.

Los adolescentes evitan estar en su casa donde todo mundo los regaña y nadie los escucha, y salen a la calle para encontrar amigos comprensivos que les dan lo que sus padres no les saben dar. Lo malo es que esos amigos suelen dar malos consejos.

Aprender a escuchar

Urge aprender a escuchar. Primordialmente debemos hacerlo quienes tenemos la obligación, es decir, los padres de familia, los maestros, los sacerdotes, los orientadores y los médicos.

Los papás aprenderán a escuchar movidos por el amor natural a sus hijos. El escuchar es personal y confidencial, pero no debe implicar complicidad.

¿Cómo infundir en los hijos la confianza necesaria para que se abran? ¡Dejando de actuar como policías! En esa escucha paternal no caben ni el enojo ni la burla, pero sí la tolerancia y la comprensión; tampoco hay lugar para las represalias o para usar lo confiado en las relaciones posteriores.

Los papás pueden buscar la oportunidad para hablar con cierta privacidad y en un ambiente propicio. Salir con un hijo es invitarlo a la confidencia.

Para saber escuchar:

* Acoger con educación y sensibilidad al que nos habla.
* Darle tiempo. No mostrar impaciencia. En ese momento él es lo más importante de nuestra actividad.
* Escuchar sin prejuicios. No meter en un molde lo que nos están diciendo.
* Buscar juntos las soluciones. No pensar que tenemos todas las respuestas.
* Tratar de conocer la situación personal del que nos habla.
* Dejar de hacer cualquier otra actividad y mirar al que nos habla. También con los ojos se escucha.

Uso de la Biblia en catequesis

Así los evangelios que, antes de ser escritos fueron expresión de una enseñanza oral transmitida a las comunidades cristianas, tienen más o menos una estructura catequética

Uso de la Biblia en catequesis

El objetivo  de la catequesis es transmitir la doctrina, la enseñanza de Cristo, la VERDAD que Él es, se enseña a Cristo, el verbo encarnado e hijo de Dios y todo lo demás en referencia a Él (Exhortación Apostólica  de su santidad Juan Pablo II, Catechesi Tradendae No.6).

Esta enseñanza de Cristo se lleva a cabo a través del Evangelio que nos indica lo que Jesús hizo y enseñó. Efectivamente, los evangelios indican claramente los momentos en que Jesús enseña. Éste es el testimonio que Jesús da de sí mismo: todos  los días me sentaba en el templo a enseñar y se asombraban de sus enseñanzas, pues enseñaba con quien tiene autoridad. 

Así los evangelios que, antes de ser escritos fueron expresión de una enseñanza oral transmitida a las comunidades cristianas, tienen más o menos una estructura catequética 

Como una primera conclusión que se desprende de lo expresado hasta aquí, es que, siendo el objetivo de  la catequesis hacer madurar la fe inicial  suscitada por el primer anuncio, esto es, por el KERIGMA, y educar al verdadero discípulo por medio de un conocimiento más profundo y sistemático de la persona y del mensaje de Cristo, el conocimiento de la sagrada escritura es absolutamente necesario; de donde se sigue por conocer y saber leer la sagrada Biblia para el catequista y para el catequizando es una  prioridad.

Así, pues, en el periodo de enseñanza y madurez, en el ministerio de Cristo a la luz de la palabra, el cristiano, habiendo aceptado por la fe la persona de Cristo como el solo señor y habiéndole prestado una adhesión  global con la sincera conversión del corazón, se esfuerza para conocer mejor a ese Jesús en cuyas manos se ha puesto; conocer su , el reino de Dios que anuncia, las  exigencias y las promesas contenidas en su mensaje evangélico, los senderos que Él ha trazado a quien quiera seguirle.

Si es verdad que ser cristiano significa decir "Si" a Jesucristo, recordemos que este sí, tiene dos niveles: consiste en entregarse a la PALABRA de Dios y apoyarse en ella, pero significa también, en segunda instancia, esforzarse por conocer cada vez mejor el sentido profundo de la palabra.

El uso frecuente de la Biblia, en catequesis es, por lo tanto, absolutamente necesario. A este fin nos preguntamos: ¿Cuál  es el camino o método  que debe seguir la catequista y el catequizando para leer la sagrada escritura con fruto y seguridad?

Los especialistas en el estudio de la biblia han desarrollado varias técnicas para analizar con la habilidad lo que se dice en cualquier obra literaria, al observar con todo cuidado el significado preciso de las palabras, figuras retóricas e imágenes en cualquier texto, los expertos pueden analizar  el pasaje todo lo que verdaderamente dice.

Los catequistas debe aprovechar todos estos estudios modernos; ellos nos han dado normas más útiles, las cuales se pueden rápidamente captar, si tenemos en cuenta la contestación o estas preguntas:

 1. ¿Qué clase de literatura es la Biblia?

 2. ¿Cuán literalmente  se puede leer la Biblia?    

 3. ¿De qué manera es la Biblia inerrante?

A la pregunta sobre los géneros literarios, se responde que estos géneros son parte de nuestra experiencia; nosotros sabemos cuándo se trata de algo histórico, cuando se trata de algo que no es histórico. Y a este respecto uno de los mayores éxitos de la crítica literaria fue precisamente el descubrir que la Biblia contiene diferentes tipos de literatura.

Para poder llevar a cabo una interpretación acertada de la Biblia tenemos que leer los pasajes bíblicos individuales frente al fondo total de la biblia y en perspectiva. En la regla básica para su interpretación:<< la Biblia interpreta a la Biblia>>.

Por eso es necesario fijarse muy bien en las palabras y también tener en cuenta las circunstancias históricas que rodearon al auto, su mundo, sus intereses y sus objetivos, las fuentes orales y escritas que utilizó y las expresiones que se usaban en su tiempo.

Sobre la inerrancia de la Biblia debe tenerse muy en cuenta la Constitución dogmática del concilio Vaticano II sobre la divina revelación pues es uno de los documentos luminosos a este respecto.

Los  Libros sagrados enseñan solo, fielmente y sin error, la verdad que Dios quiso consignara dichos  libros para la salvación nuestra. 

En otras palabras, las verdades que deben defenderse como inmigrantes se refieren a todo lo necesario para la salvación.

Para completarlo anteriormente expuesto, es muy importante que todos los católicos, especialmente los catequistas, tengan en cuenta los nueve principios para una lectura católica de la biblia según el Vaticano II?

La formulación  atinada de estos nueve principios, se debe a Sánchez Caro en Biblia y Palabra de Dios. Son los siguientes:

1. La escritura es toda ella palabra humana y palabra de Dios. No cabe hacer una separación absoluta entre interpretación de la Biblia como libro meramente humano e interpretación de la Biblia como libro Que contiene y es Palabra de Dios. Esta es la pre comprensión básica del exégeta católico.

2. El acceso a la palabra escrita de Dios es la palabra humana de la Biblia. Tomar en serio la naturaleza  humana -divina de la escritura, lleva consigo tomar en serio la humanidad de la escritura. Y esto porque no hay posibilidad ordinaria de acceso a la palabra escrita de Dios, sino es a través del conocimiento de la palabra humana de la Biblia.

3. Principio hermenéutico de la intención del autor. Para conocer lo que Dios quiere decir dice en la sagrada escritura, es necesario conocer tanto los condicionamientos e intención  de su autor o autores humanos, como los de su lenguaje, que no siempre depende de la intención de los autores humanos.

4. Principio de la metodología exegética diacronía  y sincronía. Para interpretar correctamente la escritura, es necesario adoptar todos los métodos e instrumentos de interpretación que se emplean para cualquier obra humana de similares características: conocimiento de los géneros literarios, crítica textual y literaria, métodos de filosofía lingüística, métodos históricos críticos. Es condición indispensable para el uso de estos instrumentos y métodos el librarlos de aquellos principios filosóficos, a veces conectados con ellos, que entran en contradicción con la naturaleza divina de la Sagrada Escritura. 

5. Principio de la lectura desde las ciencias humanas. Para interpretar correctamente la escritura son útiles y utilizables aquellos procedimientos y métodos de interpretación que provienen de la investigación y el estudio en el campo de las ciencias humanas. Deben usarse en las mismas condiciones de los métodos  anteriormente mencionados y, por estar menos experimentados en el campo de la ciencia bíblica, se deben usar con especial circunspección.

6. Principio de la lectura en el espíritu. El espíritu de Dios que dio a conocer Israel la revelación mediante hechos y palabras, bajo cuya acción está se puso por escrito y fue reconocida por escritura inspirada y normativa, es el mismo espíritu que hace posible la Encarnación del verbo de Dios y que Jesús deja a la iglesia para que reconozca en su palabra y en sus obras la plenitud de la revelación de Dios; es también el mismo espíritu bajo y acción se pone todo esto por escrito y se reconoce como revelación definitiva y la iglesia se somete a ellos como normativos y canónicos. En consecuencia, es el mismo espíritu que habita y vive en la  iglesia como palabra interna a  ella, quien también sigue dándole a conocer la palabra externa que es la escritura, haciendo posible su interpretación auténtica, convirtiéndola en palabra eficaz hoy y en cada tiempo. En resumen, no hay espíritu sin  iglesia ni iglesia sin espíritu.

7. Principio de la unidad de toda la Escritura. Hay que leer e interpretar la escritura en el contexto total de la única historia de la salvación, cuyas diversas etapas son animadas por el mismo espíritu que hoy vivifica a la iglesia. Esta lectura INICIA  en el descubrimiento de que todos los textos bíblicos se encuentran  inmersos en una tradición cultural y religiosa con muchos puntos en común, y SE FUNDAMENTA  en el hecho de que es el espíritu Santo El que anima toda la historia de la salvación, que se materializa en la escritura sagrada (inspiración), y el que manifiesta a la iglesia la única economía de salvación cuya plenitud es Cristo y su evangelio (canon).

Esta atención a la unidad del contenido del escritura se lleva acabo con una operación DINÁMICA (no eliminando las diferencias) en las que la única historia de salvación está orientada a Cristo, y como una operación ECLESIAL que se da cuando el intérprete el en la escritura en el contexto de la iglesia, ámbito en que se garantiza hoy la acción del Espíritu Santo.

8. Principio de la tradición viva de la iglesia. Para interpretar correctamente la escritura hay que atender a la tradición viva de la iglesia, manifestación  en ella de la acción del espíritu  que vivifica y actualiza la letra muerta de la escritura. Esto exige interpretar la escritura en el contexto de la tradición apostólica, teniendo en cuenta el testimonio de los padres de la iglesia, la liturgia, el asentimiento del pueblo de Dios en cuestiones de fe y costumbres, y las orientaciones del magisterio. Pero exige además interceptarse en la tradición viva, abrirse  al espíritu Santo para profundizar la escritura y descubrir su sentido actual.

9. Principio  la analogía de la fe. La interpretación del escritura exige atender a la analogía de la fe, es decir, tener en cuenta la conexión de cada texto con los misterios de la fe que vive y proclama la iglesia. Así, la interpretación está siempre abierta una nueva profundización del significado, pues la tarea de interpretar la palabra de Dios no se agota nunca y cada vez puede descubrirse nuevos aspectos del texto relacionados con el misterio global, los cuales, sin embargo, nunca pueda entrar en contradicción con la  de la Iglesia.

Conclusión

De acuerdo  con todo lo expuesto, los evangelizadores, y en especial los catequistas, con sano criterio, deberán recoger todas las enseñanzas de los biblistas y de los teólogos.

Se abstendrá de turbar el espíritu de los niños y de los jóvenes, en esa tapa de su catequesis, con teorías extrañas, problemas fútiles o discusiones estériles muchas veces fustigadas por San Pablo en sus cartas pastorales.

De una cosa debemos estar seguros: la Iglesia confía plenamente en que el mismo espíritu que inspiró a los redactores de la biblia, continúa viéndola y dirigiéndola a  través del tiempo y diversas generaciones. Esta debe ser nuestra oración llena de confianza en el espíritu Santo, alma de la iglesia.

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