Domingo de Resurrección

Domingo de Resurrección

Solemnidad

Martirologio Romano: En este día, que el Señor ha realizado, solemnidad de las solemnidades y nuestra Pascua: Resurrección de nuestro Salvador Jesucristo según la carne.

"La Gloria de la Pascua" es el título homilético de José Román Flecha para Homilía Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor.

"¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?" Esa es la pregunta que la comunidad de los cristianos dirige en este día de Pascua a María Magdalena. Nosotros somos los que creen si haber visto. Por eso nos atrevemos a preguntar a los testigos de la primera hora qué es lo que han visto. En la mañana del aquel primer día de la semana. En la mañana de nuestra fe.

"¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!". En ese grito gozoso de María Magdalena se concentra la fuerza de los versos de la secuencia que se proclama en la liturgia de hoy. El amor es más fuerte que la muerte y la esperanza verdadera no sucumbe cuando se agotan las ilusiones inmediatas. El Resucitado es la fuente de la vida. Y el sentido para la vida.

El himno pone todavía en boca de Magdalena una invitación que se dirige a todos los discípulos del Maestro: "Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua". El ministerio de Jesús comenzó en Galilea. Y allí fue llamando a sus discípulos. Dispersados por el miedo, han de volver a los orígenes. Y recobrar el aliento de la llamada.

VER Y CREER

El amanecer del primer día de la semana es evocado también en el evangelio que hoy se proclama (Jn 20, 1-9). En la experiencia del amor, siempre se recuerdan con gozo los momentos iniciales del encuentro. En la experiencia de la fe pascual, los cristianos volvemos con gratitud a aquel amanecer que siguió a la condena, a la muerte y a la sepultura de Jesús.

El texto subraya la importancia de "ver". Al llegar al sepulcro de Jesús, María Magdalena se espantó. Vio la losa del sepulcro del Señor. Pero en el primer momento no pudo ver al Señor que habían depositado en el sepulcro. De pronto sintió que le faltaba la referencia última al Señor al que había seguido por los caminos. El creer y el ver se unían en su recuerdo.

A falta del punto de apoyo que había encontrado en el Maestro de los discípulos, fue a buscarlo en los discípulos del Maestro. Si ella corrió a llamarlos, corriendo fueron ellos al sepulcro. Al llegar al sepulcro vacío, Pedro "vió" las vendas y el sudario con que había envuelto el cuerpo y la cabeza de Jesús, pero no se dice que creyera.

El discípulo amado entró también al sepulcro. Vio lo mismo que Pedro y comenzó a creer. Pedro no había hecho todavía su profesión de amor a su Maestro. Magdalena y el otro discípulo son recordado por su amor. Así pues, para creer en la resurrección no basta ver con los ojos. Es preciso que el amor nos acerque al misterio del Señor.

LA MUERTE EN TI NO MANDA

El relato evangélico termina con una observación importante: "Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos".

Jesús había explicado a sus seguidores que tenía que ser condenado y que le darían muerte. Pero los discípulos guardaban en el corazón sus propias expectativas. Sus intereses personales no les permitían descubrir el misterio de su Maestro. Para que la fe surja en nuestra vida no basta con escuchar la palabra del Señor.

Jesús había preguntado con frecuencia a sus discípulos si entendían su mensaje. Ellos solían responder afirmativamente. Pero el relato pascual nos revela que no es lo mismo entender las palabras del Maestro que aceptar su entrega. El proceso de la fe pasa por hacer nuestra la vida y la suerte del Señor.

Jesús había anunciado una y otra vez que, a los tres días de su muerte, había de resucitar de entre los muertos. Pero los suyos se preguntaban qué significaba eso de resucitar. Ni antes ni después estaban preparados para ellos. La culminación de la fe no se logra por las razones humanas. Es siempre un don de Dios y una sorpresa.

- Señor Jesús, "primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa". Amén. ¡Aleluya!

Correr y entrar, ver y creer

Santo Evangelio según san Juan 20, 1-9. Domingo de Resurrección

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Creo en ti, Señor. Sé que eres una persona viva y real que me escuchas en este momento y que siempre me acompañas. Gracias por haber resucitado, Jesús. Gracias por haber salido victorioso del sepulcro porque de esta manera has dado sentido a toda mi existencia. Aumenta mi fe, mi confianza en ti y mi caridad. Concédeme un celo ardiente para predicarte a todos los que no te conocen o necesitan de ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.

En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Son acciones que iluminan mi oración de hoy. Los dos apóstoles realizan los mismos gestos y ambos entienden que no estás muerto, sino que has resucitado. Tal vez esto me ayude también a mí a descubrirte vivo en mi vida.

Correr. Es la reacción inmediata que Pedro y Juan tienen al escuchar el testimonio de María Magdalena. Ellos corren al sepulcro como quien corre al encuentro de lo deseado por mucho tiempo. Corren tal vez por curiosidad. Corren por que tienen esperanza, tienen la ilusión de encontrar, encontrar un muerto o un vivo, pero siempre encontrar algo. Correr puede expresar esa sed que llevo en mi alma de salvación, de amor, de vida eterna. Correr es símbolo del deseo de Dios. ¿Sigo corriendo en mi vida, es decir, deseando encontrarte?

Entrar. Es la actitud ante tus planes. Pedro y Juan tienen que entrar en el sepulcro. Entrar para los apóstoles fue comprobar que sus ideas, planes y pensamientos no eran los mismos que los tuyos. Ellos esperaban hallarte muerto, y sin embargo no fue así. En mi vida entro cuando sé descubrir lo que quieres de mí y me dejo sorprender por tus designios. Entrar es vivir en la búsqueda de tu Voluntad y dejarme sorprender y guiar.

Ver. Los dos discípulos ven los lienzos. Ver es algo fundamental. Ellos no te ven a ti. Ven los lienzos en los que habían envuelto tu cadáver, y por ellos es que pueden luego creer en que sigues vivo. Esto en mi vida se puede manifestar en mi capacidad de ver los instrumentos que vas poniendo en mi vida para que pueda llegar a ti: una oración bien hecha, los sacramentos, un director espiritual, el sabio consejo de un amigo, etc… Todos ellos son los lienzos que me ayudan a descubrirte vivo y operante en mi existencia.

Creer. Es la última acción y no por ello la menos importante. Necesito creer de verdad que estás vivo. A ello se llega por el deseo de Ti que arde en mi interior, por la Providencia divina que actúa en mi vida, por los instrumentos que pones en mi camino para mostrarte cercano. Creer es don tuyo. Creer no es sólo acto de conocimiento, es acto de donación, es acto de entrega, es acto de destapar el regalo que me fue dado en el bautismo. Es lanzarse hacia lo que no se ve con certeza de que no seré defraudado.

Ayúdame Señor a creer en ti. Gracias por la salvación que has logrado para mí. Y permíteme hacer una experiencia de tu existencia real y operante en mi vida.

«Así como los Apóstoles en la mañana de Pascua, no obstante las dudas e incertidumbres, corrieron hasta el lugar de la resurrección atraídos por el amanecer feliz de una nueva esperanza, así también sigamos nosotros en este santo domingo la llamada de Dios a la comunión plena y apresuremos el paso hacia ella».

(Homilía de S.S. Francisco, 26 de junio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy pediré a Dios por los frutos de las misiones de Evangelización de la Iglesia.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Síndone y Sudario cubrieron el cadáver de la misma persona

Según la Medicina Forense aparece un elevado número de concordancias entre las lesiones

«Desde el punto de vista de la Antropología Forense y de la Medicina Forense, toda la información puesta al descubierto por la investigación científica», en relación con la Síndone de Turín y con el Sudario de Oviedo, «es compatible con la hipótesis de que Síndone y Sudario cubrieron el cadáver de la misma persona», con todos los traumatismos y lesiones que sufrió Jesús de Nazaret, según la narración de los Evangelios. Lo afirmó el médico forense español Alfonso Sánchez Hermosilla, en el Congreso anual del Centro Internacional de Sindonología, que se llevó a cabo en febrero de 2015, en la ciudad de Turín, dedicado a la actualización sobre los «principales temas» relacionados con la Síndone.

Se trata de un encuentro reservado para los miembros del Centro, y este año también participaron grupos y organizaciones que en todo el mundo colaboran con el Centro de Turín. Hubo más de 300 estudiosos y expertos de Francia, Inglaterra, España, Perú, México, Brasil y Bolivia. «También en esta ocasión», explicó Gian Maria Zaccone, director científico del Museo de la Síndone, «en el centro del debate y de las intervenciones, no se encuentra el tema de la autenticidad de la Tela. El objetivo del encuentro es ver el estado de la cuestión sobre algunos temas de la investigación sindónica que requieren mayor profundización, como, por ejemplo, el papel de la investigación palinológica y el significado de la investigación histórica e informática sobre la Síndone».

Entre los expertos se encontraba Sánchez Hermosilla, director del EDICES (Equipo de Investigación del Centro Español de Sindonología) y médico forense que ha continuado con los estudios que emprendió en los años 60 monseñor Giulo Ricci sobre el Sudario de Oviedo. «La similitud en la morfología de las manchas y el tamaño de las mismas, con la Síndone de Turín» hizo pensar a Ricci «que, efectivamente, había dado con la reliquia que menciona San Juan. Desde el punto de vista de la Antropología Forense y de la Medicina Forense –explicó Sánchez Hermosilla–, toda la información puesta al descubierto por la investigación científica, es compatible con la hipótesis de que Síndone y Sudario cubrieron el cadáver de la misma persona».

El Sudario de Oviedo es una reliquia que se conserva en la Catedral de “El Salvador” en la ciudad española; se encuentra en la Cámara Santa utilizada como capilla del palacio durante el reino de Alfonso II “el Casto”, un edificio anexo al palacio y que fue construido con la intención de albergar el Sudario y otras reliquias por el mismo rey. «Este lienzo se encuentra en esta región del norte de España desde los años 812 ó 842, según los historiadores», y la reliquia «está confeccionada en lino, y tiene un tamaño aproximado de 84x54 centímetros». La estructura textil de la Síndone y del Sudario «tienen igual composición, concretamentelino, idéntico grosor de fibras, están hilados a mano y con torcedura en “Z”, aunque han sido tejidos de diferente manera: sarga en espiga para la Síndone y trama ortogonal, (tafetán) para el Sudario».

En el Sudario no hay nada parecido a la imagen misteriosa que se encuentra en la Síndone, que se produjo después de que el cuerpo envuelto en la sábana lo manchara con sangre y fluidos. Hay solo huellas de sangre y otros fluidos corporales «procedentes de un cadáver humano, como ya determinó en el año 1985 el Dr. Pierluigi Baima Bollone, confirmando que además, la sangre era del grupo AB, dato que fue corroborado con posterioridad por el Dr. José Delfín Villalaín Blanco».

«El estudio morfológico de las manchas presentes en los dos lienzos –afirmó Sánchez Hermosilla– manifiestan un evidente parecido entre ellas, la causa se debe a que el cadáver que las originó fue tratado con mucho cuidado en ambos casos». Claro, admitió el especialista español, «Debe tenerse en cuenta que este parecido morfológico entre las manchas de sangre no tendría por qué darse obligatoriamente: cabezas distintas pueden dar manchas muy parecidas y la misma cabeza puede dar manchas muy distintas. Sin embargo –insistió–, ambas formaciones se corresponden muy bien, tanto en posición relativa como en tamaño superficial, a lo que cabría añadir la concordancia de las distancias entre las lesiones maculantes que originaron las manchas si comparamos ambas reliquias».

Sánchez Hermosilla hizo notar que el Sudario de Oviedo «pudo cubrir el rostro del cadáver con anterioridad» a la Síndone de Turín. «Desde el punto de vista de la Medicina Forense –explicó–, aparece un elevado número de concordancias entre las lesiones que se aprecian en la imagen sindónica, y las que se pueden observarse en el estudio criminalístico del Sudario de Oviedo. Todas estas lesiones además, son concordantes con los hallazgos que, en su día, realizó el STURP mediante el uso del VP8».

Entre las evidencias más importantes, según el médico español, está las manchas de sangre atribuidas a las espinas de la corona que «aparecen en ambas reliquias con una gran similitud en la distancia que las separa entre sí». La superficie «ocupada por la nariz en ambos lienzos es muysimilar, en el Sudario de Oviedo ocupa un área de 2.280 mm2, y en la Síndone es de 2.000 mm2. Asimismo, hacia la mitad de la región derecha de la nariz aparece una zona inflamada con una superficie de 100 mm2en el Sudario y 90 mm2en la Síndone».

Además, una de las manchas del Sudario de Oviedo «parece compatible con algunas de las heridas ocasionadas por Flagrum Taxilatumen la zona derecha del cuello, y resulta ser compatible con algunas de las improntas de la Síndone de Turín atribuidas a esta misma causa. En la región occipital aparecen manchas de sangre vital, es decir, que se vertió cuando el condenado estaba aún con vida, son muy similares en ambos lienzos, y parecen relacionarse con lesiones punzantes en cuero cabelludo, además resultan ser concordantes con las que produciría una corona de espinas».

«A la altura de la 7ª vértebra cervical, o “vertebra prominens” –continuó el estudioso español–, en el Sudario de Oviedo aparece una mancha que adopta la forma de una mariposa, y que se pudo originar como consecuencia de coser cuidadosamente el lienzo ovetense al cabello del cadáver embadurnado con sangre aún fresca. Esta forma de coser el lienzo a la cabellera ocasionó que esta adoptase la forma que puede apreciarse en la imagen sindónica y que algunos autores creyeron identificar con una especie de coleta, o incluso trenza, constituyendo otra pruebamás de la influencia que el uso previo del Sudario pudo tener sobre la Síndone. A ambos lados de esta mancha, aparecen otras ocasionadas por fluidos cadavéricos, y que resultan similares en Síndone y Sudario».

Sánchez Hermosilla también afirmó que en el Sudario de Oviedo hay una mancha que se encuentra precisamente en la esquina inferior izquierda del reverso de la tela, «que podría haberse producido como consecuencia del orificio de salida de la lesión ocasionada por la lanzada, dicha mancha tiene su equivalencia en la Síndone de Turín, y podría haber pasado desapercibida hasta la fecha por susimilitud morfológica con las manchas atribuidas a la flagelación. Además de esta mancha, aparecen signos indirectos de la lanzada, tales como los abundantes coágulos de fibrina que aparecen en las denominadas mancha difusay mancha en acordeón».

Las reconstrucciones tridimensionales del rostro del hombre de la Síndone corresponden con las manchas que se encuentran en el Sudario de Oviedo. «Tras conocer las proporciones craneométricos que aparecen en ambas reliquias, y una vez realizada su comparación, se comprueba que son concordantes, lo que ha permitido al escultor D. Juan Manuel Miñarro López realizar una reconstrucción del rostro del Hombre de la Síndone, dicha reconstrucción es absolutamente compatible conel rostro del Hombre del Sudario, no sólo en sus proporciones antropométricas, sino también en las lesiones traumáticas que presentan ambos».

«De hecho, incluso se verificó la compatibilidad del rostro una vez esculpido, pues se cubrió con tinta en las regiones anatómicas que aparecen manchadas de sangre en el Sudario de Oviedo, sobre ellas se aplicó un lienzo y se ajustó cuidadosamente, para a continuación retirarlo y comprobar el resultado; las improntas resultantes resultaron ser muy similares a las que aparecen en el lienzo ovetense».

Para concluir, explicó el médico español, incrustado en un coágulo de sangre que proviene del Sudario de Oviedo, «se ha descubierto un grano de pólen que ha sido identificado morfológicamente por la Bióloga del EDICES, Doña Marzia Boi, como perteneciente al género botánico “Helicrisum”, y es compatible con otros pólenes análogos encontrados por otros investigadores sobre la Síndone de Turín. Este hallazgo, además de suponer una nueva concordancia entre ambas reliquias, podría corroborar la hipótesis de Doña Marzia Boi de que parte de los pólenes podrían haber llegado a los lienzos procedentes de los ungüentos con que fue amortajado el cadáver».

El Papa visita a las personas sin hogar, ya vacunadas, en el Aula Pablo VI

Visitó por sorpresa el centro de prevención del Covid-19 instalado en el Vaticano.

Las vacunaciones para las personas sin hogar continúan en el Vaticano y esta mañana, Viernes Santo, poco antes de las 10 de la mañana, el Papa Francisco visitó el atrio del Aula Pablo VI, mientras el personal sanitario realizaba la infiltración de suero de algunas de estas personas en dificultad, que son acogidas y acompañadas por  asociaciones romanas. El Pontífice saludó a los médicos y enfermeras, siguió el procedimiento de preparación de las dosis de las vacunas y habló con quienes esperaban la vacunación. Hasta la fecha, se han vacunado con la primera dosis unas 800 de las aproximadamente 1.200 personas necesitadas que recibirán la vacuna esta semana.

Nadie sea excluido
La vacunación del numeroso grupo de personas pobres y con dificultades tiene lugar esta Semana Santa por iniciativa de la Limosnería Apostólica, gracias a las dosis de las vacuna Pfizer-Biontech adquiridas por la Santa Sede y ofrecidas por el Hospital Lazzaro Spallanzani de Roma. Con este gesto, especificó la Limosnería en un comunicado, se quiere dar "concreción a los distintos llamamientos del Papa Francisco para que nadie quede excluido de la campaña de vacunación Covid-19".480p

Para realizar las inoculaciones que se administran en el Aula Pablo VI hay médicos, personal sanitario y voluntarios del ambulatorio "Madre de la Misericordia", situado bajo la columnata de Bernini en la Plaza de San Pedro, que ya han ofrecido asistencia a más de 1.200 marginados de 96 países, llevando a cabo test, hisopados y diagnósticos para detectar el coronavirus.

Una "vacuna en espera de una donación"
Además, "para compartir el milagro de la caridad hacia nuestros hermanos más vulnerables y darles la posibilidad de acceder a este derecho", se han abierto donaciones online en la cuenta de caridad del Papa Francisco gestionada por la Limosnería en www.elemosineria.va

Una especie de "vacuna en espera" para reiterar que todos, como ha recordado varias veces el Pontífice, "deben tener acceso a la vacuna, sin que nadie quede excluido por su pobreza".

¿Qué es la bendición papal Urbi et orbi?

La bendición Urbi et orbi se imparte durante el año siempre en dos fechas: el Domingo de Pascua y el día de Navidad

Urbi et orbi, palabras que en latín significan "a la ciudad [Roma] y al mundo". Eran la fórmula habitual con la que empezaban las proclamas del Imperio Romano. En la actualidad es la bendición más solemne que imparte el Papa, y sólo él, dirigida a la ciudad de Roma y al mundo entero.

La bendición Urbi et orbi se imparte durante el año siempre en dos fechas: el Domingo de Pascua y el día de Navidad, 25 de diciembre. Se hace desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, llamado por eso Balcón de las bendiciones, adornado con cortinas y colgantes, y con el trono del Papa colocado allí, y para ella el Papa suele revestirse con ornamentos solemnes (mitra, báculo, estola y capa pluvial) y va precedido de cruz procesional y acompañado de cardenales-diáconos y ceremonieros. También es impartida por el Papa el día de su elección; es decir, al final del cónclave, en el momento en que se presenta ante Roma y el mundo como nuevo sucesor de San Pedro.

La característica fundamental de esta bendición para los fieles católicos es que otorga la remisión por las penas debidas por pecados ya perdonados, es decir, confiere una indulgencia plenaria bajo las condiciones determinadas por el Derecho Canónico (haber confesado y comulgado, y no haber caído en pecado mortal).

La culpa por el pecado es remitida por el Sacramento de la Reconciliación (confesión), de manera que la persona vuelve a estar en gracia de Dios, por lo cual se salvará si no vuelve a caer en pecado mortal; empero, la pena debida por esos mismos pecados debe ser satisfecha, es decir, se debe reparar y compensar el desorden introducido por el pecado, lo cual se lleva a efecto por medio de la penitencia impuesta en el sacramento, por medio de otras obras buenas y, en último caso, por medio del sufrimiento del Purgatorio. Dado que la indulgencia plenaria remite completamente esa pena debida, el fallecido sin haber caído nuevamente en pecado no ha de pasar por el purgatorio y accede directamente al cielo. De acuerdo a las creencias de los fieles, los efectos de la bendición Urbi et orbi se cumplen para toda aquella persona que la reciba con fe y devoción, incluso si la recibe a través de los medios de comunicación de masas (televisión, radio, internet, etc.).

Fórmula de la bendición papal Urbi et orbi

- Sancti Apostoli Petrus et Paulus, de quórum potestate et auctoritate confidimus, ipsi intercedam pro nobis ad Dominum.

– Amen.

– Precibus et meritis beatæ Mariae semper Virginis, beati Michaelis Archangeli, beati Ioannis Baptistæ et sanctorum Apostolorum Petri et Pauli et omnium Sanctorum misereatur vestri omnipotens Deus et dimissis omnibus peccatis vestris, perducat vos Iesus Christus ad vitam æternam.

– Amen.

– Indulgentiam, absolutionem et remissionem omnium peccatorum vestrorum, spatium verae et fructuosae penitentiæ, cor semper penitens et emendationem vitae, gratiam et consultationem sancti Spiritus et finalem perseverantiam in bonis operibus, tribuat vobis omnipotens et misericors Dominus.

– Amen.

– Et benedictio Dei omnipotentis (Patris et Filii et Spiritus sancti) descendat super vos et maneat semper.

– Amen.

Traducción en español

La traducción en español aproximada es como sigue:

"Los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, de cuyo poder y autoridad estamos seguros, pueden interceder para nosotros al Señor."

Todos: "Amén"

"Por a las oraciones de siempre Virgen María bendecida, bendecido Miguel el Arcángel, bendecido Juan el Bautista, y los apóstoles santos Pedro y Pablo, y todos los santos: puede Dios todopoderoso tener piedad por Usted, perdonarle sus pecados, y Jesús Cristo le puede traer a vida siempre duradera."

 

Todos: "Amén"

"El señor omnipotente y caritativo os concede legado, distribución y perdón de todos Vuestros Pecados, un período de arrepentimiento auténtico y fértil, un corazón siempre penitente y mejora de la vida, la piedad y consuelo del Espíritu Santo, y la perseverancia final en buenas obras."
Todos: "Amén"

"Y la bendición del Dios omnipotente, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo viene en vosotros y permanece en casa en caso de vosotros siempre."

Todos: "Amén"

Domingo de Resurrección

La Resurrección es fuente de profunda alegría

Importancia de la fiesta

El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión.

Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.

La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.

Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.

En la resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar?

Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.

San Pablo nos dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14)

Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios.

Pero, como Jesús sí resucitó, entonces sabemos que venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera, toda nuestra vida adquiere sentido.

La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de resucitados, demostrar al mundo nuestra alegría porque Jesús ha vencido a la muerte.

La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico.

Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, nuestro Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo.

Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo pascual, en el que recordamos el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión.

¿Cómo se celebra el Domingo de Pascua?

Se celebra con una Misa solemne en la cual se enciende el cirio pascual, que simboliza a Cristo resucitado, luz de todas las gentes.
En algunos lugares, muy de mañana, se lleva a cabo una procesión que se llama “del encuentro”. En ésta, un grupo de personas llevan la imagen de la Virgen y se encuentran con otro grupo de personas que llevan la imagen de Jesús resucitado, como símbolo de la alegría de ver vivo al Señor.

En algunos países, se acostumbra celebrar la alegría de la Resurrección escondiendo dulces en los jardines para que los niños pequeños los encuentren, con base en la leyenda del “conejo de pascua”.

La costumbre más extendida alrededor del mundo, para celebrar la Pascua, es la regalar huevos de dulce o chocolate a los niños y a los amigos.

A veces, ambas tradiciones se combinan y así, el buscar los huevitos escondidos simboliza la búsqueda de todo cristiano de Cristo resucitado.

La tradición de los “huevos de Pascua”

El origen de esta costumbre viene de los antiguos egipcios, quienes acostumbraban regalarse en ocasiones especiales, huevos decorados por ellos mismos. Los decoraban con pinturas que sacaban de las plantas y el mejor regalo era el huevo que estuviera mejor pintado. Ellos los ponían como adornos en sus casas.

Cuando Jesús se fue al cielo después de resucitar, los primeros cristianos fijaron una época del año, la Cuaresma, cuarenta días antes de la fiesta de Pascua, en la que todos los cristianos debían hacer sacrificios para limpiar su alma. Uno de estos sacrificios era no comer huevo durante la Cuaresma. Entonces, el día de Pascua, salían de sus casas con canastas de huevos para regalar a los demás cristianos. Todos se ponían muy contentos, pues con los huevos recordaban que estaban festejando la Pascua, la Resurrección de Jesús.

Uno de estos primeros cristianos, se acordó un día de Pascua, de lo que hacían los egipcios y se le ocurrió pintar los huevos que iba a regalar. A los demás cristianos les encantó la idea y la imitaron. Desde entonces, se regalan huevos de colores en Pascua para recordar que Jesús resucitó.
Poco a poco, otros cristianos tuvieron nuevas ideas, como hacer huevos de chocolate y de dulce para regalar en Pascua. Son esos los que regalamos hoy en día.

Leyenda del “conejo de Pascua”

Su origen se remonta a las fiestas anglosajonas pre-cristianas, cuando el conejo era el símbolo de la fertilidad asociado a la diosa Eastre, a quien se le dedicaba el mes de abril. Progresivamente, se fue incluyendo esta imagen a la Semana Santa y, a partir del siglo XIX, se empezaron a fabricar los muñecos de chocolate y azúcar en Alemania, esto dio orígen también a una curiosa leyenda que cuenta que, cuando metieron a Jesús al sepulcro que les había dado José de Arimatea, dentro de la cueva había un conejo escondido, que muy asustado veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto.

El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada y lo veía y lo veía preguntándose quien sería ese Señor a quien querían tanto todas las personas.

Así pasó mucho rato, viéndolo; pasó todo un día y toda una noche, cuando de pronto, el conejo vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva ¡más vivo que nunca!

El conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar al mundo y a todas las personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado.

Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría y así lo hizo.

Desde entonces, cuenta la leyenda, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordarle al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegres.

Sugerencias para vivir la fiesta

  • Contemplar los lugares donde Cristo se apareció después de Su Resurrección
  • Dibujar en una cartulina a Jesús resucitado
  • Adornar y rellenar cascarones de huevo y regalarlos a los vecinos y amigos explicándoles el significado.

¡Todo empieza de nuevo, Cristo ha resucitado!

¡Alegría de Cristo resucitado! ¡Alégrese toda la tierra! ¡Alégrate tú, Cristo te ha salvado!

Vamos a hacer de esta reflexión una contemplación de la experiencia que Pedro tiene sobre la resurrección de Cristo. Dice el Evangelio: "Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Nathanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos".

Recordemos que Cristo ha resucitado. Todos han sido testigos: ha estado con ellos, les ha hablado y les ha prometido que dejaba al Espíritu Santo, han visto el milagro de Tomás; sin embargo, la soledad vuelve a rodearles.
"Simón Pedro les dice: "Voy a pescar. Le contestan ellos: También nosotros vamos contigo. Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada". Los apóstoles estaban solos respecto a Cristo, solos respecto a su oficio de pescadores. ¡Y de pronto sucede algo que ellos no esperaban!

Una de las características de las apariciones de Cristo es la gratuidad. Cristo no se aparece para dar gusto a nadie. Cristo mantiene en sus apariciones una gratuidad. "Me aparezco cuando quiero, porque yo quiero". Con lo que Él nos vuelve a manifestar que Él es el verdadero Señor de la existencia.

"Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era él. Díeles Jesús: Muchachos, ¿no tenéis pescado?" ¡Imagínense cómo le contestarían..., después de toda la noche trabajando se habían acercado a la orilla, y un señor imprudente les pregunta si no tienen pescado! Y Él les dice: "Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis". Echan la red y resulta que ya no la pueden arrastrar por la abundancia de peces. ¿Qué sentirían?

"El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: Es el Señor". De nuevo se repiten las mismísimas situaciones al primer encuentro con Jesús: Un día, después de pescar infructuosamente, todos en la barca regresan. Los experimentados han fracasado, y un novato les dice que echen ahí las redes, que ahí hay peces. La echan y efectivamente la red se llena.

¡Cuántas cosas semejantes al primer amor! Juan no lo narra, lo narran los otros evangelistas, pero sabe al primer encuentro. Y Juan, que ama y es amado, dice: "Es el Señor". Reconoce los detalles del inicio de la vocación. Es como si Cristo buscase dar marcha atrás al tiempo para decir: "Todo empieza de nuevo, sois verdaderamente hombres nuevos", como en el primer momento, como en el primer instante. Como que el primer amor vuelve a surgir desde el fondo de nosotros mismos para recordarnos que somos llamados por Cristo.

Juan, en la fe y en el amor, reconoce al Señor, y Pedro sin pensar dos veces, se lanza de nuevo hacia Él. Ya no es el Pedro del principio de este Evangelio: amargado, triste, enojado. Es un Pedro que ha oído: "Es el Señor"; y se lanza al agua. Y después viene toda esa hermosísima escena de la comida con Cristo, en la que el Señor produce de nuevo la posibilidad de comunión con Él, en amistad, en cercanía y en abundancia. "Siendo tantos los peces, no se rompió la red".

Todo esto va preparando la experiencia de Pedro con Cristo. Hay ciertos temas que Pedro no ha tocado aún, hay ciertas situaciones que Pedro no se ha atrevido a señalar. Hay un aspecto que Pedro, aun estando con Cristo resucitado, no ha resuelto todavía: la noche del Jueves Santo; la negación de Pedro. Es un tema que Pedro tiene encerrado en un closet con siete llaves. Tan es así, que Pedro se lanza al aguan como diciendo: "aquí no ha pasado nada, yo vuelvo a ser el primero". Y Cristo dice: "traed los peces". Y Pedro es el primero en ir a buscarlos. Como si a base de estos gestos uno quisiese tapar aquellas cosas que no nos gustan que los demás vean.

Y continúa el Evangelio diciendo: "Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan ¿me amas?". Cristo vuelve a preguntar por el amor. "[...] Apacienta a mis ovejas." Cristo confirma a Pedro su misión.

Y este amor que Cristo nos propone, es un amor nuevo. No es el amor de antes, no es el amor de aquella jornada junto al lago en la que Cristo les pregunta: "¿Quién soy yo para vosotros?", y Pedro responde: "eres el Hijo de Dios." No es el amor de la sinagoga de Cafarnaúm cuando Cristo les dice: "¿También vosotros queréis marcharos?", y responde Pedro: "Señor, ¿a dónde iremos?" No es el amor del jueves por la tarde, cuando Cristo le dice: "Uno de vosotros me va a entregar", y Pedro salta. Cristo le dice: ¿Sabes qué? Tú me vas a negar tres veces. Y Pedro, explotando, dice: Yo antes daré mi vida que negarte a ti.

No es ese amor, no es el amor antiguo, el amor que nace de la propia decisión, el amor que nace, como un río, del propio corazón. Es el amor que, como lluvia, Cristo deposita sobre el desierto del alma de Pedro. Es el amor que se derrama sobre el alma, un amor que ya no procede de mi certeza, de mi convicción, de mi inteligencia, de mis pruebas, de mi tecnicismo; es el amor que nace sólo del apoyo que Cristo da a mi vida. Y ese amor es el amor que me va a hacer superar la debilidad para ponerme de nuevo en el seguimiento del Señor. No es el amor que nace de mí, sino el amor que viene de Él.

"En verdad, en verdad te digo, cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas a donde querías; pero cuando llegues a viejo extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras." Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: Sígueme.

Y Pedro ve a Juan y le dice a Jesús; "Señor, y éste ¿qué?" Y Jesús le responde: "Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme". Con esto Jesús le está diciendo: Olvídate de tu alrededor, deja de lado todos los otros apoyos que hasta ahora has tenido; tú, sígueme.

La resurrección, por sí misma, no es una garantía de nuestra proyección y lanzamiento con corazones resucitados. Habiendo sido testigos, nuestra vida puede continuar igual, sin transformaciones reales. Y esto lo vemos cada uno de nosotros en nuestra vida constantemente. Somos testigos de tantas cosas, y a lo mejor nuestra vida sigue igual.

La resurrección, el hecho de que veamos a Cristo, de que experimentemos a Cristo resucitado, la alegría de Cristo resucitado, a lo mejor, lo único que hace es dejar nuestra vida un poco más tranquila, pero no renovada. Sobre nuestra vida puede proyectarse la sombra del pasado o la incertidumbre del futuro. Nuestra vida puede seguir aferrada a antiguas certezas, a los criterios que nos han servido de brújula durante mucho tiempo.

Es bonito que Cristo haya resucitado, pero repasemos nuestra vida para ver cuántas veces pensamos que no nos sirve de mucho y que en el fondo hasta es mejor que las cosas sigan como están. Pedro no parece tener todavía una conciencia plena de lo que significa la resurrección de Jesucristo: lo vemos apegado a sus antiguos hábitos. Pedro sigue siendo el mismo, nada más que ahora se siente más solo, porque casi lo único que ha sacado en claro es la debilidad de su amor. Después de tres años, para Pedro lo único que prácticamente hay claro es que su amor es sumamente débil. Pedro se ha dado cuenta de que puede fallar mucho y de que no sabe ser roca para los demás. Junto a todas las cosas de que ha sido testigo tras la resurrección de Cristo, en el corazón de Pedro hay algo que pesa: la pena, el fracaso para con quien él más ama.

Esto es como una herida tremenda en el corazón de Pedro, que ni el Domingo de Resurrección, ni las otras apariciones han sido capaces de curar, de limpiar, de purificar. A pasar de todos sus esfuerzo -cuando le dice María Magdalena: "ahí está el Señor”, y corre; le dice Juan: “es el Señor", y se lanza al agua-, el corazón de Pedro tiene una experiencia de profunda tristeza. Él sabe que es muy débil, más aún, nada le garantiza que no lo volvería a hacer, y casi prefiere ni pensar.

Quizá nosotros, después de esta Cuaresma en la que hemos ido recogiendo, como un odre, todas las gracias, todos los propósitos de transformación, todas las necesidades de cambio, todas las ilusiones de proyección, todavía podríamos tener un peso en nuestra alma: el saber que somos débiles, que nada nos garantiza que no volveríamos al estado anterior. Y, la verdad, se está muy a gusto pensando en la resurrección, mejor que pensar en esto.

La resurrección por sí misma no es garantía; pero, si queremos dar un paso adelante, nos daremos cuenta de que Cristo a Pedro lo renueva en el amor y en la misión. El diálogo en la playa entre Cristo y Pedro es un diálogo de renovación en el amor. Pedro amaba a Cristo, y desde el primer momento en que Cristo le pregunta: "Simón, hijo de Juan",(ya no le dice Pedro) me amas más que éstos?" Le dice él: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Esa certeza, el amor a Cristo, Pedro la tiene clavadísima en su alma.

Pedro, después de tres veces de preguntarle Cristo sobre el amor de su alma, se da cuenta de que, muy posiblemente, ese triple amor está curando una triple negación. Pedro constata que su amor se había quedado enredado en las tres veces que dijo: "No conozco a este hombre".

Cuando lo negó por tres veces, sus palabras, sus miedos encadenaron el amor vigoroso de Pedro. Y cuando Cristo sale al patio y lo mira, esa mirada hizo que Pedro se diera cuenta de las cadenas que él había echado.

Y Cristo como que quiere retomar la escena. Y así como retoma la escena de la vocación de ese primer momento, Cristo retoma la escena de la negación, como si Cristo le dijera a Pedro: ¿dónde estás?, ¿dónde te quedaste?, ¿te quedaste en el Jueves Santo?; vamos a volver ahí.

Y Cristo renueva el diálogo con Pedro donde se había quedado, y Cristo renueva su amor a Pedro y el amor de Pedro hacia Él, donde se había quedado atorado, en el jueves por la noche.

Cristo nos enseña que amarle en libertad significa ser capaces de mirar de frente nuestras debilidades, de volver a recorrer con Él los caminos que por miedo no nos atrevemos a cruzar.

Quizá, cada uno de nosotros tenga un jueves por la noche; quizá, cada uno de nosotros tenga una criada, una hoguera, unos soldados y un gallo que canta. Y Cristo, con amor, nos enseña a mirar de frente esa negación para que ya no nos atoremos ahí: "Si un día me dijiste no, camina ahora conmigo".

El día que Pedro negó a Jesucristo, a lo que Pedro le tuvo miedo fue a morir por Cristo, a morir con Cristo. Pedro sabía que si decía que era discípulo del Señor, le podían echar mano y llevarlo al calabozo. Pero el amor de Cristo retoma a Pedro y se lo lleva, purificándolo hasta anunciarle que él también un día va a morir por Él. "Cuando eras joven te ceñías tú mismo, cuando seas viejo extenderás los brazos, otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras". Y luego añadió: "Sígueme".

Cristo nos renueva con su amor para que atravesemos ese tramo de nuestra vida en el que el miedo a morir con Él, el miedo a entregarnos a Él nos dejó atorados. Ese tramo de nuestra vida en el que todavía nosotros no hemos atrevido a poner nuestros pies porque sabemos que significa extender las manos y ser crucificados.

Cristo no le pregunta a Pedro: "¿me vas a volver a negar?" Sino que le pregunta: "¿me amas?". A Cristo le interesa el amor. Sólo el amor construye, porque sólo el amor repara, une, sana y da vida. El amor renovado, el amor resucitado es el lazo que Cristo vuelve a lanzar a Pedro. El amor capaz de pasar a través de la propia experiencia, ese amor que es capaz de pasar por lo que uno una vez hizo y preferiría no haber hecho, y guarda su conciencia; ese amor que es capaz de pasar por el propio pasado, por la imagen que yo hubiera podido forjarme de mí mismo. Ese amor es el inicio que reconstruye un corazón cansado, porque este amor ya no se apoya en nosotros, sino en Cristo.

«Sígueme», no te sigas a ti mismo, no sigas tus convicciones, tus gustos, tus ideas. Este amor ya no se apoya en ti; es el amor que proviene de Cristo, el amor que nace de Dios. Dirá San Juan: "Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama, no ha conocido a Dios porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene, en que Dios envió al mundo a su Hijo Único, para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero y nos envió a su Hijo como propiciación para nuestros pecados. Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros nos debemos amarnos unos a otros".

La experiencia de Pedro es la experiencia de un amor renovado. Pero al mismo tiempo, la experiencia que Pedro tiene de Cristo resucitado, es un amor que no se puede quedar encerrado, es un amor que se hace misión. Es un amor que renueva la misión de apóstoles que nos ha sido dada; es un amor que, en nuestro caso, renueva el vínculo con la misión evangelizadora de la Iglesia, renueva el compromiso cristiano a que fuimos llamados al ser bautizados. No es un amor que se queda en un cofre guardado, es un amor que se invierte, es un amor que se reditúa, es un amor que se expande. Y este amor es un amor que no teme; no teme a la cruz que significa la misma misión, porque va acompañado de Cristo que me dice: "Sígueme".

Preces

Jesucristo ha resucitado de entre los muertos haciéndolo todo nuevo. Con la alegría de esa noticia, nos dirigimos a él:

R/M Jesús resucitado, escúchanos.

La luz de la mañana nos recuerda que tú vives para siempre,

– haz que experimentemos tu presencia a lo largo de este día.MR/

Con tu victoria sobre la muerte has hecho nuevas todas las cosas,

– renueva nuestra ilusión para que vivamos con intensidad y todas nuestras obras sean para tu gloria.MR/

Tú nos has liberado de las ataduras del pecado y de la muerte,

– haz que los corazones de todos los que sufren conozcan la esperanza.MR/

Acuérdate de nuestros familiares y amigos,

– que tu amor sea la medida de nuestra relación con ellos.MR/

Intenciones libres

Padre nuestro…

Oración

Oh Dios, que en este día, vencida la muerte, nos has abierto las puertas de la eternidad por medio de tu Uni­génito, concede, a quienes celebramos la solemnidad de la resurrección del Señor, que, renovados por tu Espíritu, resucitemos a la luz de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo.

"Jesús de Nazaret, que fue crucificado, resucitó" San Marcos 16, 1-7

¡RESUCITO! ¡ALELUYA!

Meditación al Evangelio 4 de abril de 2021

“Esta es la noche…”

Llena de signos y simbolismos ésta es la noche central para la vida de todo cristiano. Todo gira en torno a ella, porque esta noche conoce el momento íntimo y escondido de Cristo que vence a la muerte. Todo es símbolo en esta noche, pero símbolo de una realidad que las palabras no nos permiten expresar y se debe vivir íntimamente esta experiencia. ¿Cómo explicar el gran misterio de la Resurrección del Señor? Hay muchas figuras y cada una de ellas nos presenta a su manera lo escondido de este misterio. Se inicia la celebración con la bendición del fuego nuevo y el encendido del Cirio Pascual. ¿Qué mejor señal que iniciar con esta manifestación de luz que rompe la oscuridad de la noche? ¿Qué puede significar para nosotros? Al encender el Cirio Pascual se hace una oración que resume nuestros deseos: “Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu”. Y una vez encendido el Cirio, se inicia el peregrinar, aún en la oscuridad, tras el cirio pascual. Nos recuerda el peregrinar de un pueblo tras su luz verdadera que es Cristo. Por más que hay desesperanza no podemos caminar en las tinieblas. Cristo nuestra luz, ha resucitado. Y así, se entona solemnemente el pregón pascual. Precioso canto que, resumiendo la historia de la salvación, llena de sentido y vida esta celebración. Invitación al verdadero gozo y a la alabanza del Señor Resucitado, “verdadero lucero que no conoce ocaso”

Palabra y camino

Las lecturas siguen un camino de reflexión y de vida. Nos llevan desde la creación hasta la experiencia de la tumba vacía. Hacen recordar el largo caminar del hombre, de su historia, de la historia de un pueblo que ha vivido en el dolor de su fracaso, pero también la seguridad del Señor que lo ha liberado de la esclavitud.

Nos llevan de la mano a buscar el corazón nuevo y el espíritu nuevo para participar de la Resurrección, porque Resurrección es agradecer los hermosos dones gratuitos de Dios que rodean nuestra existencia. Es vivir, como el pueblo de Israel, la experiencia de la salida de la esclavitud a la libertad, una experiencia que pasa por el contacto con el agua del Mar Rojo y para nosotros por la de las aguas bautismales; un camino guiado por la columna de fuego y por la nube que conduce a Israel de la experiencia de muerte a la de la vida.

Su muerte y nuestra muerte

Toda la ley, los profetas y los salmos dan testimonio de haber anunciado el gran acontecimiento que hoy celebramos como una realidad.  Jesucristo, habiéndose hecho hombre para liberarnos de la ley del pecado y de la muerte, ha invocado a su Padre y “Dios lo ha resucitado al tercer día y se ha aparecido a los testigos escogidos”. Hoy nos unimos a toda la creación para gritar fuerte “¡Aleluya! ¡Ha resucitado!” y con Él también nosotros tendremos resurrección y vida. Ya no debemos temer, nuestro Señor está vivo. También para Él la muerte era un mar tormentoso y el pecado era como un dragón, pero ha entrado en la lucha confiando en Aquel que lo había enviado y ha vencido, por eso le cantamos y nos afirmamos en nuestra lucha contra la injusticia y la muerte.

Su resurrección y nuestra resurrección

Pero no podemos limitarnos a cantar alabanzas a Jesús resucitado, que ojalá esta noche lo hiciéramos con todo nuestro corazón, sino que debemos reflexionar que su Pascua es nuestra Pascua: con Él hemos muerto y con Él resucitamos, con Él hemos dejado las cosas de este mundo para sentarnos con Él a la “derecha de Dios”; con Él miramos una nueva primavera que hace resplandecer la naturaleza y la humanidad con nuevas ilusiones. Aquella piedra enorme fue quitada de la entrada del sepulcro de Cristo y se ha convertido en la prueba de la victoria de Dios sobre el pecado, sobre la muerte y sobre toda debilidad o mal. Y aquella piedra se ha convertido en testigo de que Cristo ha resucitado. Cristo hoy viene también a quitar de nuestra vida las piedras que nos impiden vivir y nos ahogan en el silencio de la muerte a los cristianos apocados por el temor, la persecución y el pecado. Hay quien ha perdido la fe y no tiene ya la ilusión de poder vivir.

El agua 

En un acontecimiento tan especial no podría quedar ausente el agua: símbolo de fecundidad y vida. El agua purifica, lava, vitaliza, fecunda a la nueva humanidad. Por eso en esta noche santa de un modo especial se bendice el agua bautismal y se nos recuerda que en el bautismo “fuimos sepultados con Cristo para resucitar también con él a la vida”. Renovando las renuncias al pecado y fortaleciendo la profesión de fe, el bautizado se compromete a unirse a Jesús para vencer todos los signos de muerte y crear nuevos signos de vida. 

Resucitados hoy

La Resurrección de Jesús no queda en el pasado como un acontecimiento bello pero lejano. La resurrección de Cristo se hace presente hoy en nuestras vidas porque también hemos hoy sido capaces de quitar las piedras, de abandonar el sepulcro y de encontrar nueva vida. Que esta noche, unidos a Jesús, la vivamos en plenitud, que lo acompañemos con nuestras alabanzas y nuestras obras en su triunfo sobre la muerte. No podemos vivir con tristeza, hoy todo se renueva. Hoy nacen nuevas esperanzas e ilusiones. ¡Aleluya! ¡El Señor ha resucitado! Ahora nos toca a todos nosotros ir por el mundo anunciando al Señor Resucitado. Vivamos así plenamente la Vigilia Pascual.

Dios nuestro, que por medio de tu Hijo venciste a la muerte y nos has abierto las puertas de la vida eterna, concede a quienes celebramos hoy la Pascua de Resurrección, resucitar también a una nueva vida, renovados por la gracia del Espíritu Santo. Amén.

Bendición Urbi et Orbi: en la pandemia «es escandaloso que las guerras y los arsenales se refuercen»

El Papa Francisco impartiendo la bendión Urbi et Orbi

Este Domingo de Resurrección, en una mañana soleada y fresca y en medio del cierre casi total de las actividades en Italia a causa de la pandemia, el Papa Francisco ha afirmado, en el mensaje con motivo de la bendición Urbi et Orbi, que hoy resuena en cada lugar del mundo el anuncio de la Iglesia: “Jesús, el crucificado, ha resucitado, como había dicho. Aleluya”, tal y como informa la web de noticias de la Santa Sede, Vatican News. En sus palabras recorrió diferentes países del mundo que viven en medio de la guerra, el hambre o todo tipo de injusticias.

Francisco insistió en que el anuncio de la Pascua no muestra un espejismo o una fórmula de escape ante la situación que estamos viviendo: “La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo —y es escandaloso— los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan. Este es el escándalo de hoy”.

“El anuncio de Pascua recoge en pocas palabras un acontecimiento que da esperanza y no defrauda: ‘Jesús, el crucificado, ha resucitado’. No nos habla de ángeles o de fantasmas, sino de un hombre, un hombre de carne y hueso, con un rostro y un nombre: Jesús”, afirmó el Obispo de Roma.

Dios resucitó a su hijo porque cumplió su voluntad de salvación

“Dios Padre resucitó a su Hijo Jesús porque cumplió plenamente su voluntad de salvación: asumió nuestra debilidad, nuestras dolencias, nuestra misma muerte; sufrió nuestros dolores, llevó el peso de nuestras iniquidades. Por eso Dios Padre lo exaltó y ahora Jesucristo vive para siempre, es el Señor”, afirmó el Romano Pontífice. Francisco prosiguió afirmando que las llagas en las manos, pies y costado de Jesús, “estas heridas son el sello perpetuo de su amor por nosotros”.

El resucitado, subraya Francisco, es esperanza para todos los que sufren a causa de la pandemia, para los enfermos y para los que han perdido un ser querido. “Que el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros. Todas las personas, especialmente las más frágiles, precisan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios”. Seguidamente el Pontífice llamó a continuar con el proceso de vacunación: “En el espíritu de un ‘internacionalismo de las vacunas’, insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres”.

Cristo resucitado es consuelo

El Papa recogió las duras condiciones de vida que viven quienes han perdido el trabajo o están en problemas económicos. “Que el Señor inspire la acción de las autoridades públicas para que todos, especialmente las familias más necesitadas, reciban la ayuda imprescindible para un sustento adecuado. Desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas”.

Seguidamente, pidió por Haití: “Y precisamente al querido pueblo haitiano se dirige en este día mi pensamiento y mi aliento, para que no se vea abrumado por las dificultades, sino que mire al futuro con confianza y esperanza”.

El resucitado, esperanza para los jóvenes

Francisco también señaló que “Jesús resucitado es esperanza también para tantos jóvenes que se han visto obligados a pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad, y sin poder compartir el tiempo con los amigos. Todos necesitamos experimentar relaciones humanas reales y no sólo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad”.

Igualmente, el Papa expresó su cercanía a todos los jóvenes del mundo, particularmente a “los de Myanmar, que están comprometidos con la democracia, haciendo oír su voz de forma pacífica, sabiendo que el odio sólo puede disiparse con el amor”.

El Resucitado, fuente de renacimiento para los emigrantes

Que la luz del Señor resucitado sea fuente de renacimiento para los emigrantes que huyen de la guerra y la miseria. En sus rostros reconocemos el rostro desfigurado y sufriente del Señor que camina hacia el Calvario. Que no les falten signos concretos de solidaridad y fraternidad humana, garantía de la victoria de la vida sobre la muerte que celebramos en este día” afirmó el Papa. A continuación, agradeció la solidaridad de Líbano y Jordania porque reciben a tantos refugiados que han huido del conflicto sirio.

Agradecimiento a los pueblos que acogen a migrantes

El Papa también pidió por el pueblo del Líbano y dijo: “Que el pueblo libanés, que atraviesa un período de dificultades e incertidumbres, experimente el consuelo del Señor resucitado y sea apoyado por la comunidad internacional en su vocación de ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo”.

Acallar las armas

El Papa pidió por Siria, “donde millones de personas viven actualmente en condiciones inhumanas”. También pidió por Yemen: “Cuyas vicisitudes están rodeadas de un silencio ensordecedor y escandaloso”; y por Libia: “Donde finalmente se vislumbra la salida a una década de contiendas y enfrentamientos sangrientos”. Francisco llama a todas las partes involucradas a cesar el sufrimiento de estos pueblos y a permitir que “los pueblos devastados por la guerra vivan en paz”.

Francisco expresó sus deseos para que los Palestinos e israelíes “vuelvan a encontrar la fuerza del diálogo para alcanzar una solución estable, que permita la convivencia de dos Estados en paz y prosperidad”.

El Obispo de Roma hizo memoria de Iraq, país que visitó recientemente y dijo: “Pido pueda continuar por el camino de pacificación que ha emprendido, para que se realice el sueño de Dios de una familia humana hospitalaria y acogedora para todos sus hijos”.

Francisco también dirigió su mirada hacia África, donde algunos países “ven su futuro amenazado por la violencia interna y el terrorismo internacional” y citó a Sahel y Nigeria, la región de Tigray y Cabo Delgado. Pidió que se continúen los esfuerzos por encontrar soluciones pacíficas a los conflictos, respetando los derechos humanos y la sacralidad de la vida.

“Todavía hay demasiadas guerras, demasiada violencia en el mundo”

“Que el Señor, que es nuestra paz, nos ayude a vencer la mentalidad de la guerra”, dijo Francisco y pidió para que los prisioneros de los conflictos en Ucrania oriental y en Nagorno-Karabaj, que puedan volver sanos y salvos con sus familias. También pidió para al Señor que “inspire a los líderes de todo el mundo para que se frene la carrera armamentista”.

El Obispo de Roma recordó que el 4 de abril se celebra el Día Mundial contra las minas antipersona, artefactos que calificó como “artefactos arteros y horribles que matan o mutilan a muchos inocentes cada año”.

El Papa expresó sus deseos “para todas las restricciones a la libertad de culto y de religión en el mundo, sean eliminadas y que cada uno pueda rezar y alabar a Dios libremente”.

Francisco terminó su alocución con las siguientes palabras: “A la luz del Señor resucitado, nuestros sufrimientos se transfiguran. Donde había muerte ahora hay vida; donde había luto ahora hay consuelo. Al abrazar la Cruz, Jesús ha dado sentido a nuestros sufrimientos. Y ahora recemos para que los efectos beneficiosos de esta curación se extiendan a todo el mundo. ¡Feliz Pascua, serena y santa a todos!”.

A continuación puede ver el vídeo con el mensaje y la bendición Urbi et Orbi.

PAXTV.ORG