Jesús quiere regalarnos el cielo

Martín l, Santo

Papa y Mártir, 13 de abril
 
LXXIV Papa y Mártir

Martirologio Romano: San Martín I, papa y mártir, que tras condenar la herejía de los monotelitas en el Concilio de Letrán, por orden del emperador Constante II fue arrancado de su sede por el exarca Calíopa, que entró por la fuerza en la Basílica de Letrán, y lo envió a Constantinopla, donde primero quedó encerró en una dura mazmorra bajo estrecha vigilancia y después fue desterrado al Quersoneso, lugar en el que, pasados unos dos años, concluyeron sus tribulaciones y alcanzó la corona eterna. († 656)

Breve Biografía

Oriundo de Todi y diácono de la Iglesia romana, Martín fue elegido Papa para suceder al Papa Teodoro, muerto el 13 de mayo del 649. Inmediatamente demostró mucha firmeza en la conducción de la Iglesia. En efecto, no pidió ni esperó el consentimiento para su elección por parte del emperador Constante II que un año antes había promulgado el Tipo, un documento en defensa de la tesis herética de los monotelitas. Para acabar con la difusión de esta herejía, a los tres meses de su elección, el Papa Martín convocó en la basílica lateranense un gran concilio, al que fueron invitados todos los obispos de Occidente.

La condena de todos los escritos monotelitas, decretada en las cinco solemnes sesiones conciliares, suscitó la furiosa reacción de la corte bizantina. El emperador ordenó al exarca de Rávena, Olimpio, que fuera a Roma y arrestara al Papa. Olimpio no sólo se propuso cumplir las órdenes imperiales, sino que trató de asesinar al Papa por medio de un sicario durante la celebración de la misa en Santa María Mayor.

En el momento de recibir la Hostia de manos del Pontífice, el vil sicario sacó el puñal, pero en ese momento quedó repentinamente ciego.

Probablemente este hecho convenció a Olimpio de cambiar de actitud y a reconciliarse con el santo Pontífice y a proyectar una lucha armada contra Constantinopla. En el 653, muerto Olimpio de peste, el emperador pudo llevar a cabo su venganza, haciendo arrestar al Papa por medio del nuevo exarca de Rávena, Teodoro Caliopa.

Martín, acusado de haberse apoderado ilegalmente del alto cargo pontificio y de haber tramado con Olimpio contra Constantinopla, fue llevado por mar a la ciudad del Bósforo. El largo viaje, que duró quince meses, fue el comienzo de un cruel martirio. Durante las numerosas escalas no se permitió a ninguno de los fieles que salieron a saludar al Papa que se acercaran a él. Al prisionero no se le daba ni siquiera el agua para bañarse. EL 17 de septiembre del 654 llegó a Constantinopla, fue colocado en una camilla y expuesto durante todo un día a los insultos del pueblo, y después lo encerraron durante tres meses en la cárcel Prandiaria. Después comenzó un largo y extenuante proceso, durante el cual fueron tales las sedicias que le hicieron murmurar al imputado: “Hagan de mí lo que quieran; cualquier clase de muerte será un bien para mí”.

Degradado públicamente, desnudo y expuesto a los rigores del frío, encadenado, fue encerrado en la celda reservada a los condenados a muerte. El 26 de marzo del 655 lo hicieron partir secretamente para el destierro en Crimea. Sufrió el hambre y padeció en el abandono más absoluto durante cuatro meses más, hasta cuando la muerte le llegó, agotado en el cuerpo pero no en la voluntad, el 16 de septiembre del 655.

Monotelismo: Es una herejía en la que se aceptaba las dos naturalezas de Jesús, pero tan sólo una voluntad: la divina.

Nacer del agua y del Espíritu para entrar en el Reino de Dios

Santo Evangelio según san Juan 3, 7-15. Martes II de Pascua
 
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, porque me has llamado a formar parte de tu familia y porque me has llenado con los regalos de tu gracia. Ayúdame a ser un dócil instrumento de tu amor para que pueda transmitirte y compartirte con aquellos que me rodean.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 3, 7-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «No te extrañes de que te haya dicho: ‘Tienen que nacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu». Nicodemo le preguntó entonces: «¿Cómo puede ser esto?».

Jesús le contestó: «Tú eres maestro de Israel y ¿no sabes esto? Yo te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.

Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán si les habló de las celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús quiere regalarnos el cielo, pero para hacerlo nos pide renacer del agua y del Espíritu. Nicodemo se extraña ante esta petición. Nosotros, junto a Nicodemo, podemos preguntarle: ¿Cómo puede ser esto? O, ¿qué quieres decir, Señor?

Por el bautismo, ciertamente, morimos al pecado y nos volvemos hijos de Dios. Renacemos del agua, dando espacio al Espíritu Santo para que entre en nuestras almas y nos transforme en hombres nuevos, hombres según su corazón. Casi imperceptiblemente y en silencio, Dios obra en nosotros, gracias a la resurrección de Cristo, inspirándonos buenas acciones, dándonos la fuerza necesaria para hacer el bien, alentándonos en los momentos difíciles, sin abandonarnos ni un solo momento en la construcción del hombre nuevo.

Sin embargo, por las distracciones y tentaciones de lo pasajero, no siempre escuchamos o le dejamos hablar. Su inspiración y motivaciones caen en saco roto. Dios, que nos ama tanto, no se desanima. Aun cuando nos hacemos sordos a su voz y le damos la espalda, Él espera pacientemente que le escuchemos y le abramos nuestra mente y corazón y le cedamos libremente la dirección de nuestras vidas, pues como dice san Agustín: «Dios que te creo sin ti, no te salvará sin ti».

«“El viento sopla donde quiere y escuchas su voz, pero no sabes de dónde vienen ni a dónde va. Así es cualquiera que ha nacido del Espíritu”. Quien ha nacido del Espíritu escucha su voz, sigue el viento, sigue la voz del Espíritu sin conocer dónde terminará. Porque ha tomado la opción de la concreción de la fe y el renacimiento en el Espíritu. Que el Señor nos dé a todos nosotros este Espíritu pascual, de ir por los caminos del Espíritu sin compromisos, sin rigidez, con la libertad de anunciar a Jesucristo como Él vino: en carne». (Homilía de S.S. Francisco, 24 de abril de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Dedicar un tiempo adicional a mi oración para reflexionar: ¿hay alguna cosa que Dios me esté pidiendo y que yo se lo esté negando?

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La fe, un renacer con la fuerza de Dios

También Dios puede hacerse presente en el mundo por medio de nosotros

¿Qué tiene que ver el origen de Jesús con la fe? ¿Qué podemos aprender de la actitud de María en ese origen? ¿De qué nos puede servir esto ante las dificultades? Al comienzo del año, y en la "cuesta" de Enero, nos conviene plantearnos cómo nos ayuda la fe.

De esto se ocupó Benedicto XVI en su audiencia general del 2 de enero, con el título: "Fue concebido por obra del Espíritu Santo". Ante la gruta de Belén surge la pregunta de cómo pudo aquel Niño cambiar radicalmente el curso de la historia. Y aún otra pregunta más profunda, que hizo Pilatos: "¿De dónde eres tú?" (Jn. 19, 9).

Jesús había dicho "Yo soy el pan bajado del cielo" (Jn. 6, 41), pero muchos no le habían querido escuchar, pensando que conocían bien a su padre y a su madre (cf. Jn. 6, 42). Y luego les había insistido: "Yo no he venido de mí mismo, pero el que me ha enviado, a quien vosotros no conocéis, es veraz" (Jn. 7, 28).

El Papa se detiene mostrando cómo el origen de Jesús está claro en los Evangelios, sobre todo en las palabras del ángel Gabriel a María. Al mismo tiempo, todo ello nos enseña acerca de lo que supone la fe cristiana.

El verdadero origen de Jesús

Los cuatro Evangelios, señala Benedicto XVI, responden con claridad a la pregunta de dónde viene Jesús: su verdadero origen es Dios Padre, pero de una manera muy distinta a cualquier otro profeta o enviado por Dios. "El Espíritu Santo -se lee en el Evangelio según San Lucas- vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios" (Lc 1, 35). Y en el de San Mateo, las palabras dirigidas a San José: "Lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo" (Mt 1, 20).

De hecho, apunta el Papa, al rezar el Credo en estos días navideños, y llegar a la expresión "por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen", la liturgia nos pide que nos arrodillemos. Y muchas grandes obras de música sacra (como la Misa de la Coronación, de Mozart) se detienen de modo especial en esa frase, "casi queriendo expresar con el lenguaje universal de la música aquello que las palabras no pueden manifestar: el misterio grande de Dios que se encarna, que se hace hombre"

Observa también Benedicto XVI que en la expresión "por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen", se incluyen cuatro sujetos: además del Espíritu Santo y María, se sobreentiende Jesús, que se hizo carne en el seno de la Virgen. Y si miramos cómo define el Credo a Jesús (unigénito Hijo de Dios, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, de la misma naturaleza del Padre), descubrimos que Jesús remite a la persona del Padre, que es, en realidad, el primer sujeto de esa frase: el Padre, que con el Hijo y el Espíritu Santo, es el único Dios.

El papel de María

A continuación el Papa profundiza en el papel de María en la encarnación del Hijo de Dios. Gracias a ella, tenemos a Dios con nosotros. "Así, María pertenece en modo irrenunciable a nuestra fe en el Dios que obra, que entra en la historia. Ella pone a disposición toda su persona, ´acepta´ convertirse en lugar en el que habita Dios. (...) Dios ha elegido precisamente a una humilde mujer, en una aldea desconocida, en una de las provincias más lejanas del gran Imperio romano". Por eso no debemos temer ante nuestra pobreza o inadecuación para dar testimonio de Jesucristo.

La explicación del ángel a María: "El Espíritu vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra» (1, 35), remite en primer lugar al comienzo de la creación cuando "el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas» (Gn. 1, 2); Él es el Espíritu creador que está en el origen de todas las cosas y del ser humano. Por eso "lo que acontece en María –observa el Papa–, a través de la acción del mismo Espíritu divino, es una nueva creación: Dios, que ha llamado al ser de la nada, con la Encarnación da vida a un nuevo inicio de la humanidad". Por eso los Padres de la Iglesia hablan de Cristo como "el nuevo Adán".

Nacer de nuevo como hijos de Dios

Y en el Año de la Fe, añade Benedicto XVI: "Esto nos hace reflexionar sobre cómo la fe trae también a nosotros una novedad tan fuerte capaz de producir un segundo nacimiento". En efecto –agrega–, "en el comienzo del ser cristianos está el Bautismo que nos hace renacer como hijos de Dios, nos hace participar en la relación filial que Jesús tiene con el Padre". Hace notar que el Bautismo no es algo que nosotros hacemos sino que recibimos, y al recibirlo nos hace hijos de Dios (cf. cf. Rm. 8, 14-16).

Cabría preguntar cómo se concreta, en nuestro caso, ese "nacer de nuevo". Así lo dice el Papa, explicando que no se trata de algo que sucede sólo cuando nos bautizamos, sin que tomemos parte "activa" en ello, como es el caso del bautismo de los niños pequeños. Ahora sigue sucediendo, pero solo si nos abrimos a Dios por la fe:

"Solo si nos abrimos a la acción de Dios, como María, sólo si confiamos nuestra vida al Señor como a un amigo de quien nos fiamos totalmente, todo cambia, nuestra vida adquiere un sentido nuevo y un rostro nuevo: el de hijos de un Padre que nos ama y nunca nos abandona".

Ser morada de de Dios entre los hombres

En segundo lugar, el ángel le dice a María: "la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra". Alude así a la nube que, durante el camino del éxodo del pueblo de Israel por el desierto, se detenía sobre la tienda que guardaba el arca de la Alianza, indicando la presencia de Dios (cf. Ez 40, 34-38). Aquí se quiere indicar -señala Benedicto XVI- que "María, por lo tanto, es la nueva tienda santa, la nueva arca de la alianza: con su ´sí´ a las palabras del arcángel, Dios recibe una morada en este mundo, Aquel que el universo no puede contener establece su morada en el seno de una virgen".

Y esto también se nos aplica. También Dios puede hacerse presente en el mundo por medio de nosotros: "Aunque a menudo nos sintamos débiles, pobres, incapaces ante las dificultades y el mal del mundo, el poder de Dios actúa siempre y obra maravillas precisamente en la debilidad. Su gracia es nuestra fuerza (cf. 2 Co 12, 9-10)".

Santa Teresa de Ávila supo trasladar el cielo a la tierra

Papa Francisco al Congreso Internacional con motivo de los 50 años del Doctorado de la Santa de Ávila.
 
El Papa Francisco envió un Mensaje dirigido al Obispo de Ávila, Monseñor José María Gil Tamayo, al Congreso Internacional que se lleva a cabo a partir de hoy y hasta el jueves 15 de abril en la Universidad Católica Santa Teresa de Jesús de Ávila en España, con motivo de los 50 años del Doctorado de Santa Teresa de Jesús. Firmado en la Solemnidad de san José, y leído en la apertura del Congreso, el Sucesor de Pedro recorre la figura de la santa de Ávila, que recibió de san Pablo VI el 27 de setiembre de 1970 el título de Doctora de la Iglesia, siendo la primera mujer en recibir el título que, tal como escribe el Santo Padre, “reconoce el precioso magisterio que Dios nos ha regalado en sus escritos y en el testimonio de su vida”.

La llama que Jesús encendió en Teresa sigue brillando en este mundo

Con las palabras de Pablo VI, Francisco recuerda la excepcionalidad de esta mujer, cuyo arrojo, inteligencia, tenacidad, a los que unió "una sensibilidad para lo bello y una maternidad espiritual hacia todos aquellos que se aproximaban a su obra”, son “un ejemplo eximio del papel extraordinario que la mujer ha ejercido a lo largo de la historia en la Iglesia y la sociedad”.

A pesar de los cinco siglos que nos separan de su existencia terrena, - dice el Pontífice - la llama que Jesús encendió en Teresa sigue brillando en este mundo siempre necesitado de testigos valientes, capaces de romper cualquier muralla, sea física, existencial o cultural.

Ejemplo para los que quieren progresar en el camino de la purificación

El Santo Padre afirma que Santa Teresa “nos sigue hablando hoy a través de sus escritos". Su mensaje - añade - está abierto a todos, para que al conocerlo y contemplarlo nos dejemos seducir por la belleza de la palabra y por la verdad del contenido, y pueda hacer brotar dentro el deseo de avanzar en el camino hacia la perfección.

Tenerla como amiga, compañera y guía en nuestro peregrinaje terrenal confiere seguridad y sosiego en el alma. Su ejemplo no es solo para aquellos hermanos y hermanas nuestros que sienten la llamada a la vida religiosa, sino para todos los que desean progresar en el camino de purificación de toda mundanidad, y que conduce al desposorio con Dios, a las elevadas moradas del castillo interior.

Santa Teresa supo trasladar el cielo a la tierra

Alentando a todos los miembros de esa Iglesia particular y a los organizadores y participantes en el Congreso a seguir profundizando en el mensaje de la Santa abulense, escribe:

Es hermoso recordar que todas las gracias místicas que recibía la trasladaban al cielo; pero ella supo trasladar el cielo a la tierra, haciendo de su vida una morada de Dios en la que todos tenían cabida. Para que nuestra sociedad sea cada vez más humana, y todos podamos vivir en la fraternidad que viene de un mismo Padre, es todo un programa escuchar su invitación a “entrar en nosotros” para encontrar al Señor, y así testimoniar que “sólo Dios basta”.

La devoción de santa Teresa por san José

Finalmente, se despide recordando la gran devoción de santa Teresa por san José, a quien la Santa andariega “tomó como maestro, abogado e intercesor”: “a él se encomendaba, - recuerda el Papa - teniendo la certeza de que recibiría las gracias que le pedía. De su experiencia animaba a otros a que hicieran lo mismo. Tal fue su devoción que, con motivo de sus fundaciones, recorría las tierras de Castilla y de Andalucía acompañada por la imagen de san José”.

“Los santos siempre van de la mano, y nos sostienen por la confianza puesta en su intercesión. Que ellos intercedan por ustedes.”
El mensaje está firmado en la Basílica de San Juan de Letrán, el 19 de marzo de 2021, en la Solemnidad de san José, Patrono de la Iglesia Universal.

Hacer leña del árbol caído

Ante el árbol caído descubrimos corazones muy distintos

El árbol caído está ahí, al alcance de todos. Cualquiera puede llegar para arrancar sus ramas, partir su tronco, usar su leña para el fuego o para las mil posibilidades de la carpintería.

Hay hombres que “caen”, que sucumben, que son declarados perdedores a los ojos del mundo. Su desgracia se convierte, para algunos, en motivo de alegría. Acuden raudos a desgajar, humillar, “hacer leña” de una vida que ha mostrado su punto más débil, o que tal vez ha dado un mal paso y ha sido descubierta en un escándalo o en un delito despreciable.

Es fácil arrojar piedras sobre quien está caído. Es fácil señalar con el dedo a quien, desde un puesto público, pudo haber tenido un mal momento. Es fácil, sobre todo, inventar acusaciones, promover rumores, sacar a relucir historias del pasado difícilmente comprobables, con tal de destruir la fama de un personaje que resulta incómodo. Especialmente, en estos últimos años, si ese personaje es un miembro de la Iglesia.

Es triste ver a quien se alegra de la derrota ajena. Es triste, sobre todo, ver cómo algunos disfrutan y se ensañan cuando los que caen son gente de Iglesia. La prensa destaca con titulares el escándalo de algún obispo o sacerdote, muchas veces sin comprobar si la noticia es cierta. Escritores famosos o simples lectores preparan cartas llenas de rabia, como quien ha encontrado un signo de victoria, un trofeo que lucir y con el que desacreditar a la Iglesia católica.

Pero hay otro modo de ver las cosas. Un condenado, incluso si lo es justamente, no ha perdido su dignidad, ni deja de merecer ayuda y un poco de consuelo.

Es por eso que un gran número de sacerdotes, religiosos y laicos se dedican a asistir a los presos y a sus familiares, para ayudarles a redescubrir su dignidad, para no dejarles hundidos en la derrota.

Esto vale para el mundo de la justicia humana, y también para el mundo de las normas eclesiásticas. Si un obispo o un sacerdote han sido castigados por sus errores no merecen ser abandonados o despreciados como seres malditos, sino que necesitan, como cualquier otro ser humano, sentirse ayudados, perdonados, amados y curados en sus heridas.

Lo mismo podemos decir para los laicos. Si un hombre o una mujer se divorcia y contrae matrimonio civil, inválido a los ojos de la Iglesia, no podrá ciertamente acercarse a recibir la comunión mientras viva en esa situación desordenada. Pero ello no debe convertirse en motivo para que algunos puedan señalarle con desprecio o quieran dejarle de lado en la vida de una parroquia.

Ante el árbol caído descubrimos corazones muy distintos. Unos, esperamos que pocos, llenos de rabia, o con una especie de alegría casi diabólica ante el fracaso ajeno. Otros, esperamos que muchos, capaces de acercarse con afecto, para que no se sienta solo quien ahora, inocente o culpable, sufre ante la condena de los hombres.

Son los corazones compasivos quienes mejor imitan el corazón del Dios bueno. Ese Dios que no desea la muerte del pecador, sino sólo lo mejor que se le puede pedir: que se convierta, que viva (cf. Ez 18,23). Ese Dios que anhela darle un abrazo, a través de su Hijo Jesucristo, que no vino para los justos, sino para los pecadores (cf. Mt 9,13). Porque Jesús quería curar y levantar a los troncos caídos y desechados por los hombres, pero intensamente amados por el Padre de los cielos.

Oración de ofrecimiento

Te entrego mis manos para hacer tu trabajo...



Señor Jesús:
Te entrego mis manos para hacer tu trabajo.
Te entrego mis pies para seguir tu camino.
Te entrego mis ojos para ver como tú ves.
Te entrego mi lengua para hablar tus palabras.
Te entrego mi mente para que tú pienses en mí.
Te entrego mi espíritu para que tú ores en mí.

Sobre todo te entrego mi corazón para que en mí ames a tu Padre y a todos los hombres.
Te entrego todo mi ser para que crezcas tú en mí, para que seas tú, Cristo, quien viva, trabaje y ore en mí.

Amén.

Lo que rodea a las preguntas sobre el porqué

La pregunta suele ir acompañada por otras preguntas o por reflexiones de interés

Hay personas que, con motivos de diverso tipo, lanzan continuamente esa breve y estimulante pregunta: ¿por qué?

La pregunta suele ir acompañada por otras preguntas o por reflexiones de interés. ¿Por qué se saluda la gente dándose la mano? ¿Por qué un católico tiene que ir a misa? ¿Por qué el Catecismo dice que esto o aquello es pecado?

Esas preguntas (son miles y miles) surgen muchas veces desde alguna idea previamente aceptada. En el caso de ir a misa los domingos, por ejemplo, la idea previa podría ser que existen otros modos de vivir la fe que harían innecesario el ir a misa.

Resulta obvio que esas personas que suelen interpelarnos con sus preguntas no preguntan sobre todo. Quien nos cuestiona por qué hay que abstenerse de carne los viernes de Cuaresma seguramente no preguntará por qué en el tiempo de Pascua se invita a todos a la alegría.

Por eso, detrás de las numerosas preguntas sobre ciertos porqués hay dudas, o preconcepciones, o modos de sentir, que son el motivo para buscar una respuesta a algo que no parece, a quien hace tales preguntas, claro o convincente.

Habrá, no podemos negarlo, algunas preguntas que surgen de una simple curiosidad. ¿Por qué hay proyectos para explorar la superficie de Marte? Incluso en esos casos, la pregunta se orienta a un tema de interés, surgido por la formación previa, por libros o noticias recientes, o por otros motivos.

A veces sería bueno preguntar al preguntador por qué pregunta sobre los viajes espaciales y no pregunta sobre las guerras en Yemen, Sud Sudán o en algún otro lugar del planeta.

Porque, al formular esa pregunta al preguntador, intentamos conocer qué intereses, qué presupuestos, rodean a sus continuas preguntas sobre unos temas y a la ausencia de preguntas sobre otros.

Estudiar a fondo las preguntas sobre el porqué y lo que las rodea se convierte así en un camino que nos ayude para orientar mejor las respuestas, porque así tendremos una visión mejor de aquello que lleva a nuestro interlocutor a formularnos, con franqueza, esa sencilla pregunta: ¿por qué?

PRECES

A Jesús, que ha bajado de lo alto y nos ha abierto el camino que conduce hacia el cielo, le decimos:
R/MSeñor, por tu amor, sálvanos.
Protege a los que se encuentran en situaciones de peligro,
– y a los que arriesgan su vida para ayudar a otros.MR/
Acompaña a los que viven con miedo,
– y a los que cuidan a los más desprotegidos e indefensos.MR/
Ilumina a los que se encuentran desorientados,
– y a quienes intentan acompañarlos.MR/
Conforta a los que viven con fuertes dolores,
– y a los que no se cansan de buscar cómo ayudarles.MR/
No dejes solos a los que han quedado abandonados,
– y ayúdanos a acercarnos a ellos.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…

ORACIÓN

Haznos capaces, Dios todopoderoso, de anunciar el poder de Cristo resucitado para que poseamos en plenitud los dones visibles que hemos recibido como prenda de los futuros. Por nuestro Señor Jesucristo.

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