«Se conmovió de compasión por ellos, porque eran como ovejas sin pastor»

A Jesús Buen Pastor le pedí que me guiara, dice el Papa. Entrañable recuerdo de su viaje a América Latina

El Obispo de Roma encomendó los frutos de su inolvidable viaje a Ecuador, Bolivia y Paraguay, a la maternal intercesión de la Virgen María, que los latinoamericanos veneran con el título de Nuestra Señora de Guadalupe

(RV).- Numerosos fieles romanos y peregrinos de tantas partes del mundo, en la Plaza de San Pedro, para la primera cita dominical con el rezo a la Madre de Dios, del Papa Francisco, después del IX Viaje Apostólico internacional de su Pontificado.

Ver, tener compasión, enseñar, los podemos llamar los verbos del Pastor, dijo el Santo Padre,  haciendo hincapié en que «en Jesús, el Mesías, se hizo carne la ternura de Dios». «Jesús ve, Jesús tiene compasión, Jesús enseña ¡Qué bello es esto!»
Con el Evangelio del día, recordó que Jesús mira siempre con «los ojos del corazón» y aseguró que le pidió al Señor que «el Espíritu de Jesús, Buen Pastor»,  lo guiara a lo largo del viaje, que realizó del 5 al 13 de julio.

Alabando al Señor por «las maravillas que ha obrado en el Pueblo de Dios en camino en esas tierras, por la fe que ha animado y anima su vida y su cultura», el Papa citó también las bellezas naturales de esos países, susgrandes potencialidades humanas, espirituales y sus valores cristianos.

Y sin olvidar los «graves problemas sociales y económicos», que viven los pueblos latinoamericanos, reiteró el compromiso de la Iglesia y su colaboración por el bien común.

«Ante los grandes desafíos que el anuncio del Evangelio debe afrontar», el Sucesor de Pedro recordó su invitación a acudir «a Cristo Señor para recibir su gracia, que salva y da la fuerza para el compromiso del testimonio cristiano».

Agradeciendo a Dios de todo corazón por el don de este viaje, expresó su gratitud a las autoridades civiles y eclesiales, así como la cálida participación de las poblaciones ecuatoriana, boliviana y paraguaya.
(CdM – RV)

Texto  completo de la meditación del Papa Francisco antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Veo que son valientes con este calor en la plaza, ¡felicidades!

El Evangelio de hoy nos dice que los Apóstoles, después de la experiencia de la misión, regresaron contentos pero también cansados. Y Jesús, lleno de comprensión, quiere darles un poco de consolación; y entonces los conduce a otro lado, en un lugar apartado para que puedan descansar un poco (Cfr. Mc 6,31). «Muchos entre la gente, los vieron partir y entendieron… y se adelantaron» (v. 32). A este punto el evangelista nos presenta una imagen de Jesús de singular intensidad, “fotografiando”, por así decir, sus ojos y captando los sentimientos de su corazón, y dice así el evangelista: «Bajando de la barca, vio una gran multitud, tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas» (v. 34).

Retomemos los tres verbos de este sugestivo fotograma: ver, tener compasión, enseñar. Los podemos llamar los verbos del Pastor. Ver, tener compasión, enseñar.  El primero y el segundo, ver y tener compasión, están siempre asociados a la actitud de Jesús: de hecho su mirada no es la mirada de un sociólogo o de un reportero gráfico, porque Él mira siempre con “los ojos del corazón”. Estos dos verbos, ver y tener compasión, configuran a Jesús como Buen Pastor. También su compasión, no es solamente un sentimiento humano, sino es la conmoción del Mesías en la cual se ha hecho carne la ternura de Dios. Y de esta compasión nace el deseo de Jesús de nutrir a la gente con el pan de su Palabra, es decir, de enseñar la palabra de Dios a la gente. Jesús ve, Jesús tiene compasión, Jesús enseña. ¡Esto es hermoso!

Y yo he pedido al Señor que el Espíritu de Jesús, Buen Pastor, este Espíritu, me guiara durante el Viaje apostólico que he realizado en los días pasados a América Latina y que me ha permitido visitar Ecuador, Bolivia y Paraguay. Agradezco a Dios con todo el corazón por este don. Agradezco a los pueblos de los tres países, por su afectuosa y calurosa acogida y entusiasmo. Renuevo mi reconocimiento a las Autoridades de estos Países por su acogida y colaboración. Con gran afecto agradezco a mis hermanos Obispos, a los sacerdotes, a las personas consagradas y a toda la población por el calor con el cual han participado. Con estos hermanos y hermanas he alabado al Señor por las maravillas que ha obrado en el Pueblo de Dios en camino, en camino en estas tierras, por la fe que ha animado y anima sus vidas y su cultura. Y también lo hemos alabado por las bellezas naturales con las cuales ha enriquecido estos Países. El Continente Latinoamericano tiene grandes potencialidades humanas y espirituales, conserva valores cristianos profundamente enraizados, pero también vive graves problemas sociales y económicos. Para contribuir a la solución, la Iglesia está comprometida a movilizar las fuerzas espirituales y morales de sus comunidades, colaborando con todos los componentes de la sociedad. Ante los grandes desafíos que el anuncio del Evangelio debe afrontar, he invitado a recibir de Cristo Señor la gracia que salva y que da fuerza al empeño del testimonio cristiano, a desarrollar la difusión de la Palabra de Dios, para que la sólida religiosidad de aquellas poblaciones pueda siempre ser testimonio fiel del Evangelio.

A la materna intercesión de la Virgen María, que toda América Latina venera como patrona con la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, confío los frutos de este inolvidable Viaje apostólico.

Saludos del Santo Padre después de la oración mariana
Queridos hermanos y hermanas,

¡Los saludo cordialmente, romanos y peregrinos!
Saludo en especial a los jóvenes de la Diócesis de Pamplona y Tudela, España.

Saludo a las religiosas de la Sagrada Familia de Nazaret reunidas en Roma para el Capítulo General; a la Orquesta de Offanengo-Casalbuttano; el Coro de Vigo Cavedine (Trento); los jóvenes voluntarios del Convento de Arco de Trento, los jóvenes de Meana sardo y a los participantes en las vacaciones organizado por el INPS de Pomezia; a los jóvenes de la Acción Católica de Melleredo y Rivale (Padua).

Les deseo a todos un buen domingo. Les pido por favor de rezar por mí, no lo olviden. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!
(Traducción del italiano, Renato Martinez - Radio Vaticano)

- radiovaticana.va

Evangelio según San Marcos 6,30-34. 

Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. 

El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. 
Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. 

Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. 

Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

San Gregorio de Nisa (c. 335-395), monje, obispo 
Homilía sobre el Cantar de los cantares; PG 44, 801

«Se conmovió de compasión por ellos, porque eran como ovejas sin pastor»

«¿Dónde llevas a pastorear tu rebaño», oh buen pastor, que lo llevas todo entero sobre tus espaldas? Porque la raza humana entera es un único rebaño que tú has cargado sobre tus espaldas. Dime el lugar donde pacen, dame a conocer las aguas donde reposa, llévame a mi donde está la hierba crecida, llámame por mi nombre, para que yo, que soy oveja tuya, oiga tu voz, y tu voz sea para mí la vida eterna.

Sí, «dímelo tú, a quien ama mi alma». Es así como te nombro, porque tu nombre está por encima de todo nombre, inexpresable e inaccesible a toda criatura dotada de razón. Pero este nombre, testigo de mis sentimientos hacia ti, expresa tu bondad. ¿Cómo no voy a amarte a ti que me has amado primero, cuando todavía era totalmente negra, hasta el punto de dar tu vida por tus ovejas de la que tú eres el pastor? No es posible imaginar amor más grande que el de quien ha dado la vida por mi salvación.

Dime, pues, «dónde llevas a pacer tu rebaño», que pueda yo encontrar el pasto de salvación, hartarme del alimento celestial del que todo hombre debe comer si quiere entrar en la vida, correr hacia ti, que eres la fuente, y beber a grandes sorbos el agua divina que tú mismo haces brotar para los que tienen sed. Esta agua se derrama de tu costado después que la lanza ha abierto en él una llaga, y cualquiera que la guste llega a ser una fuente que mana hasta la vida eterna.

(Referencias bíblicas: Ct 1,7; Lc 15, 5; Sl 22; Jn 10, 3; Ct 1, 7; Jn 10, 11; 15, 13; 19, 34; 4, 14)

Oración introductoria
Señor, me conmueve tu preocupación por tus discípulos, una muestra más de tu infinito amor. Me presento hoy ante Ti, porque yo también quiero contarte todo lo que he hecho. Quiero darte todo mi corazón y amarte sinceramente. Ayúdame a ir a lo profundo, a esos rincones de mi conciencia para descubrir qué más debo entregarte o en qué parte de mi vida todavía no te dejo entrar.

Petición
Jesús, que no me distraiga, ayúdame a tener una experiencia de tu presencia en esta oración.

Meditación del Papa Francisco
El Evangelio de hoy nos dice que los apóstoles después de la experiencia de la misión, están contentos pero cansados. Y Jesús lleno de comprensión quiere darles un poco de alivio. Entonces les lleva a aparte, un lugar apartado para que puedan reposarse un poco. “Muchos entretanto los vieron partir y entendieron... y los anticiparon”.
Y a este punto el evangelista nos ofrece una imagen de Jesús de particular intensidad, 'fotografiando' por así decir sus ojos y recogiendo los sentimientos de su corazón. Dice así el evangelista: “Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”.
Retomemos los tres verbos de este sugestivo fotograma: ver, tener compasión, enseñar. Los podemos llamar los 'verbos del Pastor'.

El primero y el segundo están siempre asociados a la actitud de Jesús: de hecho su mirada no es la de un sociólogo o la de un fotoreporter, porque Él mira siempre “con los ojos de corazón”.

Estos dos verbos: 'ver' y 'tener compasión', configuran a Jesús como el Buen Pastor. También su compasión no es solo un sentimiento humano, pero es la conmoción del Mesías en la que se hizo carne la ternura de Dios. Y de esta compasión nace el deseo de Jesús de nutrir a la multitud con el pan de su palabra.

O sea, enseñar la palabra de Dios a la gente. Jesús ve; Jesús tiene compasión; Jesús enseña. ¡Que bello es esto! . (S.S. Francisco, ángelus del domingo 19 de julio de 2015).

Reflexión
Julio es, para la mayoría de la gente, el mes de las vacaciones. Y parece que nuestro Señor quiso, incluso en esto, hacerse semejante a nosotros. El Evangelio de hoy nos cuenta que Jesús, viendo fatigados a sus apóstoles al volver de la misión, los invita a tomarse unas breves vacaciones: "Venid vosotros solos -les dice- a un lugar tranquilo y apartado para que descanséis un poco". Y es que "eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer". Bastante trabajo debían tener los Doce para que nuestro Señor tomara esta iniciativa.

Y, a la vez, ¡qué gesto tan hermoso y tan humano de parte de Jesús hacia sus apóstoles! No se le escapa ningún detalle y, como buen Amigo y compañero, se preocupa de que no les falte un saludable "weekend" para que descansen y repongan las fuerzas perdidas por el desgaste del apostolado. ¡Un feliz paseo en barca por el mar de Galilea en compañía de Jesús! ¡Qué descanso y qué compañía!

Sin embargo, en contra de las previsiones y a pesar del programa de "veraneo" que el Señor pensaba organizar a los suyos, mucha gente los ve marcharse y van detrás de Jesús y de los Doce, por tierra, para volver a encontrarse con ellos en el lugar adonde se dirigían. Poco tiempo les duraron sus "vacaciones" porque, al desembarcar, continuaron con sus afanes apostólicos y misioneros. ¡Qué ejemplo de entrega a los demás! A pesar de que se tenían bastante merecido su descanso, deben olvidarse de sí mismos y renunciar al legítimo reposo físico para continuar ayudando y sirviendo a su prójimo. Al menos, pudieron descansar unas horas. Y, conociendo la delicadeza de nuestro Señor, seguramente algunos días más tarde disfrutarían de un sabroso fin de semana de descanso.

Y aquí el evangelista nos presenta un rasgo sumamente bello y revelador de la persona de nuestro Señor Jesucristo: "Al desembarcar, vio una grande multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor". Sin duda alguna, este gesto del Maestro debió impresionarles poderosamente a los apóstoles porque Mateo hace esta misma observación tres veces consecutivas: antes de enviar a sus discípulos a la misión (Mt 9, 36-38) y antes de las dos multiplicaciones de los panes (Mt 14, 12ss y Mt 15, 32ss). El verbo griego que emplean los evangelistas es muy fuerte y significa, literalmente, "sentir ternura por alguien", "conmoverse las entrañas de compasión por una persona". ¡Qué hermosos y sublimes los sentimientos de nuestro Señor!

Pero no son sentimientos vacíos y estériles, sino que lo lleva a la acción y a buscar soluciones concretas para aliviar esas necesidades. En el primer caso, la compasión empuja a Jesús a mandar a sus apóstoles a la misión; y en los otros dos, le lleva a hacer numerosas curaciones y a saciar el hambre de toda esa pobre gente, signos externos de lo que estaba realizando en el alma de aquellas personas. Marcos nos presenta a nuestro Señor entregándose sin descanso, en cuerpo y alma, a la predicación y a la enseñanza de las multitudes: "y enseguida -nos dice el evangelista- se puso a enseñarles con calma". ¡Qué gran corazón de Jesús! ¡Qué bondad de Pastor, qué ternura de Padre, qué delicadeza de Amigo! Si así de generoso y de misericordioso es nuestro Señor, ¿quién tendrá miedo de acercarse a El?

San  Juan Pablo II decía a los miles de peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, que las vacaciones de verano deben ser un período particularmente propicio para redescubrir los auténticos valores del espíritu. "Las numerosas ocupaciones y los ritmos acelerados de la vida -afirmaba- hacen que en ocasiones sea difícil cultivar esta importante dimensión espiritual. Las vacaciones veraniegas, si no son "quemadas" por la disipación y la simple diversión, pueden convertirse en una ocasión propicia para volver a dar aliento a la vida interior".

Propósito
Ojalá que, a la luz del Evangelio de hoy, sepamos aprovechar este período de vacaciones para renovar la paz y la serenidad de nuestro espíritu a través de una sana recreación y esparcimiento; y que dejemos también un espacio importante para el cultivo de nuestra alma a través de la oración, de las buenas lecturas, la meditación y la participación en los sacramentos para encontrarnos personalmente con Dios nuestro Señor.

Diálogo con Cristo
Jesús, gracias por enseñarme cómo tratar a los demás. Tú eres un escultor genial, vas moldeando en tus apóstoles tu imagen de bondad, de humildad y de generosidad. Nunca «usas» o ves a los demás como meros instrumentos. Dame tu gracia para poder ejercer tu estilo de liderazgo en todas mis relaciones, especialmente en mi familia y en la evangelización y promover el bien temporal y espiritual de cada uno. Que por encima de todo, brille tu caridad en mi corazón.

Macrina la Joven, Santa

Virgen, 19 de julio

Fuente: misa_tridentina.t35.com || «Vidas de los santos», Alban Butler 

Martirologio Romano: En el monasterio de Annesis, cerca del río Iris, en el Ponto, ahora en Turquía, santa Macrina, virgen, hermana de los santos Basilio Magno, Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste, gran conocedora de las Sagradas Escrituras, que se retiró a la vida solitaria y fue ejemplo admirable de amor a Dios y de alejamiento de las vanidades del mundo.( 379)

Breve Biografía

Macrina era la mayor de los diez hijos de los santos Basilio y de Emelia la mayor, y hermana de los Padres Capadocios, san Basilio y san Gregorio de Nisa. Nació en Cesarea de Capadocia, hacia el año 327 y su madre la educó con particular esmero, le enseñó a leer y vigilaba cuidadosamente sus lecturas. El libro de La Sabiduría y los Salmos de David eran las obras predilectas de Macrina, quien no descuidaba por ello los deberes domésticos y los trabajos de hilado y costura. A los doce años fue prometida en matrimonio, pero su prometido murió súbitamente y Macrina se negó a aceptar a ninguno de los otros pretendientes, para dedicarse a ayudar a su madre en la educación de sus hermanos y hermanas menores. San Basilio el Grande, san Pedro de Sabaste, san Gregorio de Nissa y los otros hermanos de Macrina, aprendieron de ella el desprecio del mundo, el temor a la riqueza y el amor a la oración y la palabra de Dios. Según se dice, san Basilio volvió muy envanecido de mnr estudios, y su hermana le enseñó a ser humilde. Por otra parte, Macrina fue «el padre y la madre, el guía, el maestro y el consejero» de su hermano menor, san Pedro de Sebaste, pues san Basilio el Mayor, murió poco después del nacimiento de su último hijo. A la muerte de su padre, san Basilio estableció a su madre y a su hermana Macrina en una casa a orillas del río Iris; las dos santas mujeres se entregaron allí a la práctica de la ascética con otras compañeras.

A la muerte de santa Emelia, Macrina repartió entre los pobres su herencia y vivió del trabajo de sus manos. Su hermano Basilio murió a principios del año 379, y Macrina cayó gravemente enferma nueve meses después. Cuando san Gregorio de Nissa llegó a visitada después de nueve años de ausencia, la encontró en un lecho de tablas. El santo quedó muy consolado al ver el gozo con que su hermana soportaba la tribulación y muy impresionado del fervor con que se preparaba para la muerte. Santa Macrina exhaló eI último suspiro en un transporte de gozo al atardecer. Era tan pobre, que para amortajar el cadáver no se encontró más que un vestido viejo y una tela muy burda; pero San Gregorio regaló con ese fin una túnica de lino. El obispo del lugar, llamado Amauxio, dos sacerdotes y el propio San Gregorio, transportaron el féretro y, durante la procesión funeraria, se cantaron los salmos; pero la afluencia de la multitud y las lamentaciones del pueblo, especialmente de algunas mujeres, perturbaron mucho la ceremonia.

En el «Diálogo sobre el alma y la resurrección» y en un panegírico dedicado al monje Olimpio, san Gregorio dejó trazada la biografía de su hermana Macrina, con muchos detalles sobre su virtud, su vida y su entierro. En el panegírico mencionado, el santo habla de dos milagros: el primero de ellos fue que santa Macrina recobró la salud cuando su madre trazó sobre ella la señal de la cruz; en el segundo caso, la santa curó de una enfermedad de los ojos a la hijita de un militar. San Gregorio añade: «Creo que no es necesario que repita aquí todas las maravillas que cuentan los que vivieron con ella y la conocieron íntimamente ... Por increíbles que parezcan esos milagros, puedo asegurar que los consideran como tales quienes han tenido ocasión de estudiarlos a fondo. Sólo los hombres carnales se rehusan a creerlos y los consideran imposibles. Así pues, para evitar que los incrédulos sean castigados por negarse a aceptar la realidad de esos dones de Dios, he preferido abstenerme de repetir aquí esas maravillas sublimes ...» Este comentario confirma, una vez más, el dicho de que sólo un santo puede escribir la vida de otro santo.

Conoce algunos de los símbolos históricos del papado
Anillo del pescador, báculo, silla gestatoria, fanón, manto, umbráculo…

Conoce algunos de los símbolos históricos del papado:

El Anillo del Pescador: Anillo de oro en que está grabada la Barca de Pedro, símbolo de la Iglesia, y en su reverso, el nombre del papa reinante.

La primera mención documentada al Anillo del Pescador fue hecha en 1265, en una carta en la que el Papa Clemente IV comentó que ya era una costumbre de los sucesores de Pedro, muy anteriores a él, grabar su nombre y la barca en sus documentos con un poco de cera caliente, sobre la cual era presionado el anillo.

Cuando el Papa muere, su Anillo de Pescador es destruido por el cardenal camarlengo, simbolizándose el final de la autoridad del papa fallecido e impidiendo que otro utilice el anillo indebidamente.


El Báculo: Especie de bastón en forma de cruz, que representa el gobierno universal del papa. El pontífice lo usa en lugar del báculo pastoral de los obispos y los abades mitrados que, recordado el cayado de un pastor, simboliza la autoridad en la diócesis o la abadía.


La Silla Gestatoria o Sede Gestatoria: Trono papal portátil, cargado por doce hombres llamados sedarios o palafreneros, vestidos de rojo con ornamentos dorados, y acompañada por dos asistentes que llevaban los flabelos, grandes abanicos de plumas de avestruz que se remontan al siglo IV. Los flabelos eran usados por los reyes de la antigüedad para alejar a los insectos y pasaron a representar su autoridad. La referencia más antigua a la Silla Gestatoria es del año 521. Fue abolida por el Papa san Juan XXIII.


El Palio Pontificio: Cinta circular usada por el Papa sobre los parámetros litúrgicos, en la misa o en otras ceremonias, de la que descienden dos franjas de 30 cm cada una, una sobre el pecho y la otra por los lados. Adornado con seis pequeñas cruces rojas, recuerda la preciosa sangre de Cristo y pende de tres agujas que evocan los clavos con los que fue crucificado Jesucristo. Los arzobispos usan un palio más sencillo.

El Fanón o Fano: Pequeña capa al hombro, como doble muceta de seda blanca con rayas doradas. Está reservado al papa en las misas pontificias y representa el escudo de la fe que protege a la Iglesia. Es de uso exclusivo del sumo pontífice. Las franjas verticales del fanón, de color dorado, representan la unidad y la indisolubilidad de la Iglesia latina y oriental.


El Manto: Capa larga, originalmente roja, que pasó a acompañar los colores litúrgicos. El manto es mucho más grande que el Papa, que, al sentarse en el trono, coloca sus pies sobre él mientras los asistentes lo extienden sobre los peldaños del trono. La primera referencia al uso del manto pontificio aparece en “La Divina Comedia”, de Dante Alighieri, escrita en el siglo XIII.


El Umbráculo: Paraguas dorado y rojo que los papas usaban para protegerse del sol. Pasó a ser símbolo de vacancia del papado y hoy es usado en el escudo de armas del cardenal camarlengo, que administra la Iglesia entre la muerte de un papa y la entronización del siguiente.


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