«Es tu amor ardiente, Señor, el que ha dado al diácono san Lorenzo el poder de mantenerse fiel»

Papa Francisco instituye el Día Mundial por el Cuidado de la Creación
Será el 1 de septiembre, y ya lo celebra la Iglesia ortodoxa

JAVIER ORDOVÁS 

AP Photo/Alessandra Tarantino

El Papa Francisco ha decidido instituir en la Iglesia Católica la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que se celebrará el 1 de septiembre, tal como acontece desde hace tiempo en la Iglesia Ortodoxa, y en el que los católicos podrán recordar que deben proteger el planeta y pedir perdón a Dios por los pecados cometidos contra el mismo.

Así lo anuncia en una carta dirigida al presidente del Consejo Pontificio de Justicia y Paz, el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, y al presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el cardenal Kurt Koch.

Francisco explica que de esta forma acoge la sugerencia del Metropolita Ioannis de Pérgamo, que intervino en la presentación de la Encíclica 'Laudato si' y muestra su preocupación por el futuro del planeta, compartida con el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Griega, Bartolomé.

El Papa advierte de que la crisis ecológica llama a los cristianos "a una profunda conversión espiritual" y "ecológica" y subraya que la protección del planeta "no es algo opcional ni un aspecto secundario de la experiencia cristiana".

Por ello, con esta Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que se celebrará anualmente, el Papa pretende que los creyentes puedan "renovar la adhesión personal a la propia vocación de custodios de la creación", dar gracias a Dios "por su maravillosa obra", invocar su ayuda para la protección del planeta y pedir su "misericordia por los pecados cometidos contra el mundo".

Esta jornada coincidirá con la instituida por la Iglesia Ortodoxa, un hecho que, según el Pontífice, permitirá testimoniar la "creciente comunión" entre ambas Iglesias. "Vivimos en un tiempo en el que todos los cristianos afrontamos idénticos e importantes desafíos, y a los que debemos dar respuestas comunes si queremos ser más creíbles y eficaces", apunta.

Precisamente, el cardenal Koch deberá ponerse en contacto con el Patriarcado Ecuménico y con las demás realidades ecuménicas para que sirva de unión a todos los cristianos. Además, se ocupará de la coordinación con iniciativas similares organizadas por el Consejo Ecuménico de las Iglesias.

El cardenal Turkson será el encargado de poner en conocimiento de las Comisiones de Justicia y Paz de las Conferencias Episcopales, así como de los organismos nacionales e internacionales que trabajan en el ámbito ecológico, la institución de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, para que, de acuerdo con las exigencias y las situaciones locales, la celebración se organice debidamente con la participación de sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos.

Para este propósito, y en colaboración con las Conferencias Episcopales, ese dicasterio deberá esforzarse por llevar a cabo iniciativas de promoción y animación, para que esta celebración anual sea "un momento intenso de oración, reflexión, conversión y asunción de estilos de vida coherentes".

Finalmente, el Papa invoca la intercesión "de la Madre de Dios María Santísima y de san Francisco de Asís, cuyo Cántico de las Criaturas mueve a tantos hombres y mujeres de buena voluntad a vivir alabando al Creador y respetando la creación".

- Aleteia

Evangelio según San Juan 12,24-26. 

Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. 

El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. 

El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. 

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Sermón 206 (atribuido) 

«Es tu amor ardiente, Señor, el que ha dado al diácono san Lorenzo el poder de mantenerse fiel»

El ejemplo de san Lorenzo nos anima a dar nuestra vida, ilumina nuestra fe, atrae nuestra devoción. No son las llamas de la hoguera las que nos consumen, sino las de una fe viva. Nuestro cuerpo no ha sido quemado por la causa de Jesucristo, pero nuestra alma es transportada por los ardores de su amor..., nuestro corazón arde de amor por Jesús ¿No es el mismo Salvador quien ha dicho de este fuego sagrado: «He venido a prender fuego en el mundo; ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!»? (Lc 12, 49) Cleofás y su compañero comprobaron estos efectos cuando dijeron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32).

Es también gracias a este ardor interior que san Lorenzo permanece insensible a las llamas de su martirio: arde en deseo de estar con Jesús y no siente las torturas. Cuanto más crece en él el ardor de la fe, menos le hacen sufrir los tormentos... El poder de la hoguera divina que arde en su corazón calma las llamas de la hoguera atizada por los verdugos.

Oración introductoria
Señor, ayúdame a servirte siempre y en todo. A saber vivir sostenido por tu amor, dispuesto a dejarme cribar con una confianza ilimitada en tu Providencia, por un amor apasionado y abrazado a tu cruz.

Petición
Señor, dame la generosidad para pasar mi vida sirviendo a los demás.

Meditación del Papa Francisco

Con él, sólo con su gracia, con su ayuda, también nosotros podemos vencer esta tentación de la vanidad, de la mundanidad, no sólo en las grandes ocasiones, sino también en las circunstancias ordinarias de la vida.

En esto, nos ayuda y nos conforta el ejemplo de muchos hombres y mujeres que, en silencio y sin hacerse ver, renuncian cada día a sí mismos para servir a los demás: un familiar enfermo, un anciano solo, una persona con discapacidad, un sin techo...

Pensemos también en la humillación de los que, por mantenerse fieles al Evangelio, son discriminados y sufren las consecuencias en su propia carne. Y pensemos en nuestros hermanos y hermanas perseguidos por ser cristianos, los mártires de hoy, hay muchos. No reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y ultrajes. Lo siguen por su camino. (Homilía de S.S. Francisco, 29 de marzo de 2015).

Reflexión
Jesucristo dice: "Si el grano de trigo no muere, no dará fruto". El grano que quiera seguir como grano, que le tenga miedo a la humedad, que no esté dispuesto a desaparecer como grano, ¿cómo ha de dar fruto? Si el grano muere, nacerá una nueva planta. Si es de maíz, dará muchos elotes, que tendrán muchos granos cada uno. Pero es necesario dejar de ser grano para dar todo ese fruto.

Así, Jesucristo habría de morir para darnos un gran fruto: la salvación de nuestras almas, el perdón de los pecados, la apertura nuevamente del Cielo para nosotros, la vida eterna, la gracia santificante, recobrar nuevamente la amistad con Dios. Todo ello es parte del fruto que Jesucristo dará al morir como grano de trigo en la cruz.

Luego, inmediatamente, el mismo Jesús dice: "El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna".

Estas palabras son muy importantes para un cristiano, para un verdadero seguidor de Jesucristo, para todos aquellos que quieren imitarle en sus vidas. Él nos dice que las personas que son egoístas, que piensan en su comodidad, en su bienestar, en su placer, olvidándose de los demás no obtendrán la vida eterna. Si pasarán esta vida con placer, con comodidad, cumpliéndose todos sus caprichos, pero perderán los más importante, la vida eterna. Aquél que busca lo mejor para sí mismo, que no le importa dañar a los demás, u ofenderlos, o maltratarlos con tal de lograr sus placeres no vivirá con el Señor la vida eterna. Cambia el placer que se va pronto, que dura "nada", por toda la vida eterna.

Por el contrario, quien no se interesa por los placeres, por las comodidades, por cumplir sus caprichos y egoísmos, quien piensa en los demás, se entrega por ellos y los ama, ese alcanzará lo más importante, lo que nunca ha de acabarse: la vida eterna.

Y Jesucristo que nos dice esas palabras, es el primero en darnos el ejemplo: pues Él ha de ofrecer su vida, ha de perderla, ha de morir, para darnos la vida eterna, para perdonarnos los pecados, para darnos la salvación. "El que se aborrece a sí mismo". Nuestro Señor, un verdadero ejemplo de amor por nosotros. No le importó morir, ni sufrir tanto, ni ser despreciado, abofeteado, escupido, azotado, ridiculizado, golpeado, coronado de espinas, despreciado, crucificado y ajusticiado en la cruz, con tal de buscar nuestro bien. ¡Eso es amor! ¡Eso es amar al prójimo! ¡¡Eso es vivir la ley de Dios: amar a Dios y al prójimo! Por eso nuestro Señor será capaz de decirnos: “Ámense como yo los he amado” ¡Hasta dar la vida por los demás!

Recordemos lo que decían de los primeros cristianos hace ya dos mil años: "¡Miren cómo se aman!". Los pueblos paganos quedaban maravillados por el amor con que se trataban entre sí los cristianos y el amor con que trataban a todos los demás. El verdadero cristiano ha de ser como Jesucristo: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. ¿Acaso Jesucristo no hizo eso en la cruz por todos y cada uno de nosotros? Imitémosle.

El auténtico cristiano, el verdadero católico es quien ama al prójimo y no se preocupa de sí mismo. Tengamos cuidado de los placeres, de las comodidades, de los caprichos, de los deseos, pues lo único que hacen es convertirnos en el centro de nuestro amor: nos buscaremos a nosotros mismos.

Quien verdaderamente ama a su prójimo pensará en ellos continuamente: el esposo, en su esposa; la esposa, en el esposo; los padres, en los hijos; el ciudadano, en sus conciudadanos; el maestro, en sus alumnos;

El mundo pagano se distingue por el egoísmo. El mundo cristiano se ha de distinguir por el amor. ¿Cuál mundo estamos construyendo? ¿Soy pagano o soy cristiano? El mundo pagano termina con la muerte. El mundo cristiano empieza con la vida eterna.

Jesucristo muere en la cruz para perdonarnos los pecados, para darnos nuevamente la amistad con Dios, nos vuelve a abrir las puertas del Cielo, nos hace partícipes de la vida eterna, nos da su gracia. El Señor nos enseña: "El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna", y "Si el grano de trigo no muere, no dará fruto". El distintivo de todo verdadero cristiano es el amor.

Sabemos que por mucho tiempo que pueda vivir un hombre en la tierra, no será más que una gota en medio de la inmensidad del océano, un punto en medio de la eternidad. ¿No será preferible dejar un poco las comodidades de aquí para entrar en la eternidad por la puerta grande?

¿Cuántas veces pensamos en ella? ¿La tenemos como una realidad? ¿O sólo es algo lejano e imaginario? Los santos mártires, como San Lorenzo, nos ponen ante los ojos el valor de la vida futura. Antes de padecer los sufrimientos a los que le sometieron -ser quemado vivo- reflexionó unos instantes y optó por Cristo a pesar de todo. Porque sabía muy bien qué encontraría después de su muerte.

Propósito
Darme el tiempo para escuchar a las personas con las que convivo diariamente: oír, comprender, acompañar, sin buscar alguna ventaja personal.

Diálogo con Cristo 
Generosidad, valentía, fe, perseverancia, paciencia, tenacidad, celo apostólico y humildad son las virtudes que deben abonar la semilla de mi vida, para que dé el fruto para lo cual fue creada. Señor, dame tu gracia para dejar a un lado todo lo que me aparte de cumplir tu voluntad.

Lorenzo, Santo

Mártir, 10 de agosto de 258

Fuente: Enciclopedia Católica 

Diácono y Mártir

Martirologio Romano: Fiesta de san Lorenzo, diácono y mártir, que deseó ardientemente acompañar al papa Sixto II en su martirio. Según cuenta san León Magno, recibió del tirano la orden de entregar los tesoros de la Iglesia, y él, burlándose, le presentó a los pobres en cuyo sustento y abrigo había gastado abundantes riquezas. Por la fe de Cristo, tres días más tarde superó el tormento del fuego, y el instrumento de su tortura se convirtió en distintivo de su triunfo, siendo enterrado su cuerpo en el cementerio de Campo Verano, que desde entonces fue llamado con su nombre (258).

Breve Biografía

San Lorenzo (mártir), uno de los diáconos de la iglesia romana, fue una de las víctimas de la persecución de Valeriano en el año 258, al igual que lo fueron el Papa Sixto II y muchos otros clérigos romanos. A comienzos del mes de agosto del año 258, el emperador emitió un edicto ordenando matar inmediatamente a todos los obispos, curas y diáconos ("episcopi et presbyteriet diacones incontinenti animadvertantur" -- Cipriano, Epist. lxxx, 1). Esta orden imperial se ejecuto inmediatamente en Roma. El 6 de agosto, el Papa Sixto II fue capturado en una catacumba y ejecutado de inmediato ("Xistum in cimiterio animadversum sciatis VIII id. Augusti et cum eo diacones quattuor." Cipriano, ep. lxxx, 1). Otros dos diáconos, Felicísimo y Agapito, fueron ejecutados el mismo día.

En el calendario romano de fiestas del siglo IV su fiesta coincide con dicha fecha. Cuatro días más tarde, el 10 de agosto del mismo año, Lorenzo, el último de los siete diáconos, también sufrió la muerte de un mártir. La muerte de este santo mártir es en esa fecha según el calendario de Filocalo para el año 354.

Este almanaque es un inventario de las principales fiestas de los mártires romanos de mitad del siglo IV; también menciona la calle donde se encontraría su tumba, la Vía Tiburtina ("III id. Aug. Laurentii in Tibertina"; Ruinart, "Acta sincera", Ratisbona, 1859, 632). Los itinerarios de las tumbas de los mártires romanos, como se dieron a conocer en el siglo VII, mencionan que este mártir fue enterrado en la Catacumba de Ciriaca en agro Verano (De Rossi, "Roma Sott.", I, 178).

Desde el siglo IV, San Lorenzo ha sido uno de los mártires más venerados de la iglesia romana. Constantino el Grande fue el primero en erigir un pequeño oratorio sobre el lugar donde fue enterrado. El Papa Pelagio II (579-90) amplió y embelleció el lugar. El Papa Sixto III (432-40) construyó, en la cima de la colina donde fue enterrado, una gran basílica de tres naves cuyo ábside está apoyado en la vieja iglesia. En el siglo XIII, el Papa Honorio III convirtió los edificios en uno y así es como se encuentra la Basílica de San Lorenzo hoy en día. El Papa San Dámaso (366-84) escribió un panegírico en verso que se grabó en mármol y se colocó sobre su tumba. Dos contemporáneos de este Papa, San Ambrosio de Milán y el poeta Prudencio, dieron detalles concretos sobre la muerte de San Lorenzo. Ambrosio relata (De officiis min. Xxviii) cuando se le preguntó a San Lorenzo por los tesoros de la Iglesia, este, hizo comparecer a los pobres entre los que, en lugar de darles limosna, había repartido el tesoro; también contó que cuando se llevaban al Papa Sixto II para ejecutarlo, éste reconfortó a San Lorenzo que deseaba compartir su martirio, diciéndole que le seguiría en tres días. El santo Obispo de Milán también explica que San Lorenzo fue quemado hasta la muerte en una parrilla de hierro (De offic., xli). De igual manera, pero con más detalles poéticos, Prudencio describe el martirio del diácono romano en su himno a San Lorenzo ("Peristephanon", Hymnus II).

El encuentro entre San Lorenzo y el Papa Sixto II, cuando éste último iba a ser ejecutado, según el relato de San Ambrosio, no es compatible con los informes contemporáneos sobre la persecución de Valeriano. La forma en que fue ejecutado –quemado en una parrilla de hierro al rojo vivo—también hace surgir importantes dudas. Las narraciones de Ambrosio y Prudencio se basan más en la tradición oral que en escritos. Es bastante posible que entre el año 258 y el final del siglo IV surgieran leyendas populares sobre esté diácono romano tan venerado y que algunas de esas historias hayan sido preservadas por estos dos autores. En cualquier caso, nosotros carecemos de medios para verificar en fuentes anteriores los detalles que derivan de San Ambrosio y Prudencio, o para establecer hasta que punto esos detalles se basan en la tradición histórica anterior. Probablemente, a principios del siglo VI se crearon otras versiones más completas sobre el martirio de San Lorenzo, y en estas narraciones muchos de los mártires de la Vía Tiburtina y de las dos Catacumbas de San Ciriaca en agro Verano y San Hipólito estaban relacionados de una forma romántica y totalmente legendaria.

Los detalles que se dan en estas Actas sobre el martirio de San Lorenzo y su actividad antes de su muerte carecen de credibilidad. Sin embargo, a pesar de las críticas a las últimas versiones de su martirio, no cabe duda de que San Lorenzo fuera un personaje histórico real ni de que el diácono fue martirizado; tampoco existen dudas sobre el lugar donde ocurrió ni sobre la fecha de su entierro. El Papa Dámaso construyó una basílica en Roma dedicada a San Lorenzo; ésta es la iglesia conocida como San Lorenzo en Dámaso. La iglesia de San Lorenzo en Lucina, también dedicada a este santo, aún existe. El día de San Lorenzo sigue siendo el 10 de agosto (fecha de su muerte). Aparece dibujado con la parrilla de hierro en la que se supone que fue asado hasta la muerte.

 

Francisco y la Teología del Pueblo: un nuevo modo de "ser Iglesia"
Una Iglesia que debe alejarse de "los elitismos socioeconómicos y las desconexiones con lo real", y que "desmonte el clericalismo y el carrerismo eclesial"

RAFAEL LUCIANI

Cancillería del Ecuador-cc

El reciente viaje de Francisco a Sudamérica representó un giro importante. Se trata del inicio de una segunda etapa en la que deja claro el nexo existente entre sus discursos y lineamientos teológico-pastorales, y el enfoque propuesto por la llamada Teología del Pueblo Teología de la Cultura.

Desde el estudio de esta rama de la teología latinoamericana, que surge en el contexto socio-histórico de la recepción del Concilio Vaticano II en América Latina  podemos comprender que lo que propone Francisco no es un mero cambio de enfoque en la pastoral eclesial, como tampoco un refrescamiento del lenguaje o actualización de las formas religiosas existentes, sino el replanteo de un modo de ser Iglesia que reconoce los graves efectos de la crisis estructural que vive y se propone retomar la senda trazada por el Concilio Vaticano II.
 
Este nuevo modo de ser de Iglesia asume un talante profético, entendiendo a la acción pastoral a partir de nuestra inserción en la realidad del pobre y la asunción de los valores que brotan de estos sectores populares. Se trata de un nuevo modo de ser Iglesia a partir de la opción preferencial por esa parte del pueblo que son los pobres, la periferia, y el impacto que ellos tienen para generar procesos de conversión en todos aquellos que hacemos vida en la Institución eclesiástica y en la sociedad en general.

No cabe, pues, la postura de quienes "viven y reflexionan desde la comodidad de un desarrollo y de una calidad de vida que no están al alcance de la mayoría de la población mundial" (Laudato Si, 49). Esta falta de conexión con la realidad, ayuda "a cauterizar la conciencia" (LS 49).
 
La Teología del Pueblo es una rama de la teología latinoamericana de la liberación que fue desarrollada en Argentina por los teólogos Lucio Gera y Rafael Tello. Sin embargo, sus orígenes se remontan al año 1966 cuando se crea la Coepal (Comisión Episcopal de Pastoral), quien acuña el término de "pueblo" entendido como "la existencia de una cultura común, enraizada en una historia común y comprometida con el bien común".
 
Esta Teología no busca el cambio de las estructuras sociales y políticas por sí mismas, sino el discernimiento de la misión e identidad de la Institución eclesiástica a partir de su opción por el pueblo pobre, expresada en un firme discurso religioso que impulse el diálogo sociopolítico y promueva una praxis pastoral informada por la justicia social como valor de ese "pueblo fiel" que quiere ser seguidor de la praxis de Jesús (Sebastián Politi, Teología del Pueblo).
 
Esta opción teológico-pastoral no parte del análisis de las condiciones económicas y sociopolíticas para interpretarlas a la luz del método marxista, sino de la conexión real con el pueblo y el estudio de su cultura oethos común, y apuesta por la promoción integral del sujeto humano, el fomento del diálogo sociopolítico y la práctica de la justicia social.
 
El reto que dejó Francisco en su reciente viaje a Sudamérica es, pues, el de repensar a una Iglesia que está llamada a "optar por el pueblo pobre" y "alejarse de tentaciones de propuestas unicistas, cercanas a dictaduras, ideologías y sectarismos" (Quito, 7-7-2015).

Una Iglesia que debe alejarse de "los elitismos socioeconómicos y las desconexiones con lo real", y que, como ha dicho en repetidas ocasiones, "desmonte el clericalismo y el carrerismo eclesial" que reina en la mente de tantos clérigos que sólo piensan en ser obispos y llegar a puestos de poder por el mero hecho de ser ministros ordenados. En palabras de Francisco, "estos son signos de una fe que no es fiel al Evangelio" y que "necesita salir de sí". 

- Aleteia

A veces no tienes ganas de orar aunque en el fondo sí quieres.

¿También a ti te sucede esto?

Si bien deberíamos anhelar la intimidad con Dios, los sentimientos afectan con frecuencia el estado de ánimo y la voluntad

Por: P. Evaristo Sada LC | Fuente: Catholic.net 

Experimentamos a veces la falta de ganas para la oración, sin que ello signifique un desprecio de Dios. Y nos sucede lo mismo en otros campos de la vida.

Una cosa es no querer y otra es no tener ganas.

Si te levantas sin ganas de ir a la universidad, sin ganas de ir al trabajo o sin ganas de preparar la comida para la familia, ¿qué haces? Si quieres prepararte para tu futuro, aunque no tengas ganas vas a la universidad. Si quieres mantener a tu familia y ofrecer a tus hijos una buena educación, aunque no tengas ganas cumples con tus responsabilidades laborales. Si quieres complacer a tu esposo y a tus hijos con una buena comida y hacerles disfrutar su regreso a casa, aunque no tengas ganas te esmeras en preparar lo mejor posible los alimentos.

Una consecuencia de nuestra naturaleza caída...

Siempre estamos estirados por tendencias contrastantes, nuestra naturaleza caída así nos tiene... Y esto da mucha batalla. Si bien deberíamos anhelar la intimidad con Dios, los sentimientos afectan con frecuencia el estado de ánimo y la voluntad y nos traen como hoja seca llevada por el viento. Se requiere un trabajo permanente de purificación y de oración, de conversión continua.

El cultivo del deseo de Dios

El simple sentido del deber es insuficiente, pues tarde o temprano podemos cansarnos. Es necesario reforzarlo con el cultivo del deseo. De una forma u otra todos hemos experimentado que cuando se estimula el deseo de algo, crece el amor y se disfruta más al tener la oportunidad de alcanzarlo. Es un buen recurso sicológico.

El cultivo del deseo de Dios es un camino que aprendemos en los salmos y que es ampliamente recomendado por los santos. Grandes maestros en la materia son San Anselmo y San Agustín. En el Proslogion San Anselmo escribe: "Deseando te buscaré, buscando te desearé, deseándote te hallaré y hallándote te amaré."

En muchas oraciones del salmista descubrimos este ejercicio del deseo: "¡Qué deseables son tus moradas, Señor Dios de los ejércitos! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. Dichosos los que viven en tu casa, cuando atraviesan áridos valles los convierten en oasis." (Sal 83) "Mi espíritu se consume y anhela los atrios del Señor; como el gorrión que ha encontrado una casa y la golondrina un nido." (Sal 33) Y "Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro." (Sal 27,8)


Nos lo enseña también la liturgia de la Iglesia con el Adviento que estamos celebrando. El Adviento constituye un ejercicio del deseo de la venida de Cristo. El Adviento viene a ser como una cuenta regresiva del gran día en que celebramos al Dios con nosotros. Cuanto mejor lo vivamos, más valoraremos la encarnación y el nacimiento del Hijo de Dios.

¿Cómo se aviva el deseo de Dios?

Dos medios para avivar el deseo de Dios son la contemplación del amor de Dios y la consideración de Sus atributos.

La contemplación del amor de Dios nos estimula a querer corresponderle con más amor. Dios nos amó primero y lo ha hecho con infinita misericordia. Contemplar sus obras conmigo: el don de la existencia, del bautismo, de la familia, de los amigos, de los talentos personales, del perdón, del gran amor que nos ha tenido al encarnarse, morir y resucitar para salvarnos.

Considerar los atributos de Dios (omnipotencia, bondad, verdad, belleza, misericordia....) nos ayuda a descubrir y dejarnos atraer cada vez con mayor fuerza de Alguien fascinante. Para esto ayuda sobre todo el conocimiento de la Sagrada Escritura, la lectura de los Santos Padres, del Magisterio de la Iglesia, el estudio de cristología, etc.


Estimular el deseo de Dios aviva la sed espiritual y avivando la sed espiritual despierta el corazón profundo, aquel que palpita desde el centro de nuestro ser y constituye el espacio para todo encuentro y toda relación, sobreponiéndose a la pereza y a los altibajos emocionales.

Pero el cultivo del deseo no es sólo un recurso sicológico, sino ejercicio de la virtud teologal de la esperanza, como explica el Papa Benedicto XVI en la encíclica Spe Salvi, comentando a San Agustín: "Él (San Agustín) define la oración como un ejercicio del deseo. El hombre ha sido creado para una gran realidad, para Dios mismo, para ser colmado por Él. Pero su corazón es demasiado pequeño para la gran realidad que se le entrega. Tiene que ser ensanchado. «Dios, retardando [su don], ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz [de su don]». Agustín se refiere a san Pablo, el cual dice de sí mismo que vive lanzado hacia lo que está por delante (cf. Flp 3,13). Después usa una imagen muy bella para describir este proceso de ensanchamiento y preparación del corazón humano. «Imagínate que Dios quiere llenarte de miel [símbolo de la ternura y la bondad de Dios]; si estás lleno de vinagre, ¿dónde pondrás la miel?» El vaso, es decir el corazón, tiene que ser antes ensanchado y luego purificado: liberado del vinagre y de su sabor. Eso requiere esfuerzo, es doloroso, pero sólo así se logra la capacitación para lo que estamos destinados." (Spe Salvi, 33)

Una sugerencia práctica

Una sugerencia práctica para la meditación diaria es comenzar confirmándonos a nosotros mismos y confirmándole a Dios cuánto deseamos pasar un tiempo con Él: "Dios mío, gracias por permitirme también hoy estar un rato a solas contigo. Tú sabes cuánto te amo y cuánto te necesito, y sé que tú también deseas tenerme a tu lado. En la última cena lo repetiste con insistencia: permanece en mi amor. Y también dijiste: Cuánto he deseado celebrar esta pascua con vosotros. De ninguna manera era fácil para ti, esa hora era la hora de la entrega sin límites, la hora de la cruz. Yo quiero seguir tu ejemplo y agradarte siempre. Por eso, aquí me tienes. No siempre tengo ganas ni fuerzas para orar y orar bien, pero lo que sí quiero asegurarte es que deseo seguirte y alcanzarte, permanecer siempre a tu lado, cueste lo que cueste."

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