Dios nos llama a la conversión incansablemente
- 16 Septiembre 2015
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DOMINGO XXIV 13 de septiembre de 2015. Is 50: 5-9a; Ps 114; Jm 2: 14-18; Mc 8: 27-35
Las lecturas de la misa de hoy nos ayudan a descubrir de qué manera Jesús se relacionaba con sus discípulos y les ayudaba a avanzar. Los había invitado a acompañarlo desde los inicios de la predicación en Galilea y, con el tiempo, habían experimentado la bondad y la inteligencia de su maestro, su capacidad de hacer el bien, de ayudar a la gente, y de salir adelante bien de las controversias con los maestros de la ley. A Jesús no le vendrían de nuevo ni la profecía de Isaías, ni la alabanza de los Salmos que hoy hemos oído o cantado. Justamente en la primera lectura, Isaías nos dice que, cuando hace experiencia de la palabra de Dios, nunca se da por vencido, ya que se siente respaldado por el Señor que lo envía. Por eso puede parar la cara como una roca y sabe que no quedará avergonzado. Hoy también nosotros, descubrimos como Dios -gracias a la fe-nos fortalece para hacer camino en nuestra vida. Y por eso podemos hacer nuestro esta palabra de Isaías: "El Señor me ayuda, por eso no me doy por vencido ".
El Salmo que hemos cantado refuerza estas palabras de Isaías porque, hasta si pasamos por dificultades, el Señor salvaguarda los sencillos, está a su lado y los fortalece día a día, cada día de nuevo.
La segunda lectura, del apóstol Santiago, nos hace más conscientes de que la fe sin las obras está muerta.
Por la fe no sólo tenemos una relación con Dios sino también con nuestros semejantes. La fe no es sólo una cuestión íntima, sino que tiene también una proyección exterior hacia las personas que tratamos.
Y, justamente, el apóstol nos pide una atención muy especial hacia las personas más necesitadas. Las palabras de Santiago son muy actuales: si alguno de nuestros hermanos o hermanas no tuvieran ni vestidos ni el alimento de cada día no podemos decirles sólo palabras bonitas que los animen, sino que tenemos que tratar de ayudarles concretamente.
La fe que tenemos como cristianos nos pide tener especial atención hacia las personas más necesitadas, para con las personas que se han empobreciendo y viven situaciones sociales de riesgo.
En el evangelio de hoy encontramos los apóstoles haciendo camino con Jesús. Primero lo acompañaban por la Galilea, donde Jesús compartía con todo el mundo la buena nueva que él llevaba y el ambiente a menudo era distendido y rico en enseñanzas, pero a partir del episodio de hoy, Jesús se encamina ya hacia Jerusalén, donde tendrán lugar todos los conflictos que lo llevarán a la muerte en cruz. Jesús, tal como lo hace a menudo, dialoga con sus discípulos y les empuja a ser más conscientes de lo que viven. Jesús, que enseñaba con preguntas, les pide su opinión: "y vosotros ¿quién decís que soy?". Les pide una respuesta personal y Pedro, acertadamente, le contesta: "Tú eres el Mesías". Estas palabras tienen tanta fuerza que en aquella ocasión él les ordenó no hablar con nadie. Pero, cuando Jesús les anuncia lo que le pasaría a Jerusalén, Pedro quería disuadirle, y es entonces que Jesús dice a Pedro que no pensaba como Dios sino como los hombres.
Esta conclusión del evangelio de hoy nos hace una propuesta que no siempre es fácil de llevar a la práctica. ¿Quién de nosotros no querría acompañar a Jesús y descubrir personalmente con él la armonía de una fe vivida? Pues bien, Jesús nos previene hoy que, si queremos ir con él, a veces no nos será nada fácil de asumir la vida tal como es, y tal como se va presentando. Justamente entonces tendremos que hacer de tripas corazón, tomar como Jesús nuestra cruz y acompañarlo, bien seguros de que Él también nos dará la fuerza para hacerlo. Dejémonos, pues, acompañar por el Señor. Tenemos un medio para hacerlo: leer, escuchar, y meditar sus palabras. Poco a poco podremos hacernos Nuestros sus propuestas y actitudes, que podremos compartir con la celebración de la Eucaristía, como lo hacemos hoy. Continuamos, pues, caminando con plena confianza y con alegría, entre los que viven en la presencia del Señor.
Evangelio según San Lucas 7,31-35.
Dijo el Señor: «¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen?
Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: '¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!'.
Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: '¡Ha perdido la cabeza!'.
Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: '¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!'.
Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos.»
San Basilio (c. 330-379), monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia Grandes Reglas monásticas, prólogo
Dios nos llama a la conversión incansablemente
¿Hasta cuándo esperamos decidirnos a obedecer a Cristo que nos llama a su Reino celestial? ¿No nos vamos a purificar? ¿No vamos a dejar de una vez este género de vida que llevamos para seguir a fondo el Evangelio?... Pretendemos desear el Reinado de Dios, pero sin preocuparnos demasiado por los medios a emplear para conseguirlo.
Aún más, por la vanidad de nuestro espíritu, sin preocuparnos lo más mínimo por observar los mandamientos del Señor, nos creemos ser dignos de recibir las mismas recompensas que aquellos que han resistido al pecado hasta la muerte. Pero ¿quién en tiempo de la siembra ha podido quedarse sentado y dormir en casa, y después recoger con los brazos bien abiertos las gavillas segadas? ¿Quién ha vendimiado sin haber plantado y cultivado la viña? Los frutos son para los que han trabajado; las recompensas y las coronas para los que han vencido. ¿Es que alguna vez alguien ha coronado a un atleta sin que éste ni tan sólo se haya revestido para combatir con el adversario? Y, por consiguiente, no sólo es necesario vencer sino también “luchar según las reglas”, como lo dice el apóstol Pablo (2Tes 114,5), es decir, según los mandamientos que nos han sido dados…
Dios es bueno, pero también es justo…:”El Señor ama la justicia y el derecho” (Sl 32,5); por eso “Señor voy a cantar la bondad y la justicia (Sl 100, 1)… Fíjate con que discernimiento el Señor usa de la bondad. No es misericordioso sin más ni más, no juzga sin piedad, porque “el Señor es benigno y justo” (Sl 114,5). No tengamos, pues, de Dios una idea equivocada; su amor por los hombres no debe ser para nosotros pretexto de negligencia.
San Cornelio Papa
Santos Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, mártires
Memoria de san Cornelio, papa, y san Cipriano, obispo, mártires, acerca de los cuales el catorce de septiembre se relata la sepultura del primero y la pasión del segundo. Juntos son celebrados en esta memoria por todo el orbe cristiano, porque, en días de persecución, ambos testimoniaron su amor por la verdad indefectible ante Dios y el mundo.
Oh Dios, que has puesto al frente de tu pueblo, como abnegados pastores y mártires intrépidos, a los santos Cipriano y Cornelio, concédenos, por su intercesión, fortaleza de ánimo y de fe para trabajar con empeño por la unidad de tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Actitud de los publicanos y fariseos
Lucas 7, 31-35. Tiempo Ordinario. Ellos no creen en la misericordia ni en el perdón: creen en los sacrificios. Misericordia quiere, no sacrificios.
Oración Introductoria
Señor Jesús, acércate a mi vida, quiero tu sabiduría para poder tener un auténtico encuentro con Dios en esta oración, creo, espero y te amo. Ven Señor, ¡no tardes!
Petición
Jesús, te quiero, te pido que pueda gozarte en esta oración.
Meditación del Papa Francisco
Y así se entienden los diálogos fuertes de Jesús, con la clase dirigente de su tempo: se pelean, lo ponen a la prueba, le ponen trampas para ver si cae, porque se trata de la resistencia a ser salvados. Jesús les dice: “Pero yo no les entiendo” y señala que ellos “son como aquellos niños: hemos sonado la flauta y no han bailado; hemos cantado un lamento y no han llorado. ¿Pero qué quieren? ¡Queremos salvarnos como nos gusta!”. Es siempre este el cierre al mundo de Dios.
Por el contrario, el 'pueblo creyente' el cual entiende y acepta la salvación traída por Jesús. Salvación que al contrario, para los jefes del pueblo se reducía en sustancia a cumplir los 613 preceptos creados por su fiebre intelectual y teológica.
Ellos no creen en la misericordia ni en el perdón: creen en los sacrificios. Misericordia quiere, no sacrificios. Quieren que todo esté bien acomodado, bien ordenado, todo claro. Este es el drama de la resistencia para la salvación. También nosotros, cada uno de nosotros tiene este drama dentro de sí.
Pero nos hará bien preguntarnos: ¿Cómo quiero ser salvado? ¿A mi manera? ¿Con una espiritualidad que es buena, que me hace bien, pero que está fija, tiene todo claro y no hay riesgo? O del modo divino, o sea en la vía de Jesús, que siempre nos sorprende, que siempre nos abre las puertas a aquel misterio de la omnipotencia de Dios, que es la misericordia y el perdón. Nos hará bien pensar que este drama está en nuestro corazón.
(Cf Homilía de S.S. Francisco, 3 de octubre 2014, en Santa Marta).
Reflexión
Las sectas se aprovechan de la indecisión de muchos cristianos para derrumbarles su fe y para incorporarlos en sus organizaciones. Por eso hemos de estar vigilantes, afianzando cada vez más los principios de nuestra fe católica.
Jesús compara a los indecisos con unos chiquillos que han perdido la capacidad de reaccionar ante las invitaciones de sus amigos, pues ni bailan ni lloran. Es como cuando vemos el telediario y, después de una noticia trágica, pasamos a la información deportiva como si nada. Nos conmovimos unos segundos y luego nos olvidamos.
Lo mismo sucede cuando entramos en una iglesia y vemos un crucifijo. Ya no nos llama la atención. ¿Y si viéramos a un hermano nuestro retorciéndose de dolor, colgado en el madero por cuatro terribles clavos? ¿No haríamos todo lo posible por bajarle de ahí?
Cristo espera que nuestro corazón vuelva a palpitar y reaccione ante nuestra realidad y la del mundo. Si nuestra fe está marchita, es hora de que rejuvenezca. Si Jesús sigue clavado en la cruz por nosotros, es tiempo de aprovechar la redención.
Porque si no abrimos los ojos, vendrá alguien a tocar a nuestra puerta y nos arrebatará lo más valioso que tenemos, sin darnos cuenta.
Propósito
Buscar en Dios, y en la oración, la respuesta a mis inquietudes y conocer la palabra de Dios.
Diálogo con Cristo
Jesús, no quiero que lleguen los problemas, las enfermedades o el momento de la muerte para saber reconocer la gran necesidad que tengo de tu presencia en mi vida. Por eso, a raíz de este encuentro contigo en la oración, me propongo valorar mi fe y luchar por conocer más Tu Palabra y la Iglesia.
Jesús, un hombre como nosotros.
Dios no ha podido descender más abajo, y el hombre no ha podido subir más arriba.
Yo no sé si encontraremos unas palabras sobre Jesucristo tan grandiosas, y tan sencillas a un tiempo, como las que trae el Catecismo de la Iglesia Católica tomándolas del Concilio, cuando nos dice:
El Hijo de Dios trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, menos en el pecado.
Todo esto lo sabemos desde siempre y lo confesamos continuamente en el Credo, cuando decimos que el Hijo de Dios se hizo hombre. Es la verdad fundamental de nuestra fe.
Pero, ¿nos hemos puesto a pensar en lo que significa que Dios se haya hecho hombre? Pues significa esto precisamente: que el Hijo de Dios, una de las Tres Personas de la Santísima Trinidad, al hacerse hombre, y quedando Dios verdadero, ahora va a ser uno igual que nosotros.
Nos va a conocer como conocemos nosotros.
Nos va a querer como queremos nosotros.
Nos va a amar como amamos nosotros.
Va a trabajar con manos encallecidas como trabajamos nosotros.
Dios va a hacer todo lo nuestro con manos nuestras, va a entender con cerebro nuestro, va a amar con corazón nuestro...
Si este Dios no se gana nuestra voluntad, nuestro cariño, nuestro amor, nuestra adhesión, y si lo dejamos de lado no haciéndole caso ninguno, entonces Dios ha fracaso del todo con nosotros; pero también nosotros habremos fracasado del todo en la vida, y nos perderíamos sin excusa alguna. Porque Dios no ha podido hacer por nosotros más de lo que ha hecho.
Un científico alemán protestante, aunque lo llamaríamos mejor un descreído, profesor en la universidad, lanza en una reunión de gente sabia esta atrevida pregunta:
-¿Que Dios existe? No lo creo, porque, de existir, se cuidaría un poco más de los hombres.
Un caballero católico acepta el desafío y le contesta:
-Falso, señor profesor. Es usted quien no se ocupa de Dios, ya que Dios se ha preocupado bien de usted. Porque, para salvar a los hombres, el mismo Dios se ha hecho hombre.
El profesor reconoce su atrevimiento y empieza a pensar. No mucho después abrazaba el catolicismo.
Tener con nosotros a Dios hecho hombre, es la condescendencia suma a que Dios ha podido llegar. El Hombre Jesús nos descubre a Dios tal como es Dios con nosotros, porque es Dios quien actúa en Jesús para decirnos cómo Dios nos ama, cómo quiere que seamos, cómo quiere que actuemos en la vida, cómo vamos a ser después para siempre.
Dios ha hecho todas las cosas y en ellas ha dejado la huella de su propio ser, sobre todo de su amor. Por eso la creación entera es una revelación manifiesta de Dios. Dentro de la creación, el hombre es la criatura más excelsa, pues ha sido hecho como varón y como mujer a imagen y semejanza de Dios. Pero en Jesús, Dios ha manifestado toda su gloria en la máxima expresión. El Dios hecho Hombre ha revelado al hombre todo lo que Dios es, lo que ama, lo que promete y lo que va a ser para el hombre glorificado.
Si examinamos esas cuatro palabras clave del párrafo del Concilio y del Catecismo, descubrimos en ellas todo el abismo de la bondad de Dios.
¿Que Dios, en Jesús, trabaja con manos de hombre?... Entonces nosotros amamos nuestra fatiga, nuestro esfuerzo, nuestro deber diario. Si Dios ha hecho lo que hago yo, ¿por qué no voy a hacer yo lo que ha hecho Dios?...
¿Que Dios, en Jesús, piensa con inteligencia de hombre?... Entonces, ¿no veo cómo mis pensamientos pueden ser un cielo límpio, bello, que refleje toda la hermosura del alma preciosa de Jesús?
¿Que Dios, en Jesús, quiso y se determinó con voluntad de hombre?... Entonces, ¿cómo debo yo abrazarme con todo el querer de Dios, si Dios mismo me enseña a hacerlo como Él?
¿Que Dios, en Jesús, amó y ama con corazón de hombre?... Entonces, ¿no veo cómo el amor mío es un amor como el del mismo Dios?...
El hecho de la Encarnación del Hijo de Dios no ha podido ser invento nuestro. No hay hombre que pueda imaginarse algo semejante. Lo sabemos por revelación de Dios, y no es extraño que esta verdad cristiana tan fundamental haya sido objeto, desde la antigüedad hasta hoy, de discusiones acaloradas. Antiguamente se decían algunos herejes:
- ¿Dios unido a la materia? ¡Imposible!...
Hoy se han dicho algunos:
- ¿El hombre necesita a Dios? ¡No nos hace falta!...
Pero la verdad cristiana se mantiene firme: Dios, en Jesús, se hace hombre; y el hombre, en Jesús, llega a ser Dios.
Dios no ha podido descender más abajo, y el hombre no ha podido subir más arriba.
Todo ha sido obra del amor de Dios para ganarse el amor del hombre y darle la salvación. ¿Cabe ahora en el hombre negar a Dios el amor y no aceptar la salvación que Dios le ofrece?... Algunos, harán lo que quieran. Otros, nos apegamos a ese Dios, que, en Jesús, lo es todo para nosotros...
Francisco, durante su catequesis de hoy
El Papa pide oraciones por su viaje a Cuba y EE.UU. y por los frutos del Sínodo de la Familia
Francisco reclama una "teología de la mujer" que "elimine estereotipos ofensivos"
"Que Dios bendiga a las familias de cada ángulo de la Tierra"
Jesús Bastante, 16 de septiembre de 2015 a las 10:44
Se hace cada vez más necesaria una nueva alianza entre el hombre y la mujer, que libere a los pueblos de la colonización del dinero y de las colonizaciones ideológicas y que oriente la política, la economía y la convivencia civil
(Jesús Bastante/RV).- El viento jugó varias malas pasadas al Papa Francisco durante su alocución a las decenas de miles de fieles que lo acompañaron en la Audiencia General de este miércoles, la última dedicada a la catequesis sobre la familia, y la última antes del viaje a Cuba y Estados Unidos. En la misma, Francisco pidió oraciones por su próximo periple, así como por el Sínodo de la Familia, que arranca el 4 de octubre, y reclamó una "teología de la mujer", que "elimine estereotipos ofensivos".
"Hay muchos estereotipos, a veces incluso ofensivos, contra la mujer, que inspira el mal, como tentadora. Pero hay espacio para una teología de la mujer, que sea signo de esta bendición de Dios para ella y para su generación", señaló el Papa, quien destacó la importancia de la mujer en la historia de la Salvación, y de la complementariedad hombre-mujer en el Plan de Dios. "La mujer tiene una secreta y especial bendición para la defensa de sus criaturas del maligno. Dios la protege", recalcó Francisco.
"La familia es insustituible", proclamó el Papa, quien sostuvo que, en medio de una civilización "donde la subordinación de la ética a la lógica del beneficio goza de un gran apoyo mediático", se hace cada vez más necesaria "una nueva alianza entre el hombre y la mujer, que libere a los pueblos de la colonización del dinero y de las colonizaciones ideológicas y que oriente la política, la economía y la convivencia civil, para que la tierra sea verdaderamente un lugar habitable, donde se transmita la vida, y se perpetúe el nexo entre la memoria y la esperanza".
Para el Papa, "esta alianza entre el hombre y la mujer ha sido querida por Dios desde la creación, no sólo para velar por los intereses íntimos de la familia: a ellos les ha confiado el mundo y el proyecto de domesticarlo". Por lo tanto, recordó, "lo que ocurre entre el hombre y la mujer repercute en todo lo creado", como vemos en el relato del pecado original. Aún así, "Dios no nos abandona, su misericordiosa protección no mengua, como muestra la especial bendición que Dios da a la mujer para defender a su criatura del maligno".
"Esta ternura de Dios la vemos sobre todo encarnada en Jesucristo, nacido de una mujer, que murió por nosotros, aun siendo nosotros pecadores", concluyó el papa, quien pidió a Dios "que avive nuestra fe en la promesa que hizo al hombre y a la mujer, y tomando conciencia de la importancia de esta alianza, que todas las familias de la tierra se sientan bendecidas por Dios y protegidas por su ternura y amor".
Al término de los saludos, Francisco recordó su viaje apostólico internacional del 19 al 28 de este mes en que visitará "con gran esperanza" Cuba y EEUU. Y explicó que el motivo principal del mismo es el VIII Encuentro Mundial de las Familias, que tendrá lugar en Filadelfia; a la vez que recordó que también irá a la sede central de la ONU, en el 70° aniversario de su institución.
El Obispo de Roma saludó con afecto al pueblo cubano y al estadounidense, quienes - dijo - guiados por sus pastores, se han preparado espiritualmente. Y pidió a todos que lo acompañen con la oración, invocando la luz y la fuerza del Espíritu Santo, junto a la intercesión de María Santísima, Patrona de Cuba como Virgen de la Caridad del Cobre, y Patrona de los Estados Unidos de América como Inmaculada Concepción. Asimismo, el Santo Padre Francisco recordó que también el sábado próximo, en San Miniato, será proclamado beato Pío Alberto del Corona, Obispo de aquella diócesis y Fundador de las Religiosas Dominicas del Espíritu Santo.
"Él - dijo el Papa textualmente del nuevo beato - fue guía tenaz y maestro sabio del pueblo que le había sido encomendado. Que su ejemplo y su intercesión ayuden a la Iglesia a caminar según el espíritu del Evangelio, brindando frutos de obras buenas".
Texto completo de la catequesis del Papa en italiano traducido al español
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Esta es nuestra reflexión conclusiva sobre el tema del matrimonio y de la familia. Estamos en las vísperas de eventos bellos y que requieren empeño y compromiso que están directamente relacionados con este gran tema: el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia y el Sínodo de los Obispos aquí en Roma. Ambos tienen un respiro mundial, que corresponde a la dimensión universal del cristianismo, pero también al alcance universal de esta comunidad humana fundamental e insustituible que es la familia.
El actual pasaje de civilización aparece marcado por los efectos a largo plazo de una sociedad administrada por la tecnocracia económica. La subordinación de la ética a la lógica de la ganancia tiene grandes recursos y de apoyo mediático enorme. En este escenario, una nueva alianza del hombre y de la mujer se convierte no solo en necesaria sino también en estratégica por la emancipación de los pueblos de la colonización del dinero. Esta alianza ¡debe volver a orientar la política, la economía y la convivencia civil! Esta decide la habitabilidad de la tierra, la transmisión del sentimiento de la vida, los vínculos de la memoria y de la esperanza.
De esta alianza, la comunidad conyugal-familiar del hombre y de la mujer es la gramática generativa, el "nudo de oro" podemos decir. La fe la recoge de la sabiduría de la creación de Dios: que ha confiado a la familia, no el cuidado de una intimidad en sí misma, sino con el emocionante proyecto de hacer "doméstico" el mundo. La familia está al inicio, a la base de esta cultura mundial que nos salva; nos salva de tantos, tantos ataques, tantas destrucciones, de tantas colonizaciones, como aquella del dinero o como aquellas ideologías que amenazan tanto el mundo. La familia es la base para defenderse.
Propio de la Palabra bíblica de la creación hemos tomado nuestra inspiración fundamental, en nuestras breves meditaciones de los miércoles sobre la familia. A esta Palabra podemos y debemos nuevamente recoger con amplitud y profundidad. Es un gran trabajo, aquel que nos espera, pero también es muy entusiasmante. La creación de Dios no es una simple premisa filosófica: ¡es el horizonte universal de la vida y de la fe! No hay un designio divino diverso de la creación y de su salvación. Es por la salvación de la creatura -de cada creatura- que Dios se ha hecho hombre: «por nosotros los hombres y por nuestra salvación», como dice el Credo. Y Jesús resucitado es el «primogénito de cada creatura» (Col 1,15).
El mundo creado está confiado al hombre y a la mujer: lo que pasa entre ellos da la marca a todo. El rechazo de la bendición de Dios llega faltamente a un delirio de omnipotencia que arruina cada cosa. Es lo que llamamos "pecado original". Y todos venimos al mundo con la herencia de esta enfermedad.
A pesar de eso, no somos malditos, ni abandonados a nosotros mismos. La antigua narración del primer amor de Dios por el hombre y la mujer, ¡tenía ya páginas escritas con fuego, al respecto! «Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo» (Gen 3,15a). Son las palabras que Dios dirige a la serpiente engañadora, encantadora. Con estas palabras Dios marca a la mujer con una barrera protectora contra el mal, a la cual ella puede recurrir -si quiere- por cada generación. Quiere decir que la mujer tiene una secreta y especial bendición, ¡para la defensa de su creatura del Maligno! Como la Mujer del Apocalipsis, que corre a esconder el hijo del Dragón. Y Dios la protege (cfr Ap 12,6)
¡Piensen cuál profundidad se abre aquí! Existen muchos lugares comunes, a veces incluso ofensivos, sobre la mujer tentadora que inspira el mal. En cambio hay espacio para una teología de la mujer que esté a la altura de esta bendición de Dios ¡para ella y para la generación!
La misericordiosa protección de Dios hacia el hombre y la mujer, en cada caso, nunca falta a ambos. ¡No olvidemos esto! El lenguaje simbólico de la Biblia nos dice que antes de alejarlos del jardín del Edén, Dios hace al hombre y a la mujer túnicas de piel y los viste (cfr Gen 3,21). Este gesto de ternura significa que también en las dolorosas consecuencias de nuestro pecado, Dios no quiere que nos quedemos desnudos y abandonados a nuestro destino de pecadores. Esta ternura divina, este cuidado hacia nosotros, la vemos encarnada en Jesús de Nazaret, hijo de Dios «nacido de mujer» (Gal 4,4). Y siempre san Pablo dice todavía: «mientras éramos todavía pecadores, Cristo ha muerto por nosotros» (Rom 5,8). Cristo, nacido de mujer, de una mujer. Es la caricia de Dios sobre nuestras llagas, sobre nuestros errores, sobre nuestros pecados. Pero Dios nos ama como somos y quiere llevarnos hacia adelante con este proyecto, y la mujer es la más fuerte que lleva adelante este proyecto.
La promesa que Dios hace al hombre y a la mujer, al inicio de la historia, incluye todos los seres humanos, hasta el final de la historia. Si tenemos fe suficiente, las familias de los pueblos de la tierra se reconocerán en esta bendición. De todos modos, cualquiera que se deja conmover por esta visión, a cualquier pueblo, nación, religión pertenezca, se ponga en camino con nosotros. Será nuestro hermano, nuestra hermana. Sin hacer proselitismo, no... Caminamos juntos, bajo esta bendición, bajo este objetivo de Dios, de hacernos a todos hermanos en la vida, en un mundo que va hacia adelante que nace propio de la familia, de la unión del hombre y de la mujer.
¡Dios les bendiga, familias de cada ángulo de la tierra! y ¡Dios les bendiga a todos ustedes!
Saludo del Papa en español:
Queridos hermanos y hermanas:
En medio de una civilización marcada fuertemente por una sociedad administrada por la tecnología económica, donde la subordinación de la ética a la lógica del beneficio goza de un grande apoyo mediático, se hace cada vez más necesaria una nueva alianza entre el hombre y la mujer, que libere a los pueblos de la colonización del dinero y de las colonizaciones ideológicas y que oriente la política, la economía y la convivencia civil, para que la tierra sea verdaderamente un lugar habitable, donde se transmita la vida, y se perpetúe el nexo entre la memoria y la esperanza.
La fe nos dice que esta alianza entre el hombre y la mujer ha sido querida por Dios desde la creación, no sólo para velar por los intereses íntimos de la familia: a ellos les ha confiado el mundo y el proyecto de domesticarlo; por lo tanto, lo que ocurre entre el hombre y la mujer repercute en todo lo creado, como vemos en el relato del pecado original. Pero Dios no nos abandona, su misericordiosa protección no mengua, como muestra la especial bendición que Dios da a la mujer para defender a su criatura del maligno.
Esta ternura de Dios la vemos sobre todo encarnada en Jesucristo, nacido de una mujer, que murió por nosotros, aun siendo nosotros pecadores.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica.
Pidamos a Dios que avive nuestra fe en la promesa que hizo al hombre y a la mujer, y tomando conciencia de la importancia de esta alianza, que todas las familias de la tierra se sientan bendecidas por Dios y protegidas por su ternura y amor.
Muchas gracias y que Dios los bendiga.