“Postrándose, le rindieron homenaje”

Evangelio según San Mateo 2,1-12. 

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo". Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. 

Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. "En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel". Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje". Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino. 

Solemnidad de la Epifanía del Señor

Solemnidad de la Epifanía del Señor, en la que se recuerdan tres manifestaciones del gran Dios y Señor nuestro Jesucristo: en Belén, Jesús niño, al ser adorado por los magos; en el Jordán, bautizado por Juan, al ser ungido por el Espíritu Santo y llamado Hijo por Dios Padre; y en Caná de Galilea, donde manifestó su gloria transformando el agua en vino en unas bodas.

La Epifanía, que en griego significa «aparición» o «revelación», es una fiesta destinada a celebrar principalmente la revelación de Jesucristo a los Magos o Sabios de Oriente, los cuales, por inspiración particular del Todopoderoso, fueron a adorarle, poco después de su nacimiento. Sin embargo el carácter litúrgico del día conmemora igualmente -y así lo recoge el Martirologio Romano- otras dos manifestaciones del Señor: la primera es la de su bautismo, en el que el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma, al mismo tiempo que una voz del cielo decía: «Este es mi Hijo muy amado, en el que tengo mis complacencias»; la segunda es la revelación de su poder, en el primero de sus signos: la transformación del agua en vino, en Caná, donde manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él. Por todo esto la festividad merece respeto y reverencia, especialmente por parte de nosotros los gentiles, que en tal fecha fuimos llamados a la fe y adoración del verdadero Dios, en la persona de los Magos.

Sin decirnos cuántos eran, la Biblia llama «magos» o «sabios» a los gentiles que acudieron a Belén a rendir homenaje al Redentor del mundo, obedeciendo al divino llamado. La opinión común, apoyada por la autoridad de San León, Cesario, Beda y otros, sostiene que eran tres. En todo caso, el número era reducido en comparación con el de aquellos que vieron la estrella y no le prestaron atención; admiraron su brillo extraordinario y permanecieron sordos a su mensaje; esclavizados por su egoísmo y sus pasiones, endurecieron sus corazones al llamamiento del Señor.

Decididos a seguir el divino llamamiento, a pesar de todos los peligros, los Magos se informaron en Jerusalén y fueron hasta la misma corte del rey Herodes preguntando: «¿Dónde ha nacido el Rey de los Judíos?» De acuerdo con las profecías de Jacob y David, toda la nación judía estaba en espera del Mesías. Como las profecías detallaban las circunstancias de su nacimiento, los Magos supieron pronto, por las informaciones del Sanhedrín o gran Consejo de los judíos, que el profeta Miqueas había predicho, muchos siglos antes, que el Mesías nacería en Belén.

Los Magos se pusieron inmediatamente en camino, a pesar del mal ejemplo que les daban los miembros del Sanhedrín, ya que ningún escriba, ni sacerdote se mostró dispuesto a acompañarles a buscar y rendir homenaje a su propio Rey.

Para fortalecer su fe, Dios hizo brillar nuevamente la estrella en cuanto salieron de Jerusalén, y ésta los guió hasta el sitio en que se hallaba el Salvador que venían a adorar. Deteniéndose sobre la cueva, la estrella parecía decirles: «Aquí encontraréis al Rey que os ha nacido». Los Magos penetraron en el pobre albergue, más lleno de gloria que todos los palacios del mundo, donde encontraron al Niño con su Madre. Postrándose, le adoraron y le entregaron sus corazones. San León celebra la fe y devoción de los Magos con estas palabras: «La estrella los llevó a adorar a Jesús; pero no encontraron a éste venciendo a los demonios, o resucitando a los muertos, o dando vista a los ciegos y voz a los mudos. Jesús no hacía milagros. Estaba allí como un recién nacido, sin palabra y totalmente dependiente de su Madre. Su poder estaba oculto y su único milagro era la humildad». Los Magos ofrecieron a Jesús los más ricos productos de sus tierras: oro, incienso y mirra. El oro, para manifestar que reconocían su dignidad real; el incienso, como una confesión de su divinidad; la mirra, como símbolo de que se había hecho hombre para redimir al mundo. Pero sus más ricos regalos fueron las disposiciones en que se hallaban: su ardiente caridad, simbolizada en el oro; su devoción, figurada por el incienso, y la total entrega, representada por la mirra.

La más antigua mención de la celebración de una fiesta cristiana el 6 de enero, parece ser la de los «Stromata» (1:21) de Clemente de Alejandría, quien murió antes del año 216. Dicho autor afirma que la secta de los Basilianos celebraba la conmemoración del Bautismo del Señor con gran solemnidad, en fechas que parecen corresponder al 10 y al 6 de enero. Esto tendría en sí mismo poca importancia, si no existieran abundantes pruebas de que en los dos siglos siguientes, el 6 de enero se convirtió en una festividad principal en la Iglesia de Oriente, y que tal festividad estaba estrechamente relacionada con el Bautismo del Señor. En un documento conocido con el nombre de «Cánones de Atanasio», cuyo texto pertenece básicamente a la época de san Atanasio, digamos hacia el año 370, el autor nos dice que las tres fiestas más importantes del año eran Pascua, Pentecostés y Epifanía. El mismo documento prescribe a los obispos que reúnan a los pobres en las ocasiones solemnes, particularmente «en la gran fiesta del Señor» (Pascua), en Pentecostés, «cuando el Espíritu Santo descendió sobre su Iglesia», y en «la fiesta de la Epifanía del Señor en el mes de Tubi, es decir, la fiesta de su Bautismo» (canon 16). El canon 66 repite: «la fiesta de la Pascua, la fiesta de Pentecostés y la fiesta de la Epifanía, que es el decimoprimero día del mes de Tubi.»

Según las ideas del Oriente, la primera manifestación del Salvador a los gentiles coincide con las divinas palabras: «Este es mi Hijo muy amado, en el que tengo mis complacencias». Los Padres griegos opinan que la Epifanía, llamada también por ellos «Teofanía» («Manifestación de Dios») e «Iluminación», se identificaba originalmente con la escena del Jordán. En un sermón predicado en Antioquía, el año 386, san Juan Crisóstomo se pregunta: «¿Por qué se llama Epifanía, no al día del nacimiento del Señor sino al día de su Bautismo?» Y, después de discutir algunos detalles de la observancia litúrgica, especialmente el agua bendita que los fieles llevaban a sus casas y conservaban todo el año (el santo se inclina a pensar que el hecho de que el agua no se corrompa es un milagro), responde a su propia pregunta: «Llamamos Epifanía al día del Bautismo del Señor, porque al nacer no se manifestó a todos, como lo hizo en el Bautismo. Hasta ese momento había permanecido oculto al pueblo». También san Jerónimo, que vivía cerca de Jerusalén, testifica que la única fiesta que se celebraba entonces allí era la del 6 de enero, para conmemorar el nacimiento y el Bautismo de Jesús. A continuación explica que la idea de «manifestación» no se aplica propiamente al nacimiento, «porque Jesús permaneció entonces oculto y no se reveló», sino más bien al Bautismo en el Jordán, «cuando el cielo se abrió sobre Cristo».

Fuera de Jerusalén, donde, según nos dice Egeria (c. 395), cuyo testimonio concuerda con el de san Jerónimo, la fiesta de la Navidad y la Epifanía se celebraban el mismo día (6 de enero). La costumbre occidental de celebrar por separado la Navidad el 25 de diciembre se impuso en el siglo IV, y se difundió rápidamente, desde Roma a todo el Oriente cristiano. San Juan Crisóstomo nos informa que el 25 de diciembre fue celebrado por primera vez en Antioquía, hacia el año 376. Constantinopla adoptó dicha fiesta, dos o tres años más tarde, y san Gregorio de Nissa, en la oración fúnebre por su hermano san Basilio, explica que la Capadocia adoptó la costumbre hacia la misma época.

Por otra parte, la festividad del 6 de enero, de origen oriental indudablemente, se convirtió en fiesta de la Iglesia de Occidente, como una especie de compensación, antes de la muerte de san Agustín. La encontramos registrada por primera vez en Vienne, en la Galia. El historiador pagano Amiano Marcelino, describiendo la visita del emperador Juliano a las iglesias, habla de «la fiesta de enero que los cristianos llaman Epifanía». San Agustín acusa a los donatistas de no haber adoptado, como los católicos, la nueva festividad de la Epifanía. Alrededor del año 380 se celebraba ya dicha festividad en Zaragoza, y en el año 400 era una de las fiestas en que estaban prohibidos los juegos del circo.

Sin embargo, aunque el día de la celebración era el mismo, el carácter de la fiesta de la Epifanía en Oriente y Occidente era distinto. En Oriente, el motivo principal de la fiesta sigue siendo hasta el día de hoy el Bautismo del Señor, y la gran bendición del agua es uno de los ritos principales. En Occidente, por el contrario, se hace hincapié en el viaje y la adoración de los magos. Así sucedía ya desde la antigüedad, como lo demuestran los sermones de san Agustín y san León. Cierto que el Bautismo del Señor y el milagro de Caná están incluidos también en la fiesta; pero, aunque encontramos en san Paulino de Nola (principios del siglo V), y un poco después en san Máximo de Turín, alusiones muy claras a estos dos hechos en su interpretación de las solemnidades del día, hay que reconocer que en la práctica la Iglesia de Occidente sólo celebra la revelación del Señor a los gentiles, representados por los Magos.

Ver H. Leclercq, Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, vol. V, pp. 197-201: Vacandard, Etudes de critique et d´histoire religieuse, vol. III, pp. 1-56; Hugo Kehrer, Die heiligen drei Könige (1908), vol. I, pp. 46-52 y 21-31; Duchense, Christian Worship, pp. 257-265; Usener-Lietzmann, Religionsgeschichtlche Untersuchungen, pt. I; Kellner, Heortology, pp. 166-173; G. Morin, en Revue Bénédictine, vol. V (1888), pp. 257-264; F. C. Conybeare, en Rituale Armenorum, pp. 165-190; especialmente Dom de Puniet, en Rasegna Gregoriana, vol. V (1906), pp. 497-514. Ver también Riedel y Crum, The Canons of Athanasius, pp. 27, 131; Anécdota Maredsolana, vol. III, pp. 396-397; Rasegna Gregoriana, vol. X (1911), pp. 51-58; y Migne, PG., vol. XLIX, p. 366 (Crisóstomo), y PL., vol. XXV, cc. 18-19 (Jerónimo), vol. XXXVIII, c. 1033 (Agustín).

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre San Mateo, 7-8

“Postrándose, le rindieron homenaje”

Imitemos, pues, a los magos. Pero también apartémonos con cuidado de las costumbres de los bárbaros, para que podamos ver a Cristo. Porque aún los bárbaros, si no se hubieran alejado mucho de su región, no habrían podido ver a Cristo. Apartémonos de los negocios terrenos. Los magos, estando en Persia veían la estrella; pero salidos de Persia contemplaron al Sol de Justicia. Más aún: ni siquiera habían de continuar viendo la estrella si no salían con ánimo pronto de su país. ¡Ea, pues! También nosotros levantémonos aunque todos se conturben y corramos a la casa del Niño. 

“Y habiendo entrado en la casa, vieron al Niño con María, su madre, y de hinojos lo adoraron; y habiendo abierto sus tesoros, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.” Y ¿qué fue lo que a los magos indujo a que lo adoraran? Porque ni la Virgen tenía resplandor especial, ni la casa era magnífico palacio, ni había cosa alguna que pudiera excitarlos o invitarlos. Y sin embargo, no sólo lo adoran, sino que abren sus arcas y le ofrecen dones, y dones no propios para hombres, sino para Dios. El incienso y la mirra de modo especial simbolizan ser Dios aquel Niño. ¿Qué fue lo que los persuadió? Lo mismo que los excitó para abandonar su casa y emprender el camino: es a saber la estrella y la interior inspiración que Dios les comunicó. Esta los llevó poco a poco hasta un más perfecto conocimiento. Si no hubiera sido por eso, jamás le habrían rendido honor tan grande, cuando todo lo que ahí había no tenía valor. Y nada de lo que los sentidos perciben había ahí grande, sino establo, tugurio, una madre pobre: para que adviertas la excelente virtud de los magos y veas claramente que ellos no visitaron al Niño como a puro hombre, sino como a su Dios bienhechor.

Scholas

Los estudiantes resuelven problemas de su ciudad
"Scholas Ocurrentes" celebra su primer encuentro en Madrid

Conecta a más de 400.000 escuelas y redes educativas en mas de 71 países

Redacción, 05 de enero de 2016 a las 16:41

300 estudiantes de entre 15 y 16 años de escuelas de la Comunidad de Madrid --principalmente centros públicos y concertados-- se reunirán entre los próximos 18 y 22 de enero en el Colegio Concertado de Enseñanza la Salle Sagrado Corazón

La iniciativa del Papa Francisco 'Scholas Ocurrentes', una red mundial que conecta a 400.000 escuelas del mundo para fomentar la cultura del encuentro, reúne este mes de enero a más de 300 estudiantes en Madriden la que será su primera actividad en España, tras fijar su sede en el país con el fin de dar el salto a Europa.

Según han explicado fuentes de 'Scholas Ocurrentes' a Europa Press, con esta iniciativa los estudiantes se comprometen a resolver problemas de su ciudad detectados por ellos mismos, en una primera experiencia piloto para Europa que comenzará en este curso 2015-2016.

En concreto, cerca de 300 estudiantes de entre 15 y 16 años de escuelas de la Comunidad de Madrid --principalmente centros públicos y concertados-- se reunirán entre los próximos 18 y 22 de enero en el Colegio Concertado de Enseñanza la Salle Sagrado Corazón, en horario de 09.00 a 14.00 horas.

Los alumnos debatirán sobre temas elegidos por ellos mismos "que pretenden transformarse en iniciativas concretas", según han precisado las mismas fuentes, con el de presentar acciones a las autoridades, en línea con lo que se hace en otros países.
'Scholas Ocurrentes' es un proyecto que nació en agosto de 2013 cuando el Papa entregó a los futbolistas Messi y Bufón un olivo de la paz. No obstante, los antecedentes de esta idea se remontan 15 años atrás en Buenos Aires, donde el Papa Francisco aún era el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio.

Se trata de una entidad educativa de bien público que vincula la tecnología, el arte y el deporte para fomentar la integración social y la cultura del encuentro. Trabaja con escuelas y comunidades educativas, tanto públicas como privadas, de todas las confesiones religiosas, y conecta a más de 400.000 escuelas y redes educativas en mas de 71 países en los cinco continentes, buscando el compromiso de todos los actores sociales para fomentar la cultura del encuentro por la paz. (RD/Ep)

¿Qué es la Epifanía?

La celebración de esta fiesta es ligeramente posterior a la de Navidad

Epifanía significa "manifestación". Jesús se da a conocer. Aunque Jesús se dio a conocer en diferentes momentos a diferentes personas, la Iglesia celebra como epifanías tres eventos:

- Su Epifanía ante los Reyes Magos (Mt 2, 1-12)
- Su Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán
- Su Epifanía a sus discípulos y comienzo de Su vida pública con el milagro en Caná.

La Epifanía que más celebramos en la Navidad es la primera. La fiesta de la Epifanía tiene su origen en la Iglesia de Oriente. A diferencia de Europa, el 6 de enero tanto en Egipto como en Arabia se celebraba el solsticio, festejando al sol victorioso con evocaciones míticas muy antiguas. Epifanio explica que los paganos celebraban el solsticio invernal y el aumento de la luz a los trece días de haberse dado este cambio; nos dice además que los paganos hacían una fiesta significativa y suntuosa en el templo de Coré. Cosme de Jerusalén cuenta que los paganos celebraban una fiesta mucho antes que los cristianos con ritos nocturnos en los que gritaban: "la Virgen ha dado a luz, la luz crece". Entre los años 120 y 140 AD los gnósticos trataron de cristianizar estos festejos celebrando el bautismo de Jesús. Siguiendo la creencia gnóstica, los cristianos de Basílides celebraban la Encarnación del Verbo en la humanidad de Jesús cuando fue bautizado.

Epifanio trata de darles un sentido cristiano al decir que Cristo demuestra así ser la verdadera luz y los cristianos celebran su nacimiento. Hasta el siglo IV la Iglesia comenzó a celebrar en este día la Epifanía del Señor. Al igual que la fiesta de Navidad en occidente, la Epifanía nace contemporáneamente en Oriente como respuesta de la Iglesia a la celebración solar pagana que tratan de sustituir. Así se explica que la Epifanía se llama en oriente: Hagia phota, es decir, la santa luz. Esta fiesta nacida en Oriente ya se celebraba en la Galia a mediados del s IV donde se encuentran vestigios de haber sido una gran fiesta para el año 361 AD. La celebración de esta fiesta es ligeramente posterior a la de Navidad.

Los Reyes Magos
Mientras en Oriente la Epifanía es la fiesta de la Encarnación, en Occidente se celebra con esta fiesta la revelación de Jesús al mundo pagano, la verdadera Epifanía. La celebración gira en torno a la adoración a la que fue sujeto el Niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos (Mt 2 1-12) como símbolo del reconocimiento del mundo pagano de que Cristo es el salvador de toda la humanidad.

De acuerdo a la tradición de la Iglesia del siglo I, se relaciona a estos magos como hombres poderosos y sabios, posiblemente reyes de naciones al oriente del Mediterráneo, hombres que por su cultura y espiritualidad cultivaban su conocimiento de hombre y de la naturaleza esforzándose especialmente por mantener un contacto con Dios. Del pasaje bíblico sabemos que son magos, que vinieron de Oriente y que como regalo trajeron incienso, oro y mirra; de la tradición de los primeros siglos se nos dice que fueron tres reyes sabios: Melchor, Gaspar y Baltazar. Hasta el año de 474 AD sus restos estuvieron en Constantinopla, la capital cristiana más importante en Oriente; luego fueron trasladados a la catedral de Milán (Italia) y en 1164 fueron trasladados a la ciudad de Colonia (Alemania), donde permanecen hasta nuestros días. El hacer regalos a los niños el día 6 de enero corresponde a la conmemoración de la generosidad que estos magos tuvieron al adorar al Niño Jesús y hacerle regalos tomando en cuenta que "lo que hiciereis con uno de estos pequeños, a mi me lo hacéis" (Mt. 25, 40); a los niños haciéndoles vivir hermosa y delicadamente la fantasía del acontecimiento y a los mayores como muestra de amor y fe a Cristo recién nacido.

El Papa celebra la Epifanía

"Anunciar el Evangelio de Cristo no es una profesión" ni "hacer proselitismo"
El Papa en la Epifanía: "Como la luna es la Iglesia. No brilla con su propia luz, sino con la de Cristo"

"Los Magos son testigos vivos de que las semillas de Verdad están presentes en todas partes"

José Manuel Vidal, 06 de enero de 2016 a las 10:55

Sigamos la luz que Dios nos ofrece. Pequeñita. La luz que emana del rostro de Cristo, lleno de misericordia"

(José M. Vidal).- Solemne misa de la Epifanía en la basílica de San Pedro. El Papa Francisco, en la homilía, explica el "mysterium lunae" de la Iglesia que, en palabras de San Ambrosio, significa que, "como la luna no brilla con luz propia sino con la de Cristo". Señala que los "Magos son testimonios de que hay semillas de Verdad en todas partes" y advierte que anunciar el Evangelio "no es una profesión".

Primera lectura, en inglés, del profeta Isaías. La segunda lectura de San Pablo a los Efesios, en español. El Evangelio de Mateo, cantado en latín: "Vimos su estrella en Oriente y venimos a adorarlo".

Algunas frases de la homilía del Papa
"Isaías llama a salir de nuestras cerrazones". "Tu luz es la gloria del Señor". "La Iglesia no luce con luz propia"
"Lo recuerda San Ambrosio: 'Como la luna es la Iglesia. Brilla no con su propia luz, sino con la de Cristo'"
"En la medida en que la Iglesia se deja iluminar por Él, es capaz de iluminar la vida de las personas y de los pueblos". "El misteryum lunae"."Anunciar el Evangelio de Cristo no es una profesión"
"Para la Iglesia, ser misionera no significa hacer proselitismo. Ser misionera equivale a expresar su propia naturaleza: ser iluminada por Dios y reflejar su luz"
"NO hay otro camino"
"La misión es su vocación. Reflejar la luz de Cristo es su servicio"
"¡Cuántas personas esperan de nosotros esta actitud misionera, porque necesitan reconocer el rostro del Padre!"
"Los Magos son testigos vivos de que las semillas de verdad están presentes en todas partes"
"Los Magos representan a los hombres de todas partes de la tierra que se acercan a la casa de Dios"
"Ante Jesús, no hay división de raza, lengua o cultura"
"En el Niño toda la humanidad encuentra su unidad"
"Hacer emerger el deseo de Cristo que cada persona lleva en sí"
"Los Magos siguieron una estrella nueva, que, para ellos, brillaba más"
"La luz apareció. Aquella estrella les cambió y se pusieron en camino"
"Hoy nos hará bien repetir la pregunta de los Magos: ¿Dónde está el que ha nacido?"
"Ponernos en busca de los signos que Dios ofrece"
"Interpelados para ir a Belén y encontrar el Niño y su madre"
"Sigamos la luz que Dios nos ofrece. Pequeñita"
"La luz que emana del rostro de Cristo, lleno de misericordia"
"Presentémosle nuestros dones. Libertad, inteligencia y amor"
"En la sencillez de Belén encuentra su síntesis la vida de la Iglesia"

Texto completo de la Homilía del Papa Francisco:
Las palabras que el profeta Isaías dirige a la ciudad santa de Jerusalén nos invitan a salir; a salir de nuestras clausuras, a salir de nosotros mismos, y a reconocer el esplendor de la luz que ilumina nuestras vidas: «¡Levántate y resplandece, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!» (60,1). «Tu luz» es la gloria del Señor. La Iglesia no puede pretender brillar con luz propia. San Ambrosio nos lo recuerda con una hermosa expresión, aplicando a la Iglesia la imagen de la luna: «La Iglesia es verdaderamente como la luna: [...] no brilla con luz propia, sino con la luz de Cristo. Recibe su esplendor del Sol de justicia, para poder decir luego: "Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí"» (Hexameron, IV, 8, 32). Cristo es la luz verdadera que brilla; y, en la medida en que la Iglesia está unida a él, en la medida en que se deja iluminar por él, ilumina también la vida de las personas y de los pueblos. Por eso, los santos Padres veían a la Iglesia como el «mysterium lunae».

Necesitamos de esta luz que viene de lo alto para responder con coherencia a la vocación que hemos recibido. Anunciar el Evangelio de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una profesión. Para la Iglesia, ser misionera no significa hacer proselitismo; para la Iglesia, ser misionera equivale a manifestar su propia naturaleza: dejarse iluminar por Dios y reflejar su luz. No hay otro camino. La misión es su vocación. Muchas personas esperan de nosotros este compromiso misionero, porque necesitan a Cristo, necesitan conocer el rostro del Padre.

Los Magos, que aparecen en el Evangelio de Mateo, son una prueba viva de que las semillas de verdad están presentes en todas partes, porque son un don del Creador que llama a todos para que lo reconozcan como Padre bueno y fiel. Los Magos representan a los hombres de cualquier parte del mundo que son acogidos en la casa de Dios. Delante de Jesús ya no hay distinción de raza, lengua y cultura: en ese Niño, toda la humanidad encuentra su unidad.


Y la Iglesia tiene la tarea de que se reconozca y venga a la luz con más claridad el deseo de Dios que anida en cada uno. Como los Magos, también hoy muchas personas viven con el «corazón inquieto», haciéndose preguntas que no encuentran respuestas seguras. También ellos están en busca de la estrella que muestre el camino hacia Belén.

¡Cuántas estrellas hay en el cielo! Y, sin embargo, los Magos han seguido una distinta, nueva, mucho más brillante para ellos. Durante mucho tiempo, habían escrutado el gran libro del cielo buscando una respuesta a sus preguntas y, al final, la luz apareció. Aquella estrella los cambió. Les hizo olvidar los intereses cotidianos, y se pusieron de prisa en camino. Prestaron atención a la voz que dentro de ellos los empujaba a seguir aquella luz; y ella los guió hasta que en una pobre casa de Belén encontraron al Rey de los Judíos.

Todo esto encierra una enseñanza para nosotros. Hoy será bueno que nos repitamos la pregunta de los Magos: « ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (Mt 2,2). Nos sentimos urgidos, sobre todo en un momento como el actual, a escrutar los signos que Dios nos ofrece, sabiendo que debemos esforzarnos para descifrarlos y comprender así su voluntad. Estamos llamados a ir a Belén para encontrar al Niño y a su Madre. Sigamos la luz que Dios nos da. La luz que proviene del rostro de Cristo, lleno de misericordia y fidelidad. Y, una vez que estemos ante él, adorémoslo con todo el corazón, y ofrezcámosle nuestros dones: nuestra libertad, nuestra inteligencia, nuestro amor. Reconozcamos que la verdadera sabiduría se esconde en el rostro de este Niño. Y es aquí, en la sencillez de Belén, donde encuentra su síntesis la vida de la Iglesia. Aquí está la fuente de esa luz que atrae a sí a todas las personas y guía a los pueblos por el camino de la paz.

La vida cristiana como Epifanía

La Epifanía es una ley de la liturgia y de la vida cristiana, especialmente a partir de las celebraciones sacramentales

En uno de sus libros evoca el cardenal Ravasi lo sucedido en el año 614, cuando el rey persa Cosroes cercó la basílica de Belén, que encierra en su cripta la gruta del Nacimiento, construida por Elena, madre de Constantino en el 330. Al ver en el frontal una representación de los Reyes Magos caracterizados como persas, desistió de su empeño. Y así los Magos salvaron la gruta.

Predicaba Benedicto XVI, en la Epifanía de 2012, que los Magos, por su corazón inquieto, vigilante y valiente fueron capaces no sólo de seguir la estrella sino de iluminar, con su actitud, el camino de los hombres hacia Cristo.

En la misma línea, el Papa Francisco, en su homilía de Epifanía dijo que el ejemplo de los Magos "nos ayuda a levantar la mirada hacia la estrella y a seguir los grandes deseos de nuestro corazón. Nos enseñan a no contentarnos con una vida mediocre, de ´pequeño cabotaje´, sino a dejarnos atraer siempre por lo que es bueno, verdadero, bello… por Dios, ¡que todo esto lo es de modo cada vez más grande!" (Homilía 6-I-2013). Para ello, y de acuerdo con la tradición cristiana, nos ha aconsejado contemplar "dos libros": el del Evangelio (escucharlo, leerlo y meditarlo) y el de la creación (el mundo creado por Dios y los acontecimientos de nuestra vida).

En otras ocasiones, reflexionando sobre las actitudes de los Magos, el Papa Ratzinger ponía de relieve la conexión entre la humildad, la adoración y la sabiduría.

El relato de la Epifanía

1. ¿Cuál es el significado de la Epifanía? En su libro sobre la Infancia de Jesucristo, dejando las elucubraciones científicas a los astrónomos, señala Joseph Ratzinger algunos puntos interesantes en el relato de los Evangelios sobre la Epifanía. Al ver la estrella los Magos se pusieron en camino. El cosmos habla de Cristo (aunque con frecuencia el hombre no sepa descifrarlo o se encierre en él y lo manipule); suscita la cuestión del Creador, la esperanza de su manifestación y la conciencia de que podemos y debemos salir a su encuentro. El relato nos habla, a la vez, de la insuficiencia de la ciencia y de la necesidad de la Sagrada Escritura, que comienza desmitificando a los astros (considerados antiguamente como divinidades) llamando al sol y a la luna "lumbreras" de la creación (cf. Gn 1, 16s). "Es el Niño el que guía la estrella" y no al contrario, decía Benedicto XVI.

También el relato de los Evangelios sobre los Magos sugiere el "misterio de la cruz", al preguntar por el "rey de los judíos" (cf. Mt 2, 2), inscripción que mandó poner Pilatos sobre Jesús crucificado, que declaraba con verdad la realeza de Jesús no sólo sobre los judíos sino sobre la humanidad.

La estrella que guía a los magos es, en palabras del Papa, "una estrella de esperanza". Y esa estrella, a la vez que ilumina, hace capaces, a los que se dejan iluminar por ella, de iluminar a otros. Ilumina acerca del poder de lo pequeño (un niño, unos pastores, un pequeño lugar…). Atrae hacia el amor y la ternura de ese pastor que nace en Belén (cf. Mt 2, 6).

La Epifanía en el Antiguo y en el Nuevo Testamento

2. Todo esto requiere de nuestra parte, ante todo –como señalaba Guardini en una de sus homilías– "saber mirar". En las bienaventuranzas se dice que los "limpios de corazón" son los que pueden ver a Dios (cf. Mat 5, 8). Y estos limpios son los que buscan la santidad. Requiere, al mismo tiempo, que sepamos vivir el misterio de la Epifanía a partir de su celebración en la liturgia cristiana.

El mismo Guardini dedicó, ya antes del Concilio Vaticano II, un ensayo sobre la relación entre la epifanía y la liturgia (La experiencia religiosa y la epifanía, recogido en su libro El talante simbólico de la liturgia, CPL, Barcelona 2001, pp. 22 ss.). Ahí muestra cómo, en el Antiguo Testamento, Epifanía es la manifestación de Dios, que se hace visible, por ejemplo, en la zarza ardiente a Moisés, audible en la vocación de Samuel y manifiesta su poder en muchos acontecimientos portentosos. Son Epifanías estos sucesos extraordinarios, pero Dios está presente y actúa igualmente, como testifican los salmos, tanto en la doctrina y en el culto como en toda la vida del Pueblo y de cada persona.

En el Nuevo Testamento, la Epifanía se hace plena en Cristo, que fue visto por los apóstoles, que también lo oyeron y tocaron. Y de tal manera era su plenitud que lo que en Cristo se manifestaba (en su rostro y su Palabra, su figura y sus acciones), traslucía la presencia y la acción del Dios vivo ("El que me ha visto, ha visto al Padre": Jn 14, 9). Solo posteriormente vendrán los conceptos teológicos a elaborar, interpretar y aclarar el significado de esa Epifanía.

Si esto es así, si la Epifanía es algo esencial a Cristo y a su misión –argumenta Guardini– deberá darse también en los cristianos. ¿Cómo y dónde? Cristo ha prometido que estará con nosotros hasta el fin del mundo (cf. Mt 28, 20), sobre todo por medio de la acción del Espíritu Santo (cf. Jn 16, 14). Así se cumple a partir de san Esteban (los que lo vieron intuyeron en su rostro algo divino, y en sus palabras resonaron las de Cristo en la cruz: cf. Hch 6, 15; 7, 59). San Pablo, que estaba allí, dará luego una explicación, teniendo en cuenta su propia experiencia camino de Damasco: Cristo vive en los cristianos, en cada uno (cf. Ga 2, 20). San Pedro impresionará no solo por el contenido de sus palabras sino por su poder que acompaña sus palabras con los milagros que realiza (cf. Hch 2, 37).

¿No es esto –se pregunta Guardini– lo que se hace manifiesto en los santos? Así es, se responde, y Dios se sigue manifestando de muchos modos, incluso en los acontecimientos más sencillos. Pone el ejemplo de San Agustín, que se le quitó un fuerte dolor de muelas por la oración de sus amigos (cf. Confesiones 9, 14, 12). Todo ello es Epifanía, "signo, manifestación de la gloria invisible en la materia de la existencia", que se produce cuando Dios quiere ante los ojos del que está bien dispuesto para creer.

Epifanía es la liturgia y la vida cristiana

3. Pues bien, concluye el teólogo ítalo-alemán, la Epifanía es una ley de la liturgia y de la vida cristiana, especialmente a partir de las celebraciones sacramentales. Ahí se emplean signos que apelan a los sentidos; no solo a los sentidos externos sino a todos los sentidos humanos (los escolásticos hablaban de sentidos internos: la imaginación, la memoria, el sentido común y la estimativa o cogitativa, que viene a ser como el sentido del riesgo; son sentidos específicamente humanos, que conducen a lo espiritual).

A través de los gestos, palabras y actitudes de la liturgia, el hombre puede captar el "espíritu viviente", descubrir algo de la acción divina, y prepararse para la vida eterna definitiva. Por haber contemplado y hecho vida la liturgia y los sacramentos, el cristiano puede mostrar, en su conducta recta, un mundo que ha sido redimido por Cristo, "recreado" y santificado por Él. Y que ahora puede llegar a participar, con el hombre, de la imagen de Dios: manifestar su rostro, sus gestos, su Palabra. Esto –advierte Guardini– puede no ser fácil en un mundo que pierde la capacidad de contemplar, en el que nuestros sentidos están ocupados por tantas cosas que nos distraen; en el que hemos sustituido los símbolos y las imágenes por conceptos y máquinas, los manantiales por cañerías, el orden vital por un orden abstracto y utilitarista.

En consecuencia, escribía Guardini (¡en 1950!) necesitamos que se nos eduque en la liturgia, que aprendamos el significado de las formas no menos que las palabras. Pero vale la pena, porque en ello nos jugamos la verdad de la Encarnación y de la Resurrección de los cuerpos (la vida cristiana no es la de un espíritu separado del cuerpo). Todo ello es, sigue siendo actual, quizá más que cuando este autor lo escribió. Epifanía es manifestación de Cristo en la vida cristiana. Esta vida que, gracias a la celebración de los sacramentos, puede desarrollarse y comprenderse como una ofrenda y servicio a Dios, por medio de Cristo y del Espíritu Santo, y traducirse en ese servicio a los demás que se condensa en lo que el cristianismo llama caridad.

Enseñar y aprender, educar y vivir esto es el principal regalo de los Reyes. Y las familias tienen un papel central. "Pues si vosotros –dice el Evangelio según san Mateo– sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se lo pidan?" (Mt 7, 11).

Por eso cabe decir: los Reyes existen hoy, también a través de los padres y madres… (la costumbre española de regalar en la Epifanía). "El don de los dones es conocer a Cristo y amarle" (R. Guardini).

La estrella sigue resplandeciendo hoy, y continúa la manifestación del Salvador, particularmente a través de los cristianos.

  • EPIFANÍAS Quizá andamos nostálgicos por no ser testigos de algún fenómeno extraordinario, como dicen que fue la visión de la estrella que condujo a los Reyes Magos hasta Belén. Este tiempo de noticias impactantes, a veces nos produce ansiedad, por querer ver o escuchar algo novedoso, insólito, extraño… Y quizá esta es la razón por la que abandonamos lo que parece antiguo y surgen las adhesiones a lo más moderno y último, aunque no sepamos de su bondad, ni de
PAXTV.ORG