“Su corazón está lejos de mí”

Evangelio según San Marcos 7,1-13. 

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". Y les decía: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte. En cambio, ustedes afirman: 'Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte...' En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre. Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!". 

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad 
La oración, frescor de una fuente

“Su corazón está lejos de mí”

Dejad que el amor de Dios tome entera y absoluta posesión de un corazón; que llegue a ser para este corazón como una segunda naturaleza; que no deje entrar en él nada que le sea contrario; que se afane continuamente a hacer crecer este amor de Dios buscando complacerle en todo y no rehusando nada de lo que le pida; que acepte como venido de la mano de Dios todo lo que le suceda.

El conocimiento de Dios produce amor y el de sí mismo, humildad. La humildad no es otra cosa que la verdad. “¿Qué tenemos que no hayamos recibido?” nos pregunta San Pablo (1Co 4,7). Si todo lo he recibido, ¿qué bien me pertenece? Si estamos convencidos de ello, jamás levantaremos la cabeza con orgullo. Si sois humildes nada os afectará, ni la alabanza ni el oprobio, porque sabéis qué es lo que sois. Si alguien se burla de vosotros, no os vais a amilanar. Si alguien os proclama santo no os pondréis sobre un pedestal. El conocimiento de nosotros mismos nos hace caer de rodillas.

San Miguel Febres Cordero

San Miguel Febres Cordero, religioso

En Premiá de Mar, cerca de Barcelona, en España, san Miguel (Francisco Luis) Febres Cordero, religioso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que durante cuarenta años se dedicó a la educación en la ciudad de Cuenca, en Ecuador, y trasladado después a España, se distinguió por la perfecta observancia de la disciplina de la vida religiosa.

(1854-1910) 
religioso, del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas

En 1863 los Hermanos de las Escuelas Cristianas abren una escuela en Cuenca   (Ecuador).

Entre los primeros alumnos figura Francisco Febres Cordero, nacido   el 7 de noviembre de 1854. La educación cristiana comenzada en la familia   recibe en la escuela nuevo impulso y desarrollo, gracias sobre todo a la   lección de catecismo y al ejemplo de los educadores, y así vemos cómo la   estrella de la vocación lasaliana no tarda en despuntar en el espíritu   abierto del joven ecuatoriano. La oposición que encuentra por parte de sus   padres, que quisieran encaminarlo hacia el sacerdocio, no le desalienta. Francisco, que desde sus más tiernos años acostumbra confiar a la Virgen   todas sus cuitas, encuentra en Ella la fuerza para seguir adelante en su   propósito. Finalmente, el 24 de marzo de 1868, obtiene de su madre la   autorización para ingresar en el noviciado de los Hermanos: es la víspera de   la fiesta de la Anunciación. Al revestir el hábito lasaliano, Francisco   recibe el nombre de Hermano Miguel.

Con ello no cesa sin embargo la lucha por la fidelidad a su vocación. El   padre de Francisco, aun habiendo aceptado la decisión de su esposa, no   escribe a su hijo una sola línea en cinco años. Entre tanto, el Hermano   Miguel inicia su apostolado en las escuelas lasalianas de Quito. El joven   profesor sobresale en la enseñanza de la lengua y literatura españolas y,   ante la carencia de manuales y libros de texto apropiados, se decide a   componerlos él mismo. El gobierno ecuatoriano no tardará en adoptarlos para   todas las escuelas del país. Con el correr de los años el Hermano Miguel   dará a la imprenta otras obras, sobre todo del campo de la lírica y de la   filología, las cuales le abrirán las puertas de la Academia Nacional.   Compondrá también catecismos para la infancia, siendo la catequesis el campo   preferido de su actividad apostólica. De modo especial, reclamará y   obtendrá siempre para sí el privilegio de preparar a los niños a la Primera   Comunión, dedicándose a esta delicada labor hasta 1907, fecha de su viaje a  Europa.

Este asiduo contacto con los niños contribuirá a forjar una de las   características más notables de su espiritualidad: la sencillez evangélica:   «Sed sencillos como palomas». «Si no os hacéis como parvulitos   no entraréis en el reino de los cielos». De esa sencillez será   expresión su tierna devoción al Niño Jesús. Con la sencillez evangélica   brillan también en él las virtudes propias de la vida religiosa: la pobreza,   la pureza, la obediencia. Sobre todas ellas resplandece la caridad, que se   nutre en la piedad eucarística y en la devoción a la Virgen. Una evidencia   se impone pronto a sus contemporáneos: «El Hermano Miguel es un   santo». Su santidad irradiará también en el viejo continente. En 1904, como   consecuencia, en Francia, de las leyes hostiles a las congregaciones   religiosas, muchos Hermanos de La Salle, no pudiendo ejercer su apostolado en   su propio país, deciden expatriarse. Numerosos son los que optan por España   y los países de América latina. La necesidad de procurar a esos valerosos   lasalianos el conocimiento indispensable de la lengua castellana, mueve a los   Superiores a trasladar al Hermano Miguel a Europa para que pueda dedicarse a   la composición de textos apropiados para un estudio acelerado de dicho   idioma.

Tras unos meses de estancia en París, el Hermano Miguel se traslada a   la Casa Generalicia de los Hermanos en Lembecq-lez-Hal (Bélgica)Enteramente dedicado a su nueva tarea, su virtud no deja de irradiarse en   su nuevo ambiente. Pero el clima belga, tan diferente del de su propio país,   no le favorece, y los Superiores juzgan conveniente trasladarlo a España,   asignándole como residencia el Centro internacional lasaliano de Premiá de   Mar, en la provincia de Barcelona. Los jóvenes formandos admiran la cultura y   la sencillez del Hermano Miguel no menos que su gran amor de Dios. En el mes de julio de 1909 ráfagas de viento revolucionario llegan hasta   Premiá de Mar y poco después sobreviene la "Semana Trágica". Ante   la frecuencia de actos de violencia anticlerical, los Superiores se ven   precisados a trasladar a Barcelona a formandos y formadores hallándoles un   refugio en el embarcadero del puerto y luego en el colegio N.S. de la "Bonanova".   En esos momentos trágicos el Hermano Miguel se hace custodio de las formas   consagradas de la capilla de Premiá. Pasada la borrasca revolucionaria los Hermanos regresan a Premiá de Mar.   Mas ahora es el Señor quien llama a Sí a su fiel siervo. A finales de enero   de 1910 contrae una pulmonía que su débil organismo no llega a superar. Tras   una agonía de tres días y confortado con los santos sacramentos, el Hermano   Miguel entrega su alma a Dios el 9 de febrero de 1910. La noticia de su muerte   es acogida con emoción y llanto. La República del Ecuador proclama un duelo   nacional. Hermanos y exalumnos del Hermano Miguel rivalizan en admiración y encomio por   sus virtudes. Los favores atribuidos a su intercesión no tardan en   multiplicarse. En 1923 se inicia en Quito y en Cuenca el proceso informativo   en vistas a la beatificación. Sigue en 1924 el de Barcelona. En 1936, durante   la revolución española, se lleva a cabo el traslado al suelo patrio de los   restos mortales del siervo de Dios, que reciben una acogida triunfal. La tumba   del Hermano Miguel se convierte en centro de continuas peregrinaciones. Siguen obteniéndose gracias y favores celestiales por la intercesión del   Hermano Miguel; pero el milagro que ha obrado la curación de Sor Clementina   Flores Cordero pone en buen camino la causa del santo Hermano hacia la   Beatificación.

Llevados a término todos los requisitos acostumbrados, el Papa Pablo VI,   el 30 de octubre de 1977 procede a la Beatificación del Hermano Miguel y a la   del Hermano belga, Hermano Mutien-Marie. La grande asistencia de peregrinos   venidos de Bélgica, del Ecuador y de Italia, la acertada ceremonia y las   palabras inspiradas de Pablo VI en la homilía y en el Angelus, han hecho   inolvidable ese día para todos los afortunados participantes en la solemne   celebración de la Piazza San Pietro. El mismo día de la Beatificación, precisamente durante el desarrollo del   sugestivo rito, se realizaba otro milagro: la Señora Beatriz Gómez de   Núñez, afectada de incurable "miastenia gravis", se sintió   completamente curada. Ya antes, con toda la familia, se había confiado a la   intercesión del santo Hermano, y, como coronamiento de sus oraciones, había   querido venir a Roma para la Beatificación. Esta curación, reconocida como milagrosa, conlleva la reapertura de la   causa, y, en el Consistorio del 25 de junio de 1984, el Pontífice Juan Pablo   II fija para el 21 de octubre del mismo año la fecha de la Canonización.
Hoy, el Papa Juan Pablo II, poniendo entre los Santos a este religioso   ecuatoriano, ofrece a la Iglesia entera y particularmente a la del Ecuador el   modelo de un religioso culto, pero sencillo y humilde, de un catequista   totalmente entregado a la obra de la evangelización, de un educador que ha   ayudado a tantos jóvenes y niños a encontrar el sentido de su vida en   Jesús y a vivir su fe como don y compromiso.

Oremos
Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San Miguel Febres Cordero para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí
Marcos 7, 1-13. Tiempo Ordinario. Señor, ayúdame a interiorizar tus palabras para que pueda cumplir mejor tu voluntad.

Oración introductoria
Señor Jesús, gracias porque tú has querido poner tus mandamientos dentro de mi corazón. Señor, ayúdame a interiorizar tus palabras para que pueda cumplir mejor tu voluntad.

Te ofrezco esta meditación por todos aquellos que te honran únicamente con los labios, pero su corazón está alejado de ti. Dios mío, que pueda comprender aquello que nos revelaste por boca del profeta Jeremías para entender mejor este evangelio: "Pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo" (Jer 31,33).

Petición
Señor, purifica mi alma para que pueda honrarte con mi mente, mi voluntad y mi corazón

Meditación del Papa Francisco
El evangelio presenta una disputa entre Jesús y algunos fariseos y escribas. La discusión se refiere a la “tradición de los antepasados” que Jesús citando al profeta Isaías define “preceptos humanos”. Y que no deben nunca tomar el “mandamiento de Dios”. Las antiguas prescripciones en cuestión incluían no solamente los preceptos de Dios revelados a Moisés, sino una serie de detalles que especificaban las indicaciones de la ley de Moisés. Los interlocutores aplicaban tales normas de manera muy escrupulosa y las presentaban como expresión de la auténtica religiosidad. Por lo tanto reprenden a Jesús y a sus discípulos por la trasgresión de éstas, en particular las que se refieren a la purificación exterior del cuerpo.

La respuesta de Jesús tiene la fuerza de un pronunciamiento profético: “Dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres».

Son palabras que nos llenan de admiración por nuestro Maestro: sentimos que en Él está la verdad y que su sabiduría nos libera de los prejuicios.

¡Pero atención!, con estas palabras Jesús quiere ponernos en guardia, hoy, ¿no? del pensar que la observancia exterior de la ley sea suficiente para ser buenos cristianos. Como entonces para los fariseos, existe también para nosotros el peligro de considerar que estamos bien o que somos mejores de los otros por el simple hecho de observar determinadas reglas, costumbres, aunque no amemos al prójimo, seamos duros de corazón y orgullosos.

La observancia literal de los preceptos es algo estéril si no se cambia el corazón, si no se traducen en actitudes concretas: abrirse al encuentro con Dios y su palabra, buscar la justicia y la paz, ayudar a los pobres, a los débiles y a los oprimidos. (S.S. Francisco, Angelus del 30 de agosto de 2015).

Reflexión 
Las tradiciones y ritos externos, sin quitar la importancia que tienen, no tendrán todo su fruto en nosotros si no logramos cambiar nuestro corazón. Esforcémonos particularmente por interiorizar el verdadero sentido de nuestras acciones apostólicas, preguntándonos en cada momento dónde está nuestro corazón. Transmitamos la coherencia de vida con la identidad de las obras externas que realizamos que deben estar enraizadas en fuertes convicciones interiores.

Propósito
Hacer un pequeño examen de conciencia por la noche y preguntarme si en las acciones del día he procedido con una buena intención en mis actos externos.

Diálogo con Cristo
Jesús, me acerco a ti porque no quiero ser un cristiano sólo de "tradición" sino que quiero hacer una experiencia más profunda de tu presencia en mi vida. Ayúdame a valorar todo lo que he recibido a través de la fe católica y a ahondar más en sus exigencias y compromisos para ayudar más a mis hermanos los hombres.

"Las críticas no son otra cosa que orgullo disimulado. Un alma sincera para consigo misma nunca se rebajará a la crítica. La crítica es el cáncer del corazón" (Madre Teresa de Calcuta)

¡Mañana empieza la Cuaresma!
No olvides ir mañana a imponerte la ceniza: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio"

El miércoles de ceniza, los buenos cristianos asisten a las iglesias a que les impongan la ceniza, al mismo tiempo que escuchan unas palabras: Arrepiéntete y cree en el Evangelio. Esas palabras explican el sentido de ese rito tan atrevido con el que da inicio la cuaresma. ¡Arrepiéntete!, se nos dice.

Hay tiempo de pecar y tiempo de convertirse. El tiempo de pecar suele ser muy largo. Todos pasamos por momentos malos, en que abandonamos el buen camino y nos adentramos en la mala vida. Incluso, podemos observar, cuando miramos hacia atrás, que hay un período en la vida en que nos hemos alejado mucho de Dios, de la Iglesia, de las buenas costumbres. Son esos días negros a los que no queremos mirar.

Pero hay también épocas buenas, en las que hemos sido capaces de hacer el bien, hemos estado en paz con Dios, con los demás y con nosotros mismos.

Si pudiéramos observar en una película nuestro mejor día vivido y nuestro peor día, nos asombraríamos de dos cosas: Primero: de cómo hemos bajado tanto. Quizá tendríamos que decir: "Nunca me imaginé que podía llegar a hacer lo que he hecho". Pero también nos asombraríamos de lo bien que nos hemos portado en nuestro mejor día; de tal forma que si todos los días de nuestra vida hubieran sido como ese día, podríamos ser contados entre los hombres verdaderamente buenos y honrados de este mundo.

De aquí podemos sacar la siguiente conclusión: el hombre puede, si se esfuerza, subir mucho, mejorar; o, por el contrario, bajar, corromperse, destruirse. El ser humano puede llegar a ser un ángel o un demonio.

Se cuenta que a la hora de buscar a un personaje que representara a Cristo en una película, eligieron a un joven que, por su vida y costumbres reflejadas en el rostro, parecía ser el más idóneo. Al pasar el tiempo se trató de buscar a alguien que representara el papel de Judas, y después de mucho buscar, encontraron por fin a un hombre que, por la expresión de su cara parecía el más acertado. Era el mismo hombre que un día representó el papel de Cristo. ¿Tanto había cambiado...?

En la cuaresma se nos invita a un cambio. Dios nos da la oportunidad de arrepentirnos. Es un tiempo de gracia en que Dios nos ofrece su perdón con especial generosidad.

Aún sabiendo que lo tenemos que hacer, preferimos seguir lo mismo, dejando para más adelante esa conversión, ese cambio de vida que nos cuesta tanto.

Un hombre dejó hasta los 31 años su cambio. Una vez cuando sus compañeros decían: "vamos a cambiar la vida, pero más adelante", el convertido les contestó: "Si alguna vez lo vas a hacer, ¿por qué no ahora?, y, si no lo haces ahora ¿por qué dices que lo harás más adelante? ¿Podrás? ¿Querrás hacerlo? ¿Tendrás tiempo?"

También de él es esta frase significativa: "Teme a Dios que pasa y que no vuelve". Dios suele pasar una y varias veces por nuestra vida, pero no tiene obligación de volver apasar. Por eso decía respetuosamente aquél, que primero no tenía ningún miedo ni respeto: "Teme a Dios que pasa y que puede no volver a pasar en tu vida".

11 cosas que conviene saber sobre el Miércoles de Ceniza
Es el primer día de la Cuaresma, días en los que la Iglesia llama a los fieles a la conversión y a prepararse verdaderamente para vivir la Semana Santa

A pocas horas del inicio de la Cuaresma, -el tiempo de preparación para la Pascua-, que en 2016  inicia el miércoles 10 de febrero, recordamos algunas cosas esenciales que todo católico debe saber para poder vivir intensamente este tiempo.

1.- ¿Qué es el Miércoles de Ceniza?
Es el primer día de la Cuaresma, es decir, de los 40 días en los que la Iglesia llama a los fieles a la conversión y a prepararse verdaderamente para vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la Semana Santa.
El Miércoles de Ceniza es una celebración contenida en el Misal Romano. En este se explica que al término de la Misa, se bendice e impone la ceniza hecha de los ramos de olivo bendecidos en el Domingo de Ramos del año anterior.

2.- ¿Cómo nace la tradición de imponer las cenizas?
La tradición de imponer la ceniza se remonta a la Iglesia primitiva. Por aquel entonces las personas se colocaban la ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad con un “hábito penitencial” para recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo.

La Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos casi 400 años D.C. y a partir del siglo XI (once), la Iglesia de Roma impone las cenizas al inicio de este tiempo.

3.- ¿Por qué se impone la ceniza?
La ceniza es un símbolo. Su función está descrita en un importante documento de la Iglesia, más precisamente en el artículo 125 del Directorio sobre la piedad popular y la liturgia:
“El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las Cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual”.

4. ¿Qué simbolizan y qué recuerdan las cenizas?
La palabra ceniza, que proviene del latín “cinis”, representa el producto de la combustión de algo por el fuego. Esta adoptó tempranamente un sentido simbólico de muerte, caducidad, pero también de humildad y penitencia.
La ceniza, como signo de humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin: “Dios formó al hombre con polvo de la tierra” (Gn 2,7); “hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho” (Gn 3,19).

5.- ¿Dónde se puede conseguir la ceniza?
Para la ceremonia se deben quemar los restos de las palmas bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior. Estas son rociadas con agua bendita y luego aromatizadas con incienso.

6.- ¿Cómo se impone la ceniza?
Este acto tiene lugar en la Misa al término de la homilía y está permitido que los laicos ayuden al sacerdote. Las cenizas son impuestas en la frente, haciendo la señal de la cruz con ellas mientras el ministro dice las palabras Bíblicas: «Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás», o «Conviértete y cree en el Evangelio».

7.- ¿Qué hacer cuando no hay sacerdote?
Cuando no hay sacerdote la impartición de cenizas puede realizarse sin Misa, de forma extraordinaria. Sin embargo, es recomendable que al acto se preceda por una liturgia de la palabra.
Es importante recordar que la bendición de las cenizas, como todo sacramental, solo puede realizarla sacerdote o diácono.

8.- ¿A quién se puede imponer la ceniza?
Puede recibir este sacramental cualquier persona, inclusive no católica. Como especifica el Catecismo (1670 ss.) los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo como sí lo hacen los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia estos «preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella».

9.- ¿Es obligatoria la imposición de las cenizas?
El Miércoles de Ceniza no es día de precepto y por lo tanto no es obligatoria. No obstante, ese día concurre una gran cantidad de personas a la Santa Misa, algo que siempre es recomendable.

10.- ¿Cuánto tiempo hay que tener la ceniza en la frente?
Cuanto uno desee. No existe un tiempo determinado.

11.- ¿Es obligatorio el ayuno y la abstinencia?
El Miércoles de Ceniza es obligatorio el ayuno y abstinencia, como en el Viernes Santo, para los mayores de 18 años y menores de 60. Fuera de esos límites es opcional. Ese día los fieles pueden tener una comida “fuerte” una sola vez al día.

La abstinencia de comer carne es obligatoria desde los 14 años. Todos los viernes de Cuaresma también son de abstinencia obligatoria. Los demás viernes del año también, aunque según el país puede sustituirse por otro tipo de mortificación u ofrecimiento como el rezo del rosario.


Despierte el alma dormida
¿No tiene todo hombre clavada en la carne esa tendencia a vivir dormido tres cuartas partes de su vida? Por: José Luis Martín Descalzo

Yo estaba tranquilo en mi mediocridad hasta que me resultó insoportable». Leo esta frase en la autobiografía de Robert Hossein, el cineasta francés, y me pregunto a mí mismo si esto de la mediocridad no será la mayor lacra de la Humanidad, de la que decía Ortega y Gasset que lo único que tiene de excelente es esa hache mayúscula con que la decoramos tipográficamente. ¿No es inevitable ser mediocre? ¿No tiene todo hombre clavada en la carne esa tendencia a vivir dormido tres cuartas partes de su vida?

No me refiero a aquella «aurea mediocritas» de la que hablaba Horacio, de ese no tener muchos deseos y contentarse con lo que se posee. Hablo de la mediocridad de alma, de esa terrible tentación de rutina y vulgaridad que nos rodea por todas partes.

Ya sé que la tensión permanente es imposible, que ni los genios lo son veinticuatro horas al día. Que con frecuencia hay que «descansar de vivir», que decía el poeta. Pero me pregunto si estos descansillos transitorios no se convertirán para muchos en una ley de vida, vuelta ésta una siesta interminable. Me pregunto si, como conclusión, no acabamos todos o casi todos los hombres siendo no seres humanos sino sólo muñones de hombres.

¿De qué mediocridad estoy hablando? De la de quienes no son ni buenos ni malos; de quienes más que vivir se limitan a dejarse vivir; de los que no tienen ilusiones, ni esperanzas y jamás aspiran a mejorar; de cuantos rebajan todo lo grande y prefieren arrastrarse, a escalar; de quienes desprecian todo lo que no está a su alcance y embisten –como dijo Machado– contra todo lo que no entienden; de los que intelectualmente se alimentan de lugares comunes que jamás revisan; de quienes no hablan sino de tonterías; de cuantos dicen que se aburren porque se han sometido a la rutina. De todos aquellos a quienes puede aplicarse la frase más dura de toda la Biblia, aquella en la que, en el Apocalipsis, dice el Espíritu al obispo de Laodicea: «Ojalá hubieras sido frío o caliente. Pero como no has sido ni frío ni caliente, sino tibio, comenzaré a vomitarte de mi boca».

Es cierto: la mayoría de los humanos se derrumban mucho más por la cuesta de la vulgaridad que por la del mal. Muchos iniciaron su juventud llenos de sueños, proyectos, de planes, de metas que tenían que conquistar. Pero pronto vinieron los primeros fracasos o descubrieron que la cuesta de la vida plena es empinada, que la mayoría estaba tranquila en su mediocridad, y decidieron balar con los corderos.

Porque el gran riesgo de la mediocridad es que se trata de una enfermedad sin dolores, sin síntomas muy visibles. Los mediocres son o parecen, si no felices, al menos tranquilos. Y en esa especie de ciénaga tranquila interior es muy difícil que esa mediocridad llegue a hacérseles –como a Hossein– «insoportable». Con frecuencia es necesario un gran dolor para que logremos descubrir cuán mediocres somos. Y hace falta un terrible esfuerzo para salir de la mediocridad y no regresar a ella de nuevo.

Ésta ha sido para mí una vieja obsesión. Recuerdo que en la primera novela que escribí se dibujaba a un cura –en el que en realidad me pintaba no a mí, pero sí lo que yo temía llegar a ser– que, en vísperas de su muerte, descubría que no había sido ni bueno ni malo, que comprendía que no había sabido realizar ninguno de sus deseos y soñaba que, después de su muerte, era condenado por Dios a un particularísimo purgatorio: recibía un gran saco de avellanas que representaban los días de su vida y se le castigaba a abrirlas una por una: todas estaba vanas y vacías.

Solemos decir: tengo cuarenta, cincuenta, sesenta años. He vivido, por tanto, tantos miles de días, tantos millones de horas. Pero si alguien examinase una por una, ¿a cuántas quedarían reducidas? Tal vez nos sentiríamos felices si hubiéramos vivido una de cada diez. Lo demás es sueño, siesta, horas pasadas en Babia.

¡Y luego se queja el hombre de que la vida es corta: y somos nosotros los que cloroformizamos nueve de diez partes!

¿Qué sería, en cambio, una Humanidad en la que todos sus miembros aprovechasen al ciento por ciento sus energías, una Humanidad de seres creadores, despiertos, amantes?

«Recuerde el alma dormida...», nos exhortaba el poeta, por- que «la muerte se viene tan callando». Pero no es lo preocupante que venga la muerte, sino que sea la vida la que se marcha «tan callando». Tan callando, mientras nosotros dormitamos a la orilla del milagro.

Francisco, en la misa a los capuchinos

"El confesionario es para perdonar, y si no puedes dar la absolución, por favor no maltratarlos"
El Papa, a los capuchinos: "Sean grandes perdonadores. El que no sabe perdonar es un gran condenador, el Diablo"
"Cuando uno se olvida de la necesidad de perdón, lentamente se olvida de Dios"

Redacción, 09 de febrero de 2016 a las 10:11

El humilde que se siente pecador es un buen perdonador en el confesionario. El otro, como estos doctores de la ley, solamente sabe condenar. Yo les hablo como hermano y en ustedes les quisiera hablar a todos los confesores

(Radio Vaticana).- Papa Francisco celebró con los frailes menores capuchinos la misa del 9 de febrero de 2016, con las reliquias de los frailes san Pío y san Leopoldo, en el Jubileo de la Misericordia. Habló de la tradición de buenos confesores de los capuchinos y les pidió retomar y renovar con la oración, esta gracia de Dios de ser perdonadores. "Sean grandes perdonadores. Porque el que no sabe perdonar es un gran condenador", les dijo.

Palabras del Papa en la homilía
En la liturgia de hoy hay dos actitudes. Una actitud de grandeza ante Dios que se expresa en la humildad y otra actitud de mezquindadque viene descripta por el mismo Jesús, de cómo hacían los doctores de la ley, que todo era preciso, pero dejaban de parte la ley para hacer sus pequeñas tradiciones.
La tradición de los capuchinos es una tradición de perdón, de dar el perdón, entre ustedeshay tantos buenos confesores, porque se sienten pecadores. Y delante de la grandeza del Señor rezan: "escúchame Señor". Y porque saben rezar así saben perdonar.

En cambio cuando uno se olvida de la necesidad de perdón, lentamente se olvida de Dios y se olvida de pedir perdón y no sabe perdonar. El humilde que se siente pecador es un buen perdonador en el confesionario. El otro, como estos doctores de la ley, solamente sabe condenar. Yo les hablo como hermano y en ustedes les quisiera hablar a todos los confesores. El confesionario es para perdonar y si tú no puedes dar la absolución, hago esta hipótesis, por favor no maltratarlos.


Aquel que viene, viene a buscar fortaleza, perdón, paz. Que encuentre un padre que lo abrace y le diga Dios te quiere y que se lo haga sentir. Siento decirlo: cuánta gente dice, 'Yo no voy más a confesarme porque una vez me hicieron todas estas preguntas'. Pero ustedes tienen esta tradición de perdonar. Yo conocí un hombre capuchino, de gobierno, superior, después de 70 años fue enviado a un santuario a confesar y este hombre tenía una fila grande de gente para perdonar. Un gran perdonador. Siempre encontraba el modo de perdonar o, al menos, de dejar en paz el corazón. Una vez me dijo: "vos, sos obispo y yo pienso que perdono demasiado. Tengo escrúpulos". Le pregunté "¿qué hacés cuando te sentís así?" Y me dijo: "voy delante del tabernáculo y le digo: Señor hoy he perdonado demasiado pero fuiste tú el que me da el mal ejemplo".

Son tantos los lenguajes. Está el lenguaje de las palabras y el de los gestos. Si una persona se acerca a mí en el confesionario es porque quiere cambiar y lo dice con el gesto de acercarse. No es necesario hacer las preguntas. Y si una persona viene, es porque en su ánimo no quiere hacerlo más. Pero tantas veces no pueden porque están condicionados por su vida, su sicología, su situación. Hay que tener un corazón amplio y dar el perdón.Es una semilla, una caricia de Dios. No caer en el pelagianismo. Ustedes tienen este carisma del perdón, retómenlo. Hay que renovarlo siempre. Sean grandes perdonadores. Porque el que no sabe perdonar es un gran condenador. Y quién es el gran acusador en el Biblia, el Diablo. En cambio Jesús tantas horas de oración y de escuchar a la gente como san Pío y san Leopoldo, aquí. Esto que les digo a ustedes, se los digo a todos los confesores. Si no saben hacerlo bien, que hagan otra cosa. Pidan esta gracia, yo la pido para ustedes, para todos los confesores, también por mí.

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