“Este es mi Hijo muy amado, en quien he puesto todo mi amor”

Una nueva etapa

Antes de narrar su actividad profética, los evangelistas nos hablan de una experiencia que va a transformar radicalmente la vida de Jesús. Después de ser bautizado por Juan, Jesús se siente el Hijo querido de Dios, habitado plenamente por su Espíritu. Alentado por ese Espíritu, Jesús se pone en marcha para anunciar a todos con su vida y su mensaje la Buena Noticia de un Dios amigo y salvador del ser humano.

No es extraño que, al invitarnos a vivir en los próximos años «una nueva etapa evangelizadora», el papa nos recuerde que la Iglesia necesita más que nunca «evangelizadores de Espíritu». Sabe muy bien que solo el Espíritu de Jesús nos puede infundir fuerza para poner en marcha la conversión radical que necesita la Iglesia. ¿Por qué caminos?

Esta renovación de la Iglesia solo puede nacer de la novedad del Evangelio. El papa nos invita a escuchar también hoy el mismo mensaje que Jesús proclamaba por los caminos de Galilea, no otro diferente. Hemos de «volver a la fuente para recuperar la frescura original del Evangelio». Solo de esta manera «podremos romper esquemas aburridos en los que pretendemos encerrar a Jesucristo».

El papa está pensando en una renovación radical «que no puede dejar las cosas como están; ya no sirve una simple administración». Por eso nos pide abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así» e insiste una y otra vez: «Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades».

Francisco busca una Iglesia en la que solo nos preocupe comunicar la Buena Noticia de Jesús al mundo actual. «Más que el temor a no equivocarnos espero que nos mueva el temor a encerrarnos en estructuras que nos dan una falsa contención, en normas que nos vuelven jueces implacables, en costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: Dadles vosotros de comer».

El papa nos llama a construir «una Iglesia con las puertas abiertas», pues la alegría del Evangelio es para todos y no se debe excluir a nadie. ¡Qué alegría poder escuchar de sus labios una visión de Iglesia que recupera el Espíritu más genuino de Jesús rompiendo actitudes muy arraigadas durante siglos! «A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa del Padre, donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas».

Plantados junto al manantial EL BAUTISMO DE JESÚS

Leemos en la Biblia que “el hombre justo es como el árbol plantado junto a la corriente, no se marchitan sus hojas y cuanto emprende tiene buen fin” (Jr 17, 8). Al contemplar a Jesús metido en el río Jordán, he unido las imágenes. Solía aplicar la figura del árbol junto a la acequia a los que tenemos por justos, y nadie más justo que Jesucristo. San Pedro así lo llama en el discurso de Pentecostés: “Vosotros renegasteis del Santo y del Justo” (Act 3, 14).

Si el árbol plantado junto a la corriente da buen fruto, ningún árbol ha estado más próximo al manantial que brota del lado derecho del santuario, según el profeta Ezequiel, que el árbol de la Cruz, regado por el borbotón de agua que salta hasta la vida eterna, manantial de gracia, que nace del costado de Jesucristo.

Si los frutos de los árboles que crecen a las orillas del caudal sagrado llegan a la sazón, ningún árbol ha dado mejor fruto maduro que el árbol de la Cruz, según canta el himno litúrgico. “Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza! Jamás el bosque dio mejor tributo en hoja, en flor y en fruto. ¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza con un peso tan dulce en su corteza!” Puede parecer extraña esta concurrencia de imágenes. Sin embargo, durante toda la Pascua de Navidad las lecturas y las fiestas litúrgicas han unido contantemente las fiestas del nacimiento de Jesús con los pasajes de su muerte y resurrección. Así lo contemplábamos al celebrar al primer mártir, al discípulo amado, a los santos inocentes, y al escuchar el pasaje del sepulcro vacío, o la profecía de Simeón sobre la espada de dolor que atravesaría el corazón de la Madre de Jesús.

Si la escena de Jesús en el Jordán nos lleva a esta mirada complexiva del Misterio de la Redención, quienes participamos por el bautismo en la vida de Jesús nos deberemos sentir invitados a ser como árboles plantados junto a la corriente de gracia; es el secreto para no perecer en tiempo de sequía ni en momentos de turbación.

Por el bautismo hemos sido incorporados al Justo, y nuestras obras deben acreditar que somos ramas del mismo árbol frondoso y fecundo, que es Jesucristo. Con san Pablo deberíamos confesar: “Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree, primero del judío, y también del griego. Porque en él se revela la justicia de Dios de fe en fe, como está escrito: El justo por la fe vivirá” (Rm 1, 16-17). Renovemos nuestra pertenencia a Jesucristo, y celebremos el regalo del bautismo, de que nuestras vidas han sido plantas junto al torrente de gracias, de amor de Dios.

Hijo de Dios Mateo 3, 13-17, Bautismo del Señor, Ciclo A.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Otro día que me regalas, Señor. Otro día en el que Tú estás conmigo. Otro día en el que me das la gracia de encontrarme contigo… gracias, Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Treinta años en silencio… oculto…; sin decir nada. Estabas en el mundo y el mundo no se dio cuenta. Te hiciste hombre y como hombre quisiste vivir. Treinta y tres años en los que a los ojos de los hombres, no hiciste nada impresionante. Sin embargo el Padre observaba…; contemplaba… pero también callaba; hasta que no pudo más y del cielo salió una voz diciendo: «Tú eres mi hijo amado, mi predilecto…»

Con este silencio, Jesús, me revelas que Dios me ama por el simple hecho de ser su hijo. Eso es lo único que se es… eso es lo único que define…es lo único que soy…soy hijo de Dios.

No es lo que hago o lo que tengo lo que me hace lo que soy… aquello se puede acabar, aquello es finitoy mi corazón desea algo más, algo que no acabe, que perdure; que sea para siempre. He descubierto que ese algo, Señor, eres Tú.

Dame la gracia, Jesús, de sentirme amado de sentirme mirado por Ti. Ayúdame a desechar las máscaras, los disfraces que no permiten, ni siquiera a mí, saber quién soy… Ayúdame, Señor, a sólo revestirme de tu mirada.

«Los hombres de hoy, demasiado acostumbrados a una cultura de la indiferencia, necesitan trabajar y pedir la gracia de hacer la cultura del encuentro, de este encuentro fecundo, de este encuentro que restituya a cada persona la propia dignidad de hijo de Dios, la dignidad de viviente. Estamos acostumbrados a esta indiferencia, cuando vemos las calamidades de este mundo nos limitamos a decir: pero, qué pena, pobre gente, cuánto sufren… para seguir todo recto después. No es suficiente ver, si yo no me paro, si yo no miro, si yo no toco, si yo no hablo, no puedo hacer un encuentro y no puedo ayudar a hacer una cultura del encuentro.»
 (Homilía de S.S. Francisco, 13 de septiembre de 2016, en santa Marta).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezar un misterio del rosario pidiéndole a María la gracia de sentirme verdaderamente hijo de Dios que vive la cultura del encuentro con los demás.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Por qué se hizo bautizar Jesús?

En el gesto de Jesús descubrimos su solidaridad redentora. Se hace uno de los nuestros, para compartir hasta el fondo nuestra suerte y así poder transformarla.

Jesús no tenía necesidad de ser bautizado. Juan Bautista acertaba plenamente al decir: "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias" (cf Mc 1,7-11). El bautismo de Juan, que no es todavía el sacramento cristiano del bautismo, era un bautismo de penitencia, que expresaba el deseo de ser purificado de los pecados. Ningún pecado había en Jesús. Él es el Santo, el Inocente, el Hijo de Dios.

¿Por qué, entonces, quiso Jesús ser contado entre los pecadores y, como algunos de ellos, dejarse bautizar por Juan? En el gesto de Jesús descubrimos su solidaridad redentora. Se hace uno de los nuestros, para compartir hasta el fondo nuestra suerte y así poder transformarla. En realidad, no es el agua del Jordán la que purifica a Jesús, sino que es Él, dejándose sumergir en el agua, quien confiere al agua el poder de santificar.

La inmersión de Jesús en el Jordán prefigura su inmersión en la muerte. El Señor no sólo se dejó contar entre los pecadores, sino se apropió de todo el pecado de los hombres y asumió la consecuencia de ese pecado, la muerte. Haciendo suya la muerte la destruyó desde dentro, trasformándola en vida, al igual que convirtió el agua del Jordán en agua de vida.

El Señor, que posee el Espíritu en plenitud, puede comunicarlo a los suyos por medio de un Bautismo que ya no es, como el de Juan, un mero signo de penitencia, sino una participación sacramental en su Pascua. Al recibir el sacramento del Bautismo por el agua y el Espíritu Santo somos verdaderamente regenerados; morimos al hombre viejo, al pecado, y renacemos como hombres nuevos, como hijos adoptivos de Dios por la gracia, como miembros de la Iglesia.

El evangelio dice que apenas salió Jesús del agua se "rasgó el cielo". Los cielos se abrieron, comenta Santo Tomás de Aquino, para mostrar los elementos que pertenecen a la eficacia de nuestro Bautismo. Una eficacia que proviene, no de las fuerzas humanas, sino de la virtud del cielo. Una eficacia relacionada con la fe del que se bautiza y con la fe de la Iglesia, mediante la cual "contemplamos las cosas del cielo, que superan los sentidos y la razón humanos". Y, además, "se abrieron los cielos, para manifestar que el camino del cielo queda abierto para los bautizados" (STh III 39 5).

Debemos perseverar en la oración para que este nuevo nacimiento, que ha tenido lugar en nuestro Bautismo, llegue a su plenitud, a su cumplimiento, que no es otro que el cielo; la amistad con Dios, la comunión con Él y con todos los bienaventurados.

Francisco bendice a uno de los nuevos bautizados

El Papa Francisco bautiza a 28 niños en la Capilla Sixtina
“La fe no es recitar el Credo los domingos en misa, la fe es confiar en Dios, confiarse en Dios”
Bergoglio pide a los padres “custodiar la fe, hacerla crecer, de modo que sea testimonio para los otros”

Jesús Bastante, 08 de enero de 2017 a las 10:06

Ante los llantos de los pequeños: "No se preocupen: Jesús también hizo lo mismo, a mí me gusta pensar que la primera predicación de Jesús ha sido un llanto"

(Jesús Bastante).- Es ya una tradición, de las más bellas del Vaticano. En la solemnidad del Bautismo del Señor, el Papa bautizó en la capilla Sixtina a 28 niños, en su mayor parte hijos de trabajadores de la Santa Sede. La más impresionante obra de arte creada por el ingenio humano, conquistada por los llantos de los pequeños, las risas y complicidades de las familias, los gestos de cariño de un Papa que hoy, es más "padre Jorge" que nunca.

Paolo, Francisco, Alicia, Alesandro, Gregorio, Federico, Elisa, Letizia, Sara... fueron algunos de los nombres que los padres pronunciaron cuando el Papa les preguntó por sus intenciones para sus hijos, a los que después impuso el signo de la cruz con sus manos, una sonrisa y una mirada cómplice con los padres.

Durante las lecturas, muchas madres (y algún padre), aprovecharon para dar pecho o biberón a sus hijos. "Éste es mi hijo, el Elegido", se escuchó a Isaías, y después al propio Evangelio, y los progenitores sintieron que en su caso, así era. En el de todos los niños y niñas venidos al mundo gracias al amor de sus padres.

En su breve homilía, totalmente improvisada, el Papa se dirigió a los padres. "Ustedes han pedido para sus hijos la fe que les será dada en el Bautismo. Esto significa vida de fe, porque la fe debe ser vivida, y hay que caminar por el camino de la fe, y dar testimonio de la fe".

"La fe no es recitar el Credo los domingos en misa", recordó el Papa. "La fe no es solo esto, la fe es creer en la Verdad de Dios Padre que ha enviado a su Hijo, y el Hijo nos da el Espíritu que nos vivifica, pero la fe es confiar en Dios, confiarse en Dios. Y eso es lo que tienen que enseñarle a los hijos con el ejemplo".

"La fe es la luz", recordó, señalando cómo "en esta ceremonia les será entregada una vela encendida, como en los primeros días de la Iglesia, donde el Bautismo se llamaba 'iluminación', porque la fe ilumina el corazón, hace ver las cosas con otra luz".

"Ustedes pidieron la fe, la Iglesia da la fe con el Bautismo a sus hijos, y ustedes tienen el compromiso de hacerla crecer, custodiarla, y que se convierta en testimonio para todos. Este es el sentido de esta celebración", recalcó. "Sólo quería decirles esto: custodiar la fe, hacerla crecer, de modo que sea testimonio para los otros".

Justo en ese momento, un niño arrancó a llorar, y le siguieron otros. "Ahora... ha comenzado el concierto, ¿eh?", sonrió Francisco. "Los niños se encuentran en un lugar que no conocen, los han levantado antes de lo común... empieza uno, 'da la nota' y los otros imitan. No se preocupen: Jesús también hizo lo mismo, a mí me gusta pensar que la primera predicación de Jesús ha sido un llanto".

"La ceremonia es larga, alguno llora de hambre. Si es así, ustedes, sin vergüenza, denles de mamar, como la Virgen daba de mamar a Jesús", les pidió el Papa, quien concluyó sus palabras, previas a la imposición del agua, recordando a los padres: "No se olviden: han pedido la fe, tienen el compromiso de hacer crecer esta fe, de modo que se convierta en testimonio para todos nosotros, también para obispos sacerdotes, todos".

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco presidió este domingo 8 de enero en la Capilla Sixtina, la solemnidad del Bautismo del Señor. Durante el rito bautizó a 28 niños.

Es la cuarta vez en su pontificado que el Papa bautiza aquí, en el día en que termina el tiempo de Navidad, en una ceremonia simple pero solemne con la participación del Coro de la Capilla Sixtina y el sonido del órgano, al que no faltaba el llanto de fondo de algunos niños.

En sus palabras improvisadas el santo le indicó a los padres de los bautizados que la Iglesia Iglesia le da la fe a los hijos con el bautismo y que ellos tienen la tarea de hacerla crecer ,de cuidarla, y que se transforme en testimonio para los otros.

A continuación el texto completo:

“Queridos papás, ustedes pidieron para vuestros hijos la fe, la fe que es dada en el bautismo. La fe. Esto significa vida de fe porque la fe va vivida. Caminar en el camino de la Fe y dar testimonio de la fe.

La fe no es recitar el Credo el domingo cuando vamos a la misa, no es solamente esto. La fe es creer que aquello que es la verdad: Dios Padre que envió a su hijo y el Espíritu que vivifica. Pero la fe es también confiarse a Dios y esto tienen que enseñárselo con vuestro ejemplo, con vuestra vida.

La fe es luz, y en la ceremonia del bautismo les dan una vela encendida, como en los primeros días de la Iglesia. Y por ello el bautismo en aquellos tiempos se llamaba la iluminación. Porque la fe ilumina los corazones y hacer ver las cosas con otra luz. Ustedes pidieron la fe. La Iglesia Iglesia le da la fe a vuestros hijos con el bautismo y ustedes tienen la tarea de hacerla crecer de cuidarla, que se transforme en testimonio para los otros.

Cuidar la fe, que crezca que sea testimonio para los otros.

(Algunos niños lloran). Veo que inició el concierto… porque los niños se encuentran en un lugar que no conocen, quizás se levantaron más temprano de lo común…. inicia uno que da la nota y nos otros copian, y todos… algunos lloran solamente porque lloró el otro.

Jesús hizo lo mismo. Me gusta prensar que la primera predicación de Jesús en el establo fue un llanto. Y como la ceremonia es un poco larga alguno llora por hambre. Si es así ustedes mamás pueden amamantarlo, sin miedo y con toda normalidad, como la Virgen hacía con Jesús.

No se olviden: pidieron la fe, a ustedes la tarea de custodiar la fe, de hacerla crecer para que sea testimonio para todos nosotros, para todos nosotros, también para nosotros curas, sacerdotes, obispos. Gracias”.

A continuación el santo Padre fue bautizando uno a uno a estos 28 niños, con la pregunta de rito dirigida a los papás: “¿Quieren entonces que (el nombre del niño) reciba el bautismo en la fe de la Iglesia que todos nosotros juntos hemos profesado? (Nombre) Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

La ceremonia prosiguió con la unción del aceite crismal a las 13 niñas y 15 niños, la entrega de los vestidos blancos, y la vela encendida por cada papá en el cirio pascual.

La misa prosiguió con el rito de la consagración.

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