¡Este enseñar con autoridad es nuevo!

Evangelio según San Marcos 1,21b-28. 

Jesús entró a Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios". Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre". El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre. 

Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!". Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea. 

Santa Francisca de Sales

Santa Francisca de Sales Aviat, 
virgen y fundadora

En Perugia, en Italia, santa Francisca de Sales (Leonia) Aviat, virgen, que se dedicó, con maternal amor y solicitud, a la educación de las jóvenes e instituyó las Oblatas de San Francisco de Sales.

Fundadora de la Congregación de Oblatas de San Francisco de  Sales.

Nació en Sézanne (Francia), departamento del Marne, el 16 de  septiembre de 1844. Fue bautizada al día siguiente de su  nacimiento con el nombre de Leonia. Frecuentó las primeras clases  elementales en su pueblo natal; después, sus padres la llevaron  al monasterio de la Visitación de Troyes pues, aunque practicaban  poco, eran honrados comerciantes que deseaban para su hija una  buena educación cristiana.

Su vida estuvo marcada por tres etapas fundamentales:   el período de formación en el monasterio de la  Visitación de Troyes, capital de Champagne; el encuentro con el  p. Louis Brisson, futuro fundador de los Oblatos de San  Francisco de Sales; y la aplicación de las leyes subversivas  contra los institutos religiosos en Francia a finales de siglo.

Leonia  permaneció en el monasterio de la Visitación hasta la edad  de 16 años. Ya entonces manifestó a la superiora su  deseo de hacerse religiosa, pero ella le respondió:  "Aquello  para lo que Dios te tiene destinada no está aún  preparado; déjale actuar y haz siempre la voluntad divina".

Cuando salió  del monasterio, su padre había dispuesto para ella un matrimonio  con un rico y distinguido señor del lugar, pero Leonia  pensaba ya en la vocación religiosa y no quiso acceder  a los deseos de su padre. A la edad de  21 años, en 1865, visitó un establecimiento industrial de Sézanne  y surgió en ella el deseo de atender a las  obreras. Entretanto, el p. Louis Brisson, que había sido capellán  de la Visitación cuando ella estaba interna allí, dado su  incansable celo por la protección y la formación religiosa de  las jóvenes obreras que venían de los campos y estaban  expuestas a los peligros más graves, había fundado en el  año 1858 las "Obras para las trabajadoras jóvenes", poniéndolas bajo  la protección de san Francisco de Sales:  proporcionaban a  las jóvenes locales seguros, comida y la asistencia de almas  buenas y generosas, pero les hacía falta también la formación  humana y la educación religiosa.

En 1866 Leonia pidió regresar a  la Visitación para pedir luz al Señor, antes de tomar  una decisión definitiva sobre su vocación. Entonces conoció la obra  de asistencia a las jóvenes que había comenzado el p.  Brisson, el cual estaba pensando en fundar una congregación de  religiosas. Compartió inmediatamente el proyecto del padre. El 30 de  octubre de 1868 Leonia vistió el hábito religioso, junto con  otra antigua compañera del internado, y tomó el nombre de  Francisca de Sales.

El 11 de octubre de 1871 emitió los  votos religiosos, junto con su primera compañera, iniciando así la  congregación de Oblatas de San Francisco de Sales. Otras jóvenes  se unieron a ellas, pero la ocupación alemana de 1870  retardó su profesión religiosa. Se multiplicaron los patronatos y casas-familia;  las jóvenes recibían, junto con la formación religiosa, la educación  práctica que las preparaba para su vida futura de madres  de familia. La madre Francisca de Sales, que fue la  primera superiora general, se hizo obrera entre las obreras; les  ayudó a disfrutar del trabajo bien realizado, aunque la ganancia  fuera mínima; las jóvenes trabajadoras comprendían la dignidad del trabajo,  como algo que viene de Dios e instrumento de caridad,  porque permite ayudar a las compañeras que están necesitadas. De  ahí nació una competición de solidaridad humana.

Después de haber consolidado  las obras en Troyes, fue a París y organizó allí  un internado para jóvenes de posición social acomodada. Obtuvo con  la alta sociedad parisina el mismo éxito que había tenido  con las obreras. Ocho años más tarde regresó a Troyes,  donde estuvo otros 15 años, cuatro de ellos como una  religiosa más, y en los que tuvo que soportar la  hostilidad de algunos miembros de su comunidad. En 1893 fue  elegida nuevamente superiora general, cargo que ejerció hasta su muerte.  Envió religiosas a las misiones de Sudáfrica y de Ecuador.  El instituto se extendió también por Suiza, Austria, Inglaterra e  Italia. En 1903 entraron en vigor en Francia las leyes  subversivas, que decretaron la expropiación de los bienes de las  congregaciones religiosas:  se cerraron 23 casas bien organizadas y  6 de apoyo a los padres oblatos. La madre Francisca  de Sales y su consejo se refugiaron en Italia y  desde allí perfeccionaron la organización de la congregación y sostuvieron  a las religiosas con cartas y visitas.
Su última gran prueba  fue la muerte del p. Brisson, acaecida en su pueblo  natal de Plancy el 2 de febrero de 1908.

En  sus últimos seis años de vida veló celosamente por la  redacción definitiva de las Constituciones, que fueron aprobadas por el  Papa Pío X en 1911. Falleció a la edad de  69 años, en Perusa (Italia), el 10 de enero de  1914.

El Papa Juan Pablo II la beatificó el 27 de  Septiembre de 1992 y él mismo la canonizó el 25  de Noviembre de 2001.

Oremos
Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a Santa Francisca de Sales, para que manifestaras a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora de los Guías, Constantinopla (1570).

San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia Sermón «Christus unus omnium magister»

«¡Este enseñar con autoridad es nuevo!»

No es posible llegar a la certeza de la fe revelada si no es a través de la venida de Cristo a nuestro espíritu. Viene después en la carne como palabra que confirma toda palabra profética. Por eso se dice en la carta a los Hebreos: «En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros Padres por los profetas: Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo» (1,1-2). Que Cristo sea, efectivamente, Palabra del Padre llena de poder, lo leemos: «ya que la palabra regia es soberana, y ¿quién va a decirle: Qué haces?» (Eccl 8,4). Es también una palabra llena de verdad, más aún, es la misma verdad, tal como lo dice san Juan: «Santifícalos en la verdad: tu palabra es la verdad» (17,17)... 

Así pues, porque la autoridad pertenece a la palabra poderosa y verídica, y Cristo es el Verbo del Padre, y por eso mismo Poder y Sabiduría, en él está el fundamento y la consumación de toda la autoridad. Por eso toda doctrina auténtica y los predicadores de esta doctrina ser refieren a Cristo, venido en la carne, como fundamento de toda la fe cristiana: «Conforme al don que Dios me ha dado, yo como hábil arquitecto coloqué el cimiento... Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo» (1Co 3,10-11). En efecto, solo él es el cimiento de toda doctrina auténtica, ya sea apostólica, ya sea profética, según una u otra Ley: la nueva y la antigua. Por eso se dice también a los Efesios: «Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular» (2,20). Queda, pues, claro que Cristo es el maestro del conocimiento según la fe; es el Camino, según su doble venida, en el espíritu y en la carne.

El bien común

Un informe presentado recientemente por Cáritas Diocesana de Barcelona incidía en la idea que las familias atendidas cada vez son más pobres y deben recurrir durante más tiempo a la distribución de alimentos en especie o asistir a los comedores sociales. A raíz de este estudio, hoy quiero hablaros del bien común, principio que se deriva de la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas, y que tiene su origen en el hecho maravilloso y exigente de que todos somos miembros de una misma familia, la familia humana.

Sin embargo, llama la atención constatar cómo se ha instalado hasta adquirir carta de naturaleza un individualismo al que no dudo en calificar de feroz. Sus manifestaciones están en la mente de todos: cada uno va a lo “suyo”, la cercanía del “otro” está absolutamente ausente, no nos sentimos miembros que integran una gran familia de hermanos, etcétera.

¿Qué es el bien común? “Es el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección”. (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, nº 164).

El bien común pretende el bien de todos los hombres y de todo el hombre. Ahí está la verdadera clave de que el bien común sea en la doctrina social de la Iglesia el “tema estrella”, con palabras coloquiales de nuestro tiempo. Desgraciadamente, hay que insistir en que en la actualidad lo que prima no es el bien de todos rectamente entendido: prima el bien particular o, para ser más exacto, el bien de unos pocos.

La Iglesia, a través de la doctrina social que mantiene en su magisterio, nos ofrece un diagnóstico sumamente certero al afirmar que “una visión puramente histórica y materialista terminaría por transformar el bien común en un simple bienestar social, carente de finalidad trascendente, es decir, de su más profunda razón de ser”.

(Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, nº 164).

El papa Francisco nos recuerda algo tan básico como que sin el bien común como fin último se corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza. “Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. Ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha servido de poco. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses”. (Laudato si’, nº 229).

Concluyo la reflexión de hoy con unas palabras de san Juan XXIII, referida al bien común y los más necesitados, que, pese al tiempo transcurrido, siempre tiene vigencia: “Todos los miembros de la comunidad deben participar en el bien común por razón de su propia naturaleza, aunque en grados diversos. (…) Los gobernantes han de orientar sus esfuerzos a que el bien común redunde en provecho de todos, sin preferencia alguna por persona o grupo social determinado, (…) poniendo especial cuidado de los ciudadanos más débiles, los que se encuentran en condiciones de inferioridad, para defender sus derechos y asegurar sus legítimos intereses” (Pacem in terris, nº 56).

Aplicado al momento que estamos viviendo, en el que la tasa de pobreza en Cataluña supera el 20% de su población, es importante que gobernantes y gobernados revisemos nuestro camino y que trabajemos juntos administraciones, Iglesia y sociedad en la consecución del bien común.

+ Juan José Omella Omella Arzobispo de Barcelona

Fuente de confianza sobrenatural
Marcos 1, 21-28. Martes I Tiempo Ordinario. Ciclo A. 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias por llamarme a estar contigo, Señor. Quiero ponerme en tu presencia. Sé que siempre vivo bajo tu mirada de amor y por ello ahora deseo renovar esta conciencia. Me pongo también en tus manos, Madre mía.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 1, 21-28
En aquel tiempo, llegó Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”.

Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.

Palabra de Dios.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Y hasta entonces no había existido hombre que hablase con tal autoridad. Jesucristo, te manifestaste entre los tuyos de modo que incluso causabas confusión para tu misma familia. No sin razón varias veces saltaba la pregunta «¿no es éste hijo del carpintero?». Sí, aquel joven que antes se dedicaba a reparar las mesas o a construir alguna cosilla artesanal, ahora era un hombre. Y no era uno cualquiera, sino que incluso se proclamaba Hijo de Dios.

En verdad había un tanto de extrañeza entre los tuyos. ¿Un joven artesano, sencillo, convertido en una personalidad así?, ¿el hijo de María, el niño que no pocas veces pude haber visto por el pueblo, andando de la mano de su madre? Pero lo que más me desconcierta es que encuentro una obscura relación entre sus palabras y sus obras. No me da la impresión de que esté loco; pero me cuesta aceptar este mensaje que trae entre sus labios…

Dios mío, cuando me pides dar un salto hacia el vacío, cuando me pides confiar en el sol con tal sólo ver una lucecita, a pesar de que tantas veces te he dicho sí, los nuevos pasos que me pides me vuelven a costar. ¿Quizá en eso consiste el amor? Consiste en renovar mi libertad, mi entrega, mi sí, en cada instante; y en gozar de la conciencia de tu amor por mí. Y en gozar en dar mi vida en lo que me has mostrado es tu Voluntad.

He entregado mi vida, no a un cualquiera, no a un ídolo de barro, no a una persona como yo, sino al mismo Dios, al Amor. Y he aquí la fuente de mi confianza sobrenatural.
«Nosotros queremos, muchas veces, que la doctrina segura tenga esa seguridad matemática que no existe, ni con el laxismo, de manga ancha, ni con la rigidez. Pensemos en Jesús: la historia es la misma, se repite. Jesús, cuando hablaba a la gente, la gente decía: “Este habla no como nuestros doctores de la ley, habla como uno que tiene autoridad”. Esos doctores conocían la ley, y para cada caso tenían una ley específica, para llegar al final a unos 600 preceptos.»

(Discurso de S.S. Francisco, 16 de junio de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Identificar algún miedo que aún deba superar y buscar afrontarlo lleno de confianza en Ti, Señor.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Dios Padre escogió la pobreza para su Hijo
Jesucristo

El pobre de espíritu es aquel que no pone su esperanza en las riquezas de este mundo sino en Dios. 

Es desconcertante y avasallador, -casi supera nuestra capacidad de sorpresa-, contemplar a Dios hecho Niño, acompañado de María y de José, rodeado de unos animales y metido en una cueva excavada en la montaña, en una noche fría de invierno. El que hizo el universo, el que abrió los labios y fue obedeciendo en todo, el que dio a los demás la existencia, el que pudo escoger su forma de nacimiento, ahí está pobre, rodeado de pobreza, gozoso en la pobreza de sus padres.

Esta decisión de Dios de escoger la pobreza pone en jaque la manera de pensar y especialmente de vivir de muchos hombres hoy en día. Es de suponer que Dios, sabiduría infinita, siempre escoge lo mejor. Al escoger la pobreza margina la riqueza. Más tarde Cristo iba a explicar esta opción cuando puso como primera bienaventuranza la pobreza de espíritu: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5,3).

La pobreza que exigió Cristo a sus seguidores no se refería a una condición socio-económica, sino a una actitud religiosa. El “pobre de espíritu” es aquel que no pone su esperanza en las riquezas de este mundo sino en Dios. No hay duda de que las riquezas pueden atar el corazón humano y bloquearle de tal manera que ya no busca la dicha en Dios sino en las cosas. El hombre se enamora de las creaturas y se olvida del Creador. También cierra su corazón a las necesidades de los demás.

En este mundo donde el hombre lucha por poseer más y más, por acumular más y más, por tener más y más, siguiendo los instintos de su avaricia y ambición; en este mundo en que los hombres sólo se preocupan por almacenar sus bienes sin compartirlos; en este mundo en donde el pobre no es tenido en cuenta, Belén es un signo y una profecía para todos nosotros. Signo en cuanto que nos descubre que la pobreza, desde el punto de vista divino, es riqueza, es salvación, es bendición; y profecía en cuanto que nos abre a la verdad de la pobreza como senda de felicidad y de realización personal.

Pongamos a Jesús en el centro de nuestras elecciones
En la homilía de este lunes, el Santo Padre nos asigna tres tareas para “asegurarnos que Jesús está en el centro de nuestra vida”

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha retomado esta mañana la celebración de la misa matutina en Santa Marta, tras la pausa por las fiestas navideñas. De este modo, en la homilía de este lunes, el Santo Padre ha explicado que la vida cristiana es sencilla, no son necesarias cosas extrañas o difíciles, es suficiente con poner a Jesús en el centro de nuestras elecciones diarias.

El centro de nuestra vida es Jesucristo, ha recordado el Papa. “Jesucristo que se manifiesta, se hace ver y nosotros estamos invitados a conocerlo, a reconocerlo, en la vida, en las muchas circunstancias de la vida, reconocer a Jesús, conocer a Jesús”, ha indicado. Subrayando que es importante conocer las vidas de los santos y advirtiendo que no todas “las apariciones” son verdaderas, el Santo Padre ha preguntado si “el centro de mi vida es Jesucristo”.

En esta línea, el Papa ha explicado que hay tres tareas para “asegurarnos que Jesús está en el centro de nuestra vida”La primera –ha explicado– es conocer a Jesús para reconocerlo. Por eso ha invitado a preguntarse: “¿a mí me interesa conocer a Jesús? ¿O quizá interesa más la telenovelas o los chismorreos o las ambiciones o conocer la vida de los otros?”. Y para conocer a Jesús, “está la oración, el Espíritu Santo” pero está también el Evangelio, que hay que llevar siempre consigo para leer un pasaje todos los días. Es el único modo –ha asegurado– de conocer a Jesús. Después “es el Espíritu Santo el que hace el trabajo”. Esta es la semilla, quien hace germinar y crecer la semilla es el Espíritu Santo.

La segunda tarea que ha explicado el Papa es “adorar a Jesús”. No solo pedirle cosas y darle las gracias. De este modo ha señalado dos formas de adorar a Jesús: “la oración de adoración en silencio” y “después quitar de nuestro corazón las otras cosas que adoramos, que nos interesan más. No, solo Dios”.

Al respecto, el Pontífice ha explicado que hay una oración de adoración que muchas veces rezamos como papagayos: “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”. Adorar, “con pequeñas oraciones con silencio delante de la grandeza de Dios, adorar a Jesús” y decir: ‘Tú eres único, tú eres el principio y el final y contigo quiero permanecer toda la vida, toda la eternidad. Tú eres el único’.  

Finalmente, la tercera tarea es seguir a Jesús, como dice el Evangelio del día en el que el Señor llama a los primeros discípulos. Significa “poner a Jesús en el centro de nuestra vida”.

Así, ha explicado que la vida cristiana es simple, es muy simple pero necesitamos la gracia del Espíritu Santo para que despierte en nosotros “estas ganas de conocer a Jesús, de adorar a Jesús y de seguir a Jesús”. Para concluir ha pedido que en la sencillez de cada día –porque cada día para ser cristianos no son necesarias cosas extrañas, cosas difíciles, cosas superfluas, no, es simple– el Señor nos dé la gracia de conocer a Jesús, de adorar a Jesús y de seguir a Jesús”.             

 

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