Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo

Evangelio según San Lucas 6,36-38. 

Jesús dijo a sus discípulos: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes». 

San Leandro de Sevilla

(Cartagena, ca. 534 – Sevilla, 13 de marzo de 600 ó 601). Clérigo católico, santo, nacido de una notable familia hispanorromana. Su padre era hispanorromano y su madre era visigoda. Su padre se llamaba Severiano y se le adjudica el título de dux (si bien su hermano Isidoro establece que era simplemente un ciudadano).

Tuvo tres hermanos menores (Fulgencio, Isidoro y Florentina) todos los cuales, como él mismo, fueron canonizados y son conocidos como los Cuatro Santos de Cartagena.

Se supone a su familia huida de Cartagena con ocasión de la ocupación bizantina (¿552? ¿555?), estableciéndose en Sevilla (si los bizantinos eran aliados de Agila I, tendría mucho sentido que la familia de Leandro se trasladara a la capital de su rival Atanagildo); la región de Cartagena en tal caso, hubiera sido partidaria de Atanagildo) donde ingresó en un monasterio. Cuando su padre murió, Leandro asumió la dirección de su familia quedándose como tutor de sus tres hermanos y ocupándose de la educación de Isidoro. Terminada la educación de sus hermanos San Leandro se dedicó a la vida monástica y a difundir el catolicismo entre los visigodos en contra del arrianismo

Su hermano Isidoro de Sevilla le atribuye la conversión de Hermenegildo al catolicismo el 579 aunque podría tratarse de un afán de protagonismo (pues cuando lo escribió Hermenegildo ya había triunfado). Sí es cierto que, tras conseguir la conversión, saldría inmediatamente hacia Constantinopla a solicitar auxilio imperial para el príncipe, o bien acababa de regresar de la capital del Imperio de Oriente, pues no parece que tuviera tiempo de volver en el mismo año y convertir al príncipe.

Su acceso al arzobispado de Sevilla se había producido antes del 584, año en que Leovigildo tomó la ciudad, siendo después desterrado por el rey. Desde el monasterio es elevado a las sede episcopal hispalense, donde sigue su preocupación contra la herejía arriana, que Leovigildo quiso hacer extensiva a toda Hispania. Pero el plan real sufre un duro golpe cuando su hijo Hermenegildo se convierte al catolicismo.

El padre le había hecho gobernador de la bética cuya capital era Sevilla. Aquí, San Leandro e Infunda esposa católica de Hermenegildo, logran que este se convierta a la fe católica. Todos los autores contemporáneos atribuyen su conversión a la predicación y consejos de San Leandro. Esto provoca una guerra civil entre el duque de la bética, Hermenegildo contra su padre Leovigildo. Hermenegildo es vencido y desterrado. El rey veía en Leandro el culpable de la conversión de su hijo y por tanto su mayor obstáculo en su intento de unificación político-religiosa sobre la base de la fe arriana, por eso lo desterró.

Desde el exilio San Leandro siguió combatiendo el arrianismo. Viendo Leovigildo la imposibilidad de unificar la península en el arrianismo levanto el destierro a los obispos católicos. Su otro hijo, Recaredo, en contacto con San Leandro se convierte al catolicismo en el III Concilio De Toledo, en el año 586, presidido por el arzobispo hispalense. De esta forma, la población española adquiere la convicción de que forma un pueblo, una nación. Pero la influencia de San Leandro en la sociedad hispana no termina en ese concilio. En el 590 convoca y preside el I Concilio de Sevilla, creada por el, fue el más ilustre de todas las de España y el centro de la restauración científica visigótica. De esta escuela salió su discípulo más importante, su hermano San Isidoro.
Falleció a finales del siglo (finales de febrero o mediados de marzo del 598 o 601) en Sevilla. Se ha llegado a suponer que tenía una hermana llamada Teodosia o Teodora, que sería la primera esposa de Leovigildo, y por tanto Hermenegildo y Recaredo serían sus sobrinas, a causa de lo cual tuvo tanta influencia sobre ellas, pero nada acredita este extremo.

La mayor parte de sus restos mortales descansan junto a algunos de sus tres hermanos santos, Fulgencio, Isidoro y Florentina, en una urna de plata expuesta en el altar mayor de la Catedral de Murcia, ya que la mayor parte de los restos de San Fulgencio Y Santa Florentina están en la parroquia de S.Juan Bautista de Berzocana (Cáceres) pueblo en donde fueron hallados sus restos en 1223 y del que son sus Santos Patronos.

Oremos
Señor, tú que colocaste a San Leandro de Sevilla en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. 

Fiestas de  Fiestas Marianas: Nuestra Señora de la Emperadora, Roma (593)

Youssef Bousnaya (c. 869-979), monje sirio Vida y doctrina de Rabban Youssef Bousnaya por Jean Bar Kaldoum

“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”

La misericordia es la imagen de Dios, y el hombre compasivo es, en efecto, un Dios habitando en la tierra. De la misma manera que Dios es misericordioso para con todos, sin distinción alguna, igualmente el hombre compasivo hace llegar a todos sin distinción sus favores. 

Hijo mío, sé compasivo y derrama tus favores sobre todos, a fin de que puedas ser elevado hasta la divinidad… Procura no dejarte seducir por este pensamiento que te podría parecer atractivo: “Es mejor que sea compasivo con el que tiene la misma fe que yo, que no por aquel que nos es extraño”. No es esta la misericordia perfecta que imita a Dios que derrama su favores sobre todos, sin estar celoso, sino “que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt 5,45)… 

“Dios es amor” (1Jn 4,8); su esencia es amor, y su amor es su misma esencia. Por su amor, nuestro Creador, se ha visto impulsado a crearnos. El hombre que posee la caridad, es verdaderamente Dios en medio de los hombres.

Ante caminos rocosos de la vida es difícil imitar tu constancia Señor
San Lucas 6, 36-38. II Lunes de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, vengo ante Ti así como soy, con todo lo que tengo y también con deseos de darte aquello que no tengo… Así me pongo ante Ti hoy… Te amo, Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Es difícil seguir tu camino y tus pasos; es difícil sonreírle a aquel que me ha lastimado, pero ¿quién dijo que el camino del amor era fácil?

Se hace más difícil el camino cuando busco la medida de los hombres… cuando río para recibir una sonrisa de ellos. Cuando doy y espero gratificación; cuando espero perfección de aquello que es imperfecto.

Es difícil, Señor, pues Tú bien sabes que soy débil… conoces mi carácter, mi personalidad, en fin, conoces todo de mí.

Si espero algo de alguien es de Ti, Señor. Por Ti sonrío, por Ti ayudo y trato de hacer el bien. Por Ti amo aunque ese amor no sea correspondido.

Tú eres la única medida…Tú eres el único por el que quiero ser medido. Tú eres la medida del amor… Tú eres la perfección de mi imperfección. Gracias, Señor.

«En Jesús no sólo podemos tocar la misericordia del Padre, sino que somos impulsados a convertirnos nosotros mismos en instrumentos de misericordia. Puede ser fácil hablar de misericordia, mientras que es más difícil llegar a ser testigos de esa misericordia en lo concreto. Este es un camino que dura toda la vida y no debe detenerse. Jesús nos dijo que debemos ser “misericordiosos como el Padre”. Y esto toma toda la vida.»

(Homilía de S.S. Francisco, 2 de abril de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Si hay algo que perdonar o que pedir perdón éste día va ser el mejor momento.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén

Si me hiciste daño, no lo tomo en cuenta

Lunes segunda semana Cuaresma. Podemos estar llenando nuestra vida, no de los criterios y juicios de Dios, sino de los nuestros.

Cada vez que en la Cuaresma se nos presenta el grito de súplica, de perdón por parte del pueblo de Israel, al mismo tiempo está hablándonos de la importancia que tiene la conversión interior. La Escritura habla de que se han cometido iniquidades, de que se han hecho cosas malas, pero, constantemente, la Escritura nos habla de cómo nuestro corazón tiene que aprender a volverse a Dios nuestro Señor, de cómo nuestro corazón tiene que irse convirtiendo, y de cómo no puede haber ninguna dimensión de nuestra vida que quede alejada del encuentro convertido con Dios nuestro Señor. Así es importante que convirtamos y cambiemos nuestras obras, es profundamente importante que también cambiemos nuestro interior.

La Escritura nos habla de la capacidad de ser misericordiosos, de no juzgar, de no condenar y de perdonar. Esto que para nosotros podría ser algo muy sencillo, porque es que si me hiciste un daño, yo no te lo tomo en cuenta; requiere del alma una actitud muy diferente, una actitud de una muy profunda transformación. Una transformación que necesariamente tiene que empezar por la purificación, por la conversión de nuestra inteligencia.

Cuántas veces es el modo en el cual interpretamos la vida, el modo en el cual nosotros «leemos» la vida lo que nos hace pecar, lo que nos hace apartarnos de Dios. Cuántas veces es nuestro comportamiento: lo que nosotros decimos o hacemos. Cuántas veces es simplemente nuestra voluntad: las cosas que nosotros queremos. ¡Cuántas veces nuestros pecados y nuestro alejamiento de Dios viene porque, en el fondo de nuestra alma, no existe un auténtico amor a la verdad! Un amor a la verdad que sea capaz de pasar por encima de nosotros mismos, que sea capaz de cuestionar, de purificar y de transformar constantemente nuestros criterios, los juicios que tenemos hechos, los pensamientos que hemos forjado de las personas. Cuántas veces, tristemente, es la falta de un auténtico amor a la verdad lo que nos hace caminar por caminos de egoísmo, por caminos que nos van escondiendo de Dios.

Y cuántas veces, la búsqueda de Dios para cada una de nuestras almas se realiza a través de iluminar nuestra inteligencia, nuestra capacidad de juzgar, para así poder cambiar la vida. ¡Qué difícil es cambiar una vida cuando los ojos están cerrados, cuando la luz de la inteligencia no quiere reconocer dónde está el bien y dónde está el mal, cuál es el camino que hay que seguir y cuál el que hay que evitar!

Uno de los trabajos que el alma tiene que atreverse a hacer es el de cuestionar si sus criterios y sus juicios sobre las personas, sobre las cosas y sobre las situaciones, son los criterios y los juicios que tengo que tener según lo que el Evangelio me marca, según lo que Dios me está pidiendo. Pero esto es muy difícil, porque cada vez que lo hacemos, cada vez que tenemos que tocar la conversión y la purificación de nuestra inteligencia, nos damos cuenta de que estamos tocando el modo en el cual nosotros vemos la vida, incluso a veces, el modo en el cual nosotros hemos estructurado nuestra existencia. Y Dios llega y te dice que aun eso tienes que cambiarlo. Que con la medida con la que tú midas, se te va a medir a ti; que el modo en el cual tú juzgas la vida y la estructuras, el modo en el cual tú entiendas tu existencia, en ese mismo modo vas a ser juzgado y entendido; porque el modo en el cual nosotros vemos la vida, es el mismo modo en el cual la vida nos ve a nosotros.

Esto es algo muy serio, porque si nosotros vamos por la vida con unos ojos y con una inteligencia que no son los ojos ni la inteligencia de Dios, la vida nos va a regresar una forma de actuar que no es la de Dios. No vamos a ser capaces de ver exactamente cómo Dios nuestro Señor está queriendo actuar en esta persona, en esta cosa o en esta circunstancia para nuestra santificación.

"Con la misma medida que midáis, seréis medido". Si no eres capaz de medir con una inteligencia abierta lo que Dios pide, si no eres capaz de medir con una inteligencia luminosa las situaciones que te rodean, si no eres capaz de exigirte ver siempre la verdad y lo que Dios quiere para la santificación de tu alma en todas las cosas que están junto a ti, ésa medida se le está aplicando, en ese mismo momento, a tu alma.

Qué importante es que aprendamos a purificar nuestra inteligencia, a dudar de los juicios que hacemos de las personas y de las cosas, o por lo menos, a que los confrontemos constantemente con Dios nuestro Señor, para ver si estamos en un error o para ver qué es lo que Dios nuestro Señor quiere que saquemos de esa situación concreta en la cual Él nos está poniendo.

Pero cuántas veces lo que hacemos con Dios, no es ver qué es lo que Él nos quiere decir, sino simplemente lo que yo le quiero decir. Y éste es un tremendo riesgo que nos lleva muy lejos de la auténtica conversión, que nos aparta muy seriamente de la transformación de nuestra vida, porque es a través del modo en el cual vemos nuestra existencia y vemos las circunstancias que nos rodean, donde podemos estar llenando nuestra vida, no de los criterios de Dios, no de los juicios de Dios, sino de nuestros criterios y de nuestros juicios. Además, tristemente, los pintamos como si fuesen de Dios nuestro Señor, y entonces sí que estamos perdidos, porque tenemos dentro del alma una serie de criterios que juzgamos ser de Dios, pero que realmente son nuestros propios criterios.

Aquí sí que se nos podría aplicar la frase tan tremenda de nuestro Señor en el Evangelio: "¡Ay de vosotros, guías ciegos, que no veis, y vais llevando a los demás por donde no deben!". También es muy seria la frase de Cristo: "Si lo que tiene que ser luz en ti, es oscuridad, ¿cuáles no serán tus tinieblas?".

La conversión de nuestra inteligencia, la transformación de nuestros criterios y de nuestros juicios es un camino que también tenemos que ir atreviéndonos a hacer en la Cuaresma. ¿Y cuál es el camino, cuál es la posibilidad para esta transformación? El mismo Cristo nos lo dice: "Dad y se os dará". Mantengan siempre abierta su mente, mantengan siempre dispuesto todo su interior a darse, para que realmente Dios les pueda dar, para que Dios nuestro Señor pueda llegar a ustedes, pueda llegar a su alma y ahí ir transformando todo lo que tiene que cambiar.

Es un camino, es un trabajo, es un esfuerzo que también nos pide la Cuaresma. No lo descuidemos, al contrario, hagamos de cada día de la Cuaresma un día en el que nos cuestionemos si todo lo que tenemos en nuestro interior es realmente de Dios.

Preguntémosle a Cristo: ¿Cómo puedo hacer para verte más? ¿Cómo puedo hacer para encontrarme más contigo?

La fe es el camino. Ojalá sepamos aplicar nuestra fe a toda nuestra vida a través de la purificación de nuestra inteligencia, para que en toda circunstancia, en toda persona, podamos encontrar lo que Dios nuestro Señor nos quiera dar para nuestra santificación personal.
 
5 ocaciones en que la ciencia aseguró que la vida comienza en la fecundación
¿En qué momento comienza la vida humana? Desde hace décadas la ciencia ha tenido una clara respuesta: la fecundación.

¿En qué momento comienza la vida humana? Desde hace décadas la ciencia ha tenido una clara respuesta: la fecundación.

A continuación recordamos 5 ocasiones en las que la ciencia señaló que la vida humana comienza en la fecundación.

1. En 1975, en la tercera edición del famoso libro Medical Embriology (Embriología Médica), de Jan Langman, se explicó que “el desarrollo de un ser humano comienza con la fecundación, un proceso por el cual dos células altamente especializadas, el espermatozoide del macho y el ovocito de la hembra, se unen para dar lugar a un nuevo organismo, el cigoto”.

La edición más reciente de ese libro, en 2015, insiste en que “el desarrollo comienza con la fecundación”.

2. El libro Essentials of Human Embryology (Fundamentos de la Embriología Humana, de Keith Moore –publicado en 1988–, coincide en que “el desarrollo humano comienza tras la unión de los gametos masculino y femenino o células germinales durante un proceso conocido como fecundación (concepción)”.

El óvulo fertilizado, “conocido como cigoto”, indica el libro, “es una célula diploide grande que es el principio, o primordio, del ser humano”.

3. “El ciclo de vida de los mamíferos comienza cuando un espermatozoide entra en un óvulo”, aseguró un estudio publicado en 2010 en la revista Nature por Yukinori Okada y otros científicos, con el título “A role for the elongator complex in zygotic paternal genome demethylation”.

4. Una investigación realizada por Janetti Signorelli y otros científicos en 2012 concluyó que “la fertilización es el proceso por el cual los gametos haploides macho y hembra (espermatozoide y óvulo) se unen para producir un individuo genéticamente distinto”.

5. En 2015, en la última edición de su libro The Developing Human: Clinically Oriented Embryology (El Ser Humano en Desarrollo: Embriología Clínicamente Orientada), los científicos Keith Moore, TVN Persaud y Mark Torchia aseguraron que “el desarrollo humano es un proceso continuo que comienza cuando un ovocito de una hembra es fertilizado por un esperma de un macho”.

El desarrollo humano comienza en la fertilización cuando un espermatozoide se funde con un ovocito para formar una sola célula, el cigoto”, escribieron.

Los científicos señalaron además que “todas las principales estructuras externas e internas son establecidas entre la cuarta y la octava semana” y “los brotes de las extremidades superiores son reconocibles a los días 26 o 27 como pequeñas hinchazones en las paredes del cuerpo ventrolateral”.

Para el final de la octava semana, indicaron, “el embrión tiene características humanas inequívocas; sin embargo, la cabeza aún es desproporcionadamente grande, constituyendo casi la mitad del embrión”.

El Papa Francisco, cuatro años del pontificado de la ternura

"La Iglesia necesitaba con urgencia un Papa libre y decidido. Incluso, desconcertante"
La primavera del Papa Francisco cumple cuatro años
"El Vaticano ha pasado de los principios innegociables a la misericordia como referente fundamental"

Redacción, 13 de marzo de 2017 a las 08:39

Se ha convertido en un referente de autoridad moral para creyentes o no creyentes. Es la última esperanza de los descamisados

El Papa Francisco y la revolución de la ternura

(José Manuel Vidal).- El día 13 de marzo se cumplen cuatro años de un "milagro", que, a pesar de inesperado, ha cuajado ya en la Iglesia y en el mundo. El prodigio lleva el nombre de Francisco y el lema de otro Francisco y santo de Asís: "Repara mi Iglesia".

En estos pocos años, Bergoglio ha transformado una institución hundida, humillada y denostada, en un referente mundial de misericordia y esperanza. Algunos dicen que los milagros no existen. Pero aquí y ahora, antes nuestros ojos, se está cumpliendo uno de los mayores: la primavera floreciente de la vieja Iglesia católica.

La Iglesia necesitaba con urgencia un Papa libre y decidido. Incluso, desconcertante. Necesitaba un hombre tan apasionado por el Evangelio que echase por tierra siglos de papado imperial. Necesitaba un líder que desconcertase profundamente a los que, por la inercia de los siglos, están acostumbrados a ver en el Sumo Pontífice un rey absoluto, dotado de mando y de poder sagrado, que es la máxima encarnación del poder.

Y llegó el milagro inesperado. Un huracán renovador, que nos sacó del túnel de la involución. Quizás, porque, como persona, lo tiene todo. Está hecho de la pasta de los lideres llamados a convertirse en iconos mundiales. Como Papa, parece 'tocado' por el dedo de Dios. Como persona y como Papa nos ha devuelto la alegría de sentirnos católicos y la esperanza de que la Iglesia vuelva a convertirse en buena samaritana para el mundo de hoy.

De su mano, suena en el mundo la gran sinfonía de la primavera de la Iglesia. Una primavera que no tiene marcha atrás y que se va marcando a fuego lento en los clichés de la actualidad y en las imágenes de los medios. Y eso que el sistema mediático mundial, controlado por los grandes poderes financieros, lleva tiempo oscureciendo los grandes mensajes de fondo y de calado del Papa, para publicitar sólo sus gestos más folclóricos. Es la forma que tiene el sistema capitalista de protegerse a sí mismo de las denuncias furibundas a las que los somete Francisco.

Quiera o no (y yo creo que lo quiere), el Papa es el líder global de la gente que sufre, llora y muere en el mundo por culpa de un sistema "inicuo", que se asienta en la explotación de los hermanos y que, por lo tanto, no respeta la dignidad inviolable de la persona, hecha a imagen y semejanza de Dios. Se ha convertido en un referente de autoridad moral para creyentes o no creyentes. Es la última esperanza de los descamisados.

Tras la llegada de Donald Trump, máximo representante del capitalismo salvaje, al tablero internacional se dibujan dos poderes frente a frente. Por un lado el poder casi omnímodo del presidente de la mayor potencia del mundo, decidido a encerrarse cada vez más, a proteger únicamente a los suyos, a impedir la llegada de emigrantes y refugiados y a imponer su modelo de sistema económico-financiero que descarta al resto del mundo.

Por el otro, el Papa, el "hombre luz" (como lo definía recientemente la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena), sin poder real, sin divisiones, pero con la autoridad moral de líder global y abogado de los pobres.

Una lucha desigual, en la que Francisco necesita la ayuda de su Iglesia (de toda su Iglesia) y de todos los creyentes de todas las religiones y de todos los hombres de buena voluntad. Todos juntos, en un bloque compacto, luchando por un mundo mejor.

Transcurridos cuatro años, el Papa nos sigue sorprendiendo, a pesar de tenernos ya acostumbrados a gestos inéditos y llamativos. Unas veces, multitudinarios. Otras, íntimos y personales. Como el de la noticia que dio la vuelta al mundo el 24 de enero de 2015. Ese día, Bergoglio recibía a un transexual español, Diego Neria, de 48 años, con su novia Macarena, que le preguntaba: "¿Hay lugar para mí en la casa de Dios?". El Papa le abrazaba y le decía: "Dios quiere a todos sus hijos, estén como estén, y tú eres hijo de Dios y por eso la Iglesia te quiere y te acepta como eres. ¡Claro que eres hijo de la Iglesia!". Y los tres se fundieron en un abrazo, sin que Diego pudiese reprimir las lágrimas.

La revolución de la misericordia

Francisco quiere transformar la Iglesia. Hacerla pasar de "aduana" a "hospital de campaña". De roca fuerte y poderosa a madre de manos humildes y acogedoras. Para que se convierta en el asilo y en el refugio de todos los heridos del mundo. De todos los machacados por la sociedad y por la propia institución eclesial. La Iglesia "no es de las élites" eclesiásticas, suele repetir. Los preferidos en ella son los últimos, los que menos cuentan. Diego, el transexual, es un caso clamoroso. Pero lo mismo podría decirse de los gays o de los divorciados vueltos a casar o de las madres solteras. O de todos los descartados y tirados en las cunetas de la vida y de la historia.

Es la pastoral de los irregulares, de los que, oficialmente, hasta ahora la doctrina y la praxis de la Iglesia condenaba y marginaba: transexuales, homosexuales, divorciados, madres solteras o parejas de hecho.

Es una pastoral realizada por el Papa en primera persona. Lógicamente, estos gestos osados del Papa preocupan y hasta indignan a los sectores más conservadores de la Curia romana y de la Iglesia, especialmente centrados en la doctrina. Les duele en el alma que el Papa les cambie el paradigma. Porque, para Francisco, primero es el Evangelio de la misericordia y, después, sólo después, la doctrina. Pero los 'resistentes' no pueden protestar, porque los gestos no menoscaban la doctrina.

Eso sí, gestos y llamadas mandan potentes señales hacia la sociedad en general, y hacia la mayoría del pueblo de Dios, en particular. Con ellos, el Papa está diciendo a la gente, incluso a los más alejados, que la Iglesia está cambiando. Que, en su primavera, lo primordial es la misericordia. Que la suya es una revolución de la ternura.

En esa revolución, los más urgente para él es despertar al pueblo de Dios. Sumar a su causa a los millones de creyentes sumidos, desde hace años, en el llamado cisma silencioso: no viven en sus vidas la doctrina eclesial, sobre todo en lo que se refiere a la moral sexual. Francisco quiere que el pueblo le ayude a pasar de la moral del semáforo (del no, del todo es pecado), a la de la brújula o el faro. Hay un ideal moral, que se puede alcanzar o no, pero siempre en proceso, en camino y sin dejar en la cuneta a los que, por imposibilidad o debilidad, no lo consiguen.

Francisco sabe que, sin un cambio radical en la moral sexual, la Iglesia se desconecta de sus bases y, lo que es peor, no sintoniza con las nuevas generaciones. Y sin jóvenes, no hay futuro posible. ¿Cómo exigir castidad perfecta a una pareja que tiene un proyecto de vida en común estable, pero que por circunstancias económicas adversas no puede casarse hasta pasados los 30? ¿Cómo decir en África que, para prevenir el Sida, no se puede usar preservativo? ¿Cómo explicar a un matrimonio católico que no puede utilizar medios anticonceptivos artificiales? ¿Cómo vivir la paternidad responsable para no "traer hijos al mundo como conejos"?

En este camino de abrir grietas, el Vaticano de Francisco ha pasado de los principios innegociables (que eran todos) a la misericordia como referente fundamental, a lo que se supedita todo lo que no sea dogmático, es decir, las verdades del Credo. Sólo así, la Iglesia podrá dar respuestas a las preguntas que se hace la gente. Y sólo así, con el apoyo del pueblo, Francisco podrá vencer las resistencias de sus halcones.

Consciente de que tiene una misión providencial que cumplir en pocos años, en muy pocos años. Y ya lleva cuatro. El tiempo le apremia y los cambios, en la Iglesia, cuestan. Pero Francisco sabe también que la barca de Pedro la conduce el Espíritu.

La misericordia, motor del cambio

Para poder predicar hacia afuera, Francisco sabe que tiene que dar trigo, ser creíble hacia adentro. Y no sólo como persona, sino como jefe supremo de la Iglesia católica. Y es aquí donde encuentra más resistencias. Las entretelas de la vieja institución chirrían expuestas al sol del Evangelio. Porque lo que el Papa propone es un cambio de vida personal y de tendencia eclesial: Optar por la lógica del "deseo de salvar a los perdidos" frente a la del "miedo a perder a los salvados", que imperaba hasta ahora.

Un cambio profundo, brusco, hondo, que pasa no sólo por la tan cacareada reforma de la Curia (que también), sino por el cambio del corazón. Una conversión (metanoia). Lo explica así de claro el cardenal panameño, de origen español, José Luis Lacunza: "El objetivo no debería ser realizar sólo una reforma cosmética, sino ir al fondo y llevar a cabo una conversión pastoral, que pasa por entender la Iglesia no como un fin en sí misma sino como un instrumento para hacer el Evangelio creíble y aceptable".

Francisco quiere abrir las puertas de par en par a los Zaqueos de nuestro tiempo, personas rechazadas por los de dentro y por los de fuera, en base simplemente a leyes y doctrinas. Una Iglesia madre, con los brazos siempre abiertos y que sólo aplique la medicina de la misericordia, que es "el látigo de Jesús".

Una Iglesia, por supuesto, desclericalizada, sinodal y corresponsable. Donde sea realmente verdad que "Iglesia somos todos" y no sólo los curas, los obispos, los frailes y las monjas. Una Iglesia comunión y pueblo de Dios, donde los laicos dejen ya de ser "clase de tropa".

Y una Iglesia que predique con el ejemplo. Por eso el Papa es el primero que intenta hacer lo que dice, predica y da trigo, no exige a los demás lo que él no hace primero. Un Papa que no quiere obispos-príncipes y él fue el primero en abandonar el palacio pontificio, renunciar a coches de gama alta y vivir austeramente en una residencia sacerdotal.

El Papa engancha a la gente, porque es un testigo creíble y, además, porque habla el lenguaje de la gente. Ha hecho pasar la forma de hablar de los Papas del arabesco al tú a tú. No necesita intérpretes. Habla clarito y sin pelos en la lengua. Papa, párroco del mundo, que se hace entender por sus fieles, sin necesidad de intermediarios. En un "magisterio continuo", del que sus homilías diarias en la Casa Santa Marta son el corazón estratégico de su pontificado.

Con las antenas puestas en el Evangelio y en el pueblo (vox populi, vox Dei). Un "Papa hecho pueblo", como se dice del beato monseñor Romero, que va a cambiar la Iglesia cueste lo que cueste y pese a quien le pese. A los altos eclesiásticos reticentes sólo le caben tres opciones: subirse al carro de la primavera, dejar que pase en silencio y al acecho, o verse arrastrados por ella.

Una reforma irreversible
En cualquier caso, iniciada la reforma, nadie será capaz de truncarla. Los procesos en la Iglesia, tanto los reformistas como los involucionistas, tienen su ciclo y su recorrido. Tras 35 años de ciclo involucionista, acabamos de empezar el reformista, que, por lo tanto, está destinado a durar.

Entre otras cosas, porque hay magisterio creado. En estos pocos años, Francisco ha elaborado todo un andamiaje doctrinal de todo tipo y condición. Desde el magisterio solemne de las exhortaciones y encíclicas, al no menos importante de las homilías, discursos, comparecencias, ruedas de prensa o entrevistas.

Es, además, un Papa que, a través de su forma directa, clara y sencilla de comunicarse, ha hecho 'descender' el magisterio al nivel del pueblo. Ha creado escuela en la gente. Ha calado. Está dejando poso. El pueblo llano se emociona con sus gestos y repite sus frases sobre Dios, la misericordia o la Iglesia. Un pueblo de Dios seducido por la enjundia evangélica del mensaje de Francisco, que no permitiría una marcha atrás. Y si, a pesar de todo, se le impusiese, la institución perdería toda su credibilidad, habría una estampida ya no tan silenciosa de fieles y la Iglesia quedaría reducida a su mínima expresión, sin capacidad de influencia ni de maniobra. La sal se volvería insípida. Sería un tiro de gracia en sus propios pies.

Lo más difícil: Cambiar su propia Iglesia
A estas alturas del pontificado, está claro que el mayor desafío pendiente para el Papa y su primavera es que "la nieve baje de las montañas al valle". Porque, en muchas diócesis se dan, a una escala más o menos reducida, las deficiencias atribuidas a la Curia romana y las resistencias que están haciendo públicas algunos cardenales. Para llegar al valle de las iglesias locales, Francisco necesita obispos, presbíteros, religiosos y laicos animados de su mismo espíritu primaveral.

¿Quién apoya a Francisco? ¿Con quiénes puede contar? No existe un partido o un movimiento activo pro Francisco. Y no se reforma un aparato como el eclesiástico (con miles de obispos y cientos de miles de sacerdotes y religiosos, toda una red de centros de poder grandes y pequeños) sin un buen ejército. En la Curia no existe todavía un fuerte equipo bergogliano. No hay, al menos todavía, un escuadrón mundial compacto de cardenales, obispos y sacerdotes dispuestos a luchar por las reformas de Francisco, como los hubo en la reforma Gregoriana, en la del Concilio de Trento o en la del Vaticano II.
 
Los episcopados nacionales callan. Hay muchos prelados-príncipes, descolocados vital y eclesialmente. Francisco deja en evidencia su estilo de vida y, además, echa por tierra su modelo eclesial rígido y doctrinario. Se han quedado sin guión, sin actores, sin teatro. No tienen música ni letra. Y no saben tocar de oídas. Ni saben abrir sus mentes a la pluralidad, porque siempre creyeron e impusieron su modelo eclesial unidireccional y cerrado como el único posible.

Muchos conservadores están a la espera de un paso en falso del Papa. Son los "hermanos mayores" de la parábola del Hijo pródigo, los que lo acusan de populismo, de demagogia, de acabar con la liturgia y la fe, y de ser comunista. El aparato eclesial es de goma y renuente al cambio. Pero Francisco cuenta con el apoyo de la gente. El corazón del pueblo late con él.

Y también hay resistencia fuera: Las altas finanzas, Wall Street, los poderes fácticos de un mundo que "globalizó la indiferencia"... Francisco incomoda profundamente a los poderosos, porque los delata, los desnuda y los deja en evidencia. También aquí demuestra a la gente con su propia vida que se puede ser un hombre poderoso, haciendo un uso ético del poder.

Muchos y grandes poderes en contra. ¿Tendrá tiempo suficiente el Papa para que germine su primavera? Es mayor y, en cualquier momento, puede romperse ante el enorme peso que lleva sobre sus hombros. No le queda mucho tiempo y él lo sabe. Por eso, está acelerando el proceso. Y, en cualquier caso, la tendencia está iniciada y, a mi juicio, es imparable. Porque, según reza mi letanía favorita, nadie puede detener la primavera en primavera.

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