¿Quieres quedar sano?

Evangelio según San Juan 5,1-16. 

Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua. [Porque el Angel del Señor descendía cada tanto a la piscina y movía el agua. El primero que entraba en la piscina, después que el agua se agitaba, quedaba curado, cualquiera fuera su mal.]Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?". El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y camina". En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla". 

El les respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'". Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina?'". Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía". El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. 

Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.

San Sixto Papa

Papa (fin s. IV-440)  Fue elegido Papa a la muerte de san Celestino I, en el año 432, y ocupó la sede de Pedro por ocho años que fueron muy llenos de exigencias. Durante su vida se vio envuelto casi de modo permanente en la lucha doctrinal contra los pelagianos, siendo uno de los que primeramente detectó el mal y combatió la herejía que había de condenar al Papa Zósimo.

De hecho, Sixto escribió dos cartas sobre este asunto enviándolas a Aurelio, obispo que condenó a Celestio en el concilio de Cartago, y a san Agustín. Se libraba en la Iglesia la gran controversia sobre la Gracia sobrenatural y su necesidad tanto para realizar buenas obras como para conseguir la salvación..   Pelagio fue un monje procedente de las islas Británicas. Vivió en Roma varios años ganándose el respeto y la admiración de muchos por su vida ascética y por su doctrina de tipo estoico, según la cual el hombre es capaz de alcanzar la perfección por el propio esfuerzo, con la ayuda de Dios solamente extrínseca -buenos ejemplos, orientaciones y normas disciplinares, etc.

Además, la doctrina llevaba anexa la negación del pecado original. Y consecuentemente rechaza la necesidad de la redención de Jesucristo. De ahí se deriva a la ineficacia sacramentaria. Todo un monumental lío teológico basado en principios falsos que naturalmente Roma no podía permitir. Y no fue sólo esto. El Nestorianismo acaba de ser condenado en el concilio de Éfeso, en el 431, un año antes de ser elegido Papa Sixto III; pero aquella doctrina equivocada sobre Jesucristo había sido sembrada y las consecuencias no desaparecerían con las resoluciones conciliares. Nestorio procedía de Antioquía y fue obispo de Constantinopla.

Mantuvo una cristología imprecisa en la terminología y errónea en lo conceptual, afirmando que en Cristo hay dos personas y negando la maternidad divina de la Virgen María; fue condenada su enseñanza por contradecir la fe cristiana; depuesto de su sede, recluido o desterrado al monasterio de san Eutropio, en Antioquía, muriendo impenitente fuera de la comunión de la Iglesia. El Papa Sixto III intentó con notable esfuerzo reducirlo a la fe sin conseguirlo y a pesar de sus inútiles esfuerzos tergiversaron los nestorianos sus palabras afirmando que el Papa no les era contrario.  Llovieron al Papa las calumnias de sus detractores.

El propio emperador Valentiniano y su madre Plácida impulsaron un concilio para devolverle la fama y el honor que estaba en entredicho.   Baso -uno de los principales promotores del alboroto que privaba injustamente de la fama al Sumo Pontífice- muere arrepentido y tan perdonado que el propio Sixto le atiende espiritualmente al final de su vida y le reconforta con los sacramentos.  Como todo santo ha de ser piadoso, también se ocupó antes de su muerte -en el año 440 y en Roma-, de reparar y ennoblecer la antigua basílica de Santa María la Mayor que mandó construir el Papa Liberio, la de San Pedro y la de San Lorenzo.

Oremos
Señor, tú que diste a San Sixto III la abundancia del espíritu de verdad y de amor para que fuera un buen pastor de tu pueblo, concede a cuantos celebramos hoy su fiesta adelantar en la virtud, imitando sus ejemplos, y sentirnos protegidos con su valiosa intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. 

Calendario    de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de Castelbruedo, Cataluña,  España.

San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia Sobre los misterios, 24s

«¿Quieres quedar sano?»

Aquel paralítico (el de la piscina de Probática), esperaba un hombre que lo ayudase ¿A qué hombre sino al Señor Jesús nacido de una virgen, a cuya venida ya no era la sombra la que había de salvar a uno por uno, sino la realidad la que había de salvar a todos? El era, pues, al que esperaban que bajase, acerca del cual dijo el Padre a Juan bautista: «Aquel sobre quien veas bajar  el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo» (Jn 1,32).... Y, si el Espíritu descendió como paloma, fue para que tú vieses y entendieses en aquella paloma que el justo Noé soltó desde el arca una imagen de esta paloma y reconocieses en ello una figura del sacramento del bautismo... 

¿Te queda aún lugar a duda? Recuerda cómo en el Evangelio el Padre te proclama con toda claridad: «Éste es mi Hijo, mi predilecto» (Mt 3,17), cómo proclama lo mismo el Hijo, sobre el cual se mostró el Espíritu Santo como una paloma, cómo lo proclama lo proclama el Espíritu Santo, que descendió como una paloma, cómo lo proclama el salmista: «La voz del señor sobre las aguas, el Dios de la gloria ha tronado, el Señor sobre las aguas torrenciales» (Sl 28,3)., cómo la Escritura te atestigua que, a ruegos de Gedeón, bajó fuego del cielo, y cómo también, por la oración de Elías, fue enviado un fuego que consagró el sacrificio (Jc 6,21;1R 18,38).   

En los sacerdotes, no consideres sus méritos personales, sino su ministerio... Cree, pues, que está presente el Señor Jesús, cuando es invocado por la plegaria del sacerdote, ya que dijo: «Donde dos o tres están reunidos, allí estoy yo también» (Mt 18,20). Cuánto más se dignará estar presente donde está la Iglesia, donde se realizan los sagrados misterios. Descendiste, pues, a la piscina bautismal. Recuerda tu profesión de fe en el Padre, en el Hijo, en el Espíritu Santo... El mismo tenor de tu profesión de fe te induce a que creas en el Hijo igual que en el Padre, en el Espíritu igual que en el Hijo, con la sola excepción de que profesas que tu fe en la cruz se refiere únicamente a la persona del Señor Jesús.

Levántate, toma tu camilla y anda San Juan 5, 1-16. IV Martes de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, una vez más estoy aquí, en tu presencia. Sólo vengo a rendirme a tus pies, a decirte que te amo y que te necesito. Todo mi ser te anhela. Mi alma está sedienta de Ti como una tierra árida que necesita y añora el agua.

Mi corazón está inquieto, busca una felicidad que no se acabe, un amor que jamás termine, una belleza que nunca se marchite…en resumidas cuentas, busco tu rostro. ¡Muéstrame tu rostro! Deseo descubrirte en cada segundo y circunstancia de mi vida. Ayúdame, pues yo te busco…pero sólo Tú puedes encontrarme. Ayúdame a escuchar tu voz.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesús, hoy quiero contemplarte y oír lo que quieres decirme. Es de mañana. Te miro mientras entras en el templo. Cojos, ciegos, paralíticos… todos enfermos, esperando que el agua de la piscina se agite. Miras a cada uno. Tu mirada tierna y compasiva va recorriendo a todos los presentes... hasta que se detiene en uno. Es un hombre, enfermo desde hace 38 años. No tiene más que la vieja camilla donde reposa sus miembros. Lleva mucho tiempo intentando quedar sano. Quizá ha gastado todo su dinero en remedios inútiles, tal vez dolorosos, y quién sabe si en lugar de mejorar, ha empeorado. Quizá ha perdido toda su fortuna buscando sanar, hasta el punto que no tiene más posesión que la camilla sobre la que yace.

¿Dónde están sus familiares?, ¿dónde sus amigos? Todos lo han abandonado... y lleva 38 años así. Tu mirada se detiene en este hombre y le haces una pregunta que parecería obvia: «¿quieres quedar sano?» ¿Cómo preguntas eso Jesús?, ¿no te das cuenta de su lamentable estado? El enfermo no te responde directamente, sino que hace alusión a su soledad y a la imposibilidad de llegar a la piscina. Tú lo miras lleno de compasión y le dices: «levántate, toma tu camilla y anda»… ¿Qué sentido tiene, Jesús, llevar su camilla ahora que ya no la necesita?

Me miras a los ojos Jesús, y en lo profundo de mi corazón, escucho tu voz que me dice: "Tú eres ese hombre enfermo, paralizado por el pecado. Sediento de amor, has tratado de mitigar tu sed a base de cosas, personas, sensaciones, placeres... y no obstante, la sed y el vacío que he sentido no sólo no ha desaparecido, sino que se han acrecentado. Llevas mucho tiempo tratando de superar por tus propias fuerzas ese pecado, odio o situación que te lastima y te impide ser libre y feliz. ¿Quieres curarte? Déjame actuar. Quiero sanarte, quiero hacerte feliz. No importa si parece que nada ni a nadie puede llenar el vacío infinito que experimentas. Estoy aquí, a tu lado. No estás solo. Yo puedo curarte. Solamente te pido que tomes tu camilla y camines. Ya sé que te parece raro, pero confía en mí. En tu caminar encontrarás tantos heridos por el pecado, tantos envenenados por el odio... Cárgalos. Sé testigo de misericordia y verás que esa camilla que para ti fue un peso, para otros será una bendición... como bendición será en breve mi cruz. ¡Anda! Levántate, toma tu camilla y camina a mi lado."

También le dice al paralítico de la piscina de Betesda: "No peques más". Pero a este, que se justificaba con las cosas tristes que "le sucedían", que tenía una psicología de víctima -la mujer no-, lo pincha un poco con eso de que "no sea que te suceda algo peor". Aprovecha el Señor su manera de pensar, aquello que teme, para sacarlo de su parálisis. Lo persuade con el susto, digamos. Así, cada uno tenemos que escuchar este "no peques más" de manera honda, personal. Esta imagen del Señor, que pone a caminar a la gente, es muy suya: él es el Dios que se pone a caminar con su pueblo, que lleva adelante y acompaña nuestra historia. Por eso, el objeto al que se dirige la misericordia es muy preciso: es hacia aquello que hace que un hombre o una mujer no caminen en su lugar, con los suyos, a su ritmo, hacia donde Dios los invita a andar.

(Homilía de S.S. Francisco, 2 de junio de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a animar a quien vea desanimado.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Descubre dentro de tu corazón la mirada de Dios

Martes cuarta semana de Cuaresma. No podemos regresar auténticamente a Dios si no es desde el corazón.

Es demasiado fácil dejar pasar el tiempo sin profundizar, sin volver al corazón. Pero cuando el tiempo pasa sobre nosotros sin profundizar en la propia vocación, sin descubrir y aceptar todas sus dimensiones, estamos quedándonos sin lo que realmente importa en la existencia: el corazón (entendido como nuestra facultad espiritual en la que se manejan todas las decisiones más importantes del hombre). El corazón es el encuentro del hombre consigo mismo.

“Volved a mí de todo corazón”. Son palabras de Dios en la Escritura. No podemos regresar auténticamente a Dios si no es desde el corazón, y tampoco podemos vivir si no es desde el corazón. Dios llama en el corazón, pero, en un mundo como el nuestro, en el cual tan fácilmente nos hemos olvidado de Dios, en un mundo sin corazón, a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, nos cuesta llegar al corazón. Dios llama al corazón del hombre, a su parte más interior, a ese yo, único e irrepetible; ahí me llama Dios.

Yo puedo estar viviendo con un corazón alejado, con un corazón distraído en el más pleno sentido de la palabra. Y cuánto nos cuesta volver. Cuánto nos cuesta ver en cada uno de los eventos que suceden la mano de Dios. Cuánto nos cuesta ver en cada uno de los momentos de nuestra existencia la presencia reclamadora de Dios para que yo vuelva al corazón. El camino de vuelta es una ley de vida, es la lógica por la que todos pasamos. Y mientras no aprendamos a volver a la dimensión interior de nosotros mismos, no estaremos siendo las personas auténticas que debemos de ser.

Podría ser que estuviésemos a gusto en el torbellino que es la sociedad y que nuestro corazón se derramase en la vida de apariencia que es la vida social. Pero es bueno examinarse de vez en cuando para ver si realmente ya he aprendido a medir y a pesar las cosas según su dimensión interior, o si todavía el peso de la existencia está en las conveniencias o en las sonrisas plásticas.

¿Pertenezco yo a ese mundo sin corazón? ¿Pertenezco yo a ese mundo que no sabe encontrarse consigo mismo? Dios llama al corazón para que yo vuelva, para que yo aprenda a descubrir la importancia, la trascendencia que tiene en mi existencia esa dimensión interior. Estamos terminando la Cuaresma, se nos ha ido un año más de las manos, recordemos que es una ocasión especial para que el hombre se encuentre consigo mismo.

Curiosamente la Cuaresma no es muy reciente en la historia de la Iglesia, los apóstoles no la hacían. La Cuaresma viene del inicio de la vida monacal en la Iglesia, cuando los monjes empiezan a darse cuenta de que hay que prepararse para la llegada de Cristo. Todavía hoy día hay congregaciones que tienen dos Cuaresmas. Los carmelitas tienen una en Adviento, cuarenta días antes de Navidad, y tienen cuarenta días antes de Pascua, de alguna manera significando que a través de la Cuaresma el espíritu humano busca encontrarse con su Señor. Las dos Cuaresmas terminan en un particular encuentro con el Señor: la primera en el Nacimiento, en la Natividad, en la Epifanía, como dicen estrictamente hablando los griegos; y la segunda, en la Resurrección. Si en la primera manifestación vemos a Cristo según la carne; en la segunda manifestación vemos a Cristo resucitado, glorioso, en su divinidad.

De alguna manera, lo que nos está indicando este camino cuaresmal es que el hombre que quiera encontrarse con Dios tiene que encontrarse primero consigo mismo. No tiene que tener miedo a romper las caretas con las que hábilmente ha ido maquillando su existencia. El hombre tiene que aprender a descubrir dentro de su corazón la mirada de Dios.

Para este retorno es necesario crear una serie de condiciones. La primera de todas es ese aprender a ensanchar el espacio de nuestro espíritu para que pueda obrar en nuestro corazón el Espíritu Santo. Ensanchar nuestro espíritu a veces nos puede dar miedo. Ensanchar el corazón para que Dios entre en él con toda tranquilidad, no significa otra cosa sino aprender a romper todos los muros que en nosotros no dejan entrar a Dios.

¿Realmente nuestro espíritu está ensanchado? ¿Mi vida de oración realmente es vida y es oración? ¿Realmente en la oración soy una persona que se esfuerza? ¿Consigo yo que mi oración sea un momento en el que Dios llena mi alma con su presencia o a veces con su ausencia? Dios puede llenar el corazón con su presencia y hacernos sentir que estamos en el noveno cielo; pero también puede llenarlo con su ausencia, aplicando purificación y exigencia a nuestro corazón.

Cuando Dios llega con su ausencia a mi corazón, cuando me deja totalmente desbaratado, ¿qué pasa?, ¿Ensancho el corazón o lo cierro? Cuando la ausencia de Dios en mi corazón es una constante —no me refiero a la ausencia que viene del sueño, de la distracción, de la pereza, de la inconstancia, sino a la auténtica ausencia de Dios: cuando el hombre no encuentra, no sabe por dónde está Dios en su alma, no sabe por dónde está llegando Dios, no lo ve, no lo siente, no lo palpa—, ¿abrimos el espíritu?, ¿Seguimos ensanchando el corazón sabiendo que ahí está Dios ausente, purificando mi alma? O cuando por el contrario, en la oración me encuentro lleno de gozo espiritual, ¿me quedo en el medio, en el instrumento, o aprendo a llegar a Dios?

Cuando nuestra vida es tribulación o es alegría, cuando nuestra vida es gozo o es pena, cuando nuestra vida está llena de problemas o es de lo más sencilla, ¿sé encontrar a Dios, sé seguirle la pista a ese Dios que va abriendo espacio en el corazón y por eso me preocupo de interiorizar en mi vida? Uno podría pensar: ¿Cuál es mi problema hoy? ¿Hasta qué punto en este problema —un hijo enfermo, una dificultad con mi pareja, algún problema de mi hijo—, he visto el plan de Dios sobre mi vida?

Tenemos que experimentar la gracia de esta convicción, hay que ensanchar el corazón abriéndolo totalmente a la acción transformadora del Señor. Sin embargo, nunca tenemos que olvidar, que contra esta acción transformadora de Dios nuestro Señor hay un enemigo: el pecado. El pecado que es lo contrario a la Santidad de Dios. Y para que nos demos cuenta de esta gravedad, San Pablo nos dice: “Dios mismo, a quien no conoció el pecado, lo hizo pecado por nosotros”. Pero, mientras no entremos en nuestro corazón, no nos daremos cuenta de lo grave que es el pecado.

Cuando yo miro un crucifijo, ¿me inquieta el hecho de que Cristo en la cruz ha sido hecho pecado por mí, de que la mayor consecuencia del pecado es Cristo en la cruz? ¿Me ha dicho Dios: quieres ver qué es el pecado? Mira a mi Hijo clavado en la Cruz.

Cuando uno piensa en el hambre en el mundo; o cuando uno piensa que en cada equis tiempo muere un niño en el mundo por falta de alimento y por otro lado estamos viendo la cantidad de alimento que se tira, preguntémonos: ¿No es un pecado contra la humanidad nuestro despilfarro? No el vivir bien, no el tener comodidades, sino la inconsciencia con la que manejamos los bienes materiales. ¿Nos damos cuenta de lo grave que es y lo culpable que podemos llegar a ser por la muerte de estos hermanos?

¿Me doy cuenta de que cada persona que no vive en gracia de Dios es un muerto moral? ¿No nos apuran la cantidad de muertos que caminan por las calles de nuestras ciudades? Tengo que preguntarme: ¿Me preocupa la condición moral de la gente que está a mi cargo? No es cuestión de meterse en la vida de los demás, pero sí preguntarme: ¿Soy justo a nivel justicia social? ¿Me permito todavía el crimen tan grave que es la crítica? ¿Me doy cuenta de que una crítica mía puede ser motivo de un gravísimo pecado de caridad por parte de otra persona?

Siempre que pensemos en el pecado, no olvidemos que la auténtica imagen, el auténtico rostro donde se condensa toda la justicia, todo desamor, todo odio, todo rencor, toda despreocupación por el hombre, es la cruz de nuestro Señor.

El abandono que Cristo quiere sufrir, el grito del Gólgota: “¿Por qué me has abandonado?” pone ante nuestros ojos la verdadera medida del pecado. En Cristo esta medida es evidente por la desmesurada inmensidad de su amor. El grito: “¿Por qué me has abandonado?” es la expresión definitiva de esta medida. El amor con el que me ha amado, el amor que ama hasta el fin. ¿He descubierto esto y lo he hecho motivo de vida; o sólo motivo de lágrimas el Viernes Santo? ¿Lo he hecho motivo de compromiso, o sólo motivo de reflexión de un encuentro con Cristo? ¿Mi vida en el amor de Dios se encierra en ese grito: ¿“Por qué me has abandonado”?, que es el amor que ama hasta el último despojamiento que puede tener un alma?

En esta Cuaresma es necesario volver al interior, descubrir la llamada de Dios a la entrega y al compromiso, volver a la propia vocación cristiana en todas sus dimensiones. Y para lograrlo es necesario abrir primero nuestro espíritu a Dios y comprender la gravedad del pecado: del pecado de omisión, de indiferencia, de superficialidad, de ligereza. Es ineludible volver a la dimensión interior de nuestro espíritu, en definitiva, no ir caminando por la vida sin darnos cuenta que en nosotros hay un corazón que está esperando ensancharse con el amor de Dios.
 
El primer perseguido es Cristo
Ante el anticristianismo palpable en muchos lugares de nuestro mundo, el P. Montes nos recuerda que siempre el perseguido es Jesús

Reproducimos íntegro a continuación el texto publicado por el padre Luis Montes, misionero del Instituto del Verbo Encarnado en Irak, en su blog Amigos de Irak. (Las negritas son de la edición hecha por María Arratíbel para su blog en nuestro aliado InfoCatolica.com)

“Ayer pude visitar las poblaciones de Bartalla y Qaraqosh tomadas por el Isis hace 2 años y liberadas recientemente. Me invitó al viaje Monseñor Alberto Ortega, nuncio de Irak y Jordania y lo acompañaban el Arzobispo Sirio Católico, Monseñor Iuhanna Butros y el P. Majiid.

En los días siguientes iré poniendo más fotos y contando del viaje. Hoy me quiero detener en la impresión que tuve al entrar en la primera iglesia que visitamos, la Iglesia de San Jorge en Bartalla.

Entrar allí produce un sacudón muy fuerte al ver el lugar santo quemado, vandalizado, profanado… Uno se queda sin palabras al ver lo que ya conocía de fotos y testimonios… se hiela la sangre.

Al ver suelos, paredes y techos llenos de cenizas, los bancos tirados por cualquier lado, las imágenes rotas, desparramadas, pisoteadas, los libros santos reducidos a cenizas, uno percibe de un modo muy fuerte el odio que produjo eso, odio que se resume en una frase: rechazo a Cristo y a su Cruz. El mismo odio que ataca los templos de Cristo ataca los templos vivos que son los cristianos. No se conforman con subyugar, quieren borrar toda memoria del Redentor, que desaparezca de la faz de la tierra. A los que niegan que los principales perseguidos son los seguidores de Cristo los invito a visitar estos pueblos y que comprueben como las casas quemadas fueron sobre todo las de los cristianos, los cementerios profanados fueron los cristianos, los templos destruidos fueron sobre todo las iglesias. Vengan y vean como quedó Qaraqosh y como en cambio no tocaron nada en el pueblo musulmán de al lado. El Isis ataca a todos lo que no piensan como ellos, es cierto, pero los primeros somos los cristianos, porque el primer perseguido es Cristo.

Por eso no hay que engañarse, aquí hay odio teológico. El que está detrás de todo es el demonio, detrás del Isis y los demás grupos yihadistas, y detrás de la gente que los apoya, algunos por un fanatismo similar y otros por diversos intereses. Todos ellos al que en realidad atacan es al Redentor del género humano. Pero como no pueden dañarlo lo atacan en sus templos, en sus fieles, en su memoria.

Y por eso, ver una iglesia así destruida, produce tristeza, dolor e ira, pero, por sobre todo, produce un enorme orgullo, un santo orgullo, porque nos persiguen por ser de Cristo. Jesús nos dijo que cuando esto pase saltemos de gozo ya que nuestra recompensa será grande en el Cielo. No teníamos ganas de saltar, pero nuestro espíritu sí lo quería. Era una alegría profunda que me llevaba a recoger recuerdos de esos lugares: una piedra, una tapa de misal quemada, un pedazo de alguna imagen destruida, todos símbolos de la gracia que Dios nos concede de ser perseguidos por su Hijo.

Y por último, para no alargarme mucho, tanta destrucción nos debe mover a rezar por los perseguidores. Necios seguidores del mayor perdedor de la historia. El diablo hace ruido y mete miedo pero es el gran fracasado. Cuando logró matar al Hijo de Dios perdió el poder que tenía, y ahora, cuando el mal parece más victorioso es en realidad cuando más se derrota a sí mismo, porque Dios ordena todo para el bien de sus elegidos. Recemos por los que siguen al demonio, para que se conviertan y vivan,que Dios es poderoso para llamarlos a Sí y espera nuestras oraciones para darnos la gloria de ser partícipes en su victoria.
¡A Él solo la gloria!

El Papa en Sta. Marta: la amargura paraliza, recordar la alegría del primer encuentro

El Santo Padre explica el milagro de Jesús con el paralítico

(ZENIT – Ciudad del Vaticano – 28 Mar. 2017).- Echarle la culpa al otro y vivir amargado porque uno se ha olvidado de la alegría del primer encuentro. Este fue el centro de la homilía del papa Francisco en la misa de este martes en la residencia Santa Marta en el Vaticano. El Santo Padre parte del Evangelio del día, que narra la curación del paralítico por Jesús. Un hombre enfermo desde hacía 38 años en el borde de una pileta en Jerusalén, llamada en hebreo Betzatá y donde se decía que un ángel agitaba las aguas y los primeros que se sumergían en ellas quedaban curados.

Jesús le pregunta ¿Quieres curarte? Una palabra ante la cual los enfermos, ciegos, cojos, paralíticos habrían dicho: sí, Señor, sí. “Pero este es un hombre extraño que le responde a Jesús: ‘Señor no tengo a nadie que me sumerja en la pileta cuando el agua se agita y mientras estoy por ir otro baja antes que yo. Una respuesta que contiene una queja. Un hombre, observa el Papa, que es como un árbol plantado a lo largo de los cursos de agua del que habla el primer salmo: “pero tenía las raíces secas” y “a esas raíces no llegaba el agua”. O sea, una actitud de lamentarse, de hecharle la culpa a los otros. “Este es un pecado feo, el de la amargura”. Este hombre, explica el Papa, está enfermo no tanto por la parálisis pero porque está amargado, que es peor que tener el corazón tibio. Está vivo porque vive, pero no tiene la alegría de ir hacia adelante, no tener ganas de hacer nada en la vida, haber perdido la memoria de la alegría”. Se ve el “resentimiento y la amargura en el corazón”.

Pero Jesús no lo reprende, sino que le dice: “Levántate, toma tu camilla y camina”. El paralítico se cura, pero  los doctores de la Ley le dicen que no es lícito cargar la camilla porque era sábado y le preguntan quién lo ha curado en este día: ‘Va contra el código, ese hombre no es de Dios’.

El Papa señala que el paralítico ni siquiera le dio las gracias a Jesús, ni siquiera le preguntó el nombre. La amargura, explica el Papa, es un pecado que paraliza, nos vuelve paralíticos. No nos deja caminar.

Hoy el Señor nos dice a cada uno: “Levántate, toma tu vida como viene, sea linda, fea o como sea, tomarla e ve hacia adelante. No tengas miedo, ve hacia adelante con tu camilla”. – Pero Señor, no es el último modelo…’

¡Pero ve adelante!, con aquella camilla quizás fea, pero anda.

“¿Quieres curarte?, es la primera pregunta que hoy el Señor nos hace? ‘¡Sí Señor!’. ‘¡Levántate!’ Y si nosotros le decimos al Señor, ‘sí’, quiero sanarme. Sí Señor quiero levantarme, sabremos lo que es la alegría de la salvación”.

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