Hay otro que da testimonio de mí...

Evangelio según San Juan 5,31-47. 

Jesús dijo a los judíos: Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría. Pero hay otro que da testimonio de mí, y yo sé que ese testimonio es verdadero. Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes. Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.  Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al que él envió. Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí, y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener Vida. Mi gloria no viene de los hombres. Además, yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes. He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en su propio nombre, a ese sí lo van a recibir. ¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de Dios? No piensen que soy yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza. Si creyeran en Moisés, también creerían en mí, porque él ha escrito acerca de mí. 

Pero si no creen lo que él ha escrito,¿cómo creerán lo que yo les digo?".

Santa Irene Macedonia

Santa Irene de origen eslavo, vivió en la segunda mitad del primer siglo, era hija de Licinio gobernante de la ciudad de Magedon en Macedonia. Ya en su juventud Irene creyó en Jesucristo, al comprender la futilidad de la vida pagana.

De acuerdo a la tradición fue bautizada por el Apóstol Timoteo, discípulo del Apóstol San Pablo. Deseando dedicar su vida al Señor, Santa Irene, renunció al casamiento. Al conocer mas profundamente la fe cristiana, Santa Irene empezó a convencer a sus padres para que se conviertan al cristianismo. El padre de Irene en principio comenzó a escuchar sus palabras con benevolencia. Luego se enojó con ella, y cuando ella renunció venerar a los ídolos, la arrojó bajo las patas de los caballos salvajes. Sin tocar a la mártir, los caballos se tiraron sobre el padre y lo aplastaron hasta matarlo. Cuando por sus oraciones él fue devuelto a la vida, él, toda su familia, y 3000 personas mas se hicieron creyentes.

Después de ello, Santa Irene comenzó con decisión a profetizar sobre Jesucristo entre los habitantes de Macedonia, por lo cual muchas veces fue sometida a sufrimientos y humillaciones. Por orden del gobernante de Sedeka, a Santa Irene la tiraron en un pozo con víboras, luego trataron de serrucharla, finalmente la ataron a la rueda del molino. Los sufrimientos de Irene eran acompañados por señales milagrosas, atrayendo a muchos a creer en Cristo. Así las víboras no tocaban a la mártir, los serruchos no lastimaban su piel, la rueda del molino no giraba. El mismo atormentador Vavodón creyó en Jesucristo y se bautizó. En total, gracias a Irene se convirtieron alrededor de 10.000 paganos.

Cuando el Señor comunicó a Irene el día de su deceso, ella se fue a una gruta dentro de una montaña en las cercanías de la ciudad de Efeso, y a pedido de ella la entrada fue cerrada con piedras. Al 4° día, sus conocidos volvieron a la gruta, y, al abrirla, no encontraron en ella el cuerpo de Santa Irene. Todos comprendieron que ella fue llevada por el Señor al Cielo.

En el antiguo Bizancio era muy venerada la conmemoración de Santa Irene. En Constantinopla se construyeron varios templos magníficos en su memoria.

Oremos
Señor, ya que por don tuyo la fuerza se realiza en la debilidad, concede a cuantos estamos celebrando la victoria de la santa Mártir Irene que obtengamos la fortaleza de vencer nuestras dificultades como ella venció los tormentos del martrio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario  de Fiestas Marianas: Restablecimiento de la Capilla de  Nuestra Señora en Boulogne-sur-mer por el Obispo Claude Dormy.

San Efrén (c. 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia Diatessaron I 18-19; SC 121, pag. 52-53

“Estudiáis apasionadamente las Escrituras, pensando encontrar en ellas la vida eterna,...pues bien,...las Escrituras hablan de mí.” (Jn 5,39)

La palabra de Dios es un árbol de vida que por todas partes te ofrece sus frutos benditos. Es como una roca abierta en el desierto donde mana para todo hombre, en todas partes, una bebida espiritual. “Todos comieron del mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual.” (1Cor 10,3) 

A quien es dado participar en estas riquezas no se crea que la palabra de Dios sólo contiene lo que él ha encontrado en ella. Más bien, que se dé cuenta de que no ha sido capaz de descubrir en ella más que una sola cosa entre muchas. Enriquecido por la palabra, no se crea que ésta ha quedad menguada. Incapaz de agotar su riqueza, que dé gracias por su grandeza. ¡Alégrate pues ha sido saciado, pero no te entristezcas porque la riqueza de la palabra te sobrepasa! 

El que tiene sed se alegra de poder beber pero no se entristece por la incapacidad de agotar la fuente. Mejor que la fuente apague tu sed que tu sed apague la fuente. Si tu sed queda saciada por la fuente sin que ésta quede agotada, podrás beber de nuevo cada vez que tengas sed. Si, al contrario, apagando tu sed agotaras la fuente, tu victoria se convertiría en tu desgracia. ¡Da gracias por lo que has recibido y no murmures por lo que queda sin aprovechar! Tienes tu parte en lo que te ha aprovechado y que te has llevado contigo; pero lo que queda es asimismo también tu heredad.

Paso de la Dolorosa
No debemos dejarnos deslumbrar por el folclore de las procesiones, sino por el sentido profundo de lo que representan

No es una mera tradición, sino una ocasión para acompañar a María en su sufrimiento por la Pasión de Jesús

No hay pueblo que en Semana Santa no saque en procesión un paso de la Dolorosa. No es una mera tradición, sino una ocasión para acompañar a María en su sufrimiento por la Pasión de Jesús. A pesar de la solemnidad de los pasos, “no debemos dejarnos deslumbrar por el folclore de las procesiones, sino por el sentido profundo de lo que representan”, explica Isabel Fernández, presidenta de la asociación cultural Nartex, que desentraña para Misión una de las tallas más emblemáticas de la Semana Santa de Sevilla, la Esperanza Macarena, que comparte los rasgos de las Dolorosas que este año saldrán por nuestras calles. 

Palio.  Bajo palio van solo las imágenes de la Virgen, símbolo del “manto del Espíritu” que la cubrió tras la Anunciación. 

Rostro. De ojos negros y ceño traspasado de dolor, cinco lágrimas recorren sus mejillas, símbolo de cinco de sus siete angustias: el anuncio de Simeón, el mandato de huir a Egipto, Jesús perdido en el Templo, el encuentro camino del Calvario, la muerte de Jesús, el descenso de la Cruz y su entierro en el sepulcro. Su boca entreabierta reza por los verdugos de su Hijo.

Manos. Las manos abiertas parecen temblar: no saben ya qué más entregar.

Dolorosa. María acompaña a su Hijo camino del Calvario y comparte su sufrimiento. Estas tallas tienen un gesto desgarrado, oscurecido por la pena y arrasado por las lágrimas. Suelen ir ataviadas como viudas y lucen en el pecho una espada o siete puñales.

Corona. La corona dorada, adornada con esmaltes y brillantes, pone de manifiesto que es Reina de Cielo y Tierra: triunfa sobre el pecado, como la nueva Eva.

Manto. Solo en días especiales la Macarena viste el manto negro de las Dolorosas. Lo habitual es que sea verde, color de la esperanza, por la esperanza en la resurrección de su Hijo.

Flores. Blancas, símbolo de la pureza de María, concebida sin pecado.

Varales. El palio de la Macarena está sujeto por doce varales de plata que representan a los doce apóstoles y están decorados con escenas de la vida de la Virgen. Otros pasos están sujetos por cuatro varales: los evangelistas.

Velas.  Una balaustrada de velas con decoración floral, realizadas cada año artesanalmente, ilumina el paso. La cera recuerda el llanto de la Virgen, y su luz, la llama de la fe viva en su corazón.

Mariquillas. La Macarena de Sevilla no luce los siete puñales originales, sino cinco flores de esmeraldas, regaladas por el torero El Gallo. Hacen referencia a su corazón transido de dolor, como profetizó Simeón en la presentación del Niño en el Templo: “A ti, una espada te traspasará el alma”. 

La Macarena, que se encuentra en la iglesia de San Gil, es una de las imágenes más veneradas de Sevilla. Su devoción se extiende por toda España y se conocen copias en Europa, América y Asia. Data del siglo XVII, y aunque de autoría desconocida, se atribuye al entorno de Pedro Roldán. Realizada en madera de pino y ciprés, mide 1,75 m y es de las llamadas “de vestir”: solo están tallados el busto y los brazos. Su cofradía continúa su labor formativa, litúrgica y caritativa durante todo el año.

Papa: Cuando Dios promete, jamás falta a su palabra
Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 29 de marzo de 2017 

Abran sus corazones y esta fuerza de Dios llevará adelante y hará cosas milagrosas y les enseñará que cosa es la esperanza. 

Redaccion Papa Francisco | Fuente: ZENIT – Roma / 29 de marzo 2017 

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 29 Mar. 2017).- El papa Francisco ha centrado la catequesis de este miércoles en la virtud de la esperanza, continuando con este tema y añadiendo el de la fe.

A continuación el texto completo:

“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La frase de la Carta de San Pablo a los Romanos que hemos apenas escuchado nos ofrece un gran don. De hecho, estamos acostumbrados a reconocer en Abraham a nuestro padre en la fe; hoy el Apóstol nos hace comprender que Abraham es para nosotros padre de la esperanza; no solo padre en la fe, sino también padre en la esperanza. Y esto porque en su historia podemos ya adquirir un anuncio de la Resurrección, de la vida nueva que vence el mal y la misma muerte.

El texto dice que Abraham creyó en Dios “que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen”; y luego precisa: “Su fe no flaqueó, al considerar que su cuerpo estaba como muerto y que también lo estaba el seno de Sara”. Así, esta es la experiencia a la cual estamos llamados a vivir también nosotros. El Dios que se revela a Abraham es el Dios que salva, el Dios que hace salir de la desesperación y de la muerte, el Dios que llama a la vida. En la historia de Abraham todo se convierte en un himno al Dios que libera y regenera, todo se hace profecía.

Y lo hace para nosotros, para nosotros que ahora reconocemos y celebramos el cumplimiento de todo esto en el misterio de la Pascua. Dios de hecho, “resucitó a nuestro Señor Jesús de los muertos “, para que también nosotros podamos pasar en Él de la muerte a la vida. Y de verdad entonces Abraham puede bien llamarse ‘padre de muchos pueblos’, en cuanto resplandece como anuncio de una humanidad nueva – nosotros – rescatada por Cristo del pecado y de la muerte e introducida una vez para siempre en el abrazo del amor de Dios.

A este punto, Pablo nos ayuda a poner en evidencia el vínculo estrecho entre la fe y la esperanza. Él de hecho afirma que Abraham “creyó, esperando contra toda esperanza”. Nuestra esperanza no se apoya en razonamientos, previsiones o cálculos humanos; y se manifiesta ahí donde no hay más esperanza, donde no hay nada más en que esperar, justamente como sucedió con Abraham, ante su muerte inminente y la esterilidad de su mujer Sara. Era el final para ellos, no podían tener hijos y ahí, en esa situación, Abraham cree y tuvo esperanza contra toda esperanza. ¡Y esto es grande!

La gran esperanza hunde sus raíces en la fe, y justamente por esto es capaz de ir más allá de toda esperanza. Sí, porque no se funda en nuestra palabra, sino en la Palabra de Dios. También en este sentido, entonces, estamos llamados a seguir el ejemplo de Abraham, quien, a pesar de la evidencia de una realidad que parece destinada a la muerte, confía en Dios, “plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete”. Me gustaría hacerles una pregunta, ¿verdad?: ¿Nosotros, todos nosotros, estamos convencidos de esto? ¿Estamos convencidos que Dios nos quiere mucho y que todo aquello que nos ha prometido está dispuesto a llevarlo a cumplimiento? Pero Padre, ¿Cuánto debemos pagar por esto?. “Hay un precio: abrir el corazón”. Abran sus corazones y esta fuerza de Dios llevará adelante y hará cosas milagrosas y les enseñará que cosa es la esperanza. Este es el único precio: abrir el corazón a la fe y Él hará el resto.

¡Esta es la paradoja y al mismo tiempo el elemento más fuerte, más alto de nuestra esperanza! Una esperanza fundada en una promesa que del punto de vista humano parece incierta e impredecible, pero que no disminuye ni siquiera ante la muerte, cuando a prometer es el Dios de la Resurrección y de la vida. Esto no lo promete uno cualquiera, ¡no! Quien lo promete, es el Dios de la Resurrección y de la vida.

Queridos hermanos y hermanas, pidamos hoy al Señor la gracia de permanecer instaurados no tanto en nuestras seguridades, en nuestras capacidades, sino en la esperanza que surge de la promesa de Dios, como verdaderos hijos de Abraham. Cuando Dios promete, lleva a cumplimiento aquello que promete. Jamás falta a su palabra.

Y entonces nuestra vida asumirá una luz nueva, en la conciencia de que Quien ha resucitado a su Hijo, resucitará también a nosotros y nos hará de verdad una cosa sola con Él, junto a todos nuestros hermanos en la fe. Todos nosotros creemos.

Hoy estamos todos en la plaza, alabemos al Señor, cantaremos el Padre Nuestro, luego recibiremos la bendición… pero esto pasa. Pero esto, también, es una promesa de esperanza. Si nosotros hoy tenemos el corazón abierto, les aseguro que todos nosotros nos encontraremos en la plaza del Cielo para siempre, que no pasa nunca. Y esta es la promesa de Dios. Y esta es nuestra esperanza, si nosotros abrimos nuestros corazones. Gracias.

Cristo nos revela al Padre San Juan 5, 31-47. IV Jueves de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Quiero Señor estar contigo en este rato. Sé que me estabas esperando y que me amas sin medida. Te pido, Señor, aumentes mi fe, mi esperanza y mi amor. Dame la gracia de vivir esta cuaresma de la mejor manera para prepararme bien para esta Semana Santa. No permitas que sea una cuaresma más de mi vida, sino que sea el tiempo propicio para encontrarme contigo y dejarme transformar por Ti.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Hoy, Señor, me hablas de una verdad que bien meditada puede cambiar algo en mi relación contigo. Es cierto que nunca he escuchado la voz del Padre ni visto su semblante. Pero me recuerdas que Tú has venido a suplir esta carencia. Bien sabes, Jesús, que como ser humano que soy, necesito de los sentidos para poder conocer algo. ¡Qué difícil es creer en alguien que no se ve, que no se toca, que no se oye con los sentidos externos!

Sin embargo Tú viniste para resolver ese problema. Desde que te hiciste hombre es más fácil conocer a Dios. Un Dios hecho hombre. Esto es maravilloso porque eres un Dios que habla nuestro lenguaje, que experimenta nuestras emociones, que padece nuestras penas. Eres un Dios que escucha nuestra naturaleza, que camina por nuestros caminos y que come los frutos de nuestra tierra. Gracias, Señor, por haber venido a revelar el rostro de tu Padre, de mi Padre Dios.

Pero puedo pensar que aun así no puedo conocer tu actuar humano. Y para resolver este nuevo interrogante has querido dejarnos el Evangelio, la Sagrada Escritura. En ellos puedo encontrar tu humanidad que interpela mi vida. En los Evangelios de verdad puedo conocerte, experimentarte y amarte.

Concédeme la gracia, Señor, de hacer una experiencia profunda de Ti y de tu amor. Experiencia de un Dios vivo y real, un Dios que me ama, me conoce y me comprende. Experiencia lograda con ayuda de la Sagrada Escritura. Concédeme, Señor, esta gracia en esta cuaresma.
El cristiano, con la fuerza del Espíritu, da testimonio de que el Señor vive, que el Señor ha resucitado, que el Señor está entre nosotros, que el Señor celebra con nosotros su muerte, su resurrección, cada vez que nos acercamos al altar; y lo hace en su vida cotidiana, con su modo de obrar. Es el testimonio continuo del cristiano. Al mismo tiempo, el cristiano debe ser consciente de que a veces este testimonio provoca ataques, provoca persecuciones: son las pequeñas persecuciones, como las de las habladurías y las críticas, pero también las persecuciones de las que la historia de la Iglesia está llena.

(Homilía de S.S. Francisco, 2 de mayo de 2016, en santa Marta).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy leeré un pasaje evangélico y contemplaré aspectos humanos de Cristo que puedo imitar.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

María de Betania siguió a Cristo por amor

Jueves cuarta semana de Cuaresma. Jesús, cuando ve un alma generosa no la deja en buenos deseos sino que la une a Él.

Reflexionaremos en el gesto que tiene María de Betania con Jesucristo nuestro Señor cuando ella unge a Jesús, según narra San Juan. Este Evangelio, en el que María realiza la unción de Jesús, nos habla de una mujer que ha puesto totalmente, sin reticencias de ningún tipo y con mucha firmeza, su corazón en Jesucristo. Lo que la lleva a dar testimonio público de agradecimiento para nuestro Señor.

Esta mujer se presenta ante el mundo como fiel seguidora de Jesucristo. Es un gesto de amor, de gratitud, pero que en el fondo, es un gesto profundo de compromiso; porque la unción compromete a María a estar cada vez más cerca de Cristo.

¿Cuáles son los detalles que María de Betania muestra? Delante de todos, toma una libra de perfume de nardo puro, muy caro, unge los pies de Cristo y los seca con sus cabellos. No mide su gratitud con Aquél que es objeto de su amor. Es alguien que está convencida del bien que Cristo ha hecho en su vida, porque Cristo ha hecho un cambio profundo en ella. Detrás de todo está la sensibilidad profunda que la lleva a no medir su gratitud.

El gesto de la mujer, que es el gesto de una profunda gratitud, es el fruto de un corazón comprometido, que no sólo quiere recibir, sino dar agradecimiento. Esta dimensión cambia totalmente el gesto, porque hace de un gesto común, un detalle de amor, de donación personal, de compromiso.

Siendo Jesús un hombre discreto, que no gusta de honores, deja que María lo haga, porque Jesús ve en su corazón el compromiso personal que ella tiene con Él. Dice Jesús: “Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura”, la estoy uniendo al misterio más grande, que es mi donación personal por la salvación de los hombres. Jesús une ese darse de María de Betania al misterio de su cruz, al gesto de su don personal en la cruz; hace que esa mujer se asocie al don que Él va a dar en la cruz. Jesús llama de esta forma al amor a María de Betania: la llama a seguirlo con decisión hasta la sepultura; hasta compartir con Él el misterio de su pasión.

Así es Jesús. Jesús, cuando ve a un alma generosa no la deja en buenos deseos sino que la une a Él. Esto es lo que el Señor ve en todas las almas a las que llama a un mayor compromiso, a las que pide un paso más de entrega: ve un corazón como el de María de Betania.

“A Mí no siempre me tendréis”. Ésta es la segunda dimensión con la que Jesús mira a María de Betania. La dimensión de una mujer que ha captado que seguir a Cristo es un compromiso exigente, firme, sin remilgos. María quizá no había entendido quién era Cristo, pero había experimentado que seguirlo a Él no puede dejar indiferente su vida, que para seguirlo tiene que transformar hasta las fibras más íntimas de su corazón. Es un implícito acto de adoración a Cristo, de adoración a Alguien que la une a su misterio doloroso, a su misterio de don al hombre, a Alguien que se convierte para ella en una persona.

Cristo es una persona que me ha unido a su misión redentora y que además es mi Señor. Al ser llamados, no nos podemos quedar con el buen deseo de amarlo, tenemos que llegar a la dimensión de que Cristo es el Señor, el Creador Todopoderoso, y que, además, me ha querido unir a su don a la humanidad, al misterio de salvación que es su entrega por cada uno de los hombres.

Si es grande el misterio de su llamada, es más grande el misterio de la respuesta de María, que se entrega en ese momento, se pone a su disposición ante la llamada a hacer del amor a Cristo un amor personal, y hacer de la decisión por Cristo una opción y una decisión eficaz, sin otro límite que el del propio corazón. Esta opción nace de la conciencia profunda de haber hecho la experiencia profunda de Cristo en su alma.

El gesto de María no tendría sentido si no fuera fruto del conocimiento personal de su opción por Cristo. Los gestos debemos llenarlos de sentido. Nuestra opción por Cristo debe tener un sentido en todas partes: en casa, en el apostolado, en la sociedad, porque los mismos gestos tienen diferente contenido, porque es una opción ofrecida a Jesucristo nuestro Señor por amor a Él.

Cada uno de nosotros tiene que ser consciente de que, por el bautismo, es una persona más unida a Cristo, porque en cada gesto, en cada detalle que hace, hay una particular donación de su vida a Jesucristo.

En nuestras vidas hay los mismos gestos, pero el amor es diferente, porque amamos con más profundidad, porque hemos sido unidos más a la sepultura del Señor, a la redención de Cristo, al misterio de la salvación de la humanidad.

Cristo es dado a la humanidad. En cierto sentido, María de Betania, por su experiencia de Cristo, es también dada a Cristo. María es de Cristo porque ha tocado, ha descubierto la dimensión personal del Señor, y para ella ser cristiana no es pertenecer a una religión, sino enamorarse de una persona, tener arraigada en el corazón a una persona. Ser cristiano es seguir a Cristo, es amar a una persona, seguirla y vivir

según esa persona. Es un compromiso distinto, sobre todo cuando vemos que el compromiso nace de dos dones: el don de Cristo a mi vida y el don de mi vida a Cristo para la salvación de la humanidad, en mi ambiente, en mi casa, con los míos.

Pidámosle a Jesucristo que la unción en Betania tenga sentido en nuestras vidas, porque de la opción personal por Cristo depende todo lo que hagamos. Debemos ver a María de Betania como la mujer que ve a su Señor, se une a Él, se acerca a Él y lo experimenta personalmente.

33 Maneras de vivir profundamente la Oración en Cuaresma

San Pablo nos motiva a que “oremos sin cesar”. Toda nuestra vida puede ser una oración si elevamos nuestra mente y corazón a Dios en cada momento y acción de nuestra vida. Lo central de la Cuaresma (y de nuestra vida entera) es que oremos lo más frecuente y profundamente que podamos. He aquí algunas maneras en que podrá incorporar la oración a lo largo de su día. Por favor, elija las que le ayuden a alcanzar esa meta.

1. Repita una pequeña oración a lo largo del día. Puede ser: “Señor, ten misericordia de mí”, o “Jesús, ayúdame a conocerte y a hacer tu voluntad”. También puede usar sus propias palabras.

2. Haga una lista de las cosas por las cuales está agradecido(a). Escriba diariamente diez cosas por las que está agradecido(a): familia, talentos, amigos, éxitos, etcétera.

3. Ore por la gente que le hace pasar un mal rato. Hay días en los que estas personas sobreabundan.

4. Repita continuamente las palabras de San Ignacio de Loyola: “Toma Señor y recibe toda mi libertad.

5. Utilice su imaginación al hacer oración. Imagínese usted mismo(a) como una de las personas que están frente a Jesús en una escena de los Evangelios. Imagine su respuesta y reacción al mensaje que ha escuchado de Jesús.

6. Haga una lectura pausada de alguno de los cuatro relatos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Por ejemplo, puede leer Lucas 22,39 a 24,12.

7. Convierta en oración alguna actividad amorosa que haga por los demás. Por ejemplo, cuando saca la basura de la casa, cambia el rollo de papel higiénico o le ayuda a su hijo a hacer la tarea. Hágalo de todo corazón y esa acción será una oración.

8. Haga oración mientras realiza una caminata.

9. Concédase tiempo para la meditación, para estar en calma por un momento, para vaciarse de las distracciones y para abrir su corazón a Dios.

10. Participe en uno de los servicios litúrgicos que su parroquia ha organizado.

11. Ore junto con su familia a la hora de los alimentos. Oren siempre por las personas necesitadas.

12. Ore mientras realiza sus mandados. Pídale a Dios que le ayude a reconocer su presencia en cada uno de los lugares a los que se dirige.

13. Cuando escuche o vea noticias respecto a alguien que está en problemas, ore por esa persona. Invite a sus hijos a que oren también por ella.

14. Cuando esté en el mercado, ore por los campesinos y todas aquellas personas que hacen posible que los alimentos lleguen hasta su mesa.

15. Al momento de acostarse, concédase un momento para orar por aquellas personas que no tienen hogar y que esa noche dormirán en la calle.

16. Deje que una de sus canciones católicas favoritas se repita en su mente como una forma de oración. Seleccione una frase o palabras que tengan un significado especial para usted.

17. Rece diariamente el rosario y otras oraciones que son parte de la tradición católica. Dese cuenta de que está uniendo su voz a millones de personas que han orado estas plegarias a lo largo de los siglos.

18. Bendiga a sus hijos y a otros miembros de la familia cuando se retiran o regresan a casa. Trace sobre su frente la señal de la cruz.

19. Ore en los momentos de mayor tráfico, especialmente cuando se encuentra con un mal conductor. Ore por él o ella y pídale a Dios que le ayude a mantener la calma a lo largo del día.

20. Haga oración mientras está haciendo fila o cuando alguien lo ha puesto en llamada de espera. Ore por los servidores públicos que atienden a la gente todo el día.

21. Ore mientas trabaja en el jardín; deje que esa actividad sea su oración.

22. Si en su barrio puede escuchar las campanas de alguna iglesia, ore al escucharlas. Si no le es posible, ore al momento de escuchar otro sonido, por ejemplo, al timbrar el teléfono, cuando ladra algún perro o cuando suena el toque de salida en una fábrica cercana.

23. Ore al escuchar el ruido de una sirena. Ore por las personas que posiblemente estén en un problema serio.

24. Haga oración por las personas que necesita perdonar y que le cuesta mucho perdonar. Pida que disfruten las bendiciones que usted mismo espera recibir de Dios.

25. Eleve una oración a Dios que le ayude a pedir perdón a las personas que ha herido de alguna manera.

26. Ore por la persona que lo ha dirigido espiritualmente, sea que esté viva o muerta.

27. Ore mientras lleva a pasear a su mascota.

28. Si toca un instrumento musical, deje que ese momento sea su oración.

29. Ore mientras crea una pieza de arte. Haga algo creativo cada día de la Cuaresma y hágalo para dar gloria a Dios.

30. Ore por la persona desconocida quien, en este preciso momento está al borde del suicidio. Pídale a Dios que tranquilice a esa alma desolada.

31. Escoja a un miembro de su familia nuclear o extendida y ore por él o ella a lo largo del día. Elija uno diariamente.

32. Asista a misa siempre que pueda hacerlo. La Eucaristía es la oración más grande que tenemos los católicos y es un lugar seguro para encontrarse con Jesús.

33. Al final del día, concédase un momento para agradecerle a Dios las gracias y bendiciones que recibió a lo largo del día.

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