Así quiero morir yo
- 02 Abril 2017
- 02 Abril 2017
- 02 Abril 2017
Jesús nunca oculta su cariño hacia tres hermanos que viven en Betania. Seguramente son los que le acogen en su casa siempre que sube a Jerusalén. Un día, Jesús recibe un recado: «Nuestro hermano Lázaro, tu amigo, está enfermo». Al poco tiempo Jesús se encamina hacia la pequeña aldea.
Cuando se presenta, Lázaro ha muerto ya. Al verlo llegar, María, la hermana más joven, se echa a llorar. Nadie la puede consolar. Al ver llorar a su amiga y también a los judíos que la acompañan, Jesús no puede contenerse. También él «se echa a llorar» junto a ellos. La gente comenta: «¡Cómo lo quería!».
Jesús no llora solo por la muerte de un amigo muy querido. Se le rompe el alma al sentir la impotencia de todos ante la muerte. Todos llevamos en lo más íntimo de nuestro ser un deseo insaciable de vivir. ¿Por qué hemos de morir? ¿Por qué la vida no es más dichosa, más larga, más segura, más vida?
El hombre de hoy, como el de todas las épocas, lleva clavada en su corazón la pregunta más inquietante y más difícil de responder: ¿qué va a ser de todos y cada uno de nosotros? Es inútil tratar de engañarnos. ¿Qué podemos hacer ante la muerte? ¿Rebelarnos? ¿Deprimirnos?
Sin duda, la reacción más generalizada es olvidarnos y «seguir tirando». Pero, ¿no está el ser humano llamado a vivir su vida y a vivirse a sí mismo con lucidez y responsabilidad? ¿Solo hacia nuestro final nos hemos de acercar de forma inconsciente e irresponsable, sin tomar postura alguna?
Ante el misterio último de la muerte no es posible apelar a dogmas científicos ni religiosos. No nos pueden guiar más allá de esta vida. Más honrada parece la postura del escultor Eduardo Chillida, al que en cierta ocasión le escuché decir: «De la muerte, la razón me dice que es definitiva. De la razón, la razón me dice que es limitada».
Los cristianos no sabemos de la otra vida más que los demás. También nosotros nos hemos de acercar con humildad al hecho oscuro de nuestra muerte. Pero lo hacemos con una confianza radical en la bondad del Misterio de Dios que vislumbramos en Jesús. Ese Jesús al que, sin haberlo visto, amamos y al que, sin verlo aún, damos nuestra confianza.
Esta confianza no puede ser entendida desde fuera. Solo puede ser vivida por quien ha respondido, con fe sencilla, a las palabras de Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees tú esto?». Recientemente, Hans Küng, el teólogo católico más crítico del siglo XX, cercano ya a su final, ha dicho que, para él, morirse es «descansar en el misterio de la misericordia de Dios». Así quiero morir yo. José Antonio Pagola 5 Cuaresma – A 02 de abril 2017
SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS CARGA CON LA CRUZ
TEXTO PROFÉTICO:
“Abrahán tomó la leña para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac” (Gén 22, 6).
TEXTOS EVANGÉLICO
Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota) (Jn 19, 16-17).
TEXTO PATRÍSTICO:
“Estemos dispuestos a todo por causa del Verbo; imitemos su Pasión con nuestros padecimientos, honremos su sangre con nuestra sangre, subamos decididamente a su cruz” (San Gregorio Nanciaceno).
TEXTO MÍSTICO:
“Pues tornando a lo que decía, gran fundamento es (…) el comenzar con determinación de llevar camino de cruz desde el principio y no los desear, pues el mismo Señor mostró ese camino de perfección diciendo: Toma tu cruz y sígueme” (Santa Teresa de Jesús, Vida 15, 13).
CONSIDERACIÓN:
- Jesús, ¿por qué tienes que cargar con la Cruz? ¿No hay otra forma menos dolorosa para demostrarnos el amor que nos tienes?
- “Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos”. “El quiera ser discípulo mío que tome su cruz y me siga”.
Y comprendo que en vez de pronunciarnos un discurso compasivo, ante nuestro dolor te haces Tú mismo nuestro sufrimiento. En tu Cruz va la nuestra.
El Papa, durante el Angelus
Francisco lamenta la violencia en Congo y advierte que "el odio siempre destruye"
El Papa invita a "buscar soluciones políticas, evitando todo tipo de violencia" en Venezuela y Paraguay
Bergoglio, conmovido por "la gigantesca avalancha" que ha dejado cientos de muertos en Colombia
Jesús Bastante, 02 de abril de 2017 a las 12:10
- El Papa se encontrará con obispos y sacerdotes ancianos en Carpi
- "Hay quien se queda atrapado en las ruinas de la vida, y quienes, como ustedes, reconstruyen con paciente esperanza"
El Papa concluyó sus palabras pidiendo a los laicos que sean "protagonistas de la vida de vuestras comunidades", apuntando "siempre a lo que es esencial en el anuncio y el testimonio del Evangelio"
(Jesús Bastante).- "Sigo con mucha atención lo que está sucediendo en Venezuela y Paraguay. Quiero tanto a estos pueblos. Invito a todos a perseverar, sin cansarse, evitando todo tipo de violencia, buscando soluciones políticas". El Papa Francisco cerró el Angelus en Carpi invocando la búsquedad e la paz, pues "el odio y la violencia siempre destruyen".
Tras la misa en la plaza de los Mártires de Carpi, Francisco recordó, antes del rezo del Angelus,"la tragedia que ha conmovido Colombia, una gigantesca avalancha de lodo" en Mocoa, que ha provocado numerosos muertos y heridos. "Rezo por las víctimas. Seguro que tienen mi y vuestra cercanía a cuantos lloran por sus seres queridos. Agradezco a los que están socorriendo a las víctimas", recordó el Papa.
"Otra mala noticia -prosiguió-; siguen llegando enfrentamientos sangrientos en Kazai, la República Democráctica del Congo. Enfrentamientos que están provocando víctimas y exilio de la gente que golpean a gente y propiedades de la Iglesia, además de hospitales y escuelas". En este sentido, el Papa exhortó a todos "a rezar por la paz para que el corazón de los artífices de estos crímenes no permanezcan esclavos del odio y la violencia. Odio y violencia siempre destruyen".
A los fieles de Carpi quiso agradecer "haber venido aquí a esta misa", así como a "todos los que han trabajado por esta doble maratón, el sábado pasado (visita a Milán) y ahora. Gracias, muchas gracias". El Papa tuvo un especial agradecimiento a los enfermos presentes en la misa de hoy. "Hay 4.500 enfermos aquí. Gracias a vosotros, que con vuestro sufrimiento, ayudáis a la Iglesia a llevar la cruz de Cristo. Gracias, muchas gracias a vosotros".
El Papa concluyó sus palabras pidiendo a los laicos que sean "protagonistas de la vida de vuestras comunidades", apuntando "siempre a lo que es esencial en el anuncio y el testimonio del Evangelio". Al tiempo, pidió a los obispos "que estéis junto a vuestros sacerdotes, con la escucha la ternura y la cercanía premurosa".
Tras esto, Francisco bendijo la primera piedra de cuatro nuevos complejos en la diócesis: la iglesia de Santa Ágata, la "ciudad de la caridad" de Carpi, el centro de espiritualidad "San Antonio", así como una estructura polivalente en San Martino (Mirándola).
Palabras del Papa:
Estoy profundamente apenado por la tragedia que ha golpeado Colombia, en donde una gigantesca avalancha de fango causada por lluvias torrenciales investió la ciudad de Mocoa provocando numerosos muertos y heridos. Rezo por las víctimas y aseguro nuestra cercanía a cuantos lloran la desaparición de sus seres queridos, y agradezco a todos los que están trabajando para prestar socorro.
Tambien siguen llegando noticias de sangrientos enfrentamientos armados en la región de Kasai en la República Democrática del Congo, enfrentamientos que están causando víctimas y desplazamientos y que también afectan a las personas y propiedades de la Iglesia: iglesias, hospitales, escuelas. Aseguro mi cercanía a esta nación, y los exhorto a todos a rezar por la paz, para que los corazones de los artífices de este tipo de crímenes no permanezcan esclavos del odio y de la violencia, porque siempre el odio y la violencia destruyen.
Además, sigo con gran atención lo que está ocurriendo en Venezuela y Paraguay. Rezo por aquellas poblaciones, muy queridas para mí, e invito a todos a perseverar sin descanso, evitando cualquier tipo de violencia, en la búsqueda de soluciones políticas.
Palabras tras el rezo del Angelus:
Queridos hermanos y hermanas:
Quiero agradecerles por haber venido a esta Misa: quiero agradecer a todos, a todos los que han trabajado para esta doble maratón: la del domingo pasado y esta... ¡muchas gracias! Y quiero agradecer a ustedes, enfermos: ¡hay cuatro mil enfermos aquí! Gracias a ustedes que con vuestros sufrimientos ayudan a la Iglesia, ayudan a llevar la Cruz de Cristo. Gracias. ¡Muchas gracias a ustedes!
Y al final de esta celebración, nuestro pensamiento se dirige a la Virgen Santa, a la que veneran en la iglesia catedral dedicada a ella. A María le ofrecemos nuestras alegrías, nuestros dolores y nuestras esperanzas. Le pedimos que pose su mirada misericordiosa en quienes de nosotros están sufriendo, especialmente en los enfermos, en los pobres y en quienes están privados de un trabajo digno.
Recordando el ardor apostólico de dos figuras de su tierra, el Beato Odoardo Focherini y la Venerable Marianna Saltini, testigos de la caridad de Cristo, saludo con gratitud, a ustedes, los fieles laicos. Los animo a ser protagonistas de la vida de sus comunidades, en comunión con sus sacerdotes: apunten siempre en lo que es esencial en el anuncio y en el testimonio del Evangelio.
Agradezco a ti, querido Obispo Francesco, y a todos ustedes, Obispos de la Región de Emilia Romaña, por su presencia, y sobre todo, al Pastor de esta diócesis, Mons. Francesco Cavina: los exhorto a estar al lado de sus sacerdotes con la escucha, la ternura y la cercanía atenta.
Por último, quisiera agradecer a todos y cada uno de ustedes, queridos fieles, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, a las Autoridades y particularmente a cuantos han colaborado para organizar esta visita, con un pensamiento especial para el AGESCI y el coro, compuesto por todos los coros de la diócesis, que ha animado esta liturgia.
Confiamos nuestras vidas y el destino de la Iglesia y del mundo a María, recitando juntos la oración del Ángelus. Angelus domini...
De aquí el Sucesor de Pedro se traslada al Seminario episcopal para almorzar con los Obispos de la región y los sacerdotes ancianos residentes en la Casa del Clero, y con los seminaristas, y posteriormente celebrará un encuentro con los sacerdotes diocesanos, los consagrados y los seminaristas.
Cada uno de nosotros es un grano de trigo
Quinto domingo de Cuaresma. Los que quieren echarse a perder, se guardan para sí mismos en el egoísmo; y los que se entregan, acaban por dar fruto.
Podremos hacer muchas cosas o tener grandes posesiones, pero nunca debemos perder de vista que lo importante es el bien que hacemos a los demás. Ésa tiene que acabar siendo nuestra más importante y auténtica riqueza.
Dios ama al que da con alegría, y en el Evangelio escuchábamos una parábola de nuestro Señor sobre este darse. Darse significa que, como el grano de trigo, uno tiene que caer en la tierra y pudrirse para dar fruto. Es imposible darse con comodidad, es imposible darse sin que nos cueste nada. Al contrario, el entregarse verdaderamente a los demás y el ayudar a los demás siempre nos va a costar.
Vivimos en un mundo de muchas comodidades, y no sé si nosotros seríamos capaces de resistir el sufrimiento, cuando cosas tan pequeñas, tan insignificantes, a veces nos resultan tan dolorosas. La fe nos pide ser testigos de Cristo en la vida diaria, en la caridad diaria, en el esfuerzo diario, en la comprensión diaria, en la lucha diaria por ayudar a los demás, por hacer que los demás se sientan más a gusto, más tranquilos, más felices. Ahí es donde está, para todos nosotros, el modo de ser testigos de Cristo.
Tenemos que entregarnos auténticamente, entregarnos con más fidelidad, entregarnos con un corazón muy disponible a los demás. Cada uno tiene que saber cuál es el modo concreto de entregarse a los demás. ¿Cómo puedo yo entregarme a los demás? ¿Qué significa darme los demás?
Ciertamente, para todos nosotros, lo que va a significar es renunciar a nuestro egoísmo, renunciar a nuestras flojeras, renunciar a todas esas situaciones en las que podemos estar buscándonos a nosotros mismos.
Jesucristo nos dice en el Evangelio que todo aquél que se busca a sí mismo, acabará perdiéndose, porque acaba quedándose nada más con el propio egoísmo. La riqueza de la Iglesia es su capacidad de entrega, su capacidad de amor, su capacidad de vivir en caridad. Una Iglesia que viviese nada más para sí misma, para sus intereses, para sus conveniencias sería una Iglesia que estaría viviendo en el egoísmo y que no estaría dando un testimonio de fe. Y un cristiano que nada más viva para sí mismo, para lo que a uno le interesa, para lo que uno busca, sería un cristiano que no está dando fruto.
Dios da la semilla, a nosotros nos toca sembrar. Dios nos ha dado nuestras cualidades, a nosotros nos toca desarrollarlas; Dios nos ha dado el corazón, el interés, la inteligencia, la voluntad, la libertad, la capacidad de amar; pero el amar o el no amar, el entregarnos o no entregarnos, el ser egoístas o ser generosos depende sola y únicamente de nosotros.
Es en la generosidad donde el hombre es feliz, y es en el egoísmo en donde el hombre es auténticamente desgraciado. Aunque a veces la generosidad nos cueste y nos sea difícil; aunque a veces el ser generosos signifique el sacrificarnos, es ahí donde vamos a ser felices, porque sólo da una espiga el grano de trigo que cae en la tierra y se pudre, se sacrifica, mientras que el grano de trigo que se guarda en un arcón acaba estropeándose, se lo acaban comiendo los animales o echándose a perder.
Cada uno de nosotros es un grano de trigo. Reflexionemos y preguntémonos: ¿Quiero echarme a perder o dar frutos? Y recordemos que sólo hay dos tipos de personas en esta vida: los que quieren echarse a perder y se guardan para sí mismos en el egoísmo; o los que entregándose, acaban por dar fruto.
Yo Soy la Resurrección y la Vida: 5o. domingo de Cuaresma
Reflexión del evangelio de la misa del Domingo 2 de abril de 2017
En este domingo nos situamos en una lucha esperanzadora por la vida y en una fe que es capaz de esperar la resurrección de quien ya tiene tres días muerto.
Lecturas:
Ezequiel 37, 12-14: “Les infundiré mi espíritu y vivirán”
Salmo 129: “Perdónanos, Señor, y viviremos”
Romanos 8, 8-11: “El Espíritu de aquel que resucitó de entre los muertos, habita en ustedes”
San Juan 1, 1-45: “Yo soy la resurrección y la vida”.
¿Nos hemos acostumbrado al olor de la corrupción y de la violencia? Hace un año el grupo de familiares en búsqueda de desaparecidos indicaban: “Veracruz apesta a temor y a fosas”. Han pasado los meses y cada día tenemos nuevas noticias de más fosas, de más desaparecidos, de más víctimas y de más corrupción. Dicen que poco a poco nos vamos acostumbrando a los olores al estar en su ambiente, pero los familiares de los desaparecidos continúan su terca búsqueda de sus seres amados sin importar los olores ni las amenazas. Muchos los desalientan haciéndoles caer en la cuenta de la situación en que puedan encontrarlos pero ellos siguen insistentes. A quien de verdad ama no lo detienen los hedores pestilentes del amado, continúa cerca de él y ellos quieren encontrarlos aunque tengan que llevarlos en pedazos.
Cristo de verdad nos ama, a pesar de nuestras pestilencias. El quinto domingo de Cuaresma nos sitúa en una lucha esperanzadora por la vida y en una fe que es capaz de esperar la resurrección de quien ya tiene tres días muerto.
Los reclamos a Jesús por parte de Marta, podrían ser los reclamos que ahora muchos pretenden lanzar al cielo porque no se puede entender una cadena de males ante la mirada indiferente de Dios. La degradación que estamos padeciendo sólo se entiende ante la ausencia de Dios, ha sido la expresión de muchos. Pero no podemos reclamar la ausencia de un Dios que hemos expulsado de nuestras familias, de nuestras calles, de nuestros negocios y que lo hemos querido mantener recluido en las sacristías, en eventos sociales, y en dos o tres fiestas folclóricas que sirven de pretexto para excesos más que una verdadera manifestación de nuestra relación personal con Dios. Debemos reconocer que nuestra nación realmente se encuentra enferma e insistirle a Jesús: “Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo”. Nos urge aceptar y manifestar la enfermedad pero también estar dispuestos a aceptar la curación y las prescripciones para la sanación.
Los muertos y las víctimas se acumulan día tras día. No sólo en el ámbito del narcotráfico sino en todos los espacios, personas inocentes perecen como daños colaterales. Se ha hablado mucho de las incontables extorsiones, de los secuestros y de las drogas que pululan por doquier, pero se ha tomado menos en cuenta la corrupción que a diario invade todos los ámbitos de nuestra vida, que ha penetrado en las familias, en las instituciones y en las estructuras que rigen nuestra patria. Es una corrupción y hedor penetrante al que nos hemos acostumbrado y del que solamente en ocasiones excepcionales somos conscientes.
Hemos alejado a Dios de nuestras vidas y hemos optado por otros valores: el placer, el dinero, la ambición, el poder. Cuando descubrimos que se han metido como una grave enfermedad en todo el cuerpo, nos asustamos y quisiéramos echar marcha atrás pero sin dejar de vivir en corrupción. Quisiéramos sanar a base de calmantes, sin aceptar una verdadera curación, un cambio radical de vida y una purificación de todo nuestro ser. El llanto de María y su desesperación bien pudiera representar el llanto de tantas madres y hermanas que lloran por el ser asesinado o desaparecido, por el hijo o la hija sumida en las drogas, por quien ha perdido el camino. Ese mismo llanto nos hace vislumbrar un rayo de esperanza: junto a nosotros, en la misma lucha, con mucho mayor amor y con mucho más poder, camina Jesús. Para Él Lázaro es el amigo a quien tanto ama; para Él todos los que sufren y están atormentados son también su “amigo amado”.
El amor de Jesús se hace presente en las situaciones más difíciles y complicadas. La muerte y la corrupción no logran mantenerlo lejano y su presencia nos llena de una sana esperanza. Ahora, igual que en aquel tiempo, nos ordena quitar la losa que tapa la vida y que confina a la oscuridad. Nos ordena creer y comprometernos con Él que es la vida. A pesar de todos los obstáculos, la invitación de Jesús a creer sigue en pie. Quizás también nosotros estemos tentados a expresarle nuestro pesimismo porque sentimos que ya nada puede hacerse, no encontramos salidas. Nuestro país huele a corrupción, huele a miedo, a terrorismo y a droga, nuestras familias no perciben el aroma de la armonía y del cariño, todo huele mal.
Pero cuando todo huele mal, Jesús está ahí cerca del que tanto ama. No le importan sus olores, para Jesús sigue siendo el amigo: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?”. De la fe nos lanza a la acción; pero de una verdadera fe, la misma que le ha exigido a Marta. No solamente creer teóricamente en la resurrección, sino experimentar vivamente que Jesús es la resurrección y la vida. Y Jesús no habla de una resurrección allá, lejana, al final, sino que nos manifiesta su compromiso por la vida ahora, aquí, en medio de todo. Para esto se requiere la fe pero también poner a Jesús como fuente de nuestra vida, de nuestras actividades y de nuestro interior.
Ante el pesimismo y el desaliento del pueblo de Israel, Dios por medio de Ezequiel les habla de esperanza y les asegura la apertura de los sepulcros para que salgan de ellos y así conducirlos a nueva tierra. Ahora Jesús hace también realidad esas palabras. Sólo espera nuestra confesión confiada: “Sí, Señor. Creo firmemente que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Una confesión que le permite actuar en nuestra vida. Hoy también podremos escuchar las palabras de Jesús, que llenas de amor pero también llenas de autoridad, resuenan con esperanza. También a nosotros nos dice: “Sal de ahí”. Podremos salir de la muerte y corrupción no basados en nuestras propias fuerzas, sino basados en su amor. Confiados en su palabra asumimos el compromiso de desatar, de quitar losas, de acrecentar la fe. “Desátenlo, para que pueda andar”. Es la tarea ingente que debemos asumir todos. La fe es el motor que nos moverá para comprometernos a crear un país mejor. Hay que desatar tantas cadenas de injusticia, hay que quitar tantas losas que oprimen, pero sobre todo necesitamos experimentar una fe viva en Cristo que es “la resurrección y la vida”.
¿Qué corrupciones descubrimos en medio de nosotros? ¿Hemos asumido una actitud pasiva y conformista? ¿Realmente creemos que Jesús es la resurrección y que puede darnos nueva vida? ¿Cómo lo manifestamos?
Señor Jesús, el que amas está enfermo, ya ha perdido la esperanza, ya huele mal. Confiados en tu palabra, habiendo experimentado que Tú eres la resurrección y la vida, nos comprometemos en la búsqueda de la vida plena. Amén.