Nada le pudo detener
- 09 Abril 2017
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La ejecución del Bautista no fue algo casual. Según una idea muy extendida en el pueblo judío, el destino que espera al profeta es la incomprensión, el rechazo y, en muchos casos, la muerte. Probablemente, Jesús contó desde muy pronto con la posibilidad de un final violento.
Pero Jesús no fue un suicida. Tampoco buscaba el martirio. Nunca quiso el sufrimiento ni para él ni para nadie. Dedicó su vida a combatirlo en la enfermedad, las injusticias, la marginación o la desesperanza. Vivió entregado a «buscar el reino de Dios y su justicia»: ese mundo más digno y dichoso para todos que busca su Padre.
Si Jesús acepta la persecución y el martirio es por fidelidad a ese proyecto de Dios, que no quiere ver sufrir a sus hijos e hijas. Por eso no corre hacia la muerte, pero tampoco se echa atrás. No huye ante las amenazas; tampoco modifica su mensaje ni se desdice de sus afirmaciones en defensa de los últimos.
Le habría sido fácil evitar la ejecución. Habría bastado con callarse y no insistir en lo que podía irritar en el templo o en el palacio del prefecto romano. No lo hizo. Siguió su camino. Prefirió ser ejecutado antes que traicionar su conciencia y ser infiel al proyecto de Dios, su Padre.
Aprendió a vivir en un clima de inseguridad, conflictos y acusaciones. Día a día se fue reafirmando en su misión y siguió anunciando con claridad su mensaje. Se atrevió a difundirlo no solo en las aldeas retiradas de Galilea, sino en el entorno peligroso del templo. Nada lo detuvo.
Morirá fiel al Dios en el que ha confiado siempre. Seguirá acogiendo a todos, incluso a pecadores e indeseables. Si terminan rechazándolo, morirá como un «excluido», pero con su muerte confirmará lo que ha sido su vida entera: confianza total en un Dios que no rechaza ni excluye a nadie de su perdón.
Seguirá buscando el reino de Dios y su justicia, identificándose con los más pobres y despreciados. Si un día lo ejecutan en el suplicio de la cruz, reservado para esclavos, morirá como el más pobre y despreciado, pero con su muerte sellará para siempre su fe en un Dios que quiere la salvación del ser humano de todo lo que le esclaviza.
Los seguidores de Jesús descubrimos el Misterio último de Dios encarnado en su amor y entrega extrema al ser humano. En el amor de ese crucificado está Dios mismo identificado con todos los que sufren, gritando contra todas las injusticias y perdonando a los verdugos de todos los tiempos. En este Dios se puede creer o no creer, pero no es posible burlarse de él. En él confiamos los cristianos. Nada lo detendrá en su empeño por salvar a sus hijos e hijas.
Domingo de Ramos - A
(Mateo 26,14-27,66)
09 de abril 2017
Domingo de Ramos
Recibieron a Cristo mientras entraba a la ciudad con palmas y ramos en muestra de que era el Mesias
Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes.
Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban:
"¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!"
Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.
La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.
Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte.
Mientras esto sucedía, los sacerdotes judíos buscaban pretextos para meterlo en la cárcel, pues les dio miedo al ver cómo la gente lo amaba cada vez más y como lo habían aclamado al entrar a Jerusalén.
¿Qué significado tiene esto en nuestras vidas?
Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey...” Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él. Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria y del mundo entero. Queremos que sea nuestro amigo en todos los momentos de nuestra vida.
Explicación de la Misa del Domingo de Ramos
La Misa se inicia con la procesión de las palmas. Nosotros recibimos las palmas y decimos o cantamos “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote bendice las palmas y dirige la procesión. Luego se comienza la Misa. Se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.
Al terminar la Misa, nos llevamos las palmas benditas a nuestro hogar. Se acostumbra colocarlas detrás de las puertas en forma de cruz. Esto nos debe recordar que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar. Es importante no hacer de esta costumbre una superstición pensando que por tener nuestra palma, no van a entrar ladrones a nuestros hogares y que nos vamos a librar de la mala suerte.
Oración para poner las palmas benditas en el hogar:
Bendice Señor nuestro hogar.
Que tu Hijo Jesús y la Virgen María reinen en él.
Por tu intercesión danos paz, amor y respeto,
para que respetándonos y amándonos
los sepamos honrar en nuestra vida familiar,
Sé tú, el Rey en nuestro hogar.
Amén.
Sugerencias para vivir la fiesta:
- Hacer nuestras propias palmas y llevarlas a bendecir a la Iglesia.
- Cantar las canciones de “Tú reinarás” o “Que viva mi Cristo, que viva mi Rey”
Con María, en Domingo de Ramos
Después de cada Domingo de Ramos viene el Jueves Santo, y el gallo también cantará tres veces para ti.
¿Sabes, María...? El lunes empezamos la Semana Santa, mañana es domingo de Ramos.. Por misericordia de Dios, este año he tomado mayor conciencia de del sentido de estos días en mi propia vida, por un exquisito detalle de amor de mi Señor he aprendido a ver, en mi propio dolor, no una ausencia de Dios, sino una presencia real de su amor, dándome, en cada momento difícil, la oportunidad de transitar con Él mi propio camino de Salvación….por eso quiero acercarme hoy a ti, maestra del alma, para que, como mi madre que eres, me tomes de la mano y me muestres el camino hacia tu Hijo.
- El camino hacia mi Hijo, el único camino que vale la pena transitar… Mi alma quisiera que todos anhelaran ese camino… pero. No importa, no hablaremos de eso ahora, ven vamos a Jerusalén, que la gente ya se está acercando a Jesús y nos costará trabajo abrirnos paso entre la multitud…
Y te sigo... ¿Qué otra cosa puedo hacer? Si seguirte termina siendo siempre luz para el corazón, paz para el alma.
Tal como lo dijiste, la gran multitud que había venido para la fiesta de la Pascua se enteró de que Jesús se dirigía a Jerusalén…llegamos justo cuando Jesús estaba montando un asno para entrar a la ciudad, la gente se apretujaba por acercársele, muchos habían visto la resurrección de Lázaro y daban testimonio… nos acercamos, vimos a las mujeres de Galilea, silenciosas, que le seguían a Él por donde fuera, tú, Madre querida, te acercaste para verlo sin que Él lo notara, tenias ganas de abrazarle, de cuidarle, de atenderle como cuando era pequeño. Le nombraste Jesús, amor de mi alma.
Fue apenas un susurro en el griterío de la gente, apenas si yo, que estaba pegadita a vos, lo oí con dificultad. Pero el alma de tu Hijo te oyó, giró la cabeza y sus ojos purísimos y mansos se encontraron con los tuyos, fue una mirada larga, llena de palabras que iban de corazón a corazón. Por un instante sé que estuvieron en ese lugar sólo ustedes dos, miles de ángeles inclinaron la cabeza con respeto, fue una mirada de amor profundo, de entrega sin límites a la Voluntad del Padre, una mirada de despedida.
Luego Él se volvió a las gentes, el tosco animal inició su marcha triunfal, mientras el pueblo extendía sus mantos como improvisada alfombra real… las ramas de olivos, arrancadas por cientos de manos, fueron verdes pañuelos que saludaban al Mesías, claro, que en ese momento nadie pensaba que los verdes pañuelos hoy serían ramas marchitas en pocos días, que se quemarían con el fuego de la indiferencia o el abandono. Al llegar a la pendiente del monte de los Olivos, comenzamos a escuchar de mil gargantas..." ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el Cielo y Gloria en las Alturas!"
Tú y yo, María, caminábamos entre las gentes, nadie te reconocía, nadie veía en ti a la mujer por cuyo sí hoy tenían ellos a quien aclamar.
- Mucha gente - dijiste con tristeza- mucha gente hoy, como en la multiplicación de los panes o en el sermón de la barca, todos le dejarán solo en pocos días…
- Señora - y sentí vergüenza por mi, ya que muchas veces yo le había saludado desde mi Monte de los Olivos y le había dejado solo después- cuanto nos ama tu Hijo, cuanto.
- Mi corazón puede sentir la angustia del suyo, hija mía, al mirarle, hace un momento, note una mirada triste, aunque no arrepentida de su decisión, angustiada, mas no por Él sino por toda esta gente, solitaria, porque su alma sabía que este bullicio es pasajero, decidida, porque mi Hijo vino para hacer la Voluntad del Padre, valiente, porque sabia que aún faltaba la lucha final y estaba determinado a vencer pues su victoria es nuestra única esperanza. Una mirada en paz, con la tranquilidad profunda de la verdadera libertad que es hacer lo que debe hacerse, aquello para lo que cada ser fue concebido desde el principio de los tiempos.
- Señora ¿Iras a la casa donde se hospedará Él?, es que así le tendrás mas cerca.
- No, yo estaré cerca, Él sabe que estoy, mas debo dejarle en libertad, Él debe cumplir su misión hasta el final… y ambas sabemos la clase de final.
- ¿Qué siente tu corazón ahora, Madre querida? Perdona la torpeza de la pregunta, pero... Es admirable como estas de pié, en silencio, sin gritos, aun en medio del dolor te mantienes serena. ¿De donde sacas fuerza, Señora?
- Pues del mismo por quien sufro, amiga mía. Verás, cuando el ángel me anunció que sería la madre del Mesías, yo sentí que aceptar era como dar un gran salto al vacío, pero sabía que mas vacía quedaría si me negaba. Desde ese momento hasta hoy he pasado por muchísimas circunstancias que me han ido enseñando quien es en realidad este Hijo mío, que es mío pero no me pertenece, aprendí que ser su mamá era sólo ser un puente, que mi "sí" unía su decisión de salvar la humanidad con la humanidad misma, pero nada más, no me asistía el derecho de anteponer mis sentimientos a su misión salvadora, debía aprender el valor de la renuncia, debía aprender que, la única manera de estar junto a Él era estar desde lejos.
- Señora ¿Qué debe aprender mi alma de este día?
- Debe aprender que es fácil reconocerle y amarle cuando todo marcha bien, que no es gran mérito aclamar su nombre cuando todos lo hacen y "queda bien" debes recordar que, después de cada Domingo de Ramos viene el Jueves Santo, y el gallo también cantará tres veces para ti.
- ¿Qué hacer, entonces?
- Seguirlo siempre, aun en medio de tu propio dolor, ver que te espera detrás del sufrimiento, que no te deja sola, que está contigo, sobre todo cuando tu crees que está lejos. Recuerda siempre que Él te amó tanto que padeció todo esto por ti, para que tuvieses vida eterna.
Seguimos a Jesús hasta que llegó a la ciudad, luego Él fue al Templo, Maria quedó contemplándole desde lejos. Antes de entrar al recinto Jesús la miró desde lo profundo del alma, su mirada era... indescriptible, una extraña mezcla de amor, tristeza, paciencia y soledad. En pocos días todo habría terminado y, al mismo tiempo, todo habría comenzado...
- Hija querida- dijiste mientras me abrazabas con ternura- espero que tu corazón haya aprendido, haya crecido, haya conocido de cuanto es capaz el amor de Dios... aunque, hija mía... la verdadera dimensión de ese amor no puede ser comprendida en este mundo...
- Gracias, Señora mía, por este tiempo que nos dedicas a tus hijos.... gracias....
Y te fuiste... te fuiste y te quedaste al mismo tiempo.... como dice la Escritura, nadie puede separarnos del amor de Cristo... y, por consiguiente, Señora mía, tampoco nadie puede separarnos de tu amor....
Amigo, amiga que lees estas líneas... ten un Domingo de Ramos acompañado de María
El Papa, con su ramo
"Hombres y mujeres engañados, pisoteados en su dignidad, descartados... Jesús está en ellos"
Francisco, en Domingo de Ramos: "Jesús está presente en los hermanos que hoy sufren como Él"
"Jesús no nos pide que lo contemplemos sólo en fotografías, o incluso en los vídeos que circulan por la red"
Cameron Doody, 09 de abril de 2017 a las 11:44
No tenemos otro Señor fuera de Él: Jesús, humilde Rey de justicia, de misericordia y de paz
(Cameron Doody).- Arranca la Semana Santa en el Vaticano con la celebración del Papa del Domingo de Ramos. En su homilía de la Misa que ha celebrado en la Plaza de San Pedro, Francisco ha querido recordar los "muchos de nuestros hermanos y hermanas que hoy sufren como Cristo". Jesús está hoy con las víctimas de guerras, terrorismo, tráfico de armas, dramas familiares y enfermedades, ha dicho el Papa: no en las fotografías o vídeos que circulan en Internet.
La celebración empieza con una procesión de palmas que se torna alrededor del monolito de la Plaza de San Pedro ante un numeroso público en un día soleado en Roma. Numerosos jóvenes de varios países desfilan entre los ministros sagrados de la liturgia.
Aparece el Papa entre los sacerdotes, obispos y cardenales que se hacen presente en el acto, vestidos todos en el rojo de la sangre de Cristo. El Papa llega no en el Papamóvil sino caminando con un báculo de madera regalado por presos de una cárcel italiana.
"Esta asamblea litúrgica es preludio a la Pascua del Señor para la que nos estamos preparando que se centra en Jerusalén", empieza diciendo el Papa bajo el obelisco, "para dar fe de su muerte y resurrección". "Acompañamos con fe a nuestro Salvador para ser participes de su resurrección, y para alcanzar la Jerusalén del cielo".
Lectura del Evangelio, Mateo 21,1-11. "La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino. Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba: '¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!'".
Bendecidos los ramos, la procesión avanza hacia el altar de la Plaza, entre las emotivas estrofas del canto llano. El ambiente se hace solemne en el quinto Domingo de Ramos del Papa "del fin del mundo". Silencio en la Plaza salvo por los sonidos del órgano y de las trompetas. "A Cristo Rey, gloria y honor a ti", canta el coro.
El Papa, ya llegado al altar, inciensa la estatua de la Madonna y el niño. Lectura del libro de Isaías, 50,4-7, en español. "El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado".
El Salmo 21, cantado al acompañamiento de un piano y oboe lastimeros. La antífona, la pregunta de Jesús en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" "Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme".
Lectura de la carta de San Pablo a los Filipenses (2,6-11), leída en inglés. "Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz".
El Papa bendice a los diáconos que representarán el Evangelio del día, la Pasión del Señor entera en la versión de Mateo (26,14-27,66). "Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar", dice Jesús. Los discípulos, consternados, se ponen a preguntarle uno tras otro: "¿Soy yo acaso, Señor?"
"¿Soy yo acaso, Maestro?", pregunta Judas. Jesús responde: "Tú lo has dicho".
El relato de la Última Cena y la retirada al Monte de los Olivos. "Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: 'Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño'. Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea".
La lectura de la Pasión de Cristo: "Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres".
"Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega". Vienen Judas y los soldados para arrestar a Jesús. "¿Habéis salido a detenerme con espadas y palos, como a un ladrón? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis".
Llegan hasta el palacio de Caifás, con Pedro, a escondidas, detrás de ellos. "Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios", dice el sumo sacerdote. Y Jesús: "Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo". Respuesta por la que lo sentencian a muerte.
Pedro se da cuenta de su traición, y Judas también: el Iscariote devuelve las monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, y dice "He pecado, he entregado a la muerte a un inocente". Se marcha y se ahorca.
Jesús es llevado ante Pilato. "¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?" La multitud exige el indulto del primero, y la crucifixión del segundo. Pilato se lava las manos ante su voto: "Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!".
Los soldados torturan a su preso y lo llevan a crucificar. Llegan al Gólgota y lo levantan en la cruz, con el letrero: "Éste es Jesús, el rey de los judíos". A media tarde, el grito desesperado: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Otro grito fuerte y exhale el espíritu, y al escucharlo la asamblea se arrodilla y hace una pausa en la lectura.
El velo del templo se rasga en dos; la tierra tiembla; las rocas se rajan. Las tumbas se abren, y muchos muertos resucitan. "Realmente éste era Hijo de Dios", dice el centurion.
José de Arimatea toma cargo del cadáver y lo deposita en un sepulcro nuevo excavado en la roca. Las Marías se quedan mirándolo. Pilato manda una guardia que lo vigila, y colocan la piedra ante su entrada.
La homilía del Papa
"Esta celebración tiene un doble sabor", empieza diciendo el Papa en su homilía: "dulce y amargo, alegre y doloroso". Hoy el Señor entra en Jerusalén como un rey, explica, mientras a la vez leemos el relato entero de su Pasión. Jesús se regocija con sus amigos, mientras le pesa el corazón por lo que sabe acontecerá.
Entusiasmo de la multitud en la procesión de Cristo sobre el burrito, así pues, "y podemos imaginarnos con razón cómo los jóvenes de la ciudad se dejaron contagiar por este ambiente", dice Francisco. El Papa observa que a los fariseos escandalizados por el cortejo el Señor les responde: "Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras".
"Jesús no es un iluso que siembra falsas ilusiones, un profeta "new age", un vendedor de humo", explica el Papa. "Todo lo contrario: es un Mesías bien definido... el gran paciente del dolor humano".
Pensemos, así pues, anima el pontífice, no solo en los festejos sino también en el sufrimiento que va a venir. "Pensamos en las calumnias, ultrajes, engaños, traiciones, abandono, el juicio inicuo, golpes, azotes, la corona de espinas... hasta la crucifixión".
"Cristo nunca prometió honores y triunfos", recuerda el obispo de Roma. "Siempre advirtió a sus amigos... que la victoria final pasaría a través de la pasión y de la cruz". "Lo mismo vale para nosotros", advierte Francisco: "Para seguir fielmente a Jesús, pedimos la gracia de hacerlo no de palabra sino con los hechos, y de llevar nuestra cruz con paciencia".
"Jesús no nos pide que lo contemplemos sólo en los cuadros o en las fotografías, o incluso en los vídeos que circulan por la red", continúa. Cristo está más bien por encontrarse en los hermanos y hermanas que sufren en el mundo: esclavos, víctimas de dramas familiares, enfermos. "Hombres y mujeres engañados", evoca el Papa, "pisoteados en su dignidad, descartados...". "Jesús está en ellos, en cada uno de ellos", afirma -las víctimas de guerra, terrorismo y el tráfico de armas, "y con ese rostro desfigurado, con esa voz rota pide que se le mire, que se le reconozca, que se le ame".
"No tenemos otro Señor fuera de Él", concluye Francisco. "Jesús, humilde Rey de justicia, de misericordia y de paz.
Texto completo de la homilía del Papa Francisco
Esta celebración tiene como un doble sabor, dulce y amargo, es alegre y dolorosa, porque en ella celebramos la entrada del Señor en Jerusalén, aclamado por sus discípulos como rey, al mismo tiempo que se proclama solemnemente el relato del Evangelio sobre su pasión. Por eso nuestro corazón siente ese doloroso contraste y experimenta en cierta medida lo que Jesús sintió en su corazón en ese día, el día en que se regocijó con sus amigos y lloró sobre Jerusalén.
Desde hace 32 años la dimensión gozosa de este domingo se ha enriquecido con la fiesta de los jóvenes: La Jornada Mundial de la Juventud, que este año se celebra en ámbito diocesano, pero que en esta plaza vivirá dentro de poco un momento intenso, de horizontes abiertos, cuando los jóvenes de Cracovia entreguen la Cruz a los jóvenes de Panamá.
El Evangelio que se ha proclamado antes de la procesión (cf. Mt 21,1-11) describe a Jesús bajando del monte de los Olivos montado en una borrica, que nadie había montado nunca; se hace hincapié en el entusiasmo de los discípulos, que acompañan al Maestro con aclamaciones festivas; y podemos imaginarnos con razón cómo los muchachos y jóvenes de la ciudad se dejaron contagiar de este ambiente, uniéndose al cortejo con sus gritos. Jesús mismo ve en esta alegre bienvenida una fuerza irresistible querida por Dios, y a los fariseos escandalizados les responde: «Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras» (Lc 19,40).
Pero este Jesús, que justamente según las Escrituras entra de esa manera en la Ciudad Santa, no es un iluso que siembra falsas ilusiones, un profeta «new age», un vendedor de humo, todo lo contrario: es un Mesías bien definido, con la fisonomía concreta del siervo, el siervo de Dios y del hombre que va a la pasión; es el gran Paciente del dolor humano.
Así, al mismo tiempo que también nosotros festejamos a nuestro Rey, pensamos en el sufrimiento que Él tendrá que sufrir en esta Semana. Pensamos en las calumnias, los ultrajes, los engaños, las traiciones, el abandono, el juicio inicuo, los golpes, los azotes, la corona de espinas... y en definitiva al vía crucis, hasta la crucifixión.
Él lo dijo claramente a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga» (Mt 16,24). Él nunca prometió honores y triunfos. Los Evangelios son muy claros. Siempre advirtió a sus amigos que el camino era ese, y que la victoria final pasaría a través de la pasión y de la cruz. Y lo mismo vale para nosotros. Para seguir fielmente a Jesús, pedimos la gracia de hacerlo no de palabra sino con los hechos, y de llevar nuestra cruz con paciencia, de no rechazarla, ni deshacerse de ella, sino que, mirándolo a Él, aceptémosla y llevémosla día a día.
Y este Jesús, que acepta que lo aclamen aun sabiendo que le espera el «crucifige», no nos pide que lo contemplemos sólo en los cuadros o en las fotografías, o incluso en los vídeos que circulan por la red. No. Él está presente en muchos de nuestros hermanos y hermanas que hoy, hoy sufren como Él, sufren a causa de un trabajo esclavo, sufren por los dramas familiares, por las enfermedades... Sufren a causa de la guerra y el terrorismo, por culpa de los intereses que mueven las armas y dañan con ellas. Hombres y mujeres engañados, pisoteados en su dignidad, descartados.... Jesús está en ellos, en cada uno de ellos, y con ese rostro desfigurado, con esa voz rota pide que se le mire, que se le reconozca, que se le ame.
No es otro Jesús: es el mismo que entró en Jerusalén en medio de un ondear de ramos de palmas y de olivos. Es el mismo que fue clavado en la cruz y murió entre dos malhechores. No tenemos otro Señor fuera de Él: Jesús, humilde Rey de justicia, de misericordia y de paz.