Soportó nuestros sufrimientos

Evangelio según San Juan 13,21-33.36-38. 

Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería. Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere". El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?". Jesús le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato". Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer". Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche. Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'. Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?". Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás". Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti". 

Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces". 

Santa Gema Galgani

Sus 25 años de vida estuvieron marcados en su mayoría por fenómenos místicos ante los cuales hubo disparidades, incomprensiones y numerosos desprecios. Nació en Borgonuovo de Capannori, Italia el 12 marzo de 1878. Era la cuarta de ocho hermanos y la primera niña que alegraba el hogar. Su madre no quería bautizarla con el nombre de Gemma, que fue sugerido por un tío de la pequeña, porque en el martirologio no existían ascendentes de ninguna mujer canonizada que se hubiera llamado así. El párroco Olivio Dinelli con inspirado juicio alegó: «Muchas gemas hay en el cielo; esperemos que también ella sea un día otra Gemma del paraíso». Cuando tenía un mes de vida la familia se trasladó a Lucca, donde la santa pasó el resto de su existencia. A los 4 años oraba tiernamente a María, amor que le inculcó Aurelia, su madre, junto a la devoción por Jesús crucificado: «De lo primero que me acuerdo es que mi mamá, cuando o era pequeñita, acostumbraba a tomarme a menudo en brazos y, llorando... me enseñaba un crucifijo y me decía que había muerto en la Cruz por los hombres». La catequesis materna dio sus frutos sembrando en el corazón de Gemma una pasión desbordante por Cristo: «Jesús; yo quiero llegar con mi voz hasta los últimos confines del universo para alcanzar a todos los pecadores y gritarles que entren todos dentro de tu Corazón». Intuyendo Aurelia su inminente muerte, quiso que preparasen a la niña para la confirmación. Y mientras la recibía entendió que Jesús le pedía el sacrificio de verse privada de su madre.

Aurelia murió el 17 de septiembre de 1885 a los 39 años. Gemma tenía 7 y se refugió en la Virgen: «Al perder a mi madre terrena me entregué a la Madre del cielo. Postrada ante su imagen, le dije: ‘¡María!, ya no tengo madre en la tierra; se tú desde el cielo mi Madre’». Por fortuna, tuvo la certeza de que Ella le amparaba porque su personal calvario no había hecho más que empezar. A los 9 años inició sus estudios en el colegio de Santa Zita fundado por la beata Elena Guerra. Por esa época, al conocer la Pasión de Cristo sintió un dolor que le desgarraba por dentro acompañado de fiebre alta. El 17 de junio de 1887, festividad del Sagrado Corazón, determinó ser religiosa, sentimiento unido a «un ardiente anhelo de padecer y de ayudar a Jesús a sobrellevar la cruz». Se cumpliría con creces este deseo.

En 1894 pereció Gino, el primogénito de la familia, al que ella amaba de forma singular. En 1896 fue intervenida de una lesión en el pie, que se efectuó sin anestesia, debiendo soportar inmenso dolor, y el 25 de diciembre de ese año privadamente consagró a Dios su castidad. En 1897 falleció su padre Enrico, que había sido farmacéutico, y con su deceso llegó un periodo de sinsabores al hogar de los Galgani. Perdieron todo y los hermanos se separaron. Gemma fue acogida por unos tíos y pasó por un breve y convulso periodo. Relegó las prácticas religiosas y las reemplazó por diversiones. Pero el sufrimiento la perseguía. Y sin darle apenas tregua a los 20 años se le presentó una osteítis en las vértebras lumbares que la dejó imposibilitada para caminar. Los dolores en la cabeza eran insoportables, la enfermedad avanzaba y los médicos la desahuciaron. Aunque se había propuesto llevar la cruz, no ocultó su contrariedad: «le dije a Jesús que no rezaría más si no me curaba. Y le pregunté qué pretendía teniéndome asíEl ángel de la guarda me respondió: ‘Si Jesús te aflige en el cuerpo es para purificarte cada vez más en el espíritu’». Sanó con la mediación de santa Margarita María Alacoque. La cortejaron dos caballeros que se prendaron de su belleza, pero no tuvieron nada que hacer. Dios era su único dueño. En los círculos del vecindario la conocían como «la jovencita de la gracia».

El año 1899 fue crucial. El 8 de junio se le manifestaron por vez primera los estigmas de la Pasión. Serían ostensibles en numerosas ocasiones cuando oraba, momento en que sudaba sangre. Meses más tarde, en el transcurso de una misión, conoció a los padres pasionistas. Entonces sintió que Cristo le decía: «Tu serás una hija predilecta de mi Corazón». Estos religiosos la condujeron a la familia Gianni, cuya ayuda fue decisiva para afrontar lo que iba a sobrevenirle. Había caído en sus manos la vida de san Gabriel de la Dolorosa, escrita por el P. Germán de San Estanislao, C.P., que sería su director espiritual, y a partir de entonces su vida dio un giro radical. Las visiones, éxtasis y vaticinios comenzaron a sucederse mientras su salud empeoraba. Su virtud traspasaba la morada y los hechos inexplicables formaban parte de su día a día. Los estigmas invariablemente se le reproducían del jueves al viernes. Para que no viesen sus llagas usaba guantes negros y se ataviaba con un discreto vestido del mismo color. Aún así, no pudo evitar que estos favores saltaran a la calle. Y la misma gente que antes la admiró, se burlaba de ella y la tildaban de histérica y farsante. También el obispo Mons. Volpi, que fue su confesor, tuvo sus dudas. Paralelamente, los científicos no hallaban explicación a los hechos que le acontecían. El P. Germán la sostuvo espiritualmente ante la exigencia de pruebas y el arrecio de las dificultades. Gemma sobrellevaba su dolor en silencio. Por su mediación, se obraban grandes conversiones. Con todo, en su trayectoria espiritual hubo muchas incursiones violentas del diablo. En 1901 su director le indicó que redactase su biografía: «El cuaderno de mis pecados». En ella se percibe su profundo sentido victimal: se había ofrendado en holocausto por los pecadores. Instada por Cristo a fundar un monasterio para los pasionistas en Lucca, en 1901 enfermó gravemente. En el último periodo de su vida la oscuridad y la angustia por sus pecados le pesaron como una losa. Murió el Sábado Santo, 11 de abril de 1903, en medio de espantosos dolores que ofreció con carácter expiatorio. Ese año Pío X autorizó la erección del monasterio. Pío XI la beatificó el 14 de mayo de 1933. Pío XII la canonizó el 2 de mayo de 1940

Oración compuesta por Santa Gemma

Aquí me tenéis postrada a vuestros Pies Santísimos, mi querido Jesús, para manifestaros en cada instantemi reconocimiento y gratitud por tantos y tan continuos favores como me habéis otorgado y que todavía queréis concederme. Cuántas veces os he invocado, ¡oh Jesús!, me habéis dejado siempre satisfecha; he recurrido a menudo a vos, y siempre me habéis consolado .¿Cómo podré expresaros mis sentimientos amado Jesús? Os doy gracias ... pero otra gracia quiero de Vos. ¡Oh, Dios mío! , si es de vuestro agrado ...(Aquí se manifiesta la gracia que se desea conseguir). Si no fuerais Todopoderoso no os haría esta súplica.¡Oh Jesús!, tened piedad de mí. Hágase en todvuestraantísima Voluntad. Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

San León Magno (¿-c. 461), papa y doctor de la Iglesia Sermón 3 sobre la Pasión, 4-5; PL 54, 320-321

“Soportó nuestros sufrimientos” (Is 53,4)

El Señor se revistió de nuestra debilidad para recubrir nuestra inconstancia con la firmeza de su fuerza. Vino del cielo a este mundo como un mercader rico y bienhechor y, por un admirable intercambio concluyó un negocio: tomando lo que era nuestro, nos concedió lo que era suyo; por lo que era nuestra vergüenza, dio su honor, por los dolores la curación, por la muerte la vida… 

El santo apóstol Pedro fue el primero en hacer la experiencia de cuán  provechosa ha sido para los creyentes esta humildad. Sacudido por la violenta tempestad de su turbación, volvió en sí por este brusco cambio, y recuperó su fuerza. Encontró el remedio en el ejemplo del Señor… En efecto, el siervo “no podía ser mayor que su señor, ni el discípulo que su maestro” (Mt 10,24), y no hubiera podido vencer el estremecimiento de la fragilidad humana si el vencedor de la muerte no se hubiera estremecido primero. El Señor, pues, miró a Pedro (Lc 22,61); ante las calumnias de los sacerdotes, las mentiras de los testimonios, las injurias de los que le golpeaban y abofeteaban, encontró a su discípulo sacudido con la misma mirada que anteriormente había visto su turbación. La Verdad lo penetró con su mirada, justo allí donde su corazón tenía necesidad de curación. Fue como si la voz del Señor se hubiera hecho oír para decirle: “¿Dónde vas, Pedro? ¿Por qué te retraes dentro de ti mismo? Vuelve a mí, confía en mí y sígueme. Ahora es el tiempo de mi Pasión, la hora de tu suplicio no ha llegado todavía. ¿Por qué temer ahora? También tú superarás la prueba. No dejes que te desconcierte la debilidad que he tomado sobre mí. Es por lo que yohe tomado de ti que he temblado, pero

Señor, ¿quién es?
San Juan 13, 21-33. 36-38. Martes Santo

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Permíteme, Señor, recostarme en tu pecho. Haz más fuerte mi amor por Ti, para que pueda acompañarte en el momento de la cruz. Tú, Señor, eres mi fortaleza, mi refugio, mi seguridad, mi salvación. Tú eres el mejor Amigo, el Amigo que nunca falla. ¡Jesús, en Ti confío!

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Leer el Evangelio cambia drásticamente si nos damos por aludidos. ¿Y si estuviera yo mismo en esta cena con Jesús? ¿Y si su voz se dirigiera realmente a mí?

"Uno de ustedes me va a entregar". ¿Quién es? Detengámonos un momento antes de decir "Judas Iscariote". ¿Quién es Judas? Uno de los apóstoles, es decir uno de los seguidores de Cristo, es decir uno como Pedro o Juan, es decir uno como yo. ¡Uno como yo! Y es que ninguno de nosotros está exento del pecado. Aquí está lo dramático de la escena: uno de sus amigos lo traiciona. Que podría ser yo, que podría ser Pedro, o cualquier otro discípulo. Cualquiera puede fallar a esta amistad en un momento o en otro, somos humanos y somos débiles. Por eso es tan importante pedir a Dios la fuerza para ser fieles. "Velen y oren, para no caer en tentación".

Ahora, fijémonos en otro evento de la cena. Detrás del dramatismo y la tristeza del momento se esconde una perla: "uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha".

¿Quién es Juan? "Uno de ellos", es decir uno de los apóstoles, es decir… Puedo ser yo mismo, apoyarme sobre el pecho de Cristo. Y, más aún, ¡yo mismo soy, realmente, aquel discípulo! "…Al que Jesús tanto amaba…". Dentro de pocos días vamos a conmemorar la expresión más grande de este amor: Cristo murió por mí, me ama tanto que da su vida para salvarme del pecado. Así, la misericordia de Dios es tan real como mi pecado.

A veces es bueno sentirse aludido ante las palabras de Jesús. Pero siempre, siempre, es bueno recordar que realmente estoy siendo aludido por los hechos de Cristo: su pasión, su muerte y su resurrección.

Eran pecadores, ¡todos! Los doce eran pecadores. "¡No, Padre, solamente Judas!". No, pobrecillo... Nosotros no sabemos qué ha sucedido después de su muerte, porque la misericordia de Dios está también en el momento. Pero todos eran pecadores, todos. Envidiosos, tenían celos entre ellos: "No, yo tengo que ocupar el primer lugar y tú el segundo..."; y dos de ellos hablan con la madre para que vaya a hablar con Jesús y que les dé el primer lugar a sus hijos... Eran así, con todos los pecados. También eran traidores, porque cuando Jesús fue capturado, todos se escaparon, llenos de miedo; se escondieron: tenían miedo. Y Pedro, que sabía que era el jefe, sintió la necesidad de acercarse un poco a ver qué sucedía; y cuando la asistenta del sacerdote dijo: "Pero tú también eres...", dijo: "¡No, no, no!". Renegó de Jesús, traicionó a Jesús. ¡Pedro! El primer Papa. Traicionó a Jesús. ¡Y estos son los testigos! Sí, porque eran testigos de la salvación que Jesús lleva, y todos, por esta salvación se han convertido, se han dejado salvar.

(Homilía de S.S. Francisco, 15 de enero de 2017).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy acompañaré a Cristo Eucaristía en alguna iglesia, dándole gracias por su sacrificio redentor y pidiéndole la fuerza para ser fiel a su amistad.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La Pasión de Cristo explicada por un médico fisiólogo

Cómo fueron los dolores y sufrimientos que Jesús padeció durante las horas de su Pasión y Muerte.

Por: Santiago Santidrian | Fuente: Primeros Cristianos 

Con motivo de la Semana Santa vamos a publicar una serie de artículos en los que el doctor Santiago Santidrian (Catedrático de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra) nos explica desde el punto de vista fisiológico cómo fueron los dolores y sufrimientos que Jesús padeció durante las horas de su Pasión y Muerte.

Las descripciones de estos padecimientos están relatadas con sobriedad y sin exageraciones,  pero a la vez con la crudeza que tuvieron. Pensamos que pueden ayudar a revivir la Pasión personalmente y comprender más a fondocómo fueron esos sufrimientos.

La conclusión es que la naturaleza humana de Cristo era de una fortaleza tremenda para aguantar lo que aguantó.

Hoy es un buen día para pedirle perdón por nuestras ofensas

Martes santo. Acompañar a Jesús con nuestra contrición y la búsqueda de la conversión.

Por: Card. James Francis Stafford | Fuente: www.la-oracion.com 

Hoy es un día que podemos recordar cuando Jesús anuncia la traición de Judas. Acompañar a Jesús con nuestra contrición, con nuestra búsqueda de la conversión. Un buen día para pedirle perdón por nuestras ofensas, de hacer un buen examen de conciencia de nuestras traiciones grandes o pequeñas y de acudir al sacramento de la reconciliación.

A continuación presentamos una propuesta de examen de conciencia del Cardenal Stafford que puede servirte de apoyo en tu meditación de hoy.

Un examen de conciencia

“Al invitar a un examen de conciencia, la Iglesia sugiere ayudarse del Sermón de la montaña. Las palabras de Jesús son el texto representativo de la nueva Ley. La cruz es la imagen fundamental del discurso. El cuerpo desgarrado de Jesús es la luz que no fue derrotada por las tinieblas. La oscuridad del pecado nunca podrá suprimir la luz de la misericordia divina. Los penitentes disipan la oscuridad gracias a una confesión sincera de sus pecados.
Para que profundicéis vuestra compunción os propongo el siguiente examen:

¿Renuncio al orgullo, la envidia y la ambición, para seguir el camino de humildad de Jesús? ¿Soy dócil y abierto a la palabra de Dios? ¿Estoy dispuesto a dejarme juzgar por ella, en vez de juzgarla yo a ella? ¿Paso demasiado tiempo leyendo periódicos y revistas, viendo la televisión y navegando por internet? ¿Cuánto tiempo dedico a la meditación y a la lectura de la sagrada Escritura?

¿Soy pobre de espíritu? ¿He puesto mi felicidad en poseer bienes materiales? ¿He animado a los que dudaban o erraban a seguir lo verdadero y lo bueno?

¿He tenido la humildad de invocar la venida del reino de Dios y de no resistirme a ella?
¿He sentido hambre y sed de justicia?
¿He sido misericordioso, perdonando las ofensas de los demás?
¿He sido puro de corazón o he caído en la tentación dela doblez?
¿Me he esforzado por llevar la paz, actuando como auténtico hijo de Dios?
¿He recibido las cosas buenas como dones de Dios con profundo sentido de gratitud? ¿He aceptado con paciencia las cosas malas que me han pasado?
¿He practicado la justicia, que regula mis relaciones con los demás y tiene como finalidad la instauración de la paz?

En mi trabajo y en el desempeño de mis responsabilidades civiles y políticas, ¿he reconocido que la perfección de todas las bienaventuranzas reside en la aceptación de la persecución por el bien del reino de Dios?

¿He seguido los preceptos de la nueva justicia que Jesús menciona después de las bienaventuranzas, es decir, los preceptos del ayuno, la oración y el perdón?

Reunidos en torno a la tumba del apóstol san Pedro, recordemos que su amor a Jesús fue el motivo por el cual lloró, arrepentido, y decidió obedecer sus mandamientos. También los penitentes deberían esforzarse por cumplir los mandamientos sólo por amor. Basta para ello la revelación del corazón traspasado de Jesús. (...) Nada es necesario, excepto el amor de Jesús. Todo lo demás es consecuencia.”

CELEBRACIÓN PENITENCIAL: FRAGMENTO DE HOMILÍA DEL CARD. JAMES FRANCIS STAFFORD EN EL ALTAR DE LA CONFESIÓN DE LA BASÍLICA VATICANA, Martes Santo, 11 de abril de 2006. Texto completo

Martes Santo: El Vía Crucis de las mujeres en Vivero
Lugo, Galicia


Las mujeres realizan las catorce estaciones de penitencia acompañando los pasos del Cristo de la Vera Cruz y María al Pie de la Cruz

Por: Redacción | Fuente: www.semanasantaviveiro.com 

En Vivero (Lugo), hace camino el Vía Crucis Procesional de mujeres, en el que las mujeres realizan las catorce estaciones de penitencia, desde la iglesia de San Francisco, acompañando los pasos del Cristo de la Vera Cruz y María al Pie de la Cruz.

El Vía Crucis, organizado por la Hermandad de la Santa Cruz, tiene lugar en la tarde-noche del Martes Santo.

Hace años se celebraba en la Iglesia Parroquial de San Francisco. Posteriormente transcurría por los claustros, y desde el año 2003 con motivo del 50 ANIVERSARIO de la Hermandad se viene desarrollando por las calles de Viveiro.

Como característica más importante es necesario destacar que se trata de un acto interparroquial, de ahí que vaya presidido por los Párrocos de San Francisco y Santa María.

En el deseo de que en él participen todas las mujeres, una de las estaciones tiene lugar en el Claustro del Convento de las Monjas Concepcionistas.

Lleva el Cristo de la Vera Cruz (S.XV), antigua cofradía cuyo legado pertenece a la Venerable Orden Tercera, hermosa imagen que nos ceden para la ocasión.

Otra de las estaciones transcurre en el interior de la iglesia de Sta. María, recogiendo en la misma, la imagen de María al Pie de la Cruz (1908). Desde allí se traslada a la iglesia de S. Francisco, para su participación en la procesión de la Pasión la noche del Viernes Santo.

Al finalizar dicho Vía Crucis, cuya última estación tiene lugar en el interior de la iglesia de San Francisco, todas las mujeres cantan la Salve Popular ante la imagen de María al Pie de La Cruz.

Hermandad de la Santa Cruz
La Hermandad de Mujeres de la Santa Cruz es una Hermandad constituida exclusivamente por mujeres en 1953, y así se mantiene en la actualidad.

Organiza el Vía Crucis de mujeres en la noche del Martes Santo, con el paso del Cristo de la Vera Cruz (S.XV), cedido por la Venerable Orden Tercera.

Participa en la Procesión de la Pasión, con el paso de María al Pie de la Cruz (1908), cedida para la ocasión por la Ilustre Cofradía del Santísimo Rosario.

Organiza la Procesión de La Esperanza de la Resurrección, con su nuevo paso, La Virgen de la Esperanza (2010).

Realiza otras actividades a lo lago del año, como el adorno floral de alfombras para la Procesión del Corpus Christi.

Está inscrita como entidad de Voluntariado para, a través del mismo, poder colaborar en buenas obras.

«Si María acompañó a su hijo durante toda su vida, lo acompañó hasta la Cruz. Allí estuvo de pie, y con su sufrimiento nos engendró a nosotros. Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas palabras: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’  (Jn 19, 26-27). Al pie de la Cruz, María es la imagen de la fidelidad en el seguimiento a Cristo convirtiéndose en madre de todos aquellos a quienes su muerte les engendra la vida. Al ser proclamada Madre del Discípulo Amado, anuncia una vez más a la Iglesia Madre de todos los Cristianos.»

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