“El Señor trabajaba con ellos y confirmaba la Palabra”
- 25 Abril 2017
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Evangelio según San Marcos 16,15-20.
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación." El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán". Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.
San Bruno de Segni (c. 1045-1123), obispo
Comentario al Evangelio de Marcos
“El Señor trabajaba con ellos y confirmaba la Palabra”
El Señor le dijo a los Once: “Estas señales acompañarán a los que crean: en mi Nombre, echarán demonios; hablarán un nuevo lenguaje; tomarán a las serpientes con las manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño; le impondrán sus manos a los enfermos, y los enfermos recuperarán la salud”. En la Iglesia primitiva, todos estos signos que el Señor enumera, no solo los apóstoles, sino también muchos otros santos los cumplieron al pie de la letra. Los paganos no habrían abandonado el culto a los ídolos si la predicación evangélica no hubiera sido confirmada por tantos signos y milagros. De hecho, ¿no eran los discípulos de Cristo los que predicaban a “un Mesías crucificado, escándalo para los judíos y locura de los paganos”, según la expresión de san Pablo? (1Co 1,23)...
Pero en cuanto a nosotros, ya no necesitamos signos y prodigios: nos basta leer o escuchar la historia de los que estuvieron allí. Porque nosotros creemos en el Evangelio, creemos en lo que cuentan las Escrituras.
No obstante, aún se producen señales todos los días; y si realmente queremos prestar atención, reconoceremos que tal vez éstas tienen más valor que los milagros materiales de otros tiempos.
Cada día los sacerdotes dan el bautismo y hacen llamadas a la conversión: ¿no es eso cazar a los demonios? Cada día hablan un lenguaje nuevo cuando explican las santas Escrituras y reemplazan los antiguos escritos con la novedad del sentido espiritual. Hace huir a las serpientes, cuando quitan lo que une a los corazones de los pecadores con el vicio, por una dulce persuasión...; curan a los enfermos cuando reconcilian a Dios con sus almas inválidas por medio de sus plegarias. Tales eran los signos que el Señor había prometido para sus santos: tales son los que se realizan aún hoy en dí
San Giovanni Piamarta
Giovanni Battista Piamarta (1841-1913), sacerdote italiano, fundador de las congregaciones de la Santa Familia de Nazareth y de las humildes siervas del Señor.
Nació en Brescia, el 26 de noviembre de 1841 de una familia pobre. Es una de las personalidades de relieve de mitad del siglo XIX en Italia. Huérfano de madre a los nueve años, creció vivaz en los callejones de los barrios populares de la ciudad, encontrando un apoyo educativo en su abuelo materno y en el oratorio [actividades para niños y jóvenes en las parroquias sobre el modelo creado por don Bosco] que afinan su sensibilidad y su extraordinaria generosidad; su adolescencia fue difícil y gracias al párroco de Vallio Terme (Bs) pudo entrar en el seminario diocesano. Ordenado sacerdote en 1865, inicia su ministerio sacerdotal en Carzago Riviera, Bedizzole; luego en la parroquia de Sant’Alessandro en la ciudad y párroco de Pavone del Mella. Las primeras experiencias oratorianas son para el una valiosa posibilidad para conocer de cerca a la juventud que tiene que afrontar el duro ambiente de las fábricas de la naciente industria bresciana. En trece años de fecundo apostolado recoge resultados admirables y el respeto de sus muchachos. El secreto de su "éxito" era sencillo: la fuerza de la oración: “Si yo no hiciera dos o tres horas de oración cada mañana, no podría llevar el peso que el buen Dios me ha impuesto”, contaba incansable.
Deja la parroquia de Pavone del Mella para volver a Brescia y dedicarse a una obra pensada y soñada: dar a los jóvenes una segura preparación profesional y cristiana. Reflexionando sobre el bandono espiritual y la pérdida de la fe de muchos jóvenes que llegaban a la ciudad por motivos laborales, pobrísimo pero confiado en la providencia, pone en marcha el Instituto Artesanal, el 3 de diciembre de 1886, con la ayuda del sacerdote Pietro Capretti.
La obra se multpiplica y los jóvenes reciben una buena preparación técnica. Luego, dirige su atenciçon al mundo de la agricultura y crea, cone el padre Giovanni Bonsignori la Colonia Agrícola de Remedello (Brescia). Pronto sugen persoas que quieren compartir su carisma y, en marzo de 1900 instituye una famiglia religiosa, de sacerdotes y laicos. Funda la congregación Sagrada Familia de Nazareth, presente, junto a otra congrecaión por el fundada, las Humildes iervas del señor, en varios continentes.
El padre Piamarta murió el 25 de abril de 1913, en Remedello. En 1926 sus restos fueron trasladados a la iglesia del instituto construida por el; Su fiesta litúrgica es el 26 de abril.
Marcos, Santo Memoria Litúrgica, 25 de abril
Evangelista
Martirologio Romano: Fiesta de san Marcos, evangelista, que primero acompañó en Jerusalén a san Pablo en su apostolado, y después siguió los pasos de san Pedro, quien lo llamó su hijo. Es tradición que en Roma recogió en su Evangelio la catequesis de Pedro a los romanos y que fue él quien instituyó la Iglesia de Alejandría, en el actual Egipto. († c.68)
Etimológicamente: Marco = Aquel que es recio como un martillo, o nombre relativo al dios Marte, es de origen latino
Breve Biografía
Patrón de los abogados, notarios, artistas de vitrales, cautivos, de Egipto, Venecia, contra la impenitencia y las picadas de insectos.
San Marcos es judío de Jerusalén, acompañó a San Pablo y a Bernabé, su primo, a Antioquia en el primer viaje misionero de estos (Hechos 12, 25); también acompañó a Pablo a Roma. Se separó de ellos en Perga y regresó a su casa. (Hechos 13,13). No sabemos las razones de esa separación pero si sabemos que causó una separación posterior entre San Pablo y Bernabé, cuando San Pablo rehusó aceptar a San Marcos. Bernabé se enojó tanto que rompió su asociación misionera con San Pablo y se fue a Chipre con Marcos (Hechos 15,36-39). Años mas tarde San Pablo y San Marcos volvieron a unirse en un viaje misionero.
Fue discípulo de San Pedro e intérprete del mismo en su Evangelio, el segundo Evangelio canónico (el primero en escribirse). San Marcos escribió en griego con palabras sencillas y fuertes. Por su terminología se entiende que su audiencia era cristiana. Su Evangelio contiene historia y teología. Se debate la fecha en que lo escribió, quizás fue en la década 60-70 AD.
Juntos con Pedro fue a Roma. San Pedro por su parte se refería a San Marcos como "mi hijo" (1P 5,13).
A veces el Nuevo Testamento lo llama Juan Marcos (Hechos 12,12).
Evangelizó y estableció a la Iglesia en Alejandría, fundando allí su famosa escuela cristiana.
Murió mártir aprox. el 25 de abril del 68 AD en Alejandría y sus reliquias están en la famosa catedral de Venecia.
Su símbolo es el león alado. Tanto este símbolo como el de los otros tres evangelistas (Apoc. 4, 7-8), son muy antiguos. De ellos hablan San Jerónimo y San Agustín, explicando que San Marcos, en su primer capítulo, habla de Juan el Bautista en el desierto y el león es el rey del desierto (Mc. 1,3).
En Venecia se veneran, en la preciosa catedral de su mismo nombre, los restos mortales del evangelista, cuyo traslado de Alejandría se remonta al siglo IX.
El Evangelio se escribe con la vida
San Marcos 16,15-20. II Martes de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Permíteme encontrarte, Señor Jesús. Tú, que me has dado una misión en la Iglesia y en la sociedad, dame tu luz para saber qué debo hacer. Concédeme también tu gracia y apoyo para realizar tu voluntad. Gracias, Señor, por haberme llamado a ser tu testigo y confiar en mí. Así sea.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
La oración es un encuentro personal con Cristo. Y hoy le debemos este encuentro a san Marcos. Él pudo acompañar a Pedro y Pablo en sus viajes apostólicos. Escuchó atentamente su anuncio de la Buena Nueva y puso todo en un libro, el Evangelio. San Marcos nos ha dejado un maravilloso testimonio de Jesús. Y dos mil años después seguimos nutriéndonos con lo que escribió.
A nosotros nos toca escribir también un Evangelio para transmitir a las generaciones que vienen; pero no en papel, ni en formato electrónico, sino con la propia vida. Así fue el Evangelio que predicó san Pedro y el resto de los Apóstoles: dejaron su casa en Galilea para estar con el Señor. Tres años después, son testigos de su pasión, muerte y resurrección. Se encontraron así con aquél que es el Camino, la Verdad y la Vida. Y no podían callar este encuentro; a los cincuenta días de la Pascua salieron a las plazas y las calles de Jerusalén para anunciar la salvación que nos trajo Cristo.
Como su maestro, curaron paralíticos, expulsaron demonios, resucitaron muertos. Pero, sobre todo, fundaron la Iglesia, un signo ante el mundo de "un solo corazón y una sola alma" (He 4, 32). Años más tarde, incluso en Roma se hablaba de los cristianos: "Mirad cómo se aman". Como dice el Papa Francisco: "Todos estamos llamados a ser escritores vivos del Evangelio,portadores de la Buena Noticia a todo hombre y mujer de hoy." (Homilía, 3 de abril 2016)
Es tarea personal, sí, pero ¿depende todo de nuestras fuerzas? Ciertamente que no, y por eso le pedimos todos los días, "¡Venga tu Reino!" Nos dice el Evangelio de hoy: "El Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban". Y siempre lo hace, si somos dóciles a su acción.
"Todos estamos llamados a ser escritores vivos del Evangelio, portadores de la Buena Noticia a todo hombre y mujer de hoy. Lo podemos hacer realizando las obras de misericordia corporales y espirituales, que son el estilo de vida del cristiano. Por medio de estos gestos sencillos y fuertes, a veces hasta invisibles, podemos visitar a los necesitados, llevándoles la ternura y el consuelo de Dios. Se sigue así aquello que cumplió Jesús en el día de Pascua, cuando derramó en los corazones de los discípulos temerosos la misericordia del Padre, exhaló sobre ellos el Espíritu Santo que perdona los pecados y da la alegría."
(S.S. Francisco, 3 de abril del 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy daré una limosna para ayudar a los pobres.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Tenemos miedo de las sorpresas de Dios ... Él nos sorprende siempre
¿Estamos cansados, decepcionados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas.
Por: SS Francisco | Fuente: Catholic.net
Queridos hermanos y hermanas
(...) Las mujeres habían seguido a Jesús. Lo habían escuchado, se habían sentido comprendidas en su dignidad, y lo habían acompañado hasta el final, en el Calvario y en el momento en que fue bajado de la cruz.
Podemos imaginar sus sentimientos cuando van a la tumba: una cierta tristeza, la pena porque Jesús les había dejado, había muerto, su historia había terminado. Ahora se volvía a la vida de antes. Pero en las mujeres permanecía el amor, y es el amor a Jesús lo que les impulsa a ir al sepulcro.
Pero, a este punto, sucede algo totalmente inesperado, una vez más, que perturba sus corazones, trastorna sus programas y alterará su vida: ven corrida la piedra del sepulcro, se acercan, y no encuentran el cuerpo del Señor. Esto las deja perplejas, dudosas, llenas de preguntas: «¿Qué es lo que ocurre?», «¿qué sentido tiene todo esto?» (cf. Lc 24,4).
¿Acaso no nos pasa así también a nosotros cuando ocurre algo verdaderamente nuevo respecto a lo de todos los días? Nos quedamos parados, no lo entendemos, no sabemos cómo afrontarlo. A menudo, la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide.
Tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Queridos hermanos y hermanas, en nuestra vida, tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre. Dios es así.
Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él.
(...) las mujeres, encuentran la tumba vacía, el cuerpo de Jesús no está allí, algo nuevo ha sucedido, pero todo esto todavía no queda nada claro: suscita interrogantes, causa perplejidad, pero sin ofrecer una respuesta. Y he aquí dos hombres con vestidos resplandecientes, que dicen: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» (Lc 24,5-6). Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor – el ir al sepulcro –, ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en nuestra historia de la humanidad. Jesús no está muerto, ha resucitado, es el Viviente. No es simplemente que haya vuelto a vivir, sino que es la vida misma, porque es el Hijo de Dios, que es el que vive (cf. Nm 14,21-28; Dt 5,26, Jos 3,10).
Jesús ya no es del pasado, sino que vive en el presente y está proyectado hacia el futuro, Jesús es el «hoy» eterno de Dios.
Así, la novedad de Dios se presenta ante los ojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y le da un rostro menos humano.
Y este es un mensaje para mí, para ti, querida hermana y querido hermano. Cuántas veces tenemos necesidad de que el Amor nos diga: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Los problemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienden a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura..., y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive.
Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la vida!
1. Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: te acogerá con los brazos abiertos.
2. Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado.
3. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere.
(...) Las mujeres se encuentran con la novedad de Dios: Jesús ha resucitado, es el Viviente. Pero ante la tumba vacía y los dos hombres con vestidos resplandecientes, su primera reacción es de temor: estaban «con las caras mirando al suelo» – observa san Lucas –, no tenían ni siquiera valor para mirar. Pero al escuchar el anuncio de la Resurrección, la reciben con fe. Y los dos hombres con vestidos resplandecientes introducen un verbo fundamental: Recordad. «Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea... Y recordaron sus palabras» (Lc 24,6.8).
Esto es la invitación a hacer memoria del encuentro con Jesús, de sus palabras, sus gestos, su vida; este recordar con amor la experiencia con el Maestro, es lo que hace que las mujeres superen todo temor y que lleven la proclamación de la Resurrección a los Apóstoles y a todos los otros (cf. Lc 24,9). Hacer memoria de lo que Dios ha hecho por mí, por nosotros, hacer memoria del camino recorrido; y esto abre el corazón de par en par a la esperanza para el futuro. Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas.
(...) Pidamos al Señor:
1. Que nos haga partícipes de su resurrección: nos abra a su novedad que trasforma, a las sorpresas de Dios, tan bellas;
2. Que nos haga hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historia personal y la del mundo;
3. Que nos haga capaces de sentirlo como el Viviente, vivo y actuando en medio de nosotros;
4. Que nos enseñe cada día, queridos hermanos y hermanas, a no buscar entre los muertos a Aquel que vive.
Fragmento de la Homilía del Papa en la Misa de la Vigilia Pascual Basílica Vaticana. Sábado Santo 30 de marzo de 2013.
Papa Francisco: La fe se basa en hechos concretos.
Homilía pronunciada en la Misa celebrada en la Casa Santa Marta
A veces olvidamos que nuestra fe es concreta: el Verbo se ha hecho carne, no se ha hecho idea: se ha hecho carne
El Papa Francisco retomó la Misa de la mañana en la capilla de la residencia Santa Marta y explicó que la fe se sostiene sobre hechos concretos, como que Dios se hizo carne.
Para su homilía, tomó el relato del encuentro de Nicodemo con Jesús y el testimonio de Pedro y Juan después de la curación del lisiado. Esto es “un hecho concreto”, “lo concreto de la fe” en contraposición a los doctores de la ley que “quieren negociar para llegar a compromisos”, explicó.
Sin embargo, Pedro y Juan “tienen el coraje, tienen la franqueza, la franqueza del Espíritu” que “significa hablar abiertamente, con valentía, la verdad sin compromisos”.
“A veces olvidamos que nuestra fe es concreta: el Verbo se ha hecho carne, no se ha hecho idea: se ha hecho carne. Y cuando recitamos el Credo, decimos todos cosas concretas: ‘Creo en Dios Padre, que ha hecho el cielo y la tierra, creo en Jesucristo que ha nacido, que ha muerto…’ son todo cosas concretas”.
Por eso el Credo no dice ‘creo que debo hacer esto, que tengo que hacer esto otro, que tengo que hacer esto o que las cosas son por esto…’ ¡no! Son cosas concretas. La concreción de la fe que lleva a la franqueza, al testimonio hasta el martirio, que está contra los compromisos o la idealización de la fe”.
Francisco reconoció que a veces la Iglesia ha caído también en una “teología del ‘sí se puede’ o del ‘no se puede”. Y para estos doctores de la ley, el Verbo “no se ha hecho carne, sino que se ha hecho ley: y se debe hacer esto hasta aquí y no más allá”.
“Y así estaban atrapados en esta mentalidad racionalista, que no ha terminado con ellos, ¿eh?, porque en la historia de la Iglesia muchas veces –la Iglesia misma que ha condenado el racionalismo, el iluminismo– después tantas veces ha caído en una teología del ‘sí se puede y no se puede’, ‘hasta aquí, hasta ahí’, y ha olvidado la fuerza, la libertad del Espíritu, este renacer del Espíritu que te da la libertad, la franqueza de la predicación, el anuncio de que Jesucristo es el Señor”.
Por tanto, “pidamos al Señor esta experiencia del Espíritu que va y viene y nos lleva adelante, del Espíritu que nos da la unción de la fe, la unción de la concreción de la fe”.
“El viento sopla donde quiere y escuchas su sonido, pero no sabes de donde viene y a donde va. Así es todo el que nace el Espíritu: siente su voz, sigue el viento, sigue la voz del Espíritu sin saber dónde terminará, porque ha tomado opción por la concreción de la fe y el renacer en el Espíritu”, manifestó el Papa.
“Que el Señor –pidió para concluir– nos dé a todos este Espíritu pascual, de ir sobre los caminos del Espíritu sin compromisos, sin rigidez, sino con la libertad de anunciar a Jesucristo como Él ha venido: haciéndose carne”.
Ocho consejos para lograr un matrimonio a prueba de infidelidades:
Un buen matrimonio es la unión de dos buenos perdonadores.
El matrimonio es nuestro medio de santificación y nuestro camino al Cielo, por lo tanto, ¡merece ser cuidado siempre!
En términos generales y debido al frenético ritmo de vida de hoy en día, el marido y/o la esposa pasan menos tiempo en casa a causa de sus horarios de trabajo.Además, la sociedad actual vive un nivel de hipersexualización a todos los niveles nunca antes vistos.Estos hechos suponen un reto para los matrimonios ante las numerosas tentaciones que se van presentando para ser infiel o para simplemente tirar por la borda el matrimonio.
A todo ello, se suma la convivencia dentro del matrimonio y los roces normales que se producen en el día a día. De este modo, es indispensable reforzar el matrimonio y poner cimientos fuertes para cuando llegue la tempestad. Y la fe es un pilar central así como el esfuerzo de cada uno de los cónyuges para cuidar al otro.
En Catholic Link, Andrés D´Angelo, miembro del Movimiento Apostólico de Schoenstatt y experto en temas de familia, da ocho consejos para logar un matrimonio “a prueba de infidelidades”:
1. Antes de conocernos
¿Cómo voy a cuidar algo que todavía no existe? ¿Cómo se hace para ser fiel a alguien que todavía no conozco? En primer lugar, mediante la oración. ¿Rezas a Nuestra Señora la Purísima para que cuide a tu futuro cónyuge? ¿Rezas para poder reconocerlo o reconocerla cuando se encuentren? ¿Cuidas tus amistades y compañías? ¿Te cuidas tú de tener un comportamiento casto? Todo esto redundará luego en beneficio de nuestra futura relación.
2. El Enamoramiento
¡Desde el primer momento debemos construir una relación fuerte a prueba de infidelidades! Desde la etapa de enamorados o durante el noviazgo. ¿Cómo? Principalmente siendo castos. Esta continencia inicial nos cuidará para amar y para ser amados. Si la relación se vuelve “física” durante esta etapa, lo más probable es que sea solamente eso: una relación física, donde el amor nunca va a poder crecer. Si en cambio dedicamos este tiempo a conocernos en profundidad y a forjar una gran amistad. ¡El matrimonio será una gran aventura juntos!
3. El diálogo
Desde el principio, pero especialmente una vez que comienza la vida conyugal, el diálogo tiene que ser fluido, constante, siempre presente. Y el diálogo no es solamente comunicación, o “pase de información”. El diálogo significa compenetrarse de la realidad del otro, saber qué le gusta, cómo se siente, cómo está, qué necesita, y una vez averiguado todo eso. ¡Ponerlo en práctica! Para dialogar, tiene que haber un encuentro de corazones, y es encuentro tiene que ser radicalmente profundo. Que después de cada diálogo conyugal salgamos siendo mejores que antes.
4. La vida de fe
¿No debería ser el primer punto este? Es que los tres están intrínsecamente ligados. Estamos enamorados, pero deberíamos estarlo en Dios. Dialogamos, pero dialogamos de las cosas de Dios. Cada acto de nuestra vida conyugal está abierto a la trascendencia. En el génesis, cuando Dios crea a la humanidad, dice: «A Imagen de Dios los creó, varón y mujer los creó…». Nuestra vida conyugal tiene que estar fundada sobre la roca, que es Cristo y tener un cemento de unión en una vida de fe profunda. La oración y la frecuencia en los sacramentos son piezas claves de un matrimonio a prueba de infidelidades.
5. La castidad conyugal
La castidad no es solo “aguantar hasta que nos casamos”, durante nuestra vida conyugal las relaciones deben regirse por la castidad conyugal. ¿En qué consiste la castidad conyugal? Dejo la palabra al Papa Francisco: «… Es un amor que no usa al otro por el placer, que hace la vida de la otra persona sacra. “Yo te respeto, no quiero usarte”». En la castidad conyugal, cuidamos del otro como de nosotros mismos y como dice San Pablo: «El lecho conyugal sea inmaculado» (Hb 13,4). Cuidemos de la pureza de nuestras relaciones. No veamos pornografía, cuidemos las miradas a otras personas, tengamos un lenguaje delicado entre nosotros. La sexualidad conyugal no tiene que ser un modo de satisfacer mis deseos, sino de darle a mi cónyuge lo que él o ella necesita.
6. Renovar las promesas
Cada vez que vayamos a una boda, o después de participar juntos de la Eucaristía, ¡tomémonos unos minutos para renovar nuestros votos! Hagamos de la renovación diaria una oración, como recomienda el Papa Francisco. No necesitas tener una ceremonia especial para renovar tu matrimonio (si quieres puedes hacerlo, no tiene nada de malo) pero la idea es que cada acto de sacrificio y amor en el matrimonio, sea ocasión para que en tu interior renueves el deseo de serle fiel a tu esposa/o.
7. La sexualidad
¡Por supuesto que la vida sexual de la pareja previene infidelidades! San Pablo lo dice en la primera carta a los Corintios: «No se nieguen el uno al otro, a no ser de común acuerdo y por algún tiempo, a fin de poder dedicarse con más intensidad a la oración; después vuelvan a vivir como antes, para que Satanás no se aproveche de la incontinencia de ustedes y los tiente» (1 Co, 7, 5).
La sexualidad en el matrimonio no solo está permitida, ¡está recomendada! Santo Tomás de Aquino dice que en la unión sexual de los esposos no hay «ni sombra de pecado». Parafraseando a Chesterton, diría que el secreto para no desear la mujer del prójimo, es desear a nuestra propia esposa. La sexualidad conyugal contribuye a la unión conyugal como ninguna otra cosa en esta tierra lo hace.
8. El perdón
Nuestra relación puede tener sus altibajos. Podremos, en un mal día, tratarnos mal, aun cuando nos amemos muchísimo. Como dije al principio, la convivencia puede hacernos perder el respeto.
Entonces tendremos que perdonarnos. Y pedirnos perdón. En ese orden: estar siempre dispuestos a perdonar primero, y pedirnos perdón en cuanto podamos. Porque un buen matrimonio es la unión de dos buenos perdonadores. Y luego, cuando nos hayamos reconciliado, como hemos ofendido a la hija o el hijo favorito de Dios, ir a pedirle perdón a él de rodillas en el confesionario.
Nuestro matrimonio, ya sea actual o futuro, es lo mejor que vamos a hacer en nuestra vida si estamos llamados a la vocación conyugal. Es nuestro medio de santificación y nuestro camino al Cielo, por lo tanto, ¡merece ser cuidado siempre! Desde antes de comenzarlo hasta que «la muerte nos separe» podremos hacerlo siempre a prueba de infidelidades.
Para evaluar juntos nuestra relación:
¿Renovamos el propósito todos los días? ¿Rezamos por nuestro cónyuge, actual o futuro? ¿Cuidamos ambos la castidad conyugal y la pureza del lecho nupcial? ¿Recibimos la Eucaristía frecuentemente? ¿Pedimos perdón? ¿Nos perdonamos? ¿Rezamos en Familia? Todos estos ingredientes nos va a ayudar a tener siempre un matrimonio fuerte y a prueba de infidelidades.