El pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo
- 04 Mayo 2017
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Evangelio según San Juan 6,44-51.
Jesús dijo a la gente: "Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".
San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre la 1ª carta a los Corintios, nº 24
“El pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”
“Nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan” (1C 10,17). ¿Qué es este pan que comemos? El Cuerpo de Cristo. ¿Qué llegan a ser los que comen de él? El Cuerpo de Cristo; no una multitud sino un mismo Cuerpo. Al igual que el pan, compuesto de tantos granos de trigo, no es más que un único pan en el que los granos desaparecen; al igual que los granos siguen formando el pan pero es imposible distinguirlos dentro de la masa en la que subsisten tan bien unidos, así también nosotros, todos unidos con Cristo no formamos más que un todo. En efecto, un miembro no se nutre de un cuerpo distinto del que se nutre otro miembro del mismo cuerpo, sino que es el mismo Cuerpo el que los nutre a todos. Por esto el apóstol Pablo ha añadido: “Participamos todos de un mismo pan”.
Pues bien, si ahora todos participamos del mismo pan, si todos llegamos a ser el mismo Cristo, ¿por qué no vivimos todos la misma caridad?... Es eso lo que ya demostraban nuestros padres en su tiempo: “en el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo” (Hch 4,32). Ahora no es igual; sino todo lo contrario. Y, sin embargo, hombre, es Cristo quien ha venido a buscarte, a ti que estabas tan lejos de él, para unirse a ti. ¿Y tú no quieres unirte a tu hermano?...
En efecto, no tan sólo nos ha dado su cuerpo, sino que, así como la primera carne, sacada de la tierra, estaba muerta por el pecado, él, por así decirlo, ha introducido en ella otro fermento, su misma carne, de la misma naturaleza que la nuestra pero exenta de todo pecado, llena de vida. El Señor nos la ha dado a compartir a todos para que, alimentados de esta nueva carne, viviendo en comunión los unos con los otros, podamos entrar en la vida inmortal.
San Gregorio Iluminador
"El iluminador"
Fundador y santo patrón de la Iglesia Apostólica Armenia, llamado el segundo Iluminador de Armenia, tras los apóstoles Judas Tadeo y Bartolomé.
Martirologio Romano: En Armenia, san Gregorio, apellidado el Iluminador, obispo, que, después de sobrellevar muchos trabajos, se retiró a una cueva cerca de la confluencia del Éufrates ramificado y allí descansó en paz. Es considerado apóstol de los armenios (c. 326).
Pertenecía a la línea real de la Dinastía arsácida, siendo el hijo de un parto de nombre Anak, que asesinó a Chosrov I rey de Armenia, y por lo tanto, trajo la ruina sobre sí mismo y su familia. Su madre se llamaba Okohe, y los biógrafos armenios afirman que la primera influencia cristiana que recibió fue en el momento de su concepción, que tuvo lugar cerca del monumento elevado a la memoria del santo apóstol Tadeo.
Educado en Cesarea de Capadocia por un cristiano noble llamado Euthalius, Gregorio solicitó, al llegar a la mayoría de edad, ser el encargado de evangelizar en la doctrina cristiana su tierra natal. A los 22 años se casó con una cristiana de nombre Mariam, de cuyo matrimonio nacen dos hijos, Vartanés y Aristakés. Tras siete años de enlace, interrumpen su vida matrimonial de común acuerdo, siguiendo las enseñanzas de san Pablo. Gregorio se va de Cesarea y Mariam se retira a un convento, para llevar una vida retirada, pero sin ser religiosa.
En ese momento reina el Armenia Tiridates III, hijo del rey Chosroes. Influido en parte por el hecho de que Gregorio era el hijo del enemigo de su padre, capturó a Gregorio y le sometió a un cruel encarcelamiento de catorce años en un agujero en la llanura de Ararat. En ese mismo lugar se levanta hoy en día la iglesia de Khor Virap, cerca de la histórica ciudad de Artashat.
Las crónicas ortodoxas describen numerosas y variadas formas de tortura sufridas por el santo, hasta llegar a ser juzgado y condenado a muerte en doce ocasiones, penas a las que sobrevivió, ayudado, según la tradición, por una mujer creyente que le llevaba cada día un trozo de pan.
Tirídates cayó en profunda tristeza, rozando con la locura y durante un día de caza, comienza una vida errante en el bosque, padeciendo un síndrome similar a la licantropía, ante el que nadie podía acercársele ni llevarlo al palacio. La hermana del rey tiene, según la leyenda, una visión, en la cual Dios le revela que solamente Gregorio, que está en la mazmorra de Artashat, puede curar a su hermano. Gregorio fue requerido para restaurar la razón del rey, en base a su reconocida santidad. Una vez en la corte, predica la religión cristiana y hace oración a Dios para curar al rey Tirídates. Cuando éste sana, pide el bautismo y en 301, Armenia se convirtió en el primer país que adoptó el cristianismo como religión del estado.
La causa del cristianismo parecía garantizada: el Rey, los príncipes y el pueblo compitieron entre sí en la obediencia a Gregorio. Como resultado, se establecieron numerosos monasterios, iglesias y escuelas. En 302, Gregorio recibió su consagración como
Patriarca de Armenia de parte de Leontius de Cesarea. En 318 Gregorio nombró a su hijo Aristaces como su sucesor.
Hacia el año 331 se retiró a una cueva y vivió como un ermitaño en el Monte Sebuh, en la provincia de Daranalia en la Alta Armenia, y allí falleció pocos años después sin que nadie le acompañase. Cuando se descubrió que había muerto, su cadáver fue trasladado a la aldea de Thodanum (o Tharotan). Los restos del santo fueron repartidos por varios países a modo de reliquias. Se cree que su cabeza se encuentra en Italia, su mano derecha en Echmiadzin, Armenia, y su izquierda en la Santa Sede de Cilicia, en Antelias, Líbano.
A su muerte la Iglesia armenia se convirtió en extremadamente rica, pues además de los antiguos templos que el rey había confiscado para los católicos, se le otorgaron grandes extensiones de tierra. La iglesia se convirtió en la dueña de aproximadamente 10000 explotaciones ganaderas, que fueron utilizadas igual por el clero que por los príncipes.
Era tal la importancia económica de la institución que durante las épocas de guerras la iglesia estaba obligada a ayudar al rey con soldados e impuestos. Se sabe que la iglesia, en un caso de necesidad, se vio obligada a proporcionar al rey 5.000 caballeros y 4.000 soldados de infantería.
La fuente más autorizada de la vida de Gregorio es Agathangelos, secretario del rey, cuya Historia de Tiridates fue publicado por el Mekhitarists en 1835. También aparece ampliamente en la Historiae Armenicae de Moisés de Chorene y en la obra de Simeon Metaphrastes. en 1749 se publicó en Venecia una biogrfía de Gregorio compuesta por el Vartabed Mateo, publicado en armenio, obra se tradujo al inglés por el reverendo S.C. Malan en 1868.
Gregorio es venerado en la Iglesia Católica Apostólica Romana, Iglesia Católica Armenia, Iglesia Apostólica Armenia, Iglesia Ortodoxa, Antiguas Iglesias Orientales y por las Iglesias Orientales Católicas. A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a descubrirse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios a vuestro cargo, gobernándolo, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere, no por sórdida ganancia, sino con generosidad, no como dominadores sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y, cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita. 1 Pe 5, 1-4
Señor, tú que colocaste a San Gregorio en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora Ayudante, Normandía, Francia.
Si uno come de este pan, vivirá para siempre
San Juan 6, 44-51. III Jueves de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración introductoria
Señor, creo en ti. Creo que por amor te has quedado en la Eucaristía para darme el pan que me da la vida. Confío en tu planes divinos y te pido en esta oración una fe que me haga ver mucho más allá de las preocupaciones, de las tristezas, para poder caminar siempre hacia delante.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Tenemos hambre, hambre de Dios. Necesitamos el pan de vida eterna. Quizás hemos probado otros banquetes y hemos descubierto que no sacian nuestro deseo plenamente. Pero Cristo se revela como el alimento que necesitamos, el único que puede colmar nuestras necesidades y darnos la fuerza para el camino.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que en la comunión recibimos el pan del cielo y el cáliz de la salvación, el Cuerpo y la Sangre de Cristo que se entregó para la vida del mundo (cfr. CIC 1355).
Como el cuerpo es sostenido por el alimento, así nuestra alma necesita de la Eucaristía. Cristo baja del cielo al altar, por manos del sacerdote. Viene a nosotros y espera que también nosotros vayamos a El, que le busquemos con frecuencia para recibirle, para visitarle en el Sagrario.
Es pan de vida eterna, según su promesa: Que todo el que ve al Hijo y cree en El tenga la vida eterna. Quien vive sostenido por la Eucaristía, crece progresivamente en unión con Dios, y viéndole en este mundo bajo el velo de las especies del pan y el vino, nos preparamos para contemplarle cara a cara en la vida futura.
Es necesario tener siempre presente que la Eucaristía no es algo que hacemos nosotros; no es una conmemoración nuestra de aquello que Jesús ha dicho o hecho. No. ¡Es precisamente una acción de Cristo! Es Cristo que actúa ahí, que está sobre el altar.
Y Cristo es el Señor. Es un don de Cristo, el cual se hace presente y nos reúne en torno a sí, para nutrirnos de su Palabra y de su vida. Esto significa que la misión y la identidad misma de la Iglesia surgen de allí, de la Eucaristía, y allí toman siempre forma. Una celebración puede resultar también impecable desde el punto de vista exterior. ¡Bellísima! Pero si no nos conduce al encuentro con Jesucristo, corre el riesgo de no traer ningún alimento a nuestro corazón y a nuestra vida.
A través de la Eucaristía, en cambio, Cristo quiere entrar en nuestra existencia y permearla de su gracia, para que en cada comunidad cristiana haya coherencia entre liturgia y vida. El corazón se llena de confianza y de esperanza pensando en las palabras de Jesús recogidas en el evangelio: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”. Vivamos la Eucaristía con espíritu de fe, de oración, de perdón, de penitencia, de alegría comunitaria, de preocupación por los necesitados, y por las necesidades de tantos hermanos y hermanas, en la certeza de que el Señor realizará aquello que nos ha prometido: la vida eterna. ¡Así sea!»
(S.S. Francisco, catequesis, 12 de febrero de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Acercarme a la Eucaristía debidamente preparado y con la máxima frecuencia posible.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Eucaristía y muerte
La Eucaristía es prenda de inmortalidad. Quien comulga aquí en la tierra está ya alimentándose con el germen de la vida eterna.
En dos sentidos quiero enfocar mi reflexión: primero, la Eucaristía es prenda de inmortalidad; y segundo, en cada Eucaristía yo debo también morir con Cristo a mis tendencias malas para resucitar con Él a una vida nueva.
Primero, la Eucaristía es prenda de inmortalidad.
Nadie quiere morir. Todos queremos vivir. Por eso el hombre huye de la muerte. Es un instinto que tenemos.
La historia del hombre está definida y determinada por un comienzo y un fin. Lo mismo que el mundo, el hombre se comprende si examinamos su origen y su fin. Esta peregrinación debe tener un sentido que sólo se alcanza a la luz de la fe. “Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre” (Gaudium et spes, 49).
La muerte no admite excepciones: todos hemos de morir, pues todos nacimos manchados con el pecado original, autor de la muerte, como nos dice la carta a los Romanos 5, 12. Y un día nos tocará a nosotros, pues “lo mismo muere el justo y el impío, el bueno y el mal, el limpio y el sucio, el que ofrece sacrificios y el que no. La misma muerte corre para el bueno que para el que peca. El que jura, lo mismo que el que teme el juramento. De igual modo se reducen a pavesas y a cenizas hombres y animales” (San Jerónimo, Epístola 39). Todo acabará: cada cosa a su hora.
Pero el hombre se resiste a morir. No quiere morir.
A este deseo profundo de vivir siempre y eternamente ha venido a dar respuesta la Eucaristía. Cristo nos dijo: “El que coma mi carne vivirá para siempre y no morirá”.
La Eucaristía es prenda de inmortalidad. Quien comulga aquí en la tierra está ya alimentándose con el germen de la vida eterna. Su alma, que ya desde su creación Dios hizo inmortal, con la comunión se hace más transparente, más limpia, más fuerte, más brillante, para gozar de la eternidad de Dios cuando se tenga que separar del cuerpo con la muerte temporal.
Segundo, en cada Eucaristía yo tengo que morir a mí mismo.
Cristo instituyó la Eucaristía la víspera de su muerte, en la noche en que se entregó. Por eso, a la santa Misa se le llama con toda propiedad Santo Sacrificio, porque ahí Cristo renueva su sacrificio en la cruz, aunque de manera incruenta. Cristo vuelve a morir por la humanidad.
Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos la muerte del Señor hasta que él vuelva, nos dice san Pablo en 1 Corintios 11, 26.
Muerte mística de Cristo. En cuántas iglesias podemos percibir esta realidad. Ese altar es una tumba que encierra huesos de mártires. Encima preside una cruz, alumbrada con una lámpara, como en las tumbas. Envuelve la Santa Hostia el Corporal, nuevo sudario. Cuántas casullas que el sacerdote se pone al celebrar la santa Misa tienen por adelante y por atrás el signo de la cruz, símbolo de la muerte. Todo nos recuerda a ese Cordero inmolado por nuestros pecados y para nuestra salvación.
Y en la comunión consumimos ese sacrificio de Cristo, y con su muerte Él nos da su vida divina.
¿Por qué quiso Cristo establecer una relación tan íntima entre el sacramento de la Eucaristía y su muerte?
Primero, para recordarnos el precio que le costó su sacramento. La Eucaristía es el fruto de la muerte de Jesús. La Eucaristía es un testamento, un legado, que sólo tiene efecto por la muerte del testador. Jesús necesitó morir para convalidar su testamento.
Segundo, para volvernos a decir incesantemente cuáles deben ser los efectos de la Eucaristía en nosotros. En primer lugar, nos debe hacernos morir al pecado y a las inclinaciones viciosas; en segundo lugar, morir al mundo, crucificándonos con Jesús y exclamando con san Pablo: “Para mí el mundo está crucificado y yo para el mundo”. Finalmente, morir a nosotros mismos, a nuestros gustos, deseos y sentidos, para revestirnos de Jesús de tal forma que Él viva en nosotros y que nosotros seamos apenas sus miembros, dóciles a su Voluntad.
En tercer lugar, Cristo quiso establecer una relación íntima entre la Eucaristía y su muerte para hacernos partícipes de su resurrección gloriosa. Cristo mismo como que “se siembra él mismo” en nosotros con la comunión. Al Espíritu Santo cabe reanimar ese germen y darnos nuevamente la vida, Vida gloriosa que nunca tendrá fin.
Aquí están algunas de las razones que llevaron a Cristo a envolver en insignias de muerte este sacramento de la Eucaristía, sacramento de Vida verdadera, sacramento donde reina glorioso y triunfa su amor.
Cristo quiso ponernos incesantemente sobre los ojos cuánto le costamos y cuánto debemos hacer para corresponder a su amor.
Terminemos diciendo con toda la Iglesia:
“Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el Memorial de tu Pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros los frutos de tu Redención. Amén”.
En el Mes de María recemos el Rosario: Papa Francisco
Al inicio de este mes de mayo, invoquemos la intercesión celeste de María, la Madre de Jesús
Para el mes de mayo tradicionalmente dedicado a la Virgen María, el papa Francisco recomendo rezar la oración “simple y eficaz” del santo rosario
“Al inicio de este mes de mayo, invoquemos la intercesión celeste de María, la Madre de Jesús”, dijo el Papa durante la audiencia genera de este miércoles en la Plaza de San Pedro, durante el saludo a los jóvenes, a las personas enfermas y a los nuevos esposos.
“Queridos jóvenes –explicó el Papa– aprendan a rezar con la oración simple y eficaz del santo rosario. Queridos enfermos, que la Virgen Santísima sea vuestro apoyo durante la prueba y el sufrimiento”.
Francisco ha escrito a mano en el 2014 como introducción del pequeño libro “El Rosario. Oración del corazón” de la edición Shalom: El Rosario es la oración que acompaña siempre la vida, es también la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón”.
En octubre de 2016, Benedicto XVI hablando del Rosario dijo: “Es como si, cada año, Nuestra Señora nos invitara a redescubrir la belleza de esta oración, tan sencilla y profunda”. Añadió que el Rosario es una “oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura”, es “la oración del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe, en el seguimiento de Jesús, precedido por María”.
Novena a la Virgen de Fátima
Devoción popular para pedir a la Virgen por la conversión de los pecadores y en reparación por nuestros pecados. Del 4 al 12 de mayo
OFRECIMIENTO PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.
¡Oh santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo! Yo os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en reparación de los ultrajes con que El es ofendido; y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón e intercesión del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pecadores.
ORACIÓN PREPARATORIA
Oh santísima Virgen María, Reina del Rosario y Madre de misericordia, que te dignaste manifestar en Fátima la ternura de vuestro Inmaculado Corazón trayéndonos mensajes de salvación y de paz. Confiados en vuestra misericordia maternal y agradecidos a las bondades de vuestro amantísimo Corazón, venimos a vuestras plantas para rendiros el tributo de nuestra veneración y amor. Concédenos las gracias que necesitamos para cumplir fielmente vuestro mensaje de amor, y la que os pedimos en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios, honra vuestra y provecho de nuestras almas. Así sea.
Rezar la oración del día correspondiente:
REZAMOS AHORA LAS ORACIONES DEL DÍA CORRESPONDIENTE QUE PODEMOS ENCONTRAR MÁS ABAJO.
ORACIÓN FINAL
¡Oh Dios, cuyo Unigénito, con su vida, muerte y resurrección, nos mereció el premio de la salvación eterna! Os suplicamos nos concedas que, meditando los misterios del santísimo rosario de la bienaventurada Virgen María, imitemos los ejemplos que nos enseñan y alcancemos el premio que prometen. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.
DÍA PRIMERO
Penitencia y reparación
Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, Madre de los pobres pecadores!, que apareciendo en Fátima, dejaste transparentar en vuestro rostro celestial una leve sombra de tristeza para indicar el dolor que os causan los pecados de los hombres y que con maternal compasión exhortaste a no afligir más a vuestro Hijo con la culpa y a reparar los pecados con la mortificación y la penitencia. Dadnos la gracia de un sincero dolor de los pecados cometidos y la resolución generosa de reparar con obras de penitencia y
mortificación todas las ofensas que se infieren a vuestro Divino Hijo y a vuestro Corazón Inmaculado.
Meditar y rezar la oración final.
DÍA SEGUNDO
Santidad de vida
Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, Madre de la divina gracia, que vestida de nívea blancura te apareciste a unos pastorcitos sencillos e inocentes, enseñándonos así cuánto debemos amar y procurar la inocencia del alma, y que pediste por medio de ellos la enmienda de las costumbres y la santidad de una vida cristiana perfecta. Concédenos misericordiosamente la gracia de saber apreciar la dignidad de nuestra condición de cristianos y de llevar una vida en todo conforme a las promesas bautismales.
Meditar y rezar la oración final.
DÍA TERCERO
Amor a la oración
Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, vaso insigne de devoción!, que te apareciste en Fátima teniendo pendiente de vuestras manos el santo Rosario, y que insistentemente repetías: «Orad, orad mucho», para alejar por medio de la oración los males que nos amenazan. Concédenos el don y el espíritu de oración, la gracia de ser fieles en el cumplimiento del gran precepto de orar, haciéndolo todos los días, para así poder observar bien los santos mandamientos, vencer las tentaciones y llegar al conocimiento y amor de Jesucristo en esta vida y a la unión feliz con Él en la otra.
Meditar y rezar la oración final.
DÍA CUARTO
Amor a la Iglesia
Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, Reina de la Iglesia!, que exhortaste a los pastorcitos de Fátima a rogar por el Papa, e infundiste en sus almas sencillas una gran veneración y amor hacia él, como Vicario de vuestro Hijo y su representante en la tierra. Infunde también a nosotros el espíritu de veneración y docilidad hacia la autoridad del Romano Pontífice, de adhesión inquebrantable a sus enseñanzas, y en él y con él un gran amor y respeto a todos los ministros de la santa Iglesia, por medio de los cuales participamos la vida de la gracia en los sacramentos.
Meditar y rezar la oración final.
DÍA QUINTO
María, salud de los enfermos
Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, salud de los enfermos y consoladora de los afligidos!, que movida por el ruego de los pastorcitos, obraste ya curaciones en vuestras apariciones en Fátima, y habéis convertido este lugar, santificado por vuestra presencia, en oficina de vuestras misericordias maternales en favor de todos los afligidos. A vuestro Corazón maternal acudimos llenos de filial confianza, mostrando las enfermedades de nuestras almas y las aflicciones y dolencias todas de nuestra vida. Echad sobre ellas una mirada de compasión y remediadlas con la ternura de vuestras manos, para que así podamos serviros y amaros con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser.
Meditar y rezar la oración final.
DÍA SEXTO
María, refugio de los pecadores
Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, refugio de los pecadores!, que enseñaste a los pastorcitos de Fátima a rogar incesantemente al Señor para que esos desgraciados no caigan en las penas eternas del infierno, y que manifestaste a uno de los tres que los pecados de la carne son los que más almas arrastran a aquellas terribles llamas. Infundid en nuestras almas un gran horror al pecado y el temor santo de la justicia divina, y al mismo tiempo despertad en ellas la compasión por la suerte de los pobres pecadores y un santo celo para trabajar con nuestras oraciones, ejemplos y palabras por su conversión.
Meditar y rezar la oración final.
DÍA SÉPTIMO
María, alivio de las almas del purgatorio
Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, Reina del purgatorio!, que enseñaste a los pastorcitos de Fátima a rogar a Dios por las almas del purgatorio, especialmente por las más abandonadas. Encomendamos a la inagotable ternura de vuestro maternal Corazón todas las almas que padecen en aquel lugar de purificación, en particular las de todos nuestros allegados y familiares y las más abandonadas y necesitadas; alíviales sus penas y llévalas pronto a la región de la luz y de la paz, para cantar allí perpetuamente vuestras misericordias.
Meditar y rezar la oración final.
DÍA OCTAVO
María, Reina del Rosario
Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María!, que en vuestra última aparición te diste a conocer como la Reina del Santísimo Rosario, y en todas ellas recomendaste el rezo de esta devoción como el remedio más seguro y eficaz para todos los males y calamidades que nos afligen, tanto del alma como del cuerpo, así públicas como privadas. Infundid en nuestras almas una profunda estima de los misterios de nuestra Redención que se conmemoran en el rezo del Rosario, para así vivir siempre de sus frutos. Concédenos la gracia de ser siempre fieles a la práctica de rezarlo diariamente para honraros a Vos, acompañando vuestros gozos, dolores y glorias, y así merecer vuestra maternal protección y asistencia en todos los momentos de la vida, pero especialmente en la hora de la muerte.
Meditar y rezar la oración final.
DÍA NOVENO
El Inmaculado Corazón de María
Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, Madre nuestra dulcísima!, que escogiste a los pastorcitos de Fátima para mostrar al mundo las ternuras de vuestro Corazón misericordioso, y les propusiste la devoción al mismo como el medio con el cual Dios quiere dar la paz al mundo, como el camino para llevar las almas a Dios, y como una prenda suprema de salvación. Haced, ¡oh Corazón de la más tierna de las madres!, que sepamos comprender vuestro mensaje de amor y de misericordia, que lo abracemos con filial adhesión y que lo practiquemos siempre con fervor; y así sea vuestro Corazón nuestro refugio, nuestro consuelo y el camino que nos conduzca al amor y a la unión con vuestro Hijo Jesús.
Meditar y rezar la oración final.
Muerte cerebral, el desafío de saber cuándo muere el cerebro
Resulta todo un desafío saber cuándo deja de funcionar el cerebro debido a un daño irreversible y cuándo la muerte es todavía reversible
Los estados vegetativos, ahora llamados más pulcramente de vigilia sin respuesta, plantean sin duda algunos de los dilemas bioéticos más sensibles e intrincados. Basta recordar los nombres de Terry Schiavo en Estados Unidos o Eluana Englaro en Italia, con sus disputas médicas, familiares y judiciales. Los avances técnicos, desde los pulmones de acero a los sistemas artificiales de ventilación y asistencia cardiaca, junto con la nutrición parenteral y el diagnóstico por imagen, han salvado muchas vidas, pero también han generado conflictos éticos inexistentes hace medio siglo.
Durante milenios la definición de la muerte ha sido sencilla y directa: cuando el corazón se paraba, la persona estaba muerta; cesaba el latido cardiaco o la respiración, lo que provocaba el fin de las funciones cerebrales. Los modernos esfuerzos resucitadores han dado lugar a un colectivo de pacientes en estado vegetativo persistente, un trastorno mental grave en el que pervive una consciencia residual y la persona sigue viviendo biológicamente.
Los estudios disponibles coinciden en que una cuarta parte de pacientes en estado vegetativo agudo cuando ingresan en el hospital tienen una buena oportunidad de recuperar una proporción significativa de sus facultades, y hasta la mitad recobrará algún nivel de conciencia. Las imágenes de resonancia y PET han comprobado también que alrededor del 30-40 por ciento de estos pacientes se diagnostican erróneamente como en un estado vegetativo, cuando, de hecho, se encontrarían en un estado de mínima consciencia.
Esas correcciones y algunos despertares espontáneos o por acción farmacológica han originado nuevos debates sobre los estándares de atención, las normativas legales y las investigaciones neurológicas. Las clasificaciones, escalas y protocolos han ido afinándose en los últimos años, pero persisten notables diferencias de criterios.
Las presiones eutanásicas de algunos países, el cansancio de las familias cuidadoras y las lógicas prisas por conseguir órganos, siempre escasos, para los trasplantes podrían en ciertos casos acabar con vidas recuperables, cuyos cerebros aparentemente muertos pueden despertar al cabo de varios días, como ha ocurrido con algunos casos de hipotermia acelerada. Que el cerebro deje de funcionar no implica con los conocimientos actuales que la muerte sea irreversible. Ciertos fármacos anestésicos, por ejemplo, detienen la actividad cerebral en dosis altas.
Resulta por tanto todo un desafío saber cuándo deja de funcionar el cerebro debido a un daño irreversible y cuándo la muerte es todavía reversible, tal y como indica Sam Parnia, intensivista del Weill Cornell Medical Center y director del proyecto Aware, que lleva años recopilando esos casos fronterizos en que la muerte y la vida juegan una misteriosa partida de supervivencia. “¿En qué momento exacto se convierte la muerte en una realidad absoluta? En realidad, no lo sabemos -responde Parmia- y sea cual sea el momento que elijamos, será arbitrario, así que es muy posible que tengamos que redefinirlo de nuevo en el futuro teniendo en cuenta los avances en nuestra capacidad para resucitar a la gente” (Diario Médico. Editorial 24/30 octubre de 2016).