El Espíritu da la vida

Evangelio según San Juan 16,5-11.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: '¿A dónde vas?'. Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido. Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio. El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado."

San Crispin de Viterbo

Se llamaba Pedro y era zapatero remendón, un oficio hoy en desuso por arte y parte de la sociedad de consumo. Al entrar en el noviciado de los Capuchinos cambió su nombre por el del patrón de los zapateros: San Crispín. Su carisma más original es el de la sonrisa y el canto. Como no tenía muchas letras, sus superiores lo colocaron en la cocina, la huerta y la portería; nada de sacristías ni, mucho menos, de bibliotecas: tan solo en los más humildes encargos de su convento, pero, eso sí, cantando y riendo.   Era tan de buen carácter que a algunos de sus hermanos les parecía poco monástico... su palabra discreta y oportuna, su sonrisa siempre amable y su alegría suavemente desbordante hicieron del buen Crispín un consejero exigente en la entrega y comprometedor en la más rigurosa observancia de la vida interior y el servicio al prójimo: "Fortiter in re, suaviter in modo"... O sea, tan serios por dentro para lo sustancial, como alegres por fuera para lo accidental.

Oremos 

Tú, Señor, que concediste a San Crispín Viterbo el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia 
Catequesis bautismal nº 16 (trad. breviario 7º lunes de Pascua)

«El Espíritu da la vida» (2C 3,6)

«El agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna» (Jn 4,14). Una nueva clase de agua que corre y salta; pero que salta en los que son dignos de ella. ¿Por qué motivo se sirvió del término agua, para denominar la gracia del Espíritu? Pues, porque el agua lo sostiene todo; porque es imprescindible para la hierba y los animales; porque el agua de la lluvia desciende del cielo y, además, porque desciende siempre de la misma forma y, sin embargo, produce efectos diferentes: unos en las palmeras, otros en las vides, todo en todas las cosas. De por sí, el agua no tiene más que un único modo de ser; por eso, la lluvia no transforma su naturaleza propia para descender en modos distintos, sino que se acomoda a las exigencias de los seres que la reciben y da a cada cosa lo que le corresponde. 

De la misma manera, también el Espíritu Santo, aunque es único, y con un solo modo de ser, e invisible, «reparte a cada uno la gracia según quiere» (1C 12,11). Y así como un tronco seco que recibe agua germina, del mismo modo el alma pecadora que, por la penitencia, se hace digna del Espíritu Santo, produce frutos de santidad. Y aunque no tenga más que un solo e idéntico modo de ser, el Espíritu, bajo el impulso de Dios y en nombre de Cristo, produce múltiples efectos.  Se sirve de la lengua de la lengua de unos para el carisma de la sabiduría; ilustra la mente de otros con el don de la profecía; a éste le concede poder para expulsar los demonios; a aquél le otorga el don de interpretar las divinas Escrituras. Fortalece, en unos, la templanza; en otros, la misericordia; a éste enseña a practicar el ayuno y la vida ascética; a aquél, a dominar las pasiones; al otro, le prepara para el martirio. El Espíritu se manifiesta, pues, distinto en cada uno, pero nunca distinto de sí mismo, según está escrito: «En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común» (1C 12,7).

El auténtico Consolador
San Juan 16, 5-11. VI Martes de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias, Señor, por tu presencia y tu acción en mi vida. Gracias porque sé que eres un Dios cercano a mí, que me conoces, me comprendes y sobre todo, me amas. Infunde en mi alma tu Santo Espíritu para que me enseñe lo que quieres de mí y me ayude a realizarlo por amor. Señor, te necesito. Aumenta mi fe, mi confianza en Ti y mi caridad. Aparta de mi vida todo aquello que me aleja de Ti. Perdona mis pecados. 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Comprendo, Señor, la tristeza de los apóstoles cuando ya saben que tu partida se acerca. Pero esta tristeza demuestra el afecto que ellos tenían por Ti. Sabes bien cuánto nos duele la partida de un ser querido. Y esto es lo que pasa en este pasaje. Ellos están tristes porque no conciben una vida sin Ti. Yo también, Señor, he sentido lo vacía que es la vida cuando se está sin Ti, cuando se está apartado de tu lado. ¿Qué sería de mi vida sin Ti, Jesús?

Por lo mismo, prometes un consolador. ¡Cuánto consuelo necesita mi alma! Hay tantas cosas, Señor, que me entristecen, me confunden, me turban. Tú lo sabes. El consolador que me prometes no es uno cualquiera. Te refieres al Espíritu Santo. Éste sí que es un verdadero consolador.

Para consolar plenamente se necesita conocer la situación, comprender, compadecerse. Todo ello lo hace el Divino Espíritu. Nadie mejor que Él conoce mi interior, me comprende, me compadece y, por lo mismo, nadie mejor que Él me consuela. Dame la gracia, Señor, de experimentar en mi vida esta presencia divina y su acción que siempre va guiando mis pasos por el mejor sendero.

"La esperanza cristiana es un don que Dios nos da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a él. Esta esperanza no defrauda porque el Espíritu Santo ha sido infundido en nuestros corazones.

El Paráclito no hace que todo parezca bonito, no elimina el mal con una varita mágica, sino que infunde la auténtica fuerza de la vida, que no consiste en la ausencia de problemas, sino en la seguridad de que Cristo, que por nosotros ha vencido el pecado, ha vencido la muerte, ha vencido el miedo, siempre nos ama y nos perdona. Hoy es la fiesta de nuestra esperanza, la celebración de esta certeza: nada ni nadie nos podrá apartar nunca de su amor."

(Homilía de S.S. Francisco, 26 de marzo de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy invocaré con fervor y atención al Espíritu Santo antes de todas mis  actividades. 

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Espíritu Santo, verdadero protagonista de la Iglesia

Las raíces de nuestro ser y de nuestro actuar están en el silencio sabio y providente de Dios.

Por: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net 

En el día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió con potencia sobre los apóstoles; de este modo comenzó la misión de la Iglesia en el mundo. Jesús mismo había preparado a los once para esta misión al aparecérseles en varias ocasiones después de la resurrección (Cf. Hechos 1, 3). Antes de la ascensión al Cielo, «les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre» (Cf. Hechos 1, 4-5); es decir, les pidió que se quedaran juntos para prepararse a recibir el don del Espíritu Santo. Y ellos se reunieron en oración con María en el Cenáculo, en espera de este acontecimiento prometido (Cf. Hechos 1, 14).

Permanecer juntos fue la condición que puso Jesús para acoger el don del Espíritu Santo; el presupuesto de su concordia fue la oración prolongada. De este modo se nos ofrece una formidable lección para cada comunidad cristiana. A veces se piensa que la eficacia misionera depende principalmente de una programación atenta y de su sucesiva aplicación inteligente a través de un compromiso concreto. Ciertamente el Señor pide nuestra colaboración, pero antes de cualquier otra repuesta se necesita su iniciativa: su Espíritu es el verdadero protagonista de la Iglesia. Las raíces de nuestro ser y de nuestro actuar están en el silencio sabio y providente de Dios.

(...)

El Espíritu Santo, hace que los corazones sean capaces de comprender las lenguas de todos

El Pueblo de Dios, que había encontrado en el Sinaí su primera configuración, se amplia hoy hasta superar toda frontera de raza, cultura, espacio y tiempo. A diferencia de lo que sucedió con la torre de Babel, cuando los hombres que querían construir con sus manos un camino hacia el cielo habían acabado destruyendo su misma capacidad de comprenderse recíprocamente, en el Pentecostés del Espíritu, con el don de las lenguas, muestra que su presencia une y transforma la confusión en comunión. El orgullo y el egoísmo del hombre siempre crean divisiones, levantan muros de indiferencia, de odio y de violencia. El Espíritu Santo, por el contrario, hace que los corazones sean capaces de comprender las lenguas de todos, pues restablece el puente de la auténtica comunicación entre la Tierra y el Cielo. El Espíritu Santo es el Amor.

...no les dejará huérfanos

Pero, ¿cómo es posible entrar en el misterio del Espíritu Santo? ¿Cómo se puede comprender el secreto del Amor? El pasaje evangélico nos lleva hoy al Cenáculo, donde, terminada la última Cena, una experiencia de desconcierto entristece a los apóstoles.

El motivo es que las palabras de Jesús suscitan interrogantes inquietantes: habla del odio del mundo hacia Él y hacia los suyos, habla de una misteriosa partida suya y queda todavía mucho por decir, pero por el momento los apóstoles no son capaces de cargar con el peso (Cf. Juan 16, 12). Para consolarles les explica el significado de su partida: se irá, pero volverá, mientras tanto no les abandonará, no les dejará huérfanos. Enviará el Consolador, el Espíritu del Padre, y será el Espíritu quien les permita conocer que la obra de Cristo es obra de amor: amor de Él que se ha entregado, amor del Padre que le ha dado.

Este es el misterio de Pentecostés: el Espíritu Santo ilumina el espíritu humano y, al revelar a Cristo crucificado y resucitado, indica el camino para hacerse más semejantes a Él, es decir, ser «expresión e instrumento del amor que proviene de Él» («Deus caritas est», 33). Reunida junto a María, como en su nacimiento, la Iglesia hoy implora:

«Veni Sancte Spiritus!» - «¡Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos fel fuego de tu amor!». Amén.

Homilía de Benedicto XVI en la misa de Pentecostés, domingo, 4 junio 2006.

Abrir el corazón al Espiritu Santo
Homilía de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta

El Papa Francisco propuso una oración para que los cristianos pidan a Dios que les ayude a tener un corazón abierto a los dones del Espíritu Santo:

“Señor, ábreme el corazón para que pueda entender aquello que Tú nos has enseñado. Para que pueda recordar aquello que Tú nos has enseñado. Para que pueda recordar tus palabras. Para que pueda seguir tus palabras. Para que llegue a la verdad plena”.

El Santo Padre explicó que el Espíritu Santo “nos enseña a decir: ‘Jesús es el Señor’”. “Sin el Espíritu, ninguno de nosotros sería capaz de decirlo, de sentirlo, de vivirlo. Jesús, en otro fragmento de este largo discurso –recogido en el Evangelio de San Juan–, dice del Espíritu: ‘Os conducirá a la Verdad plena’, os acompañará hacia la Verdad plena. ‘Os hará recordar todas las cosas que he dicho; os lo enseñará todo’”.

“Por lo tanto, el Espíritu Santo es el acompañante en el camino de todo cristiano, también el acompañante en el camino de la Iglesia. Y este es el regalo que Jesús nos da”.

Para explicar dónde habita el Espíritu Santo, Francisco recurrió a la figura de Lidia, “comerciante de púrpura”, que aparece en la Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

A Lidia, “el Señor le abrió el corazón para que entrase el Espíritu Santo y la hiciese discípulo. Por lo tanto, es justamente en el corazón donde debemos llevar al Espíritu Santo”.

“La Iglesia lo llama ‘el dulce habitante del corazón’: ahí es. Pero en un corazón cerrado no puede entrar. ‘Ah, ¿y dónde se compran las llaves para abrir el corazón?’. No: es también un regalo. Es un regalo de Dios. ‘Señor, ábreme el corazón para que entre el Espíritu y me haga comprender que Jesús es el Señor’”.

El Papa Francisco planteó dos preguntas implícitas en las lecturas del día. “La primera: ¿pido al Señor la Gracia de que mi corazón permanezca abierto? La segunda: ¿intento escuchar al Espíritu Santo, sus inspiraciones, las cosas que dice a mi corazón para que vaya adelante en la vida cristiana y que pueda dar testimonio de que Jesús es el Señor?”

“Pensad hoy en estas dos cosas: ¿Mi corazón está abierto y hago el esfuerzo de escuchar al Espíritu Santo, de escuchar lo que me dice?”.

Si es así, “iremos adelante en la vida cristiana y daremos testimonio de Jesucristo”, concluyó.

Evangelio comentado por el Papa Francisco:
Juan 15:26--16:4
26 Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí.
27 Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio.
1 Os he dicho esto para que no os escandalicéis.
2 Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios.
3 Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
4 Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho. «No os dije esto desde el principio porque estaba yo con vosotros.

El Papa en Santa Marta: el mal espíritu entra siempre por los bolsillos

En la homilía de este martes invita a pasar de una religiosidad interesada a las ganancias, a la proclamación: “Jesús es el Señor”.

ZENIT – Roma, 23 May. 2017).- Muchos consagrados fueron perseguidos por denunciar las actitudes mundanas. Lo indicó este martes el papa Francisco en la homilía de la misa que celebró en la Residencia Santa Marta. E invitó a pasar de un estilo de vida tibio al anuncio gozoso del Jesús.

El su homilía el Papa parte de las lecturas del día, cuando narran de la presencia de Pablo y Sila en Filippi, ciudad en la que aceptaban la doctrina “pero todo quedaba tranquilo y no había conversiones”. “No era -aseguró el Santo Padre- la Iglesia de Cristo”.

“Y que quienes dicen la verdad son perseguidos “se repite en la historia de la salvación”, aseguró. Cuando el pueblo de Dios servía, no digo los ídolos, pero la mundanidad, entonces el Señor enviaba a los profetas, que eran perseguidos porque “incómodos” como sucedió con Pablo.

“En la Iglesia cuando alguien denuncia las modalidades que existen de mundanidad, es mirado con los ojos torcidos, esto no va, mejor que se aleje”, dicen.

“Yo recuerdo en mi tierra, tantos y tantos hombres y mujeres consagrados, buenos, no ideológicos, pero que decían: “No, la Iglesia de Jesús es así…”. Este es comunista, fuera, y los echaban y los perseguían.

Pensemos al beato Romero ¿no?, lo que le sucedió por decir la verdad. Y tantos y tantos en la historia de la Iglesia, también aquí en Europa. ¿Por qué? Porque el mal espíritu prefiere una Iglesia tranquila, sin riesgos, una Iglesia que hace negocios, una Iglesia cómoda, en la comodidad y la tibieza, tibia”.

“El mal espíritu entra siempre por los bolsillos. Cuando la Iglesia es tibia, tranquila, bien organizada, no hay problemas, miren dónde están los negocios”, dijo el Papa. Pero además del dinero, hay otra palabra en la cual el Papa se detiene: ‘alegría’.

Paolo y Sila son llevados delante de los magistrados que ordenan hacer apalearlos y después meterlos en la cárcel. El Pontífice recuerda que la narración del Evangelio indica que ellos dos cantaban. Y hacia media noche se siente un fuerte temblor y se abre las puertas de la cárcel. El carcelero que quería suicidarse porque si los prisioneros se hubieran escapado lo mataban, cuando  escucha que Pablo le invita a no hacerse mal. El carcelero se convierte, se hace bautizar y “fue lleno de alegría”.

“Este es el camino de la historia de la conversión cotidiana: pasar de un estado de vida mundano, tranquilo, sin riesgos, católico, sí, sí, pero tibio, a un estado de vida del verdadero anuncio del Jesucristo, a la alegría del anuncio de Cristo. Pasar de una religiosidad que mira demasiado a las ganancias, a la fe y a la proclamación: “Jesús es el Señor”.

Porque “una Iglesia sin mártires, crea desconfianza; una Iglesia que no arriesga, crea desconfianza; una Iglesia que tiene miedo de anunciar a Jesucristo y echar a los demonios, a los ídolos, al otro señor que es el dinero no es la iglesia de Jesús.

10 hábitos que harán que tu oración sea poderosa
La oración es nuestra fortaleza en todo momento y en todo lugar

La oración es la clave para la salvación. Uno de nuestros grandes Santos de la Iglesia, el famoso San Agustín de Hipona dijo algo muy impresionante sobre la oración:

"El que ora bien, vive bien; el que vive bien, muere bien; y el que muere bien, está completamente bien".

San Alfonso reitera el mismo principio:

"El que ora mucho será salvado; el que no ora será condenado; el que ora poco pone en riesgo su salvación eterna".

El mismo santo afirmó que no hay ni personas fuertes ni personas débiles en el mundo, sino aquellos que saben cómo orar y aquellos que no. En otras palabras, la oración es nuestra fortaleza en todo momento y en todo lugar.

Nos gustaría ofrecer diez palabras de ánimo para ayudarnos en la carrera hacia el cielo a través del esfuerzo de crecer en la vida de oración.

1.- Convicción o determinación
No existe una persona exitosa en este mundo en cualquier empresa que no haya sido animado por la firme determinación de alcanzar su meta.

Súper atletas, músicos exitosos, maestros expertos y escritores nunca alcanzaron la perfección solamente por un deseo, sino por la firme y tenaz convicción de alcanzar su meta - ¡pase lo que pase!

Por esa razón, la Doctora de la oración, Santa Teresa de Ávila dijo:
"Debemos tener una firme determinación para nunca dejar de orar".

Si realmente creemos desde las profundidades de nuestros corazones en los tesoros invaluables que fluyen de la oración, ¡deberíamos fijarnos como meta en esta vida el crecer constantemente en la oración!

2.- El Espíritu Santo como maestro
San Pablo dice que nosotros no sabemos en realidad orar como deberíamos, pero que es el Espíritu Santo que intercede por nosotros como Maestro Interior.

Con María, los Apóstoles pasaron nueve días y noches orando y haciendo ayuno y se vieron empapados del poder que viene de lo alto – el Espíritu Santo.

Antes de iniciar cualquier período de oración formal, ¿por qué no invocar a la Persona del Espíritu Santo para ayudarte en tus debilidades?

Durante el transcurso de tu tiempo de oración, ¿por qué no pedir la presencia del Espíritu Santo para iluminar tu mente y encender tu corazón? Él está más cerca de lo que tú estás consciente. Si estás en estado de gracia, Él habita en tu corazón.

3.- Tiempo, lugar, voluntad y silencio
Como en cualquier arte, nosotros aprendemos con la práctica. ¡Esto también aplica a la oración!
Para aprender a orar debemos tener un tiempo fijo, un buen lugar, voluntad de nuestra parte y silencio. El dicho es tan cierto para los deportes como para la oración:

"La práctica hace la perfección".

4.- Hacer penitencias
Puede suceder que nuestra oración se vuelve insípida, aburrida, sin vida, anémica y estancada por muchas razones. Una posible razón puede ser una vida de sensualidad, indulgencia, glotonería y simplemente vivir más de acuerdo a la carne que al espíritu. Como San Pablo nos recuerda, la carne y el espíritu se oponen mutuamente.

Jesús pasó cuarenta días y cuarenta noches orando y haciendo ayuno. Los apóstoles pasaron nueve días y nueve noches orando y haciendo ayuno.

Uno no puede alcanzar una vida mística seria guiada por el espíritu, si no ha pasado por la vida ascética que implica negarse a sí mismo, mortificación y penitencia.

Un ave necesita dos alas para volar; de igual manera los seguidores de Cristo. Para volar alto en la vida mística las dos alas necesarias son la oración y la penitencia.

Si no tienes experiencia en la vida penitencial, consulta a un buen director espiritual y ¡comienza con pequeños actos de penitencia para acumular la fuerza de voluntad necesaria para los actos más heroicos de penitencia!
Si nunca antes has corrido, ¡comienza con una calle y continúa hasta alcanzar un kilómetro!

5.- Dirección espiritual
Los atletas necesitan entrenadores; los estudiantes necesitan maestros; los maestros necesitan mentores para aprender el arte.

De igual forma, los guerreros de la oración deben tener una forma de guía y esto se llama dirección espiritual.

San Ignacio de Loyola insistió en ver la vida espiritual como un viaje de acompañamiento. Santa Teresa de Ávila tuvo a varios santos dirigiéndola en su largo y doloroso viaje hacia la perfección – San Juan de la Cruz, San Pedro de Alcántara y San Francisco Borgia.

Hay muchos obstáculos en el viaje espiritual, especialmente cuando uno busca una vida de oración más profunda; por esta razón tener un director espiritual con experiencia, que conozca las trampas del demonio, los riesgos que están siempre presentes, y los peligros puede ayudarnos a crecer continuamente en santidad a través de una vida de oración más profunda y auténtica.

6.- Oración y acción
Santa Teresa de Ávila indica que el auténtico crecimiento en la oración se comprueba con el crecimiento en la santidad y esto significa por medio de la práctica de la virtud.

Jesús dijo que por medio de los frutos conoceremos al árbol. De igual manera, una auténtica vida de oración florece en la práctica de virtudes: fe, esperanza, caridad, puridad, amabilidad, servicio, humildad y un constante amor por el prójimo y la salvación de su alma inmortal.

Nuestra Señora es un modelo en todo momento, pero especialmente en la conexión íntima entre la contemplación y la acción. En la Anunciación, admiramos a María absorta en oración; luego en el siguiente misterio (la Visitación) ella sigue la inspiración del Espíritu Santo de servir a su prima en una misión de amor. En verdad podemos llamar a María “Contemplativa en acción”.

7.- El estudio: leer en la oración
Santa Teresa de Ávila no permitía, en el convento de las Carmelitas, mujeres que no pudieran leer. ¿Por qué? La sencilla razón era que ella sabía lo mucho que uno puede aprender sobre diversos temas, pero especialmente sobre la oración a través de una sólida lectura espiritual.

¡Encuentra buena literatura sobre la oración y lee! ¡Cuántas ideas de gran utilidad nacen a través de una buena lectura espiritual!

Una sugerencia: lee Parte Cuatro del Catecismo de la Iglesia Católica. ¡Ésta es una obra maestra espiritual sobre la oración!

8.- Los retiros
Una forma más propicia para realmente profundizar en la oración es destinar algún tiempo para un período prolongado de oración; a esto se le llama un retiro espiritual.

Uno de los estilos de retiros más eficaces son los retiros ignacianos. Puede durar hasta un mes, u ocho días, o incluso un retiro de un fin de semana puede probar ser extremadamente valioso.

Viendo a los Apóstoles sobrecogidos con el trabajo, Jesús les exhortó: "Retírense un tiempo y descansen..." Este descanso que Jesús menciona ha sido interpretado como una llamada a un retiro espiritual.

Mira el calendario para este año y fija un tiempo aparte. ¡Más períodos extendidos de tiempo para oración permitirán una mayor profundización en la oración!

9.- Confesión y oración
A veces, la oración puede resultar extremadamente difícil debido a una consciencia sucia. Jesús dijo:
"Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios". (Mt, 5,8)

Luego de una buena confesión, en la que la Preciosa Sangre de Jesús lava nuestras almas y limpia nuestras consciencias, el ojo interior del alma puede ver y contemplar la cara de Dios con mayor claridad.

10.- Nuestra Señora y la oración
Como hemos mencionado, es de mucha importancia el Espíritu Santo como nuestro Maestro Interior, y de igual manera deberíamos rogar a María que ore por nosotros y con nosotros cada vez que dedicamos tiempo y esfuerzo a la oración. Ella nunca nos fallará.

Como Jesús convirtió el agua en vino en Caná a través de la intercesión de María, asíella puede ayudarnos a convertir nuestra oración insípida y sin sabor en una dulce devoción. ¡María nunca te fallará! ¡Llámala!

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