Aquí hay uno que es más que Salomón
- 24 Julio 2017
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Evangelio según San Mateo 12,38-42.
Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: "Maestro, queremos que nos hagas ver un signo".
El les respondió: "Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás.
Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches.
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás.
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón."
Ruperto de Deutz (c. 1075-1130), monje benedictino De la Trinidad y sus obras, 42, 4; PL 167, 1130
«Aquí hay uno que es más que Salomón»
El profeta Natán concertado con Betsabé, presentaron juntos su proyecto ante el anciano, el sabio Rey David que iba a morir (1R 1). Es entonces cuando Salomón cuyo nombre significa "señor pacífico" recibió la unción real. Después, todo el pueblo recuperó su situación cotidiana; la multitud estaba contenta y la alegría era tan grande que los clamores hacían vibrar la tierra, porque el rey había declarado: "Establezco a Salomón como rey en Israel y el sur de Judea" (v. 35.40). Esta entronización prefigura sin duda alguna, el misterio del que habla Daniel: «Comenzó la sesión y se abrieron los libros... vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia. A él se le dio poder, honor y reino» (Dn 7,10-14).
Por lo tanto, por la iniciativa de un profeta, Salomón fue nombrado rey, así se cumplieron las profecías en su sentido espiritual, que Cristo, Hijo de Dios, sería reconocido Rey pacífico, Rey de la gloria de Padre, atrayéndolo todo hacia Él. Salomón ha llegado a ser Rey en vida de su padre, como Cristo fue establecido Rey por Dios, el Padre que no puede morir. Sí, ciertamente, lo hizo Rey, «heredero de todas las cosas» (He 1,2), el que no muere y ni morirá jamás. Y, lo que es admirable y único, Cristo, heredero de un Padre siempre vivo y que nunca morirá, murió, una vez por todas; entró en la vida y no morirá nunca más.
Entonces, Salomón «se sentó en la mula del Rey»(1R 1,38). Mejor dicho, sobre el trono de su Padre, es decir sobre toda la Iglesia..., «por encima de principados, potestades, tronos y dominaciones» (Ef 1,21), y Cristo está sentado ahora «a la derecha de la Majestad en los cielos» (He 1,3). Por ello toda la multitud sube a su casa, un pueblo que canta y acoge con beneplácito. Y la tierra se estremece de su clamor. Nosotros también hemos entendido la gran alegría de quienes proclamaban la gloria, es decir el júbilo de los apóstoles cuando hablaban en todos los idiomas (Hchos. 2) ya que "por toda la tierra ha resonado su voz" y "sus palabras han llegado hasta los confines del mundo" (Sal. 18,5).
Santo Evangelio según San Mateo 12,38-42. XVI Lunes de Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ¿cómo puedo interesarme más por Ti en un mundo que poco me habla de Ti? Tengo deseos, pero no encuentro muchos caminos para saciarlos. ¿Qué me queda hacer? Pedirte la gracia simplemente y ofrecerte nuevamente mi corazón. Llévame hacia Ti.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Te pido una señal, Señor, pero en realidad no sé qué es lo que pido. Cuando te pido felicidad, me olvido del camino que me podría llevar a ella. Cuando te pido gozo, me olvido que quizá tendré que andar por el crisol. Cuando te pido paz, me olvido que quizá tendré que renunciar a lo que me la quita. Es extraño el camino de la cruz, pero aquellos que lo han recorrido, testimonian su plenitud.
Dame una señal. Muéstrame un prodigio. Estaré dispuesto a recibir con corazón abierto lo que Tú me quieras dar. No te pido que se haga mi voluntad, sino la tuya. Yo confío en Ti, seguiré el camino que me muestres. ¿Será doloroso? Señor, si Tú me lo muestras, lo andaré con confianza. ¿Me cuesta aún confiar? Te pido la confianza y te pido la gracia de atreverme a dar siquiera el primer paso, en la dirección que me señales.
Señor, los fariseos te pedían una señal. Jamás se imaginaron que les sería dada la más grande: tu resurrección. Yo estaré abierto a las señales que me quieras regalar. Sean sencillas, sean difíciles de acoger, las buscaré, las recibiré y con todo lo que soy y tu gracia, las sabré agradecer.
"Cuándo y cuál… Siempre nos mueve la curiosidad: se quiere saber cuándo y recibir señales. Pero esta curiosidad a Jesús no le gusta. Por el contrario, él nos insta a no dejarnos engañar por los predicadores apocalípticos. El que sigue a Jesús no hace caso a los profetas de desgracias, a la frivolidad de los horóscopos, a las predicaciones y a las predicciones que generan temores, distrayendo la atención de lo que sí importa. Entre las muchas voces que se oyen, el Señor nos invita a distinguir lo que viene de Él y lo que viene del falso espíritu. Es importante distinguir la llamada llena de sabiduría que Dios nos dirige cada día del clamor de los que utilizan el nombre de Dios para asustar, alimentar divisiones y temores."
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de noviembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy aceptaré la voluntad de Dios, aunque no concuerde con lo que yo quiero.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Homilía de la Misa matutina en la Capilla de la Domus Sanctae Martahe, el Lunes 14 de octubre de 2013 Por: SS Francisco | Fuente: Catholic.net
Hay una grave enfermedad que amenaza hoy a los cristianos: el «síndrome de Jonás», aquello que hace sentirse perfectos y limpios como recién salidos de la tintorería, al contrario de aquellos a quienes juzgamos pecadores y por lo tanto condenados a arreglárselas solos, sin nuestra ayuda. Jesús en cambio recuerda que para salvarnos es necesario seguir el «signo de Jonás», o sea, la misericordia del Señor. Es éste en sustancia el sentido de la reflexión que propuso el Papa Francisco durante la misa celebrada el lunes 14 de octubre.
Comentando las lecturas de la liturgia, tomadas de la carta de san Pablo a los Romanos (1, 1-7) y del Evangelio de Lucas (11, 29-32), el Pontífice inició precisamente por aquella «palabra fuerte» con la que Jesús se dirige a un grupo de personas llamándolas «generación perversa». Es «una palabra —observó— que casi parece un insulto: esta generación es una generación perversa. ¡Es muy fuerte! Jesús, tan bueno, tan humilde, tan manso, pero dice esta palabra». Sin embargo, como explicó el Pontífice, Él no se refería ciertamente a la gente que le seguía; se refería más bien a los doctores de la ley, a los que buscaban ponerle a prueba, hacerle caer en una trampa. Era toda gente que le pedía signos, pruebas. Y Jesús responde que el único signo que se les dará será «el signo de Jonás».
¿Pero cuál es el signo de Jonás? «La semana pasada —recordó el Papa— la liturgia nos ha hecho reflexionar sobre Jonás. Y ahora Jesús promete el signo de Jonás». Antes de explicar este signo, el Papa Francisco invitó a reflexionar sobre otro detalle que se deduce de la narración evangélica: «el síndrome de Jonás», lo que el profeta tenía en su corazón. Él «no quería ir a Nínive y huyó a España», dijo el Santo Padre. Pensaba que tenía las ideas claras: «la doctrina es ésta, se debe creer esto. Si ellos son pecadores, que se las arreglen; ¡yo no tengo que ver! Este es el síndrome de Jonás». Y «Jesús lo condena. Por ejemplo, en el capítulo vigésimo tercero de san Mateo los que creen en este síndrome son llamados hipócritas. No quieren la salvación de esa pobre gente. Dios dice a Jonás: pobre gente, no distinguen la derecha de la izquierda, son ignorantes, pecadores. Pero Jonás continúa insistiendo: ¡ellos quieren justicia! Yo observo todos los mandamientos; ellos que se las arreglen».
He aquí el síndrome de Jonás, «que golpea a quienes no tienen el celo por la conversión de la gente, buscan una santidad —me permito la palabra— una santidad de tintorería, o sea, toda bella, bien hecha, pero sin el celo que nos lleva a predicar al Señor». El Papa recordó que el Señor «ante esta generación, enferma del síndrome de Jonás, promete el signo de Jonás». Y añadió: «En la otra versión, la de Mateo, se dice: pero Jonás estuvo en la ballena tres noches y tres días... La referencia es a Jesús en el sepulcro, a su muerte y a su resurrección. Y éste es el signo que Jesús promete: contra la hipocresía, contra esta actitud de religiosidad perfecta, contra esta actitud de un grupo de fariseos».
Para aclarar más el concepto, el Obispo de Roma se refirió a otra parábola del Evangelio «que representa bien lo que Jesús quiere decir. Es la parábola del fariseo y del publicano que oran en el templo (Lucas 14, 10-14). El fariseo está tan seguro ante el altar que dice: te doy gracias Dios porque no soy como todos estos de Nínive ni siquiera como ese que está allí. Y ese que estaba allí era el publicano, que decía sólo: Señor ten piedad de mí que soy pecador».
El signo que Jesús promete «es su perdón —precisó el Papa Francisco— a través de su muerte y de su resurrección. El signo que Jesús promete es su misericordia, la que ya pedía Dios desde hace tiempo: misericordia quiero, y no sacrificios». Así que «el verdadero signo de Jonás es aquél que nos da la confianza de estar salvados por la sangre de Cristo. Hay muchos cristianos que piensan que están salvados sólo por lo que hacen, por sus obras. Las obras son necesarias, pero son una consecuencia, una respuesta a ese amor misericordioso que nos salva». Las obras solas, sin este amor misericordioso, no son suficientes.
Por lo tanto «el síndrome de Jonás afecta a quienes tienen confianza sólo en su justicia personal, en sus obras». Y cuando Jesús dice «esta generación perversa», se refiere «a todos aquellos que tienen en sí el síndrome de Jonás». Pero hay más: «El síndrome de Jonás —afirmó el Papa— nos lleva a la hipocresía, a esa suficiencia que creemos alcanzar porque somos cristianos limpios, perfectos, porque realizamos estas obras, observamos los mandamientos, todo. Una grave enfermedad, el síndrome de Jonás». Mientras que «el signo de Jonás» es «la misericordia de Dios en Jesucristo muerto y resucitado por nosotros, por nuestra salvación».
«Hay dos palabras en la primera lectura —añadió— que se relacionan con esto. Pablo dice de sí mismo que es apóstol, no porque haya estudiado, sino que es apóstol por llamada. Y a los cristianos dice: vosotros sois llamados por Jesucristo. El signo de Jonás nos llama». Que la liturgia del día, concluyó el Pontífice, nos ayude a comprender y a hacer una elección: «¿Queremos seguir el síndrome de Jonás o el signo de Jonás?».
Memoria Litúrgica, 24 de julio
Gran amante de la Eucaristía y de la Virgen Santísima
Martirologio Romano: San Sarbelio (José, Charbel) Makhluf, presbítero de la Orden de los Maronitas Libaneses, que, por amor a la soledad y para alcanzar la más alta perfección, dejó el cenobio de Annaya, en el Líbano, y se retiró al desierto, en el que sirvió a Dios día y noche, viviendo con gran austeridad, ayunando y orando (†1898).
Breve Biografía
Youssef (José) nació el 8 de mayo de 1828 en un pequeño poblado del Líbano llamado Biqa-Kafra. Era el quinto hijo de Antonio Makhlouf y Brígida Choudiac, sencillos campesinos llenos de fe. Dos de sus tíos maternos eran monjes en el monasterio de Quzhaya que distaba una hora de camino desde Biqa-Kafra. José los visitaba con frecuencia y se quedaba con ellos ayudando en los oficios divinos, participando en sus oraciones y cantos y escuchando sus sabios consejos.
Tenía veintitrés años cuando dejó casa y familia para entrar al monasterio de Nuestra Señora de Mayfouk de la orden maronita libanesa. Al recibir el hábito de novicio cambió su nombre por el de Chárbel, nombre de un mártir de la iglesia de Antioquía que murió en el año 107 bajo el imperio de Trajano. Cuando su madre y su tío se enteraron de su decisión, se dirigieron inmediatamente a buscarlo al monasterio tratando de convencerlo de que regresara. Finalmente, Brígida, también convencida de la vocación de su hijo, le dijo: Si no fueras a ser buen religioso te diría: ¡Regresa a casa! Pero ahora sé que el Señor te quiere a su servicio. Y en mi dolor al estar separada de tí, le digo resignada: ¡Que Dios te bendiga, hijo mío, y que haga de ti un santo...!
Desde joven había desarrollado una intensa vida interior y de oración que durante sus años de monje había madurado. Pronto se despertó en él la vocación por la vida eremítica que, de acuerdo con la tradición cristiana, se debe hacer viviendo en soledad. Se retiró a la ermita de San Pedro y San Pablo en Gebel an Nour (Montaña de la Luz) que tenía sólo dos habitaciones pequeñísimas y un oratorio también estrechísimo. Comenzó esta vida más austera en el año 1875 y la llevó durante veintitrés años. Se ejercitaba en diversas mortificaciones y en la oración continua; dormía sobre el suelo y comía una sola vez al día. Ordinariamente oficiaba la misa hacia el mediodía de tal forma que pasaba la mañana preparándose para el Santo Sacrificio y la tarde dando gracias a Dios. Vivía en el más absoluto retiro, del que sólo salía para atender alguna necesidad pastoral.
El 16 de diciembre de 1898 estaba celebrando la misa hacia las once de la mañana, cuando le sobrevino un ataque de parálisis en el momento de la consagración. Murió el 24 de diciembre y sus restos reposan en el monasterio de San Maron, actual meta de peregrinaciones y milagros incesantes. Fue canonizado el 9 de octubre de 1977 por el papa Pablo VI.
Trigo, levadura y mostaza; XVI Domingo Ordinario
Reflexión del evangelio de la misa del Domingo 23 de julio 2017
No podemos arrancar al otro simplemente porque a nosotros nos parezca mal, sólo hay un verdadero juez que en el momento justo develará la verdad.
Lecturas:
Sabiduría 12, 13.16-19: “Al pecador le das tiempo para que se arrepienta”
Salmo 85: “Tú, Señor, eres bueno y clemente”
Romanos 8, 26-27: “El Espíritu intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras”
San Mateo 13, 24-43: “Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha”
¿Hay mucha maldad en el mundo? ¿Nos provoca desaliento y tenemos la tentación de abandonar la misión evangelizadora? ¿Los otros tienen la culpa? Entre las muchas novedades que nos ofrece el Papa Francisco, está su invitación al optimismo pero también a quitarnos esa aureola de bondad y santidad que muchas veces los católicos nos auto imponemos, mirando farisaicamente y con recelo a los demás. “Nosotros los buenos, ellos…”. Es frecuente dividir, hasta la ridiculez, el mundo, la historia y las sociedades en buenos y malos. Los que piensan distinto a nosotros, los que son de otro grupo o religión, los de diferentes partido… no solamente son “los otros”, con frecuencia son considerados perversos, separados y en extremos opuestos. Han cometido el delito de ser diferentes. Se multiplican las historias de Caín y Abel: atacar al otro simplemente porque es distinto.
Las actuales guerras, los conflictos internacionales, las diferencias políticas, son casi imposibles de resolver porque no aceptamos las razones de los otros, porque los juzgamos incapaces de tener algo bueno y se condena a priori cualquier propuesta o posible solución que los otros presentan. Cuando se parte de la condenación y la descalificación del otro, es imposible encontrar la paz. La parábola de la cizaña tiene sus grandes enseñanzas: es realidad el mal en nuestra vida, no podemos arrancar al otro simplemente porque a nosotros nos parezca mal, sólo hay un verdadero juez que en el momento justo develará la verdad…
Jesús hoy nos conduce muy suavemente para hacernos caer en cuenta de esta actitud condenatoria y nos narra tres parábolas muy sencillas. Cada una diferente pero cada una complementaria con la otra. Con la parábola del trigo y la cizaña, Jesús nos enseña que Dios está en todas partes y que a todos acoge, y lo expresa despertando el respeto por los demás, alentando la paciencia y fortaleciendo la esperanza en que habrá un día en que se puedan alcanzar niveles de justicia, de igualdad y de paz. Pero el camino no es exterminando, destruyendo, sino respetando procesos y diferencias. Una parábola contra la discriminación y también una autorreflexión y reconocimiento del mal que está no sólo en nuestro mundo, sino en nuestra propia persona. Tenemos que reconocer que en el corazón de cada uno de nosotros descubrimos grandes riquezas, pero también hay graves errores, tropiezos, egoísmos y equivocaciones. Nos cuesta mucho discernir los propios sentimientos, los afectos y las acciones. Es fácil reconocer los defectos de los demás pero ¡qué difícil es reconocer nuestras propias deficiencias! También nos ayuda esta parábola a cuestionarnos sobre el bien y el mal, porque adoptamos dos actitudes extremas: pesimismo creyendo que todo es pecado y maldad; o por el contrario tenemos esa tendencia actual disculpar todo y caminar como si cada quien pudiera hacer lo que le venga en gana sin importar si es bueno o malo. Y Jesús nos recuerda que en el mundo también hay el mal y que no lo podemos llamar “bien”, pero que también existe el bien y al final resplandecerá.
Para los pesimistas añade la parábola de semilla de mostaza: pequeña pero bella y alentadora. Con palabras sencillas nos enseña en la teoría lo que Jesús sabe vivir en la práctica. Muchos de sus seguidores al mirar lo poco que hace, el reducido campo de acción, los pocos éxitos que obtiene, se cuestionan si Jesús será verdaderamente el Mesías. Hoy sucede igual. Muchos cristianos pretenden irse por el camino fácil de la propaganda más que por el camino de la vida; interesa más la cantidad que la calidad; impresiona más las exhibiciones que la profundidad del Evangelio. A algunos les parecería que Jesús debe endulzar y aligerar un poco su doctrina con tal de tener más seguidores. Pero Jesús es muy claro y nos lo repite en esta parábola: se necesita profundidad, se necesita apertura para recibir la semilla, se necesita paciencia para dejarla crecer y se necesita constancia para que de fruto. ¿Qué dice Jesús a la Iglesia de hoy con esta parábola?
Y para no dejarnos con dudas la parábola de la levadura continúa y profundiza el mismo tema: el Evangelio no se trata de conquista, sino de contagiar. No vamos a enseñar sino a participar, y, sobre todo, el resultado dependerá no sólo de nuestras acciones, sino del don del Señor, pero también es fundamental nuestra actitud y compromiso. La ley de la resonancia también se da en el Evangelio. Una pequeña acción positiva desencadena un sinnúmero de cosas buenas; una omisión, una actitud negativa, afectará gravemente, no sólo a nuestra persona, sino a nuestra comunidad. El Reino debe implicar para el discípulo de Jesús una acción transformadora en la vida cotidiana, que llegue hasta lo más profundo de la persona humana. Es un llamado constante y permanente a construir e influir en las estructuras de la sociedad para crear un mundo más justo, más hermano y más comprensivo. Se trata de cambiarlo desde dentro y entonces cambiarán las estructuras, se necesita un cambio de corazón… pero si nosotros no cambiamos ¿cómo transformar el mundo?
Son tres pequeñas parábolas que dejan, o que deberían dejar, una gran inquietud en cada uno de nosotros. Conscientes de que en nuestro propio interior encontramos esa dualidad del bien y el mal, ¿cómo actuamos frente a los que son diferentes o con nosotros mismos cuando nos descubrimos pecadores? ¿Cuánta paciencia tenemos a los demás y nos tenemos a nosotros mismos? ¿Somos semilla de mostaza, levadura o somos solamente palabrería y llamarada de petate? Son tres parábolas que debemos sembrar en nuestro pensamiento y en nuestro corazón y dejarlas que crezcan arriesgándonos a las consecuencias.
Míranos, Señor, con amor y multiplica en nosotros los dones de tu gracia para que, llenos de fe, esperanza y caridad, permanezcamos siempre fieles en el cumplimiento de tus mandatos. Amén.
Teniendo en cuenta la complejidad de la teología católica acerca de la naturaleza de Dios, la siguiente lista, apoyada en las Sagradas Escrituras y el Magisterio de la Iglesia, contiene respuestas a 8 mentiras recurrentes que están al acecho de los católicos.
Teniendo en cuenta la complejidad de la teología católica acerca de la naturaleza de Dios, la siguiente lista, apoyada en las Sagradas Escrituras y el Magisterio de la Iglesia, contiene respuestas a 8 mentiras recurrentes que están al acecho de los católicos en el mundo actual.
3. Cristo es insuficiente
No existen nuevas revelaciones y el canon bíblico está cerrado. Hay demasiadas personas que quieren "aumentar" las enseñanzas de Cristo sosteniendo que, como las Sagradas Escrituras fueron "escritas hace mucho tiempo", estas deberían ser "actualizadas".
Psíquicos y charlatanes de todo tipo difunden sus supuestas "habilidades proféticas" que al parecer, van en contra de lo que sabemos de Dios. Nada más lejos de la verdad.
Si estas personas están en lo correcto, ¿por qué el Espíritu Santo le da a cada uno diferentes mensajes? Cristo y su Iglesia no necesitan nada de simples humanos. El mensaje de Cristo es válido y auténtico ayer, hoy y siempre como afirma la cita de Hebreos 13,8.
2. Puede haber nuevas revelaciones del plan de salvación
No hay y nunca podrán existir nuevas revelaciones que se añadan a la economía de la salvación. Algunas revelaciones privadas están aprobadas por la piedad popular (por ejemplo, Sagrado Corazón, Lourdes, la Divina Misericordia) y otras no.
La clave es si van de acuerdo a las revelaciones originales de Cristo en las Sagradas Escrituras. La gente se coloca en una situación precaria cuando se atreven a juzgar no sólo la Biblia, sino a Dios mismo y Su Iglesia, negando así la Tradición y el magisterio.
3. Jesús nunca asegura ser Dios en la Biblia
Cristo se refiere a sí mismo como Dios aproximadamente 50 veces en las Sagradas Escrituras.
Asimismo, los Evangelios muestran las reacciones de quienes se oponían a Jesús tras afirmar ser Dios o igual a Dios (por ejemplo en Marcos 14: 61-62).
Si Jesús nunca afirmó a Dios ¿por qué algunas personas se molestaron tanto con Él hace 2000 años hasta el punto de crucificarlo? Cristo fue condenado a muerte porque lo consideraban blasfemo al referirse a sí mismo como Dios.
4. Todos somos hijos de Dios y por lo tanto, Él debe amar todo lo que somos
Sí. Dios nos hizo a todos. Dios nos ama a todos. Todos somos Sus hijos. Sin embargo, Él nos llama hacia Sí mismo en un espíritu de amor y arrepentimiento, pero no todo el mundo está listo y dispuesto a hacer ese tipo de compromiso.
No se puede decir que somos Sus hijos y al mismo tiempo negarnos a reconocer nuestra relación con nuestro Padre Celestial. (1 Juan 3:10, Rm 8,15, Efesios 2: 1-16).
Dios es misericordioso, pero no todos nosotros queremos ser perdonados, o incluso, pensamos que no hemos hecho nada que deba ser perdonado (1 Juan 1: 8).
5. Todos adoramos al mismo Dios
Solo existe un Dios único y verdadero porque Él mismo lo afirmó (Deu 4:39, Isaías 43:11, 45: 5), sin embargo, no todo el mundo lo reconoce. Debe también señalarse que ninguna deidad pagana ha hecho una afirmación así.
A pesar de que suena políticamente correcto que todas las personas adoran al mismo Dios, es teológica, histórica y antropológicamente incorrecto. Fuera de la tradición judeocristiana, las deidades son impotentes, celosas, caprichosas, comedidas, hedonistas, egoístas, tremendamente emocionales y tiene una débil preocupación por los asuntos humanos.
El Dios judeocristiano es el amor mismo. Ninguna otra religión describe su deidad de esta manera.
6. Todas las religiones son iguales
Esta creencia está conectada el punto anterior, y por lo tanto, es incorrecta. Algunas religiones son violentamente la antítesis de todas las demás expresiones religiosas. Algunos requieren el sacrificio humano, conductas inmorales a la que se consideran virtudes o proponen “textos sagrados” que son ilógicos y contradictorios. Es imposible sugerir que todas las religiones son iguales.
Cristo nos dice que Él es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14: 6). El Dios judeocristiano se presentó a su pueblo y les enseña porque los ama (Hechos 4:12). Ninguna otra religión hace tales afirmaciones. La salvación solo viene de Cristo y no de Mahoma, Buda o Joseph Smith. El culto le pertenece por derecho solo a Yahvé, que es el gran YO SOY (Ap 4:11).
Existen diferencias irreductibles entre el cristianismo y el judaísmo como la encarnación, la pasión y resurrección. Podemos extender esta lista de incompatibilidades al considerar las religiones paganas. Sin embargo, muchas demandas éticas a través de las religiones pueden ser iguales o al menos compatibles. Esta no es una extraña coincidencia, por el contrario, si el único Dios está llamando a toda la humanidad, entonces Su marca será dejada sobre varias respuestas a la llamada.
7. Dios usa a los hombres como "ratones de laboratorio"
Dios es omnisciente y sabe lo que vamos a hacer. Ama nuestra existencia y no nos trata como si fuéramos “ratones de laboratorio”.
Dios es amor (1 Juan 4: 8, 16) y por lo tanto nunca podría torturarnos para ver "lo que haríamos”. La tentación se encuentra dentro de nosotros mismos y es decisión nuestra seguir la ley de Dios o rechazarla (Dt 30:19).
8. La Eucaristía es un mero símbolo
Esta es una perniciosa herejía y es bastante frecuente. ¿Por qué el pan y el vino son ofrecidos en el altar por un sacerdote como Cuerpo y Sangre de Cristo? Porque Jesús lo dice (Lucas 16).
De hecho, lo reveló a las personas que lo acompañaban en la sinagoga de Cafarnaúm y un buen número hizo una rabieta. Jesús preguntó a sus discípulos si también querían dejarlo por hacer tal afirmación, y Pedro respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Juan 6:68).
Aparte de lo que Jesús dijo, debe considerarse cómo los primeros cristianos trataban a la Eucaristía. Para Pablo, es una celebración con la que se anuncia y actualiza la muerte del Señor hasta su regreso (1 Cor 11:26).
"El que, por lo tanto, coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del cuerpo y la sangre del Señor. Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma así el pan y beba de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación"(1 Cor 11: 27-29).
La Didajé o enseñanza de los dóce apóstoles refleja este sentimiento: "No permitan que coman o beban de su Eucaristía, a excepción de los bautizados en el nombre del Señor, porque el Señor ha hablado de esto: 'No den lo que es santo a los perros'" (Didajé 9: 5).