Humanizar la Iglesia
- 06 Agosto 2017
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Entiendo que haya personas que, nada más que leer el título de este breve artículo, sientan un cierto recelo o quizá experimenten desconfianza o incluso un abierto rechazo. Porque a muchos de nosotros nos han educado en el convencimiento de que “lo humano” se contrapone a “lo divino”. Y eso, llevado hasta sus últimas consecuencias, desemboca – sin más remedio – en la idea fija de que “a más humanidad, menos divinidad”. O sea que “humanizar la Iglesia” equivaldría a robarle o recortarle su condición sagrada, sobrenatural y divina.
Sin embargo, me atrevo a decir que “humanizar la Iglesia”, no sólo es lícito, sino sobre todo es enteramente necesario y urgente. Si es que este asunto se piensa desde la fe y la mentalidad cristiana. Porque vamos a ver, según nuestras creencias, ¿qué es lo que hizo Dios, para traer solución y salvación al mundo?
Los cristianos decimos que esa pregunta tiene su respuesta a partir del misterio de la Encarnación de Dios en Jesús. Lo que, traducido a un lenguaje más sencillo, quiere decir la Humanización de Dios en un modesto galileo que se llamaba Jesús el Nazareno. San Pablo lo explica diciendo algo muy fuerte: “Él, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de tantos” (Fil 2, 6-7). Desde hace más de diez años, me viene preocupando lo que esto entraña y representa. He publicado cuatro libros y cantidad de artículos sobre el tema. Ahora quiero dar un paso más, que me parece urgente y decisivo. Porque, si lo que acabo de indicar es indispensable para entender el cristianismo, ¿no va a ser tanto o más urgente y necesario para entender la Iglesia? Lo que equivale a hacerse esta otra pregunta, quizá más incómoda para algunos: Si Dios se rebajó y se humanizó, para traer salvación a este mundo, ¿por qué la Iglesia no se despoja también de sus rangos, dignidades y privilegios, de forma que de ella podamos decir que se ha humanizado? Y lo peor de todo es que, como sabemos (y con frecuencia), los “hombres de Iglesia” mantienen sus rangos, privilegios y dignidades a base de “deshumanizarse” en no pocos asuntos que tocan asuntos de los más fuertes que tenemos que afrontar los humanos. Por supuesto, Dios no es la religión. Ni Dios es la Iglesia. Pero, en todo caso, los caminos de Dios, de Jesús, ¿no tendrían que ser los caminos de la Iglesia?
Me da mucho que pensar lo que está ocurriendo con el papa Francisco. Sus numerosas manifestaciones de humanidad y espontaneidad lo hacen odioso para un sector importante del clero. ¿Por qué será esto así?
XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, “A”
TRANSFIGURACIÓN
EL ROSTRO DE DIOS
“Mi rostro no lo puedes ver, porque no puede verlo nadie y quedar con vida». Luego dijo el Señor: «Aquí hay un sitio junto a mí; ponte sobre la roca. Cuando pase mi gloria, te meteré en una hendidura de la roca y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después, cuando retire la mano, podrás ver mi espalda, pero mi rostro no lo verás”. (Ex 33, 20-23)
TESTIGOS DEL ROSTRO DE DIOS
“Jacob llamó a aquel lugar Penuel, pues se dijo: «He visto a Dios cara a cara y he quedado vivo».” (Gn 32, 31)
“El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo”. (Ex 33, 11)
“Cuando Moisés bajó de la montaña del Sinaí con las dos tablas del Testimonio en la mano, no sabía que tenía radiante la piel de la cara, por haber hablado con el Señor. Aarón y todos los hijos de Israel vieron a Moisés con la piel de la cara radiante y no se atrevieron a acercarse a él.” (Ex 34,29-30)
“Entonces pasó el Señor y hubo un huracán. Después del huracán, un terremoto. Después del terremoto fuego. Después del fuego el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se mantuvo en pie a la entrada de la cueva. Le llegó una voz que le dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?».” (1Re 19, 11-13)
EL ROSTRO DE JESÚS
“Seis días más tarde, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte, a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.” (Mt 17, 1-3)
TESTIGOS DEL ROSTRO DE CRISTO
“… habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Porque él recibió de Dios Padre honor y gloria cuando desde la sublime Gloria se le transmitió aquella voz: «Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido». Y esta misma voz, transmitida desde el cielo, es la que nosotros oímos estando con él en la montaña sagrada. (2Pe 1,16-18)
“El Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas», ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo.” (2Cor 4,5-6)
CONSIDERACIÓN
Jesús sigue mostrándonos su rostro transfigurado en figuras de otros, y quienes lo miran con ojos de fe, lo descubren en los más necesitados, en la Palabra, en los acontecimientos, en el sacramento de la Eucaristía.
Fiesta de Transfiguración y psicoanálisis en el Tabor
Sueño y despertar de transfiguración en el monte Tabor,
En la reunión del equipo pastoral, preparando la homilía del 6 de agosto, nos hizo reir la catequista Herminia contando el cuento de las tres tiendas de campaña en lo alto del monte Tabor:
“¿Por qué tres solamente, si los personajes son seis en total, contando a los discípulos con los dos profetas y el Maestro? Es que Moisés y Elías son mayores, serios, estirados y encima roncan, necesitan estancia individual. En cambio, los discípulos se acurrucan en la misma tienda con Jesús, que reclina la cabeza en cualquier sitio, aun con menos de dos estrellas”.
Bromas aparte, el resto del equipo dudaba entre subir a montes de contemplación o bajar a rutas de compromiso.
Alicia, catequista de los pequeños, prefiere Lucas a Mateo y propone escenificar el sueño; “Pedro y sus compañeros estaban amodorrados por el sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria” (Lc 9, 32). De fondo, el salmo: “contempladlo y quedaréis radiantes"; aunque no todo es luz resucitadora, sino mitad ilusión de luz y mitad pesadilla de tinieblas en este “éxodo de pasión” que comentan Moisés y Elías (Lc 9, 30).
Enrique, catequista de confirmandos, insistía en que no vale la misma interpretación en la misa de infancia y en la de mayores. Es que no acababa de convencerles mi propuesta de centrarse en nuestros propios sueños, como en el sueño de Pedro, Juan y Santiago.
Los tres discípulos –invitados a quedarse en silencio ante el Enigma para escuchar al Misterio de Vida, que eso es orar...-, simplemente cayeron en el sopor de sobremesa, aunándose los temores con el mesenterio productor de ensoñaciones.
Los tres se quedaron dormidos en la siesta del monte Tabor (Mc 9, 2-13; Mt 17, 1-20; Lc 9, 28-36; cf Jn 12, 22-33), como también se les pegaron las sábanas, un año antes, en la madrugada de Cafarnaúm (Mc 1, 35-38) y como caerían rendidos de sueño, un año después, a media noche en Getsemaní (Lc 22, 39-46; Mt 26, 36-46; Mc 14, 32-42).
Estamos cotejando estos textos en el equipo, pero me parece que nos condiciona demasiado la preocupación con que solemos preparar las homilías: polarizados en cómo explicar la historia, o cómo contar el cuento de la manera que lo cuenta con su intención cada evangelista o cómo aclarar significados convirtiéndo los símbolos en alegorías que racionalicen la fe.
Quizás para Pedro, Juan y Santiago –y para nosotros hoy también- haga falta ayuda consejera: que, en vez de interpretarlo, nos plantee qué vamos a hacer con el sueño.
Y si el psicoanalista es Jesús en persona, escucharé la palabra que me hiere y abraza al mismo tiempo: levántate!
Levántate significa: despierta. Levántate significa: ponte en pie y echa a andar. Levántate significa: resucita.
“Levantaos” es palabra clave en esta escena: Mt 17, 7:, Levantáos (Gr. Egérzete), no tengáis miedo; Mt 26, 46: Levantáos (Gr. egéireze), vamos.
Nada extraño que tengan pesadillas de miedo los discípulos que, por el camino, habían oido de labios de Jesús el anuncio de la Pasión. Se mezclan en el sueño los miedos de muerte y tinieblas con los anhelos de vida resplandeciente: ellos habían dicho en la crisis galilea: “Nosotros no te dejamos, tú tienes palabras que dan vida definitiva (Jn 6, 68). Pero al abrir los ojos no saben con qué carta quedarse, con el recuerdo del miedo o con la lucidez de la esperanza. Se quedan inmóviles, “aterrados, no sabían cómo reaccionar” (Mc 9, 6), “al verse envueltos por la nube tormentosa se asustaron” (Lc 9, 34) a pesar de que la voz escuchada en sueños les había animado así: “Escuchadlo, es mi Hijo, al que tanto quiero” (Mt 17, 5)
Y Jesús sigue invitando a despertar del ensueño, del engaño; y abrir los ojos a otro sueño mejor, despertar a la realidad, a la lucidez de la iluminación. Despertar y salir del miedo, resucitar a la lucidez de afrontar la realidad y asumirla. Para Jesús, despertar es resucitar y resucitar es nacer de nuevo por el Espíritu, cuya creatividad hace siempre posibles renaceres de transfiguración.
Pues levantémonos - y levántese la Iglesia- resucitando del miedo a la lucidez tras la consulta de psicoanálisis gratuita con Jesús en el monte Tabor
Santo Evangelio según San Mateo 17, 1-9. La Transfiguración del Señor. Ciclo A.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, hoy descubro que ahí donde Tú estés, es donde yo quiero estar.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Si hago un esfuerzo y me pongo a pensar un poco, descubro que en mi vida han habido ciertos momentos, segundos e instantes en donde he podido gritarle al mundo: "Dios está conmigo"; me ha tomado consigo y me ha revelado de manera evidente la grandeza de su amor.
No es que algunas veces esté y otras no... Simplemente son momentos donde me ha deslumbrado el resplandor de su Corazón. Esos momentos se han convertido en pilares y refugios en los momentos difíciles... en los momentos de soledad; aunque también son rincones en mi vida en donde me encanta descansar.
La rutina, la cotidianidad, el paso de la vida a veces me hacen olvidar estos momentos; me hacen olvidar esos caminos a los que Dios me ha querido invitar. Ahí donde me ha dicho que está conmigo, que me espera... Ahí donde ha surgido desde lo más profundo de mi alma de manera tan natural: "hagamos tres chozas, aquí quiero estar".
La transfiguración del Amor de Dios que he tenido a lo largo de mi vida no sólo son momentos que ya no están... momentos que son hermosos de recordar. Son encuentros que marcan un camino que quiero seguir... son encuentros que llenan de esperanza cualquier circunstancia de mi vida... Son encuentros que me hacen querer vivir.
Si hago un esfuerzo y me pongo a pensar un poco... puedo gritarle al mundo: ¡Dios está conmigo!
La "luminosidad" que caracteriza este evento extraordinario simboliza el objetivo: iluminar las mentes y los corazones de los discípulos para que puedan comprender claramente quién es su Maestro. Es un destello de luz que se abre de repente sobre el misterio de Jesús e ilumina toda su persona y toda su historia.
(Ángelus de S.S. Francisco, 12 de marzo de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Vivir este día con una actitud de asombro ante las manifestaciones del Amor de Dios.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
En el diálogo con el Señor es donde descubrimos el sentido último de cuanto vivimos y somos.
Reflexionando sobre el evangelio del próximo domingo segundo del tiempo de cuaresma, uno piensa lo hermoso que sería para Pedro, Santiago y Juan, acompañar a Jesús al monte Tabor de Israel situado junto a Nazaret, para ser testigos de su transfiguración y poder escuchar la voz del Padre.
Sin embargo al mismo tiempo, no se me escapa la dificultad que a veces tenemos los cristianos para estar al lado de Jesús tanto en las alegrías como en el sufrimiento. Lo duro que nos resulta subir al monte como Abraham, para sacrificar al “Isaac” de nuestros días repleto de placeres y egoísmos.
Jesús iluminó su camino de abandono y soledad, dialogando con el Padre que le proclama como su Hijo amado, con el que siempre compartió la existencia divina y que había sido anunciado como Salvador por los profetas.
Posiblemente no fuera éste, un encuentro aparentemente espectacular ni milagroso, aunque sí, una experiencia profundamente veraz: “Este es mi Hijo amado”, nos dice Marcos (9,2). El Padre sella con su presencia luminosa el camino de su Hijo, el camino de la cruz, el camino de la luz y de la esperanza.
Para estos tres discípulos que se les otorga el privilegio de una experiencia singular y que presencian el acto, el misterio de la persona de Jesús se les desvela por un momento.
El candor deslumbrante de sus vestidos hablan por si mismos de su gloria. Las figuras de Moisés y Elías conversando con Él, indican que la ley y las profecías se cumplen, siendo el Mesías esperado que colma todas las promesas y esperanzas al tiempo que el testimonio del propio Dios confirma y culmina la revelación: Es su Hijo amado (Mc. 1, 11. 12,6).
Todo esto es un significado de que la peregrinación continuaba y el camino volvía a oscurecerse para los discípulos. No obstante el recorrido ya no resultaba tan penoso al no olvidar ese destello de luz que habían recibido en la cima del monte y que les invitaba a escuchar al Maestro, aún cuando sus palabras sonaran a cruz y a sufrimiento.
A esta experiencia singular le sigue la imposición de silencio por parte de Jesús con un límite determinado: la Resurrección del Hijo del Hombre. La razón parece evidente. Solo a la luz de la resurrección será posible comprender la transfiguración en todo su alcance.
Y estoy convencido de que también ahora Jesús nos llama para ir con El al Tabor y allí en la altura, entablar un diálogo con los grandes orantes de la historia, Moisés y Elías; un diálogo en el que debemos encontrar nuestra iluminación, nuestro aliento y la fuerza para afrontar los retos de nuestra existencia cotidiana; porque es ahí en el diálogo con el Señor, donde descubrimos el sentido último de cuanto vivimos y somos.
Pero no podemos quedarnos siempre en el Tabor, hemos de bajar, hemos de afrontar la vida con los demás, hemos de transformar nuestra condición humana sin separarnos de los otros; hemos de entregar el amor sin esperar nada a cambio.
Los apóstoles guardaron el secreto y nosotros también en “secreto” hemos de trabajar con Jesús para vivir y resucitar con El; si no que sentido o finalidad tendría la “travesía” de nuestra vida por este mundo en el seguimiento de Cristo, en medio de pruebas y tentaciones.
Es cierto que los cristianos vivimos momentos de oscuridad, de incertidumbre, de incomprensión. Necesitamos un Tabor para escuchar la Palabra de Dios que nos hable directamente a nuestros corazones, porque ésta es la historia del amor de Dios hecha verdad y vida y porque sabemos que sino oramos, difícilmente podremos renovar nuestro compromiso con el Evangelio.
Así las cosas cabría preguntarnos si ponemos más el acento en el desierto-tentación o en el Tabor-elevación. Si cuidamos nuestro proceso orante, de escucha; si luchamos por sacar la oración de la monotonía o si de verdad nos preocupamos por entender los signos de cercanía de aquellas personas que llegan a nuestra vida.
Por todo ello, hemos de meditar sobre cuánto nos queda a los seguidores de Jesús para seguirle y transformar nuestras vidas, aquí en nuestro pequeño mundo; junto a los que sufren, junto a los millones de hermanos que mueren de hambre y de enfermedad en países del mal llamado “tercer mundo”; junto a los que son asesinados vilmente; junto a los deprimidos, marginados, enfermos de sida, junto a…tantas necesidades humanas.
El Papa saluda desde la ventana de su despacho
Recuerda a los que no pueden tomar vacaciones por dificultades económicas
Francisco reza en el ángelus por los "humillados por la injusticia, la prepotencia y la violencia" en el mundo
Anima a convertirse en "señal concreta del amor de Dios que da la vida por todos nuestros hermanos"
Cameron Doody, 06 de agosto de 2017 a las 12:46
El tiempo de verano es un momento providencial para aumentar nuestro compromiso con la búsqueda y el encuentro con el Señor
(C. Doody).- Hombres y mujeres "humillados por la injusticia, la prepotencia y la violencia", y los que no pueden tomar vacaciones en verano por falta de dinero. Son las personas que han estado en el centro de las oraciones del Papa en su rezo del ángelus hoy, en la fiesta de la Transfiguración, por las que anima a los cristianos a convertirse en "señal concreta del amor de Dios" al encontrar tiempo ellos mismos este verano para "subir al monte" y también buscar al Señor.
Algunas frases de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo, celebramos la fiesta de la Transfiguración del Señor
Jesús "los llevó aparte a un monte alto" y, mientras oraba, su rostro cambió de aspecto, brillando como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz
Entonces aparecieron Moisés y Elías, y entraron en diálogo con él. Llegado este punto, Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías"
Antes de que hubiera terminado de hablar, apareció una nube de luz que los cubrió
El acontecimiento de la Transfiguración del Señor nos da un mensaje de esperanza: nos invita a conocer a Jesús, para estar al servicio de los demás
La subida de los discípulos al Monte Tabor nos lleva a reflexionar sobre la importancia del descanso lejos de las cosas del mundo, para hacer un camino a lo alto y contemplar a Jesús
Se trata de disponerse para estar a la escucha del Cristo, el Hijo amado del Padre, en busca de momentos de oración que permitan la acogida dócil y alegre de la Palabra de Dios
Estamos llamados a redescubrir el silencio calmante y regenerador de la meditación del Evangelio, lo que lleva a un destino rico en belleza, en esplendor y en alegría
En esta línea, el tiempo de verano es un momento providencial para aumentar nuestro compromiso con la búsqueda y el encuentro con el Señor
Es importante que el período de descanso de las tareas diarias restaure la fuerza de cuerpo y espíritu, profundizando el camino espiritual
Al final de la maravillosa experiencia de la Transfiguración, los discípulos bajaron del monte con los ojos y el corazón transformados por el encuentro con el Señor. Es el camino que nos puede llevar a nosotros también
El redescubrimiento de Jesús no es un fin en sí mismo, pero si subimos "por la montaña", nos recargaremos con la fuerza del Espíritu Santo, para decidir sobre nuevas medidas para la conversión auténtica y la muestra consistente del amor, como nuestra ley cotidiana
Transformado por la presencia de Cristo y por el ardor de su palabra, seremos una señal concreta del amor de Dios que da la vida por todos nuestros hermanos, especialmente por los que sufren... y por la multitud de hombres y mujeres que, en diferentes partes del mundo, son humillados por la injusticia, la prepotencia y la violencia
En la Transfiguración oímos la voz del Padre celestial, que dice: "Este es mi Hijo, el amado. ¡Escuchadlo!"
Queremos que nuestra Madre, la Madre de Dios, nos ayuda a sintonizar con la palabra de Dios, para que Cristo pueda convertirse en la luz y guía de toda nuestra vida
A ella le confiamos las vacaciones de todos, por que sean serenas y provechosas
Pero sobre todo (le confiamos) el verano de aquellos que no pueden tomar vacaciones por razones de edad, salud o trabajo, por dificultades económicas u otros problemas, de manera que tengan sin embargo un momento de relax
Algunas frases de su saludo después del rezo del ángelus
Saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de diversos países: familias, asociaciones y creyentes individuales
Están aquí hoy varios grupos de niños y jóvenes. ¡Os saludo con gran afecto! En particular, el grupo de la Pastoral Juvenil de Verona, y los jóvenes de Adria, Campodarsego y Offanengo
Les deseo a todos un buen domingo
Por favor, no os olvidéis de rezar por mí
¡Buena comida y adiós!