Por su pasión, Cristo pagó nuestra deuda

Evangelio según San Mateo 17,22-27. 

Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús les dijo: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres: 
lo matarán y al tercer día resucitará". Y ellos quedaron muy apenados. 

Al llegar a Cafarnaún, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: "¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?". 

"Sí, lo paga", respondió. Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: "¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?".

Y como Pedro respondió: "De los extraños", Jesús le dijo: "Eso quiere decir que los hijos están exentos. 

Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti". 

San Maximiliano María Kolbe, presbítero y mártir

fecha: 14 de agosto

n.: 1894 - †: 1941 - país: Polonia

otras formas del nombre: Maximiliano Kolbe
canonización: B: Pablo VI 17 oct 1971 - C: Juan Pablo II 10 oct 1982

hagiografía: «L`Osservatore Romano»

Maximiliano María Kolbe nació cerca de Lodz (Polonia) el 8 de enero de 1894. Ingresó en el seminario de los Hermanos Menores Conventuales en 1907, y el año 1918 fue ordenado sacerdote en Roma. Encendido en el amor a la Madre de Dios fundó la asociación piadosa de la «Milicia de María Inmaculada», que propagó con entusiasmo. Misionero en el Japón, se esforzó por extender la fe cristiana bajo el auspicio y patrocinio de la misma Virgen Inmaculada. Vuelto a Polonia, habiendo sufrido grandes calamidades, en el mayor conflicto de los pueblos, entregó su vida como holocausto de caridad por la libertad de un desconocido condenado a muerte, el 14 de agosto de 1941, en el campo de concentración de Auchwitz. 

En septiembre de 1939 estalla la Segunda Guerra mundial. Sangre, muerte, destrucción, crueldad, odio, bestialidad e infamia sin fin. Los nazis, llenos de soberbia, invaden Polonia. En pocas semanas, el ejercito y toda la nación polaca sufren la humillación de la derrota. Quedan completamente subyugados.   Pocos días después, llega la Wermach, o ejercito de ocupación, que sin miramiento alguno comete todo tipo de tropelía, saqueos y vandalismos en la ciudad mariana: destrozan imágenes, encienden fogatas con ornamentos sagrados, retiran y se llevan una buena parte de la maquinaria tipográfica. El P. Kolbe, el fundador, esta presente ante esos destrozos sacrílegos. No se deja dominar por el odio ni grita venganza. Solo reza, llora y consuela... Pese al clima de odio al enemigo, el perdona como Cristo en la Cruz; el ama a todos: "¡Animo muchachos, la Inmaculada nos lo dio. La Inmaculada nos lo quito. Ella bien sabe como están las cosas!".   El 19 de septiembre se presento en Niepokalanow la Wermacht alemana con gritos: "Todos fuera!.. ¡Todos en marcha!.. Todos los frailes fueron acorralados en el patio, encolumnados y cargados en camiones rumbo al occidente. Pasaron de un campo de concentración a otro: de Lamsdorf a Amtitz, de aquí a Ostrzeszow. Aun no se había llegado a los horrores posteriores de los campos de concentración; sin embargo, no faltaban los sufrimientos. Había de sobra dolor para poner a prueba hasta a los mas fuertes: abusos, prepotencia, desprecio, violencia, repugnante suciedad, hambre, frío, promiscuidad, piojos.

Pese a todo, había algo de libertad que permitía a los frailes tener vida común, instalar una imagen en la repisa de un galpón, rezar y cantar juntos, hacer su retiro espiritual.   El 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada, luego de tres meses de encierro, fueron inexplicablemente liberados. Era un regalo de la Virgen. Pero triste espectáculo les brindo Niepokalanow al regresar. Primeramente, los bombardeos y los saqueos habían destrozado la mística ciudad. Ahora, todo se hallaba ocupado por los deportados y desbandados. Sin embargo, no hubo desmayo, sino que en seguida se organizo la vida religiosa con tandas continuadas de Adoración ante el Santísimo.   De inmediato, la numerosa comunidad tuvo que enfrentar no tanto los problemas culturales de las revistas y ediciones, cuanto los mas prosaicos y graves de la subsistencia: comida, ropa, remedios, Para resolverlos, como también para salir al encuentro de las necesidades del pueblo de los alrededores, se abrieron talleres de herrería, carpintería, mecánica, servicios automovilísticos, y también una lechería. Ocasionalmente tuvieron que prestar servicios también a las autoridades de ocupación. Niepokalanow brindo su asistencia a varios miles de pobres desheredados, entre los cuales había un millar de judíos, marcados por los nazis con una estrella amarilla sobre el pecho.   El P. Maximiliano había impartido a sus frailes estas pautas de conducta: la caridad ha de estar abierta a todos sin discriminación; sus únicos limites han de ser los de las posibilidades, que, gracias a su gran espíritu de sacrificio, llegaban a los extremos de la misma generosidad. El P. Kolbe se las arregló para enviar mensajes a los hermanos dispersos: "Trabajemos en la acción misionera. Conquistemos para la Inmaculada otros corazones. Recemos mucho por la venida del reino. Ofrezcámosle nuestros sufrimientos. Nuestra consigna sea ésta: que la Inmaculada esté contenta de nosotros. Vivamos de amor. Comuniquemos a los otros fuego de amor"  La Navidad de 1939 es Navidad de guerra: nuevos aprestos bélicos en el frente ruso, carecen los alimentos y la calefacción, aumenta el miedo, las persecuciones y arrestos... ¿Quien se acuerda de celebrar Navidad? -El P. Maximiliano. Organiza una fiestecita infantil para los muchos niños alojados en Niepokalanow: teatrillo, cantos, modestas golosinas, para devolver a los niños un poco de alegría y hacer brillar de nostalgia los ojos de las madres.   El P. Kolbe esta en la lista negra de la Policía Secreta. ¿Por que? El Padre Kolbe es el superior de Niepokalanow, cuyas actividades marianas tienen tanta influencia en toda Polonia. Los nazis quieren destruir esa influencia y a la vez quieren vengarse de que de esos talleres salía "El Pequeño Diario" cuya predica patriota y católica tanto los había enfurecido. Peor mas aun, el P. Kolbe por su sacerdocio, cultura y posición era dirigente notable. En el programa de ocupación estaba previsto el exterminio de los intelectuales y dirigentes. Además, en Niepokalanow se brindaba asilo a los judíos. A los ojos antisemitas de los nazis, eso era un delito que merecía el castigo de los campos de concentración. El P. Maximiliano presentía que vendrían para apresarlo pero seguía firme en compromisos.

Estaba convencido de que su vida estaba en manos de Dios y que la Inmaculada velaba por todos. Seguía trabajando por la difusión de sus ideales marianos. Deseaba reeditar "El Caballero de la Inmaculada" para llevar autentica esperanza y paz a ciento de miles de hogares en tiempo de tanto dolor y confusión. Finalmente, en diciembre del 1940, luego de infinitas gestiones con los ocupantes invasores, pudo editar el ultimo numero, en el cual brillaba la belleza del amor mariano.   Un día de febrero del 1941 por la mañana dos autos negros de la Gestapo se paran ante Niepokalanow. Los policías piden hablar con el P. Kolbe, quien al saber su llegada contesta con temblor al hermano portero: "¡Bien, bien, hijo mío!¡María!". Reúnen a todos los frailes en el patio, mientras tanto ellos inspeccionan bruscamente todo el convento. Hacia mediodía, el Padre Maximiliano y otros cinco padres son obligados a introducirse en los autos. Parten para un viaje sin retorno. El P. Maximiliano inicia su vía crucis sereno y tranquilo, como siempre. Dejó su querida Niepokalanow, su predilecta ciudad mariana, para no volver mas.   Para todo polaco, el "Pawiak" es el nombre de la terrible cárcel de Varsovia, que "hace helar la sangre". Ahí ingreso el 17 de febrero de 1941 el P. Maximiliano Kolbe.   El campo de concentración de Auschwitz es llamado por los polacos: "campo de la muerte", porque en sus campos, bloques y sótanos, han perecido miserable y trágicamente, mas de cinco millones de personas. Levantado sobre los escombros de unos cuarteles y granjas, esta situado en la Polonia meridional, en una zona pantanosa, insalubre, para que no hubiese testigos indiscretos de esa fabrica de muerte. Rodeado por altas alambradas electrizadas y de torres de control. Allí toda crueldad e infamia, toda bestialidad y aberración, toda atrocidad y todos los horrores se habían dado cita para transformarlo en un verdadero infierno. Continuas muertes por enfermedades y por inanición, frío, fatigas agotadoras, escorbuto, disentería, traumas e infecciones. El pelotón de fusilamiento acribillaba a docenas a la vez contra un paredón forrado de caucho, para atenuar el ruido del disparo. En la plaza de armas cinco personas subían a la banqueta. El verdugo les colocaba el lazo al cuello. Con una patada a la banqueta quedaban las víctimas suspendidas. Auschwitz se había hecho famoso por la instalación de la primera cámara de gas. Lo que mas se temía no eran las balas, ni las horcas, ni las cámaras de gas, sino los sótanos de la muerte, o "Bunker", de la lenta agonía, del martirio enloquecedor del hambre y de la sed.   En Auschwitz murieron millones de católicos y también, como es sabido, millones de judíos. El objetivo mas profundo de Hitler en sus masacres es poco conocido. El hecho es que el odiaba la revelación divina confiada a Israel y también a Jesucristo, particularmente a la Iglesia Católica.  

Entra en Auschwitz el P. Maximiliano la tarde del 28 de mayo de 1941 con un transporte de otros 320 presos. Sobre el portón de entrada había un letrero en alemán: "El trabajo libera". Era una mentira mas. En realidad, al entrar los prisioneros, se les decía que los judíos tenían el derecho de vivir dos semanas y los sacerdotes católicos un mes.   Apenas llegan agotados, se pasa lista. Cada preso ha de pasar debajo de una doble fila de sayones, los que armados de látigos y bastones, se divierten sádicamente, golpeándolos o haciéndoles zancadillas, que obligan los presos a saltos, manotazos, morisquetas y terribles crispaciones. Todo esto provocaba en los verdugos burlas y risotadas.   Maximilano siempre iba al final de la línea de la enfermería a pesar de la severa tuberculosis que padecía.   La mañana del 29 de mayo despertó a los 320 con un deshumanizante programa. Desnudados, fueron sometidos a una ducha colectiva de violentos chorros de agua fría. Después golpeados y escarnecidos obscenamente por sus desnudeces, fueron revestidos de raídas casacas, muchas de ellas aun manchadas de sangre. Cada casaca lleva un numero. Desde ahora en adelante, cada preso no será mas que un numero. El del Padre Maximiliano María Kolbe era el 16670.   Mas tarde, todo el grupo salió a la plaza de armas, para la asignación a las brigadas de trabajo o bloques. El P. Kolbe en seguida fue ocupado como peón en el acarreo de cantos rodados y arena para la construcción de un muro alrededor del horno crematorio. El P. Kolbe consolaba a sus compañeros y decía " todo lo que sufrimos, es por la Inmaculada".   Un día, después de una tremenda paliza dada por el cabo que estaba a cargo, y que lo había dejado mas muerto que vivo, el P. Kolbe fue internado en el hospital, atacado de neumonía, con fiebre altísima y con el rostro estriado de moretones. "Con su conducta ante el sufrimiento, asombraba a médicos y enfermeros. Soportaba el dolor virilmente y con completa resignación a la voluntad de Dios, solía repetir: "Por Jesús soy capaz de padecer aun mas. La Inmaculada esta conmigo y me ayuda".   El bloque 14 había salido para la cosecha de unas parcelas de trigo. Aprovechando algún descuido de los guardias, un preso se fugó. Por la tarde, al pasar lista, se descubrió el hecho. El terror congeló los corazones de aquellos hombres. Todos sabían la terrible amenaza del jefe: "Por cada evadido, 10 de sus compañeros de trabajo, escogidos al azar, serian condenados a morir de hambre en el bunker o sótano de la muerte. A todos aterrorizaba el lento martirio del cuerpo, la tortura del hambre, la agonía de la sed. Al día siguiente, los otros bloques siguen sus faenas diarias. Los del bloque 14 han de quedar en posición de atención en la explanada bajo el sol calcinante de verano, sin comer ni beber. Tres horas pasan como la eternidad. El P. Maximiliano, el de los pulmones agujereados por la tisis, el que acaba de salir del hospital, siempre débil y enfermizo, resiste de pie, no desmaya ni cae. El solía repetir: "En la Inmaculada todo lo puedo". A las 21 horas se distribuyo la comida. Pero no para el bloque 14. Estos pobres observaron como sus raciones eran tiradas de las ollas al desagüe. Al romper filas todos van a catres sabiendo que al día siguiente diez de entre ellos serian escogidos para el bunker de la muerte. Ya había ocurrido en dos ocasiones.

Al día siguiente, a las 18 horas, Fritsch, el comandante del campo, se planta de brazos cruzados ante sus víctimas. Un silencio de tumba sobre la inmensa explanada, atestada de presos sucios y macilentos. "El fugitivo no ha sido hallado... Diez de ustedes serán condenados al bunker de la muerte... La próxima vez serán veinte".   Con total desprecio a la vida humana, los condenados son escogidos al azar. ¡Este!... ¡Aquel!... grita el comandante. El ayudante Palitsch marca los números de los condenados en su agenda. Aterrorizado, cada condenado sale de las filas, sabiendo que es el final.   ¡Adiós, adiós , mi pobre esposa!.. ¡Adiós , mis hijitos, hijitos huérfanos! dice sollozando el sargento Francisco Gajownieczek.   Las palabras del sargento sin duda tocan el corazón de muchos presos, pero en el corazón del padre Kolbe hacen mas. Mientras los diez condenados responden al grito: "¡Quítense los zapatos!", porque deben ir descalzos al lugar del suplicio; de improviso ocurre lo que nadie podía imaginarse.   He aquí los testimonio de los que estaban presente:   "Después de la selección de los diez presos atestigua el Dr. Niceto F. Wlodarski, el P. Maximiliano salió de las filas y quitándose la gorra, se puso en actitud de ¡firme! ante el comandante. Este sorprendido, dirigiéndose al Padre, dijo: "Que quiere este cerdo polaco?". "El P. Maximiliano, apuntando la mano hacia F. Gajownieczek, ya seleccionado para la muerte, contesto: "Soy sacerdote católico polaco; soy anciano; quiero tomar su lugar, porque el tiene esposa e hijos...".   "El comandante maravillado, pareció no hallar fuerza de hablar. Después de un momento, con un gesto de la mano, pronunciando la palabra ¡Raus! ¡Fuera!..., ordeno a Gajowniczek que regresara a su fila. De este modo, el P. Maximiliano María Kolbe tomo el lugar del condenado".   "Parece increíble que el comandante Frisch haya borrado de la lista al sargento, y haya aceptado el ofrecimiento del P.Kolbe, y que mas bien no haya condenado a los dos al bunker de la muerte. Con un monstruo como ese, todo era posible"   "Los diez pasaron ante nuestras filas", declara Fray Ladislao Swies, palotino, "y entonces observe que el Padre Kolbe seguía por ultimo, y sostenía a tientas a otro de los condenados, mas débil que el, que no era capaz de caminar con sus propias fuerzas".   A la Virgen dirige su oración: "Reina mía, Señora mía, has mantenido tu palabra. ¡Es para esto que yo he nacido!".   "El sacrificio del P. Kolbe, mientras provocó la consternación entre las autoridades del campo, provocó la admiración y el respeto de los presos", (Sobolewski). "En el campo casi no se notaban manifestaciones de amor al prójimo. Un preso rehusaba a otro un mendrugo de pan. En cambio, el había dado su vida por un desconocido" (Dr. Stemler)   El sol se estaba hundiendo en el horizonte detrás de las tétricas alambradas. El cielo estaba tomando los colores rojos de los mártires. "Fue una magnifica puesta del sol, una puesta nunca vista", relatan los pocos supervivientes de esa tarde de fines de julio de 1941. Entre el odio brilló  mas fuerte el amor que la Virgen nos concede.  "No hay amor mas grande que dar la vida por un amigo" (San Jn 15:13) .  

Los diez condenados al hambre y la sed bajan al sótano de la muerte del que solo salen cadáveres directamente al crematorio.   Bruno Borgowiec, un polaco encargado de retirar los cadáveres, dio su testimonio: "Después de haber ordenado a los pobres presos que se desnudaran completamente, los empujaron en una celda. En otras celdas vecinas ya se hallaban otros veinte de anteriores procesos. Cerrando la puerta, los guardias sarcásticamente decían: "Ahí se van a secar como cascaras". Desde ese día los infelices no tuvieron ni alimentos ni bebidas"   "Diariamente, los guardias inspeccionaban y ordenaban retirar los cadáveres de las celdas. Durante estas visitas estuve siempre presente, porque debía escribir los nombres-números de los muertos, o traducir del polaco al alemán las conversaciones y los pedidos de los presos. "Desde las celdas donde estaban los infelices, se oían diariamente las oraciones recitadas en voz alta, el rosario y los cantos religiosos, a los que se asociaban los presos de las otras celdas. En los momentos de ausencia de los guardias yo bajaba al sótano para conversas y consolar a los compañeros. Loas fervorosas oraciones y cantos a la Virgen se difundían por todo el sótano. Me parecía estar en una iglesia. Comenzaba el P. Maximiliano y todos los otros respondían. A veces estaban tan sumergidos en las oraciones, que no se daban cuenta de la llegada de los guardias para la acostumbrada visita. Sólo a los gritos de estos, las voces se apagaban.   "Al abrir las celdas, los pobres infelices, llorando a lágrima viva, imploraban un trozo de pan y agua, pero les era negado. Si alguno de entre los más fuertes se acercaba a la puerta, en seguida recibía de los guardias patadas al vientre, tanto que cayendo atrás sobre el cemento, moría en el acto o era fusilado.   "Del martirio que han debido padecer los pobres condenados a una muerte tan atroz, da testimonio el hecho de que los cubos estaban siempre vacíos y secos. De lo cual hay que concluir que los desgraciados, a causa de la sed, tomaban la propia orina".   "El P. Maximiliano se comportaba heroicamente. Nada pedía y de nada se quejaba. Daba animo a los demás. Persuadía a los presos a esperar de que el fugitivo sería hallado y ellos serían liberados.   "Por su debilidad recitaba las oraciones en voz baja. Durante toda visita, cuando ya casi todos estaban echados sobre el pavimento, se veía al P. Maximiliano de pie o de rodillas en el centro, mirando con ojos serenos a los llegados. Los guardias conocían su sacrificio, sabían también que todos los que estaban con el morían inocentemente. Por esto, manifestando respeto por el P. Kolbe, decían entre si: "Este sacerdote es todo un caballero. ¡Hasta ahora no hemos visto nada semejante!".   Así pasaron dos semanas, mientras tanto los presos morían uno tras otro. Al termino de la tercera semana, solo quedaban cuatro, el P. Kolbe entre ellos.   A las autoridades pareció que las cosas se alargaban demasiado. La celda era necesaria para otras víctimas. "Por esto, un día, el 14 de agosto, condujeron al director de la sala de enfermos, el criminal Boch, el cual propino a cada uno una inyección endovenosa de ácido fénico. El P. Kolbe, con la plegaria en los labios, el mismo ofreció el brazo al verdugo.   "Partidos los guardias con el verdugo, volví a la celda donde encontré al P. Kolbe sentado", narra Borgowiec, "recostado en la pared, con los ojos abiertos y concentrados en un punto y la cabeza reclinada hacia la izquierda (era su posición habitual). Su cuerpo limpio y luminoso. Su rostro lucia sereno y bello, radiante, mientras los demás muertos estaban tendidos sobre el pavimento, sucios y con los signos de la agonía en el rostro.   "En el campo por meses se recordó el heroico acto del sacerdote. Durante cada ejecución se recordaba el nombre de Maximiliano Kolbe.   "La impresión del hecho se me grabó eternamente en la memoria".  La Inmaculada se lo llevó la víspera de su gran fiesta: La Asunción. Moría un santo sacerdote en Auschwitz, mártir por Dios, de la Virgen y por un padre de familia. El padre Kolbe venció al mal con el poder del amor. Murió tranquilo, rezando hasta el último momento. Según el certificado de defunción del campo, P. Maximiliano María Kolbe falleció a las 12:50 del 14 de agosto de 1941. Tenia 47 años."   El día siguiente, 15 de agosto, el cadáver del P. Kolbe fue llevado al horno crematorio. Cinco meses antes en la misma mañana del arresto, el P. Maximiliano María Kolbe así escribía en su agenda personal (02-17-1941):   "La Inmaculada, que había sido todo el poema de su vida, la luz de su inteligencia y de su genio, el latido de su corazón, la llama de su apostolado, el éxtasis de su plegaria, su inspiradora y guía, su fortaleza y su sonrisa, la Reina de sus "ciudades" y la Dama de sus caballeros, en breve la vida de su vida; Ella quiso, arrebatárselo en luz de gloria entre los ángeles que festejaban su supremo triunfo".  

Cumplió su deseo máximo: "Concédeme alabarte, Virgen Santa, concédeme alabarte con mi sacrificio. Concédeme por ti, solo por ti, vivir, trabajar, sufrir, gastarme, morir..."   San Maximiliano se encontró en medio de un gran choque espiritual en la batalla que se libra en el mundo entre la Inmaculada Virgen María y Satanás. El supo dar la talla y vencer con las armas del amor. Como respuesta a la brutalidad del trato de los guardias de la prisión, San. Maximiliano era siempre obediente, manso y lleno de perdón. Aconsejaba a todos sus compañeros de prisión a confiar en la Inmaculada: "¡Perdonen!", "Amen a sus enemigos y oren por los que os persiguen".. Es una batalla que ahora, con su ejemplo e intercesión debemos nosotros luchar.   El 17 de Octubre de 1971, luego de dos milagros obtenidos gracias a su intercesión, el Padre Maximiliano Kolbe fue beatificado por el Papa Paulo VI. En su mensaje el Papa proclamó: "Maximiliano Kolbe ha sido un apóstol del culto a la Virgen, contemplada en su primer, originario y privilegiado esplendor, el de su propia definición en Lourdes: "LA INMACULADA CONCEPCION. Resulta imposible separar el nombre, la actividad, la misión del Beato Kolbe, del nombre de María Inmaculada....Ningún titubeo estorbe nuestra admiración, nuestra adhesión a esa consigna que el Beato nos deja en herencia"   Un compatriota suyo, el Papa Juan Pablo II lo canonizó en 1982: Mártir de la caridad. El mismo Papa sufrió mucho en la misma guerra y Dios lo libró de la muerte para que pueda ser testigo de la victoria de la Inmaculada en San Maximiliano Kolbe.

TESTIGOS DE AMOR

Testigos de amor
de Cristo Señor,
mártires santos.

Rosales en flor
de Cristo el olor,
mártires santos.

Palabras en luz
de Cristo Jesús,
mártires santos.

Corona inmortal
del Cristo total,
mártires santos. Amén.

Oh Dios, que a san Maximiliano María, apóstol de la Inmaculada y ejemplo de caridad hacia el prójimo, le infundiste un deseo ardiente de la salvación de los hombres, concédenos, por su intercesión, poder trabajar generosamente por tu gloria y por la salvación de los hombres hasta dar nuestra propia vida, como lo hizo tu Hijo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén

San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Comentario del Salmo  48,14-15; CSEL 64, 368-370

Por su pasión, Cristo pagó nuestra deuda

¿Quién será tan poderoso hasta el punto de ofrecer por sí mismo una expiación que podría añadir algo a la que ofreció Cristo por nosotros, cuando reconcilió el mundo con Dios por su sangre? ¿Hay una víctima mayor, más generoso sacrificio, mejor abogado que Jesús que intercede por los pecadores y que ha dado la vida por nuestra redención?

 Así, pues, ya no hay que ofrecer ninguna expiación o rescate por nosotros, ya que el rescate de todos es la sangre de Cristo, Nuestro Señor, la única que nos reconcilió con el Padre. Jesús consumió su obra hasta el final ya que tomó sobre si nuestros sufrimientos y dice: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.” (Mt 11,28) ... El hombre no puede dar nada como rescate para su salvación porque ha sido purificado una vez por todas del pecado, gracias a la sangre de Cristo. Pero el hombre no está eximido de los esfuerzos para observar los preceptos de la vida y de la observancia de los mandamientos del Señor. Mientras vivimos estaremos sujetos a los padecimientos, perseveraremos en ellos para vivir eternamente, liberados ya de la muerte definitiva gracias a la redención del Señor.

Maximiliano Kolbe, Santo
Maximiliano, María, Kolbe, santo, sacerdote, presbítero, mártir, Polonia, franciscano, fundador, Auschwitz, Raimundo, Memoria Litúrgica, 14 de agosto

"No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos"
(Jn 15, 13).

Martirologio Romano: Memoria de san Maximiliano María (Raimundo) Kolbe, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y mártir, que fue fundador de la Milicia de María Inmaculada. Deportado a diversos lugares de cautiverio, finalmente, en el campo de exterminio de Oswiecim o Auschwitz, cerca de Cracovia, en Polonia, se ofreció a los verdugos para salvar a otro cautivo, considerando su ofrecimiento como un holocausto de caridad y un ejemplo de fidelidad para con Dios y los hombres ( 1941).

Fecha de beatificación: 17 de octubre de 1971 por S.S. Pablo VI
Fecha de canonización: 10 de octubre de 1982 por S.S. Juan Pablo II

Breve Biografía

Maximiliano María Kolbe nació en Polonia el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola, que en ese entonces se hallaba ocupada por Rusia. Fue bautizado con el nombre de Raimundo en la iglesia parroquial.

A los 13 años ingresó en el Seminario de los padres franciscanos en la ciudad polaca de Lvov, la cual a su vez estaba ocupada por Austria. Fue en el seminario donde adoptó el nombre de Maximiliano. Finaliza sus estudios en Roma y en 1918 es ordenado sacerdote.

Devoto de la Inmaculada Concepción, pensaba que la Iglesia debía ser militante en su colaboración con la Gracia divina para el avance de la fe católica. Movido por esta devoción y convicción, funda en 1917 un movimiento llamado "La Milicia de la Inmaculada" cuyos miembros se consagrarían a la bienaventurada Virgen María y tendrían el objetivo de luchar mediante todos los medios moralmente válidos, por la construcción del Reino de Dios en todo el mundo. En palabras del propio San Maximiliano, el movimiento tendría: "una visión global de la vida católica bajo una nueva forma, que consiste en la unión con la Inmaculada."

Verdadero apóstol moderno, inicia la publicación de la revista mensual "Caballero de la Inmaculada", orientada a promover el conocimiento, el amor y el servicio a la Virgen María en la tarea de convertir almas para Cristo. Con una tirada de 500 ejemplares en 1922, en 1939 alcanzaría cerca del millón de ejemplares.

En 1929 funda la primera "Ciudad de la Inmaculada" en el convento franciscano de Niepokalanów a 40 kilómetros de Varsovia, que con el paso del tiempo se convertiría en una ciudad consagrada a la Virgen y, en palabras de San Maximiliano, dedicada a "conquistar todo el mundo, todas las almas, para Cristo, para la Inmaculada, usando todos los medios lícitos, todos los descubrimientos tecnológicos, especialmente en el ámbito de las comunicaciones."

En 1931, después de que el Papa solicitara misioneros, se ofrece como voluntario y viaja a Japón en donde funda una nueva ciudad de la Inmaculada ("Mugenzai No Sono") y publica la revista "Caballero de la Inmaculada" en japonés ("Seibo No Kishi").

En 1936 regresa a Polonia como director espiritual de Niepokalanów, y tres años más tarde, en plena Guerra Mundial, es apresado junto con otros frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia. Es liberado poco tiempo después, precisamente el día consagrado a la Inmaculada Concepción. Es hecho prisionero nuevamente en febrero de 1941 y enviado a la prisión de Pawiak, para ser después transferido al campo de concentración de Auschwitz, en donde a pesar de las terribles condiciones de vida prosiguió su ministerio.

En Auschwitz, el régimen nazi buscaba despojar a los prisioneros de toda huella de personalidad tratándolos de manera inhumana e inpersonal, como un simple número: a San Maximiliano le asignaron el 16670. A pesar de todo, durante su estancia en el campo nunca le abandonaron su generosidad y su preocupación por los demás, así como su deseo de mantener la dignidad de sus compañeros.

La noche del 3 de agosto de 1941, un prisionero de la misma sección a la que estaba asignado San Maximiliano escapa; en represalia, el comandante del campo ordena escoger a diez prisioneros al azar para ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, polaco como San Maximiliano, casado y con hijos.

San Maximiliano, que no se encontraba entre los diez prisioneros escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo acepta el cambio, y San Maximiliano es condenado a morir de hambre junto con los otros nueve prisioneros. Diez días después de su condena y al encontrarlo todavía vivo, los nazis le administran una inyección letal el 14 de agosto de 1941.

Es así como San Maximiliano María Kolbe, en medio de la más terrible adversidad, dio testimonio y ejemplo de dignidad. En 1973 Pablo VI lo beatifica y en 1982 Juan Pablo II lo canoniza como Mártir de la Caridad. Juan Pablo II comenta la influencia que tuvo San Maximiliano en su vocación sacerdotal: "Surge aquí otra singular e importante dimensión de mi vocación. Los años de la ocupación alemana en Occidente y de la soviética en Oriente supusieron un enorme número de detenciones y deportaciones de sacerdotes polacos hacia los campos de concentración. Sólo en Dachau fueron internados casi tres mil. Hubo otros campos, como por ejemplo el de Auschwitz, donde ofreció la vida por Cristo el primer sacerdote canonizado después de la guerra, San Maximiliano María Kolbe, el franciscano de Niepokalanów." (Don y Misterio).

San Maximiliano nos legó su concepción de la Iglesia militante y en febril actividad para la construcción del Reino de Dios. Actualmente siguen vivas obras inspiradas por él, tales como: los institutos religiosos de los frailes franciscanos de la Inmaculada, las hermanas franciscanas de la Inmaculada, así como otros movimientos consagrados a la Inmaculada Concepción. Pero sobretodo, San Maximiliano nos legó un maravilloso ejemplo de amor por Dios y por los demás.

Con motivo de los veinte años de la canonización del padre Maximiliano Kolbe (10 de octubre de 1982), los Frailes Menores Conventuales de Polonia abrieron el archivo de Niepokalanow (Ciudad de la Inmaculada, a 50 kilómetros de Varsovia), construido por el mismo mártir de Auschwitz. Entre los manuscritos del santo, destaca la última carta que escribió y que acaba con besos a su madre. Una carta que refleja una ternura que no aparecía en otros escritos, y que hace pensar que el sacrificio con el que ofreció la vida voluntariamente en sustitución de un condenado a muerte fue algo que maduró a lo largo de su vida. Este es el texto del escrito: «Querida madre, hacia finales de mayo llegué junto con un convoy ferroviario al campo de concentración de Auschwitz. En cuanto a mí, todo va bien, querida madre. Puedes estar tranquila por mí y por mi salud, porque el buen Dios está en todas partes y piensa con gran amor en todos y en todo. Será mejor que no me escribas antes de que yo te mande otra carta porque no sé cuánto tiempo estaré aquí. Con cordiales saludos y besos, Raimundo Kolbe».

Juan Pablo II, un año después de su elección, en Auschwitz, dijo: «Maximiliano Kobe hizo como Jesús, no sufrió la muerte sino que donó la vida». La expresión remite a unas palabras escritas por el padre Kolbe unas semanas antes de que los nazis invadieran Polonia (1 de septiembre de 1939): «Sufrir, trabajar y morir como caballeros, no con una muerte normal sino, por ejemplo, con una bala en la cabeza, sellando nuestro amor a la Inmaculada, derramando como auténtico caballero la propia sangre hasta la última gota, para apresurar la conquista del mundo entero para Ella. No conozco nada más sublime».

Los radioaficionados lo consideran su santo patrón, ya que San Maximiliano durante 30 años estuvo activo con el indicativo SP3RN.

Yo entiendo tu tristeza

Santo Evangelio según San Mateo 17,22-27. Lunes XIX de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, gracias por este momento de intimidad contigo. Me has llamado ahora para que pueda experimentar tu presencia viva y amorosa. Gracias, Jesús, por ser quien eres. Te suplico que me des la gracia de no endurecer mi corazón. Quiero escuchar tu voz. Deseo ardientemente experimentar en mi vida todo el cariño que me tienes. No te importa si soy digno o no. Me amas por lo que soy. Gracias, Jesús, y ayúdame a disponer mi corazón para que pueda escuchar lo que Tú quieres decirme en esta oración.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Muy querida alma:

Has leído que mis discípulos se llenaron de tristeza al escuchar de mi pasión y muerte. Es difícil sufrir, pero quizá lo sea más el ver sufrir a alguien que amas entrañablemente, ¡y qué decir si se sufre sin ninguna culpa! El corazón llora sangre delante de una enfermedad incomprensible, delante de la muerte del inocente. Escucho ese grito que sube desde lo más profundo de tu corazón: "¿Por qué, Dios?, ¡¿por qué?!"

¿Sabes?, no soy de piedra. Tengo un corazón que también sufre… y sufre contigo…¡ y sufre por ti! No soy indiferente a tu dolor. Sufro contigo, a tu lado. Muchas veces me sientas en el banquillo de los acusados y me preguntas iracundo el porqué del dolor y de la muerte… ¡como si Yo jamás hubiera sufrido! Mira la cruz. Dime, ¿todavía crees que no te entiendo?

Yo, en carne propia, he experimentado la traición de los amigos, la injusticia e ingratitud de los hombres, el dolor de los inocentes y hasta la muerte atroz. ¿Qué más necesito hacer para que veas que no soy indiferente a tu dolor?

Tú me preguntas porqué, y Yo te digo: Porque te amo. Es cierto que es más difícil amar que ser indiferente; es peor sufrir que no sufrir; nos da más miedo morir que vivir; es más desagradable llorar que no llorar… pero también es cierto que es mucho más hermoso llorar y ser consolado que jamás haber llorado; es mejor morir y resucitar que nunca haber muerto; es más bello sufrir y ser consolado que jamás haber sufrido… es mil veces mejor amar y ser correspondido que nunca haber amado por miedo a ser rechazado. Aquí me tienes. Quiero secar tus lágrimas, quiero resucitarte a una vida nueva, quiero sufrir a tu lado y consolarte… quiero amarte como nadie te puede amar. ¿Me lo permites?

Dios dice: ¡No más! He visto la aflicción, he oído el clamor, he conocido su angustia. Y ahí se manifiesta el rostro de nuestro Dios, el rostro del Padre que sufre ante el dolor, el maltrato, la inequidad en la vida de sus hijos; y su Palabra, su ley, se volvía símbolo de libertad, símbolo de alegría, de sabiduría y de luz.
(Homilía de S.S. Francisco, 15 de febrero de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy me pondré delante de un crucifijo y le daré las gracias a Jesús por estar allí por mí.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El tributo del templo

Cristo nos invita a dar todo de nuestra parte, para no quedarnos a medias

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuando Dios me llama a caminar por su sendero, es hermoso contemplar con cuánto amor me quiere en Él. Me ha preparado una senda para mí,, un camino rico en luchas, en esfuerzos, en temores, derrotas, triunfos; un camino que en definitiva, no debo nunca olvidarlo, es mi felicidad. No la meta solamente, no ciertos momentos simplemente, sino cada paso, cada instante, hasta aquellos que se van mientras duermo.

Si Dios me mostrara, sin embargo, lo que habría de vivir, los dolores por sufrir, las indecisiones, las incertidumbres y tantas cosas por las cuales padecer, quizá temería andarlo y no en pocas ocasiones lo abandonaría. Pensaría que me faltan las fuerzas, y que tal designio, tal cruz, en realidad, no es para mí. Y no obstante Dios no se detiene en ofrecerme el camino para amarle y para amar a los demás, a imitación de Cristo.

Tú, Señor, no te detuviste ni siquiera al contemplar el monte en que vendrías a ser crucificado. Tu mirada no se hallaba en la muerte, sino en la redención. Y aunque temías la tortura, los escarnios de la gente, tu amor «encandilaba» los dolores por los que pasarías. Si alguna vez las dudas te asechaban, te bastaba contemplar a tus discípulos, contemplar a cada alma y mirarla con amor. Así era tu corazón y nada lo detenía para continuar con su misión.

Señor, si yo tengo miedos, hoy quiero ponerlos nuevamente en Ti. Quizá no desaparecerán, pero al menos están en tus manos. Quiero acoger mi vida, mi realidad presente como una ocasión invaluable para agradarte. Hazme entender con la fe, que incluso entre las espinas de la vida hay frutos bellos que jamás se marchitarán. Más aún: que incluso los momentos que serían «dignos» de olvidar, pueden convertirse, con tu gracia, en enseñanzas y experiencias para engrandecer el corazón y caminar hacia la eternidad. Hoy pongo en tus manos mi corazón, para caminar mi vida como Tú.

Reflexión

Si nos pusiéramos a contar los sueños irrealizados, los proyectos personales sin concluir, las ideas que no han tomado forma, llenaríamos muchas cajas.
El joven que no concluye sus estudios, la chica que no se decide a formar un hogar, el empresario que no se atreve con un negocio, el profesor que no se actualiza, son ejemplos de personas que no llegan a realizarse en sus vidas.
Y tú, ¿quieres conseguir el ideal que te has propuesto en la vida? ¿estás dispuesto a pagar el impuesto que supone el sacrificio de luchar hasta lograr el objetivo?

Gracias a Dios, hay muchos hombres y mujeres que lo han conseguido antes que nosotros. Inventores como Bell, científicos como Pasteur, santos como San Javier, pagaron en su vida con el dinero justo, la moneda precisa.

Cristo nos invita a dar lo necesario de nuestra parte, para no quedarnos a medias, entre sueños e ilusiones, sino que nos ofrece el camino de su cruz, que es el sacrificio, para llevar nuestro ideal de vida hasta el fin.

Impactantes imágenes demuestran que la vida humana comienza en la concepción

Una serie de fotografías tomadas a embriones durante las primeras semanas de gestación

Una serie de impactantes fotografías tomadas a embriones durante las primeras semanas de gestación demuestran claramente que la vida humana comienza en el momento de la concepción.

Las imágenes fueron tomadas por el médico estadounidense Steven O’Connor, de Houston, estado de Texas, con una cámara DSLR Nikon y con un lente Micro Nikkor de 105 milímetros.

Embrión de 3 a 4 semanas. Foto: Steven O'Connor, M.D., Houston Texas.

Embrión de 7 semanas. Foto: Steven O'Connor, M.D., Houston Texas.

El Dr. O’Connor explicó a ACI Prensa que “todas las imágenes son de pérdidas espontáneas (aborto espontáneo) o de embarazos ectópicos en las trompas de Falopio”.

“Ninguna es de abortos”, aseguró.

El médico señaló que tomó las imágenes con los cuerpos sumergidos en agua o alcohol para reducir los reflejos y darle una apariencia más cercana a cómo se ven realmente dentro del cuerpo de la madre.

Embrión de 6 a 7 semanas. Foto: Steven O'Connor, M.D., Houston Texas.

Embrión de 7 a 8 semanas. Foto: Steven O'Connor, M.D., Houston Texas.

La ciencia repetidamente ha asegurado que la vida humana comienza en el momento de la fecundación. En 2015, en la última edición de su libro The Developing Human: Clinically Oriented Embryology (El Ser Humano en Desarrollo: Embriología Clínicamente Orientada), los científicos Keith Moore, TVN Persaud y Mark Torchia aseguraron que “el desarrollo humano es un proceso continuo que comienza cuando un ovocito de una hembra es fertilizado por un esperma de un macho”.

“El desarrollo humano comienza en la fertilización cuando un espermatozoide se funde con un ovocito para formar una sola célula, el cigoto”, escribieron los científicos.

Embrión de 8 a 10 semanas. Foto: Steven O'Connor, M.D., Houston Texas.


Embrión de 9 a 10 semanas. Foto: Steven O'Connor, M.D., Houston Texas.

Las 6 batallas de la juventud que ningún adulto debe olvidar

José Martín Descalzo, advierte sobre los peligros de vivir una vida arrastrada por el mundo

La vida pasa rápido. De pronto estás jugando en la calle con apenas una decena de años y hoy ya eres un hombre entrando en los grandiosos cuarenta años.

¿Qué paso con tus ilusiones de juventud, con tus sueños y tus ideales?, ¿aún los recuerdas, los conservas? ¿Pasaste por la vida siguiendo lo que el camino te iba trayendo?, ¿o te abrazaste a tus ideales y no perdiste la fe? Es a esta reflexión a la que nos invita José Martín Descalzo con este hermoso texto que hoy presentamos.

Lejos de querer mostrar una visión negativa de la vida, José Martín, advierte sobre los peligros de vivir una vida arrastrada por el mundo. Ilustra claramente las batallas, que sin saber, el hombre adulto va perdiendo en la vida. Es como un llamado de atención a no vivir a tientas sino a tomar la vida que se nos ha regalado en nuestras manos y responder a los anhelos del corazón, que llevan inscritos como un código, ese plan maestro que el creador  ha confiado a cada uno de nosotros.

¿A qué derrota llegas muchacho?

“Me ha angustiado tu carta de hoy, muchacho. ¡Te muestras tan seguro de ti mismo, te sientes tan gozoso de «haber madurado»! Te juro que he temblado al percibir esa punta de desprecio con la que hablas de tus anños juveniles, de tus suenños, de aquellos ideales que —dices— «eran, si?, hermosos, pero irrealizables». Ahora, me explicas, te has adaptado a la realidad y, con ello, has triunfado. Tienes un nombre, una buena casa, un cierto capital, una familia… Exhibes todo eso como si fueran joyas en el escote de una dama. So?lo, en medio de tanto orgullo, se te escapa un diminuto relámpago de nostalgia al reconocer que: «aquellos absurdos suen?os eran, cuando menos, hermosos.»

Tu carta ha evocado en mí un viejo texto del doctor Schweitzer que desde hace veinte años me persigue.  Me gustaría que te lo aprendieras de memoria, porque puede ser tu última tabla de salvación:

Lo que comúnmente nos hemos acostumbrado a ver como madurez en el hombre es, en realidad, una resignada sensatez. Uno se va adaptando al modelo impuesto por los demás al ir renunciando poco a poco a las ideas y convicciones que le fueron más caras en la juventud. Uno creía en la victoria de la verdad, pero ya no cree. Uno creía en el hombre, pero ya no cree en él. Uno creía en el bien y ahora no cree. Uno luchaba por la justicia y ha cesado de luchar por ella. Uno confiaba en el poder de la bondad y del espíritu pacífico, pero ya no confía. Era capaz de entusiasmos, ya no lo es. Para poder navegar mejor entre los peligros y las tormentas de la vida se ha visto obligado a aligerar su embarcación. Y ha arrojado por la borda una cantidad de bienes que no le parecían indispensables. Pero que eran justamente sus provisiones y sus reservas de agua. Ahora navega, sin duda, con mayor agilidad y menos peso, pero se muere de hambre y de sed.

Leí estas palabras cuando yo era poco más que un muchacho. Y no me han abandonado nunca. Porque he visto en ellas el retrato exactísimo de cientos de vidas. ¿Es cierto, entonces, que crecer es tan terrible? ¿Vivir es simplemente ir abandonando? ¿Eso que llamamos «madurez» es casi siempre puro envejecimiento, simple resignación, ingreso en los cuarteles de la mediocridad? Me gustaría, amigo, que antes de exhibir tanto orgullo te atrevieras a repasar esa lista de seis batallas y te preguntaras a ti mismo a que? derrota llegas, seguro de que de ahí deducirás lo que te queda de humano:

La primera batalla se da en el campo del amor a la verdad. Suele ser la primera que se pierde. Uno ha asegurado en sus años de estudiante que vivirá con la verdad por delante. Pero pronto descubre uno que, en esta tierra, es más útil y rentable la mentira que la verdad; que, con ésta, «no se va a ninguna parte» y que, aunque diga el refrán que la mentira tiene las piernas muy cortas, los mentirosos saben avanzar muy bien en coche. Abres los ojos y ves cómo a tu lado progresan los babosos, los lamedores. Y un día tu? también, muchacho, sonríes, tiras de la levita, abres puertas, sirves de alfombra, tiras por la borda la incomoda verdad. Ese día, muchacho, sufres la primera derrota, das el primer paso que te aleja de tu propia alma.

La segunda batalla tiene lugar en los terrenos de la confianza. Uno entra en la vida creyendo que los hombres son buenos. ¿Quién podría engañarnos? Si de nadie somos enemigos, ¿cómo lo sería alguien nuestro? Y ahí? esta? ya esperándonos el primer batacazo. Es una zancadilla estúpida o, incluso, una traición que nos desencuaderna el alma precisamente porque no logramos entenderla. Y nuestra alma, herida, bascula de punta a punta. El hombre es malo, pensamos. Rodeamos de hilo espinado nuestro castillo interior, ponemos puente levadizo para llegar a nuestra alma, a nuestro corazón ya no se podrá? entrar si no es con pasaporte. El alma forrada de cuchillos es la segunda derrota.

La tercera es más grave porque ocurre en el mundo de los ideales. Uno ya no esta? seguro de las personas, pero cree aún en las grandes causas de su juventud: en el trabajo, en la fe, en la familia, en tales o cuales ideales políticos. Se enrola bajo esas banderas. Aunque los hombres fallen, éstas no fallarán. Pero pronto se ve que no triunfan las banderas mejores, que la demagogia es más «útil» que la verdad y que, con no poca frecuencia, bajo una gran bandera hay un cretino más grande. Se descubre que el mundo no mide la calidad de las banderas, sino su éxito. ¿Y quién no prefiere una mala causa triunfante a una buena derrotada? Ese día otro trozo del alma se desgaja y se pudre.

La cuarta batalla es la más romántica. Creemos en la justicia y la santa indignación se nos sube a los labios. Gritamos. Gritar es fácil, llena nuestra boca, da la impresión de que estamos luchando. Luego descubrimos que el mundo nunca cambia con gritos y que, si alguien quiere estar con los despellejados, ha de perder su piel. Y un día descubrimos que no se puede conseguir la justicia completa y empezamos a pactar con pequeñas injusticias, con grandes componendas. Ese día caemos derrotados en la cuarta pelea.

No pasara? mucho tiempo sin que decidamos «imponer» nuestra paz violenta, nuestras santísimas coacciones. Todavía creemos en la paz. Pensamos que el malo es recuperable, que el amor y las razones serán suficientes. Pero pronto se nos eriza el alma, comenzamos a desconfiar de la blandura, decidimos que puede dialogarse con éstos si?, pero no con aquéllos. No pasara? mucho tiempo sin que decidamos «imponer» nuestra paz violenta, nuestras santísimas coacciones. Es la quinta derrota.¿Queda aún algo de nuestra juventud? Quedan aún algunas ráfagas de entusiasmo, leves esperanzas que rebrotan leyendo un libro o viendo una película. Pero un día las llamamos «ilusiones», un día nos explicamos a nosotros mismos que «no hay nada que hacer», que «el mundo es así?», que «el hombre es triste».

Perdida esta sexta batalla del entusiasmo, al hombre ya sólo le quedan dos caminos: engañarse a si? mismo creyendo que ha triunfado, taponando con placer y dinero los huecos del alma en los que habito? la esperanza, o conservar algo de corazón y descubrir que nuestro barco marcha a la deriva y que estamos hambrientos y vacíos, sin peso de ilusiones, sin alma. Me gustaría que, al menos, te quedara esta angustia, amigo que hoy me escribes. Y que tuvieras aún el valor suficiente para preguntarte a que? derrota has llegado, muchacho.”  

José Martín Descalzo 

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