A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios
- 23 Septiembre 2017
- 23 Septiembre 2017
- 23 Septiembre 2017
Evangelio según San Lucas 8,4-15.
Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola:
"El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo. Otra parte cayó sobre las piedras y, al brotar, se secó por falta de humedad. Otra cayó entre las espinas, y estas, brotando al mismo tiempo, la ahogaron. Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno". Y una vez que dijo esto, exclamó: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!". Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola, y Jesús les dijo: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, en cambio, se les habla en parábolas, para que miren sin ver y oigan sin comprender. La parábola quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios. Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el demonio y arrebata la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás. Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar. Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a su constancia.
San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Sermones sobre san Mateo, n° 44; PG 57, 467
«El que tenga oídos para oír, que oiga»
Si la semilla se seca no es a causa del calor. Jesús no dijo que se secó a causa del calor, sino porque «no tiene raíz». Si la palabra es ahogada no es por las zarzas sino por culpa de los que han dejado que crezca libremente. Con la voluntad tú puedes evitar que crezcan y hacer de la riqueza un uso conveniente. Por eso el Salvador no habla del «mundo» sino de los «afanes», no de la «riqueza» sino de la «seducción de las riquezas». No acusemos pues a las cosas en sí mismas, sino de la corrupción de nuestra conciencia...
Tú mismo ves que la causa de todo no es el sembrador, ni la semilla, sino la tierra que la recibe, es decir, las disposiciones de nuestro corazón. También ahí la bondad de Dios para con el hombre es inmensa puesto que, en lugar de exigir una misma medida de virtud, acoge a los primeros, no rechaza a los segundos y da un lugar a los terceros...
Es preciso, pues, primero escuchar con atención la Palabra, después guardarla fielmente en la memoria, después ser valiente, después despreciar las riquezas y liberarse del amor a todos los bienes del mundo. Si Jesús pide en primer lugar y antes que todas las demás condiciones poner toda la atención en la Palabra, es que ésta es la condición necesaria. «¿Cómo creerán si antes no la han oído?» (Rm, 10,14). También nosotros, si no estamos atentos a lo que se nos dice, no sabremos cuales son los deberes que debemos cumplir. Tan sólo después llegan la valentía y el desprecio de los bienes del mundo. Si queremos sacar provecho de estas lecciones, seamos fuertes de todas maneras. Estemos atentos a la Palabra, hagamos que nuestras raíces crezcan en profundidad y desembaracémonos de todas las preocupaciones mundanas.
Santo Evangelio según San Lucas 8,4-15. Sábado XXIV del tiempo ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te doy las gracias por el inmenso amor que me tienes. Gracias porque en tus brazos tengo un lugar donde siempre puedo volver. Gracias, porque a pesar de mi debilidad, a pesar de mis pecados, Tú nunca has dejado de amarme ni me has abandonado. Siempre has estado a mi lado, en las buenas y en las malas. Gracias porque incluso cuando con mis palabras, pecados o actitudes te he dicho que me dejaras en paz,aun cuando me he olvidado de Ti, Tú nunca me has retirado tu amor ni has apartado tu amorosa mirada que me sigue y protege a donde quiera que voy. Gracias, Jesús.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús, hoy me dices que el sembrador salió a sembrar. Tú eres el divino sembrador que todos los días quieres venir a mi alma.
Te agradezco, amado Jesús, todo lo que haces por mí.
Yo sé que en mi alma no todo es tierra buena. Sabes que soy camino donde tus palabras muchas veces no penetran por causa de la rutina y que el enemigo termina arrebatándomelas.
Soy terreno pedregoso, lleno de inconstancia, pronto para hacer propósitos, pero tardo para cumplirlos y mantenerlos.
Soy una maraña de espinas donde tantas cosas me preocupan e inquietan y tengo muy poco tiempo para pensar en Ti… para hablar contigo. Y cuando por fin encuentro tiempo para Ti, la mayoría de las veces no hago más que pedirte.
Gracias, porque a pesar de todo, nunca has cesado de trabajar pacientemente mi alma. Tú sueñas con convertirme en un hermoso huerto… a mí que soy sólo tierra árida. Tú no me abandonas. Nunca lo harás. Saldrás cada mañana con el mismo amor, con la misma confianza de la primera vez. Harás todo lo que esté de tu parte para transformar mi corazón. No te darás por vencido. ¡Cuánto me amas Jesús! Gracias por todo tu amor.
Intentemos imaginarlo: un terreno pedregoso es un terreno "donde no hay mucha tierra", por lo que la semilla germina, pero no consigue echar raíces profundas. Así es el corazón superficial, que acoge al Señor, quiere rezar, amar y dar testimonio, pero no persevera, se cansa y no "despega" nunca. Es un corazón sin profundidad, donde las piedras de la pereza prevalecen sobre la tierra buena, donde el amor es inconstante y pasajero. Pero quien acoge al Señor solo cuando le apetece, no da fruto.
(Homilía de S.S. Francisco, 16 de julio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a buscar que la gracia de Dios no pase de largo en mi vida buscando mantenerme unido a Jesús.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Dios reparte buenas semillas a manos llenas
Dios reparte buenas semillas a manos llenas
Frecuentemente nos preguntamos: ¿Será que si siembro buenos sentimientos, buenas palabras y buenas acciones, el fruto corresponderá a la semilla sembrada? Tenemos que tener confianza en Dios; Él quiere sembrar en el corazón de los hombres muchas y buenas semillas, las necesarias para darnos la seguridad en el caminar y la satisfacción al final de la vida de ver una vida llena de buenos frutos. No nos desanimemos y sigamos sembrando, aún cuando al inicio no veamos de forma inmediata los frutos, tú recibe la semilla y cultívala, lo demás déjaselo a Dios. No dejes de trabajar la tierra y de poner la parte que te corresponde.
Una mujer soñó que estaba en una tienda recién inaugurada y, para su sorpresa, descubrió que Dios se encontraba tras el mostrador.
¿Qué vendes aquí?, -le preguntó.
Todo lo que tu corazón desee, -respondió Dios.
Sin atreverse a creer lo que estaba oyendo, se decidió a pedir lo mejor que un ser humano podría desear:
Deseo paz, amor, felicidad, sabiduría...
Tras un instante de vacilación, añadió:
No sólo para mí, sino para todo el mundo...
Dios se sonrió y le dijo:
Creo que no has comprendido la filosofía de la tienda. Aquí no vendemos frutos, únicamente vendemos semillas; para sembrar una planta es necesario romper primero la capa endurecida de tierra y abrir los surcos; luego, desmenuzar y aflojar los trozos que aún permanecen apelmazados, para que la semilla pueda penetrar, regando abundantemente para conservar el suelo húmedo, y entonces... esperar con paciencia hasta que germinen y crezcan.
En la misma forma en que procedemos con la naturaleza hay que trabajar con el corazón humano, "roturando" la costra de la indiferencia que la rutina ha formado, removiendo los trozos de un egoísmo mal entendido, desmenuzándolos en pequeños trozos de gestos amables, palabras cálidas y generosas, hasta que con soltura permitan acoger las semillas que diariamente podemos solicitar "gratis" en el almacén de Dios, porque Él mantiene su supermercado en promoción.
Son semillas que hay que cuidar con dedicación y esmero y regarlas con sudor, lágrimas y a veces hasta con sangre, como regó Dios nuestra redención y como tantos han dado su vida y su sangre por otros, en un trabajo de fe y esperanza, de perseverante esfuerzo, mientras los frágiles retoños se van transformando en plantas firmes capaces de dar los frutos anhelados...
Siembra amor, y recogerás unión; siembra unión, y recogerás paz; siembra paz, y recogerás armonía; siembra armonía, y recogerás ilusiones.
Siembra ilusiones, y recogerás vida; siembra vida, y recogerás regalos; siembra regalos, y recogerás alegría; siembra alegría y recogerás fe.
Siembra fe , y recogerás esperanza; siembra esperanza, y recogerás confianza; siembra confianza, y recogerás unidad; siembra unidad, y recogerás carácter.
Siembra carácter, y recogerás hábitos; siembra hábitos, y recogerás destinos; siembra destinos, y recogerás felicidad; siembra felicidad, y recogerás éxito.
Y con ese éxito, crecerá tu sueño; con ese sueño, crecerá tu realidad; con esa realidad, crecerá tu verdad; y esa verdad, te llevará a Dios.
En pocas palabras, deja entrar a Dios en tu corazón y verás como tu vida se llenará de buenas semillas y de profundas realizaciones.
En la misa de Santa Marta el Papa reza por las mujeres
El Santo Padre no ofreció hoy homilía
22 SEPTIEMBRE 2017
(ZENIT – 22 Sept. 2017). “Por todas las mujeres explotadas, humilladas y abusadas, para que puedan encontrar siempre en la Iglesia un lugar de acogedor y sincero respeto”: fue una de las intenciones por las que el Papa ha rezado esta mañana en la misa celebrada en Santa Marta, viernes 22 de septiembre de 2017.
En esta ocasión el Papa no pronunció la homilía — informa L’Osservatore Romano– como lo hace de manera habitual para comentar la liturgia del día, cuyas lecturas han inspirado la oración de los fieles. Las intenciones se basan en el episodio evangélico en el cual Lucas relata como Jesús fue acompañado en su predicación por los doce apóstoles y por algunas mujeres que le servían de sus bienes, señala el diario del Vaticano.
Las otras dos oraciones fueron dedicadas a las mujeres: “para que vivan en el contexto social y eclesial en libertad y armonía, expresando la riqueza específica de su ser” y para que representen “para la humanidad de nuestro tiempo el rostro materno y acogedor de Dios”.
Dios y los desastres naturales
Los desastres naturales tienen un importante mensaje que no debemos ignorar
Si los desastres naturales no sirven a los buenos propósitos de Dios, entonces estamos enfrentados con un Dios que, o bien es muy débil para hacer que el mal sirva a fines más elevados, o muy malo para hacer lo que es bueno y justo.
Sí, hay un gran peligro al afirmar que sabemos mucho acerca del propósito de Dios. Pero también hay peligro al permanecer en silencio; al no compartir lo que la Biblia nos permite decir acerca de estos eventos horribles.
Los desastres naturales tienen un importante mensaje que no debemos ignorar. Los desastres ponen en claro nuestros valores, desafían nuestra fe y revelan quienes somos realmente. Si estamos arraigados en las promesas de Jesús, podemos resistir. Si no, seremos arrastrados por nuestras propias filosofías humanas e interpretaciones estrechas.
Podemos estar de acuerdo con Voltaire en un punto: Desde nuestra perspectiva, este no es el mejor de todos los mundos posibles. Pero también afirmamos, contundentemente, que Dios ha prometido transformar este mundo presente removiendo la maldición del pecado y dando lugar a una eternidad de ecuanimidad y justicia suprema. Tenemos la posibilidad de semejante esperanza sólo si un Dios inteligente y poderoso está detrás de lo que vemos en las pantallas de televisión cuando una ciudad yace en ruinas porque ha sufrido un terremoto, una lluvia torrencial...
En última instancia, nos enfrentamos con una cuestión de fe. Aquellos que conocen a Dios creerán que Él tiene una razón justificable para la tragedia humana, mientras que otros tratarán tal fe con menosprecio.
Una cosa tengo clarísima: podemos proporcionar la convicción de que se puede confiar en el Dios de la Biblia, que sus promesas para aquellos que creen son dignas de nuestra fe y son la base de nuestra esperanza.
¡Ánimo para todos los que habéis sufrido las consecuencias de estas últimas lluvias torrenciales en España y de otros desastres naturales recientes y una oración desde el silencio y la confianza en Dios por el eterno descanso de las personas que han fallecido, simplemente estamos a vuestro lado!.
"Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia. Por eso, no temeremos aunque se desmorone la tierra y las montañas se hundan en el fondo del mar; aunque rujan y se encrespen sus aguas, Y ante su furia retiemblen los montes. Quedaos quietos, reconoced que yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones! ¡Yo seré enaltecido en la tierra! El SEÑOR Todopoderoso está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob." SALMO 46:1-3, 10-11
¿Por qué quieres ser monja si eres tan linda?
Vocación es el llamado que Dios nos hace constantemente de vivir en Él desde el lugar específico en que vivimos.
Son pocos los que reconocen haber nacido para ser lo que son y los que no cambiarían de tarea si volvieran a nacer. Todos hemos sido llamados a vivir. Entre los miles de millones de seres posibles fuimos nosotros los invitados a la existencia. Cada uno a un lugar específico en este mundo. Eso es la vocación. Ésta, no solo se refiere a los que sienten un llamado particular a entregar su corazón a Dios, sino al llamado que nos hace constantemente de vivir en Él.
Leamos un texto que nos puede ayudar a entender mejor lo que estoy queriendo decir:
«(…) Fuimos llamados a realizar en este mundo una tarea muy concreta, cada uno la suya. Todas son igualmente importantes, pero para cada persona solo hay una -la suya- verdaderamente importante y necesaria. Porque la vocación no es un lujo de elegidos ni un sueño de quiméricos. Todos llevan dentro encendida una estrella. Pero a muchos les pasa lo que ocurrió en tiempos de Jesús: en el cielo apareció una estrella anunciando su llegada y sólo la vieron los tres Magos. Y es que –como comenta Rosales en un verso milagroso– “la estrella es tan clara que mucha gente no la ve”. Efectivamente, no es que la luz de la propia vocación suela ser oscura. Lo que pasa es que muchos las confunden con las tenues estrellas del capricho o de las ilusiones superficiales. Y que, con frecuencia, como les ocurrió también a los Magos, la estrella de la vocación suele ocultarse a veces -y entonces hay que seguir buscando a tientas- o que avanza por los extraños vericuetos de las circunstancias. Y, sin embargo, ninguna búsqueda es más importante que ésta y ninguna fidelidad más decisiva» (José Martín Descalzo).
Una vocación no es un sueño, ni un capricho pasajero. Es la respuesta a un amor, una exigencia que arde en el interior y que tiene que realizarse. Tiene vocación el que no sería capaz de vivir sin realizarla. Esto brota de la experiencia más profunda y esencial de lo que la vocación consagrada significa para mí; pero también sé que estas palabras pueden ser bonitas e inspiradoras, pero a la vez poco comprensibles. Y es que la vocación requiere mucho realismo, pues (para que negarlo) todas las aventuras espirituales tienen mucho de calvario. El que se embarca en una verdadera vocación sabe que será feliz, pero sabe también que no vivirá cómodo, sabe que compartirá la Cruz de Cristo y llevara en él sus heridas.
El testimonio de Almudena, una linda y joven monja carmelita, producido por nuestros amigos de arguments, es una prueba de ello. La vocación no llega de la nada, nadie te la impone y no es un camino de rosas. Es un camino arduo y serio que requiere estar dispuesto a morir un poco cada día. Se llega a él a través de una profunda historia de amistad y de amor con Jesús. A través de una comunión profunda entre dos personas en la Eucaristía. Es algo entre Dios y tú. Existe la mediación de los seres humanos, pero quien pide la vida es Él y a quien le entregas el corazón es a Él. La vocación implica realizar en tu propia vida ese paradójico éxodo: adentrarte en lo más profundo de ti mismo para salir. Una salida guiada por el amor cuando descubres que hay alguien que te ama y a quien tú amas más que a tu propia vida. Cuando descubres que es un amor que te atrae y te expande, un amor que te concentra y te agiganta y, a la vez, te hace ser profundamente pequeño.
«En la raíz de toda vocación cristiana se encuentra este movimiento fundamental de la experiencia de fe: creer quiere decir renunciar a uno mismo, salir de la comodidad y rigidez del propio yo para centrar nuestra vida en Jesucristo; abandonar, como Abrahán, la propia tierra poniéndose en camino con confianza, sabiendo que Dios indicará el camino hacia la tierra nueva. Esta «salida» no hay que entenderla como un desprecio de la propia vida, del propio modo sentir las cosas, de la propia humanidad; todo lo contrario, quien emprende el camino siguiendo a Cristo encuentra vida en abundancia, poniéndose del todo a disposición de Dios y de su reino. Dice Jesús: «El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna» (Mt 19,29). La raíz profunda de todo esto es el amor. En efecto, la vocación cristiana es sobre todo una llamada de amor que atrae y que se refiere a algo más allá de uno mismo, descentra a la persona, inicia un «camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios» (Benedicto XVI).
Y como nos dice Descalzo: «Benditos los que saben adónde van, para qué viven y qué es lo que quieren, aunque lo que quieran sea pequeño. De ellos es el reino de estar vivos».
San Pío de Pietralcina, religioso presbítero
Memoria de san Pío de Pietrelcina (Francisco) Forgione, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que en el convento de San Giovanni Rotondo, en la región italiana de Apulia, se dedicó a la dirección espiritual de los fieles y a la reconciliación de los penitentes, mostrando una atención particular hacia los pobres y necesitados. Terminó en este día su peregrinación terrena, configurándose con Cristo crucificado.
El Padre Pío nació en el seno de una humilde y religiosa familia de agricultores, el 25 de mayo de 1887, en una pequeña aldea del Sur de Italia, llamada Pietrelcina. Recibió su primera instrucción de un maestro privado y a la edad de 15 años hizo su ingreso en el Noviciado de los Padres Capuchinos en la Ciudad de Morcone.
De débil salud, pero de excepcional fuerza de voluntad, pudo completar sus estudios y gracias a una continua asistencia divina tuvo la ansiada ordenación sacerdotal. El 20 de Septiembre de 1918, aparecieron visiblemente las llagas de Nuestro Señor en sus manos, pies y costado izquierdo del pecho, haciendo del P. Pío el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia (recuerden que San Francisco no era sacerdote). Grandes multitudes, de todas las nacionalidades pasaron por su confesionario. Las conversiones fueron innumerables.
Diariamente recibía centenares de cartas de fieles, que pedían su consejo iluminado y su dirección espiritual, la cual ha siempre significado un retorno a la serenidad, a la paz espiritual y al coloquio con Dios. Toda su vida no ha sido otra cosa que una continua oración y penitencia, lo cual no impedía que sembrase a su alrededor felicidad y gran alegría entre aquellos que escuchaban sus palabras, que eran llenas de sabiduría o de un extraordinario sentido del humor. El Papa Juan Pablo II lo conoció personalmente en 1947, poco después de su ordenación sacerdotal. El Padre Pío profetizó que aquel joven sacerdote sería un día Papa. El Señor lo llamó a recibir el premio celestial el 23 de Septiembre de 1968. Tenía 81 años.
Durante 4 días su cuerpo fue expuesto ante millares de personas que formaban una enorme columna que no conoció interrupción hasta el momento del funeral, al cual asistieron más de cien mil personas. Millones visitan su tumba en el pueblo de San Giovanni Rotondo, Italia. Entre ellos el Papa Juan Pablo II. El P. Pío está sepultado en la cripta del Santuario de Nuestra Señora de las Gracias, San Giovanni Rotondo.
Los preliminares de su Causa de Beatificación y Canonización se iniciaron en noviembre de 1969. Declarado Venerable el 18 de diciembre de 1997 y Beato, el 2 de mayo de 1999. Declarado Santo el 16 de junio de 2002, en la Plaza de San Pedro en Roma, por S.S. Juan Pablo II. Fechas importante en la vida de San Pío Pietrelcina 25 de mayo, 1887. Nace en Pietrelcina, Benevento, en el sur de Italia. Sus padres, Grazio "Orazio" Mario Forgione (1860-1946), granjero, y María Giuseppa de Nunzio Forgione (1859-1929). 26 de mayo, 1887. Bautizado en la Iglesia de Santa María de los Ángeles. Recibe el nombre de Francesco Forgione. 27 de mayo, 1899. Recibe el Sacramento de la Confirmación. 6 y 22 de enero, 1903.
A los dieciséis años entra al noviciado de Marcone. El 22 de enero es investido con el hábito de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Toma el nombre de Fra Pío (Fra por Fratello/Hermano). 22 de enero, 1904. Terminado el año de noviciado hace la Primera Profesión (profesión temporal) de los Consejos Evangélicos de Pobreza, Castidad y Obediencia. Entra al convento de la provincia monástica y estudia para ordenarse sacerdote. 1907.
Al cumplirse los tres años de los votos temporales hace su profesión perpetua o votos solemnes.. 10 de agosto, 1910. Con férrea voluntad se sobrepone a graves problemas de salud, es ordenando sacerdote en la capilla del Arzobispo de Beneveto, pero los problemas de salud le obligan a residir con su familia, por largos períodos, hasta el 1916. Septiembre, 1910. Recibe los estigmas visiblemente por primera vez, pero por poco tiempo y de forma intermitente.
Ruega a Dios se los quite. Confía el acontecimiento únicamente a su Director Espiritual. Noviembre, 1911. El suceso sobrenatural llega a la atención de sus superiores cuando es observado un día en éxtasis. 28 de julio, 1916. Llega al Convento de San Giovanni Rotondo y permanece allí hasta su muerte. 5 a 7 de agosto, 1918. Transverberación del corazón, le causan heridas visibles en su costado. (La Transverberación del corazón es una experiencia mística de ser traspasado en el corazón, que indica la unión de amor con Dios.) 20 de septiembre, 1918. Mientras reza, luego de la Misa, en el área del coro de la antigua Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias, aparecen los estigmas de forma visible y permanen- te. El fenómeno perdurará por los próximos 50 años. 1919.
Comienzan a circular rumores en el pueblo del posible traslado del ¨santo¨ de San Giovanni Rotondo, lo que agita grandemente a la población. 2 de junio, 1922. El Santo Oficio (hoy Congregación para la Doctrina de la Fe) prohíbe apariciones públicas y el acceso del público a Padre Pió. 1924-1931. En varias ocasiones la Santa Sede rechaza que el fenómeno sea de origen sobrenatural. 9 de junio, 1931. (Solemnidad de Corpus Christi). La Santa Sede ordena al Padre Pío desistir de toda actividad salvo la celebración de la Santa Misa, la cual sólo podrá celebrar en privado.
Principios de 1933. El Santo Padre Pío XI ordena al Santo Oficio que de marcha atrás y deje sin efecto la prohibición que pesaba sobre el Padre Pío de celebrar públicamente. Su Santidad Pío XI comenta al respecto: "Nunca sentí mala disposición hacia el Padre Pío, pero sí fui malamente informado." 1934. Las facultades del Padre Pío son restauradas poco a poco. Se le permite confesar primero a hombres (25 de marzo, 1934) y luego confesar a mujeres (12 de mayo, 1934). 23 de septiembre de 1968. Fallece serenamente en su celda a las 2:30 de la madrugada. Murió saludable y sin los estigmas, así como había profetizado en cierta ocasión. Sus últimas palabras: "Gesú e Maria" (Jesús y María). 26 de septiembre, 1968.
El cuerpo del Padre Pío se entierra en una cripta en la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias. Asisten al funeral más de 100,000 personas.
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Oremos
Dios todopoderoso y eterno, que concediste a san Pío, presbítero, la gracia singular de participar en la cruz de tu Hijo, y por su ministerio renovaste las maravillas de tu misericordia, concédenos, por su intercesión, que, compartiendo los sufrimientos de Cristo, lleguemos felizmente a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén