Amarás a tu prójimo como a ti mismo
- 29 Octubre 2017
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Creer en el amor
La religión cristiana les resulta a no pocos un sistema religioso difícil de entender y, sobre todo, un entramado de leyes demasiado complicado para vivir correctamente ante Dios. ¿No necesitamos los cristianos concentrar mucho más nuestra atención en cuidar antes que nada lo esencial de la experiencia cristiana?
Los evangelios han recogido la respuesta de Jesús a un sector de fariseos que le preguntan cuál es el mandamiento principal de la Ley. Así resume Jesús lo esencial: lo primero es "amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser"; lo segundo es "amarás a tu prójimo como a ti mismo".
La afirmación de Jesús es clara. El amor es todo. Lo decisivo en la vida es amar. Ahí está el fundamento de todo. Por eso, lo primero es vivir ante Dios y ante los demás en una actitud de amor. No hemos de perdernos en cosas accidentales y secundarias, olvidando lo esencial. Del amor arranca todo lo demás. Sin amor, todo queda desvirtuado.
Al hablar del amor a Dios, Jesús no está pensando en los sentimientos o emociones que pueden brotar de nuestro corazón; tampoco está invitando a multiplicar nuestros rezos y oraciones. Amar al Señor, nuestro Dios, con todo el corazón es reconocer a Dios como Fuente última de nuestra existencia, despertar en nosotros una adhesión total a su voluntad y responder con fe incondicional a su amor universal de Padre de todos.
Por eso añade Jesús un segundo mandamiento. No es posible amar a Dios y vivir de espaldas a sus hijos e hijas. Una religión que predica el amor a Dios y se olvida de los que sufren es una gran mentira. La única postura realmente humana ante cualquier persona que encontramos en nuestro camino es amarla y buscar su bien como quisiéramos para nosotros mismos.
Todo este lenguaje puede parecer demasiado viejo, demasiado gastado y poco eficaz. Sin embargo, también hoy el primer problema en el mundo es la falta de amor, que va deshumanizando una y otra vez los esfuerzos y las luchas por construir una convivencia más humana.
Hace unos años, el pensador francés Jean Onimus escribía así: "El cristianismo está todavía en sus comienzos: nos lleva trabajando solo dos mil años. La masa es pesada y se necesitarán siglos de maduración antes de que la caridad la haga fermentar".
Los seguidores de Jesús no hemos de olvidar nuestra responsabilidad. El mundo necesita testigos vivos que ayuden a las futuras generaciones a creer en el amor, pues no hay un futuro esperanzador para el ser humano si termina por perder la fe en el amor.
30 Tiempo ordinario – A
(Mateo 22,34-40)
29 de octubre 2017
XXX DOMINGO DEL T. O. “A”
(Éx 22; 21-27; 1 Tes 1, 5c-10; Mt 22, 34-40)
TEXTO EVANGÉLICO
-Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley? Él le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.» Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.»
TEXTO PATRÍSTICO
“Por ello, hermanos, cumplamos la voluntad del Padre, guardemos casto nuestro cuerpo, observemos los mandamientos de Dios, y así alcanzaremos la vida eterna.” (Anónimo).
“¿Y qué soy yo para ti, para que me mandes que te ame y si no lo hago te aíres contra mí y me amenaces con ingentes miserias? ¿Acaso es ya pequeña la misma miseria de no amarte? ¡Ay de mí! Dime, por tus misericordias, Señor y Dios mío, qué eres para mí. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación». Que yo corra tras esta voz y te dé alcance. No quieras esconderme tu rostro. Muera yo para que no muera y para que lo vea.” (San Agustín, Confesiones)
TEXTO MÍSTICO
“… siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene; que amor saca amor. Y aunque sea muy a los principios y nosotros muy ruines, procuremos ir mirando esto siempre y despertándonos para amar; porque si una vez nos hace el Señor merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo fácil y obraremos muy en breve y muy sin trabajo” (Santa Teresa de Jesús, Vida 22, 14).
TEXTO PONTIFICIO
“La alegría del perdón es difícil de expresar, pero se trasparenta en nosotros cada vez que la experimentamos. En su origen está el amor con el cual Dios viene a nuestro encuentro, rompiendo el círculo del egoísmo que nos envuelve, para hacernos también a nosotros instrumentos de misericordia” (Francisco, Misericordia et misera 3).
CONSIDERACIÓN
El precepto puede parecer excesivo cuando no se experimenta el amor. Solo cuando uno se ha sentido amado, perdonado y acogido, le nace de manera espontánea devolver lo que ha recibido gratuitamente, el sentirse amado.
Dios es amor, y cuando nos sentimos amados por Él, amarlo no es un mandamiento, sino una necesidad. Mas no se puede amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al prójimo al que vemos.
Los dos primeros días de noviembre nos ayudan a tener un momento de recuerdo por nuestros antepasados. La próxima semana celebramos la Solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de todos los fieles difuntos.Estas dos celebraciones expresan nuestra solidaridad esperanzada con aquellos hermanos que han atravesado el umbral misterioso de la muerte. La liturgia de estos dos días es riquísima en contenido teológico y espiritual. Una misma oración une la glorificación de los santos y la intercesión a favor de los muertos.
La Solemnidad de Todos los Santos pone de relieve la vocación universal de los cristianos a la santidad. Esta es la primera vocación fundamental que hemos recibido los bautizados y es expresión de nuestra gran dignidad. Pero esta vocación no la podemos desligar de la otra gran vocación que hemos recibido del mismo Jesucristo, la de ir por todo el mundo anunciando la buena nueva del Evangelio, es decir, la llamada a ser misioneros. Ser santos -vivir con y en Jesucristo- y ser misioneros, anunciándolo, estas son las dos grandes llamadas que hemos recibido del Señor.
La oración por los difuntos es una práctica con profundas raíces religiosas, que acompaña a la humanidad desde sus orígenes, aunque en la fe cristiana esta oración adquiere una nueva dimensión totalmente propia.El sentido cristiano de esta oración por los difuntos radica en la comunión con los que han muerto y en la experiencia de nuestra condición frágil y pecadora.
Con esta oración confiamos los difuntos a la misericordia de Dios.
El fundamento de esta oración de intercesión es la fe que la misma fuerza de Dios, que actuó en la muerte y en la resurrección de Jesucristo, actuará también un día en nuestros hermanos y hermanas que ya han fallecido.Estas dos celebraciones de los próximos 1 y 2 de noviembre se convierten en una invitación a vivir la verdad de fe en la comunión de los santos. Para explicar su contenido de una manera sencilla, me remito al número 146 de las fichas Youcat (catequesis para jóvenes): «La Iglesia es más grande y más viva de lo que pensamos. Pertenecen a ella los vivos y los muertos, tanto si éstos se encuentran todavía en un proceso de purificación como si ya están en la gloria de Dios, conocidos o desconocidos, grandes santos o personas cualesquiera.
Podemos ser cercanos el uno con el otro también más allá de la muerte; podemos invocar nuestros patrones o nuestros santos favoritos, pero también nuestros parientes difuntos que creemos ya llegados a Dios. Por otra parte, con nuestra oración podemos ser de ayuda para los difuntos que se encuentran todavía en una fase de purificación. Lo que cada uno hace o sufre en Cristo ayuda a todos; y al revés, significa también que cada pecado mancha toda la humanidad».El día de los difuntos es un buen momento para recordar que la fe cristiana proclama la victoria de la vida y declara que la muerte no tiene la última palabra en la historia humana. Nuestro Dios es un Dios de los vivos, que, gracias al Espíritu Santo, nos da la vida en Jesucristo resucitado.
Como dice el Concilio Vaticano II, «la muerte es el enigma más grande de la vida humana». Sin embargo, Jesús ilumina este enigma con sus palabras: «Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí, aunque muera, vivirá». La muerte, para un creyente en Cristo, es ciertamente el punto final de la vida terrenal, pero es también el amanecer de una vida nueva y feliz en Dios por toda la eternidad. Los cristianos estamos en el mundo para vivir y dar testimonio de esta esperanza. Tengámoslo especialmente presente estos días.
† Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona
Amarás a tu prójimo como a ti mismo
Santo Evangelio según San Mateo 22, 34-40. Domingo XXX del tiempo ordinario. Ciclo A.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey Nuestro.¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor enséñame a seguir el camino de la sencillez y de la infancia espiritual que tanto agrada y complace a tu corazón santísimo.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En este pasaje evangélico vemos con claridad la primacía de estos dos mandamientos sobre todos los demás. Pero, ¿por qué Cristo hace hincapié en ello? Porque como decía san Agustín "Ama y has lo que quieras". El amor bien entendido engloba todo. A través de él se cumple en plenitud toda la ley.
Cabe mencionar que hoy en día parece que no tenemos claro el concepto del amor. Pues realizamos muchos actos egoístas e incluso antinaturales, escudándonos tras la bandera del "amor". Es decir confundimos pasión y afecto, con el verdadero amor de donación.
Es por ello que nunca una acción inmoral y fuera de la ley de Dios podrá ser justificada, diciendo que la hemos realizado por amor. Y que mejor manera de entrar en la escuela del amor siguiendo el ejemplo de una gran maestra, la Santísima Virgen María. Ella supo vivir el amor de donación incluso entregando a su propio hijo por amor a los hombres.
Madre mía ayúdanos a comprender que el verdadero amor sólo nos puede conducir hacia Dios.
El verdadero amor no puede aislarse. Si está aislado, no es amor. Es una forma espiritualista de egoísmo, de permanecer cerrado en sí mismo, buscando el propio beneficio… Es egoísmo. Algo sencillo pero que no es fácil porque el egoísmo, el propio interés nos atrae, y nos atrae para no hacer y nos atrae para que no comuniquemos. ¿Qué dice el Señor a los que permanecerán en su amor? "He dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea plena.
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de mayo de 2015, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy viviré mi día amando a los demás, como me gustaría que yo fuese amado.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Como a ti mismo”; XXX Domingo Ordinario
Reflexión del evangelio de la misa del Domingo 29 de octubre 2017
El amor a Dios es inseparable del amor al prójimo. Esta es nuestra fe cristiana.
Lecturas:
Éxodo 22, 20-26: “Ciertamente Yo escucharé su clamor”
Salmo 17: “Tú, Señor, eres nuestro refugio”.
I Tesalonicenses 1, 5-10: “Abandonando los ídolos, ustedes se convirtieron a Dios y viven en la esperanza de que venga desde el cielo Jesucristo, su Hijo”.
San Mateo 22, 34-40: “Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo”.
“En medio de la densa selva de preceptos y prescripciones Jesús opera una división que permite ver dos rostros: el rostro del Padre y el del hermano. No entrega dos fórmulas o dos preceptos: no son preceptos ni fórmulas. Nos entrega dos rostros, más aún, un solo rostro, el de Dios que se refleja en tantos rostros, porque en el rostro de cada hermano, especialmente en el más pequeño, frágil, indefenso y necesitado, está presente la imagen misma de Dios”, nos dice el Papa Francisco haciendo alusión a este texto. En el rostro del hermano está el rostro de Dios.
¿Por qué los fariseos se empeñan en preguntarle a Jesús? Ahora un doctor de la ley es quien cuestiona. Parecería que quienes menos quieren entender, son quienes más preguntan y, en este contexto de polémica, los mandamientos sirven de pretexto para confrontarse con Jesús. Por la secuencia del texto no parece que tuvieran interés en cumplirlos. Pero esto da pie a Jesús para expresar claramente lo que a diario dice con sus obras sobre el mandamiento más importante. Lo que Jesús hace todos los días, lo que desde su encarnación y venida en el mundo está realizando, es la voluntad de su Padre, el amor de su Padre… pero esto lo realiza de un modo muy claro y concreto en el amor al prójimo. El amor a Dios es inseparable del amor al prójimo. Esta es nuestra fe cristiana. Nadie puede abusar, oprimir o ser indiferente ante el débil y pobre porque Dios está del lado del hermano.
Hoy me sorprende el añadido que Jesús hace al hablar del amor al prójimo y que muchas veces me había pasado desapercibido: “como a ti mismo” ¿Cómo entender esta precisión? Puede ser entendida de muchas formas. El primer sentido está sugerido por otras palabras de Jesús: “trata a los demás como quieres que te traten a ti”, o también: “no hagas al otro, lo que no quieras que te hagan a ti”. Fórmulas muy prácticas. Pensar en las diferentes situaciones en que nos hemos encontrado y cómo reaccionamos ante el trato positivo o negativo de las personas y así actuar conforme a los deseos que tenemos de atención hacia nosotros. De hecho en la primera lectura tomada del Éxodo se ofrecen una serie de acciones muy concretas para tratar el prójimo y basados todo en el “porque tú también estuviste en esa situación”. Así dice:“No hagas sufrir ni oprimas al extranjero... No explotes a las viudas ni a los huérfanos... Cuando prestes dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portes con él como usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de que se ponga el sol, Cuando él clame a mí, Yo lo escucharé, porque Yo soy misericordioso” Ciertamente cambiando las condiciones, poniéndose en los zapatos del otro, mirándolo “como a ti mismo”, cambian todas las formas de ver.
“Como a ti mismo”, también podría entenderse en el sentido de igualdad, fraternidad. Amo a los otros porque somos iguales o estamos empeñados en construir esa igualdad, esa fraternidad, sin desprecios, sin discriminaciones, sin ciudadanos de primera o de segunda. El amor a nosotros mismos es tomado como la medida de nuestro amor y nuestro servicio a los demás. En una sociedad de desiguales, amar “como te amas a ti mismo” introduce la radical exigencia de la hermandad. Ese mandamiento que nos dice Jesús: “Lo que hiciste a uno de estos pequeños, a Mí me lo hiciste”.
Amar “como a ti mismo”, parte del reconocerse amado. Implica primero amarse a uno mismo, aceptarse a uno mismo, conocerse y quererse, simplemente porque Dios nos quiere. Y entonces adquiere un sentido diferente, como la base de todo amor. Dios te ama infinitamente y ese amor, que te llena y te sacia, lo puedes derramar sobre los demás. Hay quien no se quiere a sí mismo, siempre está de mal humor, siempre se enoja y de todo se fastidia… no se quiere porque no se ha reconocido amado de Dios. Así lo que parecía primero un mandamiento: amar a Dios, y después dos: amar al prójimo; en realidad se transforma en tres mandamientos, porque también se necesita el mandamiento de amarse a uno mismo. Aunque así estaríamos otra vez al nivel de los fariseos que miran sólo mandamientos. ¿Amar es un mandamiento? Más bien es una experiencia que todos debemos vivir. Si nos reconocemos y nos sentimos amados de Dios, los otros “mandamientos” brotan espontáneamente. Si decimos que amamos a Dios pero engañamos y destruimos al prójimo entonces, dice San Juan, somos unos mentirosos. Para amar al prójimo necesitamos encontrar la gran fuente de energía del amor. Ser rostro del Padre.
Este amor a uno mismo no tiene el sentido egoísta de encerrarse en sí mismo y ponerse como centro del universo, porque entonces todo se derrumba: el amor a Dios, el amor al prójimo y hasta el amor a sí mismo que se transforma en soberbia, orgullo y desprecio a los demás. Jesús añade un poco más porque el verdadero amor se aprende de Jesús. Antes de ser amor sacrificado, Él mismo había levantado una cruz con dos maderos: uno vertical hacia el Padre, otro horizontal del amor a los hermanos, pero inseparablemente unidos. Por eso se atreve a decirnos: “Ámense como Yo los he amado”. ¿Cómo estamos cumpliendo el mandamiento de Jesús? ¿Cómo vivimos la experiencia del amor?
Aumenta, Padre Bueno, en nosotros la fe, la esperanza y la caridad, para que reconociéndonos amados, cumplamos tu mandamiento de amor a ejemplo de tu Hijo, Jesucristo. Amén.
"SIN AMOR, TANTO LA VIDA COMO LA FE PERMANECEN ESTÉRILES"
Papa: "Puedes hacer muchas cosas buenas, si no tienes amor, no te sirve de nada"
"Lo que propone Jesús es un ideal, que corresponde con el deseo de nuestro corazón"
Francisco, en la cátedra de la ventana
RELIGIÓN | VATICANO
Sin el amor a Dios y al prójimo no hay verdadera fidelidad a la Alianza con el Señor
(José M. Vidal).- Desde la cátedra de la ventana, el papa Francisco alimenta a los fieles con sus catequesis, centrada en la pregunta de los fariseos a Jesús: '¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley?'. Bergolgio glosa la respuesta de Jesús y asegura que "sin amor, tanto la vida como la fe son estériles" y que el "sueño de Dios para el hombre es hacerlo partícipe de su vida de Amor".
Cada vez hay más gente en la Plaza de San Pedro, para escuchar a Francisco, a pesar de los agoreros-rigoristas, que aseguraban que su sintonía con el pueblo había caducado.
Algunas frases de la catequesis del Papa
"Este domingo, la liturgia nos presenta un pasaje evangélico breve, pero muy importante"
"La respuesta de Jesús no era la habitual"
"Sin el amor a Dios y al prójimo no hay verdadera fidelidad a la Alianza con el Señor"
"Puedes hacer muchas cosas buenas, si no tienes amor, no te sirve de nada"
"Jesús les ayuda a poner orden en su religiosidad"
"Sin amor, tanto la vida como la fe permanecen estériles"
"Lo que propone Jesús es un ideal estupendo, que corresponde con el deseo de nuestro corazón"
"Éste es el sueño de Dios para el hombre"
"Nunca terminaremos de convertirnos"
Saludos después del ángelus. Recordó al nuevo beato brasileño. A los togoleses en Roma y a los venezolanos, con su Virgen de Chiquinquirá, la Chinita.
Amar a Dios sobre todas las cosas
Este amor tiene perfecta vigencia en nuestros días.
Aquel joven le preguntó a Jesús: ¿Maestro que he de hacer yo para conseguir la vida eterna? y El le contestó: “Si quieres entrar en la vida eterna, cumple los Mandamientos” (Mt.19,16.19). Pero el joven insistió. ¿Cuál es el Mandamiento más importante de la Ley?. Jesús le respondió: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y más importante. Pero hay otro semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley se fundamenta en estos dos Mandamientos” (Mt.22,36.38).
Y esto, me recuerda mi noble y sincera pregunta, a aquel hombre de Dios, en una sesión de catequesis para adultos. ¿Cómo es posible amar a Dios, al que no vemos, si nos resulta tan difícil, amar a los que viven a nuestro alrededor?. La respuesta fue tan contundente y definitiva, que me hizo reflexionar.
Si no amas a Dios, porque no lo ves, es que tu amor a El es frágil. Porque amarle, es seguirle y reconocerlo como creador y salvador. Como dueño y señor de todo lo que existe. Como destino de nuestro espíritu, para agradecerle, todo lo que ha hecho y hace día a día por nosotros.
Es, profesarle libremente nuestro amor en público y en privado. Es, pedirle ser el último en todo, y aceptar ser el primero en amarle sin peso ni medida.
Amar a Dios, es verlo y sentirlo, no allá lejos, donde brillan las estrellas, si no a nuestro lado, caminando por nuestras mismas calles.
Amarle, es contemplar todos los tesoros de bondad y ternura, que nos ha dejado, y cumplir su nuevo Mandamiento: “Que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn.15,12).
No sé, pero me parece a mí, después de escuchar al catequista, que el amor a Dios, se refleja en esa lección de pequeños detalles que la vida diaria nos enseña.
Y es amar a Dios, cumpliendo con el primer Mandamiento, amando a los inmigrantes, que desesperados por diversas causas, abandonan sus pueblos y no encuentran acomodo entre nosotros. Y comprendiendo a los que sufren pérdida de libertad, siendo inocentes o presuntos culpables. Amando y respetando a los desvalidos o indigentes; a los que nos importunan en el tráfico diario, y a los que nos superan en el mundo laboral.
Y es amar a Dios, amando, a los que nos atienden en los hospitales, a veces, salvando nuestras propias vidas. Y visitando a nuestros mayores, que en residencias o en sus propios hogares, se encuentran abandonados, consumiendo sus últimos días en esta vida. Y consolando a los que sufren el azote de la enfermedad incurable y esperan en la soledad de cualquier centro sanitario.
También se ama a Dios, no volviendo la cara hacia esos africanos –en su mayoría jóvenes- que viven en la frontera entre Uganda y Kenia, sufriendo una gran epidemia de sida y tuberculosis y que nos gritan sin esperanza, que quieren vivir, pero no tienen comida para alimentarse ni medicamentos que les evite ese holocausto.
Y se puede amar a Dios, convenciendo a los que piensan equivocadamente que por envejecer dejan de amar, sin saber que, por dejar de amar, empiezan a envejecer y hablando con aquellos que amamos y sin embargo no nos atrevemos a decírselo. Y, ayudando a los niños explotados, marginados, incipientes delincuentes que buscan en los basureros, la comida que nosotros desechamos.
Amar a Dios es amando al Padre Vicente Ferrer, misionero, que lo abandonó todo por amor a los que sufren en la India, donde desarrolla una labor inmensa. O, reflejándonos en el espejo de Monseñor Romero, que en pleno siglo XX, dio su vida por amor a Dios y a los hombres.
Y entendiendo a los misioneros, que dejando sus países, familias y comodidades, se marcharon lejos por amor a los que los necesitan, regalándoles hasta su propia vida.
Igualmente, se ama a Dios, amando y perdonando a los incrédulos y no creyentes, porque tal vez, por nuestros raquíticos ejemplos en la vida espiritual, moral y social, hayamos sido culpables de su falta de amor y conocimiento de Dios.
Por todo ello y mucho más, estoy plenamente convencido, que efectivamente “algo escrito hace más de dos mil años”, tiene perfecta vigencia en nuestros días.
Texto completo de las palabras del Papa Francisco en el Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Este domingo la liturgia nos presenta un pasaje evangélico breve, pero muy importante (Cfr. Mt 22,34-40). El evangelista Mateo narra que los fariseos se reunieron para poner a prueba a Jesús. Uno de ellos, un doctor de la Ley, le dirige esta pregunta: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?» (v. 36). Es una pregunta insidiosa, porque en la Ley de Moisés son mencionados más de seiscientos preceptos. ¿Cómo distinguir, entre todos estos, el mandamiento más grande? Pero Jesús no tiene duda alguna y responde: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu». Y agrega: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (vv. 37.39).
Esta respuesta de Jesús no es presupuesta, porque, entre los múltiples preceptos de la ley hebrea, los más importantes eran los diez Mandamientos, comunicados directamente por Dios a Moisés, como condición del pacto de alianza con el pueblo. Pero Jesús quiere hacer entender que sin el amor por Dios y por el prójimo no existe verdadera fidelidad a esta alianza con el Señor. Tú puedes hacer tantas cosas buenas, cumplir tantos preceptos, tantas cosas buenas, pero si tú no tienes amor, esto no sirve.
Lo confirma otro texto del Libro del Éxodo, llamado "código de la alianza", donde se dice que no se puede estar en la Alianza con el Señor y maltratar a quienes gozan de su protección. ¿Y quiénes son estos que gozan de la protección? Dice la Biblia: la viuda, el huérfano, el migrante, es decir, las personas más solas e indefensas (Cfr. Ex 22,20-21).
Respondiendo a esos fariseos que lo habían interrogado, Jesús trata también de ayudarlos a poner en orden en su religiosidad, para restablecer lo que verdaderamente cuenta y lo que es menos importante. Dice: «De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas» (Mt 22,40). Son los más importantes, y los demás dependen de estos dos. Y Jesús ha vivido justamente así su vida: predicando y obrando lo que verdaderamente cuenta y es esencial, es decir, el amor. El amor da impulso y fecundidad a la vida y al camino de fe: sin el amor, sea la vida, sea la fe permanecen estériles.
Lo que Jesús propone en esta página evangélica es un ideal estupendo, que corresponde al deseo más auténtico de nuestro corazón. De hecho, nosotros hemos sido creados para amar y ser amados. Dios, que es Amor, nos ha creado para hacernos partícipes de su vida, para ser amados por Él y para amarlo, y para amar con Él a todas las personas. Este es el "sueño" de Dios para el hombre. Y para realizarlo tenemos necesidad de su gracia, necesitamos recibir en nosotros la capacidad de amar que proviene de Dios mismo. Jesús se ofrece a nosotros en la Eucaristía justamente por esto. En ella nosotros recibimos su Cuerpo y su Sangre, es decir, recibimos a Jesús en la expresión máxima de su amor, cuando Él se ofreció a sí mismo al Padre por nuestra salvación.
La Virgen Santa nos ayude a acoger en nuestra vida el "gran mandamiento" del amor a Dios y al prójimo. De hecho, si incluso lo conocemos desde cuando éramos niños, no terminaremos jamás de convertirnos a ello y de ponerlo en práctica en las diversas situaciones en las cuales nos encontramos.