A causa de mi nombre

Evangelio según San Mateo 10,17-22. 

Jesús dijo a sus apóstoles: 

Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. 

A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. 

Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. 

El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. 

Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. 

Fiesta de san Esteban, protomártir

San Esteban, el Protomártir, diácono y mártir

Fiesta de san Esteban, protomártir, varón lleno de fe y de Espiritu Santo, que fue el primero de los siete diáconos que los apóstoles eligieron como cooperadores de su ministerio, y también fue el primero de los discípulos del Señor que en Jerusalén derramó su sangre, dando testimonio de Cristo Jesús al afirmar que veía al Señor sentado en la gloria a la derecha del Padre, al ser lapidado mientras oraba por los perseguidores.

La Biblia es tan consecuentemente «antibiografista» que de ninguno de sus personajes -incluido Jesús- nos cuenta ni un trazo que no sea estrictamente en función de lo que va a relatar sobre él, y así nos quedamos habitualmente con el deseo de saber un poco más: edad, procedencia, etc. San Esteban no podía ser una excepción, y a pesar de la enorme importancia que tuvieron los hechos relacionados con él en la primera Iglesia, apenas si se nos presenta en Hechos 6,5 y ya quedamos abocados a la situación de su martirio y las consecuencias para la comunidad cristiana.

Su nombre, Stephanos, es griego (significa «Corona»), y también están relacionadas con «los griegos» las funciones que cumplirá, tanto él como sus seis compañeros diáconos. El relato dirá que en la Iglesia «los helenistas» se quejaron contra «los hebreos» (Hech 6,1); lamentablemente, ya no tenemos forma de saber a qué se referían con exactitud las dos categorías, pero, aunque hay otras, la hipótesis más plausible sigue siendo la habitual: «los hebreos» designaría a los judeo-cristianos «tradicionales», típicamente de Jerusalén (aunque Pablo es «hebreo, hijo de hebreos», Flp 3,5, y no es de Jerusalén), caracterizados metonímicamente porque sabían hebreo (quizás leían la Biblia en hebreo normalmente, o rezaban las oraciones en hebreo, o hablaban mayoritariamente arameo, que para quien no conociera la diferencia le podía sonar como hebreo); mientras que los «helenistas» serían judeo-cristianos de habla griega, no gentiles ni procedentes de la gentilidad, a lo sumo judíos de la diáspora. Los siete nombres, el de Esteban y los demás, son todos griegos. Cuando comienza el pasaje da la impresión de que tan solo se va a dividir la comunidad en dos, al menos a los efectos administrativos, pero lo que en realidad ocurre es algo bien distinto: por un lado estos «siete hombres de buena fama» no se dedican sólo al «servicio de la mesa» sino que tienen funciones de predicación como «los Doce», que las vemos claramente en Esteban y Felipe (el diácono); por el otro, hay un reacomodamiento en el conjunto de las «funciones jerárquicas», y estos «diakonoi» (es decir, servidores) no serán un parche ni un añadido para sufragar las necesidades de un sector de la comunidad, sino que de a poco tendrán relación con toda la Iglesia.

Lo cierto es que acto seguido, inmediatamente después de la escena de la elección, vemos a Esteban en plena acción apostólica: hace milagros, polemiza, predica. No tarda en aparecer la acusación: «le hemos oído decir que Jesús, ese Nazoreo, destruiría este Lugar y cambiaría las costumbres que Moisés nos ha transmitido». (Hech 6,14); sólo en parte se trata de una calumnia, porque efectivamente la predicación de Esteban era abiertamente antitemplo, como tenemos ocasión de leerlo por nosotros mismos en Hechos 7,2-53; la calumnia no está en el hecho de que él predicara contra el templo, sino en que él pretendiera la abolición de la religión tradicional: la primitiva Iglesia se sentía en completa continuidad con el judaísmo y de ninguna manera podía aceptar la acusación de pretender «cambiar de raíz» la fe judía; aunque unas décadas después, ya en la generación de san Lucas, no en la de san Esteban, ese panorama se había modificado, y la Iglesia tomado más conciencia de su autonomía y originalidad respecto de la fe judía.

Naturalmente, la predicación de Esteban no fue registrada por taquígrafos, sino que sobre la base de testimonios orales Lucas recibió el contenido, y dio -al igual que en los demás casos de discursos que hay en gran variedad en Hechos- forma literaria a esa predicación, de modo que quedara no sólo como recuerdo de lo predicado por Esteban, sino como modelo de predicación para toda la Iglesia. Es un discurso, entonces, que vale la pena leer con minuciosidad, porque nos muestra no sólo un conjunto de ideas propias de los comienzos de la fe, sino un modo concreto de cómo la Iglesia desarrolló su forma de recibir lo que llamamos el Antiguo Testamento (y que para ese momento eran simplemente «Las Escrituras»); el discurso de Esteban sólo secundariamente tiene un valor «arqueológico», para que sepamos «lo que dijo», lo principal es su valor como modelo de acercamiento al Antiguo Testamento: enseña a «leer» la historia -los hechos que ocurren en la historia, en este caso, la historia del pueblo de Israel- como anticipo, como siempre encaminada hacia la revelación del reinado de Dios.

Y sobreviene la lapidación -castigo de la blasfemia, y ejemplo para los demás- que, al igual que el discurso es modelo de recepción del AT, es modelo de martirio cristiano, con todos aquellos elementos que no faltarán en la «Passio» de los mártires, tal como se nos recopilarán luego en las historias martiriales hasta nuestros días: la valentía e intrepidez que provienen, no de sí mismo sino del Espíritu Santo, la presencia de Cristo (visión, voz, consuelo, ángeles, etc), en el momento de la tortura, y sobre todo un elemento fundamental que hace del mártir el imitador perfecto de Jesús: el perdón a los verdugos. Y como todo martirio, da mucho fruto, e incluso lo da inmediatamente: ya en Hechos 11,19 se nos dirá que «los que se habían dispersado cuando la tribulación originada a la muerte de Esteban, llegaron en su recorrido hasta Fenicia, Chipre y Antioquía...» Todo es ocasión para el crecimiento de la Iglesia.

La cuestión de las reliquias merece un tratamiento propio, ya que el 3 de diciembre del 415, unos 350 años después de la lapidación, un sacerdote de Gámala de Palestina encontró las reliquias de Esteban, junto con las de Nicodemo, Gamaliel (el rabino, que la leyenda supone que se convirtió y murió mártir), y Abib, hijo de Nicodemo.

Acorde con las costumbres de la hagiografía antigua, no bastó con que el sacerdote «encontrara» (si es que es cierto) las reliquias, sino que en torno a ese hecho se fue tejiendo una leyenda, que pudo haberla iniciado él mismo. Supuestamente, al mismo tiempo Luciano y un monje, Migesio, tuvieron un sueño, o quizás una visión, en el que se le aparecía Gamaliel, vestido litúrgicamente, se presentaba comno el maestro de san Pablo, y reprochaba que él y sus compañeros, Esteban, Nicodemo y Abib, hubieran sido enterrados sin honores. Les indicaba el lugar de las reliquias y les instaba a que fueran descubiertas y veneradas. Con el acuerdo del obispo de Jerusalén se procede a la excavación y descubrimiento de las venerandas reliquias, que son trasladadas solemnemente el 26 de diciembre a la iglesia de Sión, en Jerusalén; otra parte queda con el sacerdote Luciano, que a su vez reparte entre sus conocidos. Ocurre entonces una primera dispersión, pero en el siglo XIII, los cruzados traen esas reliquias a Occidente, y a partir de allí la dispersión es total: un brazo de Esteban en Roma, en San Ivo alla Sapienza, otro brazo de Esteban en San Luis de los Franceses, y otros brazo de Esteban (!) en Santa Cecilia; el cráneo en San Pablo extramuros, y muchos más fragmentos en Venecia, Constantinopla, Nápoles, Besançon, Ancona, Ravena, etc. Llegaron a ser tan famosas, y tan detallada la leyenda del descubrimiento, que tuvieron una fiesta litúrgica propia; efectivamente, además de celebrarse el 26 de diciembre al mártir, el 3 de agosto se celebraba la «Inventio Sancti Stephani» («inventio» en latín significa descubrimiento), aunque se pierde en la noche de los datos el motivo por el cual se celebraba el 3 de agosto en vez del 3 de diciembre, que hubiera sido más lógico. Esta fiesta fue suprimida por un breve de SS Juan XXIII en 1960, poco antes de que la atinada reforma litúrgica del Concilio Vaticano II barriera con muchos otros abusos en las celebraciones de los santos.

La celebración de Esteban el día 26 de diciembre es antiquísima. El protomártir forma parte de los «comites Christi», es decir los «escoltas de Cristo», que se celebran junto con la Natividad: Juan (identificado tradicionalmente con el Discípulo Amado del cuarto evangelio), los santos inocentes, y el propio Esteban.

San Elredo de Rieval (1110-1167), monje cisterciense  Sermón para la fiesta de San Esteban

«A causa de mi nombre»

Tenemos aun en nuestros brazos el hijo de la Virgen, los ángeles cantan todavía la gloria de Dios y los pastores se regocijan. ¿Quién apartaría su mirada de un tal nacimiento? sin embargo, mientras permanecemos impresionados, Esteban, lleno de gracia y de verdad, «realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en medio del pueblo» (Hch 6:8). ¿Es necesario que nos alejemos del rey para echar un vistazo sobre el soldado? el rey mismo nos invita a hacerlo; el hijo de rey asiste, en el dolor de su corazón, al combate de su soldado victorioso. 

Esteban, «lleno de gracia y de poder», revestido de gracia y protegido por el escudo del poder divino, «realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en medio del pueblo». Entonces «algunos se echaron» contra este testigo (Hch 6:8). Pero la voz del hombre libre se eleva, a partir de sus mismos libros les presenta la palabra de verdad. El Espíritu de Dios se apodera del mártir; quien mira hacia el cielo pero no ve más el cielo; «él ve, los cielos abiertos y al Hijo del Hombre a la derecha de Dios.» (Hch 6:8). El Señor se mantiene de pie con quien está de pie, combate con el que lucha, es lapidado con quien lapidamos. Con justo derecho él merece el primer lugar entre los mártires, el que expresa de manera tan admirable la semejanza con el Señor colgado en la cruz. Esteban exclama con fuerte voz «Señor, no les tomes en cuenta este pecado.» (Hch 7:60; Lc 23:34). Grande es su grito, pues grande es su amor. Se durmió en el Señor, y reposa en los brazos de Dios. 

¡Mártir ¿Yo?!

Santo Evangelio según San Mateo 10,17-22. San Esteban protomártir.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, estoy en tu presencia. Gracias por permitirme estar frente a Ti. Aumenta mi fe para que crea que Tú eres mi única esperanza. Aumenta mi esperanza para que espere siempre en tu amor. Aumenta mi amor para amarte con la certeza de la fe.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Mártir?... sólo con escuchar la palabra la piel se pone chinita. A nadie le gusta ser perseguido, humillado, arrestado y mucho menos asesinado. Jesús no nos da un contrato con letras pequeñas, borrosas o escondidas. No nos dijo: "te la vas a pasar súper bien", o "no vas a tener ningún problema en la vida", o "todos te van a querer y besar la mano"; nos dijo que tendríamos el ciento por uno en esta tierra… con persecuciones.

¿Cómo podemos afrontar este hecho? ¿No sería más fácil, para evitarnos muchos problemas, dejar de ser cristianos o, sin ser tan radicales, ser cristianos de calendario,sólo cuando lo programamos?

No hace mucho tuvimos la experiencia en México de un terremoto devastador. Esta catástrofe duró unos cuantos minutos. Con esto quiero decir que todo lo malo se acaba. Es más el tiempo que México ha estado sin terremotos que el tiempo en que los ha tenido. Todo lo malo tiene su fin y no tiene comparación con el tiempo que hay de paz y armonía.

Esto fue lo que ha motivado a tantos mártires que han llegado a dar su vida por Cristo. Sabían que acabaría el tiempo de persecución, de calumnias, de cárcel, etc. Sabían que no había comparación con la eternidad que se estaban ganando.

Hoy celebramos a san Esteban que es el primero de una fila interminable de personas que han dado y darán su vida por Cristo. Pongamos nuestro nombre san… mártir en su trabajo por querer ser honesto; san… mártir en su escuela por querer llevar una vida pura; san… mártir por amor a Cristo.

Pidámosle a María que nos dé el coraje cristiano. Que nunca perdamos la certeza de que es más grande la recompensa que Dios nos tiene preparada, que cualquier persecución de parte de los hombres.

Una Iglesia sin mártires es una Iglesia sin Jesús. Son precisamente los mártires los que sostienen y llevan adelante la Iglesia. Y si además los medios de comunicación no lo dicen, porque no son noticia, hoy muchos cristianos en el mundo son bienaventurados porque son perseguidos, insultados, encarcelados sólo por llevar una cruz o por confesar a Jesucristo. Entonces, cuando nosotros nos quejamos si nos falta algo, deberíamos pensar más bien en estos hermanos y hermanas que hoy, en número mayor respecto a los primeros siglos, sufren el martirio.

(Homilía de S.S. Francisco, 30 de enero de 2017, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré una visita al santísimo, o una comunión espiritual donde le pida a Dios la gracia de ser coherente con lo que creo.

Despedida

Terminemos nuestra oración con un Ave María: Dios te salve María…

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

En el clima de la alegría navideña.. ¿el martirio de San Esteban?
Reflexiones Dios y personajes de la Biblia

En la óptica de la fe, la fiesta de san Esteban está en plena sintonía con el significado profundo de la Navidad.

Por: SS Papa Francisco | Fuente: Catholic.net 

Durante la octava de Navidad, en la alegría de la Navidad se inserta la fiesta de san Esteban, el primer martir de la Iglesia. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos lo presenta como "un hombre lleno de fe y de Espíritu Santo", elegido con otros seis para dar servicio a las viudas y a los pobres en la primera comunidad de Jerusalén. Y nos cuenta su martirio, cuando después de un fogoso discurso que suscitó la ira de los miembros del Sanedrín, fue arrastrado afuera de las murallas de la ciudad y lapidado.

Esteban murió como Jesús, pidiendo perdón por sus asesinos. En el clima de la alegría navideña, esta conmemoración podría parecer fuera de contexto. De hecho la Navidad es la fiesta de la vida y nos infunde sentimientos de serenidad y de paz. ¿Por qué entonces turbar su encanto con el recuerdo de una violencia tan atroz? En realidad en la óptica de la fe, la fiesta de san Esteban está en plena sintonía con el significado profundo de la Navidad.

En el martirio, de hecho, el amor derrota a la violencia, la vida a la muerte. La Iglesia ve en el sacrificio de los martires su "nacimiento al cielo". Celebramos por lo tanto hoy la "navidad" de Esteban, que en profundidad se desprende de la Navidad de Cristo. ¡Jesús transforma la muerte de quienes lo aman en aurora de vida nueva!

En el martirio de Esteban se reproduce la misma lucha entre el bien y el mal, entre el odio y el perdón, entre la mansedumbre y la violencia, que tuvo su culminación en la cruz de Cristo. La memoria del primer mártir acaba así con una falsa imagen de la Navidad: ¡una imagen de fábula y duzurosa, que en el evangelio no existe!

La liturgia nos trae el sentido auténtico de la Encarnación, relacionando Belén al Calvario y recordándonos que la salvación divina implica que la lucha al pecado, pasa por la puerta estrecha de la cruz.

Este es el camino que Jesús ha indicado claramente a sus discípulos: "Serán todos odiados a causa de mi nombre. Pero quién habrá perseverado hasta el final será salvado".

Por eso hoy rezamos de manera particular por los cristianos que sufren discriminación a causa del testimonio que dan de Cristo y del evangelio. Estamos cerca de estos hermanos y hermanas que como san Esteban, son acusados injustamente y objeto de violencias de varios tipos.

Estoy seguro que, lamentablemente, son más numerosos hoy que en los primeros tiempos de la Iglesia y que son tantos. Esto sucede especialmente en los lugares en donde la libertad religiosa no está todavía garantizada o no está plenamente realizada. Sucede también en países y ambientes que en sus papeles tutelan la libertad y los derechos humanos, pero donde de hecho los creyentes, especialmente los cristianos, encuentran limitaciones y discriminaciones.

A un cristiano esto no lo maravilla, porque Jesús lo ha anunciado como ocasión propicia para dar testimonio. Entretanto en el plano civil, la injusticia va denunciada y eliminada. Que María Reina de los Mártires nos ayude a vivir este tiempo de Navidad con aquel ardor de fe y de amor que refulge en san Esteban y en todos los mártires de la Iglesia.

Navidad y San Esteban

Fiesta de San Esteban - 26 de diciembre / Mateo 10, 17-22. San Esteban ha sido el primero en seguirle al Señor por el camino de santidad. 

Mateo 10, 17-22. No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los enjuicien, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque, en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes. El hermano entregará al hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin se salvará.”

Reflexión
La alegría íntima de la solemnidad navideña apenas celebrada, envuelve con su atmósfera mística también el día de hoy que le sigue inmediatamente. Nuestras almas respiran todavía en ese ambiente de maravilla ante el gran acontecimiento que se ha realizado. Es el aconte-cimiento o, mejor dicho, el misterio del Hijo de Dios que nace en Belén como Hijo del hombre, para hacerse nuestro hermano y salvador.

Este misterio es tan insondable, que nunca lo meditaremos bastante. Por eso, la Iglesia nos lo propone cada año, para una conmemoración prolongada durante varios días: durante el ciclo litúrgico de Navidad.

Según nos cuenta San Gregario de Niza, en los primeros siglos cristianos se quiso solemnizar en torno a Navidad a los grandes Santos que fueron los primeros testigos de Cristo. (San Esteban es uno de ellos).

Hoy la liturgia conmemora el nacimiento a la vida eterna del primer mártir San Esteban, joven diácono lapidado en el inicio de la historia de la Iglesia.

Otro santo de la Iglesia antigua, San Fulgencio nos comenta la relación entre Navidad y San Esteban diciendo: “Ayer celebramos el nacimiento de nuestro Rey eterno; hoy celebramos el triunfal martirio de su soldado. Ayer nuestro Rey, (revestido con el manto de la carne) saliendo del seno virginal, se ha dignado visitar el mundo: hoy el soldado, saliendo del tabernáculo de su cuerpo, ha emigrado al cielo”.

Entre la fiesta de Navidad y la del Protomártir existe una profunda conexión en el orden de la santidad y la gracia. Cristo, Rey de la historia y Redentor del hombre, se sitúa en el centro de ese camino hacia la perfección, a la que llama a todo hombre.

San Esteban ha sido el primero en seguirle al Señor por ese camino de santidad. Fue su testigo - a través de su palabra valiente, su servicio desinteresado a los pobres (como diácono), su constancia durante el proceso y, sobre todo, por su muerte heroica. Su figura se agranda y se ilumina a la luz de su Señor y Maestro. Sólo el Señor Jesús da la ayuda y el consuelo necesarios a las almas para ser fieles hasta la muerte.

Creo que de esto podemos sacar una preciosa lección para todos nosotros: al mirar a San Esteban en la perspectiva de la Navidad, debemos recoger su ejemplo y su enseñanza, que claramente nos conducen hacia Cristo. Porque el Niño nacido en la gruta de Belén, se encamina ya hacia el monte Calvario donde entregará la vida como su discípulo Esteban.

Queridos hermanos, juntos al Hijo de Dios nacido en Navidad, todos nosotros hemos sido convertidos en hijos de Dios y llamados a vivir como hijos de Dios. Y si somos fieles a este camino, también, todos nosotros seremos coronados algún día allá arriba, como fue coronado el primero de los mártires, San Esteban. Que la Virgen María nos acompañe siempre en nuestro camino.

¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El Papa en la Misa de Navidad

El Nacimiento de Jesús cambia para siempre nuestra historia

El Papa Francisco presidió por la noche, y como cada año, la misa de Navidad –también conocida en algunos países como Misa del Gallo– en la Basílica de San Pedro acompañado de miles de fieles. En la homilía que pronunció afirmó con rotundidad que el nacimiento de Jesús es el “acontecimiento que cambia para siempre nuestra historia”.

El Pontífice celebró la solemne Misa a las 21:30 hora local, y después de proclamarse el Evangelio, pronunció una homilía breve en la que comparó la situación de la Sagrada Familia de Nazaret –que se vio obligada a huir y a dejar sus pocas pertenencias– con la de miles de personas que en nuestros días buscan refugio al escapar de los diferentes conflictos que hay en el mundo.

A pesar de ser obligados a dejar su tierra, José y María “en su corazón iban llenos de esperanza y de futuro por el niño que vendría” aunque “sus pasos iban cargados de las incertidumbres y peligros propios de aquellos que tienen que dejar su hogar”. “Y luego se tuvieron que enfrentar quizás a lo más difícil: llegar a Belén y experimentar que era una tierra que no los esperaba, una tierra en la que para ellos no había lugar.”, explicó Francisco.

El Papa recordó que “el Hijo de Dios tuvo que nacer en un establo porque los suyos no tenían espacio para él” pero allí fue precisamente “donde se enciende la chispa revolucionaria de la ternura de Dios”. “En Belén se generó una pequeña abertura para aquellos que han perdido su tierra, su patria, sus sueños; incluso para aquellos que han sucumbido a la asfixia que produce una vida encerrada”, añadió.

Como José y María hoy “vemos las huellas de familias enteras que hoy se ven obligadas a marchar” así como la de “millones de personas que no eligen irse, sino que son obligados a separarse de los suyos, que son expulsados de su tierra”.

Francisco reconoció que algunos de ellos están cargados de “esperanza” y “futuro”, pero otros solo están llamados a “sobrevivir a los Herodes de turno que para imponer su poder y acrecentar sus riquezas no tienen ningún problema en cobrar sangre inocente”.

Para el Papa fueron clave también los pastores que adoraron al Niño. “Eran hombres y mujeres que tenían que vivir al margen de la sociedad”, explicó. “Las condiciones de vida que llevaban, los lugares en los cuales eran obligados a estar, les impedían practicar todas las prescripciones rituales de purificación religiosa y, por tanto, eran considerados impuros”.

“Se los consideraba paganos entre los creyentes, pecadores entre los justos, extranjeros entre los ciudadanos”. Sin embargo, fue a ellos a los que el ángel les anunció la buena noticia, aclaró el Pontífice.

De esta manera, invitó a los fieles a “reconocer a Dios presente en todas las situaciones en las que lo creíamos ausente” puesto que “Él está en el visitante indiscreto, tantas veces irreconocible, que camina por nuestras ciudades, en nuestros barrios, viajando en nuestros metros, golpeando nuestras puertas”.

En definitiva, “esa misma fe nos impulsa a dar espacio a una nueva imaginación social, a no tener miedo a ensayar nuevas formas de relación donde nadie tenga que sentir que en esta tierra no tiene lugar”.

Por otro lado, aseguró que la Navidad es el tiempo “para transformar la fuerza del miedo en fuerza de la caridad, en fuerza para una nueva imaginación de la caridad”. Pidió entonces no conformase con la “injusticia” y no tener miedo “de tomar en brazos, alzar y abrazar al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al preso”.

Francisco concluyó exhortando también a que cada uno se convierta en “centinela de tantos que han sucumbido bajo el peso de esa desolación que nace al encontrar tantas puertas cerradas”. “Que tu ternura despierte nuestra sensibilidad y nos mueva a sabernos invitados a reconocerte en todos aquellos que llegan a nuestras ciudades, a nuestras historias, a nuestras vidas”.

La violencia de Dios en un pesebre

A través de su hijo Dios quebranta la conciencia humana mostrando su lado oscuro

Contemplando el pesebre, afloran las propias esperanzas y esas secretas oscuridades. Sólo así, es posible adentrarse en ese mundo interior donde están los elementos esenciales para hacer ese pesebre personal, donde pueda nacer lo mejor de cada uno

(Marco A. Velásquez Uribe).- La escena del Hijo de Dios en un pesebre, que nace en el vientre virginal de una mujer sencilla, en una ciudad insignificante y desconocida como Belén, más allá de la tierna inocencia con que ha sido descrita, a través de la historia, es de una fuerte carga emocional que contiene toda la impotencia de Dios hacia la humanidad. La escena, tantas veces repetida y ritualizada, más que nunca con fines profanos, representa una escenografía que violenta la conciencia de cualquier espectador, pasivo o activo. Una criatura, humana y divina, rodeada de todos los signos del abandono, de la marginalidad y de la indiferencia social, representa la más brutal contradicción del pensamiento de Dios para su Hijo. Sin embargo, la obra de Dios así graficada no busca someter a su Hijo a la ignominia de la indiferencia humana; tampoco busca humillar ni mancillar la dignidad de esos padres impotentes que sufren el desprecio social que les ha caído en suerte, al no encontrar un espacio digno para el nacimiento de su hijo. En esa escenografía, Dios cuenta con la colaboración santificadora de su Hijo, de María y de José. Dios que, en el transcurso de la creación, actúa como oculto desde una aparente lejanía celestial, ha decidido irrumpir con fuerza en la historia, recreando ese momento con una síntesis de la barbarie que provoca la actuación humana. De ahí que la belleza y la esperanza de todo nacimiento, sea violentada con los signos del desamparo y el abandono. Es así como Dios, sin palabras, y con la elocuencia de los hechos, se vuelve contra los espectadores del pesebre para quebrar la conciencia humana y mostrar con nitidez ese lado oscuro, que se oculta tras los sombríos pensamientos que provocan la injusticia, la tristeza y la marginalidad. Entonces, en el pesebre conviven la esperanza y el reproche. Y así, como el trigo y la cizaña conviven en el mismo corazón humano, la esperanza y el reproche anidan en cada persona de buena voluntad. Porque al contemplar el pesebre del Hijo de Dios, afloran las propias esperanzas y también esas secretas oscuridades. Sólo así, es posible adentrarse en ese mundo interior donde están los elementos esenciales para hacer ese pesebre personal, donde pueda nacer lo mejor de cada uno, con la potencialidad del bien creador que puede hacer realidad la esperanza de todos.

Esta es la noche luminosa de todos los perdedores de la historia, y también de los ganadores, que tienen la potencialidad de unirse en un abrazo celestial, para construir ese gran pesebre de los hijos e hijas de Dios. Feliz Navidad. 

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