El Amor verdadero

Evangelio según San Marcos 12,28b-34. 

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?».

Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. 

El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos". 

El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios". 

Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. 

Santo Domingo Savio

Modelo para la infancia y la adolescencia, nació en Riva de Chieri, Italia, el 2 de abril de 1842. Al año siguiente toda la familia se trasladó a las colinas de Murialdo. El día de su primera comunión, realizada en Castelnuevo en 1849, arrodillado ante el altar, se propuso: 1. Me confesaré muy a menudo y recibiré la Sagrada Comunión siempre que el confesor me lo permita. 2. Quiero santificar los días de fiesta. 3. Mis amigos serán Jesús y María. 4. Antes morir que pecar. Resumen su vida. En 1854 conoció a Don Bosco, su guía y rector hacia el camino de la santidad. Fue con él a Turín integrándose en el Oratorio. En el dintel de la puerta de su cuarto, el fundador había colgado esta consigna: «¡Denme almas, y llévense lo demás!». Después de leerlo, Domingo le dijo: «Don Bosco, aquí se trata de un negocio, la salvación de las almas. Pues bien, yo seré la tela y usted será el sastre. Haga de mí un hermoso traje para el Señor». Sabía que estaba en el lugar en el que cumpliría su más ferviente anhelo: «¡Yo quiero hacerme santo!», aunque su camino hacia los altares había comenzado ya con una presencia de Dios constante en su mente y actos cotidianos de amor. No consentía comer sí no se rezaba antes. Era el primero en acudir a la iglesia los domingos. Y si hallaba el templo cerrado, rezaba en el umbral, hincado de rodillas al margen de las crudas inclemencias meteorológicas que pudieran darse. Disfrutaba siendo monaguillo y todos podían advertir su fervor ante al Santísimo; los gestos delataban su estado de recogimiento, con las manos juntas y los ojos clavados en el sagrario. Con espíritu de sacrificio, recorría todos los días 18 km. a pie para ir a la escuela. Hasta su tío, impresionado, le preguntó: «¿No tienes miedo de ir solo?». Rotundo y cabal, respondió: «Yo no estoy solo; me acompaña el Ángel de la Guarda». Sufría con solo pensar en una eventual ofensa a Cristo, y no podía contener sus lágrimas. Buscando siempre lo más perfecto, y arrepentido de haber hecho novillos en una ocasión, incitado por sus amigos, buscó la amistad de Jesús y de María.

En Turín fundó la Compañía de la Inmaculada, llevado por su gran devoción a María con un grupo de compañeros, y todos se comprometieron a ayudar a Don Bosco para educar a los muchachos del Oratorio, que eran de diversa índole y procedencia: ricos y pobres, más pacíficos y extremadamente violentos. Esos chavales a los que Don Bosco se dirigía, diciéndoles: «A vosotros, santos…». Mucho le sirvió su arte para narrar cuentos. El fundador se dio cuenta de que Domingo era especial. Así lo describió: «Domingo no se ha hecho notorio en los primeros tiempos del Oratorio por cosa alguna, fuera de su perfecta docilidad y de una exacta observancia de las reglas de la casa… y una exactitud en el cumplimiento de sus deberes más allá de la cual no sería fácil llegar». Sin embargo, no era perfecto, claro está; nadie lo es. Y en su particular itinerario hacia la santidad, de la mano del fundador aprendió a templar alguna que otra salida de tono, incitado por actitudes molestas de algunos compañeros. También consiguió remontar esos picos emocionales a los que tendía llevado por su temperamento melancólico. No queriendo sucumbir ante él, porque le impedía escuchar la voz de Dios, como le había enseñado Don Bosco, se fue fortaleciendo siendo fiel a las pequeñas cosas de cada día. Fue un apóstol incansable dentro y fuera del Oratorio. El fundador reconocía que el pequeño «llevaba más almas al confesionario con sus recreos que los predicadores con sus sermones». Su bellísima voz, aplaudida por quienes la escuchaban, le creó cierto desasosiego cuando alabaron sus cualidades vocales tan excepcionales. Los parabienes desataron en él gran emoción porque había experimentado interiormente un sentimiento a favor del halago: «Mientras cantaba, sentía cierta complacencia; ahora me felicitan...; así pierdo todo el mérito».

Un día se quedó absorto ante la Eucaristía durante siete horas. Después de buscarlo afanosamente por todos los lugares, Don Bosco lo halló ante el sagrario, y Domingo le pidió perdón por haber transgredido las reglas. Le horrorizaba el pecado, sobre todo, el de impureza. La Virgen le alumbró rescatándole de las malsanas curiosidades de esas edades de la adolescencia contra las que luchaba titánicamente consagrándose a la Inmaculada. Algunos años después de morir, cuando se apareció a Don Bosco en uno de sus famosos sueños, le preguntó: «Domingo, ¿qué es lo que más te consoló en el momento de tu muerte?». Y él respondió: «La asistencia de la poderosa y amable Madre del Salvador». Era firme y dulce a la par. Sentía dolorosas turbaciones y dudas de conciencia, que le instaban a confesarse cada tres o cuatro días. Su ansia de penitencias era insaciable porque quería unirse a los sufrimientos de Jesús en la cruz.

San Juan Bosco le ayudó en esa etapa convulsa de la vida, y no tuvo problemas en encauzarlo porque en Domingo eran proverbiales su obediencia, docilidad y generosidad. En la biografía que escribió de él, el fundador expuso los matices de un camino que hicieron de este joven el santo que es. Se percibe cómo llegó a realizar este anhelo: «Yo quiero entregarme todo al Señor. Yo debo y quiero pertenecer todo al Señor». Caritativo, humilde, devoto de Jesús Sacramentado y de María, experimentaba también un gran amor por el Santo Padre. Fue agraciado con numerosos favores místicos. Era de salud delicada, y en 1857 ésta se agravó con una pulmonía. El médico aconsejó que viajara a Mondonio para reponerse. Al despedirse, intuyendo su pronta muerte, se dirigió a Don Bosco y a sus compañeros, diciéndoles: «Nos veremos en el paraíso». Y el 9 de marzo de ese año voló al cielo después de haber recitado las oraciones que se leían a los agonizantes, y que su padre rezaba. Sus últimas palabras fueron: «Papá, ya es hora […]. Adiós, querido papá, adiós. ¡Oh, qué hermosas cosas veo!». Pío XII lo beatificó el 5 de marzo de 1950, y también lo canonizó el 12 de junio de 1954.

Oremos

Señor Dios todopoderoso, que nos has revelado que el amor a Dios y al prójimo es el compendio de toda tu ley, haz que, imitando la caridad de San Domingo Savio seamos contados un día entre los elegidos de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Francisco de Sales (1567-1622), obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia 
Del Amor hacia las creaturas-Entrevistas espirituales (Trad. ©Evangelizo.org)

«El Amor verdadero»

Hay ciertos amores que parecen extremamente grandes y perfectos a los ojos de las creaturas, pero que ante Dios se encontrarán pequeños y sin valor. La razón es que esas amistades no están fundadas en la verdadera caridad, que es hacia Dios, pero solamente en ciertos acuerdos e inclinaciones naturales. 

Por el contrario, hay otras que parecen extremamente pobres y vacías a los ojos del mundo pero que ante Dios se encontrarán plenas y excelentes porque se han hecho por Dios y en Dios, sin mezclar nuestro propio interés. Los actos de caridad que hacemos de esta manera hacia aquellos que amamos son mil veces más perfectos, en la medida que todo es puramente para Dios, pero los favores y otras ayudas que hacemos a aquellos que amamos por inclinación son menores en mérito, a causa de la gran complacencia y satisfacción que obtenemos al hacerlos, y que, ordinariamente, los hacemos más por ese movimiento que por el amor de Dios. 

Hay todavía otra razón que hace que las primeras amistades de las cuales hemos hablado sean mínimas ante las ultimas: es que no duran, porque la causa es tan frágil, que desde que llega alguna dificultad, se enfrían y alteran, lo que no ocurre a aquellas que reposan solamente en Dios, porque su causa es sólida y permanente. 

Los signos de amistad que hacemos contra nuestra propia inclinación hacia las personas contra las cuales sentimos antipatía, son mejores y más agradables a Dios que aquellos que hacemos por afecto sensible. Esto no debe llamarnos a la duplicidad o al disimulo, ya que si tengo un sentimiento contrario éste se encuentra solamente en la parte inferior, y los actos que hago, los hago con la fuerza de la razón, que es la parte principal de mi alma. 

Es así que aquellos que no tienen nada de amable son felices, pues el amor que se les expresa es excelente, porque está en Dios. 

Actitudes para vivir el amor al prójimo

Santo Evangelio según San Marcos 12, 28-34. Viernes III de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ven, Señor, a mi vida para que Tú seas el centro y pueda amar con un corazón como el tuyo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Es frecuente ver en el Evangelio, como en la vida cotidiana, escenas donde la gente quiere poner a prueba a Jesús. Hoy meditamos un episodio muy peculiar porque el escriba se está acercando a Jesús con una actitud humilde, como la de aquél que quiere buscar a Dios con todas sus fuerzas.

El escriba, como persona conocedora de la fe de Israel, sabía clarísimamente cuál era el primer mandato de la ley; sin embargo, no basta saber las cosas "de memoria", la Palabra de Dios se aprende viviéndola. ¿Qué podemos hacer, entonces, en nuestra vida cotidiana para que amar al Señor y al prójimo sea nuestro motor?

La primera actitud es la escucha humilde de lo que Dios nos pide. El escriba llegó con esta actitud porque sabía que Jesús tenía para su vida una respuesta diferente; objetivamente la respuesta fue muy simple, pero las palabras de Jesús iban cargadas de un mensaje personal para él. Es común que cuando escuchamos a Dios en la Palabra o en nuestra conciencia, queramos hacernos los sordos, no obstante, no podemos apagar la voz de Dios que trae lo que más necesitamos.

La segunda actitud es dejar a Dios ser Dios. ¿Qué lugar real ocupa Dios en nuestra vida? ¿Un lugar marginal, donde nos acordamos de él por tradición, porque "tenemos que"? ¿O realmente buscamos estar con él aunque sea unos minutos en medio de las carreras cotidianas. La amistad con Dios es lo más alto a lo que el hombre puede aspirar en esta vida, y Él nos la ofrece gratis, sin prejuicios, en la confesión y la Eucaristía. Él puede actuar donde nadie más cree en las posibilidades.

La tercera actitud es la más sencilla de llevar a cabo, pero la que, a su vez, requiere que pongamos un poco de nuestra parte. Amar al prójimo como a sí mismo implica renuncia a nuestro ego y ampliar nuestra mirada hacia el que tenemos a la par, no para criticarlo ni pasarle por encima, sino para ver en él el reflejo vivo de Dios y tratarlo así. Esta renuncia nos hará sentirnos más ligeros de peso, con más alegría y paz interior. Jesús no nos pide cosas que Él mismo no haya hecho antes.

Finalmente, pidamos a Dios la gracia de vivir según este amor, para que sea Él quien reine en nuestros corazones y sea la bondad y el amor de Jesús lo que los otros vean en nuestros rostros. "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón con toda tu alma y con todas tus fuerzas y a tu prójimo como a ti mismo".

El amor al prójimo corresponde al mandato y al ejemplo de Cristo si se funda sobre un verdadero amor hacia Dios. Es así posible para el cristiano, a través de su dedicación, que haga experimentar a los demás la ternura procedente del Padre celestial. Para dar amor a los hermanos, hace falta, en cambio, sacarlo del horno de la caridad divina, mediante la oración, la escucha de la Palabra de Dios y el sustento de la santa Eucaristía. Con estas referencias espirituales, es posible obrar en la lógica de la gratuidad y del servicio.

(Discurso de S.S. Francisco, 25 de septiembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy procuraré hablar siempre bien de los demás y, si es posible, tendré un gesto de bondad con alguien.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Jesús, la mejor opción en la vida

Viernes tercera semana Cuaresma. A veces nuestras decisiones nos llevan por otros caminos.

La Escritura habla constantemente de la presencia de Dios como el único, como el primero en el corazón del pueblo de Israel, y usa la imagen del escuchar, del oír para indicar precisamente esta relación entre Dios y su pueblo.

Cuando a Jesús le preguntan ¿cuál es el primero de todos los mandamientos?, para responder Jesús emplea las palabras de una oración que los israelitas rezan todas las mañanas: "Escucha Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor, no tendrás otro Dios delante de ti".

Dentro del camino de la Cuaresma -que es el camino de conversión del corazón-, la escucha, el llegar a oír, el ser capaces de recibir la Palabra de Dios en el corazón es un elemento fundamental que se mezcla en nuestro interior con el elemento central del juicio, que es nuestra conciencia.

El profeta Oseas decía: "Ya no tendré más ídolos en mí". Es necesario aprender a no tener más ídolos en nosotros; hacer que nuestra conciencia se vea plena y solamente iluminada por Dios nuestro Señor, que ningún otro ídolo marque el camino de nuestra conciencia. Podría ser que en nuestra vida, en ese camino de aprendizaje personal, no tomásemos como criterio de comportamiento a Dios nuestro Señor, sino como dirá el Profeta Oseas: "a las obras de nuestras manos". Y Dios dice: "No vuelvas a llamar Dios tuyo a las obras de tus manos; no vuelvas a hacer que tu Dios sean las obras de tus manos". Abre tu conciencia, abre tu corazón a ese Dios que se convierte en tu alma en el único Señor.

Sin embargo, cada vez que entramos en nosotros mismos, cada vez que tenemos que tomar decisiones de tipo moral en nuestra vida, cada vez que tenemos que ilustrar nuestra existencia, nos encontramos como «dios nuestro» a la obras de nuestras manos: a nuestro juicio y a nuestro criterio. Cuántas veces no hacemos de nuestro criterio la única luz que ilumina nuestro comportamiento, y aunque sabemos que es posible que Dios piense de una forma diferente, continuamos actuando con las obras de nuestras manos como si fueran Dios, continuamos teniendo ídolos dentro de nuestro corazón.

La Cuaresma es este camino de preparación hacia el encuentro con Jesucristo nuestro Señor resucitado, que, vencedor del pecado y de la muerte, se nos presenta como el único Señor de nuestro corazón. La preparación cuaresmal nos tiene que llevar a hacer de nuestra conciencia un campo abierto, sometido, totalmente puesto a la luz de Dios.

A veces nuestras decisiones nos llevan por otros caminos, ¿qué podemos hacer para que nuestra conciencia realmente sea y se encuentre sólo con Dios en el propio interior? Recordemos el ejemplo tan sencillo de una cultura de tipo agrícola que nos da la Escritura: "Volverán a vivir bajo mi sombra". Dios como la sombra que en los momentos de calor da serenidad, da paz, da sosiego al alma. Dios como el árbol a cuya sombra tenemos que vivir.

Tenemos que darnos cuenta de que esta ruptura interior, que se produce con todos los ídolos, con todas las obras de nuestras manos, con todos los criterios prefabricados, con todos los criterios que nosotros hemos construido para nuestra conveniencia personal, acaban chocando con el salmo: "Yo soy tu Dios, escúchame". Él es nuestro Dios, ¿escuchamos a nuestro Dios? ¿Hasta qué punto realmente somos capaces de escuchar y no simplemente de oír? ¿Hasta qué punto hacemos de la palabra de Dios algo que se acoge en nuestro corazón, algo que se recibe en nuestro corazón? Nunca olvidemos que de la escucha se pasa al amor y de la acogida se pasa a la identificación.

Éste es el camino que tenemos que llevar si queremos estar viviendo según el primero de los mandamientos y si queremos escuchar de los labios de Jesús las palabras que le dice al escriba: "No estás lejos del reino de Dios". Solamente cuando el hombre y la mujer son capaces de hacer de la palabra de Dios en su corazón la única luz, y cuando hacer la única luz se concreta a una escucha, a un amor identificado con nuestro Señor, es cuando realmente nuestra vida empieza a encontrarse próxima al reino de Dios. Mientras nosotros sigamos teniendo los ídolos de nuestras manos dentro del corazón, estaremos encontrarnos alejados del reino de Dios, aunque nosotros pensemos que estamos cerca.

En nuestra conciencia la voz de Dios tiene que ser la luz auténtica que nos acerca a su Reino. Siempre que recibamos la Eucaristía, no nos quedemos simplemente con el hermoso sentimiento de: "¡qué cerca estás de mí, Señor!". Busquemos, pidamos que la Eucaristía se convierta en nuestro corazón en la luz que va transformando, que va rompiendo, que va separando del alma los ídolos, y que va haciendo de Dios el único criterio de juicio de nuestros comportamientos.

Solamente así podremos escuchar en nuestro corazón esas palabras tan prometedoras del profeta Oseas "Seré para Israel como el rocío; mi pueblo florecerá como el lirio, hundirá profundamente sus raíces. Como el álamo y sus renuevos se propagarán; su esplendor será como el del olivo y tendrá la fragancia de los cedros del Líbano. Volverán a vivir bajo mi sombra." Que la luz de Dios nuestro Señor sea la sombra a la cual toda nuestra vida crece, en la cual toda nuestra vida se realiza en plenitud.

La Iglesia contará con 5 nuevos santos y 2 beatas

La Santa Sede ha informado que el Santo Padre ha firmado los respectivos decretos sobre milagros atribuidos a la intercesión de 5 beatos

El Vaticano ha anunciado que el martes 6 de marzo de 2018 el Papa Francisco recibió en audiencia privada al Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, y firmó los decretos relativos al reconocimiento de sendos milagros atribuido a la intercesión de 5 beatos.

El más destacable es sin duda la proclamación como santo del Papa Pablo VI. Aunque todavía se desconoce la fecha oficial para su elevación a los altares, todo apunta que será en octubre de 2018, durante el Sínodo de los Obispos sobre los Jóvenes.

También se proclamará santo a Mons. Óscar Romero, Arzobispo de San Salvador quien murió mártir el 24 de marzo de 1980 cuando fue baleado mientras celebraba la Misa.

Además, el Santo Padre aprobó el decreto que reconoce el milagro atribuido a la intercesión del Beato Francisco Spinelli, sacerdote diocesano, Fundador del Instituto de las Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento.

También aprobó el decreto que reconoce el milagro atribuido a la intercesión del Beato Vicente Romano, Sacerdote diocesano.

El quinto milagro reconocido tras la firma por parte del Papa del respectivo decreto es el atribuido a la intercesión de la Beata María Catalina Kasper, Fundadora del Instituto de las Esclavas Pobres de Jesucristo.

Por otro lado, la Iglesia reconocerá beata a la Venerable Sierva de Dios María Felicia de Jesús Sacramentado, hermana profesa de la Orden de las Carmelitas Descalzas.

También será reconocida Beata por martirio la Sierva de Dios Anna Kolesárová, laica eslovaca, quien murió defendiendo su castidad.

La migración

El Papa pide responder a las migraciones a través de la doctrina social de la Iglesia

Durante un encuentro con los miembros de la Comisión Católica Internacional de Migraciones, el Papa Francisco pidió situar la doctrina social de la Iglesia en la puesta en marcha de respuestas efectivas al fenómeno migratorio.

“Juntos debemos animar a los estados a concordar respuestas más adecuadas y eficaces a los desafíos puestos en los fenómenos migratorios, y podemos hacer sobre la base de principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia”, dijo durante el encuentro.

En este sentido, añadió que “debemos empeñarnos para asegurarnos que las palabras sigan compromisos concretos en el signo de una responsabilidad global y compartida”.

Francisco los recibió con motivo de su asamblea anual y recordó que parte de la misión de la Iglesia es “la liberación de los miserables, los opresores y los perseguidos”.

Durante su discurso, deseó que “esta obra continúe, animando a las iglesias locales a prodigarse por las personas que son obligadas a dejar su propia tierra y que se convierten a menudo en víctimas de engaños, violencias y abusos de todo tipo”. Para liberar a los oprimidos, los descartados y los esclavos de hoy es esencial promover un diálogo abierto y sincero con los gobernantes, un diálogo que hace un tesoro de la experiencia vivida, de los sufrimientos y de las aspiraciones del pueblo, para llamar a cada uno a sus responsabilidades”.

Francisco alabó también la contribución de la Comisión a la comunidad internacional “para responder con cuidado a estos fenómenos que caracterizan a nuestra época”.

PHYLLIS ZAGANO, EN VERBO DIVINO
'Sábado Santo': por la restauración del diaconado femenino

Una importante contribución al desarrollo de los ministerios de las mujeres en la Iglesia contemporánea

Verbo Divino, 09 de marzo de 2018 a las 10:44

'Sábado santo', nuevo libro de Phyllis Zagano en Verbo DivinoVerbo Divino

'Sábado Santo' es una exposición clara y razonada que concluye afirmando que la restauración de la ordenación de las mujeres en el diaconado está totalmente en consonancia con el poder, la autoridad y la tradición de la Iglesia

(Verbo Divino).- Con motivo de la celebración de Dia Internacional de la MujerEditorial Verbo Divino le invita a conocer una de nuestras próximas obras, Sábado Santo. Un argumento a favor de la restauración del diaconado femenino en la Iglesia católica.

Reconocemos el singular e inigualable papel que la mujer tiene y debe tener en la Iglesia y en la sociedad.

Disponible a partir del 17 de abril en formato papel e ebook, realice la reserva en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. con la referencia: Reserva Sábado Santo.

Sobre el libro

Basado en una investigación exhaustiva, así como en un sólido análisis histórico y teológico, este libro hace una importante contribución al desarrollo de los ministerios de las mujeres en la Iglesia contemporánea.

Sábado Santo es una exposición clara y razonada que concluye afirmando que la restauración de la ordenación de las mujeres en el diaconado está totalmente en consonancia con el poder, la autoridad y la tradición de la Iglesia.

Este innovador libro explora la posibilidad de ordenar a las mujeres para el diaconado permanente en la Iglesia católica como una respuesta de la tradición que las incorporaría permanentemente a las tareas de enseñanza, santificación y gobierno de la Iglesia.

Sobre la autora

Phyllis Zagano (Queens, Nueva York, 1947), doctora por la Universidad Estatal de Nueva York de Stony Brook (1979) y máster en Teología por la St. John's University (1991), enseña en la Uversidad de Hofstra (Hempstead, Nueva York).

El Papa Francisco la nombró en 2016 miembro de la Pontificia Comisión de Estudio sobre el Diaconado de las Mujeres.

PAXTV.ORG