No temas acoge en tu casa a María, tu mujer
- 19 Marzo 2018
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Evangelio según San Mateo 1,16.18-21.24a.
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado.
Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María
SAN JOSÉ, ESPOSO DE MARÍA y PADRE VIRGINAL DE JESUS
A San José Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia. Es por eso el santo que más cerca esta de Jesús y de la Stma. Virgen María.
Nuestro Señor fue llamado "hijo de José" (Juan 1:45; 6:42; Lucas 4:22) el carpintero (Mateo 12:55).
No era padre natural de Jesús (quién fue engendrado en el vientre virginal de la Stma. Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios), pero José lo adoptó y Jesús se sometió a el como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!
San José es llamado el "Santo del silencio" No conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. José fue "santo" desde antes de los desposorios. Un "escogido" de Dios. Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor.
Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. Son al mismo tiempo las únicas fuentes seguras por ser parte de la Revelación.
San Mateo (1:16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3:23), su padre era Heli. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Pero al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret.
Según San Mateo 13:55 y Marcos 6:3, San José era un "tekton". La palabra significa en particular que era carpintero. San Justino lo confirma (Dial. cum Tryph., lxxxviii, en P. G., VI, 688), y la tradición ha aceptado esta interpretación.
Si el matrimonio de San José con La Stma. Virgen ocurrió antes o después de la Encarnación aun es discutido por los exegetas. La mayoría de los comentadores, siguiendo a Santo Tomás, opinan que en la Anunciación, la Virgen María estaba solo prometida a José. Santo Tomás observa que esta interpretación encaja mejor con los datos bíblicos.
Los hombres por lo general se casaban muy jóvenes y San José tendría quizás de 18 a 20 años de edad cuando se desposó con María. Era un joven justo, casto, honesto, humilde carpintero...ejemplo para todos nosotros.
La literatura apócrifa, (especialmente el "Evangelio de Santiago", el "Pseudo Mateo" y el "Evangelio de la Natividad de la Virgen María", "La Historia de San José el Carpintero", y la "Vida de la Virgen y la Muerte de San José) provee muchos detalles pero estos libros no están dentro del canon de las Sagradas Escrituras y no son confiables.
Amor virginal
Algunos libros apócrifos cuentan que San José era un viudo de noventa años de edad cuando se casó con la Stma. Virgen María quien tendría entre 12 a 14 años. Estas historias no tienen validez y San Jerónimo las llama "sueños". Sin embargo han dado pie a muchas representaciones artísticas. La razón de pretender un San José tan mayor quizás responde a la dificultad de una relación virginal entre dos jóvenes esposos.
Esta dificultad responde a la naturaleza caída, pero se vence con la gracia de Dios. Ambos recibieron extraordinarias gracias a las que siempre supieron corresponder. En la relación esposal de San José y la Virgen María tenemos un ejemplo para todo matrimonio. Nos enseña que el fundamento de la unión conyugal está en la comunión de corazones en el amor divino. Para los esposos, la unión de cuerpos debe ser una expresión de ese amor y por ende un don de Dios. San José y María Santísima, sin embargo, permanecieron vírgenes por razón de su privilegiada misión en relación a Jesús. La virginidad, como donación total a Dios, nunca es una carencia; abre las puertas para comunicar el amor divino en la forma mas pura y sublime. Dios habitaba siempre en aquellos corazones puros y ellos compartían entre sí los frutos del amor que recibían de Dios.
El matrimonio fue auténtico, pero al mismo tiempo, según San Agustín y otros, los esposos tenían la intención de permanecer en el estado virginal. (cf.St. Aug., "De cons. Evang.", II, i in P.L. XXXIV, 1071-72; "Cont. Julian.", V, xii, 45 in P.L.. XLIV, 810; St. Thomas, III:28; III:29:2).
Pronto la fe de San José fue probada con el misterioso embarazo de María. No conociendo el misterio de la Encarnación y no queriendo exponerla al repudio y su posible condena a lapidación, pensaba retirarse cuando el ángel del Señor se le apareció en sueño:
"Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Despertado José del sueño, hizo como el Angel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer." (Mat. 1:19-20, 24).
Unos meses mas tarde, llegó el momento para S. José y María de partir hacia Belén para apadrinarse según el decreto de Cesar Augustus. Esto vino en muy difícil momento ya que ella estaba en cinta. (cf. Lucas 2:1-7).
En Belén tuvo que sufrir con La Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo. Allí nació el hijo de la Virgen. El atendía a los dos como si fuese el verdadero padre. Cual sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los ángeles y mas tarde los magos de Oriente. Referente a la Presentación de Jesús en el Templo, San Lucas nos dice: "Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él".(Lucas 2:33).
Después de la visita de los magos de Oriente, Herodes el tirano, lleno de envidia y obsesionado con su poder, quiso matar al niño. San José escuchó el mensaje de Dios transmitido por un ángel: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.»Mateo 2:13. San José obedeció y tomo responsabilidad por la familia que Dios le había confiado.
San José tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto. Esto representaba dificultades muy grandes: la Sagrada familia, siendo extranjera, no hablaba el idioma, no tenían el apoyo de familiares o amigos, serían víctimas de prejuicios, dificultades para encontrar empleo y la consecuente pobreza. San José aceptó todo eso por amor sin exigir nada.
Una vez mas por medio del ángel del Señor, supo de la muerte de Herodes: "«Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.» El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea". Mateo 2:22.
Fue así que la Sagrada Familia regresó a Nazaret. Desde entonces el único evento que conocemos relacionado con San José es la "pérdida" de Jesús al regreso de la anual peregrinación a Jerusalén (cf. Lucas 2, 42-51). San José y la Virgen lo buscaban por tres angustiosos días hasta encontrarlo en el Templo. Dios quiso que este santo varón nos diera ejemplo de humildad en la vida escondida de su sagrada familia y su taller de carpintería.
Lo mas probable es que San José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Canaá ni se habla mas de él. De estar vivo, San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La entrega que hace Jesús de su Madre a San Juan da también a entender que ya San José estaba muerto.
Según San Epifanius, San José murió en sus 90 años y la Venerable Bede dice que fue enterrado en el Valle de Josafat. Pero estas historias son dudosas.
La devoción a San José se fundamenta en que este hombre "justo" fue escogido por Dios para ser el esposo de María Santísima y hacer las veces de padre de Jesús en la tierra. Durante los primeros siglos de la Iglesia la veneración se dirigía principalmente a los mártires. Quizás se veneraba poco a San José para enfatizar la paternidad divina de Jesús. Pero, así todo, los Padres (San Agustín, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, entre otros), ya nos hablan de San José. Según San Callistus, esta devoción comenzó en el Oriente donde existe desde el siglo IV, relata también que la gran basílica construida en Belén por Santa Elena había un hermoso oratorio dedicado a nuestro santo.
San Pedro Crisólogo: "José fue un hombre perfecto, que posee todo género de virtudes" El nombre de José en hebreo significa "el que va en aumento. "Y así se desarrollaba el carácter de José, crecía "de virtud en virtud" hasta llegar a una excelsa santidad.
En el Occidente, referencias a (Nutritor Domini) San José aparecen en el siglo IX en martirologios locales y en el 1129 aparece en Bologna la primera iglesia a él dedicada. Algunos santos del siglo XII comenzaron a popularizar la devoción a San José entre ellos se destacaron San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, Santa Gertrudiz y Santa Brígida de Suecia. Según Benito XIV (De Serv. Dei beatif., I, iv, n. 11; xx, n. 17), "La opinión general de los conocedores es que los Padres del Carmelo fueron los primeros en importar del Oriente al Occidente la laudable práctica de ofrecerle pleno culto a San José".
En el siglo XV, merecen particular mención como devotos de San José los santos Vicente Ferrer (m. 1419), Pedro d`Ailli (m. 1420), Bernadino de Siena (m. 1444) y Jehan Gerson (m. 1429). Finalmente, durante el pontificado de Sixto IV (1471 - 84), San José se introdujo en el calendario Romano en el 19 de Marzo. Desde entonces su devoción ha seguido creciendo en popularidad. En 1621 Gregorio XV la elevó a fiesta de obligación. Benedicto XIII introdujo a San José en la letanía de los santos en 1726.
San Bernardino de Siena "... siendo María la dispensadora de las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su esposo San José, a quién tanto amaba, y del que era respectivamente amada? " Y así, José crecía en virtud y en amor para su esposa y su Hijo, a quién cargaba en brazos en los principios, luego enseñó su oficio y con quién convivió durante treinta años.
Los franciscanos fueron los primeros en tener la fiesta de los desposorios de La Virgen con San José. Santa Teresa tenía una gran devoción a San José y la afianzó en la reforma carmelita poniéndolo en 1621 como patrono, y en 1689 se les permitió celebrar la fiesta de su Patronato en el tercer domingo de Pascua. Esta fiesta eventualmente se extendió por todo el reino español. La devoción a San José se arraigo entre los obreros durante el siglo XIX. El crecimiento de popularidad movió a Pío IX, el mismo un gran devoto, a extender a la Iglesia universal la fiesta del Patronato (1847) y en diciembre del 1870 lo declaró Santo Patriarca, patrón de la Iglesia Católica. San Leo XIII y Pío X fueron también devotos de San José. Este últimos aprobó en 1909 una letanía en honor a San José.
Santa Teresa de Jesús "Tomé por abogado y señor al glorioso San José." Isabel de la Cruz, monja carmelita, comenta sobre Santa Teresa: "era particularmente devota de San José y he oído decir se le apareció muchas veces y andaba a su lado."
"No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo...No he conocido persona que de veras le sea devota que no la vea mas aprovechada en virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a El se encomiendan...Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no le creyere y vera por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devocion..." -Sta. Teresa.
San Alfonso María de Ligorio nos hace reflexionar: "¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?" José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y oraba. José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos.
Bibliografía: Souvay, Charles L., Saint Joseph, Catholic Encyclopedia, Encyclopedia Press, Inc. 1913.
San Claudio de la Colombière (1641-1682), jesuita Panegírico 1º de San José
«No temas acoge en tu casa a María, tu mujer"
No sabemos muchas cosas sobre la vida de San José. El Evangelio sólo reproduce tres o cuatro de sus acciones; y un antiguo autor observó que faltaba una de sus palabras. Posiblemente... el Espíritu Santo lo quiso así para destacar el silencio y la humildad de san José, su amor por la soledad y la vida escondida. Sea lo que sea, tuvimos con esto una gran pérdida. Si el Señor hubiera permitido que se supiera detalladamente la vida de este gran santo, habríamos encontrado, sin duda, bellos ejemplos, bellas reglas, sobre todo para los que viven en el estado del matrimonio...
Toda la vida de San José puede dividirse en dos partes: la primera es la que precedió a su matrimonio; la segunda es todo lo que lo siguió. No sabemos nada en absoluto de la primera y sabemos muy pocas cosas de la segunda. Pretendo sin embargo resaltar que ambas fueron muy santas: la primera ya que fue coronada con un matrimonio muy ventajoso; la segunda fue todavía más santa ya que pasó totalmente en este matrimonio...
¡Qué provecho debió sacar San José de los años de conversación contínua que tuvo con la Virgen Santísima!... No dudo de ninguna manera de que el mismo silencio de María fuera extremadamente edificante y que fuera suficiente mirarla para sentirse llevado a amar Dios y a despreciar el resto. ¡Pero cómo debían ser las conversaciones de un alma donde habita el Espíritu Santo, en la cual Dios derramó la plenitud de la gracia y que tenía más amor que todos los serafines juntos!
¡Qué fuego no saldría de su boca, cuando la abría para expresar los sentimientos de su corazón! ¡Qué frialdades, qué hielos no habrá disipado este fuego! ¡Pero qué efecto produciría en José qué tenía ya tanta disposición a ser inflamado!... Este gran fuego, capaz de abrasar toda la tierra, sólo tuvo el corazón de José para calentar y consumir durante un gran número de años... ¡Si Ella creyó que el corazón de San José era una parte del suyo, qué cuidado tendría en inflamarlo del amor de Dios!
Es necesario callar para escuchar, conocer y amar a Dios
Santo Evangelio según San Lucas 2, 41-51. Solemnidad de San José, esposo de la Santísima Virgenn María
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
San José, intercede por mí para poder escuchar, conocer y amar a Dios, para responder con amor ante aquello que Dios me pida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
No hay palabras, no hay reclamos, no hay discursos. No hay más que silencio y contemplación. Es precisamente esto último lo que nos permite conocer de una manera profunda a aquél que Dios quiso que fuera el padre de su Hijo en la tierra: san José.
José, al igual que María, no entendieron la respuesta que Jesús les dio. María, por su parte, conservaba todas estas cosas en su corazón; José, decide callar, decide llevar aquello que no entendía al silencio pues sabe perfectamente que muchas de las cosas que Dios revela no se entienden en el momento. Se necesita espacio, se necesita tiempo..., se necesita silencio.
San José nos enseña que es necesario callar para escuchar, conocer y amar a Dios. Nos lo enseña con su historia y con sus actos ante la voluntad del Señor.
En su historia es posible que no escuchemos muchas palabras, pero vemos acciones. Acciones que implican una confianza profunda ante aquello que Dios pide.
Nos muestra que muchas veces no es fácil seguir la voluntad de Dios, sin embargo, con su silencio, nos revela que es precisamente ahí donde ha encontrado respuesta, consuelo y esperanza ante lo que a primera vista no se entiende o parece no tener sentido.
Después de tan misteriosa respuesta, Jesús volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Es decir, Jesús tuvo como Padre a san José. Un padre del cual Jesús aprendió muchas cosas, un padre al que amó como tal. Esto es lo que Dios tenía pensado para él: ser custodio; ser padre del Hijo de Dios.
Éste era el gran misterio que no era fácil de comprender. Sin embargo, José contemplaba esta realidad en el silencio ahí donde Dios ilumina lo que la razón por sí misma no puede alcanzar.
¡Grande este carpintero! Callado, trabaja, custodia, lleva adelante las debilidades, es capaz de soñar. Y a él yo quisiera pedir: nos dé a todos nosotros la capacidad de soñar porque cuando soñamos cosas grandes, cosas bonitas, nos acercamos al sueño de Dios, las cosas que Dios sueña para nosotros. Que dé a los jóvenes -porque él era joven- la capacidad de soñar, de arriesgar y tomar las tareas difíciles que han visto en los sueños. Y a todos los cristianos done la fidelidad que generalmente crece en una actitud adecuada, crece en el silencio y crece en la ternura que es capaz de custodiar las propias debilidades y las de los otros.
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de marzo de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pedir a san José que nos alcance la gracia de poder conocer más profundamente a Jesús.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo
Lunes quinta semana de Cuaresma. Cristo nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.
El camino de conversión, que es la Cuaresma, tiene como todo camino, un inicio; y como todo camino, tiene también un final. La Cuaresma se enfrenta en esta semana con su última semana. El Domingo de Ramos, que es cuando celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén, estaremos celebrando también el momento en el cual termina la Cuaresma para dar inicio a la Semana Santa. En ese momento podríamos simplemente quedarnos con la idea de haber dicho: una Cuaresma más que pasó por nuestra vida, cuarenta días más. O preguntarnos: ¿Cómo aproveché este camino? ¿Realmente le saqué fruto a toda esta Cuaresma, o la Cuaresma se me fue, como se me van tantas otras cosas?
La liturgia, en el salmo responsorial, nos habla de un sentimiento que tendría que estar presente en nuestro corazón: “Nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”. Todos sabemos que la Cuaresma es un llamamiento muy serio a la conversión, es una llamada muy exigente a transformar la vida; no la podemos dejar igual después de la Cuaresma. Nosotros podríamos asustarnos al ver el programa de conversión que se nos propone y al darnos cuenta de lo que significa convertir la propia personalidad, convertir los propios sentimientos, convertir la propia inteligencia, convertir la propia voluntad, cambiar totalmente la propia existencia.
Esta conversión se nos podría hacer un camino tan impracticable, una cumbre tan elevada, que en el corazón puede llegar a aparecer el miedo. Un miedo que nos hace incapaces de poder transformar nuestra vida, un miedo que, incluso, nos puede hacer rebeldes contra las mismas necesidades de transformación, y entonces quedarnos, a la hora de la hora, con el miedo, con la rebeldía y sin la transformación.
¡Qué serio es esto!, porque puede ser que nuestra vida se nos esté yendo como agua entre los dedos y no terminar de afianzar la transformación que nosotros necesitamos llevar a cabo en nuestra alma, y no terminar de consolidar en nuestra alma la exigencia de una auténtica transformación cristiana.
¡Cuántas Cuaresmas hemos vivido! ¡Cuántos llamados a la conversión! Cuántas veces hemos escuchado el “arrepiéntete” y, sin embargo, ¿dónde estamos en este camino? Creo que el Evangelio de hoy podría ser para todos nosotros algo muy significativo, porque Jesucristo nos habla de cómo todos tenemos esa presencia, de una forma o de otra, del alejamiento de Dios: el pecado en nuestro corazón.
El episodio de la mujer adúltera es un episodio en el cual Jesucristo se encuentra no tanto con la realidad del pecado, cuanto con la visión que el hombre tiene del propio pecado. Por una parte están los acusadores, los hombres que dicen: “Esta mujer es adúltera y por lo tanto debe ser condenada a muerte por lapidación”. Por otra parte está la mujer que, evidentemente, también está en pecado.
Qué fuerte es el hecho de que Jesús se atreva a cuestionar la legitimidad que tienen todos esos hombres de castigar a esa mujer, cuando ellos mismos están en pecado. Sin embargo, todos ellos iban a convertirse en jueces y en ejecutores de una ley, pensando que actuaban con plena justicia, como si el pecado no estuviese en ellos. Y Jesús desenmascara, con la habilidad y sencillez que a Él le caracteriza, la capacidad que tenemos los hombres en nuestro interior de torcer las cosas para creernos justos cuando no lo somos, cuando ni siquiera hemos rozado la capacidad de conversión que tenemos. De creernos limpios cuando, a lo mejor, ni siquiera hemos tocado un poco el misterio de nuestra auténtica conversión interior.
Este relato del Evangelio del domingo nos habla de un Jesús que nos llama, que nos invita a atrevernos a sumergirnos en la realidad de nuestra conversión: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. No dice que la mujer ha hecho bien, simplemente les pregunta si se han dado cuenta de cuál es la justicia, la santidad que hay en cada una de sus almas: primero dense cuenta de esto y luego pónganse a pensar si pueden tirarle piedras a alguien que está en pecado. “Antes de ver la paja del ojo ajeno, quita la viga que hay en el tuyo”.
La conversión supone la valentía de profundizar dentro de la propia alma. La conversión supone la valentía de entrar al propio corazón, como Jesús entra dentro del alma de estos hombres para que se den cuenta que todos tienen pecado, que ninguno de ellos puede llegar a tirar ni siquiera una piedra. Pero, muchas veces, lo que nos acaba pasando cuando rozamos el misterio de la conversión de nuestra alma, cuando tocamos el misterio de que tenemos que transformar comportamientos, afectos, actitudes, criterios, pensamientos, juicios, es que nos da miedo y nos echamos para atrás y preferimos no tenerlo delante de los ojos.
¿Quién se atrevería a bajar hasta lo más profundo del propio corazón si no es acompañado de Dios nuestro Señor? ¿Quién se atrevería a tocar lo tremendo de las propias infidelidades, de los propios egoísmos, de todo lo que uno es en su vida, si no es acompañado por Dios? La pregunta más importante sería: ¿Ya has sido capaz de bajar, acompañado de Dios nuestro Señor, a lo profundo de tu corazón? ¿Ya has sido capaz de tocar el fondo de tu vida para verdaderamente poder convertirte?
¡Cuántos esfuerzos de conversión hemos hecho a lo largo de nuestra vida! Cuántas veces hemos intentado transformarnos, y no lo hemos logrado, porque nunca hemos bajado hasta el fondo de nuestra alma, porque nunca nos hemos atrevido a tomar a Jesús de la mano y permitirle que nos cure. Como el médico que, para poder curar nuestra enfermedad, tiene que llegar a la raíz de la misma, no puede conformarse simplemente con aplicar una cura superficial.
Ojalá que si en esta Cuaresma no hemos todavía transformado muchas cosas y seguimos teniendo egoísmos, perezas, flojeras, miedos y tantas otras cosas, por lo menos hayamos conseguido la gracia, el don de Dios, de permitirle bajar con nosotros hasta el fondo de nuestro corazón, para que desde ahí, Él empiece a sanarnos, Él empiece a transformarnos, Él empiece a cambiarnos. “Aunque atraviese por cañadas oscuras nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”.
¡Cuántas veces lo más oscuro de nuestras vidas es nuestro corazón! No oscuro porque esté muy manchado, sino oscuro porque ha sido poco iluminado; porque preferimos dejar las cosas como están para no tener que cambiar algunas actitudes. Hemos de entrar y tocar con sinceridad el fondo de nuestro corazón para que Cristo nos quite los miedos que nos impiden llegar hasta el fondo, para así poder transformar verdadera y cristianamente toda nuestra vida. Que ésta sea la gracia principal que hayamos adquirido en esta Cuaresma en la que el Señor, una vez más, nos ha llamado a la conversión y, sobre todo, nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.
RD OFRECE DOS FRAGMENTOS DE 'DIOS ES JOVEN' (PLANETA), EL ÚLTIMO LIBRO DEL PAPA
"No podemos aceptar la explotación de muchísimos jóvenes por quienes les dan trabajo con falsas promesas"
"Debemos pedir perdón a los chicos: no les tomamos en serio, no sabemos hacerles soñar"
Redacción, 19 de marzo de 2018 a las 09:00
'Dios es joven' (Planeta), nuevo libro del Papa Francisco Editorial Planeta
Los corruptos están a la orden del día. Pero los jóvenes no deben aceptar la corrupción como si fuera un pecado como los demás, no deben acostumbrarse jamás a la corrupción, pues lo que dejamos pasar hoy, mañana volverá a repetirse
Coincidiendo con la publicación de Dios es joven (Planeta) se inicia el Año Vaticano de la Juventud. Francisco está convencido de que los jóvenes son los grandes olvidados y desencantados de nuestro tiempo, pero al mismo tiempo, que ellos son lo mejor de la vida.
RD les ofrece, en exclusiva, algunos de los fragmentos de este libro, que se nutre de las entrevistas y conversaciones inéditas queThomas Leoncini ha mantenido con el pontífice sobre el tema. En concreto, los aspectos relativos al poder y la corrupción.
Jóvenes profetas y viejos soñadores A menudo se invita a los jóvenes -sobre todo lo hacen adultos ricos- a no pensar demasiado en el dinero porque cuenta poco, pero hoy, en la mayoría de los casos, el dinero que un joven busca es el necesario para la supervivencia, para poderse mirar en el espejo con dignidad, para poder construir una familia, un futuro. Y sobre todo para empezar a no depender ya de los padres. ¿Qué piensa de esto?
Pienso que debemos pedirles perdón a los chicos porque no siempre los tomamos en serio. No siempre los ayudamos a ver el camino y a construirse aquellos medios que podrían permitirles no acabar rechazados. A menudo no sabemos hacerles soñar y no somos capaces de entusiasmarlos. Es normal buscar dinero para construir una familia, un futuro, y para salir de ese papel de subordinación a los adultos que hoy los jóvenes sufren durante demasiado tiempo. Lo que cuenta es evitar experimentar la codicia de la acumulación.Hay personas que viven para acumular dinero y piensan que tienen que acumularlo para vivir, como si el dinero se transformara después en alimento también para el alma. Esto significa vivir al servicio del dinero, y hemos aprendido que el dinero es concreto, pero dentro tiene algo de abstracto, de volátil, algo que de un día para otro puede desaparecer sin previo aviso; piensa en la crisis de los bancos y en las recientes suspensiones de pagos. [...] El trabajo es el alimento del alma, el trabajo sí puede transformarse en alegría de vivir, en cooperación, en suma de intentos y en juego de equipo. El dinero, no. Y el trabajo debería ser para todos. Cada ser humano debe tener la posibilidad concreta de trabajar, de demostrarse a sí mismo y a sus seres queridos que puede ganarse la vida. No podemos aceptar la explotación, no se puede aceptar que muchísimos jóvenes sean explotados por quienes les dan trabajo con falsas promesas, con pagos que no llegan nunca, con la excusa de que son jóvenes y deben adquirir experiencia. No podemos aceptar que quienes dan trabajo esperen de los jóvenes un trabajo precario y para colmo incluso gratuito, como sucede. Sé que hay casos de trabajo gratuito, y a veces incluso con una preselección para poderlo llevar a cabo. Esto es explotación y genera las peores sensaciones en el alma; sensaciones que poco a poco crecen y pueden incluso cambiar la personalidad de los jóvenes.
Los jóvenes piden ser escuchados y nosotros tenemos el deber de escucharlos y acogerlos, no de explotarlos. No valen excusas.
¿Y los que gobiernan piensan en estas palabras de Jesús?
(Se refiere a estas palabras «Quien quiera ser grande entre vosotros servirá, y quien quiera ser el primero de entre vosotros será esclavo de todos. Ni siquiera el hijo del hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir» (Marcos 10, 43))
Gobernar es servir a cada uno de nosotros, a cada uno de los hermanos que forman el pueblo, sin olvidar a ninguno. Quien gobierna debe aprender a mirar hacia lo alto solo para hablar con Dios y no para jugar a ser dios. Y debe mirar hacia abajo solo para levantar a quien ha caído.
La mirada del hombre debe ir siempre en estas dos direcciones. Si queréis ser grandes, mirad hacia arriba a Dios y hacia abajo a quien ha caído: las respuestas a las preguntas más difíciles se encuentran siempre mirando en estas dos direcciones a la vez.
¿Cuál es la peor consecuencia del pecado en que puede caer quien tiene el poder?
La peor consecuencia del pecado en que puede caer quien tiene el poder es seguramente la destrucción de sí mismo. Pero hay otra, que no sé si es la peor, pero que es muy recurrente: acabar por resultar ridículo. Y del ridículo no se vuelve.
¿Cuál fue una de las figuras más ridículas de la historia? En mi opinión, Poncio Pilatos: si hubiera sabido que tenía delante al Hijo de Dios, y que el Hijo de Dios había usado su poder para lavarles los pies a sus discípulos, ¿acaso se hubiera lavado las manos? ¡Creo que no!
El evangelista Juan nos cuenta que el Señor era consciente de tener todo el poder del mundo en sus manos. ¿Y qué decidió hacer con todo ese poder? Un único gesto, que fue un gesto de servicio, en concreto el servicio del perdón. Jesús decidió que el poder se tenía que transformar, desde ese momento y para siempre, en servicio. ¿Cuál ha sido el verdadero mensaje profético de todo esto? Ha hecho caer a los poderosos de sus tronos y ha ensalzado a los humildes. El poder es servicio y debe permitirle al prójimo sentirse bien cuidado, cuidado como corresponde a su dignidad. El que sirve es igual que el que es servido.
¿Cómo puede un joven realizarse sin entrar en el mecanismo de la corrupción? Cito sus palabras: la diferencia entre pecadores y corruptos es que los primeros reconocen el pecado como tal y lo afrontan con humildad; los segundos elevan su modo de vida a sistema y pecan sin arrepentirse.
Los corruptos están a la orden del día. Pero los jóvenes no deben aceptar la corrupción como si fuera un pecado como los demás, no deben acostumbrarse jamás a la corrupción, pues lo que dejamos pasar hoy, mañana volverá a repetirse, hasta que nos acostumbremos y también nosotros nos convirtamos en parte del engranaje indispensable. Los jóvenes, al igual que los ancianos, tienen la pureza, y juntos, jóvenes y ancianos, deben estar orgullosos de encontrarse -limpios, puros y sanos- para construir un camino de vida en común sin corrupción. Quiero explicar bien la idea de pureza como concepto que une a jóvenes y viejos.
Los jóvenes son puros porque no han conocido en su piel la corrupción, son, en cierta medida, moldeables por el presente, y esto puede revelarse también peligroso, pues la pureza en que viven puede transformarse en algo feo, impuro, sucio, sobre todo si tienen que enfrentarse a las repetidas tentativas de proselitismo y asimilación a la masa. Con la vejez, hablando en términos generales, pues lamentablemente no todos los casos específicos son así, los seres humanos vuelven en cierto sentido a su estado «puro»; ya no tienen la codicia del éxito y del poder, ya no están condicionados por lo efímero como podían estarlo cuando eran adultos. Y atención: también un viejo arrepentido, que años atrás hubiera formado parte de los corruptos, puede resultar útil para el crecimiento de los jóvenes. Ese viejo, de hecho, ha conocido los mecanismos de la corrupción y los ha reconocido, y de este modo puede ilustrar al joven sobre cómo no caer en ellos, compartiendo con él la experiencia, y explicarle cómo no acabar igual que él. Volvemos, pues, a la importancia del testimonio.
El corrupto no conoce la humildad, siempre consigue decir: «no he sido yo», y lo hace con una cara de falsa santidad -«fa la mugna quacia», como decimos en dialecto piamontés (pone cara de no haber roto un plato)-; vive en la mentira, se cansa de pedir perdón y deja muy pronto de pedirlo. Por el contrario, pensemos en el Evangelio: Mateo, el buen ladrón, y Zacarías son figuras que pecan, pero no son corruptos, no se han plegado a la corrupción; les ha quedado un ancla de salvación que los protege de la corrupción.
Basta una brizna de esperanza en el corazón para dejar entrar a Dios. A los jóvenes se les ha quitado ya mucho, pero habrá esperanza hasta que no sean corruptos.
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