Nadie va al Padre, sino por mí

Evangelio según San Juan 14,1-6. 

Jesús dijo a sus discípulos: "No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. 
En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. 
Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. 
Ya conocen el camino del lugar adonde voy". Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?". 
Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí."

LA VIRGEN DE MONTSERRAT  PATRONA DE CATALUÑA

LA VIRGEN DE MONTSERRAT
PATRONA DE CATALUÑA
 
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"Rosa de abril, morena de la sierra..."
 
La Virgen de Montserrat fue declarada santa patrona de Cataluña por el papa León XIII.

El culto de la Virgen de Montserrat se remonta más allá de la invasión de España por los árabes. La imagen, ocultada entonces, fue descubierta en el siglo IX. Para darle culto, se edificó una capilla a la que el rey Wifredo el Velloso agregó más tarde un monasterio benedictino.

Los milagros atribuidos a la Virgen de Montserrat fueron cada vez más numerosos y los peregrinos que iban hacia Santiago de Compostela los divulgaron. Así, por ejemplo, en Italia se han contado más de ciento cincuenta iglesias o capillas dedicadas a la Virgen de Montserrat, bajo cuya advocación se erigieron algunas de las primeras iglesias de México, Chile y Perú, y con el nombre de Montserrat han sido bautizados monasterios, pueblos, montes e islas en América.

 

Descubrimiento

No se conoce el origen de la estatua. Cuenta la leyenda que unos pastores estaban pastando sus ovejas cerca de Montserrat y descubrieron la imagen de madera en una cueva, en medio de un misterioso resplandor y cantos angelicales. Por órdenes del obispo de llevarla a la catedral, comenzó la procesión, pero no llegó a su destino, ya que la estatua se empezó a poner increíblemente pesada y difícil de manejar. Entonces fue depositada en una ermita cercana, y permaneció allí hasta que se construyó el actual monasterio benedictino.

Descripción de la Imagen

La virgen es de talla románica de madera. Casi toda la estatua es dorada, excepto la cara y las manos de la Virgen y del Niño. Estas partes tienen un color entre negro y castaño. A diferencia de muchas estatuas antiguas que son negras debido a la naturaleza de la madera o a los efectos de la pintura original, el color oscuro de Ntra. Sra. de Montserrat se le atribuye a las innumerables velas y lámparas que durante siglos se han encendido ante la imagen día y noche. En virtud de esta coloración, la Virgen está catalogada entre las vírgenes negras. Por esto la llaman por cariño La Morenita. La estatua goza de gran estima como un tesoro religioso y por su valor artístico.

La estatua está sentada y mide 95 cm., un poco más de tres pies de altura. De acuerdo con el estilo románico, la figura es delgada, de cara alargada y delicada expresión. Una corona descansa sobre la cabeza de la Virgen y otra adorna la cabeza del Niño Jesús, que está sentado en sus piernas. Tiene un cojín que le sirve de banquillo o taburete para los pies y ella está sentada en un banquillo de patas grandes, con adornos en forma de cono.

El vestido consiste en una túnica y un manto de diseño dorado y sencillo. La cabeza de la Virgen la cubre un velo que va debajo de la corona y cae ligeramente sobre los hombros. Este velo también es dorado, pero lo realzan diseños geométricos de estrellas, cuadrados y rayas, acentuadas con sombras tenues. La mano derecha de la Virgen sostiene una esfera, mientras la izquierda se extiende hacia adelante con un gesto gracioso. El Niño Jesús está vestido de modo similar, por su puesto, con excepción del velo. Tiene la mano derecha levantada, dando la bendición, y la izquierda sostiene un objeto descrito como un cono de pino.

La estatua está ubicada en lo alto de la pared de una alcoba que queda detrás del altar principal. Directamente detrás de esta alcoba y de la estatua se encuentra un cuarto grande, llamado el Camarín de la Virgen. Este camarín puede acomodar a un grupo grande de personas, y desde ahí se puede rezar junto al trono de la Stma. Madre. A este cuarto se llega subiendo una monumental escalera de mármol, decorada con entalladuras y mosaicos.

El nombre de Montserrat, catalán, se refiere a la configuración de las montañas en donde se ubica su monasterio. Las piedras allí se elevan hacia el cielo en forma de sierra. Monte + sierra: Montserrat.

Visitada por los santos

Entre los santos que visitaron el lugar venerado se encuentran S. Pedro Nolasco, S. Raymundo de Peñafort, S. Vicente Ferrer, S. Francisco de Borja, S. Luis Gonzaga, S. José de Calasanz, S. Antonio María Claret y S. Ignacio de Loyola, que, siendo aún caballero, se confesó con uno de los monjes y pasó una noche orando ante la imagen de la Virgen. A unas cuantas millas queda Manresa, un santuario de peregrinación para la Compañía de Jesús, la orden Jesuita fundada por San Ignacio, pues encierra la cueva en donde el Santo se retiró del mundo y escribió sus Ejercicios Espirituales.

Artistas

Los grandes poetas Goethe y Federico Schiller escribieron acerca de la montaña; y Beethoven murió en Viena, en una casa que había sido un antiguo estado feudal de Montserrat. Además de esto, el lugar se hizo famoso gracias a Richard Wagner, quien utilizó el sitio para dos de sus óperas, Parsifal y Lohengrin.

Fuente: corazones.org

Oración a Ntra. Sra. de Montserrat

Oh Madre Santa, Corazón de amor, Corazón de misericordia,
que siempre nos escucha y consuela, atiende a nuestras
súplicas. Como hijos tuyos, imploramos tu intercesión ante
tu Hijo Jesús.

Recibe con comprensión y compasión las peticiones que hoy
te presentamos, especialmente [se hace la petición].

¡Qué consuelo saber que tu Corazón está siempre abierto
para quienes recurren a ti!

Confiamos a tu tierno cuidado e intercesión a nuestros
seres queridos y a todos los que se sienten
enfermos, solos o heridos.

Ayúdanos, Santa Madre, a llevar nuestras cargas en esta vida
hasta que lleguemos a participar de la gloria eterna y la paz con Dios. Amén.

Nuestra Señora de Montserrat, ruega por nosotros.

Venerable Pio XII (1876-1958), papa 1939-1958 

Pío XII mensaje de radio del 23 de marzo de 1952 (Trad. ©Evangelizo.org)

«Cristo, la Vía, la Verdad y la Vida es la luz de la conciencia»     

La conciencia es el núcleo más íntimo y secreto del hombre. Es allí adónde se refugia con sus facultades espirituales en una soledad absoluta: solo consigo mismo, o más bien, solo con Dios, cuya voz se hace escuchar en la conciencia. Es allí adónde uno se determina por el bien o por el mal; es allí que uno escoge el camino de la victoria o el de la derrota. Incluso si lo quisiera, el hombre no lograría deshacerse de ella. Con ella, ya sea que uno la apruebe, o que la condene, recorrerá todo el camino de la vida, y con ella también, testigo verídico e incorruptible, se presentará al juicio de Dios. 

      

La conciencia es entonces un santuario, sobre el umbral del cual todos deben detenerse; todos, incluso el padre o la madre, cuando se trata de un niño. Solo el sacerdote entra como médico de las almas; pero la conciencia no cesa de ser un santuario celosamente vigilado, Dios mismo quiere que el secreto sea preservado bajo el sello del más sagrado de los silencios. ¿En qué sentido podemos hablar de la educación de la conciencia? El divino Salvador ha traído al hombre ignorante y débil su verdad y su gracia: la verdad para indicarle la vía que conduce al objetivo; la gracia para otorgarle la fuerza de poder alcanzarlo. Cristo es la Vía, la Verdad y la Vida, no solamente para todos los hombres en su conjunto, sino para cada uno individualmente.

Sólo Dios basta

Santo Evangelio según San Juan 14,1-6. Viernes IV de Pascua.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, trae la paz a mi corazón y hazme instrumento de tu paz.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¡Nada te robe la paz! Nada te turbe, nada te espante, todo pasa ¡sólo Dios basta!, decía santa Teresa de Ávila.

Ésta es la invitación más constante de Cristo resucitado, y también representa para nosotros la esperanza más grande que da sentido a nuestra vida, retornar a la casa del Padre.

En nuestra familia todos hemos tenido un ser querido que ha tenido su nacimiento al cielo, y si no lo hemos tenido aún, va a suceder y nos sucederá a nosotros. Para muchos, pensar en la muerte es algo terrorífico porque es algo desconocido, así como el niño que sale del vientre de su madre y llora.

¿Cómo desconfiar de Aquél que nos dice que es el camino, la verdad y la vida si Él mismo ya venció a la muerte? Jesús, al prepararnos una morada y darnos la certeza de que Él es el camino, nos quiere invitar a vivir nuestra vida con la mirada fija en la meta que es el cielo.

¿Por qué vivir con el corazón abatido? ¿Por qué dejar que una tempestad nos robe la paz? "Todo se pasa, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, ¡Sólo Dios basta"

La verdad es aquello sobre lo que uno se puede apoyar para no caer. En este sentido relacional, el único verdaderamente fiable y digno de confianza, sobre el que se puede contar siempre, es decir, «verdadero», es el Dios vivo. He aquí la afirmación de Jesús: "Yo soy la verdad". El hombre, por tanto, descubre y redescubre la verdad cuando la experimenta en sí mismo como fidelidad y fiabilidad de quien lo ama. Sólo esto libera al hombre: "La verdad os hará libres".
(Mensaje para la 52ª. Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, S.S. Francisco).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy intentaré ser un instrumento de la paz de Cristo en medio de las adversidades de mi ambiente cotidiano; y también rezaré por mis familiares y amigos difuntos.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Jesucristo es el camino

En el camino hacia Dios abundan las pruebas y caídas, pero en esta carrera el hombre no camina solo, Dios es su acompañante.



Un joven acudió una vez a un anciano y le pidió que orara por él:

– “Me doy cuenta que estoy cayendo continuamente en la impaciencia, ¿podría orar por mí para que pueda ser más paciente?”.

El anciano accedió. Se arrodillaron, y el hombre de Dios comenzó a orar:

– “Señor, mándale tribulaciones a este joven esta mañana, envíale tribulaciones en la tarde…

”El joven le interrumpió y le dijo:

- “¡No, no! ¡Tribulaciones no! ¡Paciencia!”.

-“Pero la tribulación produce paciencia –contestó el anciano–. Si quieres tener paciencia, tienes que tener tribulación”.

Cualquier caminante necesita echar mano de la paciencia, pues el camino es largo, arduo y costoso, expresaba san Juan de la cruz y en todo camino se presentan dificultades y tribulaciones de todo tipo.

“Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Jesús aparece el nuevo mediador de Dios (Mc 3,14) y la definitiva revelación de Dios (Jn 17, 22). Jesús señala las condiciones de este camino para entrar en el Reino (Mt 5,20). El caminar cristiano es una carrera (1Co 9,24-27). Para caminar hay que poner lo ojos en Jesús (Hb 12,1-2) y peregrinar (Hb 11,13-16), sin poseer una ciudad permanente (Hb 13, 14) siendo huéspedes de este mundo (1P 1,1). Él es camino de vida, de bendición. Juan lo mostró al mundo como el camino por donde tendría que ir la humanidad, camino recto; quien quiera transitar por caminos de vida, tendrá que caminar con él y por él.

El símbolo del “camino” nos evoca el seguimiento, el proceso espiritual, nos habla de nuestra condición de peregrinos. Somos extranjeros y peregrinos (1P 2,11), somos ciudadanos del cielo, buscamos otra ciudad (Hb 11,9-10). Aquí estamos de paso, esta tierra no es nuestra morada permanente.



El Señor resucitado nos invita a abandonar Jerusalén y a volver a Galilea -donde todo comenzó-, pues allí le veremos (Mc 16,7), nos invita a salir y ponernos en camino. No es fácil responder a esta llamada, ya que amamos la seguridad y estabilidad que nos ofrecen las instituciones y todo tipo de seguridades que nos hemos ganado. Tendemos a instalarnos en nuestras ideas, en nuestros sentimientos, en nuestros trabajos, en nuestras seguridades. Jesús también estuvo sometido a constantes tentaciones, que le invitaban a escoger otro camino más fácil, pero las venció todas y perseveró hasta el final. Nosotros también sufrimos el acoso de las tentaciones para dejar el camino.



Jesús acompañó en todo momento a sus discípulos. “No os dejo huérfanos, volveré a visitaros” (Jn 14,18). Y acompañó a los enfermos y a muchos sanó por su fe. "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y sigue sana de tu dolencia" (Mc 5, 33-34) Jesús acompañó a todos aquellos que se encontraron con él. En este acompañamiento de la persona Jesús va al fondo, lleva a la persona a nacer de nuevo. “Te aseguro que, si uno no nace de nuevo, no puede ver el reinado de Dios...Te aseguro que, si uno no nace de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 3-5). Y nacieron de nuevo María Magdalena, Zaqueo, Pedro Ignacio de Loyola, Agustín,

Carlos de Foucauld....

La vida cristiana se llama en los Hechos de los Apóstoles “el camino” (9,2; 18,25,24,22). En este camino hacia Dios abundan las pruebas y caídas (1P 1, 7) las grandes privaciones (1Co 9, 24-26) y el hacerse violencia (Mt 11, 12). Pero en esta carrera el ser humano no camina solo, Dios es su acompañante. El ser humano es un ser en camino, eterno peregrino a la casa del Padre. En esta marcha se encuentra con encrucijadas: caminos que conducen a la vida y caminos que conducen a la muerte. Y se presentan peligros, riesgos, dificultades de todo tipo. Para superarlos y no ceder al cansancio ni al desaliento, es necesario tener los ojos bien fijos en la meta y estar bien motivados. El ser humano está en continua elección: escoger la vida y seguir por el camino recto, estrecho y empinado, o escoger lo fácil, el camino de muerte.

El seguir a Jesús requiere el poner los ojos en él, en tener sus mismos sentimientos y actitudes, en dar la vida. Y en este camino se sube bajando, se entra saliendo, se es espiritual, encarnándose y se gana la vida perdiéndola. Es un camino totalmente imprevisible, en él abundan las pruebas y caídas (1P 1,7) grandes privaciones (1Co 9, 24-26) y hay que hacerse violencia (Mt 11,12). Pero en esta carrera el ser humano no camina solo, Dios es su compañero; por eso tenemos que tener confianza y saber que él nos acompaña y que aunque caminemos por cañadas oscuras nada debemos temer, porque él va con nosotros y su vara y su cayado nos sosiegan (Sal 22).

Jesús nos invita a seguirle, a caminar con él. La Biblia habla de camino, sendero, vía (Dt 30,15-16) y de la necesidad de escoger un camino u otro, el de salvación o el de perdición para la persona, de vida o de muerte (Dt 30,1-5). “Hay un camino que uno cree recto y que va a parar a la muerte” (Pr 14,12). Jesús nos ha dado a conocer al Padre. A Dios nadie lo ha visto nunca. El Hijo Único de Dios, que es Dios y está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer (Jn 1, 18). Quien lo ve a él, ve al Padre (Jn 14, 9). Él es el camino que nos lleva al Padre, la única posibilidad que tiene el hombre de encontrar la plenitud de la vida: “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie puede llegar hasta el Padre, sino por mí” (Jn 14, 6).


Para que Jesús pueda acompañarnos necesitamos desearlo y permitirle que camine con nosotros. Y en este caminar con él necesitamos confiar en él, perseverar y tener paciencia; pues además de una confianza y fidelidad a toda prueba se necesita perseverancia, pues en cualquier campo de la vida no se adelanta nada sin constancia ya que cualquier proyecto necesita tiempo y esfuerzo para echarlo adelante.


Hay personas que parecen mariposas, saltando de médico en médico o de compromiso en compromiso; así en la vida espiritual comienzan un proyecto, con mucho calor, y a los pocos días se enfrían y se desinflan, son amigas de actos heroicos, pero a corto plazo, la vida diaria, el martirio de cada día no tiene atractivo, no aguantan ese ritmo.

Paciencia necesitamos cuando deseamos caminar; paciencia para entender y escuchar a Dios, al otro y a uno mismo; paciencia porque el camino es largo, complicado y lleva mucho tiempo. Sin embargo la marcha lenta obtiene grandes resultados, “poco a poco se va lejos”. La paciencia, como la paz y la felicidad, brotan de uno mismo; por mucho que intenten los otros de que perdamos los estribos, nadie nos arrebatará nuestra paz si nuestra paciencia está bien arraigada. Los obstáculos, las dificultades, los contratiempos desesperan a muchos; sin embargo, Dios nos ha dado los medios con que soportar las cosas que nos sobreviene sin dejarnos deprimir ni aplastar.

Que la mirada de Jesús entre en mi

El amor y el servicio, dos de los fundamentos en los que se basa la Iglesia, según el Papa

El Papa Francisco manifestó que el fundamento de la Iglesia se encuentra en el servicio y en el amor e invitó a dejarse amar siempre por Dios.

Francisco comentó el Evangelio del día del Lavatorio de Pies e indicó que de la eucaristía y del lavatorio de pies “nacen los dos mandamientos que harán crecer a la Iglesia si nosotros somos fieles”.

El Papa recordó que sin “el amor sin límites” la “Iglesia no va hacia delante, la Iglesia no respira”.
“Sin el amor no crece, se transforma en una institución vacía, de apariencia, de gestos sin fecundidad. Ir a su cuerpo. Jesús dice como nosotros tenemos que amar, hasta el final”.

El Pontífice recordó las palabras de Jesús en las que afirma que “un siervo no es más grande que su amo, ni un enviado es más grande de quien lo ha mandado”.

“La conciencia de que Él es más grande que todos nosotros, y nosotros somos siervos, y no podemos ir más allá de Jesús. Él es el Señor, no nosotros. Este es el testamento del Señor. Si da de comer y beber, y nos dice. Amaos así.

Lava los pies y nos dice: servíos así, pero estad atentos, un siervo nunca es más que aquél que lo envía, de su amo. Son palabras y gestos contundentes: es el fundamento de la Iglesia. Si nosotros vamos adelante con estas tres cosas, no nos equivocaremos nunca”.

Francisco invitó entonces a “dejar que la mirada de Jesús entre en mí. Sentiremos tantas cosas: sentiremos amor, sentiremos quizás nada, nos bloquearemos allí, sentiremos vergüenza.

Pero dejar siempre que la mirada de Jesús venga. La misma mirada con la cual miraba en la cena, esa tarde, los suyos. Señor, tú conoces, tú sabes todos”.
 
Fiesta de santo Toribio de Mogrovejo, obispo, patrono del Episcopado Latinoamericano

Santo Toribio de Mogrovejo, obispo (1538-1606)    

Toribio, arzobispo de Lima, es uno de los eminentes prelados de la hora de la evangelización. El concilio plenario americano del 1900 lo llamó: "la lumbrera mayor de todo el episcopado americano". Era la hora de llevar la fe cristiana al imperio inca peruano lo mismo que en México se cristianizaba a los aztecas.    

Nació en Mayorga (Valladolid), el 16 de noviembre de 1538.

No se formó en seminarios, ni en colegios exclusivamente eclesiásticos, como era frecuente entonces; Toribio se dedicó de modo particular a los estudios de Derecho, especialmente del Canónico, siendo licenciado en cánones por Santiago de Compostela y continuó luego sus estudios de doctorado en la universidad de Salamanca. También residió y enseñó dos años en Coimbra.    En Diciembre de 1573 fue nombrado por Felipe II para el delicado cargo de presidente de la Inquisición en Granada, y allí continuó hasta 1579; pero ya en agosto de 1578 fue presentado a la sede de Lima y nombrado para ese arzobispado por Gregorio XIII el 16 de marzo de 1579, siendo todavía un brillante jurista, un laico, o sólo clérigo de tonsura, cosa tampoco infrecuente en aquella época.

Recibió las órdenes menores y mayores en Granada; la consagración episcopal fue en Sevilla, en agosto de 1579.    Llegó al Perú en el 1581, en mayo. Se distinguió por su celo pastoral con españoles e indios, dando ejemplo de pastor santo y sacrificado, atento al cumplimiento de todos sus deberes. La tarea no era fácil. Se encontraba con una diócesis tan grande como un reino de Europa, con una población nativa india indócil y con unos españoles muy habituados a vivir según sus caprichos y conveniencias.   Celebró tres concilios provinciales Limenses _el III (1583), el IV (1591) y el V (1601)_; sobresalió por su importancia el Tercer Concilio  Limense, que señaló pautas para el mexicano de 1585 y que en algunas cosas siguió vigente hasta el año 1900.  Aprendió el quechua, la lengua nativa, para poder entenderse con los indios.

Se mostró como un perfecto organizador de la diócesis. Reunió trece sínodos diocesanos. Ayudó a su clero dando normas precisas para que no se convirtieran en servidores comisionados de los civiles. Visitó tres veces todo su territorio, confirmando a sus fieles y consolidando la vida cristiana en todas partes. Alguna de sus visitas a la diócesis duró siete años.  Prestó muy pacientemente atención especial a la formación de los ya bautizados que vivían como paganos. Llevado de su celo pastoral, publicó el Catecismo en quechua y en castellano; fundó colegios en los que compartían enseñanzas los hijos de los caciques y los de los españoles; levantó hospitales y escuelas de música para facilitar el aprendizaje de la doctrina cristiana, cantando.

No se vio libre de los inevitables roces con las autoridades en puntos de aplicación del Patronato Real en lo eclesiástico; es verdad que siempre se comportó con una dignidad y con unas cualidades humanas y cristianas extraordinarias; pero tuvo que poner en su sitio a los encomenderos, proteger los derechos de los indios y defender los privilegios eclesiásticos.  Atendido por uno de sus misioneros, murió en Saña, mientras hacía uno de sus viajes apostólicos, en 1606.

Fue beatificado en 1679 y canonizado en 1726   Quien tenga la suerte de tener entre sus manos un facsímil del catecismo salido del Tercer Concilio Limense, aprenderá a llamar mejor evangelización que colonización a la principal obra de España en el continente recién descubierto.

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