«Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro»


Francisco, con la asamblea sinodal

"Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie"
El mensaje final del Sínodo confirma el camino abierto para el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar
Reconoce que, tras un divorcio, existen "nuevas relaciones, nuevas uniones y nuevos matrimonios"

La Relatio "no cierra puertas a los temas tratados en el Sínodo, y que aguardan una profudización y una solución para otra etapa, y respeta lo que los círculos votaron" añadió Damasceno

(J. Bastante/VIS).- "Hemos demostrado la sinodalidad, con responsabilidad y libertad en el diálogo". El Sínodo de Obispos sigue adelante. Como "una primera etapa", como acaban de resaltar los cardenales Raymundo Damasceno Assis; Gianfranco Ravasi; y Oswald Gracias durante la presentación del mensaje final de los obispos. Un mensaje previo a la votación de la Relatio Synodi, pero en el que ya se intuyen algunos de los temas más polémicos.

El Sínodo sigue adelante con la reflexión sobre la comunión a los divorciados vueltos a casar y al reconocimiento de las uniones no conyugales, mientras que desaparece del mensaje cualquier referencia a los homosexuales y se potencia la belleza del matrimonio canónico.

Habrá que esperar a la aprobación de la Relatio -"que no cierra puertas a los temas tratados en el Sínodo, y que aguardan una profudización y una solución para otra etapa, y respeta lo que los círculos votaron" añadió Damasceno-, y de si Francisco decide o no su publicación.

En todo caso, concluye la primera etapa de un camino de reflexión, que deja muchos caminos abiertos y que concluirá el año que viene. Queda mucho por hacer, "estamos ante un proceso sinodal", dijo Damasceno, pero el primero de los resultados parece prometedor. Y ha sido votado por una "gran mayoría de padres sinodales", como apuntó Federico Lombardi: 158 votos a favor de 174 votos (sobre 191 con derecho a voto). Los cardenales mostraron su confianza en que la Relatio sea aprobada por una práctica unanimidad, y que el Papa la haga pública.

"Todo está siendo discutido y valorado: las uniones de personas del mismo sexo, el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar... Ahora prosigue un camino. Estamos en un proceso, por lo que no hay que esperar decisiones conclusivas en estos días", apuntaron los tres cardenales.

"Los gays son bienvenidos en la Iglesia, no hay condena a la persona", reiteró Gracias. "El silencio del Papa es fundamental", añadió Ravasi. "Su silencio permite escuchar las diversas visiones de todos con libertad. El Papa intervendrá, pero no al comienzo, sino al final. Si lo hace al principio, 'Roma locuta, causa finita'. "Tenemos que ayudar al Santo Padre a decidir en cuanto a los divorciados y vueltos a casar, tenemos que rezar por esto".

Sigue el texto integral: 

''Los Padres Sinodales, reunidos en Roma junto al Papa Francisco en la Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, nos dirigimos a todas las familias de los distintos continentes y en particular a aquellas que siguen a Cristo, que es camino, verdad y vida. Manifestamos nuestra admiración y gratitud por el testimonio cotidiano que ofrecen a la Iglesia y al mundo con su fidelidad, su fe, su esperanza y su amor.

Nosotros, pastores de la Iglesia, también nacimos y crecimos en familias con las más diversas historias y desafíos. Como sacerdotes y obispos nos encontramos y vivimos junto a familias que, con sus palabras y sus acciones, nos mostraron una larga serie de esplendores y también de dificultades.

La misma preparación de esta asamblea sinodal, a partir de las respuestas al cuestionario enviado a las Iglesias de todo el mundo, nos permitió escuchar la voz de tantas experiencias familiares. Después, nuestro diálogo durante los días del Sínodo nos ha enriquecido recíprocamente, ayudándonos a contemplar toda la realidad viva y compleja de las familias.

Queremos presentarles las palabras de Cristo: ''Yo estoy ante la puerta y llamo, Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo''. Como lo hacía durante sus recorridos por los caminos de la Tierra Santa, entrando en las casas de los pueblos, Jesús sigue pasando hoy por las calles de nuestras ciudades.

En sus casas se viven a menudo luces y sombras, desafíos emocionantes y a veces también pruebas dramáticas. La oscuridad se vuelve más densa, hasta convertirse en tinieblas, cundo se insinúan el el mal y el pecado en el corazón mismo de la familia.

Ante todo, está el desafío de la fidelidad en el amor conyugal. La vida familiar suele estar marcada por el debilitamiento de la fe y de los valores, el individualismo, el empobrecimiento de las relaciones, el stress de una ansiedad que descuida la reflexión serena. Se asiste así a no pocas crisis matrimoniales, que se afrontan de un modo superficial y sin la valentía de la paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la reconciliación y también del sacrificio. Los fracasos dan origen a nuevas relaciones, nuevas parejas, nuevas uniones y nuevos matrimonios, creando situaciones familiares complejas y problemáticas para la opción cristiana.

Entre tantos desafíos queremos evocar el cansancio de la propia existencia. Pensamos en el sufrimiento de un hijo con capacidades especiales, en una enfermedad grave, en el deterioro neurológico de la vejez, en la muerte de un ser querido. Es admirable la fidelidad generosa de tantas familias que viven estas pruebas con fortaleza, fe y amor, considerándolas no como algo que se les impone, sino como un don que reciben y entregan, descubriendo a Cristo sufriente en esos cuerpos frágiles.

Pensamos en las dificultades económicas causadas por sistemas perversos, originados ''en el fetichismo del dinero y en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano'', que humilla la dignidad de las personas. Pensamos en el padre o en la madre sin trabajo, impotentes frente a las necesidades aun primarias de su familia, o en los jóvenes que transcurren días vacíos, sin esperanza, y así pueden ser presa de la droga o de la criminalidad.

Pensamos también en la multitud de familias pobres, en las que se aferran a una barca para poder sobrevivir, en las familias prófugas que migran sin esperanza por los desiertos, en las que son perseguidas simplemente por su fe o por sus valores espirituales y humanos, en las que son golpeadas por la brutalidad de las guerras y de distintas opresiones. Pensamos también en las mujeres que sufren violencia, y son sometidas al aprovechamiento, en la trata de personas, en los niños y jóvenes víctimas de abusos también de parte de aquellos que debían cuidarlos y hacerlos crecer en la confianza, y en los miembros de tantas familias humilladas y en dificultad.

Mientras tanto, ''la cultura del bienestar nos anestesia y [?] todas estas vidas truncadas por la falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera''. Reclamamos a los gobiernos y a las organizaciones internacionales que promuevan los derechos de la familia para el bien común.

Cristo quiso que su Iglesia sea una casa con la puerta siempre abierta, recibiendo a todos sin excluir a nadie. Agradecemos a los pastores, a los fieles y a las comunidades dispuestos a acompañar y a hacerse cargo de las heridas interiores y sociales de los matrimonios y de las familias.

También está la luz que resplandece al atardecer detrás de las ventanas en los hogares de las ciudades, en las modestas casas de las periferias o en los pueblos, y aún en viviendas muy precarias. Brilla y calienta cuerpos y almas. Esta luz, en el compromiso nupcial de los cónyuges, se enciende con el encuentro: es un don, una gracia que se expresa ?como dice el Génesis? cuando los dos rostros están frente a frente, en una ''ayuda adecuada'', es decir semejante y recíproca. El amor del hombre y de la mujer nos enseña que cada uno necesita al otro para llegar a ser él mismo, aunque se mantiene distinto del otro en su identidad, que se abre y se revela en el mutuo don. Es lo que expresa de manera sugerente la mujer del Cantar de los Cantares: ''Mi amado es mío y yo soy suya? Yo soy de mi amado y él es mío''.

El itinerario, para que este encuentro sea auténtico, comienza en el noviazgo, tiempo de la espera y de la preparación. Se realiza en plenitud en el sacramento del matrimonio, donde Dios pone su sello, su presencia y su gracia. Este camino conoce también la sexualidad, la ternura y la belleza, que perduran aun más allá del vigor y de la frescura juvenil. El amor tiende por su propia naturaleza a ser para siempre, hasta dar la vida por la persona amada. Bajo esta luz, el amor conyugal, único e indisoluble, persiste a pesar de las múltiples dificultades del límite humano, y es uno de los milagros más bellos, aunque también es el más común.

Este amor se difunde naturalmente a través de la fecundidad y la generatividad, que no es sólo la procreación, sino también el don de la vida divina en el bautismo, la educación y la catequesis de los hijos. Es también capacidad de ofrecer vida, afecto, valores, una experiencia posible también para quienes no pueden tener hijos. Las familias que viven esta aventura luminosa se convierten en un testimonio para todos, en particular para los jóvenes.

Durante este camino, que a veces es un sendero de montaña, con cansancios y caídas, siempre está la presencia y la compañía de Dios. La familia lo experimenta en el afecto y en el diálogo entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas.Además lo vive cuando se reúne para escuchar la Palabra de Dios y para orar juntos, en un pequeño oasis del espíritu que se puede crear por un momento cada día. También está el empeño cotidiano de la educación en la fe y en la vida buena y bella del Evangelio, en la santidad. Esta misión es frecuentemente compartida y ejercitada por los abuelos y las abuelas con gran afecto y dedicación. Así la familia se presenta como una auténtica Iglesia doméstica, que se amplía a esa familia de familias que es la comunidad eclesial. Por otra parte, los cónyuges cristianos son llamados a convertirse en maestros de la fe y del amor para los matrimonios jóvenes.

Hay otra expresión de la comunión fraterna, y es la de la caridad, la entrega, la cercanía a los últimos, a los marginados, a los pobres, a las personas solas, enfermas, extrajeras, a las familias en crisis, conscientes de las palabras del Señor: ''Hay más alegría en dar que en recibir''. Es una entrega de bienes, de compañía, de amor y de misericordia, y también un testimonio de verdad, de luz, de sentido de la vida.

La cima que recoge y unifica todos los hilos de la comunión con Dios y con el prójimo es la Eucaristía dominical, cuando con toda la Iglesia la familia se sienta a la mesa con el Señor. Él se entrega a todos nosotros, peregrinos en la historia hacia la meta del encuentro último, cuando Cristo ''será todo en todos''. Por eso, en la primera etapa de nuestro camino sinodal, hemos reflexionado sobre el acompañamiento pastoral y sobre el acceso a los sacramentos de los divorciados en nueva unión.

Nosotros, los Padres Sinodales, pedimos que caminen con nosotros hacia el próximo Sínodo. Entre ustedes late la presencia de la familia de Jesús, María y José en su modesta casa. También nosotros, uniéndonos a la familia de Nazaret, elevamos al Padre de todos nuestra invocación por las familias de la tierra:

Padre, regala a todas las familias la presencia de esposos fuertes y sabios, que sean manantial de una familia libre y unida.
Padre, da a los padres una casa para vivir en paz con su familia.
Padre, concede a los hijos que sean signos de confianza y de esperanza y a jóvenes el coraje del compromiso estable y fiel. 
Padre, ayuda a todos a poder ganar el pan con sus propias manos, a gustar la serenidad del espíritu y a mantener viva la llama de la fe también en tiempos de oscuridad.
Padre, danos la alegría de ver florecer una Iglesia cada vez más fiel y creíble, una ciudad justa y humana, un mundo que ame la verdad, la justicia y la misericordia''.

Francisco, en el Sínodo

El Sínodo aprueba por mayoría abrir el debate en todos los puntos de la "relatio" del lunes
Francisco abre la Iglesia de la misericordia a divorciados, gays y parejas de hecho
El grupo de los conservadores, en torno a un tercio, no logró bloquear ningún punto polémico

 El Papa obligó a los obispos a votar punto por punto el documento de trabajo: todos fueron aprobados por mayoría absoluta, y sólo tres no lograron los dos tercios

(Jesús Bastante).- Un día histórico. El Sínodo Extraordinario de Obispos reunido para debatir sobre los desafíos de la familia concluyó su primera etapa aprobando la "Relatio Synodi"(documento de trabajo), con una amplia mayoría -los 62 puntos fueron aprobados por mayoría absoluta, y sólo tres (los puntos 52, 53 y 55) no obtuvieron dos tercios-, en el que se acuerda seguir trabajando por el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar, se reconocen los "elementos positivos presentes en los matrimonios civiles y, con las debidas diferencias, en las convivencias" y se insta a acoger a los homosexuales "con respeto y delicadeza".

Consciente de la fuerte oposición, Bergoglio dispuso que cada uno de los puntos fueran votados individualmente, y que se publicaran los resultados de todos los escrutinios. Como todos se aprobaron por mayoría, todos se publicaron, por expreso deseo del Papa. Y todos seguirán siendo debatidos.

Según se desprende de los resultados de las votaciones, no todos los 62 puntos obtuvieron la mayoría de dos tercios requerida en el pasado para este tipo de documentos, pero consiguieron una mayoría y por tanto forman parte del mismo, informa Efe.

Sin llegar a ningún acuerdo final -para ello habrá que esperar a octubre de 2015-, la mayoría moderada, con el apoyo del Papa Francisco -quien pronunció un "discurso maravilloso" (por el momento, únicamente disponible en italilano), según anunció Federico Lombardi-, ha logrado mantener en el debate todos y cada uno de los temas que aparecieron el pasado lunes en la "relatio postdisceptationem": la denuncia contra la violencia a las mujeres, la cercanía a los que sufren problemas derivados de situaciones familiares (divorcios, rupturas, enfrentamiento con los hijos) y, especialmente, tres cuestiones a debate: la aceptación de otras formas de convivencia no canónicas; el acceso de los divorciados vueltos a casar a los sacramentos; y la acogida a los homosexuales.

Estos tres aspectos generaron, a lo largo de la semana, una furibunda crítica por parte de los sectores más ultraconservadores, quienes criticaron -directamente, o a través de sus terminales mediáticas- al Papa Francisco y a sus estrechos colaboradores, especialmente al cardenal Walter Kasper. Un grupo encabezado por Müller, Burke o Pell, y que giró en torno a un tercio de los presentes (183 en las votaciones finales, donde los dos tercios se daban en los 123).

De los tres, el primero de ellos obtuvo un reconocimiento superior a los dos tercios, mientras que la petición del acceso a la comunión de algunos casos de divorciadosvueltos a casar tras un "camino penitencial" tuvo el voto favorable de 104 padres sinodales y en contra a 74. La acogida a los homosexuales cosechó 118 votos a favor y 62 en contra.

Lo que parece claro es que esta noche los padres sinodales, con Francisco a la cabeza, han abierto una puerta que será imposible cerrar.

La oficina de prensa del Vaticano, informa RTVE, ha explicado que el documento aprobado es un texto de propuestas de los obispos sobre el que trabajar durante un año de cara al próximo Sínodo de octubre de 2015, que también abordará el tema de la familia.

Según se desprende de los resultados de las votaciones, no todos los 62 puntos obtuvieron la mayoría de dos tercios requerida en el pasado para este tipo de documentos, pero consiguieron una mayoría y por tanto forman parte del mismo.

Entre ellos, el punto 52 en el que se proponía estudiar un camino penitencial para que los divorciados que se han vuelto a casar pudiesen recibir los sacramentos, fue el que más votos en contra tuvo, pero fue aprobado finalmente por 104 a favor y 74 en contra.

Lo mismo ocurrió con el punto 53, 112 a favor y 63 en contra, que instaba a continuar estudiando la posibilidad de que los divorciados que han vuelto a casarse puedan recibir "la comunión espiritual" o el "por qué no pueden recibir la comunión sacramental".

Otro de los puntos aprobados, aunque con 62 votos contrarios, fue el relativo a los homosexuales.

La mayoría aprobó que "los hombres y las mujeres con tendencias homosexuales deben ser acogidos con respeto y delicadeza" y que se "evitará cualquier marca de discriminación".

Sin embargo, los obispos han subrayado "que no se pueden establecer analogías, ni si quiera remotas, entre las uniones homosexuales y el diseño de Dios sobre el matrimonio y la familia". El documento dedica un amplio espacio a exaltar "la belleza" de la familia tradicional y fiel, pero asegura que la Iglesia "como madre atenta" debe acompañar "con misericordia y paciencia" a las familias frágiles o heridas. Además, la Iglesia intentará "ayudar a lograr la plenitud del plan de Dios" a las parejas casadas por lo civil, divorciados y vueltos a casar, o que simplemente conviven, afirma el documento. El texto reconoce también algunos valores en estas parejas que "cumplen el bien, se hacen cargo los unos de los otros y están al servicio de las comunidades en las que viven y trabajan". Todas estas reflexiones tendrán que ser ahora "maduradas y analizadas" por las Iglesias locales" para preparar el camino del Sínodo de octubre de 2015. En su discurso, apuntó Lombardi, "el Papa Francisco ha hablado de dos tentaciones: la rigidez hostil y el bien destructivo". Francisco proclamó que en la asamblea no se ha puesto en entredicho la "verdad fundamental" del "sacramento del matrimonio: la indisolubilidad". Así lo afirmó el papa Bergoglio en un discurso pronunciado ante los participantes en este Sínodo, a quienes dijo que su papel como líder de la Iglesia Católica es el de "garantizar la unidad", tras los debates en los que se abordaron cuestiones como la acogida a los homosexuales o a los divorciados vueltos a casar. Además, el papa dijo que la Iglesia Católica "no mira a la humanidad desde una torre de cristal para juzgar o clasificar a las personas". Sus palabras han cosechado una ovación de más de cinco minutos. Y la Iglesia no se ha roto, y sigue adelante.

Los pobres son de Dios

A espaldas de Jesús, los fariseos llegan a un acuerdo para prepararle una trampa decisiva. No vienen ellos mismos a encontrarse con él. Le envían a unos discípulos acompañados por unos partidarios de Herodes Antipas. Tal vez, no faltan entre estos algunos poderosos recaudadores de los tributos para Roma.

La trampa está bien pensada:“¿Es lícito pagar impuestos al César o no?”. Si responde negativamente, le podrán acusar de rebelión contra Roma. Si legitima el pago de tributos, quedará desprestigiado ante aquellos pobres campesinos que viven oprimidos por los impuestos, y a los que él ama y defiende con todas sus fuerzas.

La respuesta de Jesús ha sido resumida de manera lapidaria a lo largo de los siglos en estos términos: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Pocas palabras de Jesús habrán sido citadas tanto como éstas. Y ninguna, tal vez, más distorsionada y manipulada desde intereses muy ajenos al Profeta, defensor de los pobres.

Jesús no está pensando en Dios y en el César de Roma como dos poderes que pueden exigir cada uno de ellos, en su propio campo, sus derechos a sus súbditos. Como todo judío fiel, Jesús sabe que a Dios “le pertenece la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus habitantes” (salmo 24). ¿Qué puede ser del César que no sea de Dios? Acaso los súbditos del emperador, ¿no son hijos e hijas de Dios?

Jesús no se detiene en las diferentes posiciones que enfrentan en aquella sociedad a herodianos, saduceos o fariseos sobre los tributos a Roma y su significado: si llevan “la moneda del impuesto” en sus bolsas, que cumplan sus obligaciones. Pero él no vive al servicio del Imperio de Roma, sino abriendo caminos al reino de Dios y su justicia.

Por eso, les recuerda algo que nadie le ha preguntado: “Dad a Dios lo que es de Dios”. Es decir, no deis a ningún César lo que solo es de Dios: la vida de sus hijos e hijas. Como ha repetido tantas veces a sus seguidores, los pobres son de Dios, los pequeños son sus predilectos, el reino de Dios les pertenece. Nadie ha de abusar de ellos.

No se ha de sacrificar la vida, la dignidad o la felicidad de las personas a ningún poder. Y, sin duda, ningún poder sacrifica hoy más vidas y causa más sufrimiento, hambre y destrucción que esa “dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano” que, según el papa Francisco, han logrado imponer los poderosos de la Tierra. No podemos permanecer pasivos e indiferentes acallando la voz de nuestra conciencia en la práctica religiosa. José Antonio Pagola

XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “A”
(Is 45, 1. 4-6; Sal 95; 1 Tes 1, 1-5b; Mt 22, 15-21)

EL DIOS ÚNICO Y UNIVERSAL

La historia de Israel, narrada en la Biblia, es en realidad revelación de la Historia de Salvación. Cuando contemplamos el transcurso de los acontecimientos que tienen que ver con los israelitas, nos sorprende cómo conduce Dios a su pueblo a través de circunstancias a menudo extrañas y paradójicas.

Un de los capítulos más significativos para ver hasta dónde llega la providencia divina, que nunca abandona a los que ha escogido como suyos, es el que se refiere a la actitud de reyes paganos, como Ciro y Darío, que ordenarán la restauración de Jerusalén y posibilitarán el retorno de los israelitas a su tierra.

Podríamos pensar que Dios actúa a través de mediaciones oficialmente identificadas con la Iglesia, y sin embargo, los textos que hoy nos propone la Liturgia nos demuestran que el Señor es quien hace su historia con el hombre, y llama a quien quiere, y cuando quiere, para que colabore en su plan de salvación. “Te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías. Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay dios. Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor y no hay otro” (Is 45, 5-6).

Esta providencia divina no anula la voluntad personal, ni invade las legítimas autonomías del poder temporal y político. Sin embargo, enseña Quién es, en verdad, el único Dios. “Los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo” (Sal 95). Y a la vez, respeta las relaciones temporales: “Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 21).

Si un rey como Ciro, pagano, llega a colaborar con Dios hasta el extremo de convertirse en mediación para reedificar Jerusalén, ¡cuánto más quienes tenemos conciencia de haber sido bendecidos con el don de la fe, deberemos colaborar con el plan de salvación!

“Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido” (1Tes 1, 4). Esta conciencia de sabernos elegidos y amados por Dios, deberá ser detonante y generadora de fuerza para acrecentar la presencia y actividad de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios.

Ante noticias tan alarmantes como es la violencia y la guerra en tantos países, con repercusión tan dolorosa para muchos cristianos, sin poder consolarnos con bellas palabras, sabemos, sin embargo, que Dios es el único Dios, que Él conduce la historia, y a veces permite acontecimientos desestabilizadores, como fue el exilio de Babilona, para que despertemos y vivamos coherentes con la fe que profesamos.


Evangelio según San Mateo 22,15-21. 

Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones.

Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?". Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: "Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto". Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?". Le respondieron: "Del César". Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios". 

San Antonio de Padua (1195-1231), franciscano, doctor de la Iglesia 
Sermones para el domingo y las fiestas de los santos

«Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro» (Sl 4,7)

De la misma manera que esta moneda de plata lleva la imagen del César, igualmente nuestra alma es imagen de la Santa Trinidad, según lo que se dice en el salmo: «La luz de tu rostro está impresa en nosotros, Señor» (4,7 –LXX)... Señor, la luz de tu rostro, es decir, la luz de tu gracia que establece en nosotros tu imagen y nos hace semejantes a ti, está impresa en nosotros, es decir, impresa en nuestra razón, que es el poder más alto de nuestra alma y recibe esta luz de la misma manera que la cera recibe la marca del sello. El rostro de Dios es nuestra razón; porque de la misma manera que se conoce a alguien por su rostro, así conocemos a Dios por el espejo de la razón. Pero esta razón ha sido deformada por el pecado del hombre, porque el pecado hace que el hombre se oponga a Dios. La gracia de Cristo ha reparado nuestra razón. Por esto el apóstol Pablo dice a los Efesios: «Renovad vuestro espíritu» (4, 23). La luz de la que trata este salmo es, pues, la gracia que restaura la imagen de Dios impresa en nuestra naturaleza...

Toda la Trinidad ha hecho al hombre según su semejanza. Por la memoria se asemeja al Padre; por la inteligencia, se asemeja al Hijo; por el amor se asemeja al Espíritu... En la creación el hombre fue hecho «a imagen y semejanza de Dios» (Gn 1,26). Imagen en el conocimiento de la verdad; semejanza en el amor de la virtud. La luz del rostro de Dios es, pues, la gracia que nos justifica y que revela de nuevo la imagen creada. Esta luz constituye todo el bien del hombre, su verdadero bien, y le marca igual que la imagen del emperador está impresa en la moneda de plata.

Por eso el Señor añade: «Dad al César lo que es del César». Como si dijera: De la misma manera que devolvéis al César su imagen, así también devolved a Dios vuestra alma revestida y señalada con la luz de su rostro.

SAN JUAN DE BRÉBEUF Y SAN ISAAC JOGUES Y COMPAÑEROS MÁRTIRES S. XVII  San Juan de Brébeuf y otros misioneros fueron de los primeros exploradores blancos en establecerse en lo que hoy en día es Ontario. Siguiendo a los mercaderes de pieles, fray Brébeuf y otros sacerdotes fueron al Nuevo Mundo para tratar de convertir al cristianismo a los nativos americanos. Decir que encontraron resistencia es un eufemismo; fueron torturados y matados, y sus misiones destruidas. Como misioneros, su éxito fue problemático. Como exploradores se las arreglaron algo mejor, convirtiéndose en parte de los anales de la historia. Los ocho jesuitas franceses que fueron ejecutados por ser seguidores de Jesús Dios nuestro Señor en América del Norte en el siglo XVII se pueden distribuir en dos grupos: unos padecieron el martirio cerca de Auriesville, en el actual Estado de Nueva York, en territorio de los iroqueses: son San Renato Goupil-el protomártir de América (29 de septiembre de 1642) y los Santos Isaac Jogues y Juan de La Lande (18 de octubre de 1648). Los demás recibieron la muerte en territorio de Canadá habitado por los hurones: son los Santos Carlos Daniel (4 de julio de 1648), Juan de Brebeuf y Gabriel Lalemant (16 de marzo de 1649), Natal Chabanel (diciembre de 1649) y Carlos Garnier (7 de diciembre de 1642). Isaac Jogues había sido apresado y torturado por los iroqueses en 1642.   Más tarde, liberado por los holandeses, había regresado a Francia donde produjo enorme impresión el relato de sus sufrimientos. Pero quiso retornar de nuevo, al cabo de tres meses: «Mis pecados, escribía, me han hecho indigno de morir entre los iroqueses» El Señor no había de tardar en atender el deseo de su siervo, de quien pudo afirmar un compañero que «era un alma pegada, si cabe hablar así, al Santísimo Sacramento». Juan de Brébeuf, el hombre más notable del grupo, era un místico profundamente unido a Dios en la oración y la penitencia.    

Había hecho el voto de no huir jamás de la ocasión del martirio. En cuanto a Natal Chabanel, al que le torturaba la tentación de pedir su retorno a Francia, hizo, el día del Corpus Christi en 1647, el «voto de estabilidad perpetua en esta Misión de los Hurones». Isaac Jogues fue el primer sacerdote católico que pisó Nueva Ámsterdam, hoy Nueva York; cayó prisionero de los iroqueses que le torturaron hasta mutilarle ambas manos, consiguió huir, fue recibido en Francia con grandes honores y, de nuevo en el Canadá, murió de un golpe de tomahawk en la cabeza.  

Compañero suyo de martirio fue el hermano Jean Lalande. En la hoguera perecieron Antoine Daniel y Gabriel Lalemant, y los demás son Charles Garnier, muerto a hachazos, Jean de Brébeuf, que expiró después de torturas inauditas, René Goupil y Noel Chabanel, quien sentía tanta repugnancia por el ambiente en que se encontraba que hizo voto solemne de no abandonar su puesto. Ninguno abandonó su puesto, y cuando se les canonizó colectivamente en 1930 la iglesia les hizo modelos de las prioridades espirituales sobre la propia vida.

Oremos
Dios nuestro, que consagraste las primicias de la fe en las regiones de la América del Norte con la predicación y la sangre de los santos Juan de Brébeuf, Isaac Jogues y compañeros mártires, haz que, por su intercesión, vaya floreciendo y fructificando día a día en todo el mundo una abundante cosecha de nuevos cristianos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


Francisco saluda a Benedicto XVI al comienzo de la beatificación

El Papa beatifica a Pablo VI, “el timonel del Concilio” que supo “guiar en solitario la barca de Pedro”
Francisco: “Jesús no tiene miedo a las novedades, porque el Evangelio es la novedad de Dios en el hombre y el mundo”
Bergoglio y Ratzinger vuelven a escenificar la unidad en la Iglesia frente a los sectores rupturistas

Pablo VI supo de verdad dar a Dios lo que es de Dios dedicando toda su vida a la tarea de extender en la Tierra la misión de Cristo, guiando a la Iglesia para que sea al mismo tiempo madre amorosa de todos los hombres y dispensadora de salvación

(Jesús Bastante).- "Jesús no tiene miedo a las novedades, por eso continuamente nos sorprende llevándonos por caminos nuevos e imprevisibles. Nos renueva, nos hace siempre nuevos, porque el Evangelio es la novedad de Dios en el hombre y el mundo". Francisco reivindicó la fuerza de los cambios durante la homilía con motivo de labeatificación de Pablo VI, quien "en el momento en que vivía una sociedad secularizada y hostil, supo conducir con sabiduría, visión de futuro, y quizá en solitario, la barca de Pedro, sin perder la alegría ni la fe en el Señor".

La de Bergoglio fue una homilía pensada, echando una mirada al pasado pero con los pasos ya encaminados al futuro, que se ha marcado durante el Sínodo de Obispos que hoy concluye y que tendrá continuación el año que viene. "Ha sido una gran experiencia en la que hemos vivido la sinodalidad y la colegialidad, hemos vivido la fuerza del Espíritu Santo, que renueva sin cesar a la Iglesia, llamada a hacerse cargo de las heridas abiertas y devolver la esperanza a tantas personas que la han perdido", subrayó

Benedicto XVI fue uno de los primeros en llegar. Algo alejado del resto de padres sinodales, el Papa emérito se detuvo a reflexionar largamente en una soleada y abarrotada plaza de San Pedro sobre la figura del Papa que le hizo cardenal. El abrazo de Ratzinger y Bergoglio volvió a hacer presente -pese a los intentos de los grupos más conservadores- la unidad y la comunión entre ambos papas.

Miles de peregrinos, especialmente de Brescia -lugar de nacimiento de Montini-, acudieron la ceremonia, que arrancó con el rito de la beatificación, una profusa biografía de Pablo VI y la aceptación por parte del Papa.

En ese momento, el velo del lienzo que presidía el frontal de la basílica se descorrió, y pudo verse el primer cuadro del nuevo beato, una preciosa imagen del Papa Montini en pie, con las manos abiertas al pueblo de Dios. Su fiesta será el 26 de septiembre, proclamó Francisco.

Tras ello, y en medio de una gran ovación, se colocaron junto al altar las reliquias del nuevo beato: una camiseta ensangrentada que llevaba en su viaje a Manila, en 1970, cuando fue víctima de un atentado por parte de un desequilibrado que le asestó dos puñaladas.

El Evangelio de este domingo, en el que también se celebra la Jornada del Domund, hablaba del momento en que los fariseos tratan de tentar a Jesús. "Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios". La base de la necesaria separación y mutua independencia Iglesia-Estado desde los tiempos del Resucitado.

"Acabamos de escuchar una de las frases más famosas de todo el Evangelio", subrayó el Papa, quien incidió en la "respuesta irónica y genial de Jesús a la provocación de los fariseos, que querían hacerle un examen de Religión y ponerle a prueba".

"Esto sucede en todo tiempo, desde siempre. Jesús pone el acento en la segunda parte de la frase, lo que significa reconocer y creer firmemente, frente a cualquier tipo de poder, que sólo Dios es el Señor del hombre, y no otro", añadió Francisco.
"Jesús no tiene miedo a las novedades, por eso continuamente nos sorprende llevándonos por caminos nuevos e imprevisibles. Nos renueva, nos hace siempre nuevos, porque el Evangelio es la novedad de Dios en el hombre y el mundo".

"A Dios le gusta mucho la novedad", añadió el Papa. "Dar a Dios lo que es de Dios es estar dispuestos a hacer su voluntad y colaborar con su Reino de amor y de paz". En esto, añadió, "reside nuestra nueva fuerza ante el pesimismo generalizado que nos ofrece el mundo. En esto reside nuestra esperanza, porque la esperanza en Dios no es una huida de la realidad. Es ponerse manos a la obra para devolver a Dios lo que le pertenece". Por eso, el cristiano mira a Dios "para vivir plenamente la vida, con los pies bien puestos en la tierra, y responder con valentía a los retos de hoy". Lo hemos visto, señaló el Papa, durante el Sínodo. "Pastores y laicos de todos los rincones del mundo han traído la voz de la Iglesia de todo el mundo, con la mirada fija en Jesús" "Ha sido una gran experiencia en la que hemos vivido la sinodalidad y la colegialidad, hemos vivido la fuerza del Espíritu Santo, que renueva sin cesar a la Iglesia, llamada a hacerse cargo de las heridas abiertas y devolver la esperanza a tantas personas que la han perdido". Francisco dio gracias por los dones del Sínodo de la Familia, y pidió al Espíritu, "que en estos días intensos, nos ha concedido trabajar con verdadera creatividad, nos acompañe al camino de preparación del Sínodo del próximo mes de octubre de 2015". "Hemos sembrado, y seguiremos sembrando, con paciencia y perseverancia, sabiendo que es Dios quien siembra".

Recordando a Pablo VI, Francisco hizo suyas sus palabras con las que inauguró los sínodos. "Contemplando a este gran Papa, a este cristiano comprometido y apóstol incansable, sólo podemos decir una palabra sincera e importante: Gracias", señaló Bergoglio, arrancando una ovación de los presentes. "Gracias a nuestro amado Papa Pablo VI, gracias".

"El que fuera gran timonel del Concilio anotaba en su diario personal: 'El Señor me ha llamado y me ha puesto a este servicio no tanto para que salve a la Iglesia, sino para que sufra algo por la Iglesia. Y quede claro que Él, y no otros, es quien la guía y la salva'", aclaró el Papa, tal vez haciendo suyas las palabras de Montini.

"En esa humildad resplandece la grandeza de Pablo VI, quien en el momento en que vivía una sociedad secularizada y hostil, supo conducir con sabiduría, visión de futuro, y quizá en solitario, la barca de Pedro, sin perder la alegría ni la fe en el Señor".

"Pablo VI supo de verdad dar a Dios lo que es de Dios dedicando toda su vida a la sagrada, solemne y grave tarea de extender en la Tierra la misión de Cristo, guiando a la Iglesia para que sea al mismo tiempo madre amorosa de todos los hombres y dispensadora de salvación".

Ésta es la homilía íntegra de Francisco:

Acabamos de escuchar una de las frases más famosas de todo el Evangelio: «Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22,21). Jesús responde con esta frase irónica y genial a la provocación de los fariseos que, por decirlo de alguna manera, querían hacerle el examen de religión y ponerlo a prueba. Es una respuesta inmediata que el Señor da a todos aquellos que tienen problemas de conciencia, sobre todo cuando están en juego su conveniencia, sus riquezas, su prestigio, su poder y su fama. Y esto ha sucedido siempre.

Evidentemente, Jesús pone el acento en la segunda parte de la frase: «Y [dar] a Dios lo que es de Dios». Lo cual quiere decir reconocer y creer firmemente -frente a cualquier tipo de poder- que sólo Dios es el Señor del hombre, y no hay ningún otro. Ésta es la novedad perenne que hemos de redescubrir cada día, superando el temor que a menudo nos atenaza ante las sorpresas de Dios.

¡Él no tiene miedo de las novedades! Por eso, continuamente nos sorprende, mostrándonos y llevándonos por caminos imprevistos. Nos renueva, es decir, nos hace siempre "nuevos". Un cristiano que vive el Evangelio es "la novedad de Dios" en la Iglesia y en el mundo. Y a Dios le gusta mucho esta "novedad".

«Dar a Dios lo que es de Dios» significa estar dispuesto a hacer su voluntad y dedicarle nuestra vida y colaborar con su Reino de misericordia, de amor y de paz. En eso reside nuestra verdadera fuerza, la levadura que fermenta y la sal que da sabor a todo esfuerzo humano contra el pesimismo generalizado que nos ofrece el mundo. En eso reside nuestra esperanza, porque la esperanza en Dios no es una huida de la realidad, no es un alibi: es ponerse manos a la obra para devolver a Dios lo que le pertenece. Por eso, el cristiano mira a la realidad futura, a la realidad de Dios, para vivir plenamente la vida -con los pies bien puestos en la tierra- y responder, con valentía, a los incesantes retos nuevos.

Lo hemos visto en estos días durante el Sínodo extraordinario de los Obispos -"sínodo" quiere decir "caminar juntos"-. Y, de hecho, pastores y laicos de todas las partes del mundo han traído aquí a Roma la voz de sus Iglesias particulares para ayudar a las familias de hoy a seguir el camino del Evangelio, con la mirada fija en Jesús. Ha sido una gran experiencia, en la que hemos vivido la sinodalidad y la colegialidad, y hemos sentido la fuerza del Espíritu Santo que guía y renueva sin cesar a la Iglesia, llamada, con premura, a hacerse cargo de las heridas abiertas y a devolver la esperanza a tantas personas que la han perdido. Por el don de este Sínodo y por el espíritu constructivo con que todos han colaborado, con el Apóstol Pablo, «damos gracias a Dios por todos ustedes y los tenemos presentes en nuestras oraciones» (1 Ts 1,2). Y que el Espíritu Santo que, en estos días intensos, nos ha concedido trabajar generosamente con verdadera libertad y humilde creatividad, acompañe ahora, en las Iglesias de toda la tierra, el camino de preparación del Sínodo Ordinario de los Obispos del próximo mes de octubre de 2015. Hemos sembrado y seguiremos sembrando con paciencia y perseverancia, con la certeza de que es el Señor quien da el crecimiento (cf. 1 Co 3,6). En este día de la beatificación del Papa Pablo VI, me vienen a la mente las palabras con que instituyó el Sínodo de los Obispos: «Después de haber observado atentamente los signos de los tiempos, nos esforzamos por adaptar los métodos de apostolado a las múltiples necesidades de nuestro tiempo y a las nuevas condiciones de la sociedad» (Carta ap. Motu proprio Apostolica sollicitudo).

Contemplando a este gran Papa, a este cristiano comprometido, a este apóstol incansable, ante Dios hoy no podemos más que decir una palabra tan sencilla como sincera e importante: Gracias. Gracias a nuestro querido y amado Papa Pablo VI. Gracias por tu humilde y profético testimonio de amor a Cristo y a su Iglesia.

El que fuera gran timonel del Concilio, al día siguiente de su clausura, anotaba en su diario personal: «Quizás el Señor me ha llamado y me ha puesto en este servicio no tanto porque yo tenga algunas aptitudes, o para que gobierne y salve la Iglesia de sus dificultades actuales, sino para que sufra algo por la Iglesia, y quede claro que Él, y no otros, es quien la guía y la salva» (P. Macchi, Paolo VI nella sua parola, Brescia 2001, 120-121). En esta humildad resplandece la grandeza del Beato Pablo VI que, en el momento en que estaba surgiendo una sociedad secularizada y hostil, supo conducir con sabiduría y con visión de futuro -y quizás en solitario- el timón de la barca de Pedro sin perder nunca la alegría y la fe en el Señor.

Pablo VI supo de verdad dar a Dios lo que es de Dios dedicando toda su vida a la «sagrada, solemne y grave tarea de continuar en el tiempo y extender en la tierra la misión de Cristo» (Homilía en el inicio del ministerio petrino, 30 junio 1963: AAS 55 [1963], 620), amando a la Iglesia y guiando a la Iglesia para que sea «al mismo tiempo madre amorosa de todos los hombres y dispensadora de salvación» (Carta enc. Ecclesiam Suam, Prólogo).

19 de octubre 2014 Domingo XXIX Is 45, 1.4-6

A veces uno puede tener la impresión de que hay gobernantes que su éxito político les ha subido a la cabeza. Sus actitudes son muy altivas y, desgraciadamente, generadoras de nuevos conflictos. Ojalá tuvieran presente el texto de Isaías, cuando dice: «Yo soy el Señor, no hay otro ... Sin que me conocieras, te he hecho tomar las armas para que sepan de Oriente a Occidente que no hay nadie fuera de mí. Yo soy el Señor. No hay otro. "Cómo vives tus logros personales? ¿Qué te significa perder? Señor, soy alguien porque Tú me has hecho grande; que esto lo sepa vivir humildemente.

PAXTV.ORG