Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré

Evangelio según San Juan 14,7-14. 


Jesús dijo a sus discípulos: 
"Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto". 
Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". 
Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al Padre'? 
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. 
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. 
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre."
Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 
Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré."


Santa Gianna Beretta

Gianna nació el 4 de octubre de 1922 en Magenta, Italia. En una familia con 13 hermanos, se orientó a la profesión de médica, que era una tradición de familia, y se casó en 1955 con Pietro Molla, ingeniero industrial también militante de Acción Católica. Estaba decidida a formar una familia cristiana y combinar su vida familiar, profesional y apostólica en su proyecto de vida.

Ingresó a la Acción Católica Italiana desde muy joven, en 1943, y sirvió a sus hermanos a través de distintos cargos, en el campo estudiantil y parroquial.   A los 39 años, embarazada de su cuarto hijo, comenzó a tener complicaciones de salud. Hoy, su marido de 82 años lo recuerda con detalles: «Durante el cuarto embarazo, en septiembre de 1961, apareció un gran fibroma en el útero, por lo cual –a los dos meses y medio- se hizo necesaria una intervención quirúrgica.

Este fue el inicio de su holocausto. Fidelísima a sus principios morales y religiosos, dispuso sin dudar que el cirujano se ocupase primero de salvar la vida de su criatura».   En vísperas del parto no dudó en reunir junto a su lecho al marido y a los médicos para decirles: «Si deben elegir entre el niño o yo, ni lo duden: elijan, y se los exijo, al niño. ¡Sálvenlo!».   Con estas convicciones profundas y sabiendo lo que le esperaba –Gianna era pediatra- entró en la clínica de Monza y el 20 de abril de 1962, Viernes Santo,  tuvo a su hija, Gianna Manuela. La hasta hoy beata falleció ocho días después.

El Papa Juan Pablo II la declaró venerable en julio de 1991 y el 24 de abril de 1994, en su beatificación, la propuso como modelo para todas las madres. 

Oremos

Himno

Un amor casto y puro
Calladamente: Más grande que la vida
Y que la muerte.   Dulce su casa,

Y su marido en ella Se contemplaba.
Era su amor de madre Como una rosa:
Pétalos de fragancia Y espinas rojas.
Y era su seno Un arrullo de lirios Y de silencios.
Olor a roja viña Y a tierna hogaza:
Y su mano prudente Acariciaba
Sus dedos limpios Iban tejiendo lana Para sus hijos.
Y Dios desde su cielo Se sonreía,
Por la casta frescura De fuente limpia.
Amor callado Que vestía al Cordero De rojo blanco.
Amén

Concédenos, Señor, un conocimiento profundo y un amor intenso a tu santo nombre, semejantes a los que diste a Santa Gianna Beretta, para que así, sirviéndote con sinceridad y lealtad, a ejemplo suyo también nosotros te agrademos con nuestra fe y con nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Vicente de Paúl (1581-1660), presbítero, fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad 
Conferencia 127 del 02/05/ 1659

«El que cree en mi hará las mismas obras que yo e incluso mayores»


Nuestro Señor dijo: «Bienaventurados los pobres de espíritu» (Mt 5,3); en esto la sabiduría eterna nos enseña que los obreros evangélicos tienen que evitar la magnificencia en las acciones y en las palabras, y seguir una manera de obrar y de hablar humilde, fácil y sencilla. Es el demonio el que nos pone bajo esa tiranía de querer tener éxito y el que, al vernos inclinados a proceder lisa y llanamente, nos dice: «Fíjate que vulgar; eso es demasiado basto e indigno de la majestad cristiana». ¡Qué astucia la del demonio! Tened cuidado, hermanos míos, renunciad a estas vanidades... tened ante los ojos la conducta de nuestro Señor, tan humilde y tan contraria a todo eso.
        

El podía dar un gran esplendor a sus obras y una virtud soberana a sus palabras, pero no lo hizo. Les decía a sus apóstoles: «Haréis lo que yo hago, y más todavía». Señor, ¿por qué queréis que haciendo lo que tú has hecho, hagan todavía más?. Porque nuestro Señor quiere dejarse superar en las acciones públicas, para distinguirse él en las humildes y secretas; él quiere los frutos del evangelio y no los aplausos del mundo; por eso ha hecho más por medio de sus servidores que por sí mismo.
        

Quiso que san Pedro convirtiese una vez a tres mil, otra vez a cinco mil personas (Hch 2,41; 4,4), y que toda la tierra se viera iluminada por sus apóstoles. En cuanto a él, a pesar de ser la luz del mundo (Jn 8,12), no predicó más que en Jerusalén y en sus alrededores, y predicó allí sabiendo que en otras partes tendría mucho más éxito. Sí, el se dirigió a los judíos como a los más capaces de despreciarle y de contradecirle. Por consiguiente, fue muy poco lo que hizo, mientras que sus pobres discípulos, ignorantes y vulgares, animados de su virtud, hicieron mucho más que él. ¿Por qué? Porque quiso ser humilde en esto.

Conocer para amar

Santo Evangelio según San Juan 14, 7-14. Sábado IV de Pascua.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, por llamarme a estar contigo. Quiero acercarme a Ti con la confianza que me da el saberme que me quieres, que buscas siempre mi bien y que siempre me escuchas. Que este rato de oración me ayude a confiar más en Ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Si conociéramos plenamente el amor de Dios, ¿qué sería de nosotros? ¿Qué haríamos o qué dejaríamos de hacer? O mejor dicho, ¿qué seríamos o qué dejaríamos de ser?

Conocer a Dios no sólo consiste en leer libros u oír palabras referidas a Él. Tener un conocimiento personal es más que sentir o no sentir, es más que una vana creencia; es llegar a tener la certeza vital de que alguien tuvo el valor de amar sin medida al entregar radicalmente toda su persona.

Cada uno de nosotros, con espíritu sobrenatural, estamos en la búsqueda de Cristo para encontrar, bajo la luz del Espíritu Santo, el rostro del Padre. Con Él, Padre, Hijo y Espíritu Santo, hemos pasado momentos duros o placenteros, momentos de confusión o iluminación, momentos… ésta es la clave: tener momentos con Dios, tener un tiempo para Dios.

El corazón mundano dice "perder el tiempo en el sagrario" al momento de buscar a Dios en el tabernáculo. Mientras el alma, con un espíritu de fe, defiende la certeza de que es la mejor inversión, pues el fruto llega a ser de un valor que no se puede comprar ni vender, sino sólo ganar con una actitud que Dios, en su infinita bondad y misericordia, se digna mirar.

Sentir la mirada de Dios provoca una experiencia que aumenta nuestra relación personal. Es necesario tener esta viva experiencia del misterio que sólo se entiende desde el amor.

¡Qué difícil es dejarse amar verdaderamente! Siempre nos gustaría que algo de nosotros no esté obligado a la gratitud, cuando en realidad estamos en deuda por todo, porque Dios es el primero y nos salva completamente, con amor.

Pidamos ahora al Señor la gracia de conocer la grandeza de su amor, que borra todos nuestros pecados.

Dejémonos purificar por el amor para reconocer el amor verdadero.

(Homilía de S.S. Francisco, 9 de marzo de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré conocer a Dios buscándolo en un lugar donde me cueste verle.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.


Jesús aprendió y enseñó a orar

En las diversas invitaciones a pedir en su nombre, Jesús une oración y alegría y oración como fruto del amor.

Había pedido el misionero ayuda a los nativos para la construcción de la capilla. Un señor se acercó al día siguiente con una cabra y le dijo: “padre, esto es lo único que tengo, véndala y el dinero para la construcción de la iglesia”.



Este hombre sabía que orar y que la oración exige obras de amor. En un mundo pagano y politeísta, “Jesús nació en un pueblo que sabía orar”, decía Joaquín Jeremías. Jesús nació y fue educado en el seno de una familia judía piadosa, que guardaba con todo amor y fidelidad las normas religiosas dadas por Yavé (Lc 2,21-52).



La Mishná, código rabínico compilado hacia el año 200 de la era cristiana, nos ofrece datos bastante seguros y numerosos para conocer las prácticas judías de la oración en tiempos de Jesús. En el tratado de las bendiciones, concretamente, se enseña que hay tres momentos de plegaria al día: el amanecer, el mediodía y la tarde (Berakhot IV). “Tres veces al día” (Dn 6,10), “por la tarde, en la mañana y al medio día” (Sal 54,18), se levantaban en Israel los corazones hacia el Señor, bendiciéndole e invocándole. De estas tres horas, dos se producían al mismo tiempo que los sacrificios llamados perpetuos, que todos los días se ofrecían en el Templo (Nm 28, 2-8). Así la oración quedaba unida al sacrificio, participando de él y, al mismo tiempo, dándole espíritu y sentido.



Tenían la costumbre piadosa judía de recitar dos veces al día el Shemá Yisrael (Escucha, Israel), al acostarse y al levantarse. “Escucha, Israel, Yavé nuestro Dios es el único Yavé. Amarás a Yavé tu Dios con todo tu corazón”…. El Shemá, el credo israelita, consiste en la recitación del texto de Dt 6,4-9, al que se une, al menos desde el siglo II antes de Cristo, Dt 11,13-21 y Núm 15,37-41. Esta plegaria había de ser repetida a los hijos, “lo mismo en casa que de camino, cuando te acuestes y cuando te levantes” (Dt 6,7; 11,19). Y Cristo mismo la da como respuesta a aquel doctor que le preguntaba acerca del mandamiento principal (Mc 12,29-30).




Jesús era también maestro que enseñaba cómo se ha de orar. Jesús enseñó a orar a sus discípulos no solamente con su testimonio personal, sino también con enseñanzas explícitas, de las que destacaremos algunas:



a) La pureza de la intención. «Cuando oréis, no seáis como los hipócritas...Tú, cuando ores, entra en tu cuarto y, echada la llave, haz tu oración a tu Padre, que mira lo secreto; y tu Padre, que está en lo secreto, te premiará» (Mt 6,5-6; Mc 12,38-40).



b) La unión de la mente con la voz. Jesús recuerda el reproche terrible de Yavé (Is 29,13), cuando dice: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí» (Mt 15,8). La oración que sólo afecta a los labios, es una oración sin alma, que está muerta.



c) La confianza en el Padre, y la consiguiente brevedad en las palabras, no como los paganos, cuando oraban, presionaban sobre Dios con sus interminables oraciones. «Cuando recéis, no charléis mucho, como los paganos, que se imaginan que por su mucha palabrería serán escuchados. No os parezcáis a ellos, pues vuestro Padre ya sabe qué os hace falta antes de que se lo pidáis» (Mt 6,7-8). La oración cristiana ha de ser breve y sencilla, confiada en el Padre (Mt 6,25-32).


d) Jesús enseña la necesidad de la oración (Lc 22,40), la oración en su nombre (Jn 14,13-14), la oración de petición (Mt 5,44;7,7), la humildad (Lc 18,9-14) y la perseverancia en la plegaria (11,5-13).



Jesús se preocupó de orar y de enseñarles a sus discípulos de cómo hacerlo. A ellos les dice: “Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen…” (Mt 5, 44).



Como sabe que la tarea de trabajo es inmensa y son pocos los obreros disponibles, les pide a sus discípulos que oren, pues “La mies es abundante pero los obreros pocos; por eso, rogad al dueño que mande obreros a su mies” (Mt 9, 38).


En la tentación les recomendó: “Estad en vela y pedid no caer en la tentación” (Mt 26, 41).



Aconseja orar para que Dios conceda su Espíritu para poder obrar el bien como Dios,
“Pues si vosotros, malos como sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros niños, ¿cuánto más vuestro Padre dará Espíritu Santo a los que se lo piden?” ( Lc 11,13 ).



En el discurso de la última cena, Jesús promete a los discípulos su intercesión ante el Padre y les dice: “Y todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré” (14, 13-14). En las diversas invitaciones a pedir en su nombre, Jesús une oración y alegría (15, 7-11) y oración como fruto del amor (14, 13-14). La oración es la unión con el Dios amor y por consiguiente la fuente de alegría de sentirse en los brazos del Dios-amor. Por ello mismo es la fuente del amor fraterno, del Espíritu hacia la verdad plena que es Cristo (16, 13) para estar unido a la vid (15, 1-11) y dar el fruto del amor, para gloria del Padre (15, 8).



Quien ore, ha de estar abierto a la Palabra de Dios y ha de convertirse, dejar los caminos errados del pecado y guardar los mandamientos del Señor. Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos, repetirá Jesús (Mt 4,17). Convertirse es hacerse como niño (Mt 18,3). La conversión es necesaria para entrar en el Reino e implicará cambio de vida: dar frutos (Jr 7,24-26). Y cuando acontece la conversión, ésta conlleva un gozo increíble . “Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión”( Lc 15,7).

 

Luis María Grignion de Montfort, Santo

Memoria Litúrgica. 28 de abril





Presbítero y Fundador

El santo de la verdadera devoción Mariana

Martirologio Romano: San Luis María Grignion de Montfort, presbítero, que evangelizó las regiones occidentales de Francia, anunciando el misterio de la Sabiduría Eterna, y fundó dos congregaciones. Predicó y escribió acerca de la Cruz de Cristo y de la verdadera devoción hacia la Santísima Virgen, y, después de convertir a muchos, descansó de su peregrinación terrena en la aldea francesa de Saint-Laurent-sur-Sévre. († 1716)

Fecha de canonización: 20 de julio de 1947, durane el pontificado de Pio XII

Breve Biografía
 
La Divina Providencia preparó a este gran santo y lo dio al mundo al final del S. XVII hasta apenas comenzado el XVIII.



Nacido en 1673 en Francia, recibe su educación en uno de los Colegios de la Compañía de Jesús y en 1700 se ordena sacerdote.



Morirá en 1716, habiendo realizado en tan corta carrera cantidad de misiones populares, echado los cimientos de dos congregaciones religiosas (que no llegó a ver en vida), restaurado templos de la Virgen ruinosos o abandonados y, sobre todo, arrancando las almas de las garras del jansenismo para devolverlas al amor ardiente de Dios, mediante la contemplación tierna de Jesús Crucificado y la verdadera devoción a María Santísima.



El jansenismo apartaba a las almas de la intimidad con Dios, de la relación sencilla y confiada característica del espíritu de filiación que es fruto del Espíritu Santo y la presencia de María en la vida del cristiano, acentuando en forma desmedida la Majestad y Santidad Infinita de Dios y nuestra indignidad.



De ahí la obsesión por interminables preparaciones, exámenes de conciencia más que escrupulosos, vueltas y revueltas sobre sí mismo, como si uno tuviera que lograr cierto grado de perfección previa para recibir los Sacramentos... ¡que son los que, en realidad, nos curan y nos perfeccionan..!



La gracia sería (dentro de este esquema), más bien un premio al propio esfuerzo, tal como Jesús nos lo ilustra en la parábola del fariseo y el publicano, que muchos no comprenden todavía...



Y aún nosotros mismos, cada vez que tememos acercarnos al sacramento de la Confesión ‘’porque tengo demasiadas culpas...’’. ¿Y para qué está el Sacramento? Precisamente porque tenemos demasiadas culpas, necesitamos confesarnos con frecuencia y comulgar, porque sólo Jesucristo nos lava de nuestras culpas y nos fortalece para que las recaídas se vayan extinguiendo, poco a poco.



Luis María Grignion de Montfort reacciona con santa violencia ante el estrago que semejante postura causaba dentro de la Iglesia en ese momento, y ante la difusión de una falsa sabiduría en el ambiente intelectual cristiano, que desdibuja la radicalidad del Evangelio y huye del Camino de la Cruz.



Tanto en sus misiones populares como en sus escritos, planta firmemente a Cristo Crucificado(cumbre de la verdadera sabiduría, la sabiduría Divina), y la devoción a María como medio insustituible y necesario para que Cristo se forme realmente en cada alma bautizada.



El desarrollo de estas ideas lo realiza en su primera obra: ‘’El Amor de la Sabiduría Eterna’’ (1703-1704). El capítulo XVII de este libro es ya un anticipo de lo que explicará largamente acerca del papel de María Santísima en nuestra santificación, en el célebre ‘’Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen’’ (1712, aprox.). Valiosísimos consejos de orden práctico para vivir la dependencia total de María nos son dados en su otra obra: ‘’El Secreto de María’’, como resumen y complemento del ‘’Tratado...’’.



El Hijo de Dios, 2da. Persona de la Santísima Trinidad (o también ‘’Verbo’’, o ‘’Sabiduría Eterna’’), ha querido salvarnos y glorificar al Padre haciéndose hombre y muriendo en la Cruz. Y todo esto lo realizó Por María, Con María, En María y Para María, porque a Ella se entregó primero y para Ella en primer lugar derramó su Sangre Preciosa. No ha querido venir a nosotros directamente, sino a través de María.



Y así lo sigue haciendo, porque ha hecho de su Madre verdadera Madre nuestra, ‘’Mater Gratiae’’, Madre de la Gracia en nuestras almas. El Espíritu Santo realiza cada día el milagro de formar a Cristo en el bautizado en unión con María, tal como lo hizo desde el principio.
 






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