«El que de entre vosotros no renuncie a sus bienes no puede ser discípulo mío»
- 05 Noviembre 2014
- 05 Noviembre 2014
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Evangelio según San Lucas 14,25-33.
Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo:
'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'. ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo."
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Carta 197, del 17-09-1896
«El que de entre vosotros no renuncie a sus bienes no puede ser discípulo mío»
Querida hermana: ¿Cómo puedes preguntarme si puedes tú amar a Dios como le amo yo...? Mis deseos de martirio no son nada, no son ellos los que me dan la confianza ilimitada que siento en mi corazón. A decir verdad, son las riquezas espirituales las que hacen injusto al hombre cuando se apoya en ellas con complacencia, creyendo que son algo grande... Yo sé muy bien que.. lo que le agrada a Dios en mi pobre alma es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia... Este es mi único tesoro.
Hermana querida..., comprende que para amar a Jesús..., cuanto más débil se es, sin deseos ni virtudes, más cerca se está de las operaciones de este Amor consumidor y transformante... Con el solo deseo de ser víctima ya basta; pero es necesario aceptar ser siempre pobres y sin fuerzas, y eso es precisamente lo difícil, pues «al verdadero pobre de espíritu ¿quién lo encontrará? Hay que buscarle muy lejos», dijo el salmista... No dijo que hay que buscarlo entre las almas grandes, sino «muy lejos», es decir, en la bajeza, en la nada...
Mantengámonos, pues, muy lejos de todo lo que brilla, amemos nuestra pequeñez, deseemos no sentir nada. Entonces seremos pobres de espíritu y Jesús irá a buscarnos, por lejos que nos encontremos, y nos transformará en llamas de amor... ¡Ay, cómo quisiera hacerte comprender lo que yo siento...! La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al amor... El temor ¿no conduce a la justicia...?
Ya que sabemos el camino, corramos juntas. Sí, siento que Jesús quiere concedernos las mismas gracias a las dos, que quiere darnos gratuitamente su cielo.
ESPERANZA
Tenemos derecho a la esperanza en los tiempos que corren? Cuando las cifras de inmigrantes ahogados en el Mediterráneo o muertos de inanición en el desierto no hacen sino crecer; cuando un incendio en Bangladesh con decenas de muertos, revela los fundamentos oscuros de nuestro capitalismo global; cuando las cifras de familias sin ningún tipo de ingreso y las de los parados de larga duración no paran de crecer; cuando en nuestro país a la noticia de un caso de corrupción en sigue otra, sin que ni lo podamos digerir; cuando el mundo los conflictos lejos de solucionarse de manera pacífica se suceden generando multitud de refugiados y desplazados ... ¿Qué sentido tiene hablar ahora de esperanza? Y sin embargo por la fe confesamos un Dios que se hace hombre y que hace suyas todas sus tristezas y alegrías. Y sin embargo por la fe confesamos que efectivamente, otro mundo es posible, y que en la tarea de construirlo nos encontraremos muchos más de los que creemos. La esperanza parece dormida pero es brasa bajo la ceniza que sigue calentando en medio de este invierno.
Renuncia a todo lo que se ama
Lucas 14, 25-33. Tiempo Ordinario. Veamos cómo podemos transformar y dar sentido a nuestros pequeños dolores cotidianos.
Del santo Evangelio según san Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; Él se volvió y les dijo: Si alguno viene donde mí y no pospone a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar." O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y delibera si con 10 mil puede salir al paso del que viene contra él con 20 mil? Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. Pes, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.
Oración introductoria
Ven, Espíritu Santo, dame tu gracia para saber renunciar a todo lo que pueda distraer mi oración, porque quiero seguirte y vivir centrado en Ti, trabajar por Ti, sufrir por Ti, gozar por Ti, amar por Ti y buscarte en todo y siempre.
Petición
Jesús, dame un amor ardiente y personal a tu Divino Corazón para que nada, ni nadie, sea más importante en mi vida.
Meditación del Papa Francisco
Jesús dice a sus discípulos: "El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y venga conmigo". Este es el estilo cristiano porque Jesús ha recorrido antes este camino. Nosotros no podemos pensar la vida cristiana fuera de este camino. Siempre está este camino que Él ha hecho antes: el camino de la humildad, el camino también de la humillación, de negarse a uno mismo y después resurgir de nuevo. Este es el camino. El estilo cristiano, sin cruz no es cristiano, y si la cruz es una cruz sin Jesús, no es cristiana. El estilo cristiano toma la cruz con Jesús y va adelante. No sin cruz, no sin Jesús.
Jesús ha dado el ejemplo y aún siendo igual a Dios, se humilló a sí mismo, y se ha hecho siervo por nosotros. Este estilo nos salvará, nos dará alegría y nos hará fecundos, porque este camino de renegarse a sí mismo es para dar vida, es contra el camino del egoísmo, de estar apegado a todos los bienes solo para mí... Este camino está abierto a los otros, porque ese camino que ha hecho Jesús, de anulamiento, ese camino ha sido para dar vida. (Cf. S.S. Francisco, 6 de marzo de 2014, homilía en Santa Marta).
Reflexión
"El que no toma su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo". La liturgia de hoy, nos ofrece un pasaje evangélico que constituye una de las columnas del cristianismo. La cruz. Aunque hoy en día se tiende a hablar cada vez menos del dolor y del sufrimiento, no por ello deja de estar presente en nuestras vidas. El dolor en sí mismo es un misterio. Es duro y, humanamente, repugnante. Sin embargo, es transformable.
Alfred de Musset afirma que: «Nada nos hace tan grandes como un gran dolor». O, como escribió Luis Rosales: «Los hombres que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir». No se trata de endulzar la cruz o de convertirla en una carga "light". Se trata de descubrir su valor cristiano y de darle un sentido. Sí, el auténtico cristianismo es exigente.
Jesús, no fue hacia el dolor como quien va hacia un paraíso. Se dedicó a aliviar el dolor en los demás; y el dolor de la pasión lo hizo temblar de miedo, cuando pidió al Padre que le librara de él; pero lo asumió, porque era necesario, porque era la voluntad de su Padre. Así, convirtió el dolor en redención, en fecundidad y en alegría interior. Quien de verdad quiera ser discípulo de Cristo (eso significa ser cristiano), ha de despojarse de todos sus bienes. Sólo así, seremos dignos de Él y encontraremos la paz y la felicidad que sólo Él puede darnos. Y nadie nos la podrá arrancar.
Revisemos nuestras vidas y veamos cómo podemos transformar y dar sentido a nuestros pequeños dolores cotidianos. Veamos qué nos queda por entregar de todos nuestros bienes y sigamos el ejemplo de Jesús, que desde el Huerto de Getsemaní, se convirtió en el gran profesional de la cruz, fuente de salvación y de realización para todos los hombres. Cristo murió, es cierto. Pero, lo hizo para resucitar, para devolvernos la vida. Nuestra fe, nuestra religión es la de una Persona viva que, paso a paso, camina a nuestro lado, enseñándonos el mejor modo de vivir.
Propósito
Dejar «eso» que me está apartando de ser un auténtico discípulo y misionero de Cristo.
Diálogo con Cristo
Jesús, gracias por este momento de oración. Aumenta mi fe para poder seguir el camino que me propones. Quiero ser tu discípulo, abrazar, por amor a Ti, los problemas y el sufrimiento que pueda encontrar el día de hoy, sabiendo que Tú estás conmigo y que todo tiene valor y recompensa, si es hecho por amor a Dios y a los demás.
No le tengas miedo a Dios
Nos asegura que nuestra vida es preciosa y que ni un pelo de nuestra cabeza se nos caerá sin su permiso. ¿De qué tener miedo?
Cristo aparece en el Evangelio como el gran exorcista del miedo. Se hace hombre para librarnos de él. Nos enseña con el ejemplo de su vida, luminosa y sin angustias. Nos asegura que nuestra vida es preciosa a los ojos del Padre y que ni un pelo de nuestra cabeza se nos caerá sin su permiso. ¿De qué tener miedo, entonces? ¿Del mundo? El lo ha vencido (Jn 16, 23). ¿A quiénes temer? ¿A los que matan, hieren, injurian o roban? Tranquilos: no tienen poder para más; al alma ningún daño le hacen (Mt 10, 28). ¿Al demonio? Cristo nos ha hecho fuertes para resistirle (1 Pe 5, 8) ¿Quizás al lujurioso o al déspota latente en cada uno de nosotros? Contamos con la fuerza de la gracia de Cristo, directamente proporcional a nuestra miseria (2 Cor 12, 10).
En el pasaje en el que camina sobre agua, Cristo avanza un paso más: tampoco debemos tenerle miedo a Dios.
Jesús se acercó caminando sobre las aguas a la barca de los discípulos. ¿Para darles un susto o con la intención de asombrarles? No. Se proponía solamente manifestarles su poder, la fuerza sobrenatural del Maestro al que estaban siguiendo.
Pero su milagro, en vez de suscitar una confianza ciega en el poderoso amigo, provoca los gritos de los aterrados apóstoles. Es un fantasma -decían temblando y corriendo seguramente al extremo de la barca-.
San Pedro es el único que domina su papel. Escucha la voz de Cristo: Soy yo, no temáis, comprende y aprovecha para proponerle un reto inaudito: caminar él también sobre las aguas. Y de lejos, traída por el fuerte viento, le llega claramente la inesperada respuesta: Ven.
Muy similar a aquella que todos los cristianos escuchamos en algunos momentos de nuestra vida. Después de haber conocido un poco a Cristo -aun entre brumas-, comenzamos a seguirle y, de repente, recibimos boquiabiertos la invitación de Cristo: Ven.
Ven: sé consecuente, sé fiel a esa fe que profesas.
Ven: el mundo está esperando tu testimonio de profesional cristiano.
Ven: tu hermano necesita tu ayuda, tu tiempo... tu dinero.
Ven: tus conocidos desean, aunque no te lo pidan, que les des razón de tu fe, de tu alegría.
Y la petición de Cristo sobrepasa, como en el caso de Pedro, nuestra capacidad. No vemos claramente la figura de Cristo. O dirigimos la mirada hacia otro sitio. El viento sopla. Las dificultades se agigantan... y estamos a punto de hundirnos o de regresar a la barca. Sentimos miedo de Cristo.
¡Miedo de Cristo! Sin atrevernos a confesarlo abiertamente, ¿cuántas veces no lo hemos sentido?
¡Miedo de Cristo! Esa sensación de quererse entregar pero sin abandonarse por temor al futuro...
¡Miedo de Cristo! Ese temor a afrontar con generosidad mi pequeña cruz de cada día.
¡Miedo de Cristo! Esa fuente de desazón y de intranquilidad porque, claro, el tiempo pasa, y ni realizo los planes de Dios ni llevo a cabo los míos.
¿Cómo se explica ese miedo de Dios? ¿Dónde puede estar nuestra vida y nuestro futuro más seguros que en sus manos? ¿Es que la Bondad anda maquinándonos el mal cuando nos pide algo? ¿Es que Él no es un Padre? ¿Por qué, entonces, le tememos? ¿De dónde proviene ese miedo?
Sólo hay una respuesta: de nosotros mismos. El miedo no es a Dios. Es a perdernos, a morir en el surco. Amamos mucho la piel como para desgarrarla toda en el seguimiento completo de Cristo.
Y Cristo no es fácil. Duro para los amigos de la vida cómoda y para quienes no entienden las duras paradojas del Evangelio: morir para vivir, perder la vida para ganarla, salir de sí mismo para encontrarse.
No todos lo entienden. Se requiere sencillez, apertura de espíritu y, como Pedro, pedir ayuda a Cristo.
Quiero confiar en Ti, Señor, para estar seguro de que en Ti encontraré la plenitud y felicidad que tanto anhelo. Deseo esperar en Ti, estar cierto de que en Ti hallaré la fuerza para llegar hasta el final del camino, a pesar de todas las dificultades. Aumenta mi confianza para que esté convencido de que Tú nunca me dejarás si yo no me aparto de Ti.
Zacarías e Isabel, Santos
Padres de Juan el Bautista, 5 de noviembre y 23 de septiembre
Padres de Juan el Bautista
Martirologio Romano: Conmemoración de los santos Zacarías e Isabel, padres de san Juan Bautista, Precursor del Señor. Isabel, al recibir a su pariente María en su casa, llena de Espíritu Santo saludó a la Madre del Señor como bendita entre todas las mujeres, y Zacarías, sacerdote lleno de espíritu profético, ante el hijo nacido alabó a Dios redentor y predicó la próxima aparición de Cristo, Sol de Oriente, que procede de lo Alto.
La alabanza más sintética, autorizada y profunda que se ha dicho de este matrimonio es que "ambos eran justos ante Dios". Fue nada menos que el evangelista san Lucas quien la hizo.
Se sabe que él era sacerdote del templo de Jerusalén y que su esposa Isabel era pariente —puede ser que prima— de la Virgen María. Se sabe, también por el testimonio evangélico y por sus propias palabras, que eran ya mayores y que no habían logrado tener descendencia por más deseada que fuera.
Un día, cumple Zacarías el oficio sacerdotal y, mientras ofrece el incienso, ve un ángel —se llama Gabriel— que le dice: "Tu oración ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo al que pondrás por nombre Juan".
Aunque Zacarías es un hombre piadoso y de fe, no da crédito a lo que está pasando. Cierto que los milagros son posibles y que Dios es el Todopoderoso, cierto que se cuenta en la historia un repertorio extenso de intervenciones divinas, cierto que conoce obras portentosas del Dios de Israel, pero que "esto" de tener el hijo tan deseado le pueda pasar a él y que su buena esposa "ahora" que es anciana pueda concebir un hijo... en estas circunstancias... vamos que no se lo cree del todo por más que a un ángel no se le vea todos los días.
El castigo por la debilidad de su fe será la mudez hasta que lo prometido de parte de Dios se cumpla. Cuando nace Juan —el futuro Bautista— Zacarías recupera el habla, bendice a Dios y entona un canto de júbilo, profetizando. También Isabel prorrumpió en una exclamación sublime —que repetimos al rezar cada Avemaría— cuando estaba encinta y fue visitada por la Virgen: "Bendita tú entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre". Añadiendo: "¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte de Dios!".
Con Zacarías e Isabel la fe es aclamada con exultación y reconocida en su inseparable oscuridad.
En algunos santorales su celebración está marcada para el 23 de septiembre, en otros el 5 de noviembre.
Francisco, durante la audiencia de hoy
El Papa apuesta por "la colegialidad" para "poner atención al hombre y los signos de los tiempos"
"Hay obispos que hacen todo lo posible por llegar, y cuando lo hacen se pavonean, viven únicamente para su vanidad"
Francisco denunció las "guerras fratricidas y la violencia", y recordó la necesidad de orar por la paz
Jesús Bastante, 05 de noviembre de 2014 a las 10:23
- "Los obispos y el Papa no están divididos en partidos políticos"
- Francisco: "Los primeros obispos tenían la tentación de hacer carrera"
No habrá una Iglesia sana, si fieles, presbíteros y diáconos no están unidos al obispo. Una Iglesia que no está unida al obispo, es una iglesia enferma
(Jesús Bastante).- "El Episcopado es un servicio, no un puesto para mandar". Francisco arremetió durante la audiencia de este miércoles contra los obispos que "hacen todo lo posible por llegar" a su puesto y que, "cuando lo hacen, no valen, se pavonean, viven únicamente para su vanidad".
En una mañana donde el viento -¿del Espíritu?- sopló con fuerza, Bergoglio recordó a los prelados -"¿lo estáis oyendo?", dijo a los que le acompañaban- que "ser obispo significa tener siempre delante el ejemplo de Jesús, que como buen pastor, ha venido no para ser servido, sino para servir, y para dar su vida por los demás".
"¡Ven acá, no llores, no llores! ¿Ves, no pasa nada?". El Papa Francisco tomó entre sus brazos a un pequeño que no paraba de gemir. El beso del Papa le tranquilizó. No así a un grupo de adolescentes que animaban a Bergoglio, desde la plaza de San Pedro, como si de una estrella de rock se tratara. "¡Francisco, I love you!", dijeron varias. El jeep descubierto se paró en la mañana fría de San Pedro, y el Papa les contestó: "Y yo a ustedes".
Es innegable la conexión entre este Papa y los jóvenes, entre el Papa y un grueso número de fieles que, cada miércoles y domingo, llueva, sople el viento o luzca el sol, se acercan para escuchar al pontífice venido del confín del mundo. Una muestra de que el mensaje de Jesús sigue de moda en un mundo aparentemente descristianizado.
La lectura de hoy giró en torno a la necesidad de que el obispo sea honesto, hospitalario y amigo del bien, sensato y justo. No amante de los lujos o del vino, según decía la carta de San Pablo a Tito. Obispos irreprensibles como administradores puestos por Dios. Una llamada de atención que Francisco se encargó de convertir en aldabonazo a la conciencia de los responsables eclesiásticos.
El Papa se dirigió a los obispos que estaban a su lado. Los miró y sonriendo les dijo: "¿Lo habéis escuchado?" "Somos pecadores pero os pedimos que recéis por nosotros para que al menos nos parezcamos a aquello que nos pide San Pablo, ¿de acuerdo?"
"Cristo no deja de suscitar los ministerios para edificar la comunidad cristiana como su Cuerpo. Entre estos ministerios, se distingue el episcopal: el obispo, ayudado de los presbíteros y los diáconos, es Cristo mismo que se hace presente y continúa construyendo su Iglesia, asegurando su protección", apuntó el Papa, quien reclamó la importancia de la"Santa Madre Iglesia jerárquica", a través de la cual "la Iglesia ejerce su maternidad".
"Jesús envió a los apóstoles a anunciar el Evangelio", señaló el Papa, apuntando que "los obispos y sus sucesores están puestos al frente de la comunidad cristiana, como garantes de la fe y signo vivo de la presencia del Señor en medio de ellos".
"No se trata de una posición de prestigio, de un cargo honorífico. El obispo no es una autoridad, es un servicio, porque así lo quiso Jesús" recordó el Papa, quien pidió descartar "la mentalidad humana que habla de la carrera eclesiástica. No, no debe ser así. El episcopado es un servicio, no un cargo para mandar".
"Ser obispo significa tener siempre delante el ejemplo de Jesús, que como buen pastor, ha venido no para ser servido, sino para servir, y para dar su vida por los demás", añadió Francisco, quien recordó a los obispos que han de acoger su ministerio "en obediencia, no para elevarse sobre los demás, si no para rebajarse, como Jesús, que se humilló hasta el final haciéndose obediente hasta la muerte en cruz".
"Es muy triste cuando se ve un hombre que quiere este oficio, que hace todo lo posible por llegar a ser obispos, y cuando llega no vale, se pavonea, vive únicamente por su vanidad", denunció el Papa, arrancando la ovación de los fieles.
"Jesús no quiso separar a unos apóstoles de otros, sino para que estén unidos como una sola familia", pues "los obispos constituyen un único colegio, en torno al Papa, que es custodio y garante de la comunión". Una comunión que se vive "en colegialidad", para "hacerse mucho más servidores de los fieles y de la Iglesia. Así lo hemos experimentado en la Asamblea del Sínodo sobre la Familia", apuntó Bergoglio, quien recordó cómo "aun viviendo en culturas y sensibilidades diferentes, todos los obispos se han de poner en escucha del Señor y del Espíritu, poniendo atención al hombre y a los signos de los tiempos". "No habrá una Iglesia sana, si fieles, presbíteros y diáconos no están unidos al obispo. Una Iglesia que no está unida al obispo, es una iglesia enferma", concluyó el Papa.
En su saludo a los fieles en árabe, Francisco denunció las "guerras fratricidas y la violencia", y recordó la vigilia de oración por la paz. En italiano, anunció que el 21 de junio del año próximo viajará a Turín para venerar la sagrada Sindone y honrar a San Juan Bosco.
Saludo del Papa en castellano:
Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis de hoy consideraremos la dimensión jerárquica de la Iglesia. Mediante los ministerios, Cristo edifica la Iglesia como su cuerpo. De entre ellos destaca el ministerio episcopal, a través del cual el Señor se hace presente en su Iglesia, la guía y la cuida. En la persona y el ministerio del Obispo se expresa la maternidad de la Iglesia, que nos engendra, alimenta y conforta con los sacramentos. Como sucesores de los Apóstoles, también los obispos son enviados a anunciar el Evangelio y apacentar el rebaño de Cristo. No se trata, por tanto, de un cargo honorífico, sino de un servicio que se ha de realizar siguiendo el ejemplo de Jesús, el Buen Pastor. Por otra parte, al igual que Jesús llamó y pensó en los Apóstoles no por separado sino unidos en torno a él, como una familia, también los obispos constituyen un único colegio, reunido en torno al Papa, que es el custodio y garante de la comunión entre ellos. Así, todos los obispos repartidos por el mundo se sienten unidos a los demás, y son expresión visible del vínculo íntimo que une sus respectivas comunidades en la única Iglesia de Cristo.
***
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, Puerto Rico, Venezuela, Chile y otros países latinoamericanos. Invito a todos a agradecer al Señor el servicio de los obispos en la Iglesia, acompañándolos con el afecto y la oración. Muchas gracias y que Dios los bendiga.