VIERNES SANTO 2019

La mirada

Santo Evangelio según San Juan 18,1-19,42. Viernes Santo

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús mío, permíteme unirme nuevamente a los padecimientos de tu cruz, para que te busque a Ti por encima de mis dolencias y pesares de modo que, ante tu cruz, desaparezca todo dolor, toda pena, toda aflicción, y permanezca solo el amor a Ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 18,1-19,42

Apresaron a Jesús y lo ataron
En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos.

Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas.

Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo: "¿A quién buscan?". Le contestaron: "A Jesús, el nazareno". Les dijo Jesús: "Yo soy". Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles "Yo soy", retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar: "¿A quién buscan?". Ellos dijeron: "A Jesús, el nazareno". Jesús contestó: "Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan". Así se cumplió lo que Jesús había dicho: 'No he perdido a ninguno de los que me diste'.

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: "Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?".

Llevaron a Jesús primero ante Anás.
El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: 'Conviene que muera un solo hombre por el pueblo'.

Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: "¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?". Él dijo: "No lo soy". Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó: "Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho".

Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús, diciéndole: "¿Así contestas al sumo sacerdote?". Jesús le respondió: "Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?". Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

¿No eres tú también uno de los discípulos? No lo soy.
Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: "¿No eres tú también uno de sus discípulos?". Él lo negó diciendo: "No lo soy". Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: "¿Qué no te vi yo con él en el huerto?". Pedro volvió a negarlo y enseguida cantó un gallo.

Mi Reino no es de este mundo.
Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua.

Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo: "¿De qué acusan a este hombre?". Le contestaron: "Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos traído". Pilato les dijo: "Pues llévenselo y júzguenlo según su ley". Los judíos le respondieron: "No estamos autorizados a dar muerte a nadie". Así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.

Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres Tú el rey de los judíos?". Jesús le contestó: "¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?". Pilato le respondió: "¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?".

Jesús le contestó: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí".

Pilato le dijo: "¿Con que tú eres rey?". Jesús le contestó: "Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz". Pilato le dijo: "¿Y qué es la verdad?".

Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo: "No encuentro en él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?".

Pero todos ellos gritaron: "¡No, a ése no! ¡A Barrabás!" (El tal Barrabás era un bandido).

¡Viva el rey de los judíos!
Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar.

Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura, y acercándose a él, le decían: "¡Viva el rey de los judíos!", y le daban de bofetadas.

Pilato salió otra vez y les dijo: "Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en él ninguna culpa". Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: "Aquí está el hombre". Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores gritaron: "¡Crucifícalo, crucifícalo!". Pilato les dijo: "Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en él". Los judíos le contestaron: "Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios".

Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: "¿De dónde eres tú?". Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces: "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?".

Jesús le contestó: "No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor".

¡Fuera, fuera! Crucifícalo.
Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: "¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César!; porque todo el que pretende ser rey, es enemigo del César". Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: "Aquí tienen a su rey".

Ellos gritaron: "¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "¿A su rey voy a crucificar?". Contestaron los sumos sacerdotes: "No tenemos más rey que el César". Entonces se los entregó para que lo crucificaran.

Crucificaron a Jesús y con él a otros dos.
Tomaron a Jesús y él, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado "la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús.

Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo encima de la cruz; en él estaba escrito: 'Jesús el nazareno, el rey de los judíos'. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: "No escribas: 'El rey de los judíos', sino: 'Este ha dicho: Soy rey de los judíos' ”. Pilato les contestó: "Lo escrito, escrito está".

Se repartieron mi ropa.
Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: "No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca". Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Y eso hicieron los soldados.

Ahí está tu hijo – Ahí está tu madre.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: "Mujer, ahí está tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Ahí está tu madre". Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Todo está cumplido.

Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: "Tengo sed". Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: "Todo está cumplido", e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.

Inmediatamente salió sangre y agua.
Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.

El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
Vendaron el cuerpo de Jesús y lo perfumaron.

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.

Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se acostumbra enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la preparación de la Pascua y el sepulcro estaba cerca, allí pusieron a Jesús.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

A lo largo de todo este Evangelio, el Señor nos presenta graves escenas, en las cuales nos muestra diferentes miradas.

Primero: Jesús mira a quienes le vienen a apresar, está viendo cada una de las veces en que he pecado y busco callar mi conciencia que aún me quiere susurrar una palabra; es inútil, todos los intentos por hacerme recapacitar no funcionan. Hoy llega Jesús y me dice: “¿A quién buscas?” (Una breve pausa para rezar)

La segunda mirada no la narra este evangelio, pero sabemos que san Pedro negó a su Señor cuando él mismo dijo que quería darle todo, e incluso dar la vida por Él. Me mira con pasión, una mirada que, tras haber reconocido mi pecado, soy capaz de decir que es su amor el que me perdona. ¿Estoy dispuesto a perdonarme? (Una breve pausa para rezar)

La tercer mirada la deja el Señor al discípulo amado y a María, a su hijo y a su madre, a la florecilla recién plantada y al rosal lleno de flores, el luto del hijo y el luto de la madre…Es el momento dramático de todo hombre, el punto clave de toda persona, todas las preguntas que de toda la eternidad se hace el hombre se responden aquí, el sentido de la vida, del sufrimiento, el dolor inocente, la misma existencia… Es la madre y el hijo que no se atreven a sufrir al ver tanto sufrimiento y que nos dicen: “Aquí están nuestras cruces, el dolor no se encierra en uno, se dona, y es mínimo cuando uno se refugia en el amor mismo”. Madre mía, ¿quién será capaz de pensar en su dolor cuando se ve el tuyo? (Una breve pausa para rezar)

La cuarta mirada es la mía, viendo al que apresé, al que negué, al que me ama, al traspasado. ¿Creo realmente, miro con amor a los demás, proclamo su nombre, lo llevo a los demás?

«Amigos: Cada uno de nosotros es mucho más que los rótulos que nos ponen, es mucho más que los adjetivos que nos quieren poner, es mucho más de la condena que nos impusieron. Y así Jesús nos enseña y nos lo invita a creer. La mirada de Jesús nos desafía a pedir y buscar ayuda para transitar los caminos de la superación. Hay veces que la murmuración parece ganar, pero no la crean, no la escuchen. Busquen y escuchen las voces que impulsan a mirar hacia delante y no las que los tiran abajo. Escuchen las voces que le abren la ventana y le hacen ver el horizonte: “Sí, pero está lejos”. “Pero vas a poder. Míralo bien y vas a poder”. A cada vez que viene la polilla con el “no vas a poder”, vos contéstale desde adentro: “Voy a poder”, y miren el horizonte. La alegría y la esperanza del cristiano ?de todos nosotros, y también del Papa? nace de haber experimentado alguna vez esta mirada de Dios que nos dice: “ustedes son parte de mi familia y no te puedo dejar a la intemperie”, eso es lo que nos dice Dios a cada uno, porque Dios es Padre: “ustedes son parte de mi familia y no te voy a dejar a la intemperie, no te voy a dejar tirado en la cuneta, no, no puedo perderte en el camino ?nos dice Dios, a cada uno, con nombre y apellido?, yo estoy aquí contigo”.»

(S.S. Francisco, Liturgia penitencial, 25 de enero de 2019).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Mirar como Cristo, de manera especial, a mi familia; ver cómo me han mirado con amor y proponerme pedir perdón por las veces que los miré como san Pedro o como los soldados.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Hoy un día de recogimiento, de acompañar a Jesús en su dolor

Viernes santo. Nuestra oración de hoy ha de ser de contemplación, de agradecimiento, de intimidad.

Por: San Juan Pablo II | Fuente: www.la-oracion.com 

Hoy es un día de recogimiento, de acompañar a Jesús en su dolor, en su sufrimiento, en su muerte. Hoy le acompañamos en su juicio ante Pilato, en la flagelación y coronación de espinas, en su camino al Calvario y en lacruz. Nuestra oración de hoy ha de ser de contemplación, de agradecimiento, de intimidad.

“ ¡Adorámoste, Cristo Jesús!
Te adoramos, nos ponemos de rodillas.
No hallamos palabras ni gestos suficientes
para expresarte la veneración,
con la que nos sentimos
compenetrados ante tu cruz;
con la que nos sentimos
compenetrados ante tu humillación
hasta la muerte;
con la que nos sentimos
compenetrados ante el don de la redención,
ofrecido a toda la humanidad
—a todos y a cada uno—
mediante la sumisión total e incondicionada
de tu voluntad a la voluntad del Padre.

"Porque, amó tanto Dios al mundo que le dio su unigénito Hijo" (Jn 3, 16).

Y el Hijo. Cristo Jesús, "a pesar de tener la forma de Dios, no reputó como botín (codiciable) ser igual a Dios; antes... tomando la forma de siervo... se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz..." (Flp 2, 6-8).

Por esto precisamente se ha convertido en el Señor de nuestras almas: Redentor del mundo. Y precisamente por esto nos ha revelado hasta lo último el amor de Dios al hombre: el amor del Padre. Lo ha revelado en Sí mismo: en Sí, obediente hasta la muerte. Lo ha revelado, asumiendo la condición de siervo: de aquel Siervo de Yavé ya anunciado por Isaías:

«El soportó nuestros sufrimientos  y cargó nuestros dolores,  mientras que nosotros le tuvimos por castigado,  herido por Dios y abatido.  Fue traspasado por nuestras iniquidades  y molido por nuestros pecados.  El castigo de nuestra paz fue sobre él,  y en sus llagas hemos sido curados.  Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su camino,  y Yavé cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros.

»Maltratado, mas él se sometió,  no abrió la boca,  como cordero llevado al matadero,  como oveja muda ante los trasquiladores.  Por la fatiga de su alma verá  y se saciará de su conocimiento.  El Justo, mi Siervo, justificará a muchos  y cargará con las iniquidades de ellos. Por eso Yo le daré por parte suya muchedumbres,  y dividirá la presa con los poderosos  por haberse entregado a la muerte  y haber sido contado entre los pecadores,  llevando sobre Sí los pecados de muchos  e intercediendo por los pecadores» (Is 53, 4-7. 11-12).”

ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II AL FINAL DEL VÍA CRUCIS EN EL COLISEO,

Viernes Santo, 17 de abril de 1981. Texto completo

Viernes Santo

Día en que crucificaron a Cristo en el Calvario. Cómo rezar el Via Crucis. La Virgen de la Soledad

En este día recordamos cuando Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. El sacerdote lee la pasión de Cristo en la liturgia de la Adoración a la cruz. Ese día no se celebra la Santa Misa.

En las iglesias, las imágenes se cubren con una tela morada al igual que el crucifijo y el sagrario está abierto en señal de que Jesús no está.

El color morado en la liturgia de la Iglesia significa luto. Se viste de negro la imagen de la Virgen en señal de luto por la muerte de su Hijo.

Podemos recordar leyendo el Evangelio de San Juan, capítulo 18, versículos 1-19, 42.

¿Cómo podemos vivir este día? 

Este día manda la Iglesia guardar el ayuno y la abstinencia.
Se acostumbra rezar el Vía Crucis y meditar en las Siete Palabras de Jesús en la cruz.

Se participa en la Liturgia de Adoración a la Cruz con mucho amor, respeto y devoción.

Se trata de acompañar a Jesús en su sufrimiento.
A las tres de la tarde, recordamos la crucifixión de Jesús rezando el Credo.

¿Cómo se reza un Via Crucis?

Esta costumbre viene desde finales del siglo V, cuando los cristianos en Jerusalén, se reunían por la mañana del Viernes Santo a venerar la cruz de Jesús. Volvían a reunirse al empezar la tarde para escuchar la lectura de la Pasión.

El Via Crucis es una manera de recordar la pasión de Jesús y de revivir con Él y acompañarlo en los sufrimientos que tuvo en el camino al Calvario.

Se divide en catorce estaciones que narran, paso a paso, la Pasión de Cristo desde que es condenado a muerte hasta que es colocado en el sepulcro.

El Via Crucis se reza caminando en procesión, como simbolismo del camino que tuvo que recorrer Jesús hasta el Monte Calvario. Hasta adelante, alguno de los participantes lleva una cruz grande y es el que preside la procesión. Se hacen paradas a lo largo del camino para reflexionar en cada una de las estaciones, mediante alguna lectura específica.

Si se desea, después de escuchar con atención la estación que se medita y al final de cada una, se puede rezar un Padrenuestro, mientras se camina hasta la siguiente estación. El que lleva la cruz, se la puede pasar a otra persona.

Via Crucis para jovenes

1.- Jesús es condenado a muerte

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Mi buen Jesús, te han condenado a muerte. ¿Estás triste? ¿ Estás asustado?
En tu lugar yo me sentiría así. Yo quiero quedarme junto a ti para que no te sientas sólo.
Ayúdame, Jesús, a tener fuerzas para quedarme junto a ti.

2.- Jesús es cargado con la cruz

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Jesús mío, te han cargado con la cruz. La veo muy grande y seguramente te pesa mucho. Yo quiero ayudarte.

Dios mío, ayúdame a portarme muy bien y así ayudar a Jesús, tu Hijo, para que la cruz le pese un poco menos este Viernes Santo.

3.- Jesús cae por primera vez

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Te has lastimado, mi buen Jesús, pero te vuelves a levantar. Sabes que debes seguir adelante. Yo quiero seguir contigo.
Dios mío, dame fuerzas para levantarme cuando me caiga y así seguir adelante, como lo hizo Jesús.

4.- Jesús encuentra a María.

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

María, ves pasar a tu Hijo y te duele mucho verlo así. Te duele más que a todos nosotros. Pero tú confías en Dios y Él te hace fuerte y mantiene viva tu esperanza en la resurrección.

María, déjame estar contigo acompañándote y ayúdame a parecerme cada día más a ti.

5.- Jesús es ayudado por el Cireneo

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

El Cireneo te ayuda a cargar la cruz. Yo también quiero ayudarte cada vez que te vea cansado.

Dios mío, ayúdame a ser generoso y servicial. En mi casa, en la escuela y en todo lugar para así parecerme al Cireneo y ayudar a tu Hijo a cargar la cruz.

6.- La Verónica enjuga el rostro de Jesús

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.

Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Una mujer se ha acercado a ti, mi buen Jesús y te ha limpiado la cara. Tú la miras con mucho amor. Así quieres que tratemos a nuestros semejantes.

Dios mío, así como la Verónica se acercó con tu Hijo, yo también quiero hacerlo con mis hermanos.

7.- Jesús cae por segunda vez

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Otra vez te has caído, mi buen Jesús. Es que el camino es muy largo y difícil. Pero nuevamente tú te has levantado. Tú sabes que es necesario levantarse y seguir adelante hasta el final.

Jesús, ayúdame a levantarme igual que tú, para poder seguir adelante en mi camino hacia ti.

8.- Jesús consuela a las santas mujeres

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Hay unas mujeres en el camino del calvario y tú te has detenido a saludarlas. Es tan grande tu corazón que las consuelas, en lugar de recibirlo. Quieres darles la esperanza de la Resurrección.

Dios mío, ayúdame a tener el corazón tan grande como el de tu Hijo Jesús, para ayudar siempre a mis hermanos.

9.- Jesús cae por tercera vez

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Una vez más, mi buen Jesús, una vez más has caído. Y una vez más te has levantado. Tú sabes que es necesario llegar hasta el final para así poder salvarnos del pecado.

Gracias, mi buen Jesús, porque te levantaste y así me salvaste. Ayúdame a mí a levantarme cada vez que me caiga.

10.- Jesús es despojado de sus vestidura

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Mi buen Jesús. Te quitan la única túnica que tienes y los soldados la juegan a los dados. Vas a morir pobre, como también naciste pobre. Pero tú nos dijiste una vez que tu Reino no es de éste mundo, y son las puertas del cielo las que quieres abrir para nosotros.

Gracias, mi buen Jesús, gracias por querer salvarme.

11.- Jesús es clavado en la cruz

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Has llegado a la parte alta del monte, mi buen Jesús. Y te clavaron en la cruz como si fueras el peor de los ladrones. Pero tú sabes perdonar a quienes lo hicieron. Y también nos perdonas nuestras faltas.

Jesús mío, también perdóname a mí. Yo te quiero mucho y no me gusta verte así.

12.- Jesús muere la cruz

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Mi buen Jesús, viniste al mundo a salvarnos y ahora lo has logrado. Con tu muerte en la cruz, con tu obediencia a tu Padre nos has abierto las puertas del cielo.

Gracias, mi buen Jesús, gracias. Ahora ayúdame para que yo me gane el Cielo.

13.- Jesús es bajado de la cruz

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

María, tu Madre, te detiene entre sus brazos. Está muy triste, pero sigue confiando en Dios. Ella sabe que este no es el final.

María, tú te convertiste en mi Madre desde la cruz. Jesús nos ha querido hacer ese regalo.Ayúdame a estar muy cerca de ti y de tu hijo toda mi vida.

14.- Jesús es colocado en el sepulcro

Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Ahora todo ha terminado. La gente vuelve a su casa. Pero a nosotros nos queda la esperanza de la resurrección.

Sabemos que tú vivirás siempre. En el Cielo, en el Sagrario y también en nuestro corazón.
Ayúdame, mi buen Jesús, ayúdame a resucitar contigo cada día, y a vivir con la alegría de la resurrección.


Vía Crucis para niños

Primera estación: Jesús es condenado a muerte

Jesús mío, tu silencio me enseña a llevar las contradicciones con paciencia.

Padrenuestro.

Segunda estación: Jesús va cargado con la Cruz

Esta Cruz, ¡Jesús mío! Debiera ser mía; mis pecados te crucificaron. Padrenuestro.

Tercera estación: Jesús cae por primera vez bajo la Cruz

¡Jesús mío! Por esta primera caída, no me dejes caer en pecado mortal. Padrenuestro.

Cuarta estación: Jesús encuentra a su Madre

Que ningún afecto humano, ¡Jesús mío!, me impida seguir el camino de la cruz. Padrenuestro.

Quinta estación: Simón, el cirineo, ayuda a Jesús a llevar la cruz

Jesús, amigo mío, que yo acepte con resignación cualquier prueba que sea tu Voluntad enviarme. Padrenuestro.

Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús

Imprime, Jesús, tu sagrado rostro sobre mi corazón y concédeme que nunca lo borre el pecado. Padrenuestro.

Séptima estación: Jesús cae por segunda vez

Jesús mío, déjame ayudarte a levantarte, y cuando yo me caiga, me ayudas tú. Padrenuestro.

Octava estación: Jesús consuela a las santas mujeres

Mi mayor consuelo, ¡Jesús mío!, sería oírte decir: muchos pecados te son perdonados, porque has amado mucho. Padrenuestro.

Novena estación: Jesús cae por tercera vez

Jesús, cuando me sienta cansado en el camino de la vida, sé Tú mi apoyo y mi perseverancia en los trabajos. Padrenuestro.

Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

Despójame, Jesús, del afecto de las cosas terrenas y revísteme de la túnica del arrepentimiento y penitencia. Padrenuestro.

Undécima estación: Jesús es clavado en la cruz

Enséñame, amado Jesús mío, a perdonar las injurias y olvidarlas. Padrenuestro.

Duodécima estación: Jesús muere en la cruz

Ya estás en la agonía, Jesús mío, pero tu Sagrado Corazón late de amor por los pobres pecadores. Haz que te ame. Padrenuestro.

Décimo tercera estación: Jesús es bajado de la cruz

Tu cruz se ha quedado vacía y nosotros, tristes. Ayúdanos a saber esperar la alegría de la resurrección. Padrenuestro.

Décimo cuarta estación: Jesús es colocado en el sepulcro

Cuando yo, Jesús, te reciba en mi corazón en la sagrada Eucaristía, haz que halles digna morada, para Ti. Padrenuestro.

El sermón de las Siete Palabras

Esta devoción consiste en reflexionar en las últimas siete frases que pronunció Jesús en la cruz, antes de su muerte.

Primera Palabra

"Padre: Perdónalos porque no saben lo que hacen". (San Lucas 23, 24)

Jesús nos dejó una gran enseñanza con estas palabras, ya que a pesar de ser Dios, no se ocupó de probar su inocencia, ya que la verdad siempre prevalece. Nosotros debemos ocuparnos del juicio ante Dios y no del de los hombres. Jesús no pidió el perdón para Él porque no tenía pecado, lo pidió para quienes lo acusaron. Nosotros no somos nadie para juzgar. Dios nos ha perdonado grandes pecados, por lo que nosotros debemos perdonar a los demás. El perdonar ayuda a quitar el odio. El amor debe ganar al odio. La verdadera prueba del cristiano no consiste en cuánto ama a sus amigos, sino a sus enemigos. Perdonar a los enemigos es grandeza de alma, perdonar es prueba de amor.

Segunda Palabra

"Yo te aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso". (San Lucas 23,43)

Estas palabras nos enseñan la actitud que debemos tomar ante el dolor y el sufrimiento. La manera como reaccionemos ante el dolor depende de nuestra filosofía de vida. Dice un poeta que dos prisioneros miraron a través de los barrotes de su celda y uno vio lodo y otro vio estrellas. Estas son las actitudes que se encuentran manifestadas en los dos ladrones crucificados al lado de Jesús: uno no le dio sentido a su dolor y el otro sí lo hizo. Necesitamos espiritualizar el sufrimiento para ser mejores personas. Jesús en la cruz es una prueba de amor. El ladrón de la derecha, al ver a Jesús en la cruz comprende el valor del sufrimiento. El sufrimiento puede hacer un bien a otros y a nuestra alma. Nos acerca a Dios si le damos sentido.

Tercera Palabra

"Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre". (San Juan 19, 26-27)

La Virgen es proclamada Madre de todos los hombres.

El amor busca aligerar al que sufre y tomar sus dolores. Una madre cuando ama quiere tomar el dolor de las heridas de sus hijos. Jesús y María nos aman con un amor sin límites. María es Madre de cada uno de nosotros.

En Juan estamos representados cada uno de nosotros. María es el refugio de los pecadores. Ella entiende que somos pecadores.

Cuarta Palabra

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (San Marcos 15, 34)

Es una oración, un salmo. Es el hijo que habla con el Padre.
Estas palabras nos hacen pensar en el pecado de los hombres. El pecado es la muerte del alma. La bondad es el constante rechazo al pecado. El pecado es el abandono de Dios por parte del hombre. El hombre rechazó a Dios y Jesús experimentó esto.

Quinta Palabra

"¡Tengo sed!" (San Juan 19, 28)

La sed es un signo de vida. Tiene sed de dar vida y por eso muere.
Él tenía sed por las almas de los hombres. El Pastor estaba sólo, sin sus ovejas. Durante toda su vida Jesús había buscado almas. Los dolores del cuerpo no eran nada en comparación del dolor del alma. Que el hombre despreciara su amor le dolía profundamente en su corazón. Todo hombre necesita ser feliz y no se puede ser feliz sin Dios. La sed de todo hombre es la sed del amor.

Sexta Palabra

"Todo está consumado". (San Juan 19, 30)

Todo tiene sentido: Jesús por amor nos da su vida. Jesús cumplió con la voluntad de su Padre. Su misión terminaría con su muerte. El plan estaba realizado. Nuestro plan no está aún terminado, porque todavía no hemos salvado nuestras almas. Todo lo que hagamos debe estar dirigido a este fin. El sufrimiento, los tropiezos de la vida nos recuerdan que la felicidad completa solo la podremos alcanzar en el cielo. Aprendemos a morir muriendo a nosotros mismos, a nuestro orgullo, nuestra envidia, nuestra pereza, miles de veces cada día.

Séptima Palabra

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". (San Lucas 23, 46)

Jesús muere con serenidad, con paz, su oración es de confianza en Dios. Se abandona en las manos de su Padre.
Estas palabras nos hacen pensar que debemos de cuidar nuestra alma, no sólo nuestro cuerpo. Jesús entregó su cuerpo, pero no su alma. Devolvió su espíritu a su Padre no con grito de rebelión sino con un grito triunfante. Nadie nos puede quitar nuestro espíritu. Es importante recordar cual es nuestro destino en al vida para no equivocarnos de camino a seguir. Jesús nunca perdió de vista su meta a seguir. Sacrificó todo para alcanzarla. Lo más importante en la vida es la salvación de nuestras almas.

La Virgen de la Soledad 

Bajo el título de la Virgen de la Soledad, se venera a María en muchos lugares y se celebra el viernes santo.

El Viernes Santo se acompaña a María en la experiencia de recibir en brazos a su Hijo muerto con un sentido de condolencia. Se dice que se le va a dar el pésame a la Virgen, cuya imagen se viste de negro ese día, como señal de luto.

Acompañamos a María en su dolor profundo, el dolor de una madre que pierde a su Hijo amado. Ha presenciado la muerte más atroz e injusta que se haya realizado jamás, pero al mismo tiempo le alienta una gran esperanza sostenida por la fe. María vio a su hijo abandonado por los apóstoles temerosos, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.

María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no lo comprendamos.

Es Ella quien con su compañía, su fortaleza y su fe nos da fuerza en los momentos del dolor, en los sufrimientos diarios y pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de ella y comprendamos que en el dolor, somos más parecidos a Cristo y capaces de amarlo con mayor intensidad.

La imagen de la Virgen dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufrimientos.

Se le puede cantar a la Virgen la siguiente canción:

En el sufrimiento
supiste callar,
y junto a tu hijo
enseñas a amar.
Un Viernes Santo, con gran dolor,
sufre en silencio junto al redentor;
desde esa hora, hora de cruz,
es nuestra Madre, nos la dio Jesús.

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Evangelio según San Juan, capítulo 18, versículos del 1 al 19, 42

Viernes Santo

JESUS ES TOMADO PRESO

1. Después de hablar así, se fue Jesús acompañado de sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con ellos.
2. Y Judas, el que lo entregaba, conocía bien este lugar, porque Jesús y sus discípulos se habían reunido allí frecuentemente.
3. Judas, pues, tomando a la guardia y a los satélites de los sumos sacerdotes y de los fariseos, llegó allí con linternas y antorchas, y con armas.
4. Entonces Jesús, sabiendo todo lo que le había de acontecer se adelantó y les dijo: "¿A quién buscáis?"
5. Respondiéronle: "A Jesús el Nazareno". Les dijo: "Soy Yo". Judas, que lo entregaba, estaba allí con ellos.
6. No bien les hubo dicho: "Yo soy", retrocedieron y cayeron en tierra.
7. De nuevo les preguntó: "¿A quién buscáis?" Dijeron: "A Jesús de Nazaret".
8. Respondió Jesús: "Os he dicho que soy Yo. Por tanto si me buscáis a Mí, dejad ir a éstos";
9. para que se cumpliese la palabra, que Él había dicho: "De los que me diste, no perdí ninguno".
10. Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó e hirió a un siervo del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El nombre del siervo era Malco.
11. Mas Jesús dijo a Pedro: "Vuelve la espada a la vaina; ¿no he de beber el cáliz que me ha dado el Padre?".

JESUS ANTE ANAS Y CAIFAS. NEGACION DE PEDRO

12. Entonces la guardia, el tribuno y los satélites de los judíos prendieron a Jesús y lo ataron.
13. Y lo condujeron primero a Anás, porque éste era el suegro de Caifás, el cual era Sumo Sacerdote en aquel año. ( 24.) Pero Anás lo envió atado a Caifás, el Sumo Pontífice.
14. Caifás era aquel que había dado a los judíos el consejo: "Conviene que un solo hombre muera por el pueblo".
15. Entretanto Simón Pedro seguía a Jesús como también otro discípulo. Este discípulo, por ser conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el palacio del Pontífice;
16. mas Pedro permanecía fuera, junto a la puerta. Salió, pues, aquel otro discípulo, conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera, y trajo adentro a Pedro.
17. Entonces, la criada portera dijo a Pedro: "¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?" Él respondió: "No soy".
18. Estaban allí de pie, calentándose, los criados y los satélites, que habían encendido un fuego, porque hacía frío. Pedro estaba también en pie con ellos y se calentaba.
19. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y sobre su enseñanza.

Sugerencias para vivir la fiesta:
- Realizar un Via Crucis.
- Rezar el Rosario frente a la Virgen Dolorosa.
Llevar flores a la Virgen para consolarla.
- Hacer oración en familia, en voz alta frente a la Virgen para consolarla.
- Rezar Los siete dolores en honor a la Madre Dolorosa 
Visitar nuestro Especial de Semana Santa

Mirad el árbol de la cruz

Somos invitados a mirar fijamente la Cruz del Señor, y a adorarlo no como signo de tortura o derrota, sino como el camino de reconciliación con Dios.

Seguimos en  nuestro camino de Cuaresma y aunque todavía nos faltan dos semanas para el Viernes Santo, meditemos este viernes un poco sobre este día. De todos los días del año, el Viernes Santo destaca por su densidad espiritual, profundidad y silencio. Definitivamente, no es un día como cualquiera. No lo es debido a lo que se celebra y recuerda. Es el día en que recordamos y celebramos la Pasión y Muerte del Señor Jesús. La muerte de Dios hecho hombre por nosotros. Aparece con fuerza el símbolo que nos identifica como cristianos: la Cruz.

Pero no se trata de acordarnos de la Cruz sólo ese día, ya que ésta es una realidad que forma parte de la vida de la Iglesia y de nosotros, sus hijos.

Volviendo a la celebración del Viernes Santo, la Iglesia lo vive con una liturgia simbólica y llena de significado: el oficio de la Pasión donde se realiza la adoración de la Cruz; el Vía Crucis, donde acompañamos y meditamos en todo el camino que Jesús hizo hasta morir en el Calvario; distintas procesiones como la Dolorosa o de la Cruz.

En el Oficio de la Pasión, al descubrir el Crucifijo que será adorado con cantos y oraciones, el sacerdote repite una hermosa antífona: “Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. ¡Venid a adorarlo!”.

En esas palabras somos invitados a mirar fijamente la Cruz del Señor, y a adorarlo no como signo de tortura o derrota, sino como el camino de reconciliación con Dios, de manifestación del amor hasta el extremo. La Cruz no es un palo clavado al piso únicamente, más bien, es el árbol que da fruto, verdadero fruto de santidad para toda la humanidad, para los creyentes y los que aún no lo son. Nos recuerda al árbol que aparece en el Génesis, del que tanto Eva como Adán tomaron de su fruto y pecaron. El árbol en donde está clavado Jesús, hecho por mano humana, se convierte en instrumento de reconciliación divina, en madero de salvación.

Encontramos en aquel hermoso himno, algunos ecos bíblicos muy profundos. Por ejemplo, el profeta Isaías se refiere al Siervo Sufriente, quien "fue traspasado por nuestras rebeliones”, mientras que el evangelista Juan recuerda la profecía de Zacarías: “Mirarán al que traspasaron”. Como decía el Papa Benedicto XVI, estamos en un tiempo propicio “para aprender a permanecer con María y Juan, el discípulo predilecto, junto a Aquel que en la Cruz consuma el sacrificio de su vida para toda la humanidad”. Por tanto, tanto la Cuaresma como la Semana Santa es un momento importante para contemplar, acercarnos y unirnos a la Cruz y gloriosa Resurrección del Señor.

EN LA CRUZ SE MANIFIESTA EL AMOR DE DIOS

El Señor Jesús, crucificado en la Cruz, es la muestra de amor más grande que Dios ha podido tener con nosotros. Él vive plenamente lo que enseñó a sus discípulos: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos". Como nos dice nuestro Fundador: "el Gólgota es el centro de la Caridad, el lugar en que el Señor Jesús nos ama hasta el extremo y cumple con manifestarse como amigo, explicitando también una invalorable filiación y un camino de ternura hacia la Madre que constituyen medios maravillosos para vivir el proceso de amorización y ser transformados en amor hasta alcanzar la plena participación en la Comunión de Amor tras el día final del terrestre peregrinar”[4].

La cruz ya no es signo de tortura o de resignación, sino que teniendo a Cristo clavado en ella, se ha transformado en signo de reconciliación, de amor, de perdón. Al mirar y rezar a la cruz, tenemos la oportunidad de contemplar palpablemente el sacrificio del Señor por nosotros, y así, vivir según la nueva realidad que nos trajo: estar reconciliados con Dios.

El amor de Dios también se manifiesta en las palabras de Jesús a San Juan: "He ahí tu Madre”. Con ese acto de piedad filial del Señor, todos somos invitados a tener a María como Madre nuestra, que requiere de nosotros vivir intensamente el camino del amor filial a Ella. Desde la Cruz, desde el altar del Gólgota, Jesús da otro signo de su amor al hacer patente que su Madre es verdadera Madre de todos nosotros.

NO HAY CRISTIANISMO SIN CRUZ

La meditación en torno a la Cruz, además de hacernos pensar en el amor de Jesús, en el valor de la reconciliación y en el amor filial a María, entre muchos otros temas, nos lleva a comprometernos más en nuestra vida cristiana.

Muchas veces hemos escuchado la frase "No hay cristianismo sin cruz", y tal vez no hemos aún reflexionado lo suficiente, ya que siempre se puede ahondar más en el misterio del Señor y en el de nuestras propias vidas.

Al morir el Señor Jesús en la Cruz, nos dejó un camino espiritual a recorrer, no porque busquemos el dolor o el sufrimiento como si fuera un fin en sí mismo, sino porque Él siendo hombre plenamente –menos en el pecado-, sabía de las tentaciones, pecados personales y traiciones que los hombres cometen y sufren. Pero, sobre todo, Cristo conoce la intención de nuestros corazones, nuestro deseo de ser fieles, de ser santos y amar plenamente. Ante este dilema, San Pablo clamaba: "Aunque quiera hacer el bien, es el mal el que se me presenta"[6], pero termina su reflexión, tan existencial, reconociendo que en Jesús todo se resuelve: "¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor!".

La cruz es parte de la vida de los cristianos, no como expresión de la desgracia, sino como un misterioso y paradójico camino de reconciliación. La dinámica del morir para vivir; del despojarse del hombre viejo que hay en mí y revestirme de Cristo; de la mayor alegría en el dar que en el recibir; el valor redentor del dolor humano, que puede ser ofrecido por los demás; el perdón de las ofensas; el amor a los enemigos son algunas de muchas expresiones de la dinámica de la cruciforme –con forma de cruz- de nuestra existencia terrena.

Así, el mirar a la Cruz nos debe recordar que “la vida es una eterna milicia”, y que tenemos un combate espiritual que no podemos descuidar o abandonar, por más que a veces podamos sentirnos cansados o agobiados por no avanzar como quisiéramos. El sendero de la cruz, el saber cargarla y morir en ella, es una enseñanza que incumbe a todos nosotros.

Al mirar el árbol de la Cruz, el madero en el que fue clavado Jesús, ya no vemos la muerte, ya no vemos una estaca inerte, sino que vemos y celebramos la gran victoria de Dios sobre la muerte y el pecado, victoria que ocurrió hace dos mil años, que ocurre cada día en la Eucaristía, y que también se da cuando nos esforzamos por responder a la gracia amorosa de Dios.

CITAS PARA MEDITAR

Guía para la Oración

◾En la Cruz nos amó Jesús hasta el extremo: Ef 2,16; Flp 2,8; Heb 12,2.
◾Cristo cargó su Cruz: Jn 19,17; y fue crucificado: Mc 15,25; Lc 23,33.
◾El Señor nos llama a cargar nuestra cruz y seguirlo: Mt 10,38; 16,24; Mc 8,34; Lc 9,23; 14,27.
◾El discípulo aspira a ser como su Maestro: Lc 6,40; Mt 10,24-25.
◾En Getsemaní Cristo nos enseña como afrontar la cruz: Mc 14,32-42.

◾Asumir el dinamismo de la Cruz significa morir a lo que es muerte: Ver Gal 5,4; para renacer a una vida nueva: Rom 6,4. Sólo puede dar fruto la semilla que cae en tierra y muere: Jn 12,24.

◾También estamos llamados a ser cireneos de nuestros hermanos, ayudándolos a cargar sus cruces: Mt 27,32.


PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO

1.¿Qué significa para mi vida que mirar la Cruz? ¿Descubro la muestra de amor más grande que Dios ha podido tener conmigo?
2.Ante tan grande amor del Señor por mí, ¿cómo le estoy respondiendo al Señor? ¿Qué puedo hacer para que esa respuesta sea aún más generosa?
3."No hay cristianismo sin cruz". ¿Vivo esa dimensión de mi vida? ¿Qué me falta aún por asumir?
4.¿Cómo el tiempo de Cuaresma y el Triduo Pascual pueden acercarme más al Señor Jesús? ¿Qué puedo hacer?

Palabras con las que Jesús rezó al Padre durante la Pasión

Explicadas por Papa Francisco

En su catequesis pronunciada durante la Audiencia General de este miércoles 17 de abril en la Plaza de San Pedro, el Papa reflexionó con las palabras con las que Jesús rezó al Padre durante la Pasión. La primera invocación tuvo lugar después de la Última Cena, cuando el Señor dijo: “Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo (…). Glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera”.

“Jesús pide gloria, una petición que parece paradójica mientras la Pasión está a la puerta. ¿De qué gloria se trata?”, planteó el Santo Padre. A continuación, detalló algunos momentos en la Biblia donde se describe cómo Dios expresa su gloria. Por ejemplo, al pueblo de Israel al liberarlo de Egipto, o en el templo de Jerusalén al hacerse visible en las visiones de los profetas.

“La gloria, en definitiva, indica el revelarse de Dios, es el signo distintivo de su presencia salvadora entre los hombres. Ahora, es Jesús aquel que manifiesta de modo definitivo la presencia y la salvación de Dios”, aseguró.

Esa expresión la realiza durante la Pascua, explicó el Papa, “alzado sobre la cruz es glorificado. Allí, Dios finalmente revela su gloria: corta el último veo y nos asombra como nunca antes. Descubrimos, de hecho, que la gloria de Dios es todo amor, amor puro, loco e impensable, más allá de todo límite y medida”.

Por ello, el Papa invitó a hacer “nuestra la oración de Jesús: pidamos al Padre que arranque los velos sobre nuestros ojos para que, en estos días, mirando al Crucifijo, podamos asumir que Dios es amor”.

“Cuántas veces lo imaginamos padrón y no Padre, cuántas veces lo pensamos como un juez severo más que como un Salvador misericordioso. Pero Dios, en la Pascua, reduce las distancias mostrándose en la humildad de un amor que pide nuestro amor”.

De hecho, “nosotros le damos gloria cuando vivimos todo lo que hacemos con amor, cuando hacemos cada cosa de corazón, para Él”.

“La verdadera gloria es la gloria del amor, porque es la única que da la vida al mundo. Es cierto que esta gloria es lo contrario a la gloria mundana, que llega cuando se es admirado, loado, aclamado: cuando yo soy el centro de atención”.

En cambio, “la gloria de Dios es paradójica: sin aplausos, sin audiencia. Al centro no está el yo, sino el otro: en Pascua vemos, de hecho, que el Padre glorifica al Hijo mientras el Hijo glorifica al Padre. Ninguno se glorifica a sí mismo. Y al culminar la Pasión, Jesús dice: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu’. El Espíritu que el Padre había entregado a Jesús, Jesús lo devuelve al Padre. Lo mío se convierte en tuyo”.

Tras la Última Cena, “Jesús entra al jardín de Getsemaní y también aquí reza al Padre. Mientras los discípulos no consiguen permanecer despiertos y Jesús está llegando con los soldados, Jesús comienza a sentir miedo y angustia”.

En medio de esa desolación “dirige al Padre la palabra más tierna y dulce: ‘Abbà’, papá. En la prueba, Jesús nos enseña a abrazar al Padre, porque en la oración a Él está la fuerza de avanzar en el dolor. En el cansancio, la oración es alivio, confianza, conforto”.

“Ante el abandono de todos, en la desolación interior, Jesús no está solo, está con el Padre. Nosotros, por el contrario, en nuestros Getsemaní, con frecuencia elegimos permanecer solos antes que decir ‘Padre’ y confiarnos, como Jesús, a su voluntad, que es nuestro verdadero bien”.

En este sentido, aseguró que “el problema más grande no es el dolor, sino cómo se afronta. La soledad no ofrece vía de salida, la oración sí, porque es relación, confianza. Jesús lo confía todo y se confía todo al Padre, trasladándole aquello que siente, apoyándose en Él en la lucha”. “Cuando entremos en nuestro Getsemaní, acordémonos de rezar así: ‘Padre’”.

Por último, “Jesús dirige al Padre una tercera oración por nosotros: ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’. Jesús reza por aquel que ha sido malvado con Él, por sus sucesores. El Evangelio especifica que esta oración se produce en el momento de la crucifixión. Era, probablemente, el momento de dolor más agudo, cuando a Jesús lo clavaron por las muñecas y los pies”.

“Aquí, en el vértice del dolor, consigue culminar el amor: llega el perdón, es decir, la entrega a la enésima potencia que destroza el círculo del mal. Jesús rezó por nosotros al Padre, para que del Padre venga el perdón que nos libere el corazón, que nos cure por dentro”, concluyó el Papa Francisco. 

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