El mundo los odia porque no son del mundo

Beda el Venerable, Santo

Memoria Litúrgica, 25 de mayo


Presbítero y Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia, el cual, servidor de Cristo desde la edad de ocho años, pasó todo el tiempo de su vida en el monasterio de Wearmouth, en Northumbria, en Inglaterra. Se dedicó con fervor en meditar y exponer las Escrituras, y entre la observancia de la disciplina regular y la solicitud cotidiana de cantar en la iglesia, sus delicias fueron siempre estudiar, o enseñar, o escribir († 735).

Etimológicamente: Beda = Aquel que es un buen guerrero, es de origen germánico.

Breve Biografía

El nombre de Beda o Baeda en lengua sajona quiere decir oración. San Beda, “padre de la erudición inglesa” como lo definió el historiador Burke, murió a los 63 años en la abadía de Jarrow, en Inglaterra, después de haber dictado la última página de un libro suyo y de haber rezado el Gloria Patri. Era la víspera de la Ascensión, el 25 de mayo del 735. Cuando sintió que se acercaba la muerte, dijo: “He vivido bastante y Dios ha dispuesto bien de mi vida”.


Beda nació en el año 672 de una modesta familia obrera de Newcastle y recibió su formación en dos monasterios benedictinos de Wearmouth y Jarrow, en donde fue ordenado a los 22 años.

Las dos más grandes satisfacciones de su vida las condensó él mismo en tres verbos: aprender, enseñar, escribir. La mayor parse de su obra de escritor tiene su origen y finalidad en la enseñanza. Escribió sobre filosofía, cronología, aritmética, gramática, astronomía, música, siguiendo el ejemplo de san Isidro. Pero san Beda es ante todo un teólogo, de estilo sencillo, accesible a todos.

Se le presenta como uno de los padres de toda la cultura posterior, influyendo, por medio de la escuela de York y la escuela carolingia, sobre toda la cultura europea. Entre los monumentos insignes de la historiografía queda su Historia eclesiástica gentis Anglorum, que le mereció ser proclamado en el sínodo de Aquisgrana, en el 836, “venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis”. Le gustaba definirse “historicus verax”, historiador veraz, consciente de haber prestado un servicio a la verdad.

Terminó su voluminosa obra histórica con esta oración: “Te pido, Jesús mío, que me concediste saborear con delicia las palabras de tu sabiduría, concederme por tu misericordia llegar un día a ti, fuente de sabiduría, y contemplar tu rostro”. El Papa Gregorio II lo había llamado a Roma, pero Beda le suplicó que lo dejara en la laboriosa soledad del monasterio de Jarrow, del que se alejó sólo por pocos meses, para poner las bases de la escuela de York, de la que después salió el célebre Alcuino, maestro de la corte carolingia y fundador del primer estudio parisiense.

Después de haber dictado la última página de su Comentario a san Juan, le dijo al monje escribano: “ahora sosténme la cabeza y haz que pueda dirigir los ojos hacia el lugar santo donde he rezado, porque siento que me invade una gran dulzura”. Fueron sus últimas palabras.

... Sin ser del mundo

Santo Evangelio según San Juan 15, 18-21. Sábado V de Pascua


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Que en este mes mariano pueda yo, Señor, de la mano de mi Madre santísima, continuar amándote a través de mi entrega de amor a los demás. Especialmente hoy, que me dispongo para hablar contigo, concédeme la gracia de no desear nada más que encontrarte a ti… Tan solo eso me basta.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 15, 18-21



En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si el mundo los odia, sepan que me han odiado a mí antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya; pero el mundo los odia porque no son del mundo, pues al elegirlos, yo los he separado del mundo.

Acuérdense de lo que les dije: ‘El siervo no es superior a su señor’. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán, y el caso que han hecho de mis palabras lo harán de las de ustedes. Todo esto se lo van a hacer por mi causa, pues no conocen a aquel que me envió”.



Palabra del Señor.




Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Muchas veces he escuchado afirmaciones como «¡qué ejemplar es este sacerdote!» o «¡cuán santa es aquella religiosa!» … Los laicos suelen pensar esto sobre las almas consagradas porque les parece algo heroico que «el Padre Pepe» haya abandonado todos sus proyectos y renunciado a la felicidad de su familia para abandonar el mundo y entregarse a Cristo, pero la verdad es que parecen no tener idea de que los verdaderos héroes son ellos mismos…

Vivir en el mundo, sin ser del mundo, es un deber francamente imposible de realizar para una persona, toda llena de miseria, defectos y debilidades. Pero, he aquí que Cristo se ha hecho hombre para estar a nuestro lado. Como Él es Dios, nada tiene por imposible, y nada ha de ser irrealizable para quien camina con su bendición, compañía y Amor.

Un sacerdote, una religiosa o cualquier persona consagrada tiene mucho mérito al renunciar a sí misma para seguir a Cristo, pero también se beneficia de ello para que la batalla contra el mundo sea más ligera… Tiene un camino privilegiado para alcanzar la santidad.

Pero ¿saben qué? Los combates espirituales de un laico comprometido pueden ser hasta diez veces más violentos y complicados de superar. Sí… ellos son los verdaderos SÚPER HÉROES. ¡Cuánto mérito ganarán aquellos que se mantengan firmes, tomando la mano del Amigo!

«Jesús nos invita a ser sus amigos. Si nos abrimos a esta oportunidad nuestra fragilidad no va a disminuir. Las circunstancias en las que vivimos no cambiarán de inmediato. Sin embargo, podremos mirar la realidad de una manera nueva, podremos vivir con renovada pasión los desafíos en la construcción del bien común.»
(Discurso de S.S. Francisco, 4 de marzo de 2019).




Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Poner especial atención a los signos de amor de Dios en este día.



Despedida



Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

En la piel de un mártir

Olé a los mártires, porque estar en su piel es para valientes que se fían de Dios y aman a Cristo


La Plaza de San Pedro en el Vaticano, presenciará la proeza. Son muchos los casos de martirio ya reconocidos por la Iglesia para el periodo de los años treinta del pasado siglo. Con estos nuevos beatos se acercan ya a los mil (exactamente, 977, entre los cuales, 11 son santos). De unos dos mil están ya en marcha los procesos. Y es previsible que se continúe proponiendo otros muchos casos hasta acercarse, tal vez, a la decena de miles.



Y sin embargo el número aun suena frío, despersonalizado, genérico. Hay que meterse en la piel de un mártir para entender, y apenas de lejos, la heroicidad de este tipo de hombres sostenidos descaradamente por el brazo de Dios.



Basta reanimar una de las imágenes… Es una noche apretada en neblina, huele a pólvora, se escuchan pasos y tumultos en todas direcciones. Vienen por ti. La fuerza flaquea, la tensión se te ha acumulado, las noticias que escuchas no son del todo halagüeñas. Vienen por ti, por vosotros.



Llegó el tiempo de defender tu familia religiosa, tu patria, tu fe. Has escuchado muchas veces la predicación sobre el martirio. La corona, el cetro, el gran honor; así le han llamado como cubriendo de gloria ese acto. ¡Qué fortuna estar en la piel de un mártir! os dijo una vez el predicador. Ahora esa es tu piel y eres tú el mártir. Vienen por ti.



El dedo divino al elegirte y bañarte con la fe no te incrustó un ADN especial, ni una voluntad más valerosa. A decir verdad te asusta bastante tu propia debilidad. Te conoces bien, en el momento decisivo te podrías echar atrás, voltear la espalda, y traicionarte a ti mismo. Al fin y al cabo sólo eres un hombre.




“Tu debilidad es mi fuerza”. “Tu Gracia, Señor, me basta”… Esa convicción te consuela y te llena, sí, de valor, pero sobre todo de amor. Y en los próximos minutos necesitarás grandes dosis de él. Estarás entre la bayoneta y la eternidad, la sangre o la humillante huída, el Credo o la blasfemia, el muro o la vergüenza, el Evangelio o la apostasía.



Tendrás que mirar como nunca el cielo y engancharte a él. La tierra te ensucia las manos y  atrae la añoranza de “quedarte”, y preferir el mundo en vez del paraíso, la materia por encima del espíritu, la sumisión a cambio de la salvación. Estás pisando la tierra y casi arañas el cielo. Ves a los que se dicen “príncipes de este mundo” y al mismo tiempo tu alma ya contempla al rey eterno. Te eludes entre la vida y la muerte o entre la vida y… LA VIDA. Sólo necesitas amar. Amar con pasión, con virilidad, con personalidad y altura.



La cristiandad entera ha vivido ya tu historia. Te alientan los primerizos caídos de Jerusalén, los primeros mártires del imperio, los gladiadores de Roma que vienen a envalentonarte en este tu coliseo. Ellos han sido tragados por fieras, tú por tus compatriotas.



Solamente el amor te dará fuerza para resistir, para testimoniar y sobre todo para perdonar. He ahí el gran misterio cristiano. Morir perdonando al propio verdugo. “Señor perdónales porque no saben lo que hacen”



Aquí están. Ya llegaron. Les anuncia el fango en sus botas. Se escuchan las blasfemias, las burlas, los insultos. “Si al Maestro le persiguieron también a vosotros os perseguirán”. La frase te silba en la mente sin siquiera haberla pensado. Poco a poco vas sintiendo una fuerza superior a ti, una gracia fortificante. Eres sólo un hombre pero estás hecho un gigante en la esfera del espíritu.



Primera amenaza: la fe o la vida. Tú respondes: “Las dos”.



Amenazas, burlas, torturas. Después mentiras y ofrecimientos son barajados como inútiles intentos. A Dios no se le compra, la fe no se vende.




Queda poco tiempo, Sientes la compañía, ahora más estrecha, de los mártires precedentes. Santo Tomás Moro, santa María Goretti, defensora de la castidad. San Carlos Lwanga, san Juan Fisher, san Isaac Jogues, misioneros que derramaron la sangre por Cristo. San Cipriano, san Lorenzo, san Justino, san Policarpo, san Ignacio de Antioquia, san Esteban y… sólo queda otro más. El siervo de Yahvé. El motivo y motor de todos los mártires. El Cordero cuya sangre da valor al resto de la sangre. El primer mártir de la historia, el sacrificado por antonomasia, la cruz, el costado, los clavos, la lanza, las espinas que dan sentido y esperanza al sufrimiento. El Dios, el hombre, el mártir, el Cristo. Jesucristo.



En un instante has volado al cielo. Helo ahí, todo ha valido la pena. Es Cristo, eres tú y es un abrazo ETERNO…



A Juan Pablo II los españoles le llamaron torero… Es el Papa del olé a los mártires.



Olé a los mártires: Pues la herencia de estos valientes testigos de la fe, son para nosotros: archivos de la Verdad escritos con letras de sangre.



Olé a los mártires: ¡Vosotros nos habéis legado un patrimonio que habla con una voz más fuerte que la de la indiferencia vergonzante!



Olé a los mártires por vuestra voz que reclama la urgente presencia en la vida pública.



Olé a los mártires. ¡Que su recuerdo bendito aleje para siempre del suelo español cualquier forma de violencia, odio y resentimiento!



Olé a los Mártires ¡Que su testimonio del Evangelio nos lleve a presentar con naturalidad, pero también con firmeza su radicalidad, siempre actual, a los hombres y mujeres de nuestro tiempo!



Y finalmente olé a los mártires, porque estar en su piel es para valientes que se fían de Dios y aman a Cristo con la profundidad requerida en todos los tiempos… Especialmente hoy.

El futbol es el deporte más bello del mundo

El Papa Francisco ha pronunciado un discurso a los casi cinco mil participantes en el encuentro "El fútbol que amamos"


El Papa Francisco recibió en audiencia a varios miles de jóvenes italianos, jugadores y jugadoras de futbol. Antes de leer el mensaje, el Papa preguntó a los asistentes si querían que él leyera o no, el texto. En coro respondieron que sí.



El futbol es ante todo un juego

Comenzó afirmando que ante todo el futbol es un juego: “Podemos decir que detrás de una bola rodante hay casi siempre un niño con sus sueños y aspiraciones, su cuerpo y su alma. En una actividad deportiva están involucrados no sólo los músculos, sino toda la personalidad de un niño, en todas sus dimensiones, incluso en las más profundas”.



Educación y deporte

El Papa insistió en que el deporte es una ocasión para “dar lo mejor de uno mismo, con sacrificio y compromiso, pero sobre todo no solo”. Y prosigue: “Lo bueno de jugar con un balón es que puedes hacerlo junto con otros, pasarlo en medio de un campo, aprender a construir acciones de juego, trabajar en equipo”.

Además, el futbol permite construir amistad, cercanía y divierte: “El balón se convierte en un medio para invitar a personas reales a compartir amistad, a encontrarse en un espacio, a mirarse a la cara, a desafiarse mutuamente para poner a prueba sus habilidades. Queridos amigos: el fútbol es un juego de equipo, ¡no se puede divertir solo!”. El Papa recuerda que en una sociedad donde el individualismo es muy apreciado, el futbol reafirma la importancia del nosotros.



El futbol, el deporte más bello del mundo

Francisco insistió en que el futbol es ante todo un juego y debe seguir siéndolo. Citó esta experiencia: Un día una periodista le preguntó a un teólogo cómo se le podía explicar la felicidad a un niño. Ella respondió: "No se lo explicaría, le daría un balón para jugar. Luego insistió: “Jugar te hace feliz porque puedes expresar tu libertad, compites de una manera divertida, vives un tiempo en lo libre simplemente porque te gusta, persigues un sueño sin ser necesariamente un campeón. La Carta de los Derechos del Niño al Deporte también reafirma el derecho de todo niño a "no ser campeón" (art. 10).
A los padres y madres de familia

El Papa dirigió unos pensamientos a los progenitores recordándoles que su labor es ante todo educativa, por eso hay que apreciar el juego, lo gratuito y creador de relaciones humanas. También las derrotas enseñan: “ayúdenles a comprender que el banquillo no es una humillación, sino una oportunidad para crecer y una oportunidad para los demás. Que siempre tienen el gusto de dar lo mejor de sí, porque más allá del juego está la vida que les espera”.

También los entrenadores son parte de esta tarea educativa y que pueden dejar huella en los atletas. Después dirigió unas palabras a los campeones del futbol: No olviden dónde empezaron: en ese campo suburbano, en ese oratorio, en ese pequeño club.... Quiero que siempre sientan gratitud por su historia de sacrificios, victorias y derrotas. Y sentir también la responsabilidad educativa, que debe ser implementada a través de la coherencia de vida y la solidaridad con los más débiles, para animar a los más jóvenes a crecer en su interior, y tal vez incluso a ser campeones en la vida”.

¿Qué significa "Amén" y por qué lo decimos?

Es la respuesta de la fe y que expresa nuestro 




Queridos amigos, una de las palabras que más repetimos en la oración, desde que aprendemos a rezar, es “amén”. Palabra corta, pero de significado muy profundo.



Hemos pensado que puede ser bueno para todos recordar este significado, de forma que cada vez que digamos “amén”, pronunciemos esta palabra con plena conciencia de todo lo que estamos diciéndole al Señor de modo concentrado.



Nos lo explica nuestro querido Papa Emérito Benedicto XVI:



“La oración cristiana es un verdadero encuentro personal con Dios Padre, en Cristo, mediante el Espíritu Santo. En este encuentro, entran en diálogo el «sí» fiel de Dios y el «amén» confiado de los creyentes.



En la oración constante, diaria, podemos sentir concretamente el consuelo que proviene de Dios. Y esto refuerza nuestra fe, porque nos hace experimentar de modo concreto el «sí» de Dios al hombre, a nosotros, a mí, en Cristo; hace sentir la fidelidad de su amor, que llega hasta el don de su Hijo en la cruz.



San Pablo afirma: «El Hijo de Dios, Jesucristo… no fue “sí” y “no”, sino que en Él sólo hubo “sí”. Pues todas las promesas de Dios han alcanzado su “sí” en Él. Así, por medio de Él, decimos nuestro “amén” a Dios, para gloria suya a través de nosotros» (2 Co 1, 19-20).



El «sí» de Dios es un sencillo y seguro «sí». Y a este «sí» nosotros correspondemos con nuestro «sí», con nuestro «amén», y así estamos seguros en el «sí» de Dios. Toda la historia de la salvación es un progresivo revelarse de esta fidelidad de Dios, a pesar de nuestras infidelidades y nuestras negaciones, con la certeza de que «los dones y la llamada de Dios son irrevocables».



Queridos hermanos y hermanas, el modo de actuar de Dios —muy distinto del nuestro— nos da consuelo, fuerza y esperanza porque Dios no retira su «sí». Dios nunca se cansa de nosotros, nunca se cansa de tener paciencia con nosotros, y con su inmensa misericordia siempre nos precede, sale Él primero a nuestro encuentro; su «sí» es completamente fiable. En la cruz nos revela la medida de su amor, que no calcula y no tiene medida.



En el «sí» fiel de Dios se injerta el «amén» de la Iglesia que resuena en todas las acciones de la liturgia: «amén» es la respuesta de la fe con la que concluye siempre nuestra oración personal y comunitaria, y que expresa nuestro «sí» a la iniciativa de Dios.



A menudo respondemos de forma rutinaria con nuestro «amén» en la oración, sin fijarnos en su significado profundo. Este término deriva de ’aman’ que en hebreo y en arameo significa «hacer estable», «consolidar» y, en consecuencia, «estar seguro», «decir la verdad».



Si miramos la Sagrada Escritura, vemos que este «amén» se dice al final de los Salmos de bendición y de alabanza, como por ejemplo en el Salmo 41: «A mí, en cambio, me conservas la salud, me mantienes siempre en tu presencia. Bendito el Señor, Dios de Israel, desde siempre y por siempre. Amén, amén» (vv. 13-14).



O expresa adhesión a Dios, en el momento en que el pueblo de Israel regresa lleno de alegría del destierro de Babilonia y dice su «sí», su «amén» a Dios y a su Ley. En el Libro de Nehemías se narra que, después de este regreso, «Esdras abrió el libro (de la Ley) en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas: “Amén, amén”» (Ne 8, 5-6).

Por lo tanto, desde los inicios el «amén» de la liturgia judía se convirtió en el «amén» de las primeras comunidades cristianas. Y el libro de la liturgia cristiana por excelencia, el Apocalipsis de san Juan, comienza con el «amén» de la Iglesia: «Al que nos ama y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén» (Ap 1, 5b-6). Y el mismo libro se concluye con la invocación «Amén, ¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22, 20).

Queridos amigos, la oración es el encuentro con una Persona viva que podemos escuchar y con la que podemos dialogar; es el encuentro con Dios, que renueva su fidelidad inquebrantable, su «sí», a cada uno de nosotros, para darnos su consuelo en medio de las tempestades de la vida y hacernos vivir, unidos a Él, una existencia llena de alegría y de bien, que llegará a su plenitud en la vida eterna.

En nuestra oración estamos llamados a decir «sí» a Dios, a responder con este «amén» de la adhesión, de la fidelidad a Él a lo largo de toda nuestra vida. Esta fidelidad nunca la podemos conquistar con nuestras fuerzas; no es únicamente fruto de nuestro esfuerzo diario; proviene de Dios y está fundada en el «sí» de Cristo, que afirma: mi alimento es hacer la voluntad del Padre (cf. Jn 4, 34).

Debemos entrar en este «sí», entrar en este «sí» de Cristo, en la adhesión a la voluntad de Dios, para llegar a afirmar con san Pablo que ya no vivimos nosotros, sino que es Cristo mismo quien vive en nosotros. Así, el «amén» de nuestra oración personal y comunitaria envolverá y transformará toda nuestra vida, una vida de consolación de Dios, una vida inmersa en el Amor eterno e inquebrantable”.

Benedicto XVI, catequesis de la audiencia del 30 de mayo de 2012
 
Perdonar es bueno para la salud

La oración es de gran ayuda


Una reflexión a la luz de investigaciones, donde se destaca además, que el perdón debe ser una forma de vida en la cual la Oración es de gran ayuda

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De todos los hechos extraordinarios de la vida del Papa Juan Pablo II, pocos pueden compararse con los 21 minutos que paso en una celda de paredes blancas en la cárcel de Revibia, en Roma. Justo después de la Navidad de 1983, el Papa visito a Mehmet Ali Agca, el hombre que treinta meses antes le había disparado, en la Plaza de San Pedro. Le regaló a Agca un rosario de plata y algo mas: SU PERDON.



Naturalmente, hace falta una indulgencia como la de Cristo para perdonar a un presunto asesino.¿ Pero cuantos de nosotros estamos dispuestos a perdonar a un compañero conspirador, al que no nos acompañó en la campaña, e incluso al que nos quito el puesto en la cola o no nos cedió el paso en la vía?



La ausencia de perdón persistente, forma parte de la naturaleza humana, pero al parecer funciona en detrimento no solo de nuestro bienestar espiritual sino de nuestra salud física. Una importante revista norteamericana acaba de publicar, en edición en español un estudio sobre el tema donde se destaca que es uno de los campos de investigación mas tratados en la psicología clínica actualmente, con mas de 1200 estudios publicados, frente a los 58 que había en 1997. Hasta tiene su propia fundación-Compañía para la investigación sobre el perdón-que patrocina trabajos, conferencias, etc.



De acuerdo al reportaje, las investigaciones sugieren que el perdón funciona como mínimo de dos maneras: Una, reduciendo el estrés del estado de no perdón, una mezcla potente de amargura, ira, hostilidad, odio resentimiento y miedo ( de ser humillado y lastimado nuevamente). Estos tienen consecuencias fisiológicas especificas con presión arterial mas alta y cambios hormonales, vinculados con trastornos cardiovasculares, supresión inmunológica y hasta debilitamiento de la función neurológica y la memoria.



“Sucede todo el tiempo, pero cada vez que uno siente la ausencia de Perdón, tiene mas posibilidades de desarrollar un problema de salud”dice Everett Worthington, director de la Compañía de investigación sobre el Perdón. El otro beneficio que trae aparejado perdonar es más sutil; se relaciona con las investigaciones que muestran que las personas con redes sociales fuertes, de amigos, vecinos y familia, tienden a ser mas saludables que las solitarias. Alguien que alimenta rencores y lleva la cuenta de cada desaire, obviamente perderá algunas relaciones a lo largo de su vida.



De hecho, según muchos investigadores el perdón resulta ser un proceso asombrosamente complejo. Worthington distingue lo que denomina “perdón por decisión” , un compromiso a reconciliarse con el perpetrador, el mas significativo “perdón emocional”, un estado interno de aceptación.



El perdón no requiere que nosotros renunciemos a la justicia o que nos tratemos con personas a las que debiéramos despreciar. La ira tiene su lugar en la colección d mociones humanas, pero no debe transformarse en una forma de vida. “Cuando hablo de Perdón, me refiero a olvidar, no excusar a la otra persona o reconciliarnos con ella o aceptar la conducta –dice Worthington- simplemente es abandonar el propio sufrimiento”



Otro siquiatra citado por la revista insiste que el “perdón es un proceso, no un momento. Es algo que debe cultivarse, va contra la tendencia humana natural a buscar venganza y corregir la injusticia” por esa razón recomienda hacerlo con ayuda de amigos, un terapeuta o a traba de la ORACION.



Juan Pablo II extrajo de su fe la fuerza para perdonar a Mehmet Agca, dándonos un ejemplo a todos. El mensaje es el mismo mas allá de lo que este expresado en el lenguaje de la caridad cristiana, la psicología clínica o la sabiduría de Confucio, como lo cita Hallowell: “Si dedicas tu vida a buscar venganza, comienza por cavar dos tumbas”.

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