A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre
- 13 Julio 2019
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Memoria Litúrgica, 13 de julio
Emperador
Martirologio Romano: San Enrique, emperador de los romanos, que, según la tradición, de acuerdo con su esposa Cunegunda puso gran empeño en reformar la vida de la Iglesia y en propagar la fe en Cristo por toda Europa, donde, movido por un celo misionero, instituyó numerosas sedes episcopales y fundó monasterios. Murió en este día en Grona, cerca de Göttingen, en Franconia (1024).
Etimológicamente: Enrique = Aquel que es jefe de hogar, es de origen germánico.
Fecha de canonización: 4 de marzo de 1146 por el Papa Beato Eugenio III.
Breve Biografía
Nacido en el año 972 y fallecido en 1024. Nieto de Carlomagno y sucesor de los tres Otones, fue el más grande apóstol de la paz en el segundo decenio del siglo XI y uno de los más destacados promotores de la civilización occidental, colaborando a la labor del Papado y de los monjes de Cluny, de cuyo abad San Odilón fue gran amigo. -
Seguramente, a la primera impresión nadie habría creído que bajo la pesada armadura de aquel caballero que cabalgaba con sus numerosas tropas por las grandes llanuras del imperio alemán, se escondía un santo.
Pasada ya la gloriosa restauración de Carlomagno, Europa, en el siglo x, vive una época de dejadez y brutalidad. Empiezan a aparecer los desastrosos efectos del feudalismo, la jerarquía eclesiástica está corroída por las investiduras y por doquier impera la ley del más fuerte.
Parece imposible que aún vivan personas santas, y menos aún que lo sea uno de los numerosos príncipes feudales.
Nos hallamos en la corte del duque de Baviera Enrique el Batallador y de su esposa Gisela de Borgoña. En el castillo ducal se celebran grandes festejos porque ha nacido el príncipe heredero. Se le impone, como a su padre, el nombre de Enrique.
Los primeros años pasan plácidamente, pero pronto es víctima de la persecución; su padre ha sido vencido en una de las interminables guerras familiares y se ha visto obligado a huir. Sin embargo, las cosas volverán a su lugar; el padre recobrará el ducado con todas sus posesiones y Enrique podrá dedicarse al cultivo de las Letras, bajo la dirección de Wolfgang, el santo obispo de Ratisbona.
Wolfgang no sólo forma su inteligencia, sino también su voluntad, dándole una esmerada educación cristiana y una sólida piedad.
A la muerte de su padre, hereda el ducado y se convierte en uno de los príncipes de más porvenir de Alemania. Con su carácter recto y justiciero atiende a las necesidades de su pueblo, gobierna con mano al mismo tiempo fuerte y suave. Sabe comprender y no es vengativo. Prefiere perdonar que castigar y busca antes el provecho de sus súbditos que sus propios intereses.
En el año 1002, los electores del Sacro Imperio Romano-Germánico le nombran para el cargo imperial. Acaba de morir Otón III, sin sucesión directa.
La fama de Enrique, su sinceridad y nobleza, son reconocidas por todos, y saben que será el emperador ideal.
La ascensión al trono imperial es para el duque de Baviera una empresa difícil. Surgen contrincantes que ha de vencer, sublevaciones para dominar, querellas entre los señores feudales, que ha de sofocar, pero Enrique con su fiel ejército atiende a todo.
Vence al rey de Polonia, rechaza a los bizantinos, interviene en los Estados Pontificios defendiendo los derechos de Benedicto VIII, el legítimo sucesor de Pedro.
Con su prodigioso genio militar sabe triunfar, pero, diferente de muchos otros de su tiempo, no abusa de la victoria. La justicia rige todos sus actos.
Su actividad se extiende también a la reforma espiritual del clero.
En el año 1007 convoca, de acuerdo con las costumbres de su tiempo, un Concilio general en Francfort. Acuden los numerosos obispos del Imperio, que dictan severas normas disciplinarias. Después, Enrique procurará que se cumplan.
Restablecido el orden en el Imperio y protegidas las fronteras, Enrique empezó a reinar con todo su poder. En el año 1014, junto con su esposa, fue ungido y coronado rey por el propio pontífice, en Roma.
Seguramente pocos reyes tuvieron, ya en vida, tan buena fama y muchos menos fueron venerados y gozaron del amor de sus súbditos como este nieto de Carlomagno.
Muestra de su gran virtud es este ejemplo: Al sentirse morir llamó junto a sí a los grandes del reino y, tomando la mano de su esposa Cunegunda, también santa, dijo a los padres de ésta: "He aquí a la que vosotros me habéis dado por esposa ante Cristo; como me la disteis virgen, virgen la pongo otra vez en las manos de Dios y vuestras". Sus restos reposan en la catedral de Bamberg.
San Enrique realizó lo que a muchos puede parecer imposible: ser emperador, vivir continuamente ocupado en los problemas públicos y entre guerras, y llegar a santo.
Si Enrique de Baviera lo llevó a término fue porque en el ejercicio de su cargo vio un servicio al prójimo y a Jesucristo. La historia de Europa nos ofrece pocas vidas tan bellas y útiles como la de Enrique II, el Santo.
Cristo se hace presente mediante nosotros
Santo Evangelio según san Mateo 10, 24-33. Sábado XIV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que esté dispuesto a dar testimonio de mi fe, especialmente en los momentos difíciles.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 24-33
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “El discípulo no es más que el maestro, ni el criado más que su señor. Si al señor de la casa lo han llamado Satanás, ¡qué no dirán de sus servidores! No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les diga al oído, pregónenlo desde las azoteas. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo. ¿No es verdad que se venden dos pajaritos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no le permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo. A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Un discípulo no es más que su maestro. ¡Menos mal que Jesús es consciente de que sería imposible para nosotros pretender superarlo! Nos basta, pues, ser como Él. Y eso ya es reto suficiente. ¿Quién nos dirá cómo serían nuestros días si tan sólo nos comportáramos verdaderamente a semejanza del Maestro? Pero ¿por qué esperar a que alguien nos lo diga? ¡Podemos nosotros vivirlo de primera mano! ¿Cómo? La clave está en la respuesta que damos ante los retos de nuestra vida. ¿Cómo reaccionamos habitualmente ante la dificultad? ¿Nos desanimamos? ¿Nos quejamos? ¿Nos enojamos? ¿O bien aprovechamos la ocasión para dar mayor gloria a Dios, agradeciendo que no nos deja solos y celebrando nuestra fe delante de los hombres? «Lo que os digo de noche decidlo en pleno día…’ Ser cristianos, ser de Cristo, conlleva caminar en la Verdad. Pero hay, además, una forma especial de servir a la verdad, como dice san Pablo: «Antes bien, siendo sinceros en el amor, crezcamos en todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo» (Ef 4,15). «Siendo sinceros en el amor», es decir, siendo veraces en el amor, fieles al amor. ¿Y quién es el Amor, si no Cristo mismo? También el Papa Emérito Benedicto XVI nos habló de ello cuando dijo que, además de ser veraces en el amor, hay que ser caritativos en la verdad. Las dos cosas van unidas: vivo mi fe como un acto de amor, y la transmito con amor a los demás, a pesar de que pueda resultar difícil. Horas oscuras vendrán. Debemos siempre oír de nuevo: «No tengáis miedo». Cuando Jesús habla de los gorriones y de los cabellos de nuestra cabeza, lo hace para decirnos con sencillez que nada escapa al conocimiento de Dios, que es ante todo nuestro Padre, y quien jamás ha de desentenderse de sus hijos. Aquel que verdaderamente confía en Dios, no teme; podrá quejarse, enojarse, o desanimarse… pero jamás perderá la esperanza y jamás dejará de anunciar la verdad. «Estando frente a Jesús, cara a cara, anímense, no tengan miedo de abrirle el corazón, para que Él renueve el fuego de su amor, que los impulse a abrazar la vida con toda su fragilidad, con toda su pequeñez, pero también con toda su grandeza y su hermosura. Que Jesús los ayude a descubrir la belleza de estar vivos y despiertos. Vivos y despiertos. No tengan miedo de decirle a Jesús que ustedes también quieren tomar parte en su historia de amor en el mundo, ¡que están para más!» (Discurso de S.S. Francisco, 26 de enero de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación. Aprovecharé un tiempo del día para compartir con una persona cercana alguna gracia que Dios me haya querido conceder.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
9 sencillas formas de hacer presente a Jesús en tu vida
Aunque a muchos nos cueste, hay maneras simples de hacer presente a Jesús en distintas formas en nuestra vida diaria
¿Cómo hacer presente hoy a Jesús resucitado?
Aunque a muchos nos cueste, hay maneras simples de hacer presente a Jesús en distintas formas en nuestra vida diaria. En nuestro trabajo, en nuestro hogar y en hasta en todo lo que hagamos y expresemos.
A continuación, te presentamos 9 formas de hacerlo:
1. A través del encuentro personal con Jesús. Él está «con nosotros» de cuerpo presente en la Santísima Eucaristía, y también están «en nosotros» por medio del Espíritu, en cómo nos expresamos, en las obras buenas que hacemos.
2. Desarrollar nuestros sentidos (ver, oír, tocar, etc.) para saborear la presencia del Señor crucificado y resucitado en nosotros mismos, en la gente buena que nos rodea y en cualquier signo de esperanza y amor que nos sale al camino.
3. Presentar en la oración al Señor todos los problemas de nuestra vida, y preguntarle: "¿Qué piensas de esto? ¿Cómo harías Tú en mi lugar?"
4. Salpicar nuestra conversación con frases como «Gracias a Dios», «Gracias a Dios y a la Virgen», «Providencialmente», «¡Dios mío que bueno!». «¡Santísimo Jesús!».
5. Conservar la tradición de pedir la bendición; de decir al despedirse en la noche "Hasta mañana", respondiendo: "Si Dios lo permite". Y decir al encontrarse en la mañana "Buenos días", respondiendo: "Buenos días en Dios". Los cónyuges también deben pedirse la bendición a diario al despedirse cada uno a sus labores o cuando alguno salga por un mandado. Es muy importante la bendición de los cónyuges el uno con el otro en el Matrimonio.
6. Poner a los hijos nombres de santos/as, y contarles acerca de su vida. Esto no puede perderse.
7. Antes de las comidas al menos hacer la señal de la cruz. Pero también hacer que el más pequeño de la casa rece algún verso fácil. Por ejemplo: "El Niño Jesús nació en Belén; bendiga la mesa y a nosotros también". "Familia que reza unida, se mantiene unida".
8. Tener cuadros o símbolos religiosos en la casa, en la habitación, en el cuello o muñecas. Algunos muy valientes les he visto con un Rosario como empuñado en su mano y le van rezando a la Virgen y a Jesús.
9. Y, sobre todo, amarlo y servirlo cada día, con sencillez y esperanza, en nuestros hermanos más sencillos, más pobres, más necesitados. Sabiendo que en ellos es a Él a quien estamos amando y sirviendo. Tratar a todos con respeto y alegría
Recomendamos:
¿En dónde podemos encontrar a Cristo? En nuestra Iglesia debemos ofrecer a todos nuestros fieles un “encuentro personal con Jesucristo”, una experiencia religiosa profunda e intensa.
Mi encuentro con Cristo crucificado: "En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados". (1 Jn 4, 10)
Cinco claves para la vida cristiana: Con estilo samaritano, ser misioneros de la misericordia
Los Sacramentales - Las bendiciones: Las bendiciones por la intercesión de la Santa Iglesia, atraen sobre los hombres y sobre sus cosas, la ayuda de lo alto.
La fe en casa: La Bendición de la mesa. Bendecir la Mesa, una costumbre que ayuda a que vuestros hijos vivan en un ambiente cristiano.
Poner un nombre cristiano: Puede parecer un hecho insignificante pero no lo es: hace referencia a nuestros orígenes cristianos
¿Por qué besar las manos de un sacerdote?
Un sencillo gesto con mucha tradición
Este humilde gesto tuvo su origen en los tiempos de Nuestro Señor Jesucristo, a quien iban los niños corriendo al instante que lo veían, y sus padres los llevaban a que le besaran las manos y les pusiera su Majestad sus sacratísimas manos sobre sus cabezas, pidiéndole su bendición. Después quedó por costumbre el besar las manos a los apóstoles, y ha seguido hasta hoy con sus sucesores que son los sacerdotes. Per manus autem apostolorum fiebant prodigia, et signa magna in populo (Por las manos de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo) [1].
Manos consagradas
Es costumbre que al final de una ordenación sacerdotal, los fieles se acerquen con los nuevos presbíteros y les besen las manos, porque acaban de ser consagradas.
Durante la consagración del aceite el Jueves Santo, se le vierte perfume. Con este perfume el Crisma tiene un nuevo olor, el buen olor de Cristo del que habla San Pablo. Así a lo que se le pone el Crisma (personas o altares) se identificará con Cristo, será de Él y para Él.
Se sabe que las manos de un sacerdote han sido consagradas por el Crisma y que además ellas ministran el Poder y la Gracia de Dios en la Eucaristía, perdón de los pecados y la impartición de los Sacramentos, por eso se besa la mano del hombre, porque esas manos están llenas del poder de Dios.
Sabia lección
El P. José Rodrigo López Cepeda MSpS, cuenta que recién llegado a México se le encomendó la atención como vicario cooperador de una zona rural y visitaba 24 comunidades dedicadas a las labores del campo. El primer año fue invitado por don Nicanor, un ranchero jalisciense, curtido por los años, de intensos ojos azules y piel blanca. Rebasaba ya los 60 años, pero su constitución física, acostumbrada al trabajo, era la de un hombre joven y fuerte. Se le respetaba en el rancho por su prudencia y su sabiduría empírica.
El P. José Rodrigo no ha podido olvidar la primera vez que se le acercó y le extendió su mano. "Yo lo saludé como a otro más, dándole la mía, pero hizo un gesto que traté de evitar". Y es que don Nicanor hizo el intento de besarle la mano. Con fuerza quiso impedirlo. Quizá por venir de España, en donde toda forma de clericalismo se ha ido cambiando por la indiferencia e incluso el rechazo al sacerdote.
Pero sin pensarlo Don Nicanor le sujetó fuertemente la mano, la llevo a sus labios y con el sombrero descubierto la besó. Luego me miró a los ojos y le dijo con cierta autoridad en su voz: "No lo beso a usted. Beso al Señor en sus manos consagradas".
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Dos riesgos al utilizar la frase: y me confieso por todos los pecados olvidados
Decir esa frase es algo que hay que alabar, siempre y cuando se haga bien
En ciertos lugares, muchos fieles tienen la costumbre de, al terminar de confesar sus pecados, añadir “y me acuso de todos los pecados olvidados”. Esto es algo que hay que alabar, siempre y cuando se haga bien. Sin embargo, hoy quiero mencionarte dos riesgos de esta “práctica”.
1. No hacer bien el examen de conciencia
Uno de los 5 pasos para hacer una buena confesión es haber hecho bien el examen de conciencia, esto es, examinar bien en qué le hemos fallado a Dios. Por lo tanto, si has hecho bien el examen de conciencia, pero al momento de confesar, algún pecado se te olvidó, está bien añadir dicha frase. Ahora bien, si esa frase (“me acuso de todos los pecados olvidados”) es sólo para justificar de no haber preparado la confesión, sería un grave error. El primer riesgo entonces es que nos lleve a una pereza espiritual, de no preparar bien la confesión.
2. Vergüenza de los pecados
Otro riesgo de utilizar dicha frase sería el hecho de tener algún pecado que me da pena que el sacerdote lo escuche, y por lo tanto prefiero omitirlo con la frase “y me acuso de todos los pecados olvidados”. Nunca debemos olvidar que la confesión es“quedar “mal” con el sacerdote para quedar “bien” con Dios“, y no al revés. Entonces, si “para quedar bien” con el sacerdote decido omitir voluntariamente un pecado, esa confesión sería inválida.
En síntesis, no hay problema en utilizar dicha frase si te has examinado y esforzado en preparar la confesión, pero por diversos motivos al momento de confesarte se te olvida algún pecado. Sin embargo, sería un grave error que por no preparar la confesión o por pena al sacerdote que me confiesa decida emplear “y me acuso de todos los pecados olvidados”.
Dios te bendiga.
¿Qué consejos me puede dar para un buen noviazgo?
Algunos consejos para tener un buen noviazgo, camino al matrimonio.
Pregunta:
Quiero tener un noviazgo santo, para un matrimonio santo. Tengo 24 años y mi novia 23, quisiera algunos consejos de su parte.
Respuesta:
Para responderte, entresaco y resumo algunos pensamientos del libro Para Salvarte, del P. Jorge Loring. Te recomiendo la lectura completa y atenta del mismo.
La prudencia en la elección de la novia o del novio
La elección de tu pareja es cosa tuya. Pero debes hacerla con mucha cautela. No te fíes de los flechazos, que son muy bonitos para novelas y películas, pero en la vida real poco útiles para hacer ellos solos, felices a los hogares.
Tampoco te fíes sólo de tu vista, que ya sabemos que el amor ciega. Tu madre podría hacerte en esto un excelente servicio. Ella te conoce mejor que nadie; y ella, como nadie, desea tu felicidad; y su espíritu intuitivo verá si la pareja que le presentas podrá hacerte feliz. Si dudas del acierto de tu madre, consulta con una persona seria, competente y desinteresada.
No olvides el proverbio ruso:
«Antes de viajar por tierra, ora; si es por mar, ora dos veces; y si te vas a casar, ora tres».
No se construye un hogar sobre la gracia de una sonrisa, sobre el atractivo de un rostro, sobre la ternura de un instante. Se construye un hogar sobre todo lo que es esencia misma del yo: los pensamientos, los deseos, los sueños, las decepciones, las penas, las esperanzas, las alegrías, las tristezas.
Durante el estado de enamoramiento quedan notablemente alteradas las facultades perceptivas y deductivas en todo lo que se refiere a la persona amada. Los defectos que existan en dichas personas no se perciben, las cualidades se subliman… La mente ya no está equilibrada sino profundamente inclinada hacia el objeto del amor. El enamorado idealiza a la persona amada y la convierte en el centro de sus aspiraciones. La fascinación que ejerce en ti la persona idealizada puede ofuscarte y ocultarte la realidad. Podéis quedar totalmente ciegos para ver datos y circunstancias que desaconsejan totalmente seguir adelante. La fascinación puede ser engañosa. El amor de un hombre y una mujer es algo muy serio y tiene que construirse sobre cimientos muy sólidos.
Lo que debes valorar ante todo es el valor personal del pretendiente. Después vienen las demás consideraciones: facha, rango, fortuna. Estos dones no son despreciables, pero no son esenciales.
Primero que sea cristiano; cristiano convencido, práctico. Y si es piadoso, mejor.El matrimonio con un incrédulo suscitará conflictos de conciencia. Porque después planteará a los hijos el problema de la fe y las prácticas de piedad. No basta, pues, que esté bautizado. Bautizados, no practicantes, llenan las cárceles, y atormentan a sus esposas. Algunas chicas se han engañado en este aspecto esencial de su prometido y más tarde su esposo… Conscientes éstas de la irreligiosidad de su novio, han ido al matrimonio, con la ingenua idea de convertirlo. En la mayoría de los casos, el resultado ha sido nulo; cuando no, fuente de disgustos profundos para esa joven esposa.
Jóvenes piadosas y buenas, que se unieron en matrimonio con hombres poco religiosos, o nada practicantes, han terminado por ser ellas igual.
Después debes tener testimonio claro de la seriedad y sobriedad del muchacho. Ten cuidado con los calaveras; lo seguirán siendo, porque no te creo tan ingenua, que pienses, que así por las buenas, y por ti, va a dejar ese hombre ciertos hábitos que ha adquirido tal vez con larga experiencia: mujeriego, trasnochador, dado a la bebida, etc. El uso de las bebidas alcohólicas es uno de los factores más influyentes en los hogares desgraciados.
Para ser realmente amada…
1) No tienes que ser provocativa.
La chica provocativa hace daño a los hombres, pero también a sí misma. La belleza física es, ciertamente, un factor importante y, por eso, debes cuidarla y realzarla con esmero y naturalidad, aunque sin exageraciones, extravagancias y descaros. El atractivo sexual atrae a una parte del hombre, pero vosotras queréis como esposo al hombre entero. No olvidéis que los hombres podrán buscar cierto tipo de mujer para divertirse; pero buscan otro muy distinto para casarse. La belleza femenina atrae a los varores, pero no es indispensable para casarse. Los hombres buscan, lo que da realce y valor a la mujer: sus encantos, su feminidad y sus virtudes.
2) Ser elegante… pero principalmente virtuosa…
Las muchachas deben ser elegantes en su modo de vestir y arreglarse, y ser distinguidas, alegres, discretas y dulces en todo su modo de ser. No descuides tu arreglo personal. Pero no quieras conquistar con sólo tu belleza física. Haz que se enamoren más bien de tus virtudes espirituales. De una mujer bella puede un marido cansarse; de una mujer virtuosa jamás se cansará.
3)No ser pedante…
Para hacerte elegir no es necesario parecer pedante ni sabia. Al hombre le gusta dominar, ser superior. Tiene miedo a una mujer que le aventaje. Ser culta sí, pero discretamente. Tampoco eligen los muchachos a las de carácter autoritario, a las dominantes, a las de tono dogmatizante, a las de gesto seco y rígido. Buscan el encanto, la dulzura, la amabilidad. Escúchale cuando él te esté diciendo algo de sí mismo y de sus cosas. Muéstrale atención e interés.
4) No ser caprichosa…
A un chico recto no le gustan las caprichosas, las mimadas, las que tienen su cabecita llena de fantasía, cuyo humor cambia a todo viento: hoy alegres, exuberantes; mañana, deprimidas, pesimistas, tristes…
5) Prepararse para el hogar
Tu atractivo personal sirve para despertar la inclinación y el amor hacia ti. Pero para que este amor sea perdurable hacen falta además otras cosas. El hombre se desespera con una mujer despilfarradora, que no sabe administrarse. Quiere una mujer que saque partido a lo que él gana con tanto esfuerzo. Le gusta la casa limpia, la ropa a punto, la comida buena y a tiempo, etc. Todo tu atractivo físico es incapaz de tener a tu marido contento si en estas cosas le defraudas. Por eso todas las muchachas deberían aprender a llevar una casa y tener los conocimientos propios de mujer: corte y confección, costura, cocina, repostería, medicina, economía casera y todo cuanto dice relación con el recto gobierno y administración del hogar. El arte de ser madre es difícil y complicado. Necesita largo aprendizaje.
6) El pudor
El pudor de la mujer es una de las cosas que más enamoran. Y el encanto del pudor inmuniza de otros atractivos. El pudor es un sentimiento íntimo por el cual una mujer dándose cuenta de la belleza de su cuerpo y del atractivo que ejerce, procura reservarlo para el día que pueda hacer don completo y total de sí misma. Por eso el pudor se refleja en el modo de vestir, en los modales y en todo. El pudor sabe encontrar el equilibrio entre el ir agradablemente vestida y elegante, y lo que resulta llamativo y provocativo. El pudor es la gran muralla que defiende la castidad.
En cuanto al novio
1) La pureza
También la mujer tiene derecho a la pureza del hombre. Mira lo que escribía una muchacha que había guardado inmaculada su pureza: «Exigiré que mi futuro marido se haya guardado como yo misma para nuestro hogar». El mejor regalo de bodas que puede esperar una persona es la virginidad de la pareja con la que se va a casar
2) Respetar la pureza de su novia y elegir entre las castas…
Hay que volver a la caballerosidad respetuosa con la mujer viendo en ella la futura madre de los hijos, digna de todo cariño, veneración y respeto, y no tratándola como un trapo viejo que se mancha y luego se tira.
¿Te gustaría que quien te ha de pertenecer para siempre, antes de conocerte, ya lo hubiera probado todo? ¿No, verdad? Acuérdate de tu madre. Tu novia ha de ser la madre de tus hijos. Acuérdate de tus hermanas y de tus futuras hijas…Trata a tu novia hoy como te gustaría que los demás las traten a ellas. No quieras tratar a tu novia como a una de esas desgraciadas que se venden en las casas lujuriosas. ¿Elegirías entre éstas a la madre de tus hijos? Un hombre, como Dios manda, se avergüenza de que su novia sea una prostituta. Y a una mujer decente la humilla y avergüenza el verse tratada como una tal. Lo que a ella le ilusiona es un amor muy superior: el que culmina en un hogar y en unos hijos. Respeta a tu novia como quieres que se respete a tu madre. Los sacrificios que por el bien de ella te impongas, son prueba de que tu amor es verdadero. Si quieres a tu novia de verdad, debes querer su bien antes que tu gusto. Eso es amarla. Un joven que quiere a una muchacha, en lugar de hundirla, rebajarla, profanarla, instrumentalizarla, denigrarla, mancharla con los deseos de su instinto, procura por encima de sus apetencias elevarla, dignificarla, sublimarla. Respeta a tu novia, aunque ella no sepa hacerse respetar, ni defender, con su pudor, el tesoro de su pureza.
Busca una novia que te guste. Pero no te dejes encandilar por la fachada, que es pasajera; y si no está sostenida por las virtudes del espíritu, pronto te cansará y perderá para ti todo su atractivo. Aprende a enamorarte del carácter y de las virtudes del alma, que son estables y son realmente las que hacen digna de estima a una persona. Aprende a estimar más los dones del alma que los del cuerpo. Puedes casarte con una estrella de la pantalla y ser un desgraciado, como tantos divorciados del cine. En cambio, si te casas con una mujer amable, dócil, servicial, sacrificada, generosa, limpia, discreta, honrada, virtuosa, dulce, femenina, habilidosa, delicada, de buen corazón, que sepa llevar una casa y sea capaz de criar y educar los hijos y, sobre todo, muy cristiana, te profetizo un matrimonio feliz.
3) Estudia a tu novia…
Cuando salgas con tu novia aprovecha todas las ocasiones para estudiar su carácter y modo de ser. ¿Has examinado si le gustan los niños, si los acaricia, si goza con ellos; o por el contrario le ponen de mal humor? ¿Es trabajadora y sacrificada, o sólo piensa en divertirse? ¿Sabe cocinar y coser? ¿Sabe llevar una casa, o lo único que sabe es bailar mucho y coquetear con el primero que se le acerca? ¿Le gustan las labores de la casa, o sólo piensa en presumir por esas calles? Si no atiendes ahora a todas estas cosas, es muy posible que después de casado te lleves un gran desengaño. Que a tu novia le guste la casa. Si ella no se ocupa de la casa, prepárate a vivir en una pocilga. A no ser que tú te conviertas en ama de casa. Si quieres ayudar un poco a tu mujer, harás muy bien. Pero qué duda cabe que la encargada de la casa debe ser la mujer, que está especialmente dotada para ello. Los hombres, generalmente, hacemos estas cosas muy mal. Es muy importante que los novios se conozcan muy bien antes de casarse.
Para los dos…
1) Conocerse… pero no pecar…
El tiempo del noviazgo es para conocerse mutuamente, para amarse rectamente. El noviazgo es querido por Dios, pues Dios ha hecho el matrimonio indisoluble, y esa persona a la que vas a unirte para toda la vida, debes conocerla bien antes de casarte con ella.
Por lo tanto, es natural -y así lo quiere Dios- que durante cierto tiempo tengáis más confianza entre vosotros y un trato más íntimo para conoceros mejor. Pero debéis ser muy discretos en las manifestaciones de amor, si no queréis manchar vuestras relaciones.
No podéis permitirle a vuestro cariño muchas de las cosas que él os pide con fuerza. Es necesario que aprendáis a llevar vuestro noviazgo con la austeridad que exige el Evangelio. Si sembráis de pecados el camino del matrimonio, ¿podréis esperar con confianza que Dios os bendiga después? ¡Cuántos matrimonios lloran los pecados que cometieron de solteros!
2) Llegar «puros» al matrimonio.
El mejor regalo de bodas que espera una persona es la virginidad de su pareja. Toma este precioso lema: «Fieles hasta la muerte y puros hasta el altar». Algunas veces las chicas ceden ante las exigencias inmorales del hombre a quien aman; no se atreven a resistirle. El muchacho te quiere pura, fragante como una flor. Si te marchitas pierdes tu atractivo. Mi experiencia sacerdotal me ha hecho conocer varios casos que se decidieron a elegir a una chica antes que a otra, atraídos precisamente por la intransigencia en la pureza que en ellas habían observado. Y es que los varones cuando buscan una «chica-plan» para divertirse y aprovecharse, la quieren fresca; pero cuando lo que buscan es una novia en serio, la quieren de una pureza intachable. A nadie le gusta comerse las sobras que otro dejó en el plato. Por eso la pureza es uno de los mayores tesoros de una muchacha. Un hombre, como Dios manda, se avergüenza de que su mujer haya sido una aventurera. Mira lo que decía un joven en una carta: «¿Cómo me gustaría mi futura esposa? Más bonita de alma que de cuerpo, aunque sin descuidar esto último. Más piadosa que rezadora. Con más cultura religiosa que de cualquier otro tipo, aunque no desdeñe la cultura general». No he añadido ni una palabra. Así piensan los jóvenes formales cuando hablan en serio. ¿Quieres en resumen unas cualidades femeninas que cautivan a los muchachos? La sencillez, el encanto, la sonrisa, la delicadeza, la amabilidad, la servicialidad, la dulzura, el candor, unidas todas a una sólida piedad y a una pureza intachable.
Quien profanó tu cuerpo no tiene dificultad en profanar tu fama: ¡Lo que hizo contigo se lo contará a sus amigos! ¿Puedes imaginarte los comentarios que harán de ti? ¡Qué vergüenza! Esto ocurre con mucha frecuencia; créeme. El hombre que pide libertades impropias a una mujer antes de la boda, puede hacerlo porque la desea con violencia, con pasión desenfrenada, pero ten por cierto que no la ama bastante para protegerla contra el animal que hay en la propia naturaleza masculina. Si tu novio pretende de ti cosas que no admite tu conciencia, recházalo, y cuanto antes, mejor. No te hará feliz. Lo que tiene no es amor a ti, sino a sí mismo, a su concupiscencia y a su egoísmo. Si te amara a ti, buscaría tu bien por encima de sus apetencias. Y si prefiere sacrificar tu pureza, tu conciencia y tu alma a su apetito desordenado, ¿cómo vamos a creernos que te ama a ti? Quien te ame únicamente podrá cegarse en un momento de pasión, pero al chocar con tu rectitud intransigente, reconoce su falta, te pide perdón y se siente orgulloso de tu virtud.
No lo olvides. Los pecados impuros con tu novio, te hunden a ti y le hunden a él. Por eso es mentira cuando te dice para que cedas: «es que no me quieres; parece que no te intereso; qué fría eres». Ataca tus sentimientos para rendirte. Pero esto es un truco muy viejo; si caes en la trampa, te arrepentirás. Y si él te quiere de verdad, también se arrepentirá de haberte hecho caer, pues, te repito, los varones no quieren casarse con las libertinas. Esto ocurre siempre entre los muchachos que valen. Y si algún muchacho prefiere casarse con una desvergonzada, porque es bonita o tiene buen tipo, ese muchacho es tonto. Creer que la belleza de su mujer le va a hacer feliz en el matrimonio por encima de otras cosas, es no tener cabeza. Y desgraciada la que se casa con un tonto. Pero en fin, tonto él y tonta ella: ¡Tal para cual!
Si Dios pide pureza a las chicas, no es por capricho; sino porque es necesario para la felicidad de su matrimonio. No me digas que cedes por amor a él. Todo lo contrario. Si le amas, no puedes ceder; pues pecando le haces el peor de los daños: le condenas al infierno. Si le amas, sálvale. Aunque esto exija sacrificios. Dejarle pecar no es amarle, es matarle.