El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí.
- 15 Julio 2019
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Ángelus: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso”
Palabras del papa antes del Ángelus
JULIO 14, 2019 13:42 RAQUEL ANILLO ANGELUS Y REGINA COELI
(ZENIT – 14 julio 2019).- Desde la ventana de su despacho que da a la Plaza san Pedro, el Papa Francisco se ha dirigido a los fieles y peregrinos reunidos en este XV Domingo del Tiempo Ordinario para rezar el Ángelus.
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy el Evangelio presenta la famosa parábola del “buen samaritano” (cf. Lc 10,25-37).
Interrogado por un doctor de la ley sobre lo que es necesario para heredar la vida eterna, Jesús le invita a encontrar la respuesta en las Escrituras: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo” (v. 27). Había sin embargo, diferentes interpretaciones de quién debe entenderse como “prójimo”. De hecho el hombre sigue preguntando, “¿Quién es mi próximo?” (v. 29). En este punto Jesús responde la parábola, esta hermosa parábola: Os invito a todos a llevar el Evangelio hoy, el Evangelio de Lucas, capítulo diez, versículo 25. Es una de las parábolas más bellas del Evangelio. Y esta parábola se ha convertido en un paradigma de la vida cristiana. Se ha convertido en el modelo de cómo debe actuar un cristiano. Gracias al evangelista Lucas, tenemos este tesoro.
El protagonista de la breve narración es un samaritano que a lo largo del camino encuentra a un hombre robado y golpeado por ladrones y se ocupa de él. Sabemos que los judíos trataban a los samaritanos con desprecio, considerándolos extraños al pueblo elegido.
Por lo tanto, no es una coincidencia que Jesús escogiera precisamente a un samaritano como el personaje positivo de la parábola. De esta manera quiere vencer el prejuicio, mostrando que incluso un extraño, incluso uno que no conoce al verdadero Dios, y no asiste a su templo, es capaz de comportarse de acuerdo a su voluntad, sintiendo compasión por su hermano necesitado y socorriéndolo con todos los medios a su alcance.
Antes que el samaritano, un sacerdote y un levita ya habían pasado por ese mismo camino,
es decir, personas dedicadas a la adoración de Dios. Sin embargo, al ver al pobre hombre en el suelo, habían pasado de largo sin detenerse, probablemente para no contaminarse con su sangre. Habían antepuesto una regla humana ligada al culto para no contaminarse con la sangre, una regla humana ligada al culto, ligada al gran mandamiento de Dios, que quiere sobre todo la
misericordia.
Jesús, por lo tanto, propone como modelo al samaritano, era el único que no tenía fe. También pensamos en un montón de gente que conocemos, quizás agnósticos, pero que hacen el bien. Jesús escoge cómo modelo uno que no era un hombre de fe. Y este hombre, amando a su hermano como a sí mismo, muestra que ama a Dios con todo su corazón y con todas sus fuerzas y – ¡al Dios que no conocía! -…y expresa al mismo tiempo la verdadera religiosidad y la plena humanidad.
Después de contar esta bella parábola, Jesús se volvió una vez más hacia el doctor que le había preguntado: “¿Quién es mi prójimo?. Y le dice: “¿Cuál de estos tres te parece que ha sido un prójimo del que cayó en manos de ladrones?” (v. 36). De esta manera, invierte la pregunta de su interlocutor, y también la lógica de todos nosotros. Nos hace entender que no somos nosotros los que, sobre la base de nuestros criterios, definimos quién es el prójimo y quién no, sino es la persona necesitada que debe ser capaz de reconocer quién es su prójimo, es decir, “quién tuvo compasión de él.” (v. 37). Ser capaz de tener compasión: esta es la clave. Esta es la clave nuestra. Si no sientes compasión frente a una persona necesitada, si tu corazón no se conmueve, significa que algo anda mal. Estemos todos atentos. No nos dejamos llevar por la insensibilidad egoísta. La capacidad de compasión se ha convertido en la piedra de comparación del cristiano, más bien, de la enseñanza de Jesús. Jesús mismo es la compasión del Padre por nosotros. Si vas por la calle y ves a un vagabundo tirado allí y pasas sin mirarlo o piensas: “Está bajo el efecto del vino. Es un borracho,” pregúntate a ti mismo no si ese hombre está borracho, sino si tu corazón no se ha endurecido, si tu corazón no se ha convertido en hielo. Esta conclusión de Jesús indica que la misericordia hacia una vida humana en estado de necesidad es el verdadero rostro del amor. Así se llega a ser el verdadero discípulo de Jesús y se manifiesta el rostro del Padre: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Y Dios, nuestro Padre, es misericordioso, porque tiene compasión; es capaz de tener esta compasión, de acercarse a nuestro dolor, a nuestro pecado, a nuestros vicios y a nuestras miserias.
Que la Virgen María nos ayude a comprender y sobre todo a vivir cada vez más el vínculo inseparable que hay entre el amor a Dios nuestro Padre y el amor concreto y generoso por nuestro hermanos, y que nos de la gracia de tener y de crecer en la compasión.
Buenaventura, Santo
Memoria Litúrgica, 15 de julio
Cardenal, Obispo de Albano.
General de los Frailes Menores Franciscanos.
Doctor de la Iglesia.
Martirologio Romano: Memoria de la inhumación de san Buenaventura, obispo de Albano y doctor de la Iglesia, celebérrimo por su doctrina, por la santidad de su vida y por las preclaras obras que realizó en favor de la Iglesia. Como ministro general rigió con gran prudencia la Orden de los Hermanos Menores, siendo siempre fiel al espíritu de san Francisco y en sus numerosos escritos unió suma erudición y piedad ardiente. Cuando estaba prestando un gran servicio al II Concilio Ecuménico de Lyon, mereció pasar a la visión beatífica de Dios (1274).
Fecha de canonización: 14 de mayo de 1482 por el Papa Sixto IV
Breve Biografía
Por lo que se refiere a sus primeros años, lo único que sabemos acerca de este ilustre hijo de san Francisco de Asís es que nació en Bagnorea, cerca de Viterbo, en Italia, probablemente en 1217, fue bautizado con el nombre de Giovanni (Juan) Fidanza y que sus padres fueron Juan Fidanza y María Ritella. Después de tomar el hábito en la orden seráfica, estudió en la Universidad de París, bajo la dirección del maestro inglés Alejandro de Hales. De 1248 a 1257, enseñó en esta universidad teología y Sagrada Escritura. A su genio penetrante unía un juicio muy equilibrado, que le permitía ir al fondo de las cuestiones y dejar de lado lo superfluo para discernir todo lo esencial y poner al descubierto los sofismas de las opiniones erróneas. El santo se distinguió en filosofía y teología escolásticas.
El santo no veía en sí más que faltas e imperfecciones y, por humildad, se abstenía algunas veces de recibir la comunión, por más que su alma ansiaba acercarse a la fuente de gracia. Pero un milagro de Dios permitió a San Buenaventura superar tales escrúpulos.
Durante los años que pasó en París, compuso una de sus obras más conocidas, el "Comentario sobre las Sentencias de Pedro Lombardo", que constituye una verdadera suma de teología escolástica. Guillermo de Saint Amour hizo en la obra titulada "Los peligros de los últimos tiempos" un ataque directo a San Buenaventura.
Ataque que el santo contestó con un tratado sobre la pobreza evangélica, titulado "Sobre la pobreza de Cristo". En 1257, San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino recibieron juntos el título de doctores. San Buenaventura escribió un tratado "Sobre la vida de perfección", destinado a la Beata Isabel, hermana de San Luis de Francia y a las Clarisas Pobres del convento de Longchamps. Otras de sus principales obras son el "Soliloquio" y el tratado "Sobre el triple camino".
En 1257, Buenaventura fue elegido superior general de los frailes Menores. No había cumplido aún los 36 años y la orden estaba desgarrada por la división entre los que predicaban una severidad inflexible y los que pedían que se mitigase la regla original. El joven superior general escribió una carta a todos los provinciales para exigirles la perfecta observancia de la regla y la reforma de los relajados. El primero de los cinco capítulos generales que presidió San Buenaventura, se reunió en Narbona en 1260. Ahí presentó una serie de declaraciones de las reglas que fueron adoptadas y ejercieron gran influencia sobre la vida de la orden. San Buenaventura empezó a escribir la vida de San Francisco de Asís.
El santo gobernó la orden de San Francisco durante 17 años, y por eso se le llama el segundo fundador. En 1265, el Papa Clemente IV trató de nombrar a San Buenaventura arzobispo de York, a la muerte de Godofredo de Ludham , pero el santo consiguió disuadir de ello al Pontífice. Sin embargo, al año siguiente, el Beato Gregorio X le nombró cardenal obispo de Albano, ordenándole aceptar el cargo por obediencia. Se le encomendó la preparación de los temas que se iban a tratar en el Concilio ecuménico de Lyon, acerca de la unión de los griegos ortodoxos.
San Buenaventura se caracterizaba por la sencillez, la humildad y la caridad. Mereció el título de "Doctor Seráfico" por las virtudes angélicas que realzaban su saber. Fue canonizado en 1482 y declarado Doctor de la Iglesia en 1588.
Santo Evangelio según San Mateo 10, 34-11, 1. Lunes XV del tiempo ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, te pido que me des más fe para creer con el corazón y no simplemente con la razón. Auméntame las virtudes teologales.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 34-11, 1
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: "No piensen que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra. He venido a enfrentar al hijo con el padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y los enemigos de cada uno serán los de su propia familia.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí.
El que salva su vida, la perderá y el que pierda por mí, la salvará.
Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí, y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado. El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.
Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría, a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa".
Cuando acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús partió de ahí para enseñar y predicar en otras ciudades.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el Evangelio del día de hoy leemos como nuestro Señor Jesucristo nos menciona algunas condiciones para poder seguirlo y amarlo. La primera es sobre la familia, «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí».
Eso no quiere decir que la familia no sea importante, claro que lo es, pero simplemente quiere que tengamos en mente que Dios lo es más aún.
La segunda condición, en la que me quiero detener más es la «cruz». Sabemos que no es una condición que nos agrade mucho humanamente, pero tenemos que tener los ojos puestos en Cristo, que nos da ejemplo de cómo abrazar la cruz y sobre todo de cómo amarla.
Pidamos a la Santísima Virgen María que nos tome de la mano y nos acompañe, pues ella fue la primera persona en cargar con la cruz de Cristo y participar de la obra salvadora.
«Ninguno de los sufrimientos del hombre, ni siquiera los más pequeños y escondidos, son invisibles ante los ojos de Dios. Dios ve, y seguramente protege; y donará su recompensa. Efectivamente, en medio de nosotros hay alguien que es más fuerte que el mal, más fuerte que las mafias, que los entramados oscuros, que quien se lucra sobre la piel de los desesperados, que el que aplasta a los demás con prepotencia... Alguno que escucha desde siempre la voz de la sangre de Abel que grita desde la tierra. Los cristianos entonces deben hacerse encontrar siempre “en el otro lado” del mundo, el elegido por Dios: no perseguidores, sino perseguidos; no arrogantes, sino dóciles; no vendedores de humo, sino sometidos a la verdad; no impostores, sino honestos.
(Audiencia de S.S. Francisco, 27 de junio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré a Cristo en algún momento del día y le pediré fuerzas para continuar cargando mi cruz o le pediré valentía y coraje para comenzar a cargarla.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Jesús murió crucificado, y su cruz, juntamente con su sufrimiento, su sangre y su muerte, fueron el instrumento de salvación para todos nosotros. La cruz no es una vergüenza, sino un símbolo de gloria
Por: P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá | Fuente: Para dar razón de nuestra Esperanza, sepa defender su Fe
Tengo la costumbre de andar con una pequeña cruz de madera en el pecho. Amo esta cruz porque Jesucristo salvó al mundo por este signo. Además, como hermano-religioso y ministro de la Iglesia Católica, quiero mostrar así mi entrega total a Jesús, mi Maestro.
Pero pasa, a veces, que cuando me ven los hermanos evangélicos con esta cruz en el pecho, comienzan a criticarme y me echan en cara que así estoy crucificando a Cristo; otros me dicen que soy idólatra, y que soy un condenado con el patíbulo pegado en el pecho; y por último no faltan los que hasta me quieren prohibir hacer la señal de la cruz o persignarme.
No entiendo por qué algunos se ponen tan fanáticos, o por qué se escandalizan frente a una cruz colgada en el pecho...
Bueno, no importa lo que piensan ellos de mí, pero sigo llevando esta cruz en el pecho porque es para mí un símbolo de la fe que llevo en mi corazón, esta fe en Cristo crucificado y resucitado.
A los que piensan que soy idólatra les recomiendo que lean atentamente la carta que escribí acerca de los verdaderos ídolos de este mundo moderno.
Ahora, queridos hermanos, les voy a hablar sobre la grandeza de la cruz de Cristo, y cómo el Señor invitó a sus verdaderos discípulos a cargar su cruz y seguir sus pasos. Ojalá que tengan la paciencia de consultar todos los pasajes bíblicos que les voy a citar. Creo sinceramente que nuestros hermanos evangélicos, al no leer toda la Biblia, sólo por ignorancia llegan a prohibir estas cosas.
La cruz de Jesucristo
Jesús murió crucificado, y su cruz, juntamente con su sufrimiento, su sangre y su muerte, fueron el instrumento de salvación para todos nosotros. La cruz no es una vergüenza, sino un símbolo de gloria, primero para Cristo, y luego para los cristianos.
El escándalo de la Cruz
«Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos» (1Cor. 1, 23). Con estas palabras, el apóstol Pablo expresa el rechazo espontáneo de todo hombre frente a la cruz.
En verdad uno se pregunta: «¿Cómo podía venir la salvación al mundo por una crucifixión? ¿Cómo puede salvarnos aquel suplicio reservado a los esclavos? ¿Cómo podría venir la redención por un cadáver, por un condenado colgado en el patíbulo, por una muerte tan cruel como la de un malhechor?... ( Deut. 21, 22; Gal. 3,1).
Cuando Jesús anunciaba su muerte trágica en la cruz a sus discípulos, ellos se horrorizaban y se escandalizaban. No podían tolerar el anuncio de su sufrimiento y de su muerte en la cruz (Mt. 16, 21; Mt. 17, 22).
Así, la víspera de su pasión, Jesús les dijo que todos se escandalizarían a causa de El. (Mt. 26, 31). Y en verdad, a raíz de una condena injusta, Jesús fue crucificado y murió en forma escandalosa.
El misterio de la Cruz
Jesús nunca dulcificó el escándalo de la cruz, pero sí nos mostró que su crucifixión ocultaba un profundo misterio de vida nueva. El camino de la salvación pasó por la obediencia de Jesús a la voluntad de su Padre: «Jesús fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz» (Fil. 2, 8). Pero esta muerte fue «una muerte al pecado». A través de la debilidad de Jesús crucificado se manifestó la fuerza de Dios (1Cor. 1, 25). Si Jesús fue colgado del árbol como un maldito, era para rescatarnos de la maldición del pecado (Gál. 3, 13). Su cadáver expuesto sobre la cruz permitió a Dios «condenar la ley del pecado en la carne» (Rom. 8, 3).
Además, «por la sangre de la cruz» Dios ha reconciliado a todos los hombres (Col. 1, 20), y ha suprimido las antiguas divisiones ente los pueblos causadas por el pecado (Ef. 2, 14-18). En efecto Cristo murió «por todos» (1Tes. 5, 10) cuando nosotros aún éramos pecadores (Rom. 5, 6), dándonos así la prueba suprema de amor. (Jn. 15, 13 y 1Jn. 4, 10). Muriendo «por nuestros pecados» (1 Cor. 15,3 y 1 Ped. 3,18), nos reconcilió con Dios por su muerte (Rom. 5, 10), de modo que podemos ya recibir la herencia prometida (Heb. 9, 15).
La cruz, elevación a la gloria
La cruz se ha convertido en un verdadero triunfo por la Resurrección de Cristo. Solamente después de Pentecostés, los discípulos, iluminados por el Espíritu Santo, quedaron maravillados por la gloria de Cristo resucitado y luego ellos proclamaron por todo el mundo el triunfo y gloria de la cruz.
La cruz de Cristo, su muerte y resurrección han destruido para siempre el pecado y la muerte. El apóstol Pablo nos canta en un himno triunfal:
«La muerte ha sido destruida en esta victoria.
Muerte ¿dónde está ahora tu victoria?
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?
El aguijón de la muerte es el pecado.
Pero, gracias sean dadas a Dios,
que nos da la Victoria
por Cristo Jesús
Nuestro Señor»
(1 Cor. 15, 55-57)
Escribe también el apóstol San Juan:
«Así como Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto (signo de salvación en el Antiguo Testamento), así también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todo aquel que crea, tenga por El vida eterna» (Jn. 3, 14-32).
Y dijo Jesús: «Cuando Yo haya sido levantado de la tierra, atraeré a todos a mí» (Jn. 12, 32).
La suerte de Cristo crucificado y resucitado será, entonces, la suerte de los verdaderos discípulos del Maestro.
La cruz de Cristo y nosotros
En aquel tiempo Jesús dijo: «Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame» (Mt. 16, 24). Eso quiere decir que el verdadero discípulo no sólo debe morir a sí mismo, sino que la cruz que lleva es signo de que muere al mundo y a todas sus vanidades (Mt. 10, 33-39). Además el discípulo debe aceptar la condición de perseguido, perdonando, incluso, al que quizá le quite la vida (Mt. 23, 34). Así para el cristiano llevar su cruz y seguir a Jesús es signo de su gloria anticipada: «El que quiere servirme, que me siga, y donde Yo esté, allá estará el que me sirve. Si alguien me sirve, mi Padre le dará honor» (Jn. 12,26).
El cristiano lleva una vida de crucificado
La cruz de Cristo, según el apóstol Pablo, viene a ser el corazón del cristiano. Por su fe en el Crucificado, el cristiano ha sido crucificado con Cristo en el bautismo, y además ha muerto a la ley del Antiguo Testamento para vivir para Dios.
«Por mi parte, siguiendo la ley, llegué a ser muerto para la ley a fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo, y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Gál. 2,19-20).
Así el cristiano pone su confianza en la sola fuerza de Cristo, pues de lo contrario se mostraría «enemigo de la cruz». «Porque muchos viven como enemigos de la cruz de Cristo» (Fil. 3, 18).
La Cruz, título de gloria del cristiano
En la vida cotidiana del cristiano, «el hombre viejo es crucificado» (Rom. 6, 6) hasta tal punto, que quede plenamente liberado del pecado. El cristiano diariamente asumirá la sabiduría de la cruz, se convertirá, a ejemplo de Jesús, en humilde y «obediente hasta la muerte y muerte de cruz».
No debemos temer llevar una cruz en el pecho ni menos colocar un crucifijo en la cabecera de nuestra pieza. Sí debemos temer «la apostasía» o la traición a la verdadera religión que sería lo mismo que crucificar de nuevo al Hijo de Dios (Heb. 6, 6).
El verdadero cristiano con la cruz en la mano debe exclamar: «En cuanto a mí, quiera Dios que me gloríe sólo en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo» (Gál. 6, 14).
Consideraciones finales
1. En la cruz de Cristo encontramos como un compendio de la verdadera fe cristiana y por eso el pueblo cristiano con profunda fe ha encontrado miles y miles de formas para expresar su amor a Cristo crucificado. Espontáneamente la religión del pueblo ha reproducido por doquier, en pinturas y esculturas, cruces de distintas formas. El creyente ha colocado cruces sobre los cerros, en el techo de sus casas, etc. el cristiano se persigna para proclamar su fe en la gloria de Cristo; el discípulo fiel se coloca la cruz en el pecho para anunciar la fe que lleva en el corazón...
2. Estas expresiones populares no son de ninguna manera idolatría como pretenden algunos hermanos evangélicos. Es realmente una auténtica expresión de fe y de amor a Cristo que murió por nosotros. ¡Qué hermoso cuando uno entra en una familia cristiana y ve cómo la cruz de Cristo tiene un lugar privilegiado en el hogar! ¡Qué profunda fe se expresa cuando un cristiano hace, con sentimientos de reverencia, la señal de la cruz! Es muy fácil y barato burlarse de estas expresiones populares de fe. Pero tales ironías son faltas graves al respeto y al amor al prójimo, tales burlas son simplemente signos de una atrevida ignorancia.
3. Y ¿qué decir de la cruz en el pecho? Si alguien -sacerdote, religiosa o laico- lleva una cruz en el pecho con fe y amor, con sentimientos de reverencia, nadie tiene el derecho de reírse de esta persona. ¿Quién eres tú para juzgar y criticar los auténticos sentimientos religiosos del pueblo? Sólo Dios sabe escudriñar lo más íntimo de nuestros corazones.
4. Por último, una palabra acerca del crucifijo. Cuando sobre la cruz se coloca la imagen de Cristo, llamamos al conjunto «crucifijo». No se adora el madero, sino que el cristiano ve a Cristo muerto en ella. Tener un crucifijo no es ninguna idolatría. Es un signo de amor a Cristo.
Nunca la Iglesia ha enseñado a adorar cruces, sino a adorar a Cristo que en ella murió. Sí, la Iglesia nos invita a venerar estos signos de fe. También nos enseña la Iglesia que nadie debe llevar una cruz en el pecho si no tiene al menos la intención sincera de seguir las huellas de Jesucristo. Menos debemos llevar una cruz como un simple amuleto o como un adorno para lucirse.
El amor al Señor que murió en la cruz hace que frecuentemente se hayan hecho crucifijos de materiales preciosos, pero en nuestros días la Iglesia vuelve a preferir un crucifijo simple y rústico, más realista y expresivo.
Queridos hermanos, éstas son las razones por las que nosotros los católicos veneramos y honramos la santa Cruz con sumo respeto. Y cuando nosotros llevamos una cruz en el pecho, siempre debemos acordarnos de las palabras del apóstol San Juan:
«En cuanto a mí,
no quiere Dios que me gloríe
sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo,
por quien el mundo está crucificado para mí
y yo para el mundo». (Gál. 6, 14).
«Que nadie, pues, me venga a molestar.
Yo, por mi parte, llevo en mi cuerpo
las señales de Jesús»
(Gál. 6, 17).
Cuestionario
¿Es la cruz para el cristiano signo de vergüenza o de gloria? ¿Qué simbolizaba la serpiente de bronce del desierto? ¿Cuándo se cumplió aquella profecía? ¿Podemos llevar la cruz en el pecho? ¿Podemos colocar la cruz en un cerro o en un templo? ¿Qué estamos manifestando con esto? ¿Podemos, entonces, llevar la cruz colgada al cuello? ¿Podemos hacer la señal de la cruz?
La Virgen del Carmen ...y el escapulario
El escapulario no salva por sí solo como si fuera algo mágico o de buena suerte, ni es una excusa para evadir las exigencias de la vida cristiana.
Cada 16 de Julio recordaremos a Nuestra Señora del Carmen. Reflexionemos hoy un poco sobre esta advocación y las grandes promesas de su escapulario.
Los carmelitas tienen, entre otros, el mérito de haber llevado esta advocación mariana a todos los estratos del pueblo cristiano.
En el siglo XII algunos eremitas se retiraron al Monte Carmelo, con San Simón Stock.
La Virgen Santísima prometió a este santo un auxilio especial en la hora de la muerte a los miembros de la orden carmelitana y a cuantos participaran de su patrocinio llevando su santo escapulario.
Los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.
La estrella del Mar y los Carmelitas
Los marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.
Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.
Los Carmelitas y la Virgen del Carmen se difunden por Europa
La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos allí se venera.
Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.
¿Qué es el Escapulario carmelita?
Los seres humanos nos comunicamos por símbolos. Así como tenemos banderas, escudos y también uniformes que nos identifican. Las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios.
Los laicos no pueden llevar hábito, pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usar el escapulario. La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. Se usa bajo la ropa. Junto con el rosario y la medalla milagrosa, el escapulario es uno de los mas importantes sacramentales marianos.
Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: "Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios."
El escapulario es un sacramental
Un sacramental es un objeto religioso que la Iglesia haya aprobado como signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. Los sacramentales deben mover nuestros corazones a renunciar a todo pecado, incluso al venial.
El escapulario, al ser un sacramental, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos. Las gracias nos vienen por nuestra respuesta de amor a Dios y de verdadera contrición del pecado, lo cual el sacramental debe motivar.
¿Cómo surgió el escapulario?
La palabra escapulario viene del Latín "scapulae" que significa "hombros". Originalmente era un vestido superpuesto que cae de los hombros y lo llevaban los monjes durante su trabajo. Con el tiempo se le dio el sentido de ser la cruz de cada día que, como discípulos de Cristo llevamos sobre nuestros hombros. Para los Carmelitas particularmente, pasó a expresar la dedicación especial a la Virgen Santísima y el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás.
La Virgen María entrega el escapulario el 16 de julio de 1251
En el año 1246 nombraron a San Simón Stock general de la Orden Carmelita. Este comprendió que, sin una intervención de la Virgen, a la orden le quedaba poco tiempo. Simón recurrió a María poniendo la orden bajo su amparo, ya que ellos le pertenecían. En su oración la llamó "La flor del Carmelo" y la "Estrella del Mar" y le suplicó la protección para toda la comunidad.
En respuesta a esta ferviente oración, el 16 de julio de 1251 se le aparece la Virgen a San Simón Stock y le da el escapulario para la orden con la siguiente promesa:
"Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno"
Aunque el escapulario fue dado a los Carmelitas, muchos laicos con el tiempo fueron sintiendo el llamado de vivir una vida mas comprometida con la espiritualidad carmelita y así se comenzó la cofradía del escapulario, donde se agregaban muchos laicos por medio de la devoción a la Virgen y al uso del escapulario. La Iglesia ha extendido el privilegio del escapulario a los laicos.
Explicación de la Promesa
Muchos Papas, santos como San Alfonso Ligorio, San Juan Bosco, San Claudio de la Colombiere, y San Pedro Poveda, tenían una especial devoción a la Virgen del Carmen y llevaban el escapulario. Santos y teólogos católicos han explicado que, según esta promesa, quien tenga la devoción al escapulario y lo use, recibirá de María Santísima a la hora de la muerte, la gracia de la perseverancia en el estado de gracia (sin pecado mortal) o la gracia de la contrición (arrepentimiento). Por parte del devoto, el escapulario es una señal de su compromiso a vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo perfecto de la Virgen Santísima.
El escapulario tiene 3 significados
1. El amor y la protección maternal de María: El signo es una tela o manto pequeño. Vemos como María cuando nace Jesús lo envuelve en un manto. La Madre siempre trata de cobijar a sus hijos.
Envolver en su manto es una señal muy maternal de protección y cuidado. Señal de que nos envuelve en su amor maternal. Nos hace suyos. Nos cubre de la ignominia de nuestra desnudes espiritual.
Vemos en la Biblia:
-Dios cubrió con un manto a Adán y Eva después de que pecaron. (manto - signo de perdón)
-Jonás le dio su manto a David: símbolo de amistad -Elías dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida.
-S. Pablo: revístanse de Cristo: vestirnos con el manto de sus virtudes.
2. Pertenencia a María: Llevamos una marca que nos distingue como sus hijos escogidos. El escapulario se convierte en el símbolo de nuestra consagración a María.
Consagración: ´pertenecer a María´ es reconocer su misión maternal sobre nosotros y entregarnos a ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón. Así podremos ser usados por Ella para la extensión del Reino de su Hijo.
-En 1950 Papa Pío XII escribió acerca del escapulario: "que el escapulario sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos". Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras. Dice Jesús: "Cargad con mi yugo y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera". (Mt 11:29). El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar, pero que María nos ayuda a llevar. El escapulario es un signo de nuestra identidad como cristianos, vinculados íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente nuestro bautismo.
Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación, lo que exige que seamos pobres, castos y obedientes por amor.
Al usar el escapulario constantemente estamos haciendo silenciosa petición de asistencia a la Madre, y ella nos enseña e intercede para conseguirnos las gracias para vivir como ella, abiertos de corazón al Señor, escuchando su Palabra, orando, descubriendo a Dios en la vida diaria y cercanos a las necesidades de nuestros hermanos, y nos está recordando que nuestra meta es el cielo y que todo lo de este mundo pasa. En la tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden dice: "No lleguemos a la conclusión de que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos...Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la omnipotencia suplicante de la Madre de la Misericordia."
3. El suave yugo de Cristo: "Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mi, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana". (Mt 11:29-30)
-El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar pero que María nos ayuda a llevar.
Quién lleva el escapulario debe identificarse como católico sin temor a los rechazos y dificultades que ese yugo le traiga.
Se debe vivir lo que significa
El escapulario es un signo de nuestra identidad como católicos, vinculados de íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente según nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación. Esto requiere que seamos pobres (un estilo de vida sencillo sin apegos materiales), castos y obedientes por amor a Dios.
En momentos de tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre, resueltos a ser fieles al Señor.
Ella nos dirige hacia el Sagrado Corazón de su Hijo Divino y el demonio es forzado a retroceder vencido.
Imposición del Escapulario:
El primer escapulario debe ser bendecido por un sacerdote e impuesto por él mientras dice:
"Recibe este escapulario bendito y pide a la Virgen Santísima que por sus méritos, lo lleves sin ninguna mancha de pecado y que te proteja de todo mal y te lleve a la vida eterna"
¿Puede darse el escapulario a quien no es católico?
Sí. El escapulario es signo de la Maternidad Espiritual de María y debemos recordar que ella es madre de todos. Muchos milagros de conversión se han realizado en favor de buenos no-católicos que se han decidido a practicar la devoción al escapulario.
Conversiones
Un anciano fue llevado al Hospital de San Simón Stock en la ciudad de Nueva York, inconsciente y moribundo. La enfermera al ver al paciente con el Escapulario Carmelita llamó a un sacerdote. Mientras rezada las oraciones por el moribundo, éste recobró el conocimiento y dijo: "Padre, yo no soy católico". "¿Entonces, ¿por qué está usando el Escapulario Carmelita?", preguntó el sacerdote. "He prometido a mis amigos usarlo", explicó el paciente. "Además rezo un Ave María diariamente." "Usted se está muriendo" replicó el sacerdote. "¿Quiere hacerse católico?" ´Toda mi vida lo he deseado", contestó el moribundo. Fue bautizado, recibió la Unción de los Enfermos antes de fallecer en paz.
Alerta contra abusos
El escapulario NO salva por sí solo como si fuera algo mágico o de buena suerte, ni es una excusa para evadir las exigencias de la vida cristiana. Mons. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden Carmelita nos dice: "No lleguemos a la conclusión que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos... Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la ´omnipotencia suplicante´ de la madre de la misericordia."
Los Papas y Santos han muchas veces alertado acerca de no abusar de la promesa de nuestra madre como si nos pudiéramos salvar llevando el escapulario sin conversión. El Papa Pío XI nos advierte: "aunque es cierto que la Virgen María ama de manera especial a quienes son devotos de ella, aquellos que desean tenerla como auxilio a la hora de la muerte, deben en vida ganarse dicho privilegio con una vida de rechazo al pecado y viviendo para darle honor."
Vivir en pecado y usar el escapulario como ancla de salvación es cometer pecado de presunción ya que la fe y la fidelidad a los mandamientos es necesaria para todos los que buscan el amor y la protección de Nuestra Señora.
San Claude de la Colombiere advierte: "Tu preguntas: ¿y si yo quisiera morir con mis pecados?, yo te respondo, entonces morirás en pecado, pero no morirás con tu escapulario."
Oración a la Virgen del Carmen
Súplica para tiempos difíciles
"Tengo mil dificultades:
ayúdame.
De los enemigos del alma:
sálvame.
En mis desaciertos:
ilumíname.
En mis dudas y penas:
confórtame.
En mis enfermedades:
fortaléceme.
Cuando me desprecien:
anímame.
En las tentaciones:
defiéndeme.
En horas difíciles:
consuélame.
Con tu corazón maternal:
ámame.
Con tu inmenso poder:
protégeme.
Y en tus brazos al expirar:
recíbeme.
Virgen del Carmen, ruega por nosotros.
Amén."
¿Se puede ser católico y joven a la vez?
7 consejos importantes
Ser católico hoy en día es un tanto difícil, y más siendo un joven católico, pasamos por distintos retos en nuestros trabajos, escuelas, universidades, hogares, pero no olvidemos que Jesús, nos propone y nos da siempre las herramientas para que con su ayuda podamos superar estos retos. Entonces, ¿se puede ser católico y joven a la vez? A continuación estos 7 consejos.
1. Sé como Timoteo, que en su corta edad fue nombrado Obispo, y debido a lo joven que era no lo tomaban en serio, es por ello que San Pablo en 1 Timoteo 4,12 le dice“Que nadie menosprecie tu juventud”, y hoy también te lo dice a ti, así como también en 1 Tim 4,16 nos llamar a cuidar nuestra conducta, “Cuida tu conducta y tu enseñanza, persevera sin desanimarte, pues actuando así, te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan”.
2. ¡Fórmate!Es muy importante que no olvides dedicarle tiempo a tu formación cristiana, asiste a Eucaristía, retiros espirituales, grupo juvenil, no olvides leer, estudiar, meditar la Palabra de Dios y por supuesto, no olvidemos la importancia de la oración.
3. Sé luz, en medio de toda oscuridad, demostremos aún en nuestras dificultades que nuestra alegría no viene de las cosas materiales o mundanas, si no que viene de haber encontrado a Jesús y que Él está siempre con nosotros.
4. Sé alegre, pero no confundamos la felicidad con el placer, el Papa Francisco nos lo explica: “Y es bueno que ustedes los jóvenes vean que felicidad y placer no son sinónimos. Una cosa es la felicidad y el gozo, y otra cosa es un placer pasajero. La felicidad construye, es sólida, edifica, la felicidad exige compromiso y entrega”.
5. Católico, Apostólico, Romano, y ¿Moderno? “Se puede ser joven y moderno y, a la vez, profundamente cristiano”(San Juan Pablo II). Actualmente vivimos en la era moderna en la que la mayor parte de las cosas giran en torno a un estado en Facebook, una foto en Instagram, ver quien tiene más “likes” en sus publicaciones, pero, ¿Por qué no utilizar estos medios de una mejor manera para poder evangelizar? Todos estamos llamados a la evangelización, así que utilicemos estos medios para poder llevar la alegría de tener a Dios en nuestras vidas. Siempre recuerda ser prudente y cuidadoso con las cosas que compartes en tus redes sociales.
6. ¿Es malo que frecuente algún bar? No es malo en sí, pero sí debemos cuidar ciertos aspectos antes de decidir visitar uno de estos lugares, investiguemos que no sea un lugar que tenga “fama” de ser rings de boxeo, que sea libre de peleas, de drogas, si sientes que un lugar te puede exponer a algunas de estas cosas, mejor no vayas y busca otro lugar.
Recuerda también ser prudente, conocer tus límites y evitar emborracharse. “Disfruta cuanto quieras, siempre que no peques”(Don Bosco).
7. ¿Debo utilizar siempre faldas largas? (para chicas)
¡No siempre! Vístete lindo, utiliza vestidos, faldas, jeans, lo que te haga sentir más cómoda y te identifique más con tu personalidad; claro, sin perder el rumbo de quien eres, cuida tu cuerpo, recuerda que tu cuerpo es sagrado así que respétate y respeta también a los demás, evita utilizar ropas demasiado ajustadas que parezcan pintadas a tu cuerpo y las faldas o vestidos demasiado cortas.
Así que, no te avergüences de tu fe, no tengas miedo de ser un joven católico, recuerda que no vivimos aislados, estamos inmersos en el mundo, pero siempre aspirando llegar al cielo. El Papa Francisco nos recuerda: “Muchas veces, tenemos la tentación de pensar que la santidad se reserva solo a los que tienen la posibilidad de separarse de los asuntos cotidianos, para dedicarse exclusivamente a la oración ¡Pero no es así!”.