El tesoro escondido
- 31 Julio 2019
- 31 Julio 2019
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Ignacio de Loyola, Santo
Memoria Litúrgica, 31 de julio
Fundador de la Compañía de Jesús (Jesuitas)
Martirologio Romano: Memoria de san Ignacio de Loyola, presbítero, quien, nacido en el País Vasco, en España, pasó la primera parte de su vida en la corte como paje del contador mayor hasta que, herido gravemente, se convirtió. Completó los estudios teológicos en París y conquistó sus primeros compañeros, con los que más tarde fundaría en Roma la Compañía de Jesús, ciudad en la que ejerció un fructuoso ministerio escribiendo varias obras y formando a sus discípulos, todo para mayor gloria de Dios († 1556).
Fecha de beatificación: 27 de julio de 1609 por el Papa Pablo V
Fecha de canonización: 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV
Breve Biografía
San Ignacio de Loyola supo transmitir a los demás su entusiasmo y amor por defender la causa de Cristo.
Un poco de historia
Nació y fue bautizado como Iñigo en 1491, en el Castillo de Loyola, España. De padres nobles, era el más chico de ocho hijos. Quedó huérfano y fue educado en la Corte de la nobleza española, donde le instruyeron en los buenos modales y en la fortaleza de espíritu.
Quiso ser militar. Sin embargo, a los 31 años en una batalla, cayó herido de ambas piernas por una bala de cañón. Fue trasladado a Loyola para su curación y soportó valientemente las operaciones y el dolor. Estuvo a punto de morir y terminó perdiendo una pierna, por lo que quedó cojo para el resto de su vida.
Durante su recuperación, quiso leer novelas de caballería, que le gustaban mucho. Pero en el castillo, los únicos dos libros que habían eran: Vida de Cristo y Vidas de los Santos. Sin mucho interés, comenzó a leer y le gustaron tanto que pasaba días enteros leyéndolos sin parar. Se encendió en deseos de imitar las hazañas de los Santos y de estar al servicio de Cristo. Pensaba: “Si esos hombres estaban hechos del mismo barro que yo, también yo puedo hacer lo que ellos hicieron”.
Una noche, Ignacio tuvo una visión que lo consoló mucho: la Madre de Dios, rodeada de luz, llevando en los brazos a su Hijo, Jesús.
Iñigo pasó por una etapa de dudas acerca de su vocación. Con el tiempo se dio cuenta que los pensamientos que procedían de Dios lo dejaban lleno de consuelo, paz y tranquilidad. En cambio, los pensamientos del mundo le daban cierto deleite, pero lo dejaban vacío. Decidió seguir el ejemplo de los santos y empezó a hacer penitencia por sus pecados para entregarse a Dios.
A los 32 años, salió de Loyola con el propósito de ir peregrinando hasta Jerusalén. Se detuvo en el Santuario de Montserrat, en España. Ahí decidió llevar vida de oración y de penitencia después de hacer una confesión general. Vivió durante casi un año retirado en una cueva de los alrededores, orando.
Tuvo un período de aridez y empezó a escribir sus primeras experiencias espirituales. Éstas le sirvieron para su famoso libro sobre “Ejercicios Espirituales”. Finalmente, salió de esta sequedad espiritual y pasó al profundo goce espiritual, siendo un gran místico.
Logró llegar a Tierra Santa a los 33 años y a su regreso a España, comenzó a estudiar. Se dio cuenta que, para ayudar a las almas, eran necesarios los estudios.
Convirtió a muchos pecadores. Fue encarcelado dos veces por predicar, pero en ambas ocasiones recuperó su libertad. Él consideraba la prisión y el sufrimiento como pruebas que Dios le mandaba para purificarse y santificarse.
A los 38 años se trasladó a Francia, donde siguió estudiando siete años más. Pedía limosna a los comerciantes españoles para poder mantener sus estudios, así como a sus amigos. Ahí animó a muchos de sus compañeros universitarios a practicar con mayor fervor la vida cristiana. En esta época, 1534, se unieron a Ignacio 6 estudiantes de teología. Motivados por lo que decía San Ignacio, hicieron con él voto de castidad, pobreza y vida apostólica, en una sencilla ceremonia.
San Ignacio mantuvo la fe de sus seguidores a través de conversaciones personales y con el cumplimiento de unas sencillas reglas de vida. Poco después, tuvo que interrumpir sus estudios por motivos de salud y regresó a España, pero sin hospedarse en el Castillo de Loyola.
Dos años más tarde, se reunió con sus compañeros que se encontraban en Venecia y se trasladaron a Roma para ofrecer sus servicios al Papa. Decidieron llamar a su asociación la Compañía de Jesús, porque estaban decididos a luchar contra el vicio y el error bajo el estandarte de Cristo. Paulo III convirtió a dos de ellos profesores de la Universidad. A Ignacio, le pidió predicar los Ejercicios Espirituales y catequizar al pueblo. Los demás compañeros trabajaban con ellos.
El Papa Pablo III les dio la aprobación y les permitió ordenarse sacerdotes. Fueron ordenados en Venecia por el obispo de Arbe el 24 de junio. Ignacio celebrará la primera misa en la noche de Navidad del año 1538. En ese tiempo se dedican a predicar y al trabajo caritativo en Italia.
Ignacio de Loyola, de acuerdo con sus compañeros, resolvió formar una congregación religiosa que fue aprobada por el Papa en 1540. Añadieron a los votos de castidad y pobreza, el de la obediencia, con el que se comprometían a obedecer a un superior general, quien a su vez, estaría sujeto al Papa.
La Compañía de Jesús tuvo un papel muy importante en contrarrestar los efectos de la Reforma religiosa encabezada por el protestante Martín Lutero y con su esfuerzo y predicación, volvió a ganar muchas almas para la única y verdadera Iglesia de Cristo.
Ignacio pasó el resto de su vida en Roma, dirigiendo la congregación y dedicado a la educación de la juventud y del clero, fundando colegios y universidades de muy alta calidad académica.
Para San Ignacio, toda su felicidad consistía en trabajar por Dios y sufrir por su causa. El espíritu “militar” de Ignacio y de la Compañía de Jesús se refleja en su voto de obediencia al Papa, máximo jefe de los jesuítas.
Su libro de “Ejercicios Espirituales” se sigue utilizando en la actualidad por diferentes agrupaciones religiosas.
San Ignacio murió repentinamente, el 31 de julio de 1556. Fue beatificado el 27 de julio de 1609 por Pablo V, y canonizado en 1622 por Gregorio XV.
¿Qué nos enseña su vida?
- A ser fuertes ante los problemas de la vida.
- A saber desprendernos de las riquezas.
- A amar a Dios sobre todas las cosas.
- A saber transmitir a los demás el entusiasmo por seguir a Cristo.
- A vivir la virtud de la caridad ya que él siempre se preocupaba por los demás.
- A perseverar en nuestro amor a Dios.
- A ser siempre fieles y obedientes al Papa, representante de Cristo en la Tierra.
Oración
Virgen María,
ayúdanos a demostrar en nuestra vida de católicos convencidos,
una profunda obediencia a la Iglesia y al Papa,
tal como San Ignacio nos lo enseñó con su vida de servicio a los demás.
Amén.
Santo Evangelio según san Mateo 13, 44-46. Miércoles XVII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que no tenga miedo de amarte más y más.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 44-46
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Las cosas que más nos cuestan son las que más nos remuneran porque nos ayudan a darnos cuenta de que las cosas fáciles pasan rápido y nos dejan con el mismo deseo con el que empezamos. El encontrar estos desafíos en nuestra vida es un motivo de alegría porque percibimos que será una oportunidad para crecer, pero hay que poner en marcha nuestra acción para que se lleve a cabo y, esto, es algo que nos cuesta a todos.
En estos momentos la motivación es lo que nos mueve y si fuera una motivación como el llegar al cielo haríamos todo lo posible por alcanzarlo, ya que es algo por lo que nuestra alma suspira.
«Esta es también la manera de dar el mejor testimonio del Evangelio, que proyecta sobre la persona la luz poderosa que el Señor Jesús continúa proyectando sobre cada ser humano. La humanidad de Cristo es precisamente el tesoro inagotable y la escuela más grande, de la cual aprender continuamente. Con sus gestos y sus palabras, nos hizo sentir el toque y la voz de Dios y nos enseñó que cada individuo, sobre todo el último, no es un número, sino una persona, única e irrepetible».
(Discurso de S.S. Francisco, 17 de mayo de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Acercarme a uno de los tesoros de mi vida: la Eucaristía.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Parábolas del tesoro escondido y la perla
Las parábolas de Jesús
Parábola del tesoro escondido
El valor del Reino es supremo; todo lo demás carece de valor ante él, pero se encuentra de improviso y hay que estar preparado y dispuesto a todo para conseguirlo.
"El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo que, al encontrarlo un hombre, lo oculta y, gozoso del hallazgo, va y vende todo cuanto tiene y compra aquel campo"(Mt)
Toda renuncia es un buen negocio ante un hallazgo que llena el alma de gozo y alegría. El agricultor no buscaba el tesoro, pero al encontrarlo pone todos los medios para tenerlo.
Parábola de la perla
Es muy semejante a la anterior, pero introduce la pequeña diferencia de que el mercader sí busca una perla preciosa en el mercado, sólo el entendido se da cuenta de su valor, muy superior al de cualquier riqueza y sabiduría humana. Y al encontrarla se alegra grandemente de su suerte y su sagacidad.
"El Reino de los Cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas y, cuando encuentra una perla de gran valor, va y vende todo cuanto tiene y la compra"(Mt
Son muchos los mensajes que intentan transmitir las canciones
La música va de copiloto en el carro, ameniza las horas que me encuentro frente a una computadora y, a veces, me susurra ideas al oído que luego transcribo, convirtiéndolas en historias. Pero, lo cierto es que siempre -o casi siempre- está ahí.
Es versátil, pues se adapta perfectamente a cualquier situación. Por ende, varía sus estilos conforme lo deseen mis oídos. Desde un jazz improvisado, pasando por un flamenco hondo y sentido, los clásicos vallenatos, las denominadas llaneritas o el reggaeton, todos son parte de mi playlist diario. Como verás, son muchos los mensajes que intentan transmitir las canciones y puede que alguno de ellos se aloje en mis pensamientos durante el día.
¡Comprobado!
Paola Bahamón, reconocida socióloga y poeta colombiana, dice:
“…la música en general es un objeto simbólico, pero aquellas melodías con letra tienen una transmisión de discursos que son determinantes en la conformación de la personalidad, la identidad, la memoria y la visión del mundo que conforman los adolescentes y jóvenes…”
Cabe destacar que la música es una herramienta de implantación de valores y generadora de conductas. Por ello, tiene un alto impacto psicológico.
Ahora bien, ¿nuestros temas preferidos o las canciones que están de moda se reproducen solo en la mente? ¿Acaso pueden tocar también lo más profundo de nuestro ser?
Dime qué escuchas y te diré quién eres
Muchas veces nos encontramos en la ducha repitiendo como loros la letra de una canción, sin darnos cuenta de lo que realmente dice. Pareciera que pasamos por alto -en el caso del reggaeton- su lenguaje obsceno y la degradación constante hacia la mujer. Lo mismo ocurre con las frases de índole destructivo y violento que ofrece, por ejemplo, el heavy metal. De esta manera, somos transmisores de un mensaje que nos perjudica como individuos y al mismo tiempo, empobrece nuestro lenguaje, limitando nuestra capacidad de raciocinio.
Por el contrario, existen una infinidad de temas que denotan calidad en cada estrofa. Letras que cuentan historias y voces que no se olvidan. Géneros como el jazz y el flamenco se conciben desde la necesidad del artista por expresar sus sentimientos, transmitir pasiones, alegrías y desventuras a través de su voz e instrumentos. Aquí, la creatividad se hace presente, combinando sonidos y ritmos que dan forma a una auténtica obra de arte. Se puede decir entonces, que aportan valor agregado tanto al individuo como a la sociedad.
Lo que no sabemos o no nos damos cuenta es que las canciones pueden influenciar nuestro actuar y, en cierta forma, moldear el alma. Es decir, esta pasa a ser una especie de cofre que atesora todo aquello que depositamos dentro. Por consiguiente, deberíamos -sí, me incluyo- ampliar nuestro abanico musical y educar los oídos con piezas que nos nutren culturalmente, que transmiten armonía lírica y rítmica y que, en consecuencia, elevan el intelecto.
En mi caso, suelo acompañar cada momento del día con un estilo de música en particular. Por ejemplo: un buen flamenco para empezar la semana. Este se caracteriza por transmitir fuerza y sentimiento y me brinda el empuje necesario para arrancar a tope. A mitad de semana bajo un poco el tempo y el exquisito jazz entra en escena. Así pues, suelo escuchar temas con gran profundidad lírica que me inspiren a escribir historias (en este caso, las canciones de Jorge Drexler son ideales). Llegado el fin de semana, el vallenato y las llaneritas toman protagonismo, dando paso a música más tranquila como el reggae.
¿Y dónde quedó el reggaeton?, te preguntarás. Pues sí, admito que de vez en cuando se cuela en mi lista. Incluso, coincidiremos en que su ritmo es pegajoso y parece indispensable en las fiestas que organizan nuestros amigos. Ahora bien, si sabes que su mensaje va en contra de tus valores, no pierdas más el tiempo y escucha canciones que realmente aporten algo a tu vida.
Dicho todo esto, me gustaría hacerle una pregunta… ¿qué escucha su alma?
¿Pueden aparecerse las almas del purgatorio?
Conviene acoger con muchas reservas las afirmaciones sobre la duración o gravedad de las penas del purgatorio
Las almas del Purgatorio...
¿interceden por nosotros?
¿pueden aparecerse a los vivos?
Si las almas del purgatorio pueden interceder por nosotros
Formulamos la pregunta en torno a la debatida cuestión de si podemos invocar a las almas del purgatorio para que ellas intercedan por nosotros, alcanzándonos de Dios alguna gracia.
Las opiniones están divididas entre los teólogos. Hay razones fuertes por uno y otro lado; pero creemos que se puede llegar sin esfuerzo a un término medio razonable. Vamos a exponer las razones opuestas y luego precisaremos la solución que nos parece más probable.
Argumentos en contra
1. Es inútil invocarlas, puesto que no se enteran de nuestras peticiones. Los bienaventurados del cielo ven reflejados en la esencia divina todos nuestros deseos y peticiones, sobre todo los que tienen relación con ellos mismos; pero las almas del purgatorio no gozan todavía de la visión beatífica. Es inútil invocarlas [II–III, 83,4 ad 3].
2. Las almas del purgatorio, aunque son superiores a nosotros en cuanto a que son impecables, son inferiores en cuanto a la situación penal en que se encuentran. No están en estado de orar por nosotros, sino más bien de que nosotros oremos por ellas [II–III, 83,II ad 3].
3. La oración litúrgica de la Iglesia es una oración perfecta, a la que nada le falta. Ahora bien: jamás se hace en ella la menor invocación a las almas del purgatorio para que nos ayuden con sus oraciones. Este silencio de la Iglesia es muy aleccionador.
4. Se concibe muy bien la invocación de los santos que gozan ya de Dios y no experimentan necesidad alguna. Pero parece poco delicado pedir algo a quién está sufriendo y necesita más de nosotros que nosotros de él.
5. Nadie da lo que no tiene. Y como el fondo substancial de todas nuestras peticiones ha de ser la bienaventuranza eterna, mal nos la puede obtener quien no la posee todavía.
Argumentos a favor
1. Las almas del purgatorio están unidas a nosotros por los vínculos de la caridad. Ahora bien: la caridad, como enseña Santo Tomás, es una amistad que supone el intercambio de los propios bienes [II–III,23,I]. Luego, si nosotros les ofrecemos nuestras oraciones, en justa reciprocidad caritativa nos ayudarán ellas con las suyas. No olvidemos que conservan el recuerdo y el amor de los seres queridos y se abrazan, además, en una caridad universal.
2. No importa que no conozcan nuestras peticiones particulares. Saben muy bien que estamos llenos de necesidades y pueden pedir al Señor que nos ayude, aunque ignoren concretamente en qué. Tampoco sabemos nosotros si están o no en el purgatorio nuestros seres queridos y, sin embargo, les enviamos sufragios por si lo hubieran menester. Aparte de que, como dice el mismo Santo Tomás, pueden enterarse de lo que ocurre en la tierra por lo que les digan los que van llegando al purgatorio, o el ángel de la guarda, o una especial revelación de Dios [I,89,8 ad I].
3. Es cierto que por su estado penal están en situación inferior a nosotros. Pero téngase en cuenta que la oración no se apoya en derecho alguno sobre la justicia de Dios, sino en la pura misericordia y liberalidad divina. De lo contrario, habría que decir que los pecadores no pueden impetrar nada de la misericordia de Dios –lo que sería una herejía–, ya que su situación es muy inferior a la de las almas del purgatorio, que al fin y al cabo están en gracia y amistad con Dios y tienen asegurada su salvación eterna. Por otra parte, la magnitud de sus sufrimientos no les impide el libre uso de sus facultades psicológicas, ya que el embotamiento de la mente, que en este mundo suele producir el dolor demasiado intenso, procede de la facultades orgánicas al servicio de la inteligencia. Las penas del purgatorio, aunque intensísimas, son de orden estrictamente espiritual.
4. El dogma de la comunión de los santos proporciona otro argumento muy fuerte. Hay una influencia mutua y como una especie de flujo y de reflujo entre las tres regiones de la Iglesia de Cristo: triunfante, purgante y militante. Ahora bien: ¿en qué puede consistir esa influencia de la purgante sobre la militante sino en las oraciones que esas santas almas ofrezcan a Dios por nosotros? Esta ley es universal, y los lazos de la caridad que unen al purgatorio con la tierra caen bajo esta ley.
5. Es cierto, en fin, que la Iglesia nunca invoca en su liturgia a las almas del purgatorio. Pero sabe que la costumbre de invocarlas está extendidísima en todo el pueblo cristiano y nunca la ha prohibido ni desaconsejado. Más aún: existe una oración dirigida a las almas del purgatorio que fue indulgenciada por León XIII (14 de diciembre de 1889). En ella se pide a las almas que intercedan ante Dios “por el Papa, la exaltación de la santa madre Iglesia y la paz de las naciones”.
Solución más probable
Como se ve, los argumentos son fuertes por uno y otro lado. Teniendo en cuenta la parte de razón que tengan ambas opiniones y la práctica casi universal de los fieles de invocar en sus necesidades a las almas del purgatorio, nos parece que puede concluirse razonablemente lo siguiente: no hay inconveniente en invocar a las almas del purgatorio en nuestras necesidades; pero teniendo a nuestra disposición la poderosa intercesión de la Santísima Virgen y de los santos del cielo –muy superior en todo caso a la de las almas del purgatorio– y siendo poco delicado pedir una limosna al que en cierto sentido la necesita más que nosotros, hemos de preferir ofrecerles desinteresada y espléndidamente nuestros sufragios sin pedirles nada en retorno. Ya se encargarán ellas solas, a impulsos de la caridad y de la gratitud, de interceder por nosotros en la máxima medida en que puedan hacerlo ahora en el purgatorio y más tarde en el cielo.
Si las almas del purgatorio pueden aparecerse a los vivos
Naturalmente hablando, las almas del purgatorio están desconectadas de la tierra, y sólo por una intervención divina de tipo milagroso y con alguna finalidad honesta –escarmiento de los vivos, petición de sufragios, etc.– podría producirse su aparición ante nosotros.
Su posibilidad no puede ponerse en duda. Naturalmente no pueden ponerse en contacto con nosotros, no sólo porque están desconectadas de las cosas de la tierra, sino porque nadie puede ver sin ojos, ni escuchar sin oídos, ni sentir sin sentidos. Pero Dios puede muy bien concederles el poder de hacerse visibles a nuestros ojos, ya sea uniéndose momentáneamente a un cuerpo que las represente, o por medio de un ángel que desempeñe su papel acaso ignorándolo la misma alma [I, 89, 8 ad 2; III, 3 y 4]. En la mayoría de los casos, la aparición, aun siendo verdadera y milagrosa, no se realizará sino en la apreciación subjetiva del que la recibe (v.gr., por una inmutación milagrosa de sus ojos o de su imaginación).
En cuanto al juicio interpretativo de esas visiones o revelaciones, hacemos completamente nuestras las siguientes palabras de un teólogo contemporáneo:
“Ciertas vidas de santos están llenas de relatos maravillosos concernientes a apariciones de almas del purgatorio … El teólogo nada tiene que decir sobre el hecho de tales apariciones; corresponde al historiador el deber de pasarlos por la criba de la crítica histórica para ver lo que puede ser retenido razonablemente. Una sola norma directa puede dar aquí el teólogo: la aparición de un alma del purgatorio, siendo como es un verdadero milagro, no suele producirse sino muy raras veces. Un buen número de relatos deberían, pues, ser tenidos por sospechosos.
En cuanto a su interpretación, Cayetano recuerda sabiamente que la enseñanza de la Iglesia no se apoya jamás en revelaciones privadas, cualquiera que sea su autenticidad. Este es el caso de recordar la recomendación de San Pablo: Aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro Evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema. (Gál 1,8). Las visiones y revelaciones privadas no pueden completar, ni siquiera explicar, el depósito de la fe. La razón es por que no puede haber en ellas certeza absoluta de su origen divino ni de la verdad de su contenido. Sólo la Iglesia está encargada por Jesucristo de interpretar y proponer auténticamente la revelación, y se trata aquí únicamente de la revelación pública. Por lo mismo, la aprobación o la recomendación concedida por la Santa Sede a algunas revelaciones privadas no significan en modo alguno que la Iglesia garantice su origen divino o que su contenido es verdadero, sino únicamente que, interpretadas razonablemente, no contienen nada contra la fe y pueden incluso contribuir a la edificación de los fieles. Sería, pues, completamente inadmisible que estas revelaciones privadas fueran presentadas en el mismo plano que el Evangelio, ya sea para completarle o ya para explicarle.
Tales apariciones o revelaciones las tiene la Iglesia:
a) Como posibles, puesto que no las rechaza a priori cuando hay lugar a someterlas a su juicio.
b) Como reales en ciertos casos, puesto que ha autorizado e incluso aprobado muchas de ellas, sea por sentencias permisivas o laudatorias, sea por la canonización de los santos a quienes habían sido hechas, sea por la aprobación o el establecimiento de fiestas litúrgicas basadas en ellas.
c) Como relativamente raras, porque siempre las somete a examen, si no con una positiva desconfianza, al menos con extrema circunspección.
d) Como necesariamente subordinadas a la revelación pública y hasta como justificables por la teología, que es siempre llamada a juzgarlas a la luz de la fe católica.
e) Por extrañas al depósito de revelación general y universalmente obligatoria, puesto que nunca considera como herejes a los que rehúsan admitirlas, aunque en eso puedan ser a veces imprudentes y temerarios.
Por aquí se ve cuánta circunspección se impone cuando se trata de acoger revelaciones privadas tocantes al purgatorio… Santa Brígida y Santa Matilde han suministrado algunos datos interesantes; pero las revelaciones privadas que pueden acogerse con más favor son las de Santa Catalina de Génova en su Tratado al Purgatorio, que recibió en 1666 la aprobación de la Universidad de París… Fuera de este pequeño tratado, que ha recibido una especie de pasaporte de la Iglesia, apenas se conocen revelaciones privadas sobre el purgatorio que puedan ser de alguna utilidad en teología.
Es preciso, pues, acoger con muchas reservas las afirmaciones aportadas por las revelaciones privadas (o que pretenden serlo) sobre la duración o gravedad de las penas del purgatorio. No teniendo la Iglesia ninguna enseñanza firme sobre estos dos puntos, conviene permanecer prudentes como ella” [Michel, Purgatoire: DTC 13,1314–1315].
Y si esto hay que decir de las apariciones y revelaciones privadas que en nada ofenden al dogma o a la moral católica, júzguese lo que habrá que pensar de las pretendidas “materializaciones” de los espíritus de los difuntos en las sesiones espiritistas, en las que el fraude más burdo y los errores más crasos se unen a la ignorancia y credulidad estúpida de los que se dejan embaucar por esas gentes desaprensivas para ponerse en "contacto" con los seres del más allá.
Cuando la fidelidad marca la diferencia
El hombre fiel es el que confirma su opción fundamental con cada una de las pequeñas decisiones que forman el entramado de su existencia.
La fidelidad hoy en día es un término que ha perdido valor y sentido, sin embargo, es una virtud que está al alcance de todos y que tiene infinitas expresiones en cualquier campo de la vida humana para enriquecernos y hacernos buenas personas.
Es fiel, el amigo que no vuelve la espalda a los suyos en los momentos de dificultad, más aún, los acompaña y les brinda todo su apoyo moral y material.
Es fiel, el novio que ni de lejos juega con el amor de su prometida, sino que lo cultiva con los pequeños detalles de cariño y afecto: la invita a salir, la respeta, evita lo que le molesta.
Es fiel, el esposo que después de una larga aventura de años y años con su mujer, cada mañana le brinda la misma frescura de su amor en su beso de "¡Buenos días!"; reina entre los dos un ambiente de total confianza, porque saben que son fieles y ninguno fallará.
Es fiel, el hombre consagrado que cada mañana se presenta ante su Señor con una sonrisa en los labios y un sincero "Gracias por el nuevo día. Aquí estoy para hacer tu voluntad".
Nadie es verdaderamente fiel por temor al castigo, esto no sería auténtica fidelidad. La fidelidad es un compromiso que nace de lo más hondo de nosotros mismos, es un "conozco las consecuencias y quiero, con todo lo que implique...". El hombre fiel es el que confirma su opción fundamental con cada una de las pequeñas decisiones que forman el entramado de su existencia; es un hombre libre que aceptó y sigue aceptando, que amó y sigue amando. La fidelidad es la confirmación diaria de un sí, que no pertenece al pasado.
Los frutos del que es fiel no se hacen esperar. La felicidad profunda y la alegría verdadera, vienen a constituir el fruto más evidente de la auténtica fidelidad. El hombre fiel es maduro, sincero, trabajador, realista; hay una coherencia entre lo que es y dice ser.
Ser fiel es creer, confiar, amar…, sufrir con resignación, aguantar con paciencia, esperar contra toda esperanza, luchar sin desalentarse, empeñarse en la meta, apasionarse por el ideal, perseverar en medio de las más atroces dificultades… para corresponder a otro que primero nos ha sido fiel. Para nosotros, cristianos, ese Otro se escribe con mayúscula y su nombre es Jesucristo. Les dejo esta historia, que espero les ayude a confiar y valorar cada acto de fidelidad.
Fue en el año de 1912, la señora Straus y su esposo, eran pasajeros del Titánic en el fatídico viaje. No muchas mujeres se hundieron con el barco, pero la señora Straus fue una de las pocas que no sobrevivieron por una sencilla razón: no podía soportar separarse de su marido.
Así es como Mabel Bird, la sirvienta de la señora Straus, quien sobrevivió al desastre, narró la historia después de su rescate:
Cuando el Titánic comenzó a hundirse, los primeros en pasar a los botes salvavidas fueron las mujeres y los niños dominados por el pánico. El señor y la señora Straus estaban tranquilos, consolaban a los pasajeros y ayudaron a muchos a entrar en los botes. Si no hubiera sido por ellos, declaró Mabel, me hubiera ahogado. Yo estaba en el cuarto o quinto bote salvavidas, la señora Straus me obligó a entrar en el bote y me cobijó con algunas frazadas gruesas.
El señor Straus suplicó a su esposa que subiera al bote salvavidas con su sirvienta y los demás. La señora Straus comenzó a hacerlo, y con un pie ya en la borda, de pronto cambió de parecer, se dio la media vuelta y regresó al buque que se hundía.
"¡Por favor, querida, sube al bote!", suplicó su esposo. La señora Straus miró profundamente a los ojos del hombre con quien había pasado la mayor parte de su vida, el hombre que había sido su mejor amigo y siempre un consuelo para su alma. Se aferró a su brazo y acercó el cuerpo tembloroso de su esposo al suyo.
"No", se dice que la señora Straus respondió desafiante, "no me subiré al bote, hemos estado juntos durante demasiados años, ahora somos viejos y no te dejaré; a donde tú vayas, yo iré".
Amigos míos: Ahí fue donde se les vio por última vez, parados, brazo con brazo, sobre la cubierta, a esta devota esposa, abrazada valerosamente de su esposo, a este amoroso esposo, estrechando protectoramente a su esposa, al hundirse el barco...