Purifica primero el interior de tu alma

Mónica, Santa

Memoria Litúrgica, 27 de agosto

Madre de San Agustín

Martirologio Romano: Memoria de santa Mónica, que, muy joven todavía, fue dada en matrimonio a Patricio, del que tuvo hijos, entre los cuales se cuenta a Agustín, por cuya conversión derramó abundantes lágrimas y oró mucho a Dios. Al tiempo de partir para África, ardiendo en deseos de la vida celestial, murió en la ciudad de Ostia del Tíber († 387).

Etimológicamente: Mónica = Aquella que disfruta de la soledad, es de origen griego.

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

Breve Biografía

Hoy celebramos a Santa Mónica, que con su testimonio logró convertir a su marido, a su suegra y a su hijo, San Agustín, quién también, es un gran santo de la Iglesia.

Santa Mónica fue una mujer con una gran fe y nos entregó un testimonio de fidelidad y confianza en Dios, por lo que alcanzó la santidad cumpliendo con su vocación de esposa y madre.

Un poco de historia

Mónica, la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332.

Formación

Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente) pues les decía: "Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde está el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño." Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le gritó ¡Borracha! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada (en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.

Su esposo

Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.

La fórmula para evitar discusiones

En aquella región del norte de África donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió: "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo, para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues....no peleamos".

Viuda, y con un hijo rebelde

Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedique de su tiempo a estos buenos oficios. Y quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.

El muchacho difícil

Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época, solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores pecados y errores.

Una madre con carácter

Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar falsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.

La visión esperanzadora

Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, Se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijo "tu hijo volverá contigo", y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió: "En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre". Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.

La célebre respuesta de un Obispo

En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.

El hijo se fuga, y la madre va tras de él

A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las malas influencias pero Agustín al llegar al puerto de embarque, su hijo por medio de un engaño se embarca sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.

Un personaje influyente

En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió sabios. Además de Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a las verdades de la fe católica.

La conversión tan esperada

En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.

Puede morir tranquila

Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila.

Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: " ¿Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano." Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.

A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables.

En algunas pinturas, está vestida con traje de monja, ya que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas vanidosas. También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan deseado, la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia.

Oración

Santa Mónica, te pedimos en este día que nos ayudes a vivir nuestra vocación cerca de Dios, confiando siempre en que la oración constante y sencilla es un instrumento eficaz para transformar los corazones de quienes nos rodean.
Amén.

El pecado confunde, engaña

Santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26. Martes XXI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Concédeme Señor, descubrir el verdadero significado que has dado para mi vida al cumplimiento ley y experimentar la fuerza del amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26

En aquel tiempo, Jesús dijo a los escribas y fariseos: "¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino, pero descuidan lo más importante de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que tenían que practicar, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito, pero se tragan el camello!

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera los vasos y los platos, mientras que por dentro siguen sucios con su rapacidad y codicia! ¡Fariseo ciego!, limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio por fuera".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Existe en nosotros una realidad que no podemos negar: el pecado. Nuestra condición humana está herida por el pecado y éste toca lo más profundo de nuestro ser. El pecado ha herido nuestro corazón, el centro y la fuerza de existencia. En el corazón nacen los deseos y anhelos más profundos y elevados que el hombre experimenta en su vida. En él se encuentra el deseo por la verdad, por el bien, por trascender su existencia y dar un sentido a su vida cotidiana. Es ahí donde el pecado toca y confunde las aspiraciones del hombre.

En el Evangelio de hoy, podemos ver como el Señor conoce nuestro corazón. Conoce cuáles son sus deseos e inquietudes, sabe que es lo que busca, pero también sabe que muchas estos son impulsados por el pecado de modo negativo.

Él quiere sanarnos del pecado, quiere liberar nuestro corazón que muchas veces nos hace «descuidar lo más grave de la ley... y limpiar la copa y el plato por fuera». Quiere que nuestro corazón anhele los valores y verdades más profundos e íntimos de nuestra vida, los cuales impulsen y orienten el cumplimiento de nuestros deberes y obligaciones. Quiere que descubramos que no se trata de vivir una ley, de cumplirla, sino que vivamos movidos por el amor, por la verdad, pues esto es lo que da sentido al cumplimiento de la ley. En ellos abrazamos y aceptamos la ley, como un bien.

«Dios está cerca de cada uno de nosotros con su amor, para llevarnos de la mano a la salvación. ¡Cuánto amor hay detrás de todo ello! Así, rezando “hágase tu voluntad”, no estamos invitados a bajar servilmente la cabeza, como si fuéramos esclavos. ¡No! Dios nos quiere libres; y es su amor el que nos libera. El Padre Nuestro es, de hecho, la oración de los hijos, no de los esclavos; sino de los hijos que conocen el corazón de su padre y están seguros de su plan de amor. ¡Ay de nosotros sí, al pronunciar estas palabras, nos encogiéramos de hombros y nos rindiéramos ante un destino que nos repugna y que no conseguimos cambiar! Al contrario, es una oración llena de ardiente confianza en Dios que quiere el bien para nosotros, la vida, la salvación. Una oración valiente, incluso combativa, porque en el mundo hay muchas, demasiadas realidades que no obedecen al plan de Dios».

(Audiencia de S.S. Francisco, 20 de marzo de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pedir la gracias del Espíritu Santo para examinar mi corazón y ver qué es lo que me mueve a obrar cada día.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Plenos y Felices: Sanando las Heridas del Corazón

El Espíritu Santo es el único médico capaz de curar el alma.

Hace dos años mi cuñada empezó a sufrir un abanico de síntomas extraños. De la nada, ya no tenía apetito, muchas comidas le caían mal, sufría ansiedad intensa y lo peor de todo, nadie sabía qué tenía. Estaba sufriendo tanto que incluso parecía que su personalidad había cambiado. Análisis tras análisis, resultó inútil. Parecía que no había solución hasta el diciembre pasado cuando finalmente le diagnosticaron con la enfermedad de Lyme. Después de dos años de pruebas médicas y sufrimiento, finalmente sabíamos qué era y cómo tratarla.

Nosotros cuidamos mucho nuestra salud. Es de las cosas más importantes para el bienestar. Pero cuando tienes un problema que nadie logra identificar y tratar, puedes perder la esperanza.

Curiosamente, así es también con el alma. Hay dos cosas que dañan la salud del alma, dos cosas que nos impiden ser felices. La primera son los ídolos. Podemos pensar que hoy en día nadie es tan ignorante como para adorar a los ídolos, pero de hecho, no es tan raro. Un ídolo es cualquier cosa que yo creo que me va a dar felicidad y seguridad. Digo cualquier cosa porque solo una persona nos puede dar la felicidad: Dios. Una jerarquía equivocada de valores saca toda mi vida de quicio. Ya no funciona como debe. Así nos lastiman nuestros pecados. Son las cosas que meten mi vida, la salud de mi alma, en desorden. Causan la diabetes espiritual o la efisema espiritual -- nos pueden incluso matar.  

Pero luego hay una segunda cosa, mucho más difícil de detectar y tratar: las heridas en mi corazón. Quizá, como mi cuñada, tú estás bien, te cuidas, vives una vida sana. Pero de vez en cuando sale a flote una infelicidad más profunda--la insatisfacción, en anhelo de más. Uno se puede preguntar, “¿Por qué, si vivo una vida equilibrada, no tengo esa alegría y felicidad que deseo? ¡Soy un buen cristiano! Jesucristo promete darnos la vida en abundancia. ¿Y yo? ¿Por qué siento que no la tengo?” Los síntomas se pueden agraviar hasta llegar ser realmente dramáticos y las causas profundas se nos pueden pasar desapercibidas.  

Todos nosotros llevamos heridas en el corazón, resultados de los pecados de otros, sobre todo de nuestros papás. Necesitamos sentirnos amados incondicionalmente. Necesitamos ser aceptados como somos. Pero a pesar de los mejores esfuerzos de nuestros papás y los que nos rodeaban en nuestra infancia, todos crecemos con actitudes y modos de ser que son el resultado de una búsqueda frustrada de amor. A lo mejor pensamos que tenemos que merecer el amor o ganar el afecto de los demás. A lo mejor rebelamos contra cualquier autoridad porque nuestra experiencia de autoridad nos lastimó. A lo mejor sentimos que nadie nos puede amar de verdad por cosas que hemos hecho o por cómo nos trataron. En el fondo, fondo de mi corazón, anhelo ser amado pero me cuesta experimentar que alguien realmente me quiere como soy, incondicionalmente. Esas son las heridas del corazón.

Y las heridas, como la enfermedad de Lyme, no se sanan por sí solas. Hace falta un tratamiento, quizá un tratamiento largo. En esta operación, el Espíritu Santo es el único médico capaz de curar el alma. Hace falta abrir el corazón a Él y pedirle con insistencia que te sane. No hay otra manera. No hay otra persona que puede hacer que te sientas amado incondicionalmente como tú necesitas. No hay otra persona que te puede liberar y regalar la alegría que buscas, que puede ser esa garantía absoluta que te deja ser tú.

El Espíritu de Dios está. Te quiere sanar. Pero para que Él actúe necesita nuestra colaboración: que nos hagamos pequeños, que nos reconozcamos necesitados y heridos, que nos abramos -- que seamos como niños. “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18:3).

Yo llevo años de análisis tras análisis sin poder encontrar el tratamiento espiritual necesario. Sí, entendía estas frases del evangelio, pero solo con la cabeza no con el corazón. Apenas empiezo a vivir como niño, gracias a un día en que pedí con todo mi corazón que el Espíritu Santo me sanará, porque no podía más y  a que otros rezaban por mí y conmigo. Dios me tocó y el tratamiento comenzó. La felicidad y la alegría del evangelio vienen de Él. Él sí nos sana, sí toca el corazón, sí libera del círculo cerrado de las propias expectativas. Él sí nos ama totalmente e incondicionalmente.

Muchos reconocemos el primer obstáculo a la felicidad pero pocos enfrentan el segundo. Ojalá que esta cuaresma tú también te hagas pequeño y pidas al Espíritu de Dios que te toque y te sane profundamente.

«Escuchar la Voz del Señor que los envía a ser discípulos misioneros»

Mensaje del Papa en la conclusión del Trienio de la Juventud en Paraguay

El Papa Francisco, a través de su Secretario de Estado el Cardenal Pietro Parolin, ha enviado un mensaje a Monseñor Pierre Laurent Jubinville, Obispo de San Pedro y Responsable de la Pastoral Juvenil de Paraguay, con ocasión de la conclusión del «Trieno de la Juventud», celebrado bajo el lema «Abrazarse a Cristo Jesús»(Jn 15 1-17).

En la conclusión del trienio, los días 24 y 25 agosto, se llevó a cabo un foro juvenil nacional con la participación de jóvenes de todas las diócesis del país, con el objetivo principal de “inspirar, fortalecer y consolidar el compromiso social de los jóvenes, además de reflexionar el caminar del Trienio en la Iglesia por medio del encuentro de las experiencias pastorales”.

Escuchar la Voz del Señor que los envía a ser discípulos
El Pontífice, al saludar cordialmente a los organizadores y participantes en el foro que concluyó el trienio dedicado a los jóvenes de Paraguay, los animó, como fruto de este tiempo de gracia “a abrazarse a Jesucristo, que los ha llamado a ser sus amigos, para que permanezcan en Él y puedan dar muchos frutos”.

Asimismo el Santo Padre les exhorta a “escuchar la voz del Señor que los envía individualmente y como comunidad a ser discípulos misioneros, testigos de la Buena Noticia de la Salvación entre los más pobres”.

“Con estos deseos – escribe Parolin – y a la vez que ruega que recen por él y su servicio a la Iglesia Universal, Su Santidad los encomienda a la materna intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción de Caacupé, y les imparte con afecto la implorada Bendición Apostólica”.

¿Por qué ya nadie quiere ir a Misa?

Las razones son consecuencia directa de la sociedad líquida en la que vivimos

“Why Nobody Wants to go to Church Anymore”  es el título de dos libros, publicados en 2013 y 2014 por Thom y Joani Schultz. Sus autores parten de una realidad que nos preocupa y mucho: “muchas personas, sobre todo jóvenes, de países con una antigua tradición cristiana, han decidido apartarse de su religión”. A partir de esta afirmación, los autores desarrollan una investigación en los entornos católicos y protestantes. Esta investigación revela cuatro razones de fondo por las que en realidad la gente decide no acercarse más a la Iglesia. Dichas razones que indican son las siguientes:

1. La gente se siente juzgada en la Iglesia
2. La imposibilidad de diálogo dentro de la Iglesia
3. El pensamiento de que “los cristianos son hipócritas”
4. La sensación de que Dios está “distante” o “muerto”

Para remediar estas cuatro razones, proponen cuatro actos de amor:

1. Hospitalidad radical
2. Conversación audaz
3. Humildad genuina
4. Anticipación divina

Quede claro que no he leído el libro y por lo tanto, no puedo juzgar la metodología que sus autores han empleado para determinar las razones. Tampoco tengo claro que razones les lleva a proponer estos cuatro actos de amor como solución. Mi experiencia me indica que las razones que los autores proponen son válidas, pero superficiales. Es decir, no se profundiza en qué hace que estas razones aparezcan con frecuencia en las excusas que se dan para alejarse de la Iglesia. Los cuatro actos de amor me hacen pensar en que no se termina de analizar el problema. Les pongo un ejemplo. Si tengo una máquina que no funciona y veo que tiene herrumbre, puedo indicar que una buena pintura antioxidante es la solución, pero aunque la aplique, la máquina no empezará a funcionar. Confundir los síntomas con las causas, no lleva a terminar más frustrados que cuando empezamos. Las razones que los autores indican son síntomas de algo más profundo y complicado de abordar.

Lo primero que echo en falta es un estudio más amplio. Es decir, ¿Por qué nos centramos en los jóvenes y no en sus padres? ¿Qué ha pasado en las últimas 3 generaciones para que esto suceda? Seguramente nos encontremos con abuelos que practicaban por costumbre social, padres que han dejado de asistir a la misa e hijos que únicamente ha recibido los sacramentos. ¿Dejamos que se estrellen los padres y a los abuelos? Por desgracia el envite pastoral se suele centrar en los jóvenes y se olvida que estos jóvenes necesitan del apoyo de sus padres para empezar a conocer y vivir la fe.

Segundo, no se habla de la cultura y la sociedad en la que vivimos. Las cuatro razones son consecuencia directa de una sociedad líquida que:

Propone que todo vale con la frase estrella “¿Quién soy yo para juzgar? Las Iglesia discierne, señala problemas y ofrece a Cristo como solución. Discernir es inaceptable para la postmodernidad.

Propone que las emociones son siempre más auténticas que el conocimiento. Cuando se ofrecen razones que contradicen lo que sentimos, no puede haber diálogo alguno. El mismo diálogo se entiende como un intercambio de sentimientos que permiten crear “tribus” de personas que sienten de forma parecida.

Propone que hay que sentir antes que saber o ser. Quien se vuelve contra los sentimientos y necesidades humanas es un hipócrita que nos quiere engañar.

Propone que el estado, el “sistema”, es el encargado de dar solución a todos los problemas de las personas. ¿Hace falta Dios cuando tenemos al estado y los servicios sociales? ¿Por qué están tan de moda las novelas y películas distópicas? En el fondo nos damos cuenta que el sistema no es una solución.

Sobre los cuatro actos de amor, no cabe duda que propician la incorporación socio-afectiva de personas que se sienten fuera de lugar en la sociedad. Es revelador que los autores no indiquen que estos cuatro actos afectivos deben ser coherentes y verdaderos. Si nos dedicamos a dar afecto y a generar un entorno socio-cultural agradable, nos convertimos en otra tribu más dentro de una sociedad postmoderna, plagada de grupos, tendencias, emotividades y estéticas. ¿Es eso a lo que aspiramos? La tendencia de generar estrategias de marketing y liderazgo dentro de la Iglesia, muestra que estamos buscando ofrecer un producto en igualdad de condiciones que otros similares. Personalmente creo que hay algo que no funciona en todo esto y no creo que consigamos mucho mundanizándonos para ser reconocidos como una opción atractiva.

Como siempre, llegamos a la misma pregunta. La pregunta del millón: entonces ¿Qué hacemos? Fijémonos en el episodio evangélico del Joven Rico, ya que tiene muchos puntos en común con lo que nos sucede. ¿Puede acercarse a Dios quien es rico? Sí, de hecho el Joven Rico entra en contacto con Cristo y le pregunta si tiene que hacer algo más.  Cristo le alaba su coherencia, pero le señala que debería dar un paso más. En la actualidad tenemos tantas cosas que es complicado aceptar la propuesta de Cristo. ¿Somos capaces de dejar atrás nuestros segundos salvadores, planes, estrategias, estructuras eclesiales o cómodos guetos eclesiales? Más bien no. La sociedad está encerrada en sus certezas humanas, sus líderes humanos, sus estructuras humanas. A la Iglesia le sucede igual, ya que está compuesta por las mismas personas.

La Iglesia le dice a Cristo: Mira como cumplo todo lo que dijiste pero cada vez somos menos. ¿Qué dijo Cristo al Joven Rico? Deja todo lo que tienes, niégate a ti mismo, toma tu cruz, sígueme. ¿No nos vale esta solución a nosotros? Si no nos vale, si decimos que es imposible soltar el lastre humano que nos aplasta, me temo que representaremos una y otra vez el mismo episodio evangélico y ante nuestra impotencia, Cristo no volverá a decir una y otra vez:

Para los hombres eso es imposible, pero para Dios todo es posible” (Mt 19, 26)Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos (Mt 22, 14) Dios despertar hijos de Abraham aun de estas piedras (Mt 3, 9). Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. (Ap 3, 20)

La respuesta de la Iglesia al Ateísmo

El remedio al ateísmo se logrará con la doctrina de la Iglesia convenientemente expuesta y por la integridad de su propia vida y de todos los creyentes. 

El remedio al ateísmo se logrará con la doctrina de la Iglesia convenientemente expuesta y por la integridad de su propia vida y de todos los creyentes.
San Pablo dice a los Romanos:

-Lo cognoscible de Dios es manifiesto entre ellos, pues Dios se lo manifestó; porque desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son conocidos mediante sus obras. De manera que son inexcusables, por cuanto, conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se entontecieron en sus razonamientos, viniendo a oscurecer su insensato corazón; y alardeando de sabios se hicieron necios, y trocaron la gloria del Dios incorruptible por la semejanza de la imagen del hombre corruptible- (1, 18-23)

Las palabras de San Pablo nos ayudan a resumir algunas de las más frecuentes causas del ateísmo en la práctica:

- El orgullo o soberbia. El hombre orgulloso se cree superior e independiente. Dios le estorba porque le limita y se convierte para él en un enemigo.

- Las pasiones desordenadas. Dios sería un freno a la búsqueda incontrolada de placeres. Los que sólo piensan en gozar no quieren tener ningún límite a su egoísmo y, como consecuencia, rechazan a Dios.

Antes de San Pablo, el Libro de la Sabiduría había dicho:

-atendiendo a las obras no reconocieron al artífice (...), pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor- (13, 1, 5)

RESPUESTA DE LA IGLESIA AL ATEISMO
-Defiende la Iglesia que el reconocimiento de Dios no se opone en modo alguno a la dignidad del hombre, puesto que esta dignidad se funda en Dios y en El tiene su perfección: el hombre recibe de Dios Creador la inteligencia y libertad que le constituyen libre en la sociedad; pero, sobre todo, es llamado, como hijo, a la comunión misma con Dios y a la participación de Su felicidad. Enseña, además, que la esperanza escatológico en nada disminuye la importancia de los deberes terrenales, cuando más bien ofrece nuevos motivos para el cumplimiento de los mismos. En cambio, cuando faltan plenamente el fundamento divino y la esperanza de la vida eterna, queda dañada gravemente la dignidad del hombre, según se comprueba frecuentemente hoy, mientras quedan sin solución posible los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor, tanto que no pocas veces los hombres caen en la desesperación.» (GS, 21)

Sostienen algunos ateos (por ejemplo, los marxistas) que la esperanza en una vida futura aparta al hombre de la necesaria preocupación por las cosas de este mundo. Más bien hay que decir lo contrario: cuando falta el sentido religioso de la vida, el hombre se degrada. Así, la falta de fe religiosa aumenta los homicidios, el alcoholismo, el divorcio, el aborto, el uso de las drogas, el desorden sexual con sus consecuencias, como la violación, etc., pecados todos ellos que no sólo van contra la ley de Dios, sino contra la sana convivencia entre los hombres.

Por otro lado, sólo la fe religiosa da sentido a enigmas como la vida y la muerte, la culpa, el dolor, que no raras veces llevan a la desesperación y al suicidio.

-Hay que llevar un remedio el ateísmo, pero no se logrará sino con la doctrina de la Iglesia convenientemente expuesta y por la integridad de su propia vida y de todos los creyentes. Ciertamente que tiene la Iglesia la misión de hacer presente, visible en cierto modo, a Dios Padre y a su Hijo encarnado, por su incesante renovación y purificación, guiada por el Espíritu Santo. Y esto se obtiene, en primer lugar, con el testimonio de una fe viva y plena, educada precisamente para conocer con claridad las dificultades y superarlas. Un sublime testimonio de esta fe dieron y dan muchísimos mártires. Fe, que debe manifestar su fecundidad penetrando totalmente en toda la vida, aun en la profana, de los creyentes, moviéndolos a la justicia y el amor, especialmente hacia los necesitados. Mucho contribuye, finalmente, a esta manifestación de la presencia de Dios el fraternal amor de los fieles, si con unanimidad de espíritu colaboran en la fe del Evangelio, y se muestran como ejemplo de unidad.- (GS, 21)

Entre los remedios del ateísmo señala el Concilio:

- la exposición adecuada de la doctrina; pues, para que no haya ateos por desconocimiento de la verdad sobre Dios, es necesario que los creyentes conozcan y difundan la verdad;

- que los creyentes lleven una vida íntegra; pues a los hombres, más que las teorías, les convencen los hechos que las confirman;

- el amor a los demás, refrendado por las obras, que será una demostración práctica del amor a Dios.

Los mártires y los santos son un claro testimonio de esa fe consecuente.

PAXTV.ORG