Entonces verás claro

Juan Crisóstomo, Santo

Memoria Litúrgtica, 13 de septiembre

Obispo y Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: Memoria de san Juan, obispo de Constantinopla y doctor de la Iglesia, antioqueno de nacimiento, que, ordenado presbítero, llegó a ser llamado «Crisóstomo» por su gran elocuencia. Gran pastor y maestro de la fe en la sede constantinopolitana, fue desterrado de la misma por insidias de sus enemigos, y al volver del exilio por decreto del papa san Inocencio I, como consecuencia de los malos tratos recibidos de sus guardianes durante el camino de regreso, entregó su alma a Dios en Cumana, localidad del Ponto, el catorce de septiembre († 407).

Patronazgo: predicadores y oradores

Breve Biografía

Educado por la madre, santa Antusa, Juan (que nació en Antioquía probablemente en el 349) en los años juveniles llevó una vida monástica en su propia casa.

Después, cuando murió la madre, se retiró al desierto en donde estuvo durante seis años, y los últimos dos los pasó en un retiro solitario dentro de una cueva con perjuicio de su salud. Fue llamado a la ciudad y ordenado diácono, luego pasó cinco años preparándose para el sacerdocio y para el ministerio de la predicación. Ordenado sacerdote por el obispo Fabián, se convirtió en celoso colaborador en el gobierno de la Iglesia antioquena. La especialización pastoral de Juan era la predicación, en la que sobresalía por las cualidades oratorias y la profunda cultura. Pastor y moralista, se preocupaba por transformar la vida de sus oyentes más que por exponer teóricamente el mensaje cristiano.

En el 398 Juan de Antioquía (el sobrenombre de Crisóstomo, es decir Boca de oro, le fue dado tres siglos después por los bizantinos) fue llamado a suceder al patriarca Netario en la célebre cátedra de Constantinopla. En la capital del imperio de Oriente emprendió inmediatamente una actividad pastoral y organizativa que suscita admiración y perplejidad: evangelización en los campos, fundación de hospitales, procesiones antiarrianas bajo la protección de la policía imperial, sermones encendidos en los que reprochaba los vicios y las tibiezas, severas exhortaciones a los monjes perezosos y a los eclesiásticos demasiado amantes de la riqueza. Los sermones de Juan duraban más de dos horas, pero el docto patriarca sabía user con gran pericia todos los recursos de la oratoria, no para halagar el oído de sus oyentes, sino para instruír, corregir, reprochar.

Juan era un predicador insuperable, pero no era diplomático y por eso no se cuidó contra las intrigas de la corte bizantina. Fue depuesto ilegalmente por un grupo de obispos dirigidos por Teófilo, obispo de Alejandría, y desterrado con la complicidad de la emperatriz Eudosia. Pero inmediatamente fue llamado por el emperador Arcadio, porque habían sucedido varias desgracias en palacio. Pero dos meses después era nuevamente desterrado, primero a la frontera de Armenia, y después más lejos a orillas del Mar Negro.

Durante este último viaje, el 14 de septiembre del 407, murió. Del sepulcro de Comana, el hijo de Arcadio, Teodosio el Joven, hizo llevar los restos del santo a Constantinopla, a donde llegaron en la noche del 27 de enero del 438 entre una muchedumbre jubilosa.

De los numerosos escritos del santo recordamos un pequeño volumen Sobre el Sacerdocio, que es una obra clásica de la espiritualidad sacerdotal.

Desconfiar de uno mismo

Santo Evangelio según san Lucas 6, 39-42. Viernes XXIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, ayúdame a recordar que sólo Tú eres el motivo de nuestra esperanza.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 39-42

En aquel tiempo, Jesús propuso a sus discípulos este ejemplo: “¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo? El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo’, si no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver, para sacar la paja del ojo de tu hermano”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¡Cuánto mal hace en el mundo el exceso de confianza en uno mismo! Detrás de ello no se esconde otra cosa que la soberbia. El cristiano está llamado a poner sus esperanzas sólo en Dios. Es Él nuestra fuerza, el centro de nuestra existencia y, al mismo tiempo, quien nos empuja a salir de nosotros mismos al encuentro con el otro.

Ante ello, humildad. Es esta virtud la que nos permite no solamente dar a Dios el lugar que por derecho le corresponde, sino también reconocer en los demás a los hijos de Dios que comparten con nosotros el camino de regreso a la casa del Padre. El hombre humilde piensa dos veces antes de indicar a su hermano lo que debe hacer. Desconfía de sí, dialoga con Dios y sólo después de ello guía a su hermano. Así se evita caer en el hoyo. Más aún, ¡así se cruza el hoyo hombro con hombro!

Por eso es por lo que antes de querer auxiliar al prójimo debe uno discernir cómo se encuentra su propia alma. No quiere decir esto desentenderse del prójimo bajo la falsa pretensión de no estar en condiciones de ayudarlo. Sí quiere decir examinar nuestra conciencia para saber si la ayuda que deseo proporcionar nace de una intención recta, de un deseo sincero de agradar a Dios.

«Un guía no puede ser ciego, sino que debe ver bien, es decir, debe poseer la sabiduría para guiar con sabiduría, de lo contrario corre el peligro de perjudicar a las personas que dependen de él. Así, Jesús llama la atención de aquellos que tienen responsabilidades educativas o de mando: los pastores de almas, las autoridades públicas, los legisladores, los maestros, los padres, exhortándoles a que sean conscientes de su delicado papel y a discernir siempre el camino acertado para conducir a las personas. Y Jesús toma prestada una expresión sapiencial para indicarse como modelo de maestro y guía a seguir: “No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien formado será como su maestro”. Es una invitación a seguir su ejemplo y su enseñanza para ser guías seguros y sabios».

(Homilía de S.S. Francisco, 3 de marzo de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Cuando se me presente la ocasión de ayudar a alguien, buscaré sondear mi corazón para asegurarme que mi apoyo es desinteresado y genuino.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

La hipocresía intolerable

Meditación sobre la verdad y la hipocresía

Al leer el Evangelio nos encontramos con un Jesús todo bondad, que acoge a todos los pecadores, y que, sin embargo no tolera a unos hombres con los cuales está en lucha frontal.

Son los fariseos y los escribas, a los que llama con una palabra que, desde Jesús, se ha convertido en uno de los vocablos más odiosos del diccionario, como es la palabra ¡Hipócrita!...
Llamar a uno ¡hipócrita! ha venido a ser un baldón y la mayor vergüenza.

La hipocresía es la mentira utilizada para aparecer ante los demás bueno y noble escondiendo toda la maldad que se lleva dentro.

Pero, para empezar de una manera más amable y positiva, se me ocurre el caso bonito, que leí no hace mucho, sobre un papá que quiso formar a su niño en la sinceridad que nos pide Jesús.

El pequeño fue sorprendido en una mentira, y el papá le dio una lección que no olvidaría nunca, de modo que después el joven y el hombre ya no dijo jamás una falsedad.

Tomó el papá al hijito mentiroso, lo llevó delante del Crucifijo, y le dictó despacio esta oración que el niño iba repitiendo: Jesús, yo te he ofendido. Mis labios se han ensuciado con una mentira. Ven, y límpiamelos.

Las lágrimas le empezaron a correr al niño por las mejillas. Pero el papá, sin inmutarse, tomó un trozo de algodón que aplicó a los labios de la imagen de Jesús, lo empapó después con alcohol, se lo pasó bien por los labios a su hijo, y le hizo seguir con la oración:

Señor, purifícame y perdóname. Haz mi corazón sincero, y que nunca salga de mí otra mentira.

Todos estaremos conformes en dar a ese papá una cátedra de sicología y de pedagogía en la universidad...

Jesús se encontró en su predicación de buenas a primeras con una oposición terrible de parte de los que dominaban al pueblo: los escribas y los fariseos.

Los fariseos, de gran influencia en el pueblo, formaban un partido religioso-político que oprimía a la gente humilde con capa de santidad y de fidelidad a la ley de Dios, mientras que ellos se las sabían arreglar de mil maneras para librarse de lo que les exigía esa misma ley dada por Moisés.

Los escribas eran los intérpretes de la ley y brazo derecho de los fariseos. Unos y otros vivían en la mentira, procedían con doblez, y exigían con rigor insoportable la observancia de una ley que ellos no querían guardar.

La mejor definición de los escribas y fariseos la dio el mismo Jesús cuando los llamó sepulcros blanqueados, muy bonitos por fuera pero por dentro llenos de podredumbre...

Pronto vino el enfrentamiento de los escribas y fariseos con Jesús. Era imposible entenderse la mentira con la verdad, el rigor con la mansedumbre, la justicia despiadada con el perdón misericordioso... Y Jesús, al denunciarlos ante el pueblo, usó siempre la expresión ¡Hipócritas!

Jesús no soportaba la hipocresía porque ésta es la falsificación de la vida, la perversión del pensamiento, la profanación de la palabra. Al mentir, el hipócrita quiere pensar como habla, y vivir después como piensa, es decir, siempre en contradicción con la verdad.

El mentiroso e hipócrita se encuentra muy pronto con el rechazo total, como le pasaba en los tiempos de Jesús al personaje más importante del mundo, a Tiberio, el emperador de Roma. Era el dueño de todo el mundo conocido, pero al mismo tiempo era tan mentiroso, que, como dice un escritor romano de sus días, ya nos se le creía aunque dijera la verdad...

Aquella antipatía de Jesús con los fariseos, es la misma que sentimos también nosotros con cualquier persona que procede con dolo. Aguantamos toda clase de defectos en los demás, porque todos nos sentimos débiles y sabemos ser generosos con el que cae.

Pero usamos una medida diversa con el que nos miente. No lo soportamos, y le aplicamos la sentencia de la Biblia:
La esperanza del impío hipócrita se desvanecerá.

El hipócrita y mentiroso no puede esperar nada de nadie, porque se le rechazará del todo.

Todo lo contrario le ocurre a la persona sincera. Quien dice la verdad siempre, aunque le haya de costar un disgusto, se gana el aprecio de todos y todos confían en ella. Es el premio del sentir, vivir y decir la verdad.

Jesucristo nos lo dijo con una sentencia bella y profunda, cargada de mucha sicología: La verdad os hará libres.

Quien nunca dice una mentira y confiesa siempre la verdad, y vive conforme a sus convicciones, es la persona más libre que existe. No oculta nada. Es transparente como el cristal. Y de ella dice Jesús como de Natanael: Un israelita en quien no hay engaño. Un cristiano o una cristiana sin doblez...

Sentimos todo lo contrario por aquel que dice y vive siempre la verdad. Ante él nos inclinamos reverentes. Porque es todo un hombre o toda una mujer. Nos fiamos de su palabra. Le tenemos por el ser más valiente y digno de respeto.

La verdad, como dice Jesús, le hace libre, y nos demuestra tener un corazón y unos labios tan limpios como el niño que aún no ha dicho la primera mentira....

Un matrimonio construido sobre Dios

Un matrimonio así construido permanecerá como roca sólida. Esa es la promesa de Dios para nosotros

¿Por qué existe nuestro matrimonio? Probablemente no sea una pregunta que ustedes y su cónyuge se pregunten muy a menudo, pero quizás deberían hacerlo. ¿Cuál es nuestro propósito? ¿Por qué estamos casados?

La verdad es que Dios tiene un propósito mayor, no solo para nuestras vidas, sino también para nuestros matrimonios.

Todo gran matrimonio existe por una razón más grande que ella, y esa razón es Dios. Cada gran matrimonio que se consagra es sobre Dios.

Comprender esto, que nuestro matrimonio tiene un propósito más elevado que nosotros mismos, crea la unidad en un matrimonio casi de inmediato. Nos lleva a la inspiración, porque haremos cosas mayores para Dios de las que jamás haremos por nosotros mismos o por cualquier otra persona.

Y además de esto, nos da una razón para perseverar cuando estamos pasando por momentos difíciles en nuestros matrimonios.

Pero muchos de nosotros pasamos por nuestros matrimonios con una visión errónea de por qué estamos juntos. Mucha gente dirá:

"Estamos casados por nuestros hijos".

Pero conozco a una pareja que solicitó el divorcio inmediatamente después de que su último hijo se graduó de la escuela secundaria.

Demográficamente, uno de los mayores grupos en crecimiento de divorciados es el que se separa después de 30 años de matrimonio. Eso es lo que sucede cuando solo estás juntos para los niños. Una vez que los niños no te necesitan, ya no necesitas el matrimonio.

Otras parejas pueden afirmar que están juntas por su química, por el amor y el romance. Y no me malinterpreten: esas cosas son maravillosas. Pero también pueden ser temporales o inconsistentes, porque se basan en las emociones. Las emociones cambian.

Un matrimonio construido sobre Dios

Habrá días en que te despiertes y la química romántica desaparezca. Las emociones amorosas han sido reemplazadas por el aburrimiento, o incluso emociones negativas como la ira. ¿Entonces que?

La única razón por la que un esposo y una esposa podrán permanecer juntos por el resto de sus vidas, la única razón por la que nunca encontrarán una razón para no hacer lo correcto, es cuando dicen:

"Este matrimonio es sobre Dios".

Este matrimonio no se trata de mis necesidades. Este matrimonio no se trata de nuestros hijos. No se trata de sexo, comodidad financiera o de lo que dice la gente.

Estamos juntos porque Dios tiene un propósito para este matrimonio. E independientemente de lo que pase, debemos hacer lo correcto debido a Dios.

Así es como los matrimonios sobreviven y tienen éxito.

En Juan 16,33, Jesús dice:

"En este mundo, tendrás problemas. ¡Pero anímate! Yo he vencido al mundo".

Vamos a pasar por tiempos difíciles, pero aquellos que se comprometan a seguir la voluntad de Dios y construir sus vidas en la Palabra de Dios tendrán una base sólida para capear cualquier tormenta.

Experimentaremos oposición y desafíos, pero cuando usted base su matrimonio en Dios, este permanecerá como roca sólida. Esa es la promesa de Dios para nosotros.

La eternidad no será aburrida

Meditación del Papa Francisco sobre un tema que a algunos cristianos parece preocupar

Por: Redacción | Fuente: L Osservatore Romano

Hace pocos días un joven amigo me preguntaba si alabar al Señor eternamente en el Cielo no sería algo muy aburrido, aunque ya le contesté en ese momento, creo oportuno recordar lo que el Papa nos decía hace ya algún tiempo sobre este tema en una de sus homilías en Santa Marta:

Son muchos los cristianos que no conocen la alegría. Si aprendieran a salir de sí mismos y a dar gracias a Dios, "comprenderían realmente esa alegría que nos hace libres". Este fue el núcleo de la homilía del Papa Francisco en la celebración eucarística del 31 de mayo de 2013, fiesta de la Visitación en aquel año.

"Las dos lecturas del día -apuntó el Pontífice refiriéndose a Sofonías (3, 14-18) y al Evangelio de Lucas (1, 39-56)- nos hablan de alegría, de gozo: "alégrate, grita de alegría", dice Sofonías. Gritar de alegría. ¡Es fuerte esto! "El Señor está contigo"; no temas; "no dejes caer los brazos". El Señor es poderoso; se alegrará por ti". Y en el relato evangélico, la alegría caracteriza la visita de María a Isabel. El Papa se fijó en ese "salto del niño en el seno de Isabel", revelado por ésta a María: "He aquí que en cuanto oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno".

"Todo es alegría. Pero nosotros cristianos -indicó el Obispo de Roma- no estamos muy acostumbrados a hablar de alegría, de gozo. Creo que muchas veces nos gustan más los lamentos. ¿Qué es la alegría? La clave para comprender esta alegría es lo que dice el Evangelio: "Isabel fue colmada de Espíritu Santo". Es el Espíritu Santo quien nos da la alegría".

El Papa habló de otro aspecto de la alegría que nos viene del Espíritu. "Pensemos -dijo- en ese momento en el que la Virgen y san José llevaron a Jesús al templo para cumplir la Ley". Estaban también allí dos ancianos; pero el Evangelio no dice que estos fueron allí para cumplir la Ley, sino más bien impulsados por la "fuerza del Espíritu Santo. El Espíritu les condujo al templo". De modo que, ante Jesús, "hacen una oración de alabanza: éste es el Mesías, ¡bendito sea al Señor! Y hacen también una liturgia espontánea de alegría". Es la fidelidad madurada durante tantos años de espera del Espíritu Santo lo que hace que "este Espíritu venga y les dé la alegría".

"Es precisamente el Espíritu quien nos guía. Él es el autor de la alegría, el creador de la alegría. Y esta alegría en el Espíritu nos da la verdadera libertad cristiana. Sin alegría, nosotros, cristianos, no podemos llegar a ser libres. Nos convertimos en esclavos de nuestras tristezas", constató; en cambio, la alegría cristiana deriva precisamente de la alabanza a Dios. "¿Qué es este alabar a Dios?", se preguntó el Papa. "Alabarle a Él gratuitamente, como es gratuita la gracia que Él nos da" fue su respuesta. Y "la eternidad será esto: alabar a Dios. Pero esto no será aburrido, será bellísimo. Esta alegría nos hace libres".

El Papa concluyó con una observación: "Es precisamente la Virgen quien trae las alegrías. La Iglesia la llama causa de nuestra alegría, causa nostrae letitiae. ¿Por qué? Porque trae nuestra alegría más grande, trae a Jesús. Y trayendo a Jesús hace que "este niño salte de alegría en el seno de la madre". Ella trae a Jesús. Ella con su oración hace que el Espíritu Santo irrumpa. Irrumpe ese día de Pentecostés; estaba allí. Debemos rezar a la Virgen para que al traer a Jesús nos dé la gracia de la alegría, de la libertad; nos dé la gracia de alabar, de hacer oración de alabanza gratuita, porque Él es digno de alabanza, siempre".

Quien quiera profundizar más sobre este tema podría seguir el siguiente enlace: "El aburrido cielo". 

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