Porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse
- 23 Septiembre 2019
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Padre Pío de Pietrelcina (Francisco Forgione), Santo
Memoria Litúrgicao, 23 de septiembe Por: Vatican.va | Fuente: Vatican.va
Un humilde fraile que ora
Martirologio Romano: San Pío de Pietrelcina (Francisco) Forgione, presbítero de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, que en el convento de San Giovanni Rotondo, en Apulia, se dedicó a la dirección espiritual de los fieles y a la reconciliación de los penitentes, mostrando una atención particular hacia los pobres y necesitados, terminando en este día su peregrinación terrena y configurándose con Cristo crucificado († 1968)
Fecha de beatificación: 2 de mayo de 1999 por S.S. Juan Pablo II Fecha de canonización: 16 de junio de 2002 por S.S. Juan Pablo II
Breve Biografía
“En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6, 14).
Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 19). Derramó sin parar los tesoros de la graciaque Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrado una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales.
Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, archidiócesis de Benevento, hijo de Grazio Forgione y de María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente recibiendo el nombre de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión.
El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado de la orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22 del mismo mes vistió el hábito franciscano y recibió el nombre de Fray Pío. Acabado el año de noviciado, emitió la profesión de los votos simples y el 27 de enero de 1907 la profesión solemne.
Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910 en Benevento, por motivos de salud permaneció en su familia hasta 1916. En septiembre del mismo año fue enviado al Convento de San Giovanni Rotondo y permaneció allí hasta su muerte.
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre, según la misión especial que caracterizó toda su vida y que llevó a cabo mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad.
En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y las miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de la “Casa del Alivio del Sufrimiento”, inaugurada el 5de mayo de 1956.
Para el Padre Pío la fe era la vida: quería y hacía todo a la luz de la fe. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. Decía: “En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios”. La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios.
Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era solamente el hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que infundía, con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le acercaban.
El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la caridad.
Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más de 50 años, a muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se daba a todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando luz. Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y en los enfermos, él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente a ellos.
Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia, obraba y aconsejaba a la luz de Dios.
Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a todos con justicia, con lealtad y gran respeto.
Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor. Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante años soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad.
Cuando tuvo que sufrir investigaciones y restricciones en su servicio sacerdotal, todo lo aceptó con profunda humildad y resignación. Ante acusaciones injustificadas y calumnias, siempre calló confiando en el juicio de Dios, de sus directores espírituales y de la propia conciencia.
Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza, de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la mentalidad y en el modo de vivir.
Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó con generosidad los votos profesados. Obedecióen todo las órdenes de sus superiores, incluso cuando eran difíciles. Su obediencia era sobrenatural en la intención, universal en la extensión e integral en su realización. Vivió el espíritu de pobreza con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes terrenos, de las comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran predilección por la virtud de la castidad. Su comportamiento fue modesto en todas partes y con todos.
Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno de miserias y a la vez de favores divinos. En medio a tanta admiración del mundo, repetía: “Quiero ser sólo un pobre fraile que reza”.
Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente en los últimos años de su vida, empeoró rápidamente. La hermana muerte lo sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años de edad. Sus funerales se caracterizaron por una extraordinaria concurrencia de personas.
El 20 de febrero de 1971, apenas tres años después de su muerte, Pablo VI, dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina, dijo de él: “¡Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Porqué era un sabio? ¿Porqué tenía medios a su disposición? Porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento”.
Ya durante su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus virtudes, a su espíritu de oración, de sacrificio y de entrega total al bien de las almas.
En los años siguientes a su muerte, la fama de santidad y de mila-gros creció constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial extendido por todo el mundo y en toda clase de personas.
De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar en la tierra a su Siervo fiel. No pasó mucho tiempo hasta que la Orden de los Frailes Menores Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley canónica para iniciar la causa de beatificación y canonización. Examinadas todas las circunstancias, la Santa Sede, a tenor del Motu Proprio “Sanctitas Clarior” concedió el nulla osta el 29 de noviembre de 1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder a la introducción de la Causa y a la celebración del proceso de conocimiento (1983-1990). El 7 de diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de los Santos reconoció la validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió, como es costumbre, si el Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en grado heroico. El 13 de junio de 1997 tuvo lugar el Congreso peculiar de Consultores teólogos con resultado positivo. En la Sesión ordinaria del 21 de octubre siguiente, siendo ponente de la Causa Mons. Andrea María Erba, Obispo de Velletri-Segni, los Padres Cardenales y obispos reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas.
El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue promulgado el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes.
Para la beatificación del Padre Pío, la Postulación presentó al Dicasterio competente la curación de la Señora Consiglia De Martino de Salerno (Italia). Sobre este caso se celebró el preceptivo proceso canónico ante el Tribunal Eclesiástico de la Archidiócesis de Salerno-Campagna-Acerno de julio de 1996 a junio de 1997. El 30 de abril de 1998 tuvo lugar, en la Congregación para las Causas de los Santos, el examen de la Consulta Médica y, el 22 de junio del mismo año, el Congreso peculiar de Consultores teólogos. El 20 de octubre siguiente, en el Vaticano, se reunió la Congregación ordinaria de Cardenales y obispos, miembros del Dicasterio y el 21 de diciembre de 1998 se promulgó, en presencia de Juan Pablo II, el Decreto sobre el milagro.
El 2 de mayo de 1999 a lo largo de una solemne Concelebración Eucarística en la plaza de San Pedro Su Santidad Juan Pablo II, con su autoridad apostólica declaró Beato al Venerable Siervo de Dios Pío de Pietrelcina, estableciendo el 23 de septiembre como fecha de su fiesta litúrgica.
Para la canonización del Beato Pío de Pietrelcina, la Postulación ha presentado al Dicasterio competente la curación del pequeño Mateo Pio Colella de San Giovanni Rotondo. Sobre el caso se ha celebrado el regular Proceso canónico ante el Tribunal eclesiástico de la archidiócesis de Manfredonia?Vieste del 11 de junio al 17 de octubre del 2000. El 23 de octubre siguiente la documentación se entregó en la Congregación de las Causas de los Santos. El 22 de noviembre del 2001 tuvo lugar, en la Congregación de las Causas de los Santos, el examen médico. El 11 de diciembre se celebró el Congreso Particular de los Consultores Teólogos y el 18 del mismo mes la Sesión Ordinaria de Cardenales y Obispos. El 20 de diciembre, en presencia de Juan Pablo II, se ha promulgado el Decreto sobre el milagro y el 26 de febrero del 2002 se promulgó el Decreto sobre la canonización.
Ser cristiano y amar serlo
Santo Evangelio según san Lucas 8, 16-18. Lunes XXV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame a iluminar el mundo y ser instrumento para que otros también lo hagan.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 8, 16-18
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “Nadie enciende una vela y la tapa con alguna vasija o la esconde debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que entren puedan ver la luz. Porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público.Fíjense, pues, si están entendiendo bien, porque al que tiene se le dará más; pero al que no tiene se le quitará aun aquello que cree tener”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Recuerdo una diferencia clara entre mi primera novia y yo; mientras ella colocaba en sus redes sociales que era mi novia y que me amaba, yo en cambio permanecía igual, mis estados no cambiaban nada. Por su actitud las personas no solo sabían que tenía novio sino también que estaba feliz; conocían que ella era mi novia y que a ella le encantaba serlo.En el Evangelio vemos lo mismo, Jesús nos dice que un cristiano no puede estar bajo la cama, que una lámpara la enciende porque quiere iluminar la casa entera, jamás se esconde. Ser cristiano es ser como mi primera novia, se publica, se grita a los vientos que se es cristiano y que encanta serlo porque solo así se ilumina el mundo, solo así se conoce al cristiano. En mi caso pocos conocían que tenía novia, y muchos menos que era feliz con ella. Un día, mi mejor amiga me preguntó si realmente quería tener novia porque no tenía sentido cómo actuaba; porque el que ama no puede callarlo, el que ama lo expresa. Un cristiano que ama no se queda debajo de la cama, sino que sale al mundo, expresa que es cristiano y que le gusta serlo, igual como lo hacía mi primera novia. No sean como yo, no oculten sus sentimientos, griten que aman a Cristo, griten el mensaje del Evangelio y sean novios que les gusta serlo, sean cristianos enamorados. «Jesús nos habla de la lámpara, que no se pone debajo del celemín, sino en el candelero. El misterio de Dios es luz y que la luz vino al mundo y las tinieblas no la acogieron. Una luz que no puede esconderse, sino que sirve para iluminar. Uno de los rasgos del cristiano, que ha recibido la luz del Bautismo y debe darla. El cristiano es un testigo. Y precisamente la palabra testimonio encierra una de las peculiaridades de las actitudes cristianas. En efecto, un cristiano que lleva esta luz, debe hacerla ver porque él es un testigo. Y si un cristiano prefiere no hacer ver la luz de Dios y prefiere las propias tinieblas, entonces le falta algo y no es un cristiano completo. Una parte de él está ocupada, las tinieblas le entraron en el corazón, porque tiene miedo de la luz y prefiere los ídolos. Pero el cristiano es un testigo, testigo de Jesucristo, luz de Dios. Y deber poner esta luz en el candelabro de su vida». (Homilía de S.S. Francisco, 28 de enero de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación. Comunicar, sobre todo con el testimonio, qué es ser cristiano.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La fuerza de la debilidad
En la medida que reconoces tu flaqueza, en esa misma medida actúa en ti la fuerza de lo alto
La fuerza de la debilidad
“El poder de Dios que salva”[1] como llamaba Juan Pablo II al Evangelio, ese mensaje que los ángeles ansían contemplar (1Pe 1,12), está plagado de paradojas, o sea, de aparentes contradicciones. Y esto es así porque el Evangelio es la expresión más sublime de la sabiduría Divina, que a tal punto supera la nuestra que parece contradecirla; de ahí aquel, también paradójico, destruiré la sabiduría de los sabios, e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes (1Cor 1,19).
“En el Evangelio está contenida una fundamental paradoja: para encontrar la vida, hay que perder la vida; para nacer, hay que morir; para salvarse, hay que cargar con la Cruz. Ésta es la verdad esencial del Evangelio, que siempre y en todas partes chocará contra la protesta del hombre[2]”. (Juan Pablo II)
Una de las paradojas que siempre me ha llamado la atención es aquella de San Pablo: cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte (2Cor 12,10). Lo que está diciendo el apóstol de los gentiles es que en la medida que reconoce su flaqueza, en esa misma medida actúa en él la fuerza de lo alto.
Esta verdad supone aquella otra de que nada podemos, en el orden sobrenatural, sin el auxilio de Dios y, además, que todo lo bueno que tenemos del mismo Dios procede.
En cuanto a esa total dependencia, podría leerse con mucho fruto el capítulo 15 del evangelio de San Juan donde Nuestro Señor, con diáfana claridad y adaptándose a nuestro sencillo modo de entender, nos muestra cómo nosotros somos los sarmientos (las ramas) y Él la vid (el árbol) y así como las ramas no pueden vivir fuera del árbol, tampoco nosotros podemos vivir –menos obrar– sin Él. Y por si nos quedase alguna duda, al interpretar el texto, con frase lapidaria y concisa afirma: sin mi nada podéis hacer (Jn 15,5), donde “nada” significa “nada”… o sea, carencia absoluta, negación total, imposibilidad omniabarcante, inaptitud suprema… and so on.
Y con respecto a que todo lo bueno que tenemos viene de Dios, digamos con el mismo San Pablo: ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido? (1Cor 4,7) y agreguemos: Si alguno piensa que es algo, se engaña, pues nada es (Gal 6,3). De ahí que, a pesar de sus grandiosas obras se supiera siervo inútil (Lc 17,10) y vasija de barro (2Cor 4,7), y afirmara por la gracia de Dios soy lo que soy (1Cor 15,10).
Santo Tomás, hablando de la virtud de la humildad dirá:
“Pueden considerarse, en el hombre, dos cosas: lo que es de Dios y lo que es del hombre. Es del hombre todo lo defectuoso, mientras que es de Dios todo lo perteneciente a la salvación y a la perfección”[3].
Ya hablamos en un post anterior[4] sobre la importancia de la virtud de la humildad, pero no creo que venga mal escribir algunas líneas más sobre algo tan fundamental:
“La humildad es nuestra perfección”[5]. (San Agustín)
“El progreso del alma se identifica con el progreso en la humildad”. (San Benito)
“La humildad es la que lo alcanza todo”[6]. “Progresará rápidamente el que tiene mucha humildad[7]”. (Santa Teresa de Jesús)
“Dios para prendarse de un alma, no se fija en su grandeza, sino en la profundidad de su humildad y en lo despreciada que está”. (San Juan de la Cruz)
“Si me preguntares cuál es el camino del cielo, responderte he que la humildad: y si tercera vez, responderte he lo mismo; y si mil veces me lo preguntares, mil veces te responderé que no hay otro camino sino la humildad” [8]. (San Agustín)
A lo que tenemos que apuntar, en definitiva, es a acercarnos a un auto-conocimiento lo más parecido al que Dios tiene de nosotros, del cual dice San Pablo, hablando del cielo: conoceré como soy conocido (1Cor 13,12). ¡En esto consiste nuestra fuerza! “La grandeza de un hombre está en saber reconocer su propia pequeñez”, decía Blaise Pascal.
Para llegar a esto habrá, sin duda, muchos caminos y modos, pero quería destacar puntualmente cuatro:
En primer lugar pedir y suplicar con insistencia[9] a Dios que nos dé esa gracia. Como solía repetir a manera de jaculatoria San Agustín: “Señor, que me conozca y que os conozca”. El último santo en ser nombrado doctor de la Iglesia nos enseña:
“Y sea lo primero pedirla con perseverancia al Dador de todos los bienes, porque esta humildad es un muy particular don suyo que a sus escogidos da. Y aún el conocer que es don de Dios no es poca merced. Los tentados de soberbia conocen bien que no hay cosa más lejos de nuestras fuerzas que esta verdadera y profunda humildad, y que muchas veces acaece, con los remedios que ellos ponen para alcanzarla, huir ella más; y aun del mismo humillarse suele nacer su contrario, que es la soberbia”[10]. (San Juan de Ávila)
Prueba de que el doctor en cuestión pidió y alcanzó esta virtud, además del “san” que ponemos antes de su nombre, es uno de sus últimos diálogos; lo cuenta San Alfonso María de Ligorio:
“El venerable Juan de Ávila, que llevó desde su más tierna juventud una santa vida, hallándose en el lecho de la muerte, el sacerdote que le asistía le iba diciendo cosas sublimes, le trataba como santo y como un distinguido sabio; mas el venerable Padre de Ávila le dijo: ‘Yo os ruego, padre mío, que me hagáis la recomendación del alma como se hace a un malhechor condenado a muerte, pues yo no soy otra cosa”[11].
En segundo término, no es poco importante hacer lo de San Pablo. El apóstol comienza aclarando que si bien ha recibido muchos dones de Dios, en cuanto a mí, solo me gloriaré de mis flaquezas (1Cor 12,5) por cuanto no son suyos, sino de Dios.
Ejemplo claro: cuando se refiere a uno de esos dones -quizás no dado a otro mortal en toda la historia como es el ser arrebatado hasta el tercer cielo–, hace de cuenta que se trata de otra persona.
A renglón seguido aclara que para que no se ensoberbezca, le ha sido dado un aguijón a su carne. Si bien no es seguro a qué se está refiriendo, una de las interpretaciones posibles es aplicar esto a la debilidad de la carne en cuanto inclinada al pecado luego de la culpa original, el conocido “fomes peccati”[12]. Tres veces pidió al Señor que lo liberara y Él le respondió: Te basta mi gracia, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza (v. 9).
El apóstol tenía tentaciones y de ellas tomaba fuerzas, las fuerzas del Señor. Nosotros, que también las tenemos –y que podemos agregar probable y lamentablemente también pecados a esas tentaciones–, debemos hacer lo mismo. A la par de hacer todo lo que esté de nuestra parte para no ofender a Dios, tenemos que hacer como San Pablo quien, luego de recibir esa revelación, con más fuerza se apoya en su “nada”: con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas (v. 9). Apoyarse en “nada” es contradictorio… sí, paradójico.
Sucede que nuestra “nada” es lo único que tenemos, y por tanto, es la dura pero hermosa realidad. Dura porque no es para nada fácil digerir lo que somos; hermosa en cuanto que es real y, por el hecho de serlo, es mucho más bella que lo que no existe (o existe sólo en la imaginación).
Afirmarnos ahí, en esa especie de “no-ser”, es la única manera de vivir según lo que somos y permitir así que sea el Señor quien con su amor nos sostenga, quien pelee por nosotros y quien nos dé la victoria. Y notemos que lo primero es condición de lo segundo… con sumo gusto –dice el apóstol– seguiré gloriándome de mis flaquezas para que habite en mí la fuerza de Cristo. Podríamos decirlo al revés: “si no me glorío de mis flaquezas, no habitará en mi la fuerza de Cristo”; o sea, si creo que puedo algo por mí mismo, no podré absolutamente nada…
“Cuando tú deseabas poder por tus solas fuerzas, Dios te ha hecho débil, para darte su propio poder, porque tú no eres más que debilidad”[13]. (San Agustín)
Y no dejemos de notar que no sólo se trata de reconocer nuestra debilidad, sino de gloriarnos, jactarnos, “enorgullecernos” (entiéndase bien), y todo eso, no así nomás, sino con sumo gusto, y complaciéndonos, alegrándonos… ¿quién puede llegar hasta tales fondos de su propia insignificancia y reaccionar así? Solo el humilde… o mejor, el muy humilde. Aquel que llegó a hacer suyo el consejo de Santa Teresita: “Amad vuestra pequeñez”.
“No me acuerdo haberme hecho (el Señor) merced muy señalada, de las que adelante diré, que no sea estando deshecha de verme tan ruin”[14]. (Santa Teresa)
“Cuanto más afligida, despojada y humillada profundamente está el alma, más conquista, con la pureza, la capacidad para las alturas. La elevación de la que se hace capaz se mide por la profundidad del abismo en la que tiene sus raíces y sus cimientos”[15]. (Santa Ángela de Foligno)
“Cuando el hombre considera en el fondo de sí mismo, con ojos encendidos de amor, la inmensidad de Dios… cuando el hombre, al volver en seguida su mirada hacia sí mismo, cuenta sus atentados contra el inmenso y fiel Señor… no conoce desprecio suficientemente profundo para darse satisfacción… Cae en un asombro extraño, asombro de no poder despreciarse con suficiente profundidad… Se resigna entonces a la voluntad de Dios… y, en su abnegación íntima, encuentra la verdadera paz, invencible y perfecta, la que nada turbará. Porque se ha precipitado en un abismo tal que nadie irá a buscarle allí… Me parece, a pesar de ello, que estar sumergido en la humildad es estar sumergido en Dios, porque Dios es el fondo del abismo, por encima y debajo de todo, supremo en altura y supremo en profundidad; porque la humildad, como la caridad, es capaz de crecer siempre… La humildad es de tal valor, que alcanza las cosas más elevadas para enseñarlas; consigue y posee lo, que no logra la palabra”[16]. (Beato Juan Ruysbroeck)
En tercer lugar, y desprendiéndolo de lo anterior, yo colocaría la misericordia. Creo que uno de los mayores dones que Dios puede darnos, es decir, una de las mercedes más exquisitas de Su misericordia, es nuestro propio conocimiento. Y ¡¿qué mejor que la misericordia para hallar misericordia?! Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (Mt 5,7). En este sentido agradezco a Dios y a mis superiores, darme la oportunidad de vivir en un hogar de discapacitados[17] (estoy aquí hace un mes) y pido al Señor me enseñe a ser misericordioso con estos sus representantes, y tenga así también Él misericordia de mí.
De todos modos, no hace falta vivir en un hogar de discapacitados para tener misericordia de los demás; a cada paso hay quienes pueden ser objeto de nuestra misericordia. Como decía el P. Hurtado: “Si alguien ha comenzado a vivir para Dios en abnegación y amor a los demás, todas las miserias se darán cita en su puerta”.
Por último, como poniendo nuestro grano de arena, tratemos de hacer un plan de trabajo vs. la soberbia. Como decía el Beato Allamano: “Cuando no sabéis sobre qué hacer el examen de conciencia particular, nunca os equivocaréis si lo hacéis sobre la humildad o sobre la soberbia”[18].
En el libro El examen particular de conciencia y el defecto dominante de la personalidad, el P. Miguel Fuentes trae un ejemplo de este trabajo, que puede iluminar mucho (clic aquí para leerlo).
El beato Ruysbroeck, luego de decir que nuestros pecados son fuentes de humildad, agrega este lúcido párrafo que hacemos nuestro para terminar, como siempre, nombrándoLa y alabándoLa:
“Nuestros pecados… se convierten para nosotros en fuentes de humildad y de amor. Pero es importante no ignorar una fuente de humildad mucho más elevada que ésta. La Virgen María, concebida sin pecado, tiene una humildad más sublime que Magdalena.
Ésta fue perdonada; aquélla estuvo sin mancha. Ahora bien, esta inmunidad absoluta, más sublime que todo perdón, hizo subir de la tierra al cielo una acción de gracias más excelsa que la conversión de Magdalena”[19].
Que Ella, la ancillae Domini, nos alcance la Gracia del conocimiento propio.
Transformar riquezas en instrumentos de fraternidad
Papa Francisco este domingo durante una mañana lluviosa y fresca, la oración del Ángelus en la Plaza de San Pedro.
Astucia y deshonestidad
El Papa Francisco, durante la oración del Ángelus, ha reflexionado sobre el Evangelio de Lucas 16,1-13. que “tiene como protagonista a un administrador astuto y deshonesto que, acusado de haber despilfarrado los bienes del patrón, está a punto de ser despedido”.
El administrador enfrentado a una situación difícil, “no busca justificaciones ni se deja desanimar, sino que busca una salida para asegurarse un futuro tranquilo”. Es consciente de su propia condición humana: “Excavar, no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza” (v. 3); luego actúa con astucia, robando a su señor por última vez”. Por eso, llama a “los deudores y reduce las deudas que tienen con el amo, para hacer amistad con ellos y luego ser recompensado por ellos”.
Superar las situaciones difíciles
La clave de lectura de esta narración, afirma el Papa, está en la invitación de Jesús: “Hagan amigos con las riquezas deshonestas, para que, cuando estas riquezas se acaben, los reciban en la morada eterna” (v. 9). Y profundiza: “La riqueza puede llevar a la construcción de muros, crear divisiones y discriminación. Jesús, por el contrario, invita a sus discípulos a invertir el curso: “Háganse amigos con la riqueza”. Es una invitación a saber transformar bienes y riquezas en relaciones, porque las personas valen más que las cosas y cuentan más que las riquezas que poseen”.
El Papa insiste: “En la vida, en efecto, no son los que tienen tantas riquezas los que dan fruto, sino los que crean y mantienen vivos tantos lazos, tantas relaciones, tantas amistades a través de las diferentes “riquezas”, es decir, de los diferentes dones con los que Dios los ha dotado”.
El desafío de las riquezas
Si somos capaces de transformar las riquezas en instrumentos de fraternidad y solidaridad, no sólo será Dios quien nos acoja en el Paraíso, sino también aquellos con los cuales hemos compartido, administrando bien lo que el Señor ha puesto en nuestras manos.
“¿Qué voy a hacer ahora?”
Las fallas y fracasos no tienen la última palabra. “Jesús nos asegura que siempre estamos a tiempo para sanar el mal hecho con el bien. Quien ha causado lágrimas, haga feliz a alguien; quien ha quitado indebidamente, done a quien está en necesidad. Haciendo así, seremos alabados por el Señor “porque hemos actuado con astucia”, afirma Francisco.
Ángelus en la Plaza de San Pedro
Después del Ángelus
El Papa saludó a los peregrinos provenientes de diversos países, así como a los participantes de la Vía Pacis, “una carrera que recorrió las principales calles de Roma para llevar un mensaje de paz, fraternidad y, sobre todo, de diálogo entre las diferentes culturas y religiones”.
También saludó al grupo de la Misión Católica Polaca en Alemania; al coro “San Leonardo” de Procida; a los chicos de la Confirmación de Settimello (Florencia); y a las Hermanas del Amor Hermoso, que recuerdan el 25º aniversario de su fundación.
El Papa anunció la celebración de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado con una misa en la Plaza de San Pedro. “Los invito a participar en esta celebración para expresar con la oración nuestra cercanía a los migrantes y refugiados del mundo entero”.
El poder de las mujeres que oran
A través de los siglos han existido mujeres que han orado, han oído el latido del Corazón de Dios y han cambiado el mundo para siempre
En el gran libro de Cardenal Sarah, El Poder del Silencio: Contra la Dictadura del Ruido, él cita a San Juan Vianney sobre la oración:
"Vean mis hijos, el tesoro de un cristiano no está en la tierra. Está en el cielo. ¡Bien entonces! Nuestros pensamientos deben ir donde está nuestro tesoro. El hombre tiene una función delicada: orar y amar. Ustedes oran, aman: ¡ésa es la felicidad del hombre en la tierra!" (p.151)
Cuando las mujeres oran
La oración es el camino para conocer a Dios Padre, a Jesús, el Hijo y al Espíritu Santo.
El valor que ponemos en la oración equivale a una elección entre sabiduría o locura. Es así de simple.
La oración es un deber necesario y santo.
La oración es sabia porque es la voluntad de Dios. La oración vale la pena el esfuerzo y aporta fecundidad. La oración fortalece el apostolado activo y forma "contemplativos en acción".
Pero para la oración necesitamos coraje (el Catecismo claramente indica que la oración es una batalla) y necesitamos el aliento de otros que practican el camino de la oración.
Por esta razón, invité a diez mujeres conocidas en los círculos católicos por su fecundo apostolado (actividad o trabajo) en y para la Iglesia. Invité a estas líderes a escribir sobre la parte oculta de su espiritualidad: su vida de oración.
El Espíritu Santo tejió así un hermoso tapiz sobre la vida de oración con el que nos podemos sentir identificados, y que es totalmente informativo e inspirador.
Johnnette Benkovic escribió:
"Para el cristiano que es serio acerca de lo que realmente es, la oración no es opcional. Como los pulmones son para la vida física, la oración es a la vida espiritual. La oración nos informa, nos reforma, nos transforma y nos conforma a Cristo".
La Dra. Ronda Chervin escribió:
"El Espíritu Santo me llevó a infundir la oración en el aula, no sólo al comienzo y al final de cada clase, sino a medida que surgía la ocasión. Si un estudiante mencionaba estar ansioso por un pariente enfermo y preguntase cómo un Dios de amor podría dejar que la gente sufra, yo paraba la clase y hacía que oráramos por esa persona".
La Dra. Pia de Solleni escribió:
"San Juan Pablo II escribió: ‘Quizás más que los hombres, las mujeres reconocen a la persona, porque ven a las personas con sus corazones’. ¿No podría esto referirse a la manera en que el cuerpo de una mujer la dispone para ver e interactuar con la vida humana en sus comienzos?"
La Dra. Mary Healy ofreció estas palabras:
"A lo largo de este tiempo, encontré que una clase de oración era más cambiante que cualquier otra (de hecho, creo que es el secreto mejor guardado de la vida espiritual): el poder de la alabanza. Primero experimenté este don a través de las ‘fiestas de alabanza’ en las reuniones de la Universidad Franciscana, donde los estudiantes pasaban horas haciendo nada más que elogiar y adorar a Dios".
Lisa Hendey escribió:
"Ser madre por primera vez evocó emociones en mí que me llevaron (a menudo literalmente) a mis rodillas. Mis ruegos suplicantes, entre la lluvia de pañales sucios y noches sin dormir, pidiendo las habilidades para ser una madre digna formaron mis lamentaciones".
Joan Lewis escribió:
"Entonces me di cuenta de que no soy Teresa de Ávila, ni Teresa, ni Juan Pablo II, ni un salmista, aquellos a quienes Dios había dado mayores gracias. Yo soy Joan, creada a imagen y semejanza de Dios y con mis propios dones. Esos regalos no incluían frases de amor poderosas y galopantes. Tal vez mi don es poder hablar y, a veces, llorar y reír con una sencillez infantil, con mi amigo Jesús".
Kathryn Jean López ofreció las siguientes palabras:
"Cuando rezo, siento la presencia de algunas de estas mujeres que he mencionado – los santos a los que el Papa Benedicto XVI me ayudó a conocer mejor. A menudo son los acontecimientos del mundo que abordo como comentarista y editora que me atraen más a la oración".
Marilyn Quirk escribió:
"Los frutos de la oración: 1) Experimentamos compañerismo, 2) Él nos cambia, 3) Nos enseña, 4) Nos ayuda a discernir, 5) Nos fortalece contra las tentaciones, 6) Él usa nuestros dones".
Vicki Thorn escribió:
"Con el Proyecto Rachel, he llegado a apreciar la relación especial de Jesús con las mujeres heridas. A menudo, llevamos nuestras heridas con nosotros y mantenemos la misericordia de Dios a distancia porque nos sentimos indignos, pero no debemos hacer esto.
Orar con los pasajes del Evangelio en los que Jesús sana a las mujeres puede ser muy fructífero".
Kelly Wahlquist dijo:
"En estos tiempos de lucha, voy a donde sé que Él está... aunque no lo sienta allí. Me siento muy bien sabiendo que, aunque no pueda encontrarlo, siempre me encontrará. Sólo reza."
Extracto del Prefacio de la Hna. Regina Marie Gorman, O.C.D.
En algún lugar de las cámaras secretas del corazón de una mujer hay un anhelo suave y persistente de santidad. Usamos varias palabras para describir este anhelo: un deseo de profundidad, de totalidad; un hambre de algo más significativo que nuestra rutina diaria, algo mayor que nosotros mismos.
A veces nos damos cuenta de este anhelo durante esos preciosos momentos de paz y ocio.
En otras ocasiones el anhelo se da a conocer durante áridos días de angustia o durante aplastantes períodos de oscuridad.
¿Por qué hay un deseo tan persistente en el corazón de una mujer? ¿Cómo satisface ella el anhelo durante todas las estaciones fluctuantes del alma?
Las respuestas a estas dos preguntas están intrínsecamente vinculadas. Si entiendes la respuesta a la primera pregunta, ya has resuelto el problema de la segunda pregunta.
El anhelo persistente se incrustó realmente en nuestro ADN desde el momento en que fuimos concebidos. Fuimos hechos en el Amor, por el Amor, y para el Amor.
Dios, que es Amor total, infinito e inmutable, pensó en ti, y Su Corazón se inundó de amor por ti. Él te creó para que te lleve en Su amor, para que estés en íntima relación con Él, hables con Él, le permitas amarte, tocarte, hablar contigo. No hiciste nada para merecer este amor. No puedes hacer nada para perder Su amor. Es tuyo. Siempre. A pesar de todo.
Es por eso que nunca estamos completamente satisfechos, excepto cuando estamos cerca de Dios. Por eso experimentamos el anhelo, para poder llenarlo como solo Él puede.
¿Cómo resistimos las estaciones del alma? Lo mejor que podemos. Somos seres humanos frágiles. Eso es todo lo que seremos. Nuestra fragilidad no plantea ningún obstáculo a Dios.
El Señor no puede quitar sus ojos de nosotros; es imposible para Él desgarrar Su Corazón lejos de nosotros. Nunca estamos solos. Pero con mucha frecuencia podemos sentirnos solos y podemos absorbernos en nuestro pequeño mundo.
Esto se debe a que podemos olvidar el poder inimaginable y la bendición que nos pertenece: somos capaces de comunicarnos con Dios.
En el Antiguo Testamento, descubrimos mujeres que rezaban, mujeres cuya influencia continúa a través de los siglos hasta hoy:
• Esther y el poder de la intercesión de una mujer;
• La audaz fe de Judith y su resolución imparable;
• La influencia de Deborah como la única mujer que juzga.
En el Nuevo Testamento, nos encontramos con ese niño desconocido cuya simple confianza en la Palabra del Señor provocó su Fiat incondicional, y el mundo fue cambiado para siempre. Estas mujeres hablaban con Dios, le escuchaban y respondían con fe.
Nuestro Señor no necesita personas especiales ni circunstancias extraordinarias. Mira a las personas que eligió: una hebrea, un carpintero, unos cuantos pescadores, Magdalena, un grupo de mujeres que lo acompañaron.
La santidad está integrada dentro de la rutina y el lugar común, dentro de los acontecimientos programados y no programados durante el desarrollo de cada día.
En ese despliegue, nuestros caminos individuales a menudo están llenos de sufrimiento y dolor, eso es cierto, pero también están adornados con el amor que triunfa y prevalece.
Encontramos alegría y paz en el corazón entregado. Un corazón roto se convierte en el semillero de la nueva vida. Hay una confianza tácita debida al conocimiento seguro y cierto de que Dios nos acompaña en cada paso del camino.
A principios de los años cincuenta, el venerable arzobispo Fulton J. Sheen hizo una declaración convincente sobre su popular programa de televisión Life Is Worth Living (La vida vale la pena vivirla).
"El nivel de cualquier civilización es siempre el nivel de su feminidad".
Los testimonios en este libro son únicos y personales. Los autores comparten verdaderas luchas, dolor trágico, triunfos palpables. Estas mujeres tienen una cosa en común: en medio de su condición muy humana aprendieron a orar. Es así de simple.
Cada mujer emerge como fuente de vida para los demás. Cada una toca otros corazones y eleva el nivel de nuestra civilización.
Este libro es una invitación a entrar en su lugar de derecho junto a las mujeres que han orado a través de los siglos; mujeres que han oído el latido del Corazón de Dios y han cambiado el mundo para siempre.
La Biblia: la Palabra de Dios en 73 libros
La Biblia es Palabra de Dios, y los libros que se contienen en nuestras Biblias son inspirados por Dios; pero sólo la Iglesia católica y la Tradición pueden garantizar esta verdad
Los protestantes en general, y en particular las sectas que apelan constantemente a la Biblia, no pueden fundamentar el uso que hacen de ella; es decir, no saben por qué usan la Biblia.
La usan, tanto para su devoción y alimento particular (lo cual alabamos y deseamos que continúen haciéndolo) cuanto para objetar a los católicos las enseñanzas principales de nuestra fe (¿quién no ha escuchado hasta el cansancio la pregunta: dónde dice la Biblia que...?), en lo cual hay un abuso pasmoso, puesto que precisamente ellos deberían primero probar por qué tiene que estar en la Biblia lo que nosotros enseñamos y creemos, lo cual no pueden hacerlo, porque la Biblia no dice que todo tiene que estar allí.
Atención con esto: no estamos diciendo que las verdades de nuestra fe no estén en la Biblia, sino que, si bien están allí (explícita o implícitamente), es el que "tengan que estar" lo que no es doctrina bíblica. Por otro lado, se supone que si ellos pretenden que una verdad para ser creída deba estar en la Biblia, es porque creen que la Biblia es Palabra de Dios; pero ¿cómo saben y prueban esto?, ¿dónde dice la Biblia que ella es Palabra o Revelación de Dios?; es más, ¿en dónde dice la Biblia qué es la Biblia, es decir, cuántos y cuáles libros forman parte de la Biblia? ¡En ninguna parte! ¡No se preocupen! La Biblia es Palabra de Dios, y los libros que se contienen en nuestras Biblias son inspirados por Dios (aunque en algunas Biblias protestantes falten algunos libros o algunos de ellos estén allí pero como de dudosa inspiración); pero sólo la Iglesia católica y la Tradición pueden garantizar esta verdad: que la Biblia es Palabra de Dios y que está conformada por tales y cuales libros y que tales o cuales traducciones responden al sentido literal de los textos originales.
Esto los protestantes lo aceptan en su conclusión (la inspiración de la Biblia) pero no en sus premisas o causas (que la única garante de esta verdad, o sea, la única que puede garantizar que esta verdad es verdad, es la Iglesia católica).
Con la Reforma de Lutero, Calvino y Zwinglio (antes había habido otros intentos similares, algunos de los cuales todavía perduran, como el de Juan Hus, pero no fueron tan determinantes históricamente como la obra de estos llamados reformadores o rebeldes al magisterio de la Iglesia católica) los primeros protestantes (y luego las iglesias y sectas que se desmembraron de ellos hasta nuestros días) se quedaron con esta verdad, pero rechazaron a la Maestra que la enseñaba y la garantizaba (la Iglesia), cayendo en un fideísmo (o sea en un acto no de fe sino de fe verdaderamente ciega, que no se confunde con la fe verdadera).
Por ello, si un protestante o un miembro de una secta derivada del protestantismo nos pide que respondamos a una de sus preguntas u objeciones basadas en la Biblia, antes de proceder hay que pedirle que él nos demuestre con qué derecho usa la Biblia contra nuestra fe, es decir, que nos demuestre -y por escrito sería mejor- que la Biblia es Palabra de Dios y que solamente debemos creer lo que dice la Biblia. Si no lo hace, o no puede, o no quiere, entonces, simplemente digámosle que tampoco nosotros le responderemos su objeción, puesto que él no sabe como la Biblia llegó a sus manos ni porque la usa.
La historia del canon bíblico
Veamos un poco de historia... Por el año 605 Antes de Cristo, el Pueblo de Israel sufrió una dispersión o, como se le conoce bíblicamente, una "diáspora". El rey Nabucodonosor conquistó Jerusalén y llevó a los israelitas cautivos a Babilonia, comenzando la "Cautividad de Babilonia" (cf. 2 Reyes 24,12 y 2 Reyes 25,1).
Pero no todos los israelitas fueron llevados cautivos, un "resto" quedó en Israel (cf. 2 Reyes 25,12; 2 Reyes 25,22; Jeremías 40,11; Ezequiel 33,27). También un número de Israelitas no fueron cautivos a Babilonia sino que fueron a Egipto (cf. 2 Reyes 25,26; Jeremías 42,14; Jeremías 43,7).
El rey Ciro de Persia conquistó Babilonia (cf. 2 Crónicas 36,20; 2 Crónicas 36,23) y dio la libertad a los israelitas de regresar a Israel, terminando así su esclavitud. Algunos regresaron a Palestina (cf. Esdras 1,5; 7,28 y Nehemías 2,11) pero otros se fueron a Egipto, estableciéndose, en su mayoría, en la ciudad de Alejandría (fundada por Alejandro Magno en el 322 a.C, que contaba con la biblioteca más importante del mundo en esa época). Así que los judíos estaban disgregados aun después del fin del cautiverio, unos en Palestina y otros en la diáspora, sobre todo en Alejandría. En el tiempo de los Macabeos había mas judíos en Alejandría que en la misma Palestina (cf. 1 Macabeos 1,1)
En el siglo III antes de Cristo, la lengua principal de Alejandría, como en la mayor parte del mundo civilizado, era el griego. El hebreo cada vez se hablaba menos, aun entre los judíos (Jesús y sus contemporáneos en Palestina hablaban arameo). Por eso había una gran necesidad de una traducción griega de las Sagradas Escrituras.
La historia relata que Demetrio de Faleron, el bibliotecario de Plotomeo II (285-246 a.C.), quería unas copias de la Ley Judía para la Biblioteca de Alejandría. La traducción se realizó a inicios del siglo tercero a.C. y se llamó la Traducción de los Setenta (por el número de traductores que trabajaron en la obra). Comenzando con la Torá, tradujeron todas las Sagradas Escrituras, es decir todo lo que es hoy conocido por los católicos como el Antiguo Testamento. Introdujeron también una nueva organización e incluyeron Libros Sagrados que, por ser más recientes, no estaban en los antiguos cánones pero eran generalmente reconocidos como sagrados por los judíos. Se trata de siete libros, llamados hoy deuterocanónicos.
El canon de los Setenta (Septuagésima) contiene los textos originales de algunos de los deuterocanónicos (Sabiduría y 2 Macabeos) y la base canónica de otros, ya sea en parte (Ester*, Daniel* y Sirac) o completamente (Tobías, Judit, Baruc y 1 Macabeos).
Al final del primer siglo de la era cristiana, una escuela judía hizo un nuevo canon hebreo en la ciudad de Jamnia, en Palestina. Ellos querían cerrar el período de revelación siglos antes de la venida de Jesús, buscando así distanciarse del cristianismo. Por eso cerraron el canon con los profetas Esdras (458 a.C.), Nehemías (445 a.C.), y Malaquías (433 a.C.). Por lo tanto dejaron fuera del canon los últimos siete libros reconocidos por el canon de Alejandrino.
Pero en realidad no hubo un "silencio bíblico" (una ausencia de Revelación) en los siglos precedentes al nacimiento de Jesús. Aquella era la última etapa de revelación antes de la venida del Mesías. Los judíos reconocían el canon alejandrino en tiempo de Jesús. Por eso la Iglesia siguió reconociéndolo.
De esta forma surgieron dos principales cánones del Antiguo Testamento:
1: El canon Alejandrino: Reconocido por los judíos en la traducción de los Setenta al griego. Este canon es el más utilizado por los judíos de tiempo de Cristo y por los autores del Nuevo Testamento. Este canon contiene los libros "deuterocanónicos" y es el reconocido por la Iglesia Católica.
2: El canon de Jamnia: Establecido por judíos que rechazaron el cristianismo y por lo tanto quisieron distanciar el período de revelación del tiempo de Jesús. Por eso rechazaron los últimos 7 libros reconocidos por el canon alejandrino.
XV siglos después de Cristo, Lutero rechaza el canon establecido por la Iglesia primitiva y adopta el canon de Jamnia. Este es el canon que aceptan los Protestantes: el canon establecido por los judíos para rechazar el cristianismo.
La Iglesia establece el Canon de la Biblia
Es importante entender que la Iglesia fundada por Cristo precede al Nuevo Testamento. Es la Iglesia la autoridad que establece el canon de la Biblia y su correcta interpretación y no al revés, como creen algunos Protestantes. Cuando en el N.T. habla de las "Escrituras" se refiere al A.T. El nombre de "Nuevo Testamento" no se usó hasta el siglo II.
Con el tiempo, un creciente número de libros se presentaban como sagrados y causaban controversia. Entre ellos muchos eran de influencia gnóstica. Por otra parte, algunos, como los seguidores de Marción, rechazaban libros generalmente reconocidos por los Padres.
Fue allí cuando la Iglesia, con la autoridad Apostólica que Cristo le dio, definió la lista (canon) de los Libros Sagrados de la Biblia.
Los concilios de la Iglesia Católica - el Concilio de Hipo, en el año 393 A.D. y el Concilio de Cartago, en el año 397 y 419 A.D., ambos en el norte de África - confirmaron el canon Alejandrino (con 46 libros para el Antiguo Testamento) y también fijaron el canon del Nuevo Testamento con 27 libros.
Para reconocer los libros del Nuevo Testamento los Padres utilizaron tres criterios:
1- que fuesen escritos por un Apóstol o su discípulo.
2- que se utilizara en la liturgia de las iglesias Apostólicas. Ej.: Roma, Corintio, Jerusalén, Antioquía, etc.
3- que estuviera en conformidad con la fe Católica recibida de los Apóstoles.
Al no satisfacer estos criterios, algunos evangelios atribuidos a los Apóstoles (ej. Ev. de Tomás, Ev. de Pedro) fueron considerados falsos por la Iglesia y rechazados. Por otra parte fueron aceptados libros (ej. Evangelio de San Juan y Apocalipsis) que por largo tiempo habían sido controversiales por el atractivo que ejercen en grupos sectarios y milenaristas.
La carta del Papa S. Inocencio I en el 405, oficialmente recoge el canon ya fijo de 46 libros del A.T. y los 27 del N.T. El Concilio de Florencia (1442) confirmó una vez más el canon, como lo hizo también el Concilio de Trento.
Los protestantes al aceptar en sus Biblias los 27 libros del Nuevo Testamento están aceptando implícitamente que la Iglesia Católico tuvo razón al reconocerlos como libros de inspiración divina e incluirlos en el canon, y por lo tanto también tuvo razón al rechazar otros libros al no incluirlos en el canon. Si no es así ¿por qué en sus Biblias no encontramos alguno de los llamados evangelios apócrifos?
El canon de la Septuagésima (Alejandrino) es el que usaba Jesucristo y los Apóstoles
El canon de Alejandrino, con los siete libros deuterocanónicos, era el más usado por los judíos en la era Apostólica. Este canon es el utilizado por Cristo y los escritores del Nuevo Testamento. 300 de las 350 referencias al Antiguo Testamento que se hacen en el Nuevo Testamento son tomadas de la versión alejandrina. Por eso no hay duda de que la Iglesia apostólica del primer siglo aceptó los libros deuterocanónicos como parte de su canon (libros reconocidos como Palabra de Dios).
Veamos unos ejemplos:
Mateo 4, 4: Jesús le respondió: "Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".
Sabiduría 16, 26: Así los hijos que tú has amado, Señor, debían aprender que no son las diversas clases de frutos los que alimentan al hombre, sino que es tu palabra la que sostiene a los que creen en ti.
Mateo 5, 18: Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
Baruc 4, 1: La Sabiduría es el libro de los preceptos de Dios, y la Ley que subsiste eternamente: los que la retienen, alcanzarán la vida, pero los que la abandonan, morirán.
Marcos 4, 5: Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; 6 pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó.
Eclesiástico 40, 15: Los retoños de los impíos no multiplican sus ramas, y las raíces impuras están sobre una roca escarpada
Lucas 1,19: El ángel le respondió: "Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva.
Tobías 12,15: Yo soy Rafael, uno de lo siete ángeles que están delante de la gloria del Señor y tienen acceso a su presencia.
Juan 14, 15: Si me amáis, guardaréis mis mandamientos.
Sabiduría 6,18: amarla, es cumplir sus leyes, observar sus leyes, es garantía de incorruptibilidad,
1 Pedro 4, 8: "Y sobre todo, tened entre vosotros ferviente caridad; porque la caridad cubrirá multitud de pecados"
Tobías 12, 9: "Dar limosna salva de la muerte y purifica de todo pecado. Los que dan limosna gozarán de larga vida".
Santiago 1, 19: "Que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar".
Eclesiástico 5, 11: "Sé pronto para escuchar; y tardo en responder".
Romanos 15, 4: "para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza".
1Macabeos 12, 9: "Nosotros, aunque no tenemos necesidad de esto por tener como consolación los libros santos que están en nuestras manos".
Referencias entre los deuterocanónicos y el Nuevo Testamento
Mateo
Mateo 4:4 Sabiduría 16:26
Mateo 4:15 1 Macabeos 5:15
Mateo 5:18 Baruc 4:1
Mateo 5:28 Eclesiástico 9:8
Mateo 5:2ss Eclesiástico 25:7-12
Mateo 5:4 Eclesiástico 48:24
Mateo 6:7 Eclesiástico 7:14
Mateo 6:9 Eclesiástico 23:1, 4
Mateo 6:10 1 Macabeos 3:60
Mateo 6:12 Eclesiástico 28:2
Mateo 6:13 Eclesiástico 33:1
Mateo 6:20 Eclesiástico 29:10s
Mateo 6:23 Eclesiástico 14:10
Mateo 6:33 Sabiduría 7:11
Mateo 7:12 Tobías 4:15
Mateo 7:12 Eclesiástico 31:15
Mateo 7:16 Eclesiástico 27:6
Mateo 8:11 Baruc 4:37
Mateo 8:21 Tobías 4:3
Mateo 9:36 Judit 11:19
Mateo 9:38 1 Macabeos 12:17
Mateo 10:16 Eclesiástico 13:17
Mateo 11:14 Eclesiástico 48:10
Mateo 11:22 Judit 16:17
Mateo 11:25 Tobías 7:17
Mateo 11:25 Eclesiástico 51:
Mateo 11:28 Eclesiástico 24:19
Mateo 11:28 Eclesiástico 51:23
Mateo 11:29 Eclesiástico 6:24s
Mateo 11:29 Eclesiástico 6:28s
Mateo 11:29 Eclesiástico 51:26s
Mateo 12:4 2 Macabeos 10:3
Mateo 12:5 Eclesiástico 40:15
Mateo 13:44 Eclesiástico 20:30s
Mateo 16:18 Sabiduría 16:13
Mateo 16:22 1 Macabeos 2:21
Mateo 16:27 Eclesiástico 35:22
Mateo 17:11 Eclesiástico 48:10
Mateo 18:10 Tobías 12:15
Mateo 20:2 Tobías 5:15
Mateo 22:13 Sabiduría 17:2
Mateo 23:38 Tobías 14:4
Mateo 24:15 1 Macabeos 1:54
Mateo 24:15 2 Macabeos 8:17
Mateo 24:16 1 Macabeos 2:28
Mateo 25:35 Tobías 4:17
Mateo 25:36 Eclesiástico 7:32-35
Mateo 26:38 Eclesiástico 37:2
Mateo 27:24 Daniel 13:46
Mateo 27:43 Sabiduría 2:13
Mateo 27:43 Sabiduría 2:18-20
Marcos
Marcos 1:15 Tobías 14:5
Marcos 4:5 Eclesiástico 40:15
Marcos 4:11 Sabiduría 2:22
Marcos 5:34 Judit 8:35
Marcos 6:49 Sabiduría 17:15
Marcos 8:37 Eclesiástico 26:14
Marcos 9:31 Eclesiástico 2:18
Marcos 9:48 Judit 16:17
Marcos 10:18 Eclesiástico 4:1
Marcos 14:34 Eclesiástico 37:2
Marcos 15:29 Sabiduría 2:17s
Lucas
Lucas 1:17 Eclesiástico 48:10
Lucas 1:19 Tobías 12:15
Lucas 1:42 Judit 13:18
Lucas 1:52 Eclesiástico 10:14
Lucas 2:29 Tobías 11:9
Lucas 2:37 Judit 8:6
Lucas 6:35 Sabiduría 15:1
Lucas 7:22 Eclesiástico 48:5
Lucas 9:8 Eclesiástico 48:10
Lucas 10:17 Tobías 7:17
Lucas 10:19 Eclesiástico 11:19
Lucas 10:21 Eclesiástico 51:1
Lucas 12:19 Tobías 7:10
Lucas 12:20 Sabiduría 15:8
Lucas 13:25 Tobías 14:4
Lucas 13:27 1 Macabeos 3:6
Lucas 13:29 Baruc 4:37
Lucas 14:13 Tobías 2:2
Lucas 15:12 1 Macabeos 10:29 [30]
Lucas 15:12 Tobías 3:17
Lucas 18:7 Eclesiástico 35:22
Lucas 19:44 Sabiduría 3:7
Lucas 21:24 Tobías 14:5
Lucas 21:24 Eclesiástico 28:18
Lucas 21:25 Sabiduría 5:22
Lucas 24:4 2 Macabeos 3:26
Lucas 24:31 2 Macabeos 3:34
Lucas 24:50 Eclesiástico 50:20s
Lucas 24:53 Eclesiástico 50:22
Juan
Juan 1:3 Sabiduría 9:1
Juan 3:8 Eclesiástico 16:21
Juan 3:12 Sabiduría 9:16
Juan 3:12 Sabiduría 18:15s
Juan 3:13 Baruc 3:29
Juan 3:28 1 Macabeos 9:39
Juan 3:32 Tobías 4:6
Juan 4:9 Eclesiástico 50:25s
Juan 4:48 Sabiduría 8:8
Juan 5:18 Sabiduría 2:16
Juan 6:35 Eclesiástico 24:21
Juan 7:38 Eclesiástico 24:40, 43[30s]
Juan 8:44 Sabiduría 2:24
Juan 8:53 Eclesiástico 44:19
Juan 10:20 Sabiduría 5:4
Juan 10:22 1 Macabeos 4:59
Juan 14:15 Sabiduría 6:18
Juan 15:9s Sabiduría 3:9
Juan 17:3 Sabiduría 15:3
Juan 20:22 Sabiduría 15:11
Hechos
Hechos 1:10 2 Macabeos 3:26
Hechos 1:18 Sabiduría 4:19
Hechos 2:4 Eclesiástico 48:12
Hechos 2:11 Eclesiástico 36:7
Hechos 2:39 Eclesiástico 24:32
Hechos 4:24 Judit 9:12
Hechos 5:2 2 Macabeos 4:32
Hechos 5:12 1 Macabeos 12:6
Hechos 5:21 2 Macabeos 1:10
Hechos 5:39 2 Macabeos 7:19
Hechos 9:1-29 2 Macabeos 3:24-40
Hechos 9:2 1 Macabeos 15:21
Hechos 9:7 Sabiduría 18:1
Hechos 10:2 Tobías 12:8
Hechos 10:22 1 Macabeos 10:25
Hechos 10:22 1 Macabeos 11:30, 33 etc.
Hechos 10:26 Sabiduría 7:1
Hechos 10:30 2 Macabeos 11:8
Hechos 10:34 Eclesiástico 35:12s
Hechos 10:36 Sabiduría 6:7
Hechos 10:36 Sabiduría 8:3 etc.
Hechos 11:18 Sabiduría 12:19
Hechos 12:5 Judit 4:9
Hechos 12:10 Eclesiástico 19:26
Hechos 12:23 Judit 16:17
Hechos 12:23 Eclesiástico 48:21
Hechos 12:23 1 Macabeos 7:41
Hechos 12:23 2 Macabeos 9:9
Hechos 13:10 Eclesiástico 1:30
Hechos 13:17 Sabiduría 19:10
Hechos 14:14 Judit 14:16s
Hechos 14:15 Sabiduría 7:3
Hechos 15:4 Judit 8:26
Hechos 16:14 2 Macabeos 1:4
Hechos 17:23 Sabiduría 14:20
Hechos 17:23 Sabiduría 15:17
Hechos 17:24, 25 Sabiduría 9:1
Hechos 17:24 Tobías 7:17
Hechos 17:24 Sabiduría 9:9
Hechos 17:26 Sabiduría 7:18
Hechos 17:27 Sabiduría 13:6
Hechos 17:29 Sabiduría 13:10
Hechos 17:30 Eclesiástico 28:7
Hechos 19:27 Sabiduría 3:17
Hechos 19:28 Daniel 14:18, 41
Hechos 20:26 Daniel 13:46
Hechos 20:32 Sabiduría 5:5
Hechos 20:35 Eclesiástico 4:31
Hechos 21:26 1 Macabeos 3:49
Hechos 22.9 Sabiduría 18.1
Hechos 24:2 2 Macabeos 4:6
Hechos 26:18 Sabiduría 5:5
Hechos 26:25 Judit 10:13
Romanos
Romanos 1:19-32 Sabiduría 13-15
Romanos 1:21 Sabiduría 13:1
Romanos 1:23 Sabiduría 11:15
Romanos 1:23 Sabiduría 12:24
Romanos 1:28 2 Macabeos 6:4
Romanos 2:4 Sabiduría 11:23
Romanos 2:11 Eclesiástico 35:12s
Romanos 2:15 Sabiduría 17:11
Romanos 4:13 Eclesiástico 44:21
Romanos 4:17 Eclesiástico 44:19
Romanos 5:5 Eclesiástico 18:11
Romanos 5:12 Sabiduría 2:24
Romanos 9:4 Eclesiástico 44:12
Romanos 9:4 2 Macabeos 6:23
Romanos 9:19 Sabiduría 12:12
Romanos 9:21 Sabiduría 15:7
Romanos 9:31 Eclesiástico 27:8
Romanos 9:31 Sabiduría 2:11
Romanos 10.7 Sabiduría 16.13
Romanos 10:6 Baruc 3:29
Romanos 11:4 2 Macabeos 2:4
Romanos 11:15 Eclesiástico 10:20s
Romanos 11:33 Sabiduría 17:1
Romanos 12:15 Eclesiástico 7:34
Romanos 13:1 Eclesiástico 4:27
Romanos 13:1 Sabiduría 6:3s
Romanos 13.10 Sabiduría 6.18
Romanos 15:4 1 Macabeos 12:9
Romanos 15:8 Eclesiástico 36:20
1 Corintios
1 Corintios 1:24 Sabiduría 7:24s
1Corintios 2:16 Sabiduría 9:13
1Corintios 2:9 Eclesiástico 1:10
1Corintios 4:13 Tobías 5:19
1Corintios 4:14 Sabiduría 11:10
1Corintios 6:2 Sabiduría 3:8
1Corintios 6:12 Eclesiástico 37:28
1Corintios 6:13 Eclesiástico 36:18
1Corintios 6:18 Eclesiástico 23:17
1Corintios 7:19 Eclesiástico 32:23
1Corintios 9:19 Eclesiástico 6:19
1Corintios 9:25 Sabiduría 4:2
1Corintios 10:1 Sabiduría 19:7s
1Corintios 10:20 Baruc 4:7
1Corintios 10:23 Eclesiástico 37:28
1Corintios 11:7 Eclesiástico 17:3
1Corintios 11:7 Sabiduría 2:23
1Corintios 11:24 Sabiduría 16:6
1Corintios 15:29 2 Macabeos 12:43s
1Corintios 15:32 Sabiduría 2:5s
1Corintios 15:34 Sabiduría 13:1
2Corintios
2 Corintios 5:1, 4 Sabiduría 9:15
2Corintios 12:12 Sabiduría 10:16
Gálatas
Gálatas 2:6 Eclesiástico 35:13
Gálatas 4:4 Tobías 14:5
Gálatas 6:1 Sabiduría 17:17
Efésios
Efésios 1:6 Eclesiástico 45:1
Efésios 1:6 Eclesiástico 46:13
Efésios 1:17 Sabiduría 7:7
Efésios 4:14 Eclesiástico 5:9
Efésios 4:24 Sabiduría 9:3
Efésios 6:12 Sabiduría 5:17
Efésios 6:14 Sabiduría 5:18
Efésios 6:16 Sabiduría 5:19, 21
Filipenses
Filipenses 4:5 Sabiduría 2:19
Filipenses 4:13 Sabiduría 7:23
Filipenses 4:18 Eclesiástico 35:6
Colosenses
Colosenses 2:3 Eclesiástico 1:24s
1 Tesalonicenses
1 Tesalonicenses 3:11 Judit 12:8
1 Tesalonicenses 4:6 Eclesiástico 5:3
1 Tesalonicenses 4:13 Sabiduría 3:18
1 Tesalonicenses 5:1 Sabiduría 8:8
1 Tesalonicenses 5:2 Sabiduría 18:14s
1 Tesalonicenses 5:3 Sabiduría 17:14
1 Tesalonicenses 5:8 Sabiduría 5:18
2 Tesalonicenses
2 Tesalonicenses 2:1 2 Macabeos 2:7
1 Timoteo
1 Timoteo 1:17 Tobías 13:7, 11
1 Timoteo 2:2 2 Macabeos 3:11
1 Timoteo 2:2 Baruc 1:11s
1 Timoteo 6:15 2 Macabeos 12:15
1 Timoteo 6:15 2 Macabeos 13:4
2 Timoteo
2 Timoteo 2:19 Eclesiástico 17:26
2 Timoteo 2:19 Eclesiástico 23:10v1
2 Timoteo 2:19 Eclesiástico 35:3
2 Timoteo 4:8 Sabiduría 5:16
2 Timoteo 4:17 1 Macabeos 2:60
Tito
Tito 2:11 2 Macabeos 3:30
Tito 3:4 Sabiduría 1:6
Hebreos
Hebreos 1:3 Sabiduría 7:25s
Hebreos 2:5 Eclesiástico 17:17
Hebreos 4.12 Sabiduría 18.15s
Hebreos 4:12 Sabiduría 7:22-30
Hebreos 5:6 1 Macabeos 14:41
Hebreos 7:22 Eclesiástico 29:14ss
Hebreos 11:5 Eclesiástico 44:16
Hebreos 11:5 Sabiduría 4:10
Hebreos 11:6 Sabiduría 10:17
Hebreos 11.10 Sabiduría 13.1
Hebreos 11:10 2 Macabeos 4:1
Hebreos 11:17 1 Macabeos 2:52
Hebreos 11:17 Eclesiástico 44:20
Hebreos 11:27 Eclesiástico 2:2
Hebreos 11:28 Sabiduría 18:25
Hebreos 11:35 2 Macabeos 6:18-7:42
Hebreos 12:4 2 Macabeos 13:14
Hebreos 12:9 2 Macabeos 3:24
Hebreos 12:12 Eclesiástico 25:23
Hebreos 12:17 Sabiduría 12:10
Hebreos 12:21 1 Macabeos 13:2
Hebreos 13:7 Eclesiástico 33:19
Hebreos 13:7 Sabiduría 2:17
Santiago
Santiago 1:1 2 Macabeos 1:27
Santiago 1:13 Eclesiástico 15:11-20
Santiago 1:19 Eclesiástico 5:11
Santiago 1:2 Eclesiástico 2:1
Santiago 1:2 Sabiduría 3:4s
Santiago 1:21 Eclesiástico 3:17
Santiago 2:13 Tobías 4:10
Santiago 2:23 Sabiduría 7:27
Santiago 3:2 Eclesiástico 14:1
Santiago 3:6 Eclesiástico 5:13
Santiago 3:9 Eclesiástico 23:1, 4
Santiago 3:10 Eclesiástico 5:13
Santiago 3:10 Eclesiástico 28:12
Santiago 3:13 Eclesiástico 3:17
Santiago 4:2 1 Macabeos 8:16
Santiago 4:11 Sabiduría 1:11
Santiago 5:3 Judit 16:17
Santiago 5:3 Eclesiástico 29:10
Santiago 5:4 Tobías 4:14
Santiago 5:6 Sabiduría 2:10
Santiago 5:6 Sabiduría 2:12
Santiago 5:6 Sabiduría 2:19
1 Pedro
1 Pedro 1:3 Eclesiástico 16:12
1 Pedro 1:7 Eclesiástico 2:5
1 Pedro 2:25 Sabiduría 1:6
1 Pedro 4:19 2 Macabeos 1:24 etc.
1 Pedro 5:7 Sabiduría 12:13
2 Pedro
2 Pedro 2:2 Sabiduría 5:6
2 Pedro 2:7 Sabiduría 10:6
2 Pedro 3:9 Eclesiástico 35:19
2 Pedro 3:18 Eclesiástico 18:10
1 Juan
1 Juan 5:21 Baruc 5:72
Apocalipsis
Apocalipsis 1:18 Eclesiástico 18:1
Apocalipsis 2:10 2 Macabeos 13:14
Apocalipsis 2:12 Sabiduría 18:16 [15]
Apocalipsis 2:17 2 Macabeos 2:4-8
Apocalipsis 4:11 Eclesiástico 18:1
Apocalipsis 4:11 Sabiduría 1:14
Apocalipsis 5:7 Eclesiástico 1:8
Apocalipsis 7:9 2 Macabeos 10:7
Apocalipsis 8:1 Sabiduría 18:14
Apocalipsis 8:2 Tobías 12:15
Apocalipsis 8:3 Tobías 12:12
Apocalipsis 8:7 Eclesiástico 39:29
Apocalipsis 8:7 Sabiduría 16:22
Apocalipsis 9:3 Sabiduría 16:9
Apocalipsis 9:4 Eclesiástico 44:18 etc.
Apocalipsis 11:19 2 Macabeos 2:4-8
Apocalipsis 17:14 2 Macabeos 13:4
Apocalipsis 18:2 Baruc 4:35
Apocalipsis 19:1 Tobías 13:18
Apocalipsis 19:11 2 Macabeos 3:25
Apocalipsis 19:11 2 Macabeos 11:8
Apocalipsis 19:16 2 Macabeos 13:4
Apocalipsis 20:12s Eclesiástico 16:12
Apocalipsis 21:19s Tobías 13:17
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Nota: * Libro protocanónico con partes deuterocanónicas.
Novena al Ángel de la Guarda
Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (23 de sept. al 1 de octubre)
Por la señal de la santa Cruz...
Señor mío Jesucristo...
ORACIÓN PARA CADA DÍA DE LA NOVENA
A Vos, santo Ángel de mi Guarda, acudo hoy en busca de especial favor. Habiéndote puesto Dios por custodio y protector mío, nadie como Vos conoce la miseria y las necesidades de mi alma y los afectos de mi corazón. Vos sabéis el deseo que tengo de salvarme, de amar a Dios y de santificarme; mas, ¡ay!, también sabéis mi inconstancia y lo mucho que he ofendido a Dios con mis faltas y pecados. Vos, que sois para mí el guía más seguro, el amigo más fiel, el maestro más sabio, el defensor más poderoso y el corazón más amante y compasivo, alcanzadme de Dios la gracia suprema de amarle y servirle fielmente en esta vida y poseerle eternamente en la gloria.
Y ahora os ofrezco humildemente los pequeños obsequios de esta Novena, para que también me alcancéis las gracias especiales que en ella os pido, si no son contrarias a la gloria de Dios y al bien de mi alma. Así sea.
Rezar la oración del día que corresponda.
DÍA PRIMERO
¡Oh buen Ángel custodio! ayudadme a dar gracias al Altísimo por haberse dignado destinaros para mi guarda.
Os pido que por intercesión de María, me alcancéis de Dios un fervoroso espíritu y la práctica de una oración constante para agradecer a Dios todos sus beneficios, y especialmente el de teneros por celestial custodio mío.
Igualmente os pido la gracia de... Terminar con las oraciones finales.
DÍA SEGUNDO
¡Oh Príncipe celestial!, dignaos obtenerme el perdón de todas las ofensas que he hecho a Dios y a Vos, despreciando vuestras amenazas y vuestros consejos.
Os pido que, por intercesión de María, me alcancéis de Dios un verdadero dolor de los pecados, que me obtenga el perdón de todas las faltas y caídas de la vida pasada.
Igualmente os pido la gracia de... Terminar con las oraciones finales.
DÍA TERCERO
¡Oh mi Tutor amoroso!, infundid en mi alma un profundo respeto hacia Vos, de tal manera que jamás tenga el atrevimiento de hacer cosa alguna que os desagrade.
Os pido que, por intercesión de María, me alcancéis de Dios el recuerdo de la presencia divina y el respeto a vuestra presencia continua, las cuales han de guardarme del pecado.
Igualmente os pido la gracia de... Terminar con las oraciones finales.
DÍA CUARTO
¡Oh Médico compasivo!, enseñadme el remedio y dadme el auxilio para curar mis malos hábitos y tantas miserias como oprimen mi alma.
Os pido que, por intercesión de Maria, me alcancéis de Dios un verdadero espíritu de mortificación, con el cual domine mis malas pasiones y la sensualidad, y obtenga la paz y la libertad de espíritu, juntamente con las demás virtudes.
Igualmente os pido la gracia de... Terminar con las oraciones finales.
DÍA QUINTO
¡Oh, mi Guía fiel!, alcanzadme fuerza para vencer todos los obstáculos que se encuentren en el camino de la existencia y para sufrir pacientemente las tribulaciones de esta miserable vida.
Os pido que, por intercesión de María, me alcancéis de Dios una verdadera paciencia y conformidad en todas las contrariedades y penas de la vida que Dios pueda permitir para mi santificación.
Igualmente os pido la gracia de... Terminar con las oraciones finales.
DÍA SEXTO
¡Oh Intercesor eficaz cerca de Dios!, alcanzadme la gracia de seguir prontamente vuestras santas inspiraciones y de conformar, en todo y para siempre, mi voluntad a la de Dios.
Os pido que, por la intercesión de María, me alcancéis de Dios una obediencia absoluta a todos mis superiores, la cual me santifique por el cumplimiento de la voluntad divina en ella manifestada.
Igualmente os pido la gracia de... Terminar con las oraciones finales.
DÍA SÉPTIMO
¡Oh Espíritu purísimo, encendido todo en amor de Dios!, alcanzadme este fuego divino, y al mismo tiempo una verdadera devoción a vuestra augusta Reina y buena Madre mía, la Virgen Santísima.
Os pido que, por intercesión de María, me obtengáis de Dios la caridad perfecta y la devoción a María, que sean para mi fuente abundantísima de méritos, camino segurísimo de salvación y el más dulce consuelo en la hora de la muerte.
Igualmente as pido la gracia de... Terminar con las oraciones finales.
DÍA OCTAVO
¡Oh invencible Protector!, asistidme a fin de corresponder dignamente a vuestro amor y a vuestros beneficios, y para trabajar con todas las fuerzas en promover vuestro culto y vuestra devoción.
Igualmente os pido que, por intercesión de Maria, me alcancéis de Dios un celo fervoroso para la práctica del bien y una fervorosa devoción angélica, que sean mi propia santificación y la del prójimo.
Igualmente os pido la gracia de... Terminar con las oraciones finales.
DÍA NOVENO
¡Oh bienaventurado ministro del Altísimo!, alcanzadme de su misericordia infinita que llegue yo a ocupar un día uno de los tronos que dejaron vacíos los ángeles rebeldes.
Os pido que, por intercesión de Maria, me obtengáis de Dios la gracia de una santa muerte, confortada con los Santos Sacramentos, que me abra las puertas de la gloria eterna.
Igualmente os pido la gracia de... Terminar con las oraciones finales.
ORACIONES FINALES PARA TODOS LOS DÍAS
Oración a la Santísima Trinidad. Para obtener de Dios las gracias que esperamos, ¡oh buen Ángel de la Guarda!, en unión vuestra y de todos los otros Ángeles del cielo, y por mediación de la Virgen Maria, Madre de Dios y Madre nuestra, saludo ahora a la Trinidad Santísima con el Trisagio angélico, diciendo de todo corazón:
Santo. Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Rezar al Padre Eterno: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Rezar al Hijo Unigénito: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Rezar al Espíritu Santo: Padrenuestro. Avemaría y Gloria.
Oración de San Juan Berchmans. Ángel Santo, amado de Dios, que después de haberme tomado, por disposición divina, bajo vuestra bienaventurada guarda, jamás cesáis de defenderme, de iluminarme y de dirigirme: yo os venero como a protector, os amo como a custodio; me someto a vuestra dirección y me entrego todo a Vos, para ser de Vos gobernado. Os ruego, por lo tanto, y por amor de Jesucristo os suplico, que, cuando sea ingrato para con Vos y obstinadamente sordo a vuestras inspiraciones, no queráis, a pesar de esto, abandonarme; antes al contrario, ponedme pronto en el recto camino, si me he desviado de él; enseñadme, si soy ignorante; levantadme, si he caído; sostenedme, si estoy en peligro, y conducidme al cielo para poseer en el una felicidad eterna. Amén.