Gracias, Señor. Gracias!


Francisco de Borja, Santo

Memoria Litúrgica, 3 de octubre

Tercer Superior General de la Compañía de Jesús

Martirologio Romano: Memoria de san Francisco de Borja, presbítero, que, muerta su mujer, con quien había tenido ocho hijos, ingresó en la Compañía de Jesús y, pese a que abdicó de las dignidades del mundo y recusó las de la Iglesia, fue elegido prepósito general, siendo memorable por su austeridad de vida y oración (1572).

Etimología: Francisco = el abanderado, viene del germano

Breve Biografía

San Francisco Borja nació en Gandía (Valencia) el 28 de octubre de 1510, primógenito de Juan de Borja y entró muy joven al servicio de la corte de España, como paje de la hermana de Carlos V, Catalina. A los veinte años el emperador le dio el título de marqués. Se casó a los 19 años y tuvo ocho hijos. A los 29 años de edad, después de la muerte de la emperatriz, que le hizo comprender la caducidad de los bienes terrenos, resolvió “no servir nunca más a un señor que pudiese morir” y se dedicó a una vida más perfecta. Pero el mismo año fue elegido virrey de Cataluña (1539-43), cargo que desempeñó a la altura de las circunstancias, pero sin descuidar la intensa vida espiritual a la que se había dedicado secretamente.



En Barcelona se encontró con San Pedro de Alcántara y con el Beato Pedro Favre de la Compañía de Jesus. Este último encuentro fue decisivo para su vida futura. En 1546, después de la muerte de la esposa Eleonora, hizo la piadosa práctica de los ejercicios espirituales de san Ignacio y el 2 de junio del mismo año emitió los votos de castidad, de obediencia, y el de entrar a la Compañía de Jesús, donde efectivamente ingresó en 1548, y oficialmente en 1550, después de haberse encontrado en Roma a San Ignacio de Loyola y haber renunciado al ducado de Gandía. El 26 de mayo de 1551 celebraba su primera Misa.




Les cerró las puertas a los honores y a los títulos mundanos, pero se le abrieron las de las dignidades eclesiásticas. En efecto, casi inmediatamente Carlos V lo propuso como cardenal, pero Francisco renunció y para que la renuncia fuera inapelable hizo los votos simples de los profesos de la Compañía de Jesús, uno de los cuales prohíbe precisamente la aceptación de cualquier dignidad eclesiástica. A pesar de esto, no pudo evitar las tareas cada vez más importantes que se le confiaban en la Compañía de Jesús, siendo elegido prepósito general en 1566, cargo que ocupó hasta la muerte, acaecida en Roma el 30 de septiembre de 1572.



Fue un organizador infatigable (a él se le debe la fundación del primer colegio jesuita en Europa, en su sierra natal de Gandía, y de otros veinte en España), y siempre encontró tiempo para dedicarse a la redacción de tratados de vida espiritual. Se destacó por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Incluso dos días antes de morir, ya gravemente enfermo, quiso visitar el santuario mariano de Loreto. Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, uno de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.



Si quieres ahondar más en la vida de Francisco de Borja, consulta San Francisco de Borja en Corazones.org

Novena a Nuestra Señora del Pilar

Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (3 al 11 de octubre)






ORACIONES INICIALES

Postrado humildemente con una firme esperanza en Dios, y en la poderosa protección de la Santísima Virgen, comenzara diciendo: Por la señal de la Santa Cruz, etcétera.

Acto de contrición


Señor mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero, Criador y Redentor mío. Por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere. Ofrézcoos mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y como os suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme, y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.

Oración preparatoria para todos los días


¡Oh Señor Omnipotente! en vuestra soberana presencia derramo todo mi corazón, implorando vuestra bondad: yo soy aquella oveja perdida que mi amado Jesús, como Pastor bueno, se afanó tanto en buscarla, la redimió con su preciosísima sangre, y la tomó sobre sus hombros, para volverla al redil de la Iglesia. ¿Permitiréis ahora que se pierda? ¡Ay de mí, me confundo a mí mismo! La causa verdaderamente es mía, porque se trata de mi eterna salud, pero también es vuestra, porque se interesa vuestra gloria. Mas entre tanto viva sobre la tierra, me hallo en la incertidumbre de mi salvación. En semejante conflicto, permitid, Señor, que desahogue con suspiros el profundo sentimiento que aflige mi corazón. Porque, qué me importará ganar el Universo, si me pierdo para siempre. Por esta causa tan importante, elevo mis fervorosos ruegos hasta el trono de vuestra gracia, suplicándoos que libréis mi alma de las furias del león infernal. En Vos confío, Madre piadosa, favorecedme en tan grave necesidad. Acordaos ¡oh graciosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir de nadie, que habiéndose acogido a vuestra protección, pidiendo vuestro amparo, e implorando vuestra intercesión, se haya perdido. Animado yo con esta confianza, acudo a Vos: pecador como soy me presento gimiendo y suplicándoos, que me adoptéis para siempre como hijo, que toméis a vuestro cargo mi eterna salvación. No despreciéis mis palabras, Vos que sois Madre de la palabra eterna. Oídlas propicia, y despachadlas favorablemente, éste será todo mi consuelo sobre la tierra, y me inspirará la más segura confianza de ser colocado un día entre los Coros de los Angeles, donde alabaré para siempre a Dios mi Salvador, y cantaré eternamente las misericordias de mi excelsa Protectora. Así sea.

Leer y meditar a continuación la lectura del día que corresponda:


ORACIONES FINALES

Terminar cada día rezando cinco Avemarías y las oraciones finales:

Cinco Avemarías


1. En alabanza de la hora en que María Santísima vino en carne mortal a Zaragoza. Avemaría.
2. Por haberle erigido el Apóstol Santiago, por mandato de la Santísima Virgen, su santo Templo en Zaragoza, el primero del mundo dedicado a su nombre. Avemaría.
3. Por habernos dejado como un don precioso su sagrada Imagen, que es nuestro amparo y consuelo en toda tribulación. Avemaría.
4. Por el santo Pilar o Columna angélica, símbolo de la fortaleza y estabilidad de la fe católica en Zaragoza, hasta el fin del mundo. Avemaría.

El Espíritu Santo es el protagonista de la Evangelización

Catequesis del Papa Francisco del miércoles 2 de octubre.


No basta con leer la Escritura, es necesario comprender su significado, encontrar su “jugo” yendo más allá de la “corteza”, y recurrir al Espíritu que anima el papel. Esto porque “el Espíritu Santo es el protagonista de la evangelización”, tal como aseguró el Papa en la catequesis del miércoles 2 de octubre.

El hilo conductor de esta catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles fue la narración que sigue los eventos tras el martirio de Esteban, cuando la “carrera” de la Palabra de Dios parecía haberse detenido, debido a la violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén”:

Después del martirio de Esteban se desató en Jerusalén una violenta persecución contra la Iglesia, muchos cristianos tuvieron que dejar la ciudad y se dispersaron por Judea y Samaría. Esa persecución en lugar de detener la evangelización, la impulsó. Así lo observamos en el testimonio del diácono Felipe que fue a evangelizar las ciudades de Samaría, donde el anuncio de la Palabra estaba acompañado por muchos signos de liberación y curaciones.

No basta con leer las escrituras


Fue durante esa misión que el Espíritu Santo lleva a Felipe a encontrar a un extranjero que se dirigía a su tierra, un alto funcionario de la reina, un etíope eunuco y prosélito judío: un extranjero “con el corazón abierto a Dios”, que leía el pergamino del profeta Isaías:

Felipe se acerca a la carroza y le pregunta: «¿Comprendes lo que estás leyendo?». El etíope responde: «¿Cómo lo puedo entender, si nadie me lo explica?».

Aquel hombre "poderoso pero humilde", explicó el Pontífice, “reconoce que necesita ser guiado para comprender la Palabra de Dios”.

Con el corazón abierto a Dios


Es precisamente aquí donde el Papa centró su catequesis: en el diálogo entre el diácono Felipe y el poderoso etíope, llevándonos a la conclusión “no basta con leer la Escritura", sino que "es necesario comprender su significado”. Y esto porque “entrar en la Palabra de Dios”, es "estar dispuestos a ir más allá de los propios límites para encontrar a Dios y conformarse a Cristo, que es la Palabra viva del Padre”.

El diálogo entre Felipe y ese hombre, que reconoció no entender la Palabra de Dios, nos dice que no es suficiente leer la Escritura, ya que la clave para entenderla se encuentra en Jesús, Palabra encarnada del Padre, que con su misterio pascual le da pleno sentido. El encuentro con Felipe impulsó al etíope a pedirle el Bautismo; al recibirlo lo convirtió en un hombre nuevo y lo marcó con «el sello» de la alegría del Espíritu Santo, fuente de esperanza para su camino.

El Espíritu Santo es el protagonista de la Evangelización


El Espíritu Santo, protagonista de la Evangelización, es quien empujó a Felipe a ir al desierto para encontrar a este hombre. Y fue también el Espíritu Santo, quien tras haber hecho encontrar al etíope con el Resucitado “lo toma y lo envía a hacer otra cosa”:

El protagonista de la evangelización pues, es el Espíritu Santo y ¿cuál es el signo de que tú, cristiana, cristiano, eres un evangelizador? La alegría. También en el martirio. Y Felipe lleno de alegría fue a  otra parte a predicar el Evangelio.

Valientes anunciadores del Evangelio


Y ¿por qué la alegría en el martirio? El Papa Francisco había dado una pistal en el inicio de la catequesis: en el libro de los Hechos, la persecución aparece como el estado de vida permanente de los discípulos, de acuerdo con lo que Jesús dijo: «Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes».

Sin embargo, el Pontífice señaló que "la persecución, en lugar de apagar el fuego de la evangelización, lo alimenta aún más". Por eso en su saludo a los fieles de lengua española, haciendo presente la memoria litúrgica de los ángeles custodios, invitó a pedir al Señor que conceda, por su intercesión, “el don de su Espíritu Santo, para que haga de todos nosotros los bautizados anunciadores valientes del Evangelio, dando cabida en nuestra vida a la acción de Dios, que nos hace criaturas nuevas y libres”.

TÉMPORAS DE ACCIÓN DE GRACIAS Y DE PETICIÓN.

«Día de acción de gracias y de petición que la comunidad cristiana ofrece a Dios, terminadas las vacaciones y la recolección de las cosechas, al reemprender la actividad habitual. Es una ocasión que presenta la Iglesia para rogar a Dios por las necesidades de los hombres, principalmente por los frutos de la tierra y por los trabajos de los hombres, dando gracias a Dios públicamente». | Maestro de verdad, creyente con fe teologal auténtica, me comentó que había pensado proponer a sus alumnos rezar hoy el tedéum.

Pero «omnibus perpensis» lo que hizo fue empezar a entonar «Gracias a la vida». Éxito total. Me comentaba que se sintió como un Santo Tomás de Aquino, cristianizando a Aristóteles. Para él «vida» y «amado» iban con mayúscula, claro (5 octubre)

GRACIAS

Hay que saber decir Gracias. Nuestros días están atestados de regalos que Dios nos envía. Si supiéramos verlos y llevar cuenta de todos, llegaríamos a la noche deslumbrados y radiantes ante tantos dones recibidos. Como niños en día de Reyes. Y miraríamos agradecidos a Dios. Y fiados en que Él nos lo da todos, seríamos felices al saber que todos los días nos dará regalos nuevos y distintos. Todo es don de Dios. Aun las cosas más chiquitas. Y don suyo es esta colección de regalos que es la vida. Vida que será rosa o sombría según utilicemos esos dones. Todo buen don y toda dádiva perfecta viene de arriba, desciende del Padre de las luces, en el cual no se da mudanza ni sombra de cambio. (Sant 1,17) Gracias, Señor, gracias. Gracias por todos los regalos que hoy me has ofrecido, gracias por todo lo que he visto, oído y recibido. Gracias por el agua que me ha despabilado, el jabón bienoliente, el dentífrico que refresca la boca. Gracias por los vestidos que me protegen del frío, por su color y por su hechura. Gracias por el periódico fiel a la cita, por el chiste (primera sonrisa de la mañana), por los asuntos políticos que se van arreglando, por la justicia cumplida, por el partido de fútbol ganado. Gracias por el camión de basura y los hombres que lo llevan, por sus gritos mañaneros y los ruidos de la calle que se despierta.  Gracias por mi trabajo, mis herramientas, mis esfuerzos.

Gracias por el metal en mis manos, por sus largas quejas bajo los mordiscos del acero, por la mirada satisfecha del patrón y la carretilla de piezas acabadas. Gracias por Santiago que me prestó su lima, por Manolo que me ofreció un pitillo, y por Carlos que me abrió la puerta. Gracias por la calle acogedora que me fue acompañando, por los escaparates de los almacenes, por los coches, por los transeúntes, por toda la vida que corría rápida entre las casas pobladas de ventanas. Gracias por la comida que me ha dado fuerzas, por el vaso de cerveza que me apagó la sed. Gracias por la moto que, fácil, me ha llevado a mis cosas, por la gasolina que la hace correr, por el viento que me acarició el rostro y por los árboles que me fueron saludando al pasar. Gracias por las muchachas con las que me encontré, por el rojo de los labios de Marité, que tan bien le sienta; por la permanente de Rosa, que la hace más bonita; por el gesto mimoso de Anamari y su sonrisa que le desarma a uno. Gracias por el peque que vi jugar en la acera de enfrente, gracias por sus patines y por la divertida cara de susto que puso al caerse. Gracias por los buenos días que la gente me ha dado, por los apretones de mano que di, por las sonrisas que me han brindado. Gracias por mamá que me recibe en casa, por su cariño discreto, por su silenciosa presencia. Gracias por el techo que me cobija, por la luz que me alumbra, por la radio que canta. Gracias por el parte del mediodía, por las crónicas deportivas, por las historias con humor. Gracias por el ramillete de flores, pequeña obra maestra encima de mi mesa. Gracias por la noche apacible, gracias por las estrellas, gracias por el silencio. Gracias por el tiempo que me diste, gracias por la vida, gracias por la Gracia. Gracias por estar conmigo, Señor. Gracias por recibir en tus manos este paquete de mis dones para ofrecerlo al Padre.

Gracias, Señor. Gracias.

Cuatro Pasos Para el Perdón

Una manera poderosa para cambiar tu vida para mejor.

Los Cuatro Pasos Para el Perdón te ofrece una manera rápida y fácil para empezar a perdonar. Puede conducir a cambios profundos e importantes en tu vida. Su poder está en su simplicidad, por lo que simplemente empieza a usarlo y podrás ver por ti mismo.

Estos cuatro pasos se pueden utilizar para cualquier tipo de problema grande o pequeño. Sin embargo, lo mejor es comenzar con asuntos relativamente pequeños hasta que entiendas la idea. De hecho es mejor no tratar de perdonar a alguien que potencialmente podría causar más daño hasta que tengas un poco de experiencia y comprensión de todo el proceso del perdón (véase Perdón y Reconciliación en Duro). Piensa en un pequeño problema que quieres perdonar y trata los pasos a continuación.

Los Cuatro Pasos Para el Perdón

Lo mejor es hacer los Cuatro Pasos por escrito hasta que tengas un poco de experiencia.

Paso 1: Menciona lo que necesitas para perdonar y para qué.

Paso 2: Reconoce cómo te sientes actualmente sobre la situación. Lo mejor es que estos son tus sentimientos honestos, no las cosas agradables y amables que piensas que debes sentir. Es necesario trabajar a partir de lo que realmente sientes. Entonces expresas tu voluntad de, al menos, estar abierto a la posibilidad de dejar ir esos sentimientos.

Paso 3: Indica los beneficios que obtendrás de perdonar. Este será principalmente lo contrario de lo que estás sintiendo en ese momento. La tristeza se convertirá en alegría, la ira se convertirá en paz, la pesadez se convertirá en una sensación de ligereza y así sucesivamente. Si no estás seguro acerca de los beneficios simplemente elige un par de buenos sentimientos generales que te gustaría tener por el momento (más feliz, más a gusto, más confiado, etc.) Sirve de ayuda si puedes imaginar lo bien que se siente cuando te has perdonado.

Paso 4: Comprométete a perdonar. Esto simplemente es declarar a quién tienes la intención de perdonar y reconocer los beneficios que provienen de perdonar.

Por lo general, el resultado final será con cuatro pasos que se ven algo como esto: –

Ejemplo 1:

Imagina que tu amigo Juan ha comenzado a evitarte y no sabes por qué.

1. Estoy dispuesto a perdonar a Juan por evitarme.
2. Ahora elijo liberar mis sentimientos de tristeza, ira y miedo. (Tú puedes optar por hacer liberaciones emocionales adicionales más adelante si es necesario).
3. Reconozco que perdonar a Juan me beneficia ya que me voy a sentir más feliz, más sano y más pacífico.
4. Me comprometo a perdonar a Juan y acepto la paz y la libertad que trae el perdón.

Ejemplo 2:

En este ejemplo, la novia de alguien, Janet, terminó su relación.

1. Quiero perdonar a Janet por dejarme.
2. Ahora elijo liberar mis sentimientos de arrepentimiento, el abandono y el miedo.
3. Reconozco que perdonar a Janet me beneficia ya que me sentiré más claro, más feliz, y más capaz de crear mejores relaciones en el futuro.
4. Me comprometo a perdonar a Janet y acepto la paz y la libertad que trae el perdón.

Ejemplo 3:

En este ejemplo, alguien fue despedido de su trabajo.

1. Quiero perdonar a mi jefe por despedirme.
2. Ahora elijo liberar mis sentimientos de ira, tristeza, injusticia y decepción.
3. Reconozco que perdonar a mi jefe me beneficia ya que me voy a sentir positivo, feliz, y más capaz de encontrar un mejor trabajo en el futuro.
4. Me comprometo a perdonar a mi jefe y yo acepto la paz y la libertad que trae el perdón.

Para ayudar a guiarte a través de los pasos hay una Cómo Perdonarte a ti Mismo

Cómo Perdonarte a ti Mismo

Considera el bien que puedes hacer; en lugar de lo malo que no puedes deshacer.

Con el fin de perdonarte a ti mismo puede que tengas que pensar en una forma adecuada de hacer las paces con la otra persona. Hacer las paces puede ser una muy buena cosa que hacer, pero ten cuidado con el auto castigo disfrazado de remordimiento. Hacer las paces, o incluso pensar en hacer las paces, normalmente debería traer una sensación de alivio. Si no, entonces puede ser alguna forma de auto-daño, o auto castigo disfrazado. Hacer las paces puede costar; pero no debe hacer daño.

Si no tienes acceso a la persona (que está fuera de tu vida por la razón que sea) y aun así quieres hacer las paces, entonces hazlo a través de semejantes y sé particular, generoso o útil para alguien de la misma raza, grupo o tipo de persona – o incluso a alguien al azar.

¿Cree que Dios tiene que perdonarte antes de que puedas perdonarte a ti mismo? Si es así, pregúntate cómo sabes que ya no ha sucedido. Entonces trata de completar los cuatro pasos un par de veces y ver si eres más claro. (Ver ¿Dios me perdonará?)

En perdonarse a sí mismo Los Cuatro Pasos Para el Perdón son básicamente los mismos. Sin embargo, cambiamos Paso Tres añadiendo una sección sobre cómo otros se beneficiarán de nosotros perdonándonos a nosotros mismos.

Paso 1. Quiero perdonarme por:

Escoge una cosa en específico.

Ejemplo: Quiero perdonarme a mí mismo por conseguir y decir cosas hirientes a mi hermano

Paso 2. Quiero soltar los sentimientos de:

Enumerar los sentimientos que tienes acerca del evento. Es necesario reconocer esos sentimientos para ponerlos en libertad para seguir adelante.

Ejemplos; miedo a ser castigado, autorreproche, auto-odio, culpa, vergüenza, etc.

Paso 3A. Reconozco que perdonar a esta situación me beneficiará como yo quiero:

Enumera las ventajas que vendrán a ti conforme te vuelvas capaz de perdonarte a ti mismo. Los beneficios pueden incluir estar libre de los sentimientos que aparecen en el paso 2, y sentir su contrario. Los beneficios también incluyen el ser capaz de crear mejores relaciones, conseguir un trabajo mejor, tener más dinero, etc., dependiendo de lo que es relevante para lo que sea que te estés perdonando.

Ejemplos; sentirse más feliz, ser libre, ser más relajado y así sucesivamente.

Como se trata de un proceso de auto perdón añadimos un paso adicional, Paso 3B, a los habituales cuatro pasos. En este paso nos centramos en las formas en que otros se beneficiarán de perdonarte a ti mismo. Algunos de los beneficios podrían ser cosas derivadas de los beneficios que recibes de perdonarte a ti mismo; algunos podrían ser beneficios que vienen a otras personas conforme tú te vuelves más vivo y creativo.

Paso 3B. Reconozco que perdonarme por esto beneficiará a los demás, debido a que:

Perdonarse a sí mismo puede beneficiar a otros al ayudar a ser un mejor padre, un amigo más atento, escuchar mejor, y una persona más tolerante y así sucesivamente. Tú puedes ser menos egocéntrico y más interesado en los demás. Tú puedes llegar a ser menos necesitado y tener más para dar. Escoge un ejemplo de un beneficio para los demás, que es probable que importe realmente a los que te rodean.

Ejemplos; Voy a ser más agradable a tu lado (menos gruñón, amargado y deprimido), me volveré en más amable y cariñoso. Tendré más para dar.

Paso 4. Me comprometo a perdonarme por _____ y acepto la paz y la libertad que trae el perdón.

Además, o en lugar de la paz y la libertad tú puedes enumerar beneficios específicos. También puedes incluir beneficios que otros recibirán también de los cambios que ocurren en tu interior a medida que aprendes a perdonarte a ti mismo. A menudo, los beneficios que recibes directamente benefician a otros también. Si te conviertes en una persona más feliz, o un mejor empleado, muchos otros a tu alrededor se benefician de ello. Sé consciente de los beneficios para los demás, conforme hacemos estos pasos de Perdón que pueden ayudar a hacer más fácil perdonarnos a nosotros mismos.

Ejemplos:

1. Me encomiendo a perdonarme por enojarme con mi esposa/esposo, así que estoy libre a la altura de mi potencial y puedo convertirme en un socio más amoroso.
2. Encomiendo a perdonarme a mí mismo por haber perdido mi trabajo, de modo que pueda seguir adelante y encontrar un mejor trabajo, con más sueldo para el beneficio de mí mismo y de mi familia.

Es mejor hacer los pasos por escrito al principio. Comienza con cosas pequeñas, sin embargo, encontrarás que con el perdón no hay cosas pequeñas. Incluso perdonarte a ti mismo por lo que parece una cosa pequeña, menor que sucedió hace mucho tiempo puede causar grandes cambios. Dale vuelta a todos los pasos por al menos un par de veces y verás como la habilidad y capacidad de perdonar se construye dentro de ti mientras lo haces. Añade cosas, cambia las palabras que usas (si quieres) a medida que avanzas. Quédate tomando los pasos donde sientes el movimiento sucediendo dentro de ti.

Por supuesto nada de esto excluye que hagas las paces o te disculpes cuando sea factible y sería de gran ayuda; siempre y cuando ello no vaya a causar a los otros involucrados más dolor. Si le das un poco de pensamiento y sientes en lo que es correcto pronto obtendrás algunas ideas en cuanto a qué hacer. Si no es posible reparar el daño; entonces vive tu vida lo mejor que puedas. Considera el bien que puedes hacer; en lugar de la pena que no puedes deshacer.

Témporas: expiar, agradecer, encomendar

Las Témporas son días especiales; en España se celebran en un solo día, el 5 de octubre, y poseen unos matices muy concretos. Al principio del curso, y vinculado al ritmo natural del tiempo, final de las cosechas y entrada en el otoño, la Iglesia eleva a Dios su plegaria. Se cierra un período y se abre otro ciclo nuevo. Se termina un curso, comienza otro, cargado de ilusiones, proyectos, trabajos. Entonces la liturgia nos lleva hoy de la mano (y siempre nos educa) para expiar, agradecer y encomendar.



Expiar: miramos y revisamos el curso pasado, y descubrimos lo que hemos hecho mal, nuestras infidelidades y pecados, nuestros errores, nuestra falta de correspondencia al amor de Dios, y suplicamos su perdón con arrepentimiento: “misericordia, Dios mío, por tu bondad...”, hemos rezado en las Laudes, y en Tercia:
Nos sentimos culpables, Señor, y confesamos ante ti nuestros pecados; ten misericordia de nosotros y danos la abundancia de tu paz”.


Agradecer: Dios no nos ha dejado de su mano; en su nombre hemos sembrado y puesto los cimientos de muchas realidades, y ahora cosechamos fruto y vemos resultados del curso terminado. Es conveniente dar gracias a Dios por lo vivido, agradecerlo lo bueno que hayamos podido realizar, las obras que se han consolidado. Él ha sido Fiel, como siempre, una vez más. Así la oración conclusiva de Laudes rezaba:
“Te damos gracias por los dones que de ti hemos recibido y te pedimos nos concedas emplearlos en alabanza tuya y en bien de nuestros hermanos”.


Encomendar: acometemos nuevos trabajos, se presentan nuevos proyectos en nuestras vidas, retomamos las tareas del curso. Sabedores de que no podemos nada por nosotros mismos sin su gracia, conscientes de que si Él no construye, en vano vamos a trabajar, encomendamos a Dios las tareas de nuestro curso, esperando que Él lleve a término cuanto hagamos y su gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras durante todo el año. Las preces de las Laudes y la oración conclusiva de Sexta dan ese matiz:



“Oh Dios, tú has querido que el estudio y el trabajo del hombre perfeccionaran cada día el universo que has creado; te pedimos que nuestro trabajo y afanes resulten siempre provechosos a la familia humana y contribuyan al cumplimiento de tus designios sobre el mundo”.

Hoy, la misa de las Témporas, sería propiamente el inicio del curso en cualquier comunidad y parroquia, como tal debiera vivirse y convocar a todos, en lugar de multiplicar actos y misas. Al menos, personalmente, hoy debería ser un día con especial intensidad, procurando por todos los medios participar en la Santa Misa y dedicar un buen rato a la oración, expiando, agradeciendo, encomendando.

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