¿Y quién es mi prójimo?

Nuestra Señora del Rosario

Advocación mariana, 7 de octubre


Fiesta

Martirologio Romano: Memoria de la santísima Virgen María del Rosario. En este día se pide la ayuda de la santa Madre de Dios por medio del Rosario o corona mariana, meditando los misterios de Cristo bajo la guía de aquélla que estuvo especialmente unida a la encarnación, pasión y resurrección del Hijo de Dios.

Breve Semblanza


Cuenta la leyenda que la Virgen se apareció en 1208 a Santo Domingo de Guzmán en una capilla del monasterio de Prouilhe (Francia) con un rosario en las manos, le enseñó a rezarlo y le dijo que lo predicara entre los hombres; además, le ofreció diferentes promesas referentes al rosario. El santo se lo enseñó a los soldados liderados por su amigo Simón IV de Montfort antes de la Batalla de Muret, cuya victoria se atribuyó a la Virgen. Por ello, Montfort erigió la primera capilla dedicada a la imagen.

En el siglo XV su devoción había decaído, por lo que nuevamente la imagen se apareció al beato Alano de la Rupe, le pidió que la reviviera, que recogiera en un libro todos los milagros llevados a cabo por el rosario y le recordó las promesas que siglos atrás dio a Santo Domingo.


El rezo del Santo Rosario es una de las devociones más firmemente arraigada en el pueblo cristiano. Popularizó y extendió esta devoción el papa san Pío V en el día aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la batalla de Lepanto (1571), victoria atribuída a la Madre de Dios, invocada por la oración del Rosario. Más hoy la Iglesia no nos invita tanto a rememorar un suceso lejano cuanto a descubrir la importancia de María dentro del misterio de la salvación y a saludarla como Madre de Dios, repitiendo sin cesar: Ave María. La celebración de este día es una invitación a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.

-Únete al santo rosario donde quiera que estés

¿Por qué rezar el Rosario?

Son muchísimos los que por haber rezado con toda fe su Rosario lograron obtener una buena y santa muerte y ahora gozan para siempre en el cielo


Cuentan los antiguos que cuando Santo Domingo de Guzmán empezaba a desanimarse al ver que en los sitios donde predicaba la gente no se convertía y la herejía no se alejaba, le pidió a Nuestra Señora le iluminara algún remedio para conseguir la salvación de aquellas personas y que Ella le dijo en una visión: "Estos terrenos no producirán frutos de conversión sino reciben abundante lluvia de oración".



Desde entonces el santo se dedicó a hacer rezar a las gentes el Padre Nuestro y el Ave María y a recomendarles que pensaran en los misterios de la Vida, Pasión y Muerte de Jesús. Muy pronto las conversiones fueron muy numerosas y las gentes de aquellas regiones volvieron a la verdadera religión.



Hoy por hoy, después de la Santa Misa, el Rosario es quizás la devoción más practicada por los fieles. Los enemigos de la religión católica (protestantes, etc.) han dicho y siguen diciendo horrores contra el Santo Rosario pero los católicos han experimentado y siguen experimentando día por día los extraordinarios favores divinos que consiguen con esta santa devoción.



¡Cuántas personas han logrado verse libres de pecados y de malas costumbres el dedicarse a rezar con devoción el santo Rosario! ¡Cuántos hay que desde que están rezando el Rosario a la Virgen María han notado como su vida ha mejorado notoriamente en virtudes y en buenas obras! Son muchísimos los que por haber rezado con toda fe su Rosario lograron obtener una buena y santa muerte y ahora gozan para siempre en el cielo.



Ojalá leyéramos algún libro que hable de las maravillas que se consiguen con el rezo del Santo Rosario. Basta saber que el Rosario ha sido recomendado por muchos Sumos Pontífices y aprobado por la Iglesia Católica en todo el mundo, y que a los que lo rezan se les conceden numerosas indulgencias.



Se llama indulgencia la rebaja de castigos que tendríamos que sufrir en la otra vida por nuestros pecados. La Iglesia Católica con el poder que Jesús le dio cuando dijo: "Todo lo que desates en la tierra queda desatado en el cielo", puede conceder a los fieles que por ciertas devociones se les rebaje parte de los castigos que tendrían que sufrir en el purgatorio.

"

Se confiere una indulgencia plenaria si el rosario se reza en una iglesia o un oratorio público o en familia, en una comunidad religiosa o asociación pía; se otorga una indulgencia parcial en otras circunstancias" (Enchiridion de Indulgencias, p. 67)



Condiciones:



1. Que se recen las cinco decenas del Rosario sin interrupción

2. Las oraciones sean recitadas y los misterios meditados

3. Si el Rosario es público, los Misterios deben ser anunciados



Además debe cumplirse:



1. Confesión Sacramental

2. Comunión Eucarística

3. Oraciones por las intenciones del Papa



Si no se cumplen las condiciones para la indulgencia plenaria, puede aún ganarse indulgencia parcial.



 

 

La indulgencia puede ser aplicada a los difuntos.La indulgencia plenaria solo puede ganarse una vez al día (excepto en peligro de muerte).



"Lo maravilloso del Santo Rosario no es la repetición de las avemarías o de la mesa bien dispuesta que sostiene la imagen de la Virgen, sino la experiencia de la unidad que se conforma en todo el mundo entero para alabar y bendecir a Dios por los motivos inmensos de su amor para con la humanidad. Es una rica costumbre de la piedad popular donde la Santísima Virgen se hace universal y de mucha importancia para los creyentes. Es la magnífica oportunidad que tenemos todos de experimentar en la fe ese amor a Dios en María Santísima, a la cual le había confiado esa misión salvífica. Es el santo rosario el lugar para reconocer a María Virgen como la Madre del Señor Jesús y en el plano de la gracia, Madre de todos nosotros. Es a la vez el reconocimiento de que Dios a través de Ella interviene a favor nuestro.

Es una oración connatural a la gente sencilla que reconoce la elegancia de Dios para hacer nacer a Jesús, el Salvador del vientre inmaculado de la Virgen María. Por eso en cada decena de las avemarías se medita el sufrimiento, la lucha y el triunfo en ese caminar de Jesús por el camino de la vida, donde la Virgen estuvo presente y actuante para ayudarle a cumplir su misión salvadora. Mi madre solía decir, que el rosario era tan sagrado porque en el estaba todo Jesús y toda María. Por eso, hoy en día, se hace necesario, que el santo rosario ocupe ese espacio tan vivo en los hogares". (P. Marcelo Rivas Sánchez, Gracias mamá por enseñarme el Santo Rosario)

La oración y el amor

Santo Evangelio según san Lucas 10, 25-37. Lunes XXVII del Tiempo Ordinario


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.



Cristo, Rey nuestro.


¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Señor, que te pueda amar para demostrarle a los demás cuánto te amo y que, amándolos, te dé gloria porque para esto me has creado.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Lucas 10, 25-37



En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: “Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?”. El doctor de la ley contestó: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús le dijo: “Has contestado bien; si haces eso, vivirás”.

El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús le dijo: “Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: ‘Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso’.

¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?”. El doctor de la ley le respondió: “El que tuvo compasión de él”. Entonces Jesús le dijo: “Anda y haz tú lo mismo”.

Palabra del Señor.




Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Es loable la acción del doctor de la ley porque es un ejemplo de cómo debe ser nuestra oración, la cuál es definida por santa Teresa de Ávila como «una conversación con quien sabemos que nos ama». Nuestra oración debe tratar entonces sobre nuestro día a día; debemos preguntarle al Señor sobre las cosas que nos suceden y, así, tendremos más luz sobre los motivos de los eventos que nos pasan. Al preguntarle el doctor de la ley a Jesús por la vida eterna, intuimos que ya lleva un camino recorrido porque es algo que lleva en el corazón y quiere preguntarle al Señor; pero en lugar de recibir una respuesta docta, podríamos decir digna para un doctor de la ley, recibe una luz que ilumina de nuevo lo que ya sabía; así sucede también con nosotros porque, muchas veces, hay cosas sobre las que nos hacemos preguntas y buscamos que alguien nos las resuelva, esperamos que sea algo novedoso, pero pueda ser que la respuesta ya la sepamos y solo necesitemos volverla a ver.

La respuesta a la que Jesús quiere que no refiramos otra vez es la del amor con el cual se pueden resumir todos los mandamientos que, en definitiva, nos llevan a nuestra felicidad eterna. El amor al que Dios nos llama es un deber porque Él mismo nos ha amado primero, y nosotros no podemos más que responder a su amor con amor. Pero cómo amarlo sino en el prójimo que, igual que nosotros, ha sido creado por Dios y por el cual Él nos invita a amarlo. Como dice san Juan quien dice amar a Dios que no ve y no ama a su prójimo que sí ve es un mentiroso, porque nuestro amor a Dios se hace concreto en nuestro amor a los demás.

«La cercanía conoce verbos concretos, los del buen Samaritano: ver, es decir, no mirar para otro lado, no hacer como si no pasara nada, no dejar a la gente esperando y no esconder los problemas bajo la alfombra. Después, acercarse, estar en contacto con la gente, dedicarles más tiempo que al escritorio, no temer el contacto con la realidad, para conocerla y abrazarla. Y luego, vendar las heridas, hacerse cargo, cuidar, entregarse».
(Papa Francisco, discurso del 12 de septiembre de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezar un rosario por alguna persona que me haya hecho un mal.



Despedida



Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.



¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!


Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.


La Anunciación del ángel a María...momento solemne para la historia

Vida Oculta de Jesús.


Nada se sabía de la Madre de Jesús. Vivía en Nazaret. Oculta a los ojos de los hombres, pero no a los ojos de Dios. Más adelante contará Ella misma los hechos que la llevan a la maternidad, y a descubrir su vocación y su misión en la vida y en los planes de Dios. Hasta la anunciación del arcángel Gabriel, María de Nazaret era una mujer israelita perfectamente desconocida. Su vida trasciende la historia por el libre y amoroso cumplimiento de la misión que le fue asignada desde la eternidad y que Ella conoció a través del arcángel.



Infancia de María


Nace en una familia de la tribu de Judá; sus padres se llaman Joaquín y Ana. Diversas tradiciones nos la sitúan muy pequeña en el Templo donde aprende la Sagrada Escritura a un nivel no usual a las mujeres de Israel. Pero lo importante era su trato con Dios desde el principio. En su infancia, o primera adolescencia, es cuando percibe con claridad que Dios le pide vivir virgen por amor a Dios. Su vida de oración es intensa para poder descubrir algo infrecuente: la entrega total prescindiendo de algo tan bueno, y tan bendecido por Dios en todos los libros santos y en la conciencia de los humanos, como el matrimonio y la maternidad. Pero Dios quería de Ella ese modo de vivir que es amar con el corazón indiviso, sin anticipos de cosas buenas, en oblación total. Más adelante, Jesús dirá que no todos entienden estas cosas. Pero Ella entiende porque, aunque no lo sepa, desde su concepción tiene un privilegio especialísimo: no estar afectada por el pecado original y estar, por tanto, llena de la gracia de Dios. Ella es amada de Dios de un modo nuevo, en previsión de los méritos del que será su Hijo. Ella no lo sabe, pero sí sabe que tiene una gran intimidad con Dios, que le ama de un modo pleno, que bebe sus palabras y sintoniza plenamente con el querer divino.



Los planes de Dios


Cuando cumple trece años, sus familiares, siguiendo las costumbres del momento, deciden poner los medios para que se case del mejor modo posible. Para eso miran entre los varones de la tribu, y descubren uno que tiene todas las condiciones: José, vecino también de Nazaret. Era justo, es decir, cumplidor de la ley, honrado, trabajador, piadoso. Un buen hombre a ojos de todos, que puede encajar muy bien con el carácter de María. Los planes de Dios siguen su curso. Ahora podrá ser Madre virginal protegida a los ojos de todos por el Matrimonio con José.



El saludo del ángel


Al poco tiempo acontece uno de los momentos culmen de la historia de los hombres. María está en su casa, probablemente, recogida en oración. Cuando, de repente entró un ángel. Quizá es una aparición con el resplandor de los que están en la vida eterna cerca de Dios, quizá es más sencillo. Poco importa el modo; pues lo sorprendente son sus palabras: "Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba qué significaría esta salutación"(Lc).



Momento solemne para la historia


Aquel fue un momento solemne para la historia de la humanidad: se iba a cerrar el tiempo del pecado para entrar en el tiempo de la gracia; se pasa del tiempo de la paciencia de Dios al de mayor misericordia. La creación entera está pendiente del sí de una joven israelita. Es un momento de gran alegría en los cielos y en la tierra, llega al mundo un gran amor divino. Dios habita en su alma de un modo pleno, gozoso, amoroso. Ella es la hija de Dios Padre que siempre ha correspondido al querer de Dios. María se sorprende, pero sin perder la serenidad, pues reflexiona sobre el significado de estas palabras. Respeto y sorpresa. “¿Es de Dios lo que oigo?”.



No temas


El ángel, llamado Gabriel, nombre que significa "fuerte ante Dios", espera; y tras un breve silencio, pronuncia las palabras de su embajada: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin"(Lc).

El "no temas" es la introducción que usa la Escritura para las vocaciones de divinas, es como decir: escucha con atención, lo que vas a oír es Palabra de Dios. Y luego la gran sorpresa: por especial gracia de Dios concebirá, dará a luz, pondrá por nombre al futuro rey de Israel, al Hijo de David que tendrá un reino eterno. El momento tan esperado en Israel de la venida de un salvador ha llegado. La virgen profetizada por Isaías es Ella. Comienzan, si María quiere, los tiempos tan esperados de la gran misericordia de Dios.


María escucha, piensa, y pone una objeción no de resistencia, sino de no entender como Dios le puede pedir dos cosas que son incompatibles para el ser humano: la virginidad y la maternidad. ¡Era tan clara la llamada a ser virgen!



La respuesta de María


"María dijo al ángel: ¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?". "Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo, será llamado Hijo de Dios. Y ahí tienes a Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la que era llamada estéril, hoy cuenta ya el sexto mes, porque para Dios no hay nada imposible"(Lc). El ángel ha respondido a la duda, María ve, ahora, la llamada anterior compatible con la maternidad que se le pide. Dios quiere que su Hijo no sea un hijo de la carne con un padre humano, sino sólo de Mujer. La única Mujer totalmente dócil a su querer.



"He aquí la esclava del Señor"


El tiempo se detiene. María reconoce el querer de Dios para Ella: su colaboración libre en una

empresa divina. Percibe que su maternidad va ser de una calidad especial; ser la madre del Rey de Reyes, del Salvador, pero sobre todo ser madre del Hijo del Altísimo, ser madre de Dios; porque la maternidad hace referencia a la persona, y Ella introducirá al Hijo sempiterno en la vida de los hombres. María tuvo que ser plenamente consciente de lo que estaba pasando y de lo que se le pedía: no será un elemento pasivo en la gran tarea de la redención. Y, desde una inteligencia preclara, sin la tiniebla del pecado, ve con claridad meridiana la grandeza de lo que se le pide. Aunque tendrá conocimiento más claro en la profecía de Simeón. Pero ve, sobre todo, el gran derroche de Amor en el mundo. El mundo espera su respuesta. La espera Adán y Eva desde el seol, la esperan los patriarcas, los ángeles, el cielo está en suspenso ante la respuesta de María. Los segundos se hacen eternos. Cuando de pronto surge de su boca el sí con acentos de entrega y fe consciente y amorosa:



"Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia"(Lc).



Y el Verbo se hizo carne en sus entrañas virginales. El Espíritu forma la humanidad de Jesús y la une al Verbo. La Humanidad llega a su punto más alto: Dios se ha unido al hombre en Jesús. No hay cumbre mayor a partir de entonces. Y el gozo embarga el corazón de María llena de Dios, que además de hija de Dios Padre, es, desde entonces, Madre de Dios Hijo.



Confiar en Dios que puede hacer todo y rezar por el Sínodo

"Nada es imposible para quienes tienen fe", dijo el Papa Francisco a la hora del Ángelus dominical

Al comentar el Evangelio propuesto por la liturgia del día – a la hora del Ángelus dominical y tras la celebración de la Misa de apertura del Sínodo de los Obispos – el Papa Francisco destacó que San Lucas presenta el tema de la fe ante la petición de los discípulos de que el Señor aumente en ellos la fe.

Y explicó que Jesús responde con dos imágenes: la semilla de mostaza y el siervo disponible. De este modo el Señor deja en claro que la fe, a pesar de ser tan pequeña como esa semilla, tiene una fuerza enorme. De modo que nada es imposible para quienes tienen fe, porque no confían en su propia fuerza, sino en Dios, que puede hacer todo.

Una fe que no es soberbia

El Santo Padre también que explicó que de la comparación de la fe con la semilla de mostaza se deduce que se trata de “una fe que no es soberbia ni segura de sí misma”, sino que “en su humildad siente gran necesidad de Dios” y “en su pequeñez se abandona con total confianza a Él”. Por esta razón añadió:

“ Es la fe la que nos da la capacidad de mirar con esperanza las vicisitudes alternativas de la vida, que nos ayuda a aceptar las derrotas y el sufrimiento, sabiendo que el mal nunca tiene la última palabra ”

Ante una Plaza de San Pedro con miles de fieles y peregrinos de numerosos países, el Pontífice formuló la pregunta acerca de “¿cómo podemos entender si realmente tenemos fe, es decir, si nuestra fe, aunque pequeña como la semilla de mostaza, es genuina, pura, transparente?”.

El servicio es la medida de la fe

A lo que respondió que el mismo Jesús nos lo explica “al indicar cuál es la medida de la fe: el servicio”. Y aunque parezca un poco desconcertante, el Papa Bergoglio afirmó que el Señor pone de manifiesto el verdadero centro de esta enseñanza, que se refiere a “la actitud de disponibilidad del servidor”. De modo que – prosiguió – “Jesús quiere decir que así es el hombre de fe con Dios: se vuelve completamente a su voluntad, sin cálculos ni afirmaciones”.

Somos siervos inútiles

Después de recordar que esta actitud hacia Dios también se refleja en la forma de comportarse en la comunidad, “en la alegría de estar al servicio de los demás”, encontrando en esto la “propia recompensa y no en los reconocimientos y ganancias que pueden derivar de ella”, se refirió al final del relato evangélico:

“ Somos siervos inútiles. Hemos hecho lo que teníamos que hacer ”

Servidores inútiles – dijo también Francisco – es decir, “sin pretender que se lo agradezcan, sin reclamos. Somos siervos inútiles es una expresión de humildad y disponibilidad que es tan buena para la Iglesia y recuerda la actitud correcta para trabajar en ella: el servicio humilde del que Jesús nos dio el ejemplo, lavando los pies de los discípulos”.

Y antes de rezar la antífona mariana manifestó su deseo de que “la Virgen María nos ayude a seguir por este camino, mujer de fe. Nos dirigimos a Ella en vísperas de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, en comunión con los fieles reunidos en Pompeya para la tradicional súplica”.

Saludos del Santo Padre

Tras el rezo de la oración del Ángelus el Papa Francisco recordó que acababa de concluir, en la Basílica de San Pedro, la celebración eucarística de apertura de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica. Y explicó:

“ Durante tres semanas los Padres sinodales, “reunidos en torno al Sucesor de Pedro, reflexionarán sobre la misión de la Iglesia en la Amazonía, sobre la evangelización y sobre la promoción de una ecología integral ”

Acompañar los trabajos del Sínodo con la oración

Por esta razón pidió a los fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro y a quienes lo seguían a través de los medios de comunicación que “acompañen con la oración este importante evento eclesial a fin de que se lo viva en comunión fraterna y en la docilidad al Espíritu Santo, que siempre muestra los caminos para el testimonio del Evangelio”.

Después de agradecer la presencia de los tantos peregrinos procedentes nos sólo de Italia, sino también de diversos países, el Pontífice saludó a algunos de los grupos presentes, entre los cuales diversos alemanes, argentinos e italianos. Y, como es costumbre deseó a todos un feliz domingo, con la petición de rezar por él.

El Rosario, Evangelio hecho oracion

Esta hermosa forma de devocion a la Virgen es el Distintivo y compendio del culto Mariano


El mes de octubre nos ofrece la oportunidad, una vez más, de invitar a todo el pueblo cristiano a practicar una forma de oración que es, justamente, muy amada por la piedad católica y que no ha perdido nada de su actualidad, en medio de las dificultades de la hora presente: me refiero al rosario de la santísima Virgen María (Pablo VI, exhortación apostólica Recurrens mensis october, 7 de octubre de 1969).

Cuatrocientos veintinueve años han pasado desde que las tropas aliadas de España, Venecia, Génova y otras repúblicas italianas, alentadas por el Papa Pío V, infligieran una pesada derrota a los ejércitos de la Media Luna en el golfo de Corinto: victoria de las armas cristianas más conocida con el nombre de Lepanto, 7 de octubre de 1571. Ese día, primer domingo de octubre, las campanas de la Ciudad Eterna anunciaron ruidosa y alborozadamente la alegre y trascendental noticia.

Rezaba toda la cristiandad. Rezaba el Papa Pío V; el primer Papa del rosario, que el 7 de octubre de 1572 instituyó la fiesta de Santa María de la Victoria. Gregorio XIII, un año después, sustituyó el nombre de esta fiesta por el de la Virgen del Rosario.

Estas fueron las palabras de la bula "Cayendo en la cuenta también de que el mismo día 7, que entonces fue primer domingo de dicho mes de octubre, todas las cofradías, establecidas por todo el mundo bajo la advocación de dicho Rosario, saliendo procesionalmente, según sus laudables normas y costumbres, elevaron a Dios piadosas oraciones, las cuales hay que creer que fueron muy provechosas para conseguir dicha victoria por la intercesión de la Santísima Virgen, hemos juzgado que haríamos una buena obra si, para conservar el recuerdo de tan gran victoria, evidentemente concedida por el cielo, y para dar gracias a Dios y a la Santísima Virgen, instituyésemos una fiesta solemne denominada del Rosario, que habrá de celebrarse el primer domingo del mes de octubre" (Monet Apostolus, 1 de abril de 1573).

"¿Queremos ser cristianos, es decir, imitadores de Cristo? Contemplemos a María" (Pablo VI, 24 de abril de 1970). Cualquier consideración, ya sea dogmática, litúrgica, pastoral o espiritual con respecto a María debe estar relacionada con Cristo.

No hay culto mariano verdadero, no existe devoción auténtica a la Madre de Jesús si no está fundada y se origina en Cristo. Y el rosario es el "distintivo y compendio del culto mariano" (León XIII Optimae quidem spei, 21 de julio de 1891). No debe, pues, esta devoción desligarse del auténtico culto cristiano, que es trinitario y cristológico (significados en el rosario por el rezo del Padre nuestro y del Gloria).

El rosario debe, por ello mismo, estar íntimamente unido a Jesús, porque el rosario es eminentemente evangélico. El rosario es el Evangelio hecho oración.
Una oración contemplativa

Es la contemplación no solamente de las maravillas realizadas por Dios en María, sino, sobre todo y principalmente de los eventos salvíficos de Cristo, enunciados en expresiones sencillas y sintéticas: en esos acontecimientos de la historia de la salvación la presencia de María es obligada, por cuanto su actuación en los misterios de la redención fue históricamente determinante.

La Perfectae caritatis afirma que la contemplación es una adhesión a Dios con la mente y con el corazón (cf. n. 5). Es una forma de oración que tiene como contenido el misterio del reino de Dios, presente en el alma, y que pretende e invita a adherirse con mayor firmeza y de forma personal a él por una profundización en la fe. Pero la contemplación no debe reducirse a un mero ejercicio silencioso de la inteligencia ni a una mera ráfaga de sentimientos y afectos: comprende todo la persona y debe, al mismo tiempo, concluir en un compromiso concreto de santidad, de vida de gracia, porque María, libre de todo pecado, quiere conducirnos al apartamiento del pecado (perdona nuestras ofensas, ruega por nosotros pecadores). Ambas dimensiones de la contemplación están presentes en el rosario. Por una parte, se afirman las verdades más esenciales del evento redentor de Cristo y, por otra, el corazón suplica repetida y ardientemente a María que esta verdad fundamental -que no es otra que el kerigma de la primera comunidad-, es decir, la salvación, se realice por medio de su poderosa y maternal intercesión.

Si se suprime este carácter de contemplación así entendida, el rezo del rosario puede correr el riesgo de recitarse de forma mecánica, superficial, como mera repetición de unas fórmulas que se aprendieron de memoria, pero carentes de un auténtico espíritu de oración.

El rosario es, a su vez, una oración hecha súplica. Cuando Clemente VII aprobó en 1534 las cofradías del Rosario, justificaba su institución porque consideraba que el rosario era una oración muy "saludable y fructuosa" y su rezo "ha obtenido grandes bienes" (Etsi temporatium).

Grandes bienes y saludables frutos pueden considerarse: la victoria contra las herejías, la extensión de las fronteras del Reino, el restablecimiento y conservación de la fe, el rechazo de las tentaciones, la paz entre las naciones y la concordia familiar, el aumento de la piedad, el alejamiento de los peligros de la Iglesia, el detenimiento de la justificada ira de Dios, la apertura de las almas al arrepentimiento y a la conversión, la exhortación a la confianza en Dios, la aceptación del sufrimiento, el alivio espiritual y confianza en Dios de los moribundos, la liberación de las almas del purgatorio.

Estos y otros muchos frutos son enumerados en las numerosas intervenciones de los Sumos Pontífices, que con constante solicitud han impulsado el rezo del rosario.

Para la sociedad actual, tan pragmática y positivista, toda esta enumeración de bienes -que no son fruto de épocas pasadas; todo lo contrario, la historia actual de la Iglesia avala ricamente la potencia del rosario-, podría parecer exagerada. Sin embargo, tiene su garantía en la misión medianera de María que "la ejerce continuamente en nuestro favor delante del trono de Dios" (León XIII, lucunda semper, 8 de septiembre de 1894).

Para muchos de nuestros fieles es una de las prácticas de devoción que alimenta diariamente su vida cristiana. Con razón se llama al rosario la oración de los pobres, del pueblo humilde, de quienes no alcanzan otros niveles de oración, o no saben o no se atreven a otras formas de piedad.

A este respecto me permito contar algo que me ocurrió el mandar, a un penitente, como satisfacción por sus pecados, dos Ave Marías y dos Gloria al Padre. El penitente me respondió que el Ave María sí lo sabía, pero que no se acordaba del Gloria al Padre. Sin duda que el penitente no se habla olvidado el Ave María por las innumerables veces que la habla repetido en el rezo del rosario. Dejo entre admiraciones el que no se acordara que todo misterio concluye con el Gloria el Padre.

Rezar el rosario como oración de intercesión es recordar nuestra fe en la vida eterna, creer en la comunión de los santos y sobre todo es tener la certeza de que "la maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su Asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su intercesión los dones de la salvación eterna" (Lumen gentium, 62).

Por todo esto, Juan Pablo II continuamente nos propone, como Maestro y Pastor de todo el rebaño de Cristo, el rezo del rosario, dado que contiene tantos valores evangélicos y espirituales que conservan y fortalecen el camino del cristiano.

Si en el rosario encontramos a Jesús, a través de los misterios de su encarnación, en este mes de octubre del Año jubilar, por medio del rezo del rosario, debemos también encontrar a María. Es de desear que, entre los frutos de este año de gracia, juntamente con un amor más fuerte por Cristo, también esté presente el fruto de una renovada piedad mariana. (Juan Pablo II, homilía de la santa misa como conclusión del XX Congreso mariológicomariano internacional y del jubileo mundial de los santuarios marianos).

¿Se puede ofrecer Misas también por los vivos?

Organizar Misas para los vivos es un significativo acto de caridad


En los tiempos de los Macabeos (Antiguo Testamento) los líderes del pueblo de Israel afirmaban la eficiencia de las oraciones ofrecidas por los muertos para que aquellos que habían partido de esta vida, encuentren el perdón por sus pecados y la esperanza de la resurrección eterna (ver 2Mac 12,43-46).

En el Nuevo Testamento hay varios pasajes que indican un proceso de purificación después de la muerte. Por ejemplo cuando Jesucristo declara “Y quien hable una palabra contra el Hijo del Hombre, será perdonado: pero aquel que hable una palabra contra el Espíritu Santo, no será perdonado ni en este mundo ni en el que vendrá” (Mt 12,32). Habla de un perdón o no perdón posterior a esta vida.

La Tradición de la Iglesia, que se remonta hasta los primeros años del cristianismo, confirma la creencia en el Purgatorio y la conveniencia de orar por nuestros difuntos.

El testimonio de la Tradición llega hasta nosotros por una triple vía:

1) La costumbre de orar por los difuntos en los actos litúrgicos y de forma privada.
2) Los escritos patrísticos y los santos hablan de la existencia de las penas del purgatorio.
3) Los testimonios arqueológicos como epitafios e inscripciones funerarias, en ellos se manifiesta la fe en una purificación posterior a esta vida.

En las catacumbas o cementerios de los primeros cristianos, hay aún esculpidas muchas oraciones primitivas, lo que demuestra que los cristianos de los primeros siglos ya oraban por sus muertos.

Los primeros misioneros que evangelizaron América introdujeron la costumbre, aún presente en muchos lugares, de rezar una Novena en la que los familiares se congregan para acompañar a los deudos y ofrecen a Dios oraciones por el difunto.

También la Iglesia, desde tiempo antiguo, introdujo la costumbre de celebrar el día 2 de noviembre dedicado a los difuntos, día en el que los católicos vamos a los cementerios y, junto con llevar flores, elevamos una oración por nuestros seres queridos. La Iglesia Católica observa esta costumbre en todas partes; y si ella no creyera que se les perdonan los pecados a los fieles difuntos, no ofrecería por ellas el sacrificio a Dios. Según nuestra fe católica, se pueden ofrecer oraciones, sacrificios y Misas por los muertos, para que sus almas sean purificadas de sus pecados y puedan entrar cuanto antes a la gloria a gozar de la presencia divina.

Y ¿Por qué esperar a que alguien muera para celebrar Misa por él? En los velatorios, no es raro escuchar a alguien comentar con remordimiento que hubiera estado mejor si todas las flores en la habitación se hubieran mandado a las personas mientras estaban vivas, y es una gran verdad. Pero lo mismo podríamos decir de las Misas de difuntos.

Hacer el esfuerzo de organizar Misas para los vivos es un significativo acto de caridad y, puesto que la Misa es el acto de oración más poderoso en el que podamos participar para rogar por otra persona, es un profundo acto de misericordia, independientemente de qué edad tenga o en donde esté. Es bueno mandar celebrar Misas para los vivos, amigos y familiares, incluso extraños de los que has oído hablar o sobre los que has leído y que estén pasando por un mal momento o se encuentran en medio de un tragedia. Esto es un acto de amor para con ellos.

¿Por qué nos persignamos antes de leer el Evangelio en Misa?

En ese momento, expresamos que, el relato del Evangelio que estamos por escuchar


En Misa, luego de que se leen la primera y segunda lectura junto con el salmo, llega el momento de leer el Evangelio. El sacerdote cuando está frente al ambón, mientras signa el misal dice: “Lectura del Santo Evangelio según San…” y al mismo tiempo los fieles hacemos la señal de la Cruz sobre la frente, la boca y el pecho. ¿Por qué hacemos este gesto y cuál es su sentido?

La Instrucción General del Misal Romano establece: “Ya en el ambón, el sacerdote abre el libro y, con las manos juntas, dice: El Señor esté con ustedes; y el pueblo responde: Y con tu espíritu; y en seguida: Lectura del Santo Evangelio, signando con el pulgar el libro y a sí mismo en la frente, en la boca y en el pecho, lo cual hacen también todos los demás. El pueblo aclama diciendo: Gloria a Ti, Señor” (IGMR 134).

Este gesto que hacemos todos los fieles junto con el sacerdote, no debe ser pasado por alto ni visto como un simple rito que hay que seguir. En ese momento, cuando nos hacemos esas señales de la cruz, expresamos que, el relato del Evangelio que estamos por escuchar, penetre nuestra mente y se aloje en nuestros labios, para luego salir a compartirlo a los demás; y que al mismo tiempo, permanezca en nuestro corazón como un fuego que no se apaga.

A través de cada lectura que se lee en la celebración somos testigos de la historia del plan de la salvación que Dios ha trazado. Además de que en ellas, Él guarda un mensaje para todos nosotros, pero de especial modo en el santo Evangelio, Cristo mismo se hace vivo y presente.

Al compartir y escuchar juntos la Palabra de Dios, nos convierte en luz para iluminar a los demás. Por eso, debemos acogerla tanto en la mente como en el corazón, para una vez conocida y comprendida, salgamos a proclamarla, tarea de todo bautizado. Todo esto, siempre bajo la luz del Espíritu Santo, autor e inspiración de quienes la escribieron.

¿Qué pasa en tu corazón después de que escuchas la Palabra de Dios? Su lectura no puede dejarnos indiferentes, pues debe invitarnos a examinar cómo estamos llevando nuestra vida y cómo vivimos nuestra fe. Ya nos dice San Pablo: “Es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón” (Hb 4,12).

En cada lectura del Evangelio, Cristo toca la puerta de nuestro corazón, para habitar con nosotros y llenarnos totalmente, ábrele la puerta y hazlo partícipe de ti. Recuerda sus palabras: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20).
 

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