Jesús padece en los que sufren la indiferencia anestesiante de nuestra sociedad
- 19 Octubre 2019
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Memoria Litúrgica, 19 de octubre
Presbítero y Fundador
El místico del Calvario
Martirologio Romano: San Pablo de la Cruz, presbítero, que desde su juventud destacó por su vida penitente, su celo ardiente y su singular caridad hacia Cristo crucificado, al que veía en los pobres y enfermos. Fundó la Congregación de los Clérigos Regulares de la Cruz y de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. (1775)
Fecha de beatificación:1 de mayo de 1853 por el Papa Pío IX Fecha de canonización: 29 de junio de 1867 por el Papa Pío IX
Etimológicamente: Pablo = Aquel que es pequeño o débil, es de origen latino.
Breve Biografía
El día 3 de enero de 1694 en la pequeña ciudad Ovada, cerca de Alejandría. al norte de Italia, nació Pablo Francisco Danei Massari. Es el siglo XVIII, también llamado "siglo de las luces" pues, en general, se pensaba que la inteligencia humana es la única autoridad y que la fe y la revelación son un obstáculo al desarrollo de la humanidad.
Pablo vivió su niñez en un hogar auténticamente cristiano, desde el cual experimentó las alegrías y los sufrimientos de la vida: de 16 hijos del matrimonio Lucas Danei y Ana María Massari sólo sobrevivieron 6. No faltaron también las dificultades económicas, por lo que la familia tuvo que cambiar continuamente de domicilio en busca del trabajo. Pablo, quien desde muy pronto debió ayudar a su padre, no pudo asistir con regularidad a la escuela.
El gran testimonio de la fe cristiana de Ana Maria -su madre- ejerció gran influencia en la educación religiosa de Pablo, a la que éste correspondió con una respuesta generosa.
A los 19 años, en 1713, el joven Pablo tomó la primera gran decisión de su vida. La predicación de un sacerdote o una charla espiritual con él le impresionó de tal forma que, profundamente emocionado y arrepentido, hizo confesión general de sus pecados y decidió consagrar su vida a Dios de un modo más radical y absoluto. Él mismo llamará después a este momento su "conversión a penitencia ".
Años más tarde, cuando en 1716 el Papa Clemente XI invitó a la cristiandad a una cruzada contra los turcos, Pablo creyó oír en esto la voz de Dios, pues quería morir mártir y se alistó voluntario, pasando algún tiempo en cuarteles y campamentos. Convencido de que éste no era el servicio que Dios le pedía, regresó a la casa de sus padres a quienes siguió ayudando en sus necesidades, dedicaba muchas horas a la oración, participaba diariamente en la misa y se entregaba a duras penitencias.
Pablo Francisco tenía 26 años sus hermanos habían crecido y sus padres no necesitaban tanto de su de ayuda. Por este tiempo, sintió la llamada de Dios a fundar una orden religiosa: "... sentí mi corazón movido por el deseo de retirarme a la soledad; ... me vino la inspiración de llevar una túnica, de andar descalzo, vivir en estrechísima pobreza y llevar, con la gracia de Dios, vida de penitencia; ...me vino la inspiración de reunir compañeros para vivir con ellos promoviendo en las almas el santo temor de Dios; me vi en espíritu vestido de una túnica negra, con una cruz blanca sobre el pecho, y bajo la cruz escrito el nombre santísimo de Jesús con letras blancas...
El 22 de noviembre de 1720 Pablo se despidió de su familia y se dirigió a su obispo, Mons. Gattinara, en Alejandría. Este, en una ceremonia sencilla y en su capilla privada, revistió a Pablo de la Cruz con el hábito negro de ermitaño. Las seis semanas siguientes del 23 de noviembre de 1720 al 1 de 1721, las vivió en el trastero de la sacristía de la Iglesia de San Carlos, de Castellazzo, en las más precarias condiciones de alojamiento. Son como los ejercicios espirituales preparatorios para su misión de ermitaño y fundador . En adelante su apellido será "de la Cruz".
Por orden de su obispo, Pablo de la Cruz consigna por escrito los sentimientos y vivencias interiores de esos días en un "Diario espiritual". En él vemos a qué grado de oración ha llegado ya, así como las grandes líneas de la doctrina espiritual que vivirá y enseñará durante los 55 años siguientes. En las anotaciones del primer día aparece ya la idea fundamental y programática de toda su vida: "No deseo saber otra cosa ni quiero gustar consuelo alguno; sólo deseo estar crucificado con Jesús ".
Acabados estos días el Pablo de la Cruz pasó los meses siguientes en distintas ermitas de las cercanías viviendo en soledad; daba catecismo a los niños en los lugares vecinos, predicaba los domingos e incluso dio una misión. Quiso ir a Roma para pedir personalmente al Papa le aprobara las Reglas de la nueva Orden religiosa, misma que escribió durante los 40 días de Castellazzo. En Septiembre de 1721 se dirigió a Roma, pero sufrió una gran desilusión. Es rechazado por los guardias de Papa con palabras no muy amables. Aunque profundamente decepcionado, no se desanimó. En la Basílica María la Mayor hizo un voto especial: “dedicarse a promover en los fieles la devoción a la Pasión de Cristo y empeñarse en reunir compañeros para hacer esto mismo”.
A su vuelta a Castellazzo, se les unió su hermano Juan Bautista que, lleno de los mismos ideales, fue hasta su muerte en 1765 el compañero fiel de Pablo. Durante los años siguientes vemos a los dos experimentar la Regla pasionista en diferentes ermitas y colaborando con las parroquias vecinas mediante el catecismo y la predicación.
Tras la etapa eremítica Pablo de la Cruz creyó necesario que él y su hermano vivieran en Roma para conseguir de la Santa Sede la aprobación de las Reglas; por eso prestaron sus servicios en el Hospital de San Gallicano cuyo Director les aconsejó hacerse sacerdotes. Después de un breve curso de Teología pastoral, en junio de 1727 los dos hermanos Danei fueron ordenados sacerdotes en la Basílica de San Pedro por el Papa Benedicto XIII.
Siguiendo su gran impulso a vivir en la soledad y a reunir más compañeros formando la primera comunidad los dos hermanos se dirigieron al Monte Argentario, unos 150 Kilómetros al norte de Roma, junto a la costa. Ahí vivieron en una pequeña ermita. El aumento de candidatos hizo pequeño el local, y construyeron el primer convento de la naciente Congregación, el cual, por innumerables dificultades, fue inaugurado hasta 1737.
Pero faltaba todavía la aprobación de las Reglas o Una comisión de cardenales nombrada para su estudio suavizó algo su gran austeridad, y en mayo de 1741 fueron aprobadas por Benedicto XIV; habían transcurrido 21 años desde que fueron escritas el nombre de la nueva orden religiosa sería: ”Congregación de la Santísima cruz y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo”, título que expresaba claramente su peculiaridad en la Iglesia. Los Religiosos Pasionistas anunciarán por todas partes el misterio de la Cruz y Pasión de Jesucristo a lo cual se obligarían por el voto específico.
Pablo de la Cruz encontró el sentido completo de su existencia en la Memoria de Jesús Crucificado, quien dio su vida por todos nosotros (Jn 3,16). En su asidua contemplación del crucificado, Pablo encontró un camino de acceso al misterio de Dios que es vida y amor, y que desea destruir el peso del pecado y del sufrimiento. Él descubrió que Dios está más cerca de los pobres, de los que no tienen nada, y sintió la urgencia de salir a su encuentro para esto: voz anunciarles al Dios de la vida.
Fundó la Congregación de la Pasión con la esperanza de que continuara haciendo presente al Crucificado, que pronuncia su juicio sobre el pecado del mundo, que es la causa de la injusticia y del sufrimiento de muchos hermanos y hermanas, y hace al hombre capaz de amar de un modo nuevo. Quiso que la Congregación fuera un signo humilde del grande Amor de Dios.
A lo largo de su vida -murió a los 82 años-, Pablo de la Cruz fundó 11 conventos. En 1771, el santo, ya anciano, inauguró el primer monasterio de religiosas pasionistas de clausura, que vivirían el mismo espíritu según la Regla escrita también por él.
Además de fundador, Pablo de la Cruz, fue predicador de misiones populares y gran director espiritual. Poseía cualidades muy especiales para esto: voz potente, agradable presencia física, dotes retóricas extraordinarias. Pero lo que más impactaba de él era su testimonio de íntima unión con Dios, su devoción y su santidad.
Por su gran actividad apostólica -200 misiones y 80 tandas de ejercicios espirituales- mantuvo contacto con gran número de personas que solicitaban su consejo en la vida espiritual, a quienes él sirvió especialmente por correspondencia.
El 18 de octubre de 1775 pasó Pablo a la Casa del Padre con una muerte tranquila y santa en el convento de los Santos Juan y Pablo en Roma. Así terminaba su larga vida de trabajos y sufrimientos por Cristo y por el prójimo. Fue beatificado por Pío IX el 1 de mayo de 1853; fue canonizado por el Papa el 29 de junio de 1867.
Santo Evangelio según san Lucas 12, 8-12. Sábado XXVIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame el valor de reconocerme cristiano ante mis propios temores. Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 8-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo les aseguro que a todo aquel que me reconozca abiertamente ante los hombres, lo reconocerá abiertamente el Hijo del hombre ante los ángeles de Dios; pero a aquel que me niegue ante los hombres, yo lo negaré ante los ángeles de Dios. A todo aquel que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero a aquel que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará. Cuando los lleven a las sinagogas y ante los jueces y autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que convenga decir”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En las vísperas de la jornada mundial de las misiones recuerdo los tiernos momentos de mi infancia donde mis papás me llevaban a compartir los juguetes que ya no ocupaba y darlo a los demás niños. Recuerdo que una vez intenté remendar un peluche que tenía un pequeño agujero; sinceramente, quedó peor y me decidí a darlo a un niño orgulloso de mi gran proeza. De todos los juguetes fue lo último que quedó, nadie lo quería, quién quiere un oso de peluche con una oreja fea. Triste porque nadie aceptaba mi osito, me quise ir, de pronto se acerca un niño corriendo, preguntando donde habían dado este osito tan «lindo», se lo di con cierta desgana, pues era lo único que quedaba. Lo que le más le había gustado a este chico era la cruz que tenía el osito en la oreja, una cruz roja. El niño pensó en un osito católico, y pensó en el niño que le había dado ese osito que llevaba una cruz al pecho. Años después ese chico era uno de los que más quería ayudar en la iglesia del pueblo. Lo que menos nos damos cuenta es lo que mejor comunicamos. Somos ese niño con la cruz al pecho en una sonrisa, en una mirada de atención, en un momento de escucha… Llevemos esa cruz en nuestras vidas y anunciemos con nuestras obras, aunque estemos cansados, fatigados o fastidiados, que Jesús está en la cruz por amor a nosotros. «El camino de Jesús hacia el Calvario es un camino de sufrimiento y soledad que continúa en nuestros días. Él camina, padece en tantos rostros que sufren la indiferencia satisfecha y anestesiante de nuestra sociedad, sociedad que consume y que se consume, que ignora y se ignora en el dolor de sus hermanos. También nosotros, tus amigos Señor, nos dejamos llevar por la apatía, la inmovilidad. No son pocas las veces que el conformismo nos ha ganado y paralizado. Ha sido difícil reconocerte en el hermano sufriente: hemos desviado la mirada, para no ver; nos hemos refugiado en el ruido, para no oír; nos hemos tapado la boca, para no gritar. Siempre la misma tentación. Es más fácil y «pagador» ser amigos en las victorias y en la gloria, en el éxito y en el aplauso; es más fácil estar cerca del que es considerado popular y ganador». (Discurso de S.S. Francisco, 25 de enero de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama. Señor, que el amor que Tú me tienes lo pueda transmitir a cuantos me rodean y sea capaz de ser una cruz de salvación, anunciando orgulloso Tu nombre.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación. Hoy iré a una Iglesia, buscaré lo que más me cuesta vivir del Evangelio y pediré la gracia a Dios para poder hacerlo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Cuál es el pecado contra el Espíritu Santo?
Este pecado corta todas las vías para el arrepentimiento y la vuelta a Dios
Pregunta:
Me interesaría saber cuál es el pecado contra el Espíritu Santo. He sentido hablar sobre él en una reunión, pero no entiendo a qué se refiere.
Respuesta:
Estimado amigo:
La expresión “pecado contra el Espíritu Santo” está tomada del Evangelio, en el cual leemos en Mt 12,32:
Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada. Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará en este mundo ni en el otro.
Hay que tener en cuenta que estas palabras las pronuncia Cristo después que los fariseos intentan desacreditar sus milagros diciendo que los obra por el poder de Beelzebul, Príncipe de los demonios (Mt 12,24). Algunos Santos Padres, como Atanasio, Hilario, Ambrosio, Jerónimo y Crisóstomo, consideraron que este pecado es aquella blasfemia que atribuye las obras del Espíritu Santo a los espíritus diabólicos (como ocurre en el episodio relatado en el Evangelio). San Agustín enseñó, en cambio, que este pecado es cualquier blasfemia contra el Espíritu Santo por quien viene la remisión de los pecados. Muchos otros después de San Agustín lo identificaron con todo pecado cometido con plena conciencia y malicia (y se llamaría “contra el Espíritu Santo” en cuanto contraría la bondad que se apropia a esta divina Persona).
Santo Tomás, complementando estas tres interpretaciones señaló que el “pecado contra el Espíritu Santo” es todo pecado que pone un obstáculo particularmente grave a la obra de la redención en el alma, es decir, que hace sumamente difícil la conversión al bien o la salida del pecado; así:
(1) Lo que nos hace desconfiar de la misericordia de Dios (la desesperación que excluye la confianza en la misericordia divina) o nos alienta a pecar (la presunción, que excluye el temor de la justicia).
(2) Lo que nos hace enemigos de los dones divinos que nos llevan a la conversión: el rechazo de la verdad (que nos lleva a rebatir la verdad para poder pecar con tranquilidad) y la envidia u odio de la gracia (la envidia de la gracia fraterna o tristeza por la acción de la gracia en los demás y por el crecimiento de la gracia de Dios en el mundo).
(3) Y finalmente, lo que nos impide salir del pecado: la impenitencia (la negativa a arrepentirnos y dejar nuestros pecados) y la obstinación en el mal (la reiteración del propósito de seguir pecando).
Evidentemente a este pecado no se llega de repente, sino después de haberse habituado en el pecado. La malicia de este pecado implica muchos otros pecados que van deslizando al hombre hasta rechazar la conversión. Dice Nuestro Señor que este pecado no será perdonado ni en este mundo ni en el otro (Mt 12,32). No quiere decir esto que este pecado no “pueda” ser perdonado por Dios, sino que de suyo no da pie alguno para el perdón (corta todas las vías para el arrepentimiento y la vuelta a Dios). Sin embargo, nada puede cerrar la omnipotencia y la misericordia divina, que puede causar la conversión del corazón más empedernido así como puede curar milagrosamente una enfermedad mortal.
La comida que se desperdicia es pan para los pobres
El Papa en mensaje a la FAO
Con ocasión de la Jornada Mundial de la Alimentación, el Papa Francisco dirigió un mensaje a la FAO en el que destacó el papel de la familia en la lucha contra el hambre, a la vez que pidió no olvidar que los alimentos que se acumulan y desperdician “es el pan de los pobres”.
En el mensaje dirigido a Qu Dongyu, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Papa señaló que “a pesar de los esfuerzos realizados en las últimas décadas, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible [cuyo segundo objetivo es el ‘hambre cero’] sigue siendo un programa por realizar en muchas partes del mundo”.
Francisco indicó que mientras hay 820 millones de personas hambrientas, al otro lado de la balanza hay “casi 700 millones de personas con sobrepeso, víctimas de hábitos alimenticios inadecuados”.
En ese sentido, apeló a una labor que fortalezca “la confianza y la relación de amistad entre los pueblos”, y que deje de lado los intereses particulares, pues “resulta cruel” que a pesar de haber suficientes alimentos, “no todos tengan acceso a ellos, o que existan regiones del mundo en las que la comida se desperdicia, se desecha, se consume en exceso o se dedican alimentos a otros fines que no son alimenticios”.
Es necesario, indicó, “impulsar ‘instituciones económicas y cauces sociales que permitan a los más pobres acceder de manera regular a los recursos básicos’”.
“La lucha contra el hambre y la desnutrición no cesará mientras prevalezca exclusivamente la lógica del mercado y se busque sólo la ganancia a toda costa, relegando los alimentos a un mero producto de comercio, sujeto a la especulación financiera y distorsionando su valor cultural, social y marcadamente simbólico”, señaló el Pontífice.
Francisco dijo que “la primera preocupación ha de ser siempre la persona humana, especialmente quienes carecen de alimentos diarios y que a duras penas pueden ocuparse de las relaciones familiares y sociales”.
“Cuando se ponga a la persona humana en el lugar que le corresponde entonces las operaciones de ayuda humanitaria y los programas destinados al desarrollo tendrán una mayor incidencia y darán los resultados esperados. No podemos olvidar que lo que acumulamos y desperdiciamos es el pan de los pobres”, expresó.
Importancia de la familia
En su mensaje, el Papa Francisco agradeció a la FAO por dedicar “una atención especial a la tutela de la familia rural y a la promoción de la agricultura familiar”.
“En el ámbito familiar, y gracias a la sensibilidad femenina y materna, se aprende a disfrutar el fruto de la tierra sin abusar de él y se descubren las mejores herramientas para difundir estilos de vida respetuosos del bien personal y colectivo”, señaló.
Asimismo, advirtió que los hábitos alimenticios inadecuados que han llevado al sobrepeso a un sector de la población, “ya no son simplemente emblemas de la dieta de los ‘pueblos de opulencia’, sino que comienzan a habitar incluso en países de renta baja, donde se sigue comiendo poco y mal, copiando modelos alimenticios de las áreas desarrolladas”.
“Por causa de la malnutrición, las patologías vinculadas a la opulencia pueden derivar tanto en un desequilibrio por ‘exceso’, cuyos resultados son a menudo la diabetes, enfermedades cardiovasculares y otras formas de enfermedades degenerativas, como en un desequilibrio por ‘defecto’, documentado por el creciente número de muertes por anorexia y bulimia”, indicó.
Francisco dijo que es necesaria “una conversión de nuestro modo de actuar, y la nutrición es un punto de partida importante. Vivimos gracias a los frutos de la creación y estos no pueden reducirse a un simple objeto de uso y dominación”.
“Por esta razón, los trastornos alimentarios sólo se pueden combatir cultivando estilos de vida inspirados en una visión agradecida de lo que se nos da, buscando la templanza, la moderación, la abstinencia, el dominio de sí y la solidaridad: virtudes que han acompañado la historia del hombre”.
El Papa explicó que “se trata de volver a la simplicidad y a la sobriedad”, y vivir atentos a las necesidades del otro para así cimentar los de “una fraternidad que busque el bien común y evite el individualismo y el egocentrismo, que sólo generan hambre y desigualdad social. Un estilo de vida que nos permitirá cultivar una relación saludable con nosotros mismos, con nuestros hermanos y con el entorno en el que vivimos”.
Chicos y chicas felices, gozando de su paternidad
Hace poco, conociendo una iglesia, pude ver el bautizo de un bebé. El padre y la madre, tal vez de poco menos de 30 años, acompañados por un par de docenas de muchachos de esas mismas edades, casi todos casados, y varios con niños muy pequeños. Algunos abuelos, unos pocos hermanos y algunos novios. El sacerdote, obviamente feliz, trasmitía su alegría a esa pequeña congregación.
No puedo menos que reflexionar sobre este fenómeno de los jóvenes a los que llamamos Millenials, que van llegando a la edad de tener hijos. Mucho se habla de, y se critica a este grupo de edades: que si no se comprometen, que si le tienen temor al matrimonio y mucho más al compromiso que significa criar algunos hijos. Son la segunda o tercera generación después de la rebelión silenciosa contra las directrices de la Iglesia respecto al control natal. También la generación que ha vivido la aceptación del aborto como algo mucho más extendido.
Pero, sin embargo, allí están. Chicos y chicas felices, gozando de su paternidad. Formando grupos que salen juntos, se divierten juntos, y que se apoyan unos a otros en las mil y una pequeñas crisis de la crianza de un bebé.
Jóvenes mamás que se comunican a través de Facebook u otros medios de comunicación para compartir experiencias, darse apoyo, ayudarse mutuamente. Blogs dedicados a transmitir información confiable a las mamás y los papás en aspectos médicos. Grupos de ayuda mutua en la lactancia. En fin, los Millenials están encontrando nuevos modos de ayudarse en la alegre tarea de criar a los hijos.
Creo que hay otro aspecto. Se ha dicho, con razones, que los Millenials están apartados de la Iglesia. Que perciben falta de autenticidad en los que decimos creer en el catolicismo. Que las ceremonias, los rituales que han inspirado a muchas generaciones, ya no les dicen nada. Y creo que es así. Sin embargo, también es claro que el hecho de que la llegada de un hijo pudiera cambiar esa situación. La ternura, la fragilidad de una nueva criatura resuena en el corazón del papá y la mamá. Y ante una tarea que a veces se antoja compleja y difícil, muchos jóvenes matrimonios están regresando a la Iglesia.
Y no sólo para el bautismo: en algunas parroquias, en paralelo a la preparación para la primera comunión, se arman grupos de padres de familia para recibir también una catequesis qué, en muchos casos, no habían recibido desde su primera comunión. Esto, por supuesto, no es nada nuevo. Mi Abuelo fue un hombre radicalmente anticlerical. Tanto así, que se negó a ir a la boda de mi Madre, por no estar donde había sacerdotes. En un ambiente así, mi Madre fue educada sin religión. Mi Padre, sin embargo, sí insistió en que los hijos se bautizaran e hicieran la primera comunión. Y mi Madre, revisando nuestras lecciones del catecismo, encontró la fe que arraigó en ella de una manera profunda.
Sí, los bebés evangelizan a sus Padres. Tal vez por ello a este Mundo no le gusta que existan bebés en las familias. No es sólo la limitación del número de hijos, no es sólo la difusión de las ventajas las familias sin responsabilidades paternas. Se percibe un rechazo a los niños. Ejecutado, desgraciadamente, en hechos tan terribles como el aborto, la trata de menores y la pederastia.
A mí me alegra profundamente ver a estos chicos y chicas Millenials disfrutando de su paternidad. Ellos son, nos guste o no, el futuro de la Iglesia, el futuro de la Patria. Y qué mejor cimiento para ese futuro que la felicidad de sus niños y de sus relaciones de pareja.
¿Qué podemos hacer otras generaciones para ayudarles? Probablemente lo más difícil, pero indispensable, es ganarnos su confianza. Mostrarles nuestra alegría al verlos felices, hacerles notar el amor en la mirada de sus bebes cuando ven a su padre o a su madre. No imponer, no señalar, no criticar. Ser congruentes. No insistir en los errores. Acompañarlos, dice el Papa Francisco, con mucha razón.
¿Por qué se llaman "misterios" las estaciones del Rosario?
¿Te has hecho esta pregunta? Aquí está la respuesta que buscabas
Entre las diferentes acepciones con los cuales podemos definir la palabra misterio, encontraremos múltiples opciones, sin embargo aquí presentamos la definición que mas se ajusta a la respuesta que buscamos: “Cada uno de los pasos de la vida, pasión y muerte de Jesucristo, cuando se consideran por separado”.
El termino misterio pasó a designar las imágenes de Jesucristo, y, cuando la imaginería mostraba una serie de imágenes con las diversas etapas de su vida, se designó “misterio” a cada una. De ahí pasó al rosario.
Los misterios Gozos son aquellos que “narran desde la Anunciación del Arcángel Gabriel a la Virgen y recorren la infancia de Jesús”.
Los misterios de Dolorosos “narran la Pasión y muerte de Jesús en la Cruz”.
Los misterios de Gloriosos “narran desde la Resurrección y Ascensión de Jesús, la venida del Espíritu Santo y la Asunción de la Virgen y su Coronación en los cielos”.
Por ultimo, los misterios de la Luz o luminosos que “completan el camino de la Redención contemplan el bautismo de Jesús, las Bodas de Caná (la familia), la Transfiguración y finalmente el gran misterio de la Institución de la Eucaristía”.
Guía para rezar el Santo Rosario
Tras una oración introductoria, se enuncia el “misterio” que corresponda, por ejemplo, en el primer misterio: “La Encarnación del Hijo de Dios”.
Después de una breve pausa de reflexión o de un ofrecimiento personal, se rezan: “un Padre nuestro, diez Avemarías y un Gloria”.
Novena a Señor de los Milagros
Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (19 al 27 de octubre)
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío. Por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón el haberos ofendido. Propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas ocasiones de ofenderos, confesarme bien, y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Amen.
Oración Preparatoria para todos los días
Adorabilísimo Jesús Crucificado, hijo de Dios vivo, que habéis venido del cielo a la tierra, y os habéis sacrificado, muriendo en una Cruz para salvarnos, yo os reconozco por mi verdadero Dios mi Padre, mi Salvador y mi Redentor, mi única esperanza en la vida y en la muerte, y mi única salvación posible en el tiempo y en la eternidad.
Me tengo por indigno, Señor y Dios mío, de presentarme ante vuestra Majestad por mi gran miseria y muchas culpas, pero ya me arrepiento de ellas y confiado en vuestra grande misericordia, acudo a Vos. Dios Todopoderoso y verdadero Señor de los Milagros, suplicando humildemente os dignéis hacer uso de vuestra omnipotencia, obrando milagros de misericordia en mi favor y en el de todos nosotros.
Aplacad Señor Misericordiosísimo vuestra justa indignación provocada por nuestros pecados, calmad las iras de la tierra, del mar, y de los elementos para que no seamos castigados con terremotos, tempestades, pestes, guerras, ni otras calamidades que de continuo nos amenazan, libradnos, Salvador nuestro amorosísimo, de todo mal y peligro en la vida y en la muerte, y obrad el mayor de vuestros milagros en favor nuestro, haciendo que os amemos y sirvamos de tal suerte en este mundo, que merezcamos veros y gozaros en el cielo, donde con el Padre y el Espíritu Santo vivís y reináis Dios, Uno y Trino, en infinita gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA PRIMERO
Considera Alma mía, cómo la devoción al Señor de los Milagros, ha sido siempre entre nosotros, y sigue siendo todavía, un medio de que se vale este Divino Señor para conceder especiales favores y gracias a los individuos, a las familias, y aún a todo el pueblo.
De las almas que acuden con fe y devoción a este Señor de los Milagros, podemos decir espiritualmente y en verdad, que los ciegos ven, los sordos oyen, los enfermos sanan, los muertos resucitan, y quienes se iban a perder, se salvan.
¿Y quién podrá decir los secretos milagros que hace este mismo Señor en favor de las familias que tienen la suerte de contar en su seno con alguna persona devota que a El acude con fe y confianza? La ciudad misma, tan expuesta a temblores de tierra, tal vez se hubiera arruinado mil veces y hubiéramos sido sepultados todos entre ruinas y escombros, si no fuera por la gran devoción a este Señor de los Milagros. ¿Y no es un verdadero milagro el que después de haber pecado no hayamos perecido para siempre y sin remedio? Sí, Dios mío, grande milagro de vuestra misericordia es el mantenernos vivos, capaces de salvación y penitencia cuando hoy más que nunca, merecemos vuestra justa indignación. Haced Redentor amabilísimo, que me aproveche de esta vuestra misericordia y me salve para siempre. Amén.
DÍA SEGUNDO
Consideración sobre la necesidad de acudir al Señor de los Milagros
Considera, alma mía, cuán grande necesidad hay de que se acuda con fe y confianza a implorar misericordia y perdón por los pecados a fin de que el Señor a quien tanto y tan gravemente ofende, no nos castigue, movido por su justa indignación, antes bien nos perdone y libre de los castigos que nuestros pecados merecen. O haberse hallado en Sodoma y Gomorra diez justos siquiera que rogaran al Señor, como refiere la Sagrada Escritura castigó Dios con terrible destrucción aquellas poblaciones pecadoras. En otra ocasión, debiendo el mismo Señor castigar a Jerusalén por ciertos pecados, sólo exigía del profeta Jeremías las oraciones y méritos de algún justo para usar misericordia. ¡Cuánto valen y de cuánto sirven las almas buenas que ruegan al Señor! Por ellas tiene Dios paciencia con todos nosotros y como dice en el Santo Evangelio: "no arranca la cizaña o arrancar con ella el trigo." Así por algunas personas piadosas que vengan a orar con mérito ante este Señor de los Milagros podrá ser que haya misericordia para todos y seamos libres de muchas y tremendas desgracias que nuestros pecados reclaman. Acude, pues, alma mía a este Divino Señor, llora tus pecados y los pecados de todos, a fin de que libre de todo mal seamos salvos en el tiempo y en la eternidad. Amén.
DÍA TERCERO
Consideración sobre los bienes que tenemos en el Señor de los Milagros
Considera, alma mía, como en Jesucristo Crucificado, verdadero Señor de los Milagros, tenemos todos los bienes que podemos desear y hemos de necesitar, y el mayor de todos los bienes, que es tener como cosa nuestra a este Divino Señor, Hijo de Dios vivo, e igual al Padre, en quién están encerrados todos los tesoros de grandeza, de riqueza y de gloria. El Padre celestial nos lo ha dado y El se ha entregado nosotros y se nos ha dado también haciéndose todo para todos. El es para nosotros cuanto hay de bueno y amable. Es nuestro Padre, nuestro Maestro, nuestro Amigo, nuestro Redentor, nuestro Bienhechor, nuestro Glorificador, nuestro Dios. Se nos dio por hermano y compañero en esta vida en su admirable nacimiento, se nos dio por manjar delicioso en la Sagrada Eucaristía, se nos dio por precio de nuestro rescate y medio de salvación en la muerte de cruz, y se da por premio y eterna gloria en la inmortalidad. ¡Oh si conocieses y comprendieras alma mía la grandeza de este don y los infinitos bienes que en él se encierran! Todo lo tenemos en El: no hay milagro que no nos pueda hacer, ni bien alguno, para nosotros, que no esté dispuesto a concederlo, si se lo pedimos con fe. ¡Oh Dios de mi alma! Haced que yo sea todo vuestro para que Vos, sumo bien, que encerráis todos los bienes, seáis todo mío en el tiempo y en la eternidad. Amén.
DÍA CUARTO
Consideración sobre los consuelos que tenemos en el Señor de los Milagros
Considera, alma mía, cuánta dulzura y consolidación se encuentra siempre en Jesucristo Crucificado. En El encontró la pobre Magdalena consuelo a su pena y satisfacción a su amor. En El halló, el arrepentido ladrón, el perdón de sus crímenes, el remedio de sus tristezas en su agonía y un paraíso de goces eternos por galardón. En El, como fuente inagotable de caridad y de amor, bebió en abundancia su discípulo amado, la vida y la consolidación. ¿Y no hace siempre este amantísimo Redentor, semejantes prodigios de misericordia y de amor hacia los que le invocan con fervor? A los pies de este Dios de consolidación, vienen los desgraciados pecadores a derramar su dolor con lágrimas y encuentran misericordia y compasión. De las manos benditísimas de este Señor Crucificado reciben los justos, con abundancia de gracias y bendiciones, el más poderoso y constante apoyo de su virtud. En el Sacratísimo Corazón de este Divino y amante Redentor podemos hallar todos nosotros raudales infinitos de ternura, compasión, misericordia, luz, gracia y amor. Alma mía, levántate de la postración en que te encuentras, corre a los pies de tu amantísimo Salvador, entre el espíritu por la abertura de su sagrado Corazón, bebe de la fuente de su divino amor en seta vida para que la goces con inefable hartura en la gloria eterna. Amén.
DÍA QUINTO
Consideración sobre la confianza que debemos tener en el Señor de los Milagros
Considera, alma mía, cómo Jesucristo Crucificado, con sus manos llagadas, su pecho herido y su corazón abierto nos declara de la manera más elocuente que no nos abandona, que nos ama siempre, que se sacrifica y muere por nuestra salvación. El nos repite las palabras llenas de ternura que decía a la multitud que le rodeaba: "Venid a mí todos los que estáis afligidos y padecéis trabajos y yo os consolaré." "Tengo sed de vuestro amor y deseo vuestra salvación", "Quiero recibiros en mis brazos y estrecharos sobre mi corazón. ¿Quién desconfiará teniendo un Redentor tan misericordioso? Además es nuestro Abogado delante del Padre Celestial y por eso nos dice el Apóstol San Juan: "Hijos míos, no pequéis, pero si alguno pecare, no desconfíe, porque tenemos por abogado ante el Padre a Jesucristo su Hijo." Y como nos aconseja el Apóstol San Pablo: "Teniendo un Pontífice y Medianero tan grande como Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que penetró en los cielos y está sentado a la diestra del Padre y es igual a El, acudamos con eterna confianza al trono de su misericordia, seguros de alcanzar las gracias que necesitamos". Este trono de misericordia se ofrece a nosotros en la sagrada Imagen del Señor de los Milagros. Entonces pues, alma mía, acude a este divino señor, segurísima de que todo cuanto pidas al Padre Celestial en su nombre se te concederá y El mismo te lo concederá. Si Dios mío, así lo creo porque Vos lo dijisteis, y así lo hago abriendo mi corazón y descubriendo humildemente mis necesidades para que Vos, Salvador del mío las remediéis y me salvéis eternamente. Amén.
DÍA SEXTO
Consideración sobre las virtudes que nos enseña El Señor de los Milagros
Considera, alma mía, cómo Jesucristo Señor Nuestro, nos da ejemplo de todas las virtudes que debemos practicar para conseguir nuestra salvación. El fue humilde con la más profunda e incomprensible humildad en su Encarnación. El fue humilde con la más profunda e incomprensible humildad en su Encarnación, fue pobre con asombrosa pobreza en su Nacimiento, obedecía a María y a José, a la vez que cumplía fielmente toda la Ley. ¡Cuán tierno fue este Divino Señor con los niños, cuán indulgente con los pobres pescadores, cuán Clemente con Magdalena, cuán bueno con Juan y cuán benigno y dulce con el mismo Judas! El permanecía tranquilo ante ultrajes, sufría con paciencia inalterable las contrariedades, amaba, tiernamente a la humanidad, amaba, principalmente en sus últimos instantes, bendecía con su bondadosas miradas, perdonaba a sus enemigos y moría por la salvación de todos los hombres. ¿Cómo quieres alma mía que El te atienda y proteja siendo tu conducta tan opuesta la suya? Aprende, pues, alma mía a ser buena como El, humilde como El, pobre y desprendida como El, obediente y mansa como El, paciente y misericordiosa como El, y si alguna vez fuese necesario sufrir y padecer, acuérdate que El, primero derramó su sangre y dio su vida por ti. ¡Oh Jesús de mi vida! Haced el gran milagro de reproducir en mí vuestras virtudes, de suerte que llegue a ser semejante a Vos en este mundo para que también lo sea eternamente en el Cielo. Amen.
DÍA SÉPTIMO
Consideración sobre la pasión de Jesucristo Señor de los Milagros
Considera, alma mía, lo mucho que padeció el Señor en su sacratísima Pasión. Míralo llegar al Huerto de Getsemaní con sus queridos discípulos y apartándose un poco de ellos, comenzar su oración, angustiarse profundamente, sudar sangre divina por todo su cuerpo y entrar en mortal agonía cayendo en el suelo oprimido por la consideración de nuestros pecados. Obsérvalo luego recibiendo el beso de Judas a la vez que entregado al poder de sus enemigos llevado preso por las calles de Jerusalén a los tribunales de Anás, Caifás, Herodes y Pilatos, despojando de sus vestiduras sagradas y atado a la columna de la flagelación, vertiendo a torrentes su sangre divina por horrible azotamiento. Sentado después en el banco de ajusticiado, fue escupido, abofeteado, burlado y coronado de espinas. Por fin sentenciado a muerte, obligado a llevar sobre sus hombros la Cruz en que ha de ser inmolado, cayendo bajo su peso enorme consolando a las piadosas mujeres que le siguen llorando, y en la cima del Calvario extendiendo sus brazos sobre la Cruz para ser crucificado, sufriendo en su cuerpo y alma lo que ya no se puede concebir y muriendo enclavado en la Cruz con un amor y una bondad jamás vista entre los hombres. ¡Oh Jesús mío Crucificado! No permitáis que sean inútiles para mí los grandes sufrimientos de vuestra Pasión Santísima. Por lo mucho que mi alma os ha costado, salvadla. Redentor amorosísimo, de todo pecado en esta vida y de la muerte eterna en la otra. Amén.
DÍA OCTAVO
Consideración sobre la Muerte de Jesucristo Señor de los Milagros
Considera, alma mía, cómo el milagro de los milagros de Jesucristo fue su muerte preciosísima. Nadie ni nada podía haberle quitado la vida, porque tenía potestad de dejarla y tomarla, era El mismo, la vida y manantial de toda clase de vida, pero se ofreció a la muerte para que nosotros, sin menoscabo de la justicia eterna, pudiéramos vivir eternamente. Murió en efecto por la fuerza de los dolores que padeció en la Cruz, y así sufrió desfallecimiento por la abundancia de sangre, que de sus heridas derramaba y, como sus venas se vaciaban de sangre, comenzó a desnudarse su divino rostro y languideció su sagrado cuerpo, hasta que, faltándole las fuerzas expiró… Las tinieblas se extendieron entonces sobre la tierra, se rompieron las piedras, abriéndose los sepulcros de algunos muertos y el velo del templo se rasgó en dos partes. El Centurión y los soldados, viendo los portentos de tan sangriento como sagrado espectáculo exclamaron: ¡Verdaderamente este era el Hijo de dios…! Y hasta la turba del pueblo, que había asistido a tan tremenda tragedia, se volvió a la ciudad hiriéndose los pechos en señal de dolor y sentimiento por la muerte del Señor Crucificado. ¡Oh Salvador del mundo! ¡No permitáis que sea yo más insensible que la tierra, más duro que los peñascos y más cruel que los verdugos que os sacrificaron! Haced en mi semejantes milagros cubriendo mi alma de tristeza santa por mis pecados, conmoviendo mi corazón con sentimientos de dolor y de amor y haciendo que yo no viva sino para Vos, que habéis muerto por mí, a fin de que llegue a gozaros en la gloria eterna. Amen.
DÍA NOVENO
Consideración sobre la Resurrección del Señor de los Milagros
Considera, alma mía como ese Señor y Dios nuestro, que murió en la Cruz, resucitó saliendo gloriosísimo del sepulcro, se apareció a la Virgen Santísima su divina Madre, a sus apóstoles y discípulos, conversó y trató familiarmente con ellos por espacio de cuarenta días, al fin de los cuales, viéndolo todos, subió a los cielos en admirable y gloriosa ascensión. De allí, del cielo ha de volver otra vez al mundo a juzgar a los vivos y a los muertos. Entonces saldrán de sus sepulcros los hombres de todos los tiempos y de todas las naciones para presentarse ante este Divino Señor que hará ostensible, con gran gloria y majestad, su justicia eterna y universal en la condenación de unos y en la salvación de otros.
Ante este Soberano Jesús comparecerán los judíos deicidas que le blasfemaron y crucificaron, los impíos y sacrílegos de todas las edades que le insultaron, todos los desgraciados pecadores que le despreciaron… También comparecerán los buenos, los Apóstoles, los Mártires, Confesores, Vírgenes y con ellos Ilustres penitentes, cuantos supieron arrepentirse a tiempo de sus pecados, cuantos le sirvieron y amaron. Y volviéndose hacia los buenos dirá: "Venid benditos de mi Padre, venid a poseer el reino de gloria que os está preparado desde el principio del mundo, entrad en la gloria de vuestro Dios y Señor"… ¡A los malos les dirá "Id, malditos de mi Padre, id al fuego eterno del infierno...!" E irán éstos al suplicio eterno y los justos a la eterna gloria. Así terminarán las cosas de este mundo en aquel grande día del juicio universal, en eso pararán todos los asuntos de la vida, tal será también nuestro destino, o gozar eternamente de Dios en el cielo, o padecer eternamente con los demonios en el infierno… ¡Oh Dios mío! Cómo he podido olvidarme de semejante asunto… Haced con vuestra gracia Salvador mío adorabilísimo que siempre os ame y sirva en este mundo, para que llegue a gozar con Vos y con los bienaventurados la eterna gloria del Cielo. Amen.
Oración a la Santísima Virgen María (Repítase al final de cada Novena)
¡Oh Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra! Por la gran bondad de vuestro maternal corazón oíd benigna los ruegos de todos nosotros que acudimos a vos, no nos abandonéis, dulcísima Virgen María ni consintáis en nuestra ruina y perdición.
Mirad con ojos de misericordia y compasión a nuestra ciudad de Lima y a todos sus moradores. ¿Qué sería de nosotros y qué valdría nuestras súplicas ante el Señor a quien tanto hemos ofendido, si no fuera por vuestra intercesión? Compadécete pues, misericordiosísima Madre nuestra, de estos desgraciados pecadores que, aunque tan ingratos, son hijos vuestros. Conseguidnos, una vez más el que hallemos gracia y misericordia delante del Señor: alcanzadnos los favores que pedimos en esta Novena y cuanto Vos sabéis que necesitamos, principalmente: el perdón de nuestros pecadores, el remedio de nuestras necesidades, la perseverancia en el bien, una santa muerte, y la gloria eterna del Cielo. Amen.
Medítese y pídase lo que se desea obtener del Señor por medio de esta Novena.
Luego se reza 5 Padrenuestros, 5 Ave Marías, y 5 Glorias en referencia a las cinco Llagas del Señor, y por tres veces la siguiente súplica:
Aplaca Señor tu ira, Tu justicia y tu rigor, Por tu Santísima Madre, ¡Misericordia Señor!