Murmuraban entre sí: "Este recibe a los pecadores y come con ellos"

Raimundo de Peñafort, Santo

Memoria Litúrgica, 7 de enero

Presbítero Dominico

Martirologio Romano: San Raimundo de Peñafort, presbítero de la Orden de Predicadores, eximio maestro en derecho canónico, que escribió de modo muy acertado sobre el sacramento de la penitencia. Elegido maestro general de la Orden, preparó la redacción de las nuevas Constituciones y, llegado a edad muy avanzada, se durmió en el Señor en la ciudad de Barcelona, en España. († 1275)

Patronazgo: Abogados, especialistas en derecho canónico y de las ciudades de Barcelona y Navarra en España.

Etimológicamente: Raimundo = Aquel que es protector o buen consejero, es de origen germánico.

Fecha de canoización: 29 de abril de 1601 por el Papa Clemente VIII.

Breve Biografía

Cuando Gregorio IX, de quien había sido un precioso colaborador, le comunicó su intención de nombrarlo arzobispo de Tarragona, la consternación de Raimundo de Peñafort fue tal que se enfermó. El humilde y docto sacerdote, que había nacido entre el 1175 y el 1180, había siempre rehusado honores y prestigio, pero no lo había logrado. Rechazando una vida cómoda y alegre (era hijo del noble castellano de Peñafort), se había dedicado desde muy joven a los estudios filosóficos y jurídicos; a los veinte años enseñaba filosofía en Barcelona, y a los treinta años, recién graduado, enseñaba jurisprudencia en Bolonia. El sueldo que obtenía por ello lo gastaba todo en socorrer a los necesitados.

Regresó a Barcelona por invitación de su obispo, quien lo nombró canónigo. Pero cuando los dominicos llegaron a esa ciudad, le invitaron a ingresar en sus filas y Raimundo, abandonándolo todo, entró a la Orden. Dieciséis años después, en 1238, fue nombrado Superior General, cargo que no pudo rehusar. Durante dos años visitó a pie los conventos de la Orden, después reunió el Capítulo general en Bolonia y presentó su renuncia. Así, a los setenta años de edad pudo regresar a la enseñanza y a la pastoral.

Nombrado confesor del rey Santiago de Aragón, no dudó en reprocharle su conducta escandalosa durante la expedición a la isla de Mallorca. Una leyenda cuenta que el rey había prohibido que las embarcaciones se dirigieran hacia España, y entonces, Raimundo, para manifestar su desacuerdo con el soberano, extendió su manta sobre el agua y sobre él navegó hasta Barcelona.

Una de sus obras apostólicas dignas de recordar son las misiones para la conversión de los hebreos y los mahometanos que vivían en España.

Según la tradición, se le atribuye el mérito de haber invitado a Santo Tomás de Aquino a escribir la Summa contra Gentiles, para que sus predicadores tuvieran un texto seguro de apologética para las controversias con los herejes e infieles. Él mismo redactó importantes obras de teología moral y de derecho, entre ellas la Summa casuum para la administración correcta y eficaz del sacramento de la penitencia.

Navegando sobre un escapulario de lana

Tomado de: Revista Heraldos del Evangelio,Enero/2005,

San Raimundo es uno de los más esplendorosos ejemplos de las palabras de Cristo: "El que cree en mí, hará también las obras que yo hago, e incluso otras mayores" (Jn 14 12).

El rey Jaime de Aragón era señor de la isla de Mallorca, ubicada en el Mediterráneo a 360 kilómetros de Barcelona. En uno de sus viajes allá invitó a Fray Raimundo, que en ese tiempo ejercía funciones de capellán de la corte. Durante el trayecto, el monarca cuya moralidad dejaba mucho que desear- intentó forzar la conciencia del santo, exigiéndole hacer vistas gordas a su mal proceder.

El hombre de Dios resistió con vigor, llegando al punto de pedir permiso para abandonar la nave en alta mar y volver a Barcelona. El rey negó su autorización a tamaña "locura", la que para el santo parecía cosa sencilla, dado que Jesús vino a sus discípulos "caminando sobre el mar" (Mt 14 25). Confiado en Dios, le dijo al monarca:

-Un rey de la tierra me cierra el paso, pero el Rey del Cielo ha de abrirme un camino mejor. O dicho de otro modo, ¡él mismo es mi camino!

Pero el rey amenazó al santo con la pena de muerte si trataba de huir; y al desembarcar en la isla, Fray Raimundo advirtió que una escolta armada se encargaba de custodiarlo para impedir su fuga.

Después de conquistar la confianza de los guardias con su acogedora bondad, les manifestó el deseo de rezar caminando por la playa. Consintieron. Al fin y al cabo, pensaban, ¿qué podría hacer aquel buen fraile desarmado para evadir la vigilancia? Tal razonamiento, muy válido para otros hombres, se mostró ilusorio contra el indomable santo.

Bajo la estupefacta mirada de los soldados, extendió su escapulario de lana sobre las aguas del mar, para luego "embarcarse" sobre él. A continuación se abrigó con una parte de su manto, e izó la otra punta con su bastón a la manera de una vela. El resto… sólo fue cosa de invocar el santo nombre de María, Señora de los vientos, de la que era un fiel devoto. Un soplo suave pero veloz impulsó el velero de Dios, y en menos de seis horas llegaba al puerto de Barcelona, venciendo milagrosamente los 360 km de distancia.

Era muy de madrugada cuando llegó a su convento. La gran puerta se abrió por sí sola, como brazos de madre recibiendo a un hijo largamente esperado. Se dirigió a su celda conventual, donde hasta las paredes parecían exultar de alegría. Al amanecer, con la modestia característica de los santos, fue a recibir la bendición del Superior y comunicarle que su misión en la corte real estaba cumplida. Sólo mucho tiempo después los hermanos tuvieron conocimiento del portentoso milagro, y por otros conductos.

¿Cómo reaccionó el rey? Cayendo en sí ante tal manifestación de un poder incomparablemente mayor que el suyo, se hizo un fiel seguidor de las advertencias de Fray Raimundo, tanto en lo concerniente a la dirección de su conciencia como al gobierno del reino.

Murió casi a los cien años, el 6 de enero de 1275 y fue canonizado en 1601.

ORACIÓN:

Amorosísimo Padre mío San Raymundo,
vos sabéis la necesidad que padece mi alma
y el consuelo que necesito,
aplicad vuestra intercesión delante de Dios,
para que por vuestros méritos,
alcance la gracia que pretendo,
si ha de ser para mayor gloria de Dios
para más servirle y amarle.
Amén.

La clave de la santidad

Santo Evangelio según san Lucas 15, 1-10. Martes después de Epifanía

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Dame la gracia, Señor, de hacer una experiencia…, una experiencia real de tu amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-10

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: "Este recibe a los pecadores y come con ellos".

Jesús les dijo entonces esta parábola: "¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido”. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos, que no necesitan convertirse.

¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: 'Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido'. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Todos estamos hambrientos y sedientos de algo. Nuestro corazón tiene un espacio que no es fácil de llenar y que muchas veces intentamos iluminar con cosas pasajeras. Es muy fácil engañarnos a nosotros mismos y hacernos creer que con estas cosas conseguiremos calmar nuestra sed y nuestra hambre y quizás lo logramos por un tiempo, pero si no lo llenamos con lo correcto esa necesidad se irá haciendo más presente en nuestra vida.

Todos tenemos ese espacio que solo Jesús puede llenar y colmar con su amor. No es fácil entregarle ese espacio porque no lo vemos y no sabemos si realmente podrá hacerlo, pero cuando nos decidimos a entregarnos a Él, nos sorprende por cómo nos llena y cómo nos toca el corazón.

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Dedica un tiempo del día a ver si estás llenando tu corazón con otros amores que no son el amor de Jesús (de su Palabra, de sus Sacramentos).

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Quién está robando las Ovejas?

El llamado es Salir a Buscar esas Almas Sedientas de Cristo.

Más de alguna vez hemos escuchado esta expresión al referirse a la emigración de personas desde nuestra Iglesia. Por diversos motivos, acuden a otras Iglesias o simplemente prefieren no pertenecer a ninguna religión y mantener lo que dicen “una relación directa con Dios”. Decisión riesgosa por cierto, pues el crecimiento y maduración de nuestra fe se facilita cuando la practicamos en conjunto con nuestros hermanos.

“La fe no es un hecho privado; se vive en la comunidad” (Papa Benedicto XVI)

“Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. (Mateo 18,20)

Sin embargo, me arriesgo a decir, que no son las “otras Iglesias” o la opción por no pertenecer a ninguna Religión los factores por los cuales se genera esta emigración, sino simplemente, las delicias humanas que ofrece el mundo. La tendencia es a practicar la norma que rige la llamada sociedad del consumo: disfrutar al máximo de la vida, consumir el mayor número de bienes y servicios de manera innecesaria y darse al máximo de satisfacciones de todo tipo.

Una práctica por cierto que termina depositando la seguridad y confianza en superficialidades y no en la verdadera fuente de seguridad, paz y vida que nos ofrece Jesucristo. Pues todos hemos sido llamados al Reino de Dios, pero debemos tener la voluntad de seguir el camino del evangelio y no sesgar nuestro actuar con las banalidades mundanas.

Todos tenemos sed de Cristo, pero muchas veces intentamos saciarnos en lo material o en las entretenciones del mundo. Si tan sólo dejáramos que Dios actúe en nuestras vidas, nuestras inclinaciones y prioridades cambiarían.

Lástima merecen aquellas personas desenfrenadas en consumir y que claramente han dejado a Jesucristo en un segundo plano. Pero no es digno de crítica, sino más bien, se hace imprescindible actuar. Quienes aún estamos “dentro del corral” y no hemos sido “robados” por el mundo, salimos a buscar a nuestros hermanos: lo hacemos por amor y por deber. Pues los bautizados debemos ser también agentes evangelizadores y no dejar toda esa tarea a los Sacerdotes.

“Porque si predico el evangelio, no tengo de qué sentir orgullo; es mi obligación hacerlo. Pues ¡ay de mí si no evangelizare!” (1 Corintios 9,16)

Si aún somos parte de la Iglesia es porque Dios ha puesto en nosotros esa voluntad y necesidad, Él nos ha elegido para dar frutos y colaborar en su plan de salvación, pero debemos tener la disposición de hacerlo; salir a tocar todos esos corazones que hemos perdido.

El Señor nos ha dotado a todos de distintos carismas, condiciones y cualidades; ha reforzado en cada persona los Dones del Espíritu Santo de acuerdo a la misión por la cual hemos sido creados.

“Cada uno de nosotros ha recibido su talento y Cristo es quien fijó la medida de sus dones para cada uno.” (Efesios 4,7)

En el proceso de evangelización podemos encontrar muchos caminos, desempañar muchas funciones y realizar distintas actividades conforme a nuestras capacidades que por Gracia de Dios, hemos sido dotados. Incluso mediante nuestro propio testimonio, estamos utilizando una herramienta muy poderosa de evangelización. Más aún, simplemente con nuestro ejemplo de amor a Dios, dejando relucir su actuar en nuestras vidas, anunciándolo con alegría y gozo, estamos obrando y dando frutos como el Señor nos pide.

“Predica el evangelio en todo momento, y cuando sea necesario, utiliza las palabras”. (San Francisco de Asís)

Debemos actuar entonces, con la seguridad de que Dios nos ampara, nos alienta y nos fortalece para el cumplimiento de nuestra misión. Pero es urgente hacerlo, muchos hermanos se están perdiendo no sólo en el materialismo, sino también en los vicios. El llamado es salir a buscar a aquellas almas sedientas de Cristo con la mirada puesta en Él, amor más grande y único, dador de vida, fuente de riqueza verdadera. El Señor una vez más le pide a la humanidad anunciar su Palabra.

“Y les dijo: Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación.” (Marcos 16,15)

Volver al camino verdadero que nos lleva al Padre, es un asunto urgente, pues el costo de continuar en tinieblas es privarse de la verdadera felicidad que nos da la salvación.

“El que crea y se bautice se salvará; el que se niegue a creer se condenará.” (Marcos 16,16)

La experiencia de Dios no nos bloquea, sino que nos libera

Lo dijo el Papa Francisco a la hora del Ángelus en la solemnidad de la Epifanía.

Después de celebrar la Santa Misa en la solemnidad de la Epifanía del Señor, el Santo Padre rezó a mediodía la oración mariana del Ángelus con los miles de fieles y peregrinos que se dieron cita a mediodía en la soleada Plaza de San Pedro en la que también estaban presentes los figurantes de la procesión histórico-folklórica, inspirada en las tradiciones de esta fiesta.

Tras destacar que en esta ocasión se recuerda a los Reyes Magos que, procedentes de Oriente llegaron a Belén siguiendo la estrella, para visitar al Mesías recién nacido, el Papa se refirió a un detalle del Evangelio que suscita nuestra reflexión. Y es que al final del relato, se dice que estos Magos "advertidos en un sueño que no debían regresar a lo de Herodes” lo hicieron por otro camino. También aludió al hecho de que estos sabios, tras postrarse y adorar al Niño Jesús – a quien le ofrecieron sus preciosos dones – volvieron a su tierra para relatar a los suyos aquel encuentro que los cambió.

La experiencia de Dios cambia nuestra existencia

Por esta razón el Obispo de Roma dijo que “la experiencia de Dios no nos bloquea, sino que nos libera; no nos aprisiona, sino que nos vuelve a poner en camino, nos devuelve a los lugares habituales de nuestra existencia”. Los lugares son los mismos, pero nosotros, después del encuentro con Jesús, no somos los mismos que antes. El evangelista Mateo subraya que los Magos regresaron "por otro camino". Y que fueron inducidos a cambiar su ruta para no encontrarse con Herodes y sus tramas de poder.

Otro camino que sana el corazón y nos separa del mal

Francisco agregó que “cada experiencia de encuentro con Jesús nos induce a emprender caminos diferentes”, dado que “de Él proviene una fuerza buena que sana el corazón y nos separa del mal”.

Somos nosotros los que debemos cambiar

El Santo Padre se refirió asimismo a esa “sabia dinámica entre continuidad y novedad”, que indica que somos nosotros los que “debemos cambiar, transformar nuestro modo de vivir, si bien en el mismo ambiente de siempre” y modificar nuestros “criterios de juicio sobre la realidad que nos circunda”.

“Esta es la diferencia entre el verdadero Dios y los ídolos traidores, como el dinero, el poder, el éxito...; entre Dios y cuantos prometen darte estos ídolos, como los magos, los adivinos, los hechiceros. La diferencia es que los ídolos nos atan a sí mismos y nosotros tomamos posesión de ellos. El verdadero Dios no nos retiene ni se deja retener por nosotros: nos abre caminos de novedad y de libertad”.

Antes de rezar a la Madre de Dios Francisco invocó a María Santísima para que podamos “convertirnos en testigos de Cristo allí donde estamos, con una vida nueva, transformada por su amor”.

Saludos del Papa

Ante todo Francisco dirigió un pensamiento especial a los hermanos de las comunidades de las Iglesias Orientales, católicas y ortodoxas, muchas de las cuales mañana celebrarán la Navidad. Y les deseó “la luz y la paz de Cristo Salvador”.

Jornada Mundial de la Infancia Misionera

Además, el Santo Padre recordó que hoy se celebra la Jornada Mundial de la Infancia Misionera. Y explicó que se trata de la fiesta de los niños y jóvenes misioneros “que viven la llamada universal a la santidad ayudando a sus coetáneos más necesitados, mediante la oración y los gestos del compartir”.

Tras saludar a los fieles romanos y peregrinos y a algunos grupos procedentes de Corea del Sur, de Nueva York y de Italia, Francisco recordó de modo especial a los protagonistas de la procesión histórico-folklórica, inspirada en las tradiciones de la Epifanía, que este este año se ha dedicado al territorio de Allumiere y del Valle de Mignone. Además, el Papa extendió su saludo a la procesión de los Magos en numerosas ciudades y pueblos de Polonia.

Antes de desear feliz fiesta y de pedir que no se olviden de rezar por él Santo Padre recordó con agrado las muchas expresiones populares vinculadas a esta  fiesta y que se llevan a cabo en España, América Latina y Alemania; a la vez que destacó que estas costumbres “deben mantenerse en su genuino significado cristiano”.

El bautismo de Nuestro Señor Jesucristo

Escuchar al Enviado, porque por nuestro propio bautismo nosotros somos enviados, a nuestro mundo, a salvarlo por él, siendo nosotros mismos salvados con él y en él.

Cuántas cosas quedaban atrás, en Nazaret. Habían pasado para Cristo los largos momentos de oración, en la montaña y en la casa, el aprendizaje reverente de los Salmos, los Corridos de Israel, el trabajo duro y viril en el taller de José, los gozosos momentos de conversación con aquellos padres encantadores que Dios había puesto cerca de él, con la ternura y la delicadeza de María, sus cuidados por los enfermos y los pobres, y con la reciedumbre de José, su fortaleza y su profunda alegría.

Pero ahora tendría que marcharse, y emprender un largo, largo camino para encontrarse con todos los hombres y conducirlos a la luz. La despedida fue tierna, pero llena de fe. Jesús se arrodilló frente a su madre, pidió la bendición como lo haría cada que salía de casa para internarse en la oración. Y María se arrodilló ante Cristo para ser bendecida por él, ahora que ya no le tendría a su lado. Y así se marchó. Así comenzó el sendero de luz y de esperanza para la humanidad.

Y Jesús encamina sus pasos en primer lugar, a un encuentro muy especial. Por esos días había aparecido en las márgenes del Río Jordán, un hombre muy especial, vestido de una manera estrafalaria aún para sus contemporáneos, alimentado con los escasos recursos del desierto, y predicando la necesidad de conversión y un bautismo de penitencia y purificación. Eran grandes multitudes las que se reunían en torno suyo. Anunciaba la llegada inminente del Reino, y predicaba la cercanía del Altísimo, pero como amenaza, como el fuego que purifica y como la hoz que corta la mala hierba. En cambio Cristo traía otro anuncio, también la llegada del Reino, pero como luz, como liberación, como el Reino de la Salvación.

Podemos imaginarnos la escena. Cristo formado en la fila de los pecadores, él que no tenía pecado, pues desde su concepción, fue santo y consagrado por el Padre. Formado en las filas de una humanidad asediada constantemente por el pecado. Cuando le llegó el turno, y Juan levantó los ojos hacia él, hubo un momento de desconcierto. Juan se arrodilló delante de Jesús, reconociendo que él debía ser bautizado por Cristo, y Cristo se arrodilló ante Juan, pidiéndole que cumpliera con el encargo que el Padre le había dado desde su nacimiento, ser el precursor, el que lo daría a conocer ya presente entre los hombres, como el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo.

Después del momento de desconcierto, Juan se percata de su misión, comprende lo que el Padre quiere realizar, y sumerge profundamente a Cristo en las aguas del

Jordán, para que éstas pudieran quedar santificadas al contacto con el Salvador del mundo. Cristo sale triunfante y victorioso de las aguas del Jordán, aunque su propio bautismo vendría después, un bautismo de sangre en lo alto del Calvario. Las aguas estarán listas desde entonces, para purificar y santificar las conciencias de los hombres, haciéndoles de paso el gran regalo, ¡ser hijos de Dios y serlo para siempre!

Nada le añadió el bautismo de Juan a Cristo. Pero era la ocasión propicia para que el Mesías comenzara su verdadera misión entre los hombres. Anunciar el Reino a todos los mortales.

Y a eso le ayudará la presencia del Padre y la del Espíritu Santo. Apenas saliendo Cristo de las aguas, en medio de todos los circundantes, el Santo Espíritu de Dios se hace presente, posándose en la persona de Cristo en forma de paloma, al mismo tiempo que se formaba una nube misteriosa y de entre ella una voz encantadora, la del Padre de todos los cielos rebosante de complacencia amorosa, que presenta a su Hijo: “ESTE ES MI HIJO AMADO, EN QUIEN TENGO TODAS MIS COMPLACENCIAS. ESCÚCHENLO”.

Ahora sí, todo estaba listo, el Padre y el Espíritu Santo, presentando al Amado, al predilecto, al Enviado, al Misionero, al Salvador. Habrá que escuchar al Salvador, como lo hizo María que escuchaba y escuchaba, aunque no entendiera muchas cosas, pero todas las guardaba en su corazón. Escuchar al Enviado, porque por nuestro propio bautismo nosotros somos enviados, a nuestro mundo, a salvarlo por él, siendo nosotros mismos salvados con él y en él.
Ahora nos toca decir como los Apóstoles que fueron interrogados sobre el bautismo doloroso a que él tendría que someterse, que sí podemos y sí queremos ser sus seguidores, sus testigos, sus compañeros, sus enviados y sus mensajeros.

Gracias, Padre por bautismo de tu Hijo, gracias Oh Espíritu Santo, por anidar en nosotros como anidaste al Hijo de Dios en el seno de María Santísima, y gracias a ti, amado Jesucristo, porque en nuestro Bautismo hemos sido santificados y testigos de la luz, testigos del Amor y testigos de la Paz.

Misterios de Luz

1. El bautismo de Nuestro Señor Jesucristo
2. Las bodas de Caná
3. El anuncio del Reino de Dios
4. La Transfiguración
5. La institución de la Eucaristía

7 secretos para conseguir un matrimonio feliz

Para el obispo Thomas, estos puntos coinciden en todos los «matrimonios fuertes» que ha conocido

¿Por qué hay matrimonios permanecen siempre como si fueran recién casados y otros, sin embargo, se oxidan? Esta es la pregunta que con frecuencia se ha hecho George Leo Thomas, durante sus cuarenta años como sacerdote y obispo.

Obispo de Helena, una pequeña diócesis en el estado de Montana donde los católicos superan por poco los 50.000, conoce muy bien a su rebaño y ha encontrado una respuesta a esta pregunta.

En este tiempo, asegura, ha tenido el privilegio de presidir cientos de bodas y de acompañar a numerosos matrimonios. Y desde hace mucho tiempo ha tenido la inquietud de saber “qué cualidades están presentes en estos matrimonios que prosperan tanto ‘en los buenos como en los malos’”.

“He observado con actitud orante a las parejas casadas de mi familia, de mis feligreses y de mi círculo de amigos. He llegado a la conclusión de que los matrimonios fuertes tienen una serie de cualidades que ayudan a reflejar nuestra visión sacramental del matrimonio católico”, asegura el obispo.

A través de su experiencia, este obispo estadounidense presente en el semanario Our Sunday Visitor siete cualidades que ha extraído de matrimonios mayores y jóvenes que permanecen llenos de vida y que son signo de “una unión irrompible” y de una “comunidad íntima de vida y amor”:

1. Imperfección

En este primer punto, el obispo George cita el libro de David Mills The seven laws of love, que decía que “un matrimonio perfecto es sólo dos personas imperfectas que se niegan a renunciar el uno al otro”. De este modo, estas personas casadas dirán que el matrimonio es un trabajo constante, una relación defectuosa, imperfecta e incompleta pero que “se sienten consolados por saber que el poder del amor llena las imperfecciones, complementa las deficiencias y saca lo mejor de cada uno”.

Citando igualmente a Ann Landers, el obispo escribe que “si tienes amor en tu vida puedes compensar muchas de las cosas que te hacen falta. Si no lo tienes, no importa lo que tengas, nunca será suficiente”.

2. Tiempo y recursos

Uno de los riesgos a los que se enfrentan en la vida matrimonial, afirma monseñor George, es el hábito, la rutina, el ajetreo y la mediocridad. Pero “las parejas casadas felices saben que el matrimonio necesita renovación, frescura y rejuvenecimiento todos los días del año, especialmente con la llegada de los niños”.

“Las parejas felices nunca dejan de conquistarse. Mantienen la llama de la pasión con vida en el matrimonio”, afirma. Y para ello propone pasar tiempo juntos y solos alejado de los niños como algo necesario. Una cena tranquila en un restaurante, una película, un paseo…En definitiva, un rato para los dos.

3. Pequeñas cosas

Los pequeños detalles hacen la diferencia y estos matrimonios que se mantienen siempre jóvenes cuidan estas pequeñas cosas. Una mirada amorosa, un ramo de flores sin ninguna razón, una nota, una llamada o un simple “te quiero más que a nadie”, son regalos preciosos que cuestan muy poco.

4. Perdón

El obispo de Helena afirma que “los matrimonios felizmente casados han aprendido que cuando cometen un error, pueden pedir y recibir el perdón de su cónyuge. Aprenden el arte de avanzar en lugar de clavar sus ojos en el espejo retrovisor. Evitan deliberadamente albergar resentimiento y rencor”.

Estas parejas saben, añade monseñor George, que “el perdón llena la vida matrimonial con paz”. Además, han descubierto “la gracia sanadora que está presente en el Sacramento de la Reconciliación” e incluso son conscientes de que algunos problemas que pueda vivir el matrimonio necesitan orientación siendo “lo suficientemente humildes como para pedir ayuda cuando lo necesiten”.

5. Flexibilidad

Los matrimonios fuertes han aprendido a ser flexibles, a no decir siempre o nunca. Según el obispo, practicar el arte de la negociación ha resuelto situaciones muy difíciles, mientras que la falta de flexibilidad puede llevar a la rigidez, al resentimiento y por tanto a situaciones muy amargas.

6. Comunicación

Dominar las habilidades de la comunicación es un esfuerzo para toda la vida. Estos matrimonios a los que se refiere George Leo Thomas, “comparten sus pensamientos más íntimos y evitan el veneno del secreto. Han aprendido a luchar justamente y, cuando surgen desacuerdos, evitan caracterizaciones mezquinas e insultos”.

El silencio, agrega, no es el arma favorita de estos matrimonios ni se acuestan sin haber hablado esa situación.

Para favorecer la comunicación en la familia aboga por apagar los teléfonos durante la comida o limitar el tiempo de televisión y de las nuevas tecnologías tanto para los adultos como para los niños.

7. Espiritualidad

“Cada pareja felizmente que conozco ha construido su matrimonio sobre una sólida base espiritual. Han encontrado a Jesucristo profundamente, a diario y personalmente, y lo han acogido como el centro de su corazón y de su hogar. Ellos nutren su matrimonio con los sacramentos y viven su fe con obras de caridad”, explica el obispo.

Estos matrimonios están consideran que la fidelidad es “un reflejo vivo del amor de Dios por nosotros” y son personas para las que la oración y la participación en la parroquia son una prioridad.

Una conclusión

Como conclusión, monseñor George recuerda que “los matrimonios fuertes han sido reconocidos durante mucho tiempo como la piedra angular de la sociedad, un regalo precioso para la Iglesia, una fuente de gracia para los niños y una profunda bendición para los propios esposos. El matrimonio es tan importante que el Señor mismo elevó la vida matrimonial a la dignidad de sacramento”.

Las reliquias de los Reyes Magos

Fue largo el camino que recorrieron las reliquias antes de llegar a su actual hogar. Todo inició en el año 300 de nuestra era cuando...

En 1164, el emperador alemán Federico Barbarroja regaló a la ciudad de Colonia las reliquias de los Reyes Magos, mismas que fueron trasladadas desde la Tierra Santa a Milán, y desde ahí a Colonia. Miles de peregrinos empezaron a llegar a Colonia para ver el rico tesoro de los legendarios Reyes Magos. Así, en 1248 inició la construcción de una catedral que estaría a la altura de tal tesoro, la de Colonia. Hoy, dicha catedral es uno de los monumentos góticos más impresionantes de Europa cuya construcción duró más de 600 años.

Fue largo el camino que recorrieron las reliquias antes de llegar a su actual hogar. Todo inició en el año 300 de nuestra era cuando la emperatriz Elena —madre del emperador romano Constantino— se dedicó a rescatar reliquias religiosas. Aunque no se sabe cómo, en Saba localizó los cadáveres de los Reyes Magos y ordenó su traslado a Constantinopla —la actual Estambul— donde permanecieron durante tres siglos en una capilla ortodoxa. Después, las reliquias fueron trasladadas a Milán para dar prestigio a dicha ciudad. Pero fue Federico Barbarroja quien, en sus guerras de conquista, saqueó el norte de Italia y la ciudad de Milán, y se llevó consigo las reliquias a Colonia en un accidentado viaje.

Los peregrinos, como los turistas en la actualidad, se asombraban al ver las dimensiones y los fastuosos decorados de la iglesia. Y es que sus torres se elevan 157 metros por encima de la ciudad, sus puertas de bronce son colosales, y su longitud es de 144 metros por 45 de ancho y 43 de altura, lo que la coloca entre las 10 iglesias más grandes del planeta. Además de todos los datos arquitectónicos colosales de la catedral, el Tesoro de los Reyes Magos es igualmente importante. Está situado detrás del altar mayor y es una pieza de orfebrería medieval en oro macizo finamente decorada con personajes bíblicos. Contiene los restos y reliquias de Melchor, Gaspar y Baltasar, los Reyes Magos.

El relicario en forma de basílica tiene proporciones gigantescas para esta clase de urnas: dos metros 20 centímetros de longitud de oro y plata macizos, esmaltes y joyas de incalculable valor. El relicario fue realizado por el mejor artista francés de la época, Nicolás Verdún, y los maestros orfebres de Colonia la terminaron hace 800 años. Dentro del relicario reposan los cráneos de Melchor, Gaspar y Baltasar, en tres cajas forradas de terciopelo y brocado. Cada hueso está envuelto en la seda más fina y se considera que es el sarcófago más grande del mundo, domina toda la catedral. Su peso es de 350 kilos de oro, plata y vermeil —una mezcla de metales perciosos—, incrustaciones con piedras preciosas, esmaltes y figuras de marfil ricamente adornadas que representan a la Virgen María, a los Reyes Magos y a los profetas. Por estas reliquias, Colonia se ha convertido, junto con Roma y Compostela, en uno de los grandes centros cristianos de peregrinación. En la Capilla de los Tres Reyes, frente al Tesoro, hay un maravilloso vitral, el célebre retablo de “La adoración de los Reyes”, de Dombild, y una serie de alegorías relativas al momento en que los Reyes Magos arriban a Belén a ofrecer sus presentes al recién nacido Niño Jesús.

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