Temblando, exulten en el Señor
- 13 Abril 2020
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El Papa pronostica otro “contagio” en Pascua: “El contagio de la esperanza”
Mensaje de Pascua
ABRIL 12, 2020 14:13 ROSA DIE ALCOLEAPAPA Y SANTA SEDE, SEMANA SANTA 2020
(zenit – 12 abril 2020).- “¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!” ha anunciado el Papa Francisco en su tradicional mensaje de Pascua. Este año, desde el interior de la Basílica Vaticana, en lugar del balcón de las bendiciones, donde se hace tradicionalmente el Domingo de Resurrección.
El Santo Padre ha pronosticado otro “contagio” provocado por la Resurrección de Cristo: El contagio de la esperanza, “que se transmite de corazón a corazón, porque todo corazón humano espera esta Buena Noticia”.
Así, a las 12 horas, al finalizar la Misa Pascual que ha tenido lugar en el altar de la Cátedra, el Papa ha leído sus palabras delante del altar principal de la Basílica de San Pedro, delante del Baldaquino de Bernini.
“El Resucitado no es otro que el Crucificado”, ha advertido. “Lleva en su cuerpo glorioso las llagas indelebles, heridas que se convierten en lumbreras de esperanza. A Él dirigimos nuestra mirada para que sane las heridas de la humanidad desolada”. En la mañana de Pascua, el Papa ha recalcado que “las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre!”. Así, ha descrito que este no es el tiempo de la indiferencia, “porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia”, al igual que no es este el tiempo del egoísmo, “porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas”. Asimismo, ha asegurado que el tiempo de Pascua no es “no es tiempo de la división. Que Cristo, nuestra paz, ilumine a quienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al llamamiento por un alto al fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo”, ni es tiempo del olvido: “que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas”, ha deseado.
De manera especial, Francisco ha recordado a los que han sido afectados directamente por el coronavirus: los enfermos, los que han fallecido y las familias “que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós”, ha comentado, y ha deseado que el Señor de la vida “acoja consigo en su reino a los difuntos, y dé consuelo y esperanza a quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas”.
Publicamos a continuación el Mensaje Pascual del Santo Padre:
Mensaje del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua!
Hoy resuena en todo el mundo el anuncio de la Iglesia: “¡Jesucristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!”.
Esta Buena Noticia se ha encendido como una llama nueva en la noche, en la noche de un mundo que enfrentaba ya desafíos cruciales y que ahora se encuentra abrumado por la pandemia, que somete a nuestra gran familia humana a una dura prueba. En esta noche resuena la voz de la Iglesia: “¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!” (Secuencia pascual).
Es otro “contagio”, que se transmite de corazón a corazón, porque todo corazón humano espera esta Buena Noticia. Es el contagio de la esperanza: “¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!”. No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas. No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no “pasa por encima” del sufrimiento y la muerte, sino que los traspasa, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios.
El Resucitado no es otro que el Crucificado. Lleva en su cuerpo glorioso las llagas indelebles, heridas que se convierten en lumbreras de esperanza. A Él dirigimos nuestra mirada para que sane las heridas de la humanidad desolada.
Hoy pienso sobre todo en los que han sido afectados directamente por el coronavirus: los enfermos, los que han fallecido y las familias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós. Que el Señor de la vida acoja consigo en su reino a los difuntos, y dé consuelo y esperanza a quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas. Que conceda su consolación y las gracias necesarias a quienes se encuentran en condiciones de particular vulnerabilidad, como también a quienes trabajan en los centros de salud, o viven en los cuarteles y en las cárceles. Para muchos una Pascua de soledad, vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que está provocando la pandemia, desde los sufrimientos físicos hasta los problemas económicos.
Esta enfermedad no sólo nos está privando de los afectos, sino también de la posibilidad de recurrir en persona al consuelo que brota de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Reconciliación. En muchos países no ha sido posible acercarse a ellos, pero el Señor no nos dejó solos. Permaneciendo unidos en la oración, estamos seguros de que Él nos cubre con su mano (cf. Sal 138,5), repitiéndonos con fuerza: No temas, “he resucitado y aún estoy contigo” (Antífona de ingreso de la Misa del día de Pascua, Misal Romano).
Que Jesús, nuestra Pascua, conceda fortaleza y esperanza a los médicos y a los enfermeros, que en todas partes ofrecen un testimonio de cuidado y amor al prójimo hasta la extenuación de sus fuerzas y, no pocas veces, hasta el sacrificio de su propia salud. A ellos, como también a quienes trabajan asiduamente para garantizar los servicios esenciales necesarios para la convivencia civil, a las fuerzas del orden y a los militares, que en muchos países han contribuido a mitigar las dificultades y sufrimientos de la población, se dirige nuestro recuerdo afectuoso y nuestra gratitud.
En estas semanas, la vida de millones de personas cambió repentinamente. Para muchos, permanecer en casa ha sido una ocasión para reflexionar, para detener el frenético ritmo de vida, para estar con los seres queridos y disfrutar de su compañía. Pero también es para muchos un tiempo de preocupación por el futuro que se presenta incierto, por el trabajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias que la crisis actual trae consigo. Animo a quienes tienen responsabilidades políticas a trabajar activamente en favor del bien común de los ciudadanos, proporcionando los medios e instrumentos necesarios para permitir que todos puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas.
Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia. Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos. Procuremos que no les falten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahora cuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos y, sobre todo, la posibilidad de una adecuada asistencia sanitaria. Considerando las circunstancias, se relajen además las sanciones internacionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada, y se afronten —por parte de todos los Países— las grandes necesidades del momento, reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres.
Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas. Entre las numerosas zonas afectadas por el coronavirus, pienso especialmente en Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial, este amado continente pudo resurgir gracias a un auténtico espíritu de solidaridad que le permitió superar las rivalidades del pasado. Es muy urgente, sobre todo en las circunstancias actuales, que esas rivalidades no recobren fuerza, sino que todos se reconozcan parte de una única familia y se sostengan mutuamente. Hoy, la Unión Europea se encuentra frente a un desafío histórico, del que dependerá no sólo su futuro, sino el del mundo entero. Que no pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras. Es la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares y a la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones.
Este no es tiempo de la división. Que Cristo, nuestra paz, ilumine a quienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al llamamiento por un alto al fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo. No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas. Que sea en cambio el tiempo para poner fin a la larga guerra que ha ensangrentado a Siria, al conflicto en Yemen y a las tensiones en Irak, como también en el Líbano. Que este sea el tiempo en el que los israelíes y los palestinos reanuden el diálogo, y que encuentren una solución estable y duradera que les permita a ambos vivir en paz. Que acaben los sufrimientos de la población que vive en las regiones orientales de Ucrania. Que se terminen los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en varios países de África.
Este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas. Que el Señor de la vida se muestre cercano a las poblaciones de Asia y África que están atravesando graves crisis humanitarias, como en la Región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique. Que reconforte el corazón de tantas personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías. Que proteja a los numerosos migrantes y refugiados —muchos de ellos son niños—, que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y Turquía. Que permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria.
Queridos hermanos y hermanas:
Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre! Esas palabras pareciera que prevalecen cuando en nosotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que Él, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso. Con esta reflexión querría desearos a todos una feliz Pascua.
Librería Editorial Vaticana
ABRIL 12, 2020 14:13 PAPA Y SANTA SEDE, SEMANA SANTA 2020
Martín l, Santo
Papa y Mártir, 13 de abril
LXXIV Papa y Mártir
Martirologio Romano: San Martín I, papa y mártir, que tras condenar la herejía de los monotelitas en el Concilio de Letrán, por orden del emperador Constante II fue arrancado de su sede por el exarca Calíopa, que entró por la fuerza en la Basílica de Letrán, y lo envió a Constantinopla, donde primero quedó encerró en una dura mazmorra bajo estrecha vigilancia y después fue desterrado al Quersoneso, lugar en el que, pasados unos dos años, concluyeron sus tribulaciones y alcanzó la corona eterna. († 656)
Breve Biografía
Oriundo de Todi y diácono de la Iglesia romana, Martín fue elegido Papa para suceder al Papa Teodoro, muerto el 13 de mayo del 649. Inmediatamente demostró mucha firmeza en la conducción de la Iglesia. En efecto, no pidió ni esperó el consentimiento para su elección por parte del emperador Constante II que un año antes había promulgado el Tipo, un documento en defensa de la tesis herética de los monotelitas. Para acabar con la difusión de esta herejía, a los tres meses de su elección, el Papa Martín convocó en la basílica lateranense un gran concilio, al que fueron invitados todos los obispos de Occidente.
La condena de todos los escritos monotelitas, decretada en las cinco solemnes sesiones conciliares, suscitó la furiosa reacción de la corte bizantina. El emperador ordenó al exarca de Rávena, Olimpio, que fuera a Roma y arrestara al Papa. Olimpio no sólo se propuso cumplir las órdenes imperiales, sino que trató de asesinar al Papa por medio de un sicario durante la celebración de la misa en Santa María Mayor.
En el momento de recibir la Hostia de manos del Pontífice, el vil sicario sacó el puñal, pero en ese momento quedó repentinamente ciego.
Probablemente este hecho convenció a Olimpio de cambiar de actitud y a reconciliarse con el santo Pontífice y a proyectar una lucha armada contra Constantinopla. En el 653, muerto Olimpio de peste, el emperador pudo llevar a cabo su venganza, haciendo arrestar al Papa por medio del nuevo exarca de Rávena, Teodoro Caliopa.
Martín, acusado de haberse apoderado ilegalmente del alto cargo pontificio y de haber tramado con Olimpio contra Constantinopla, fue llevado por mar a la ciudad del Bósforo. El largo viaje, que duró quince meses, fue el comienzo de un cruel martirio. Durante las numerosas escalas no se permitió a ninguno de los fieles que salieron a saludar al Papa que se acercaran a él. Al prisionero no se le daba ni siquiera el agua para bañarse.
EL 17 de septiembre del 654 llegó a Constantinopla, fue colocado en una camilla y expuesto durante todo un día a los insultos del pueblo, y después lo encerraron durante tres meses en la cárcel Prandiaria. Después comenzó un largo y extenuante proceso, durante el cual fueron tales las sedicias que le hicieron murmurar al imputado: “Hagan de mí lo que quieran; cualquier clase de muerte será un bien para mí”.
Degradado públicamente, desnudo y expuesto a los rigores del frío, encadenado, fue encerrado en la celda reservada a los condenados a muerte. El 26 de marzo del 655 lo hicieron partir secretamente para el destierro en Crimea. Sufrió el hambre y padeció en el abandono más absoluto durante cuatro meses más, hasta cuando la muerte le llegó, agotado en el cuerpo pero no en la voluntad, el 16 de septiembre del 655.
Monotelismo: Es una herejía en la que se aceptaba las dos naturalezas de Jesús, pero tan sólo una voluntad: la divina.
Santo Evangelio según san Mateo 28, 8-15. Lunes de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que experimente la urgencia de anunciar tu Evangelio con mis actos y, si es necesario, con mis palabras.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 28, 8-15
Después de escuchar las palabras del ángel, las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: "No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán".
Mientras las mujeres iban de camino, algunos soldados de la guardia fueron a la ciudad y dieron parte a los sumos sacerdotes de todo lo ocurrido. Estos se reunieron con los ancianos, y juntos acordaron dar una fuerte suma de dinero a los soldados, con estas instrucciones: "Digan: 'Durante la noche, estando nosotros dormidos, llegaron sus discípulos y se robaron el cuerpo'. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos arreglaremos con él y les evitaremos cualquier complicación".
Ellos tomaron dinero y actuaron conforme a las instrucciones recibidas. Esta versión de los soldados se ha ido difundiendo entre los judíos hasta el día de hoy.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Llenas de temor y de gran alegría. ¡Vaya contradicción! ¿Puede acaso juntarse el temor con la alegría? Más aún, ¿puede un hecho solo ser al mismo tiempo causa de dos sentimientos antagónicos? Este es el escándalo de Cristo, el escándalo de Dios. Sienten, pues, las mujeres temor; el anuncio que el ángel les ha comunicado supera hasta la más descabellada de las ideas que pudiera habérseles ocurrido. Experimentan también una gran alegría; la esperanza que llevaban en su mente como hijas del pueblo de Israel, y en su corazón, como seguidoras del Mesías, ha sido colmada. En una palabra, su razón no entiende lo que su fe les anuncia.
Sin embargo, esta sensación inexplicable no las detiene; al contrario, se ven impulsadas a comunicarlo. Corren, viven una santa urgencia similar a aquella que movió a la Santísima Virgen a visitar a su prima santa Isabel. Las dos escenas están relacionadas. María salió presurosa y, así, tuvo lugar la primera misión de evangelización que Cristo llevó a cabo; las dos mujeres parten veloces, y así ocurrió la primera misión de evangelización que los discípulos de Cristo recibieron.
Algo sucede, no obstante, antes de que esta embajada llegue a su destino. Cristo sale al encuentro de las mujeres. Lo hace cuando están juntas, lo hace cuando están en camino. Así es como Él desea hacerse presente en nuestras vidas: estando junto con nuestros hermanos, estando en camino de misión. Jesús mismo les asigna un nuevo contenido a su mensaje. No sólo han de anunciar que el Señor ha resucitado, sino que han de guiar a los apóstoles de vuelta a Él.
Sí, no hemos de temer, pues la muerte ha sido vencida. Con la fuerza que nace de ese encuentro con la mirada misericordiosa del Señor Resucitado, vayamos también nosotros a recordar a los hombres que lo verán en la Galilea donde Él mismo quiso llamarlos a compartir su misión, en primer lugar. No olvidemos, ciertamente, ir acompañados.
«La piedra del sepulcro gritó y en su grito anunció para todos un nuevo camino. Fue la creación la primera en hacerse eco del triunfo de la Vida sobre todas las formas que intentaron callar y enmudecer la alegría del evangelio. Fue la piedra del sepulcro la primera en saltar y a su manera entonar un canto de alabanza y admiración, de alegría y de esperanza al que todos somos invitados a tomar parte. Y si ayer, con las mujeres contemplábamos “al que traspasaron”; hoy con ellas somos invitados a contemplar la tumba vacía y a escuchar las palabras del ángel: “no tengan miedo… ha resucitado”. Palabras que quieren tocar nuestras convicciones y certezas más hondas, nuestras formas de juzgar y enfrentar los acontecimientos que vivimos a diario; especialmente nuestra manera de relacionarnos con los demás. La tumba vacía quiere desafiar, movilizar, cuestionar, pero especialmente quiere animarnos a creer y a confiar que Dios «acontece» en cualquier situación, en cualquier persona, y que su luz puede llegar a los rincones menos esperados y más cerrados de la existencia».
(Homilía de S.S. Francisco, 31 de marzo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En el momento en que me toque colaborar con alguien, buscaré acoger sus talentos y ofrecer los míos, sabiendo que ningún hombre es una isla, y que dos personas pueden ayudar a construir mejor que una el Reino de los Cielos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El problema de la corrupción es un problema de educación. No de instrucción, sino de educación.
Una de las mayores preocupaciones que tenemos los españoles radica en los casos de corrupción que se destapan un día sí y otro también: EREs falsos en Andalucía, el caso Gürtel, Urdangarín, Pujol… Parece que no hay partido político que no esté salpicado por corruptelas y choriceos de todo tipo.
Y lo que a mí me surge inmediatamente es preguntarme por las causas y las soluciones. Me pregunto cómo se sentirán los padres de esos tipos que se han forrado a base de robar. Yo me sentiría abochornado si fuera el padre de cualquiera de esos ladrones y me preguntaría en qué habría fallado en la educación de mis hijos.
Y los hijos de todos esos delincuentes, ¿qué pensarán de sus padres? Supongo que no se podrán sentir muy orgullosos de ellos. Yo me avergonzaría si supiera que el pan que he recibido de mis padres proviene del robo o de la estafa.
Porque al final, el problema de la corrupción es un problema de educación. No de instrucción, sino de educación. Porque el latrocinio y la mentira no tienen que ver con el grado de estudios de las personas: hay sinvergüenzas en todos los estratos sociales, con carrera universitaria y sin ella; con cinco posgrados o sin estudios. El problema no se soluciona con leyes educativas ni con Bolonia ni mejorando los resultados de PISA. Ni siquiera endureciendo el código penal (que tampoco estaría mal). El problema de la corrupción es un problema de educación moral y en esa tarea, la escuela es subsidiaria de la familia. Un buen colegio puede colaborar en la labor de infundir unos determinados principios éticos a los alumnos, pero la moral y los principios se maman en casa.
Papá y mamá son quienes tienen la obligación de enseñar a los niños a no mentir, a no robar, a no abusar de los compañeros en el patio del colegio (ahora a eso se le llama “bullying”, que queda más fino y más moderno); a ser responsables de sus actos, a reprimir sus deseos caprichosos, a respetar a los compañeros y a ayudarlos siempre que sea necesario. Papá y mamá son quienes tienen que inculcar a los niños desde pequeños la necesidad de sacrificio y esfuerzo para alcanzar las metas que se hayan fijado o para superar los obstáculos que la vida les vaya poniendo por delante. Porque sin sacrificio, sin disciplina, sin esfuerzo, sin fuerza de voluntad no se consigue nada. Pero la voluntad y el carácter hay que forjarlo. El niño tiene que ser capaz de dominarse a sí mismo para no ser títere de sus propios instintos, de la vagancia o de sus pasiones desordenadas.
Así pues, si la educación moral es una de las responsabilidades básicas de los padres, la conclusión inmediata a la que podemos llegar es que el origen de la corrupción radica en buena medida en la crisis de la familia: divorcios, familias desestructuradas; niños desatendidos por padres que trabajan jornadas interminables y delegan sus obligaciones en abuelos, niñeras o guarderías (¿de qué vale ganar el mundo entero si pierdes los más importante?); padres irresponsables que prefieren cumplir todos los caprichos a sus hijos para evitar conflictos o para acallar su mala conciencia por el tiempo que no les dedican. Y en casos extremos, padres impresentables que maltratan, torturan o abandonan a sus hijos.
Hemos cambiado los valores y principios que sustentaron nuestra civilización durante siglos por contravalores que nos están conduciendo de nuevo a la ley de la selva. Pero, ¿cuáles son esos principios que debemos recuperar, que debemos vivir y transmitir a nuestros hijos? Sin ánimo de ser exhaustivo, yo apuntaría los siguientes:
1.- El amor es lo primero. El bienestar, el lujo, el dinero, los viajes, los coches, las casas, no son lo más importante. Lo más importante, lo que nos puede hacer realmente felices, es el amor: amar y sentirse amado. Amar a la esposa, a los hijos, a los padres, a los amigos, a los vecinos… Darse, entregarse, desgastarse por los demás. No hay otro camino hacia la felicidad. Lo más importante de la vida no se compra ni se vende. Lo que hará felices a tus hijos será el amor que tú les des, no los juguetes que les compres ni los viajes a los parques temáticos. Tus hijos necesitan tu tiempo, tu atención; que juegues con ellos, que les leas cuentos, que les mimes, que los abraces, que los beses. Para vivir con dignidad no hacen falta muchas cosas. Tal vez deberíamos revisar nuestra lista de prioridades y plantearnos vivir con menos cosas, con mayor austeridad, pero con más tiempo para disfrutar de los hijos.
Ello no empece – sobra decirlo – que sea necesario que los padres tengan un trabajo decente y un salario digno con el que llevar el pan a casa honradamente. El paro atenta gravemente contra la dignidad de las personas y pone en riesgo a la familia. No es que el dinero no sea importante: claro que lo es. Pero no es lo más importante: lo realmente determinante es el amor a la esposa o al esposo, a los hijos y al prójimo.
2.- La responsabilidad: somos responsables de nuestra vida y también de la de los demás. Pongámonos en el lugar del otro. Comportémonos con los demás como quisiéramos que los demás se comportaran con nosotros. Los demás también son asunto mío.
Somos responsables de nuestros actos, para bien y para mal; responsables de nuestros errores y de nuestros pecados. Estamos demasiado acostumbrados a buscar culpables y a echarle la culpa de todo a los demás, a la sociedad, al gobierno, a los políticos, a los profesores que le tienen manía a nuestros hijos... Y somos reacios a asumir la propia responsabilidad. Vivimos en una sociedad que exalta la libertad como derecho absoluto. Somos libres, sí; pero también responsables de nuestras decisiones. Aceptemos y afrontemos las consecuencias de nuestras decisiones y enseñemos a nuestros hijos a hacer lo mismo y a vivir su vida sabiendo que sus actos y sus decisiones tienen consecuencias para bien o para mal.
3.- La honradez: no se roba ni se engaña. Es fácil, ¿no? Ni en lo mucho ni en lo poco. No vale enriquecerse de cualquier manera. Además de ser un delito, quedarte con lo que no es tuyo resulta indecente. Recuperar la decencia es una necesidad imperiosa. Y la honradez no debe ser producto exclusivamente del miedo a que te acaben pillando con las manos en la masa. Uno debe ser honrado para estar en paz con su conciencia. Yo no robaría en unos grandes almacenes ni en un banco aunque tuviera todas las facilidades para ello y supiera a ciencia cierta que nadie se iba a enterar. No se roba por principios, por dignidad, por decencia. No se roba ni se traiciona a los demás ni se engaña ni se miente para que uno pueda mirarse en el espejo cada mañana sin que se te caiga la cara de vergüenza; para que uno pueda mirarles a los ojos a los hijos sin sentir el rubor de la culpa en la cara.
4.- La honestidad: no se miente ni se traiciona a los demás. La verdad, sea la que sea, nos perjudique o nos beneficie, es sagrada. El origen de todos los males es la mentira: de la corrupción, del adulterio… Un hombre vale lo que vale su palabra. Educar a nuestros hijos para que no mientan ni engañen resulta primordial. Hemos de recuperar y reivindicar el honor, la coherencia y la autenticidad. Engañar, mentir, traicionar, resulta indigno de una persona como Dios manda. Da igual que sea el presidente del gobierno que el tendero de la esquina. Hoy se tolera y se entiende que la gente mienta: “todo el mundo lo hace”, “es normal”... Pero la mentira y la traición resultan intolerables: más intolerables aún si esas mentiras y esas traiciones de dan dentro del matrimonio.
5.- La fidelidad: el matrimonio se basa en el amor. Pero estamos confundiendo el amor con el sentimentalismo barato de las novelas románticas. El amor no es un mero sentimiento pasajero. El amor implica compromiso y fidelidad. Si no, no es amor auténtico. Las infidelidades – el adulterio – están en el origen de la mayoría de los divorcios. Y las separaciones provocan dolor y sufrimiento en los propios cónyuges y en los hijos. ¡Cuántas vidas dañadas encontramos en los colegios a causa de las separaciones! Una persona que no cumple con la palabra dada no es de fiar.
6.- El respeto. La dignidad de todo ser humano es sagrada desde la concepción hasta su muerte natural. Respetemos la vida – también la del no nacido.
Respetemos la dignidad de los ancianos y enfermos; la de los que sufren cualquier tipo de limitación. Respetemos a los niños y a las mujeres.
Enseñemos a los niños a respetar a sus semejantes, a los adultos, a sus propios padres. Enseñémoslos a ser educados: a ceder el asiento en los transportes públicos, a dejar pasar a las señoras delante, a ser corteses y atentos; a no interrumpir a los demás cuando hablan, a comportarse correctamente en la mesa; a vestirse adecuadamente según las circunstancias; a saber hablar en público y a dirigirse correctamente a los demás con el debido respeto (y sin tuteos impertinentes). Enseñemos a nuestros hijos a ser puntuales en sus citas y compromisos; a cuidar su aspecto y su aseo por respeto a los demás.
Enseñemos a nuestros hijos a ser respetuosos con las demás personas, con los animales, con la naturaleza. Enseñémosles a ser respetuosos con quienes piensan diferente, o viven de otra manera; o con quienes profesan otra religión.
Pero enseñemos también a nuestros hijos a ser intolerantes con el mal, con cualquier ideología o con cualquier comportamiento que menoscabe la dignidad de las personas: intolerantes con el terrorismo, con el machismo, con la violencia contra las mujeres o contra los niños (también los no nacidos), con las ideologías totalitarias y populistas que viven de la demagogia y el engaño; seamos todos intolerantes con la explotación laboral, con la trata de seres humanos, con las mafias, con la prostitución y la pornografía, que degradan la dignidad de las personas. Toda persona decente tiene la obligación de combatir el mal y defender a los más débiles.
7.- La cultura. Cultivar el buen gusto, la inteligencia y la sensibilidad es tarea diaria no sólo de los centros de enseñanza, sino también prioritariamente de la familia. El gusto por aprender, por comprender el mundo y por conocerse a sí mismo debe adquirirse desde la cuna. La literatura, la filosofía, las artes plásticas, la música o el conocimiento de la historia contribuyen decisivamente a formar el buen gusto y la sensibilidad. Con ello combatimos la vulgaridad, la zafiedad y la ramplonería. Cuando uno se acostumbra desde pequeño a los manjares, huye de la basura.
El conocimiento de las ciencias, por su parte, contribuye al desarrollo de la inteligencia y nos ayuda a comprender la realidad de cuanto nos rodea: nos acerca a la verdad. Y cuanto más cerca estemos del conocimiento de la verdad, más cerca estaremos de Dios.
Me resulta difícil imaginar a un amante de Bach o de Garcilaso de la Vega o de Velázquez haciendo mal a los demás. Quien ama la belleza y busca la verdad probablemente – a buen seguro – será capaz de llevar una vida más digna y decente.
Para concluir, estoy convencido de que la corrupción no es un problema exclusivamente político o legal. La corrupción forma parte de cada uno de nosotros: es un problema personal. Es consecuencia de ese defecto de fábrica que llamamos pecado original. Todos tendemos a la corrupción y al pecado. Y el único que puede solucionar ese problema es Dios. La crisis que vivimos es una crisis de fe. Y mientras no volvamos a Cristo por el camino de la conversión, no habrá solución. Jesús sacrificó su vida para salvarnos de nuestra propia corrupción personal. Pero nosotros somos libres de aceptar su salvación o no. Cristo es el camino, la verdad y la vida. Nada podemos sin Él, pero con Él nada es imposible. El actual secularismo nos aparta de Dios. Y en la medida en que nos apartamos de Dios, nuestra sociedad degenerará cada día más hacia la podredumbre, el vicio y la corrupción. No hay más camino que la conversión. Yo al menos no encuentro otro. La mejor educación moral se recibe ante el Sagrario, mirando al Señor, cara a cara, a los ojos: “Señor mío y Dios mío: ten compasión de mí, que soy un pobre pecador”.
Que el resucitado sane las heridas de la humanidad desolada
Bendición Urbi et Orbi a la humanidad y a toda la creación.
“Deseo expresarle mi más sincero agradecimiento por este gesto, que responde a la petición del pueblo fiel de Dios, duramente probado por la pandemia del coronavirus”, lo escribe el Papa Francisco en una Carta dirigida a Monseñor Cesare Nosiglia, Arzobispo de Turín y Obispo de Susa, Italia, quien presidirá una celebración en la capilla que custodia la Sábana Santa, que, de forma extraordinaria, será visible para todos los que participan en la oración a través de los medios de comunicación este Sábado Santo, 11 de abril de 2020.
El Hombre de la Sábana Santa, el Siervo del Señor
Ante la ostensión extraordinaria de la Sábana Santa, el Santo Padre se une a la oración del Arzobispo de Turín, dirigiendo su mirada al Hombre de la Sábana Santa en quien reconocemos los rasgos del Siervo del Señor, que Jesús realizó en su Pasión. Y citando al profeta Isaías (53,3.4-5), el Papa Francisco señala que, Cristo “soportó el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos sido curados”. Por ello, “en el rostro del Hombre de la Sábana Santa – precisa el Pontífice – vemos también los rostros de muchos hermanos y hermanas enfermos, especialmente los más solos y menos cuidados; pero también de todas las víctimas de las guerras y la violencia, de la esclavitud y la persecución”.
El Padre siempre escucha a sus hijos y los salva
En este sentido, como cristianos, y a la luz de las Escrituras, afirma el Papa Francisco, contemplamos en esta tela el icono del Señor Jesús crucificado, muerto y resucitado. “A Él nos confiamos, en Él confiamos. Jesús – indica el Pontífice – nos da la fuerza para afrontar cada prueba con fe, con esperanza y con amor, con la certeza de que el Padre siempre escucha a sus hijos que claman a Él, y los salva”. Por ello, a todos los que participaran a través de los medios de comunicación en la oración ante la Sábana Santa, el Santo Padre los invita a vivirlo en íntima unión con la Pasión de Cristo, para experimentar la gracia y la alegría de su Resurrección. Antes de concluir su Misiva, el Papa Francisco imparte su bendición a Monseñor Nosiglia, a la Iglesia de Turín y a todos los fieles, especialmente a los enfermos y a los que sufren y a cuántos los cuidan. Que el Señor dé paz y misericordia a todos. ¡Feliz PascuaEste domingo 12 de abril, el Papa Francisco ha celebrado en la Basílica de San Pedro la misa del Domingo de Resurrección. Acto seguido oró por el mundo entero e impartió la bendición Urbi et Orbi a la humanidad y a toda la creación.
Contagiar la esperanza que viene de la resurrección
“Es el contagio de la esperanza: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!». No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas. No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no “pasa por encima” del sufrimiento y la muerte, sino que los traspasa, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios”, afirmó el Papa Francisco profundizando sobre el sentido de la esperanza.
Mirar al resucitado
El Papa invita a mirar al resucitado, “que no es otro que el crucificado”, para “que sane las heridas de la humanidad desolada”. En este contexto, el Papa tiene presente a los enfermos, a los que han fallecido y a las familias que lloran la muerte de sus seres queridos: “Hoy pienso sobre todo en los que han sido afectados directamente por el coronavirus” y pide para ellos “que el Señor de la vida acoja consigo en su reino a los difuntos, y dé consuelo y esperanza a quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas. Que conceda su consolación”. De igual manera recordó al personal sanitario, a las autoridades y a todos los que trabajan en los servicios esenciales.
Dificultades generadas por la pandemia
Francisco hizo un recuento de las dificultades que los seres humanos pasan en estos momentos de pandemia: lutos, sufrimientos físicos y problemas económicos. Seguidamente subrayó: “Esta enfermedad no sólo nos está privando de los afectos, sino también de la posibilidad de recurrir en persona al consuelo que brota de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Reconciliación”. En este ambiente, nos invita a recordar la antífona de ingreso de la Misa del día de Pascua del Misal Romano: No temas, «he resucitado y aún estoy contigo».
Un período de cambios repentinos
El Papa se presenta cercano a aquellos que están enfrentando un futuro incierto, pues temen perder el trabajo y las consecuencias que este hecho comporta; también está cercano a quienes toman decisiones políticas y les invita a que encarnen la búsqueda del bien común de todos los ciudadanos “para permitir que todos puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas”.
Este no es tiempo para la indiferencia ni para el egoísmo
Francisco hace un llamado a los fieles para que actúen en favor de los más débiles: “Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia. Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos”.
Llamamientos a la humanidad
El Obispo de Roma procedió a hacer una serie de peticiones a la humanidad y en particular a los cristianos católicos para que actuemos y así construyamos una nueva humanidad, fruto de la resurrección de Jesús entre nosotros:
Pidió no dejar solos a los pobres, a los presos y a los que no tienen hogar. “Procuremos que no les falten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahora cuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos”.
En el caso de los países con sanciones internacionales pidió que “se relajen además las sanciones internacionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada”.
A los países que cargan enormes deudas externas, pidió reducir o incluso condonar, “la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres”.
Para Europa, el Papa pidió que enfrente los desafíos actuales con unidad, rechazando los egoísmos: “Que no pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras. Es la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares”.
El Papa renovó su llamado a finalizar de inmediato todas las guerras y a poner por encima de los conflictos la vida de todos los seres humanos, así como a poner fin al comercio de armas: “No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas.
A continuación, el Papa hizo memoria de algunos lugares castigados por conflictos bélicos y en los que la población sufre la fuerza de la violencia desde hace muchos años: “Que sea en cambio el tiempo para poner fin a la larga guerra que ha ensangrentado a Siria, al conflicto en Yemen y a las tensiones en Irak, como también en el Líbano. Que este sea el tiempo en el que los israelíes y los palestinos reanuden el diálogo, y que encuentren una solución estable y duradera que les permita a ambos vivir en paz. Que acaben los sufrimientos de la población que vive en las regiones orientales de Ucrania. Que se terminen los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en varios países de África”.
Seguidamente el Papa recordó a las poblaciones donde se producen crisis humanitarias, en Asia y África, como en la Región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique. También pidió que Jesús “reconforte el corazón de tantas personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías. Que proteja a los numerosos migrantes y refugiados —muchos de ellos son niños—, que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y Turquía. Que permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria”.
Finalizó su mensaje diciendo: “Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre! Esas palabras pareciera que prevalecen cuando en nosotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que Él, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso”!
Una emotiva reflexión sobre la resurrección de Cristo desde el Santo Sepulcro
Mensaje de Pascua de Fr. Francesco Patton, ofm Custodio de Tierra Santa
El Custodio de Tierra Santa, Fr.. Francesco Patton, realizó una emotiva reflexión sobre la resurrección de Jesús en un video mensaje por Pascua grabado en el Santo Sepulcro, ubicado en Jerusalén (Israel).
Al inicio del video, el P. Patton narra que se encuentra en el edículo del Santo Sepulcro, el espacio donde “se encontraba la tumba excavada en la roca, que José de Arimatea había preparado para sí mismo y que pone a disposición para la sepultura de Jesús”.
Indicó que en ese lugar se colocó el cuerpo de Cristo tras su muerte y que al tercer día, María Magdalena junto con las mujeres, y posteriormente Pedro y Juan, lo encontraron vacío.
“A partir de estos pocos y pobres signos, el discípulo amado consiguió pasar del simple ver al creer. Creer que en un instante de luz Jesús venció a la muerte y llevó nuestra humanidad, nuestra carne, a la vida misma de Dios”, comentó el P. Patton.
“Aquí, en el lugar de la resurrección, es nuestra vida humana, frágil y mortal, la que entra en la dimensión de la eternidad, que se convierte en vida en Dios, que va más allá de la experiencia de la muerte y llega a la plenitud de la vida”, prosiguió.
El Custodio de Tierra Santa destacó que así como el vientre de la Virgen María fue “el lugar físico a través del cual Dios entra en el tiempo con la encarnación de Su Hijo”, el Santo Sepulcro también es “como un vientre en el cual nuestra humanidad comienza a vivir en Dios, a partir del instante en el que Jesús, el Hijo de Dios encarnado, resucita”.
“Este es el motivo por el que esta tumba vacía es tan importante para nosotros y es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza. Tras la resurrección de Jesús, aquí, sabemos con certeza que la muerte ha sido vencida, sabemos que la muerte no tiene la última palabra sobre nuestra vida y sobre la vida de las personas a las que amamos; sabemos que hay Alguien que es más fuerte que la muerte misma”, expresó.
En ese sentido, el P. Patton afirmó que “en el transcurso de toda la historia humana, ningún descubrimiento será más importante que este y nada puede cambiar nuestra vida como este hecho”.
“Tanto si vivimos a pocos pasos o nos encontramos a miles de kilómetros de este lugar santo, el día de Pascua estamos todos aquí, en esta tumba vacía. Y aquí depositamos todo lo que en nuestra vida nos habla de muerte, aquí aprendemos a reconocer los signos de resurrección que Jesús nos hace vislumbrar, aquí aprendemos a creer que tomados de la mano de Jesús resucitado también nosotros podemos vivir en Dios”, concluyó.
Por otro lado, los líderes cristianos de Jerusalén manifestaron en su mensaje por Pascua que la resurrección de Cristo “es un recordatorio constante de que los poderes del mal y la muerte no derrotarán a la vida, sino que la vida tiene victoria sobre la muerte y la oscuridad”.
“El Evangelio nos dice que antes de que Jesucristo ascendiera al gozo, él sufrió dolor y antes de que entrara a la gloria, fue crucificado. Encomendamos a Dios Todopoderoso a las personas que están caminando por la vía de la cruz para que encuentren esperanza, paz y vida”, señalaron en la misiva difundida en el sitio web del Patriarcado Latino de Jerusalén.
“Oramos por quienes están sufriendo en nuestra región y en todo el mundo y también por todos aquellos que sufren en silencio: por los refugiados, los que buscan asilo y los desplazados; por los que viven bajo la opresión, por los que tienen necesidades y privaciones, por las víctimas de la violencia y discriminación y por todos los que luchan por la justicia y la reconciliación”, agregaron.
¿Por qué rezamos el Regina Coeli y no el Ángelus en tiempo Pascual?
Durante el tiempo pascual, la Iglesia Universal se une en la oración del Regina Coeli o Reina del Cielo
La Iglesia se une con alegría, junto a la Madre de Dios, por la resurrección de su Hijo Jesucristo, hecho que marca el misterio más grande de la fe católica.
El rezo de la antífona de Regina Coeli fue establecida por el Papa Benedicto XIV en 1742 y reemplaza durante el tiempo pascual, desde la celebración de la resurrección hasta el día de Pentecostés, al rezo del Ángelus cuya meditación se centra en el misterio de la Encarnación.
De la misma manera que el Ángelus, el Regina Coeli se reza tres veces al día, al amanecer, al mediodía y al atardecer como una manera de consagrar su día a Dios y la Virgen María.
No se conoce el autor de esta composición litúrgica que se remonta al siglo XII y era repetido por los Frailes menores Franciscanos después de las completas en la primera mitad del siguiente siglo popularizándola y extendiéndose por todo el mundo cristiano.
La oración:
G: Reina del cielo, alégrate, aleluya.
T: Porque el Señor, a quien has llevado en tu vientre, aleluya.
G: Ha resucitado según su palabra, aleluya.
T: Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
G: Goza y alégrate Virgen María, aleluya.
T: Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.
Oremos:
Oh Dios, que por la resurrección de Tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a los gozos eternos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen. (tres veces)
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El Huevo de Pascua: Su Historia
En la Edad Media, el papa Julio III prohibió consumir huevos durante la Cuaresma. El domingo de Pascua, con gran alegría, todos salían al campo para recogerlos entonado cantos de aleluya
Para la cristiandad -y los ortodoxos lo son, el domingo de Pascua es una fiesta de júbilo. Y al tradicional cordero en la mesa -símbolo de pureza- se ha unido otro símbolo: el huevo de Pascua. Éste constituye el signo la resurrección, porque el huevo de Pascua ha tenido siempre una venerable historia, desde aquellos primeros cristianos que le consideraron como símbolo de la Resurrección de Jesús. En la Edad Media, cuando llegaba la Pascua los huevos se pintaban y tan colorinescos objetos eran los presentes más preciados durante esos días, hasta el punto de que en el siglo XVII, el Papa Pablo V bendijo al humilde huevo en una plegaria, quizás para olvidar la prohibición decretada por la Iglesia en el siglo IX, de no consumirlos durante toda la cuaresma.
La llegada de la Pascua suponía el levantamiento de la norma y el fervor por los huevos se desataba, tanto en la cocina como en los regalos entre familiares, amigos y sirvientes. Suponía desquitarse de la penitencia impuesta durante cuarenta y seis días. Era el festín del huevo porque éste representaba el regocijo y la vuelta a la alegría. Como la conservación de los huevos durante la cuaresma era problemática -no había frigoríficos-, lo habitual era bañarlos en cera líquida. Así, la fina capa protectora que los cubría permitía mantenerlos más frescos. De ahí vino la costumbre de colorearlos y decorarlos con ceras.
Con el tiempo, la Iglesia levantó el veto al huevo, pero eso no impidió la costumbre de celebrar la Pascua consumiéndolos y regalándolos. Costumbre que ha perdurado hasta hoy, y con mayor auge en los países del Este y en Centroeuropa.
En los de habla inglesa, al Domingo de Pascua se le llama ´Easter Sunday´, porque según la tradición teutónica, Eastre era la diosa de la primavera (la Pascua casi siempre cae muy próxima), y en su homenaje se celebraba un festival pagano. Del nombre Eastre derivó Easter.
La costumbre de esconder huevos pintados en el campo o en los jardines de las casas, para la alegría y regocijo de los niños que los encuentran, se sigue manteniendo en muchos países, entre ellos Estados Unidos. Curiosamente en los jardines de la Casa Blanca el día de Pascua se desarrolla una singular carrera de chicos que hacen rodar los huevos. Gana quien llegue más lejos y sin romperlos. En Grecia todavía se siguen intercambiando huevos carmesí, para recordar la sangre de Cristo. Los armenios los vacían y los decoran con imágenes de Cristo y de la Virgen. Y en Polonía y Ucrania por Pascua, hacen verdaderas obras de arte con cera hundida sobre su cáscara.
El día del nacimiento de Alejandro Severo, quien sucedió a Heliogábalo en la antigua Roma, una gallina puso un huevo de color rojo. La madre consideró esto como un vaticinio que su hijo vestiría la púrpura. Desde entonces fue considerado prenda de buena fortuna los huevos teñidos.
En la Edad Media, el papa Julio III prohibió consumir huevos durante la Cuaresma. El domingo de Pascua se levanta la veda y con gran alegría de todos, en especial de los niños salían al campo para recogerlos, entonado cantos de aleluya. Esta costumbre se mantiene aún vigente en muchos países.
Hay huevos famosos, unos por su gran tamaño, otros por su originalidad. Como el que le obsequió Luis XV a Madame Du Barry que estaba completamente recubierto de oro. Un caballero de la corte exclamó: "¡Si lo comes pasado por agua, yo guardaré la cáscara!". El rey también obsequiaba entre sus cortesanos huevos pintados o grabados. Watteau, Lancret y Boucher llegaron a realizar en ellos verdaderas obras de arte. En el museo Lambinet, en Versailles, se encuentran dos huevos que se consideran una maravilla y que fueron regalados el día de Pascua a Madame Victoria, tía de Luis XVI.
Todo comienza en Semana Santa y culmina con el Domingo de Pascua, que se presenta como una de las más importantes fiestas religiosas. Más allá de los días no laborables, los kilos de chocolates que se comen, los conejos y las roscas típicas, la Pascua tiene una historia digna de ser contada.
La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos, una de las conmemoraciones más importantes para la cristianidad. Muchos fieles van a misa con ramos de olivo -símbolo del recibimiento de Cristo en Jerusalén- para que sean bendecidos.
En esta semana se recuerda la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Con el Domingo de Ramos se evocó la entrada de Cristo en Jerusalén. Según la fe católica, el pueblo judío le dio la bienvenida agitando ramos de olivo.
A partir del jueves próximo -día que se conmemora la Ultima Cena- la liturgia religiosa adquiere mayor importancia. El viernes santo se evoca el tormento de Cristo en su marcha hacia el Calvario y el domingo, con la Pascua de Resurrección, se festejará el paso de la muerte a la vida del Hijo de Dios.
La Pascua constituye el fundamento sobre el cual se asienta y gira toda la vida del cristianismo. Es festejada por 1200 millones de fieles en todo el mundo y el Papa da la bendición en una misa urbi et orbi desde la Basílica de San Pedro.
Las tradiciones en esta fiesta han ido variando con el correr de los siglos hasta llegar a convertirse, para la gran mayoría de la gente, en una semana donde no se trabaja y se comen los famosos huevos de Pascua. De hecho, el Domingo Santo es uno de los dos días del año en el que se consume más chocolates (el otro es la Navidad).
Desde los comienzos de la humanidad, el huevo fue sinónimo de fertilidad, esperanza y renacimiento. El huevo adiquirió importancia dentro de la mitología egipcia cuando el Ave Fénix se quemó en su nido y volvió a renacer más tarde a partir del huevo que lo había creado en un principio. También los hindúes sostenían que el mundo había nacido de un huevo.
Los huevos de pascua en la antigüedad eran de gallina y de pato, y en la Edad Media les eran regalados a los chicos durante las celebraciones. Al tiempo, los cristianos comenzaron a obsequiarse huevos durante la Semana Santa con regalos y al principio el siglo 19, en Alemania, Italia y Francia, aparecieron los primeros huevos hechos con chocolate con pequeños regalos adentro.
En cuanto a la decoración, los huevos de pascua siempre han representado un desafío para los reposteros. Pero las diversas culturas fueron decorando de manera diferente los huevos. En sus comienzos, eran pintados a mano con colores estridentes que representaban la luz del sol. Los huevos se hacían uno a uno con un molde prefabricado, lo que dificultaba mucho su elaboración masiva. Los colores estridentes fueron apareciendo con las grandes producciones de huevos, por los años 20 y 30 del siglo pasado.
Y se transformó en chocolate
Un elemento infalible en la Pascua es el tradicional Huevo de Chocolate, relleno con confites y algunas sorpresas que generalmente es un Juguete, sin embargo no siempre los huevos fueron de Chocolate, ni siquiera tuvieron confites o sorpresas. Regalar huevos decorados es una costumbre que se originó en Europa y Medio Oriente antes del cristianismo. En el antiguo Egipto y en Persia los amigos intercambiaban huevos decorados cuando comenzaba la Primavera, como símbolo del renacer de la naturaleza. En Roma las mujeres embarazadas cargaban con un huevo porque se creía que con él podrían conocer el sexo del niño al nacer. Como la Primavera Europea prácticamente coincide con la Pascua, el huevo pasó a ser el signo del renacer de Cristo; la resurrección. Y ya en la Edad Media se universalizó el uso de los huevos de pascua con este sentido. En algunos países europeos, los huevos se decoran el Jueves Santo y se rompen el Domingo. La cáscara representa la tumba en la que Jesús estuvo sepultado, y es por eso que el huevo se quiebra el domingo de Pascua, pues Cristo resucitó y salió de su sepulcro. También existe un juego donde se hacen rodar los huevos por el pasto tratando de no romperlos y está relacionado con rodar la piedra que cubría la tumba de Jesucristo.
Recetas
Ingredientes:
1/2 kg. de chocolate cobertura
Pincel de cerda blanda Nº 10
Moldes para huevo de Pascuas
Preparación del molde
Todos los moldes son aptos para el moldeado de chocolate, siempre que su superficie esté limpia. Para eso se deberá utilizar un trozo de algodón limpio y seco. De ser necesario se puede lavar el molde con agua tibia y detergente. Enjuagar y secar bien. Recordar que el chocolate refleja el brillo del molde: si éste es brillante, la figura saldrá brillante.
Templado de chocolate
Cortar las 2/3 partes de chocolate en trozos chicos, colocar el chocolate en un bol y ponerlo a calentar a baño María, revolver constantemente durante 4 minutos, retirar del baño María y seguir revolviendo hasta que se disuelva, probar la temperatura del chocolate apoyando la espátula o cuchara de madera sobre el labio inferior durante 2 segundos: la cuchara debe notarse apenas más tibia que el labio (esta es la temperatura de fundido). Cortar el resto del chocolate en trozos grandes e incorporarlos al recipiente revolviendo constantemente hasta que el chocolate del bol se note frío al contacto con el labio (temperatura de temple).
Untar la punta de un cuchillo con el chocolate y llevarlo a la heladera durante 4 minutos. Retirar y apoyar el cuchillo sobre el dedo pulgar; si éste se mantiene firme, el templado es correcto; de lo contrario, si se disuelve al tacto, el templado es incorrecto y no serviría para moldear, pues el chocolate quedaría adherido al molde.
Cargar el pincel con chocolate, comenzar del centro hacia fuera con movimientos contrarios a las agujas del reloj hasta cubrir toda la superficie. Colocar los moldes boca arriba sobre una placa y llevarlos a la heladera durante 5 a 10 minutos, retirarlos y volver a pincelarlos con cuidado de no engrosar mucho más los bordes. Colocar los moldes boca abajo sobre papel impermeable y llevarlos nuevamente a la heladera durante 3 a 5 minutos.
Para recuperar la temperatura de temple, llevar el chocolate a baño María hirviendo durante 2 ó 3 segundos sin revolver sobre el fuego.
Retirar los moldes de la heladera y raspar los bordes con un cuchillo que no tenga serrucho, llevarlos nuevamente a la heladera, boca arriba, durante 20 a 25 minutos y retirar.
Para desmoldar hacer una leve presión hacia adentro y el chocolate debe desprenderse fácilmente, de no ser así, puede que les falte frío, por lo que se debe dejar unos minuto más en la heladera, o puede estar mal templado por haber calentado de más el chocolate. En caso de que esto suceda, trozar nuevamente el chocolate y comenzar nuevamente con el templado.
Para cerrar las mitades de los huevos, calentar levemente una placa y apoyar apenas el borde de una de las mitades, luego unirlo a la otra mitad del huevo y dejar secar. Decorar los bordes y el huevo con glacé real de distintos colores o con chocolate cobertura blanco.
Recuerde que para obtener un buen resultado debe tener mucha paciencia y respetar las temperaturas de templado y los tiempos de frío, de lo contrario su trabajo fracasará y deberá realizar todo nuevamente.
HUEVOS DE CHOCOLATE
Elementos:
500 gramos de chocolate cobertura blanco o negro
Confites de colores
Glacé real
Moldes especiales
Preparación:
Rallar el chocolate con cuchillo y colocarlo en un tazón. Poner éste en un recipiente con agua caliente hasta lograr derretirlo. Retirar y dejar enfriar un poco.
Volcar el chocolate derretido en el molde de cáscara de huevos, expandir a toda la superficie y volcar el excedente.
Llevar a la heladera hasta que esté solidificado y desmoldar. Así, colocar de a dos cáscaras boca abajo sobre una placa algo caliente. Al derretirse los bordes, colocar en el interior los confites y pegar las dos mitades.
Decorar esta unión con glacé real, y decorar los huevos.
No caliente demasiado el chocolate, pues no podrá despegarlos del molde si se excede en temperatura.