El espíritu del Señor está sobre mí

Raimundo de Peñafort, Santo

Memoria Litúrgica, 7 de enero
 
Presbítero Dominico

Martirologio Romano: San Raimundo de Peñafort, presbítero de la Orden de Predicadores, eximio maestro en derecho canónico, que escribió de modo muy acertado sobre el sacramento de la penitencia. Elegido maestro general de la Orden, preparó la redacción de las nuevas Constituciones y, llegado a edad muy avanzada, se durmió en el Señor en la ciudad de Barcelona, en España. († 1275)

Patronazgo: Abogados, especialistas en derecho canónico y de las ciudades de Barcelona y Navarra en España.

Etimológicamente: Raimundo = Aquel que es protector o buen consejero, es de origen germánico.

Fecha de canoización: 29 de abril de 1601 por el Papa Clemente VIII.

Breve Biografía

Cuando Gregorio IX, de quien había sido un precioso colaborador, le comunicó su intención de nombrarlo arzobispo de Tarragona, la consternación de Raimundo de Peñafort fue tal que se enfermó. El humilde y docto sacerdote, que había nacido entre el 1175 y el 1180, había siempre rehusado honores y prestigio, pero no lo había logrado. Rechazando una vida cómoda y alegre (era hijo del noble castellano de Peñafort), se había dedicado desde muy joven a los estudios filosóficos y jurídicos; a los veinte años enseñaba filosofía en Barcelona, y a los treinta años, recién graduado, enseñaba jurisprudencia en Bolonia. El sueldo que obtenía por ello lo gastaba todo en socorrer a los necesitados.

Regresó a Barcelona por invitación de su obispo, quien lo nombró canónigo. Pero cuando los dominicos llegaron a esa ciudad, le invitaron a ingresar en sus filas y Raimundo, abandonándolo todo, entró a la Orden. Dieciséis años después, en 1238, fue nombrado Superior General, cargo que no pudo rehusar. Durante dos años visitó a pie los conventos de la Orden, después reunió el Capítulo general en Bolonia y presentó su renuncia. Así, a los setenta años de edad pudo regresar a la enseñanza y a la pastoral.

Nombrado confesor del rey Santiago de Aragón, no dudó en reprocharle su conducta escandalosa durante la expedición a la isla de Mallorca. Una leyenda cuenta que el rey había prohibido que las embarcaciones se dirigieran hacia España, y entonces, Raimundo, para manifestar su desacuerdo con el soberano, extendió su manta sobre el agua y sobre él navegó hasta Barcelona.

Una de sus obras apostólicas dignas de recordar son las misiones para la conversión de los hebreos y los mahometanos que vivían en España. Según la tradición, se le atribuye el mérito de haber invitado a Santo Tomás de Aquino a escribir la Summa contra Gentiles, para que sus predicadores tuvieran un texto seguro de apologética para las controversias con los herejes e infieles. Él mismo redactó importantes obras de teología moral y de derecho, entre ellas la Summa casuum para la administración correcta y eficaz del sacramento de la penitencia.

Navegando sobre un escapulario de lana

Tomado de: Revista Heraldos del Evangelio,Enero/2005,

San Raimundo es uno de los más esplendorosos ejemplos de las palabras de Cristo: "El que cree en mí, hará también las obras que yo hago, e incluso otras mayores" (Jn 14 12).

El rey Jaime de Aragón era señor de la isla de Mallorca, ubicada en el Mediterráneo a 360 kilómetros de Barcelona. En uno de sus viajes allá invitó a Fray Raimundo, que en ese tiempo ejercía funciones de capellán de la corte. Durante el trayecto, el monarca cuya moralidad dejaba mucho que desear- intentó forzar la conciencia del santo, exigiéndole hacer vistas gordas a su mal proceder.

El hombre de Dios resistió con vigor, llegando al punto de pedir permiso para abandonar la nave en alta mar y volver a Barcelona. El rey negó su autorización a tamaña "locura", la que para el santo parecía cosa sencilla, dado que Jesús vino a sus discípulos "caminando sobre el mar" (Mt 14 25). Confiado en Dios, le dijo al monarca:

-Un rey de la tierra me cierra el paso, pero el Rey del Cielo ha de abrirme un camino mejor. O dicho de otro modo, ¡él mismo es mi camino!

Pero el rey amenazó al santo con la pena de muerte si trataba de huir; y al desembarcar en la isla, Fray Raimundo advirtió que una escolta armada se encargaba de custodiarlo para impedir su fuga.

Después de conquistar la confianza de los guardias con su acogedora bondad, les manifestó el deseo de rezar caminando por la playa. Consintieron. Al fin y al cabo, pensaban, ¿qué podría hacer aquel buen fraile desarmado para evadir la vigilancia? Tal razonamiento, muy válido para otros hombres, se mostró ilusorio contra el indomable santo.

Bajo la estupefacta mirada de los soldados, extendió su escapulario de lana sobre las aguas del mar, para luego "embarcarse" sobre él. A continuación se abrigó con una parte de su manto, e izó la otra punta con su bastón a la manera de una vela. El resto… sólo fue cosa de invocar el santo nombre de María, Señora de los vientos, de la que era un fiel devoto. Un soplo suave pero veloz impulsó el velero de Dios, y en menos de seis horas llegaba al puerto de Barcelona, venciendo milagrosamente los 360 km de distancia.

Era muy de madrugada cuando llegó a su convento. La gran puerta se abrió por sí sola, como brazos de madre recibiendo a un hijo largamente esperado. Se dirigió a su celda conventual, donde hasta las paredes parecían exultar de alegría. Al amanecer, con la modestia característica de los santos, fue a recibir la bendición del Superior y comunicarle que su misión en la corte real estaba cumplida. Sólo mucho tiempo después los hermanos tuvieron conocimiento del portentoso milagro, y por otros conductos.

¿Cómo reaccionó el rey? Cayendo en sí ante tal manifestación de un poder incomparablemente mayor que el suyo, se hizo un fiel seguidor de las advertencias de Fray Raimundo, tanto en lo concerniente a la dirección de su conciencia como al gobierno del reino.

Murió casi a los cien años, el 6 de enero de 1275 y fue canonizado en 1601.

ORACIÓN:

Amorosísimo Padre mío San Raymundo,
vos sabéis la necesidad que padece mi alma
y el consuelo que necesito,
aplicad vuestra intercesión delante de Dios,
para que por vuestros méritos,
alcance la gracia que pretendo,
si ha de ser para mayor gloria de Dios
para más servirle y amarle. Amén.

Signo e instrumentos de la misericordia

Santo Evangelio según san Lucas 4, 14-22. Jueves después de Epifanía
 
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, creo que me estás buscando, que estás dispuesto a venir a mí en este momento de oración. Gracias por tu paciencia y tu bondad. Quiero entregarme totalmente a Ti, ser tu discípulo y misionero de la misericordia.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 4, 14-22

En aquel tiempo, impulsado por del Espíritu, Jesús volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región.

Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito:

El espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: «Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír».

Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios.

Palabra de Dios.

Reflexiona lo que Dios te dice en el Evangelio (te sugerimos leer esto que dijo el Papa)

«Quizás alguno de ustedes se preguntará: ¿Qué es este Año jubilar que se celebra en la Iglesia? El texto bíblico del Levítico 25 nos ayuda a comprender lo que significa un “jubileo” para el pueblo de Israel: Cada cincuenta años los hebreos oían el son de la trompeta (jobel) que les convocaba (jobil) para celebrar un año santo, como tiempo de reconciliación (jobal) para todos. En este tiempo se debía recuperar una buena relación con Dios, con el prójimo y con lo creado, basada en la gratuidad. Por ello se promovía, entre otras cosas, la condonación de las deudas, una ayuda particular para quien se empobreció, la mejora de las relaciones entre las personas y la liberación de los esclavos.

Jesucristo vino para anunciar y llevar a cabo el tiempo perenne de la gracia del Señor, llevando a los pobres la buena noticia, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos y la libertad a los oprimidos. En Él, especialmente en su Misterio Pascual, se cumple plenamente el sentido más profundo del jubileo. Cuando la Iglesia convoca un jubileo en el nombre de Cristo, estamos todos invitados a vivir un extraordinario tiempo de gracia. La Iglesia misma está llamada a ofrecer abundantemente signos de la presencia y cercanía de Dios, a despertar en los corazones la capacidad de fijarse en lo esencial. En particular, este Año Santo de la Misericordia “es el tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le ha confiado el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre”» (S.S. Francisco, Mensaje del Santo Padre para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud, septiembre de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Participar en una hora eucarística para pedir que todos sepamos ser instrumentos de la misericordia.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amen.

En la sinagoga de Nazaret

En la sinagoga de Nazaret. Muchos lo admiraron, otros no lo aceptan.Tiempo de gracia y misericordia.
 
Tras los sucesos de Jerusalén y la primera predicación en Judea, Jesús vuelve a Galilea situando Cafarnaúm, a orillas del Lago Genesaret, será el centro de una intensa acción para dar a conocer el evangelio del Reino, todo ello acompañado de múltiples milagros. "Cuando vino a Galilea, le recibieron los galileos porque habían visto todo cuanto hizo durante la fiesta en Jerusalén, pues también ellos habían ido a la fiesta" (Jn)

Todos acuden a la sinagoga

Antes de predicar en las diversas poblaciones galileas, acude a Nazaret, en donde ha vivido unos treinta años, -toda una vida de trabajo-, sin ningún signo externo que pudiese dejar entrever ni su misión, ni su personalidad. Muchos del pueblo han presenciado los sucesos de Jerusalén, y también han llegado ecos de algunas de las curaciones realizadas, junto a la predicación del esperado Reino de Dios. La expectación, curiosidad y recelo, eran, pues, grandes; todos quieren saber directamente qué pasa, y oírselo decir a Él mismo, su paisano, su pariente. Y acuden todos a la sinagoga.

Jesús "llegó a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró en la sinagoga el sábado, y se levantó a leer. Entonces le entregaron el libro del Profeta Isaías, y abriendo el libro dio con el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado para anunciar la redención a los cautivos y devolver la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para promulgar el año de gracia del Señor. Y enrollando el libro se lo devolvió al ministro, y se sentó. Todos en la sinagoga tenían fijos los ojos en Él"(Lc).

Gran conmoción

El silencio, la atención y los pensamientos –incluso- de los que estaban allí eran intensos. Los de más edad le habían visto durante treinta años como uno más junto a sus hijos; nada extraordinario había hecho, ni siquiera había asistido a las escuelas rabínicas más importantes; era un artesano como los demás; era el hijo de José, que había muerto hacia poco tiempo y su madre, María, estaba viviendo en el pueblo. Sus parientes tendrían, si cabe, una sorpresa mayor que los demás, porque le conocían más. Sabían lo bueno que era, pero nunca les había manifestado nada respecto a su mesianidad; ni siquiera algunas tendencias proféticas; era tan normal como ellos. Entonces Jesús empieza a hablar y sus palabras les llenaron de estupor: "Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oir" (Lc). La conmoción fue grande; era cierto lo que se decía de él, no eran sólo habladurías; este Jesús, tan conocido, se declara el Ungido de Dios, el Cristo, el Mesías anunciado por los profetas. Y dice que con Él, hoy mismo, comienza el año de gracia profetizado por Isaías. Quienes le escuchan no se pueden quedar indiferentes, tienen que decir si le aceptan o le rechazan. El estupor se hace general.

Muchos lo admiraron, otros no lo aceptan

La sorpresa de los presentes la narran los evangelistas con expresiones encontradas. No hay una reacción unánime, como, de hecho nunca la habrá en torno a Jesús. De entrada "todos daban testimonio en favor de Él, y se admiraban de las palabras de gracia que procedían de su boca"(Lc) y "quedaron llenos de admiración". Pero enseguida aparecen reacciones opuestas: muchos no aceptan sin más el testimonio que da de sí mismo piensan que le conocen y no entienden de donde le venía aquel modo sabio de hablar: "¿De dónde le viene a éste esta sabiduría y los milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre, y sus parientes Santiago, José, Simón y Judas? Y sus parientes no están todas entre nosotros? Pues ¿de dónde le viene esto?"(Mt y Mc).

El pueblo se divide

Lo más lógico es que, si no encontraban una explicación natural a su sabiduría ni a sus milagros, existiese una explicación sobrenatural; pero no les resulta fácil creer que uno de los suyos fuese el Mesías. Y se dividieron entre ellos. La mayoría "se escandalizaba de Él"; otros le pedían milagros, con incredulidad. Algunos -como Santiago y Judas Tadeo- creyeron en Él y se contarán entre sus Apóstoles; también la madre de estos dos apóstoles cree y estará con las santas mujeres al pie de la cruz. Pero una fuerte mayoría se enfureció contra Jesús "lo arrojaron de la ciudad, y lo llevaron a la cumbre de la montaña sobre la que estaba edificada para despeñarle. Pero Él pasando por medio de ellos, seguía su camino"(Lc). Es la primera reacción en contra de una cierta consideración, y sus frutos serán amargos pues "no podía hacer allí ningún milagro, sino que impuso las manos a unos pocos enfermos y los curó" (Mc).

Jesús "se maravillaba de su incredulidad". Una frase del Señor ha pasado a ser una sentencia de valor universal y la refleja: "Un profeta sólo es menospreciado en su patria, entre sus parientes y familia"(Mt, Mc, Lc).

La escena de Nazaret es fuerte. Los amigos del Señor, la mayoría de los que han convivido con él y sus parientes no le comprenden, e incluso le expulsan de la ciudad hasta el punto de que algunos exaltados quieren matarle. La conducta de los nazarenos manifiesta algo común a todo hombre: resulta difícil superar los esquemas humanos acostumbrados. Los nazarenos y los parientes de Jesús no se sienten con fuerzas para dar el salto de fe necesario para creer que uno de ellos es el Mesías. Es lógico que Jesús sienta un dolor considerable al ver tan poco amor en aquellos a los que quiere de una manera especial. María Santísima también sufriría intensamente; Ella tuvo que permanecer allí cuando se marcha Jesús y recibiría las recriminaciones de los que no entienden a su Hijo.

Tiempo de gracia y misericordia

Y Jesús marcha de Nazaret con el anuncio del año de gracia concedido a los hombres. Ciertamente, todo el tiempo que vive Jesús va a ser un tiempo de gracia. Será un año de misericordia para todos los que acepten la predicación que se va a realizar de un modo activísimo en todo Israel, primero en Galilea, pero también en Judea, Samaría y territorios limítrofes.

Como los magos, dejemos que la luz de Cristo nos guíe

Ángelus del Papa, 6 de enero de 2021

El miércoles 6 de enero, en Italia, España y otros países, se celebra la Solemnidad de la Epifanía del Señor, es decir, la manifestación del Hijo de Dios a todas las gentes (en México y otros países la solemnidad de la Epifanía se celebró este año el domingo 3 de enero), el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, sin presencia de fieles a causa de la pandemia.

En su alocución, el Santo Padre señaló que la salvación realizada por Cristo no conoce confines: "La Epifanía no es un misterio más, es siempre el mismo acontecimiento de la Natividad, pero visto en su dimensión de luz: luz que ilumina a cada hombre, luz que hay que acoger en la fe y luz que hay que llevar a los demás en la caridad, en el testimonio, en el anuncio del Evangelio".

En este contexto, el Pontífice subrayó que la visión de Isaías, que presenta la liturgia de hoy (cf. 60,1-6), resuena en nuestro tiempo más actual que nunca: «La oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos» (v. 2).

"En este horizonte -dijo el Papa- el profeta anuncia la luz: la luz dada por Dios a Jerusalén y destinada a iluminar el camino de todos los pueblos. Esta luz tiene la fuerza de atraer a todos, cercanos y lejanos, todos se ponen en camino para alcanzarla (cf. v. 3). Es una visión que abre el corazón, infunde aliento, invita a la esperanza".

El evangelista Mateo, por su parte, al relatar el episodio de los Magos (cf. 2, 1-12), "muestra que esta luz es el Niño de Belén, es Jesús, aunque no todos acepten su realeza":

“Él es la estrella que apareció en el horizonte, el Mesías esperado, Aquel a través del cual Dios realiza su reino de amor, justicia y paz. Nació no solo para algunos, sino para todos los hombres, para todos los pueblos”.

Francisco planteó al respecto dos cuestiones: «¿Y cómo tiene lugar esta “irradiación”? ¿Cómo se difunde la luz de Cristo en todo lugar y en todo momento?».

Sin duda, «no a través de los poderosos medios de los imperios de este mundo, que siempre están buscando dominarlo -aseguró el Santo Padre- sino a través del anuncio del Evangelio y con el mismo “método” elegido por Dios para venir entre nosotros: la encarnación, es decir, hacerse prójimo del otro, encontrarlo, asumir su realidad».

"Sólo así la luz de Dios, que es Amor, puede brillar en quienes lo acogen y atraer a los demás", argumentó el Papa haciendo hincapié en que la estrella es Cristo, "pero también nosotros podemos y debemos ser la estrella, para nuestros hermanos y hermanas, como testigos de los tesoros de infinita bondad y misericordia que el Redentor ofrece gratuitamente a todos".

Por tanto, Francisco enfatizó que la condición es "acoger esta luz en uno mismo, acogerla cada vez más".

«¡Ay de nosotros si pensáramos que la poseemos, que sólo tenemos que “administrarla”! También nosotros, como los Magos, estamos llamados a dejarnos siempre fascinar, atraer, guiar, iluminar y convertir por Cristo: es el camino de la fe, a través de la oración y la contemplación de las obras de Dios, que continuamente nos llenan de alegría y de asombro siempre nuevo», añadió.

El Papa concluyó invitando a los fieles a pedir la protección de María sobre la Iglesia universal, "para que ella difunda en todo el mundo el Evangelio de Cristo, Lumen gentium, luz de todos los pueblos".

Carta a los católicos

La fe en Cristo es la razón de la Iglesia.
 
En la Iglesia de Cristo suceden cosas extraordinarias aunque sean de ordinaria administración. Pienso que ahí hemos de fijar la atención cuando queramos resolver cualquier problema existente. He leído con atención la carta dirigida a todos los obispos por el teólogo Hans Küng. Es obvio que mi nivel no es el suyo, ni mi curriculum tampoco. Pero aquí no respondo a esa carta. Me dirijo a los católicos al filo de ese escrito, porque justamente echo en falta en él lo más maravilloso de la Iglesia, el punto de apoyo para cualquier reforma posible.

Es muy elemental lo que escribo: se trata de creer en el Depósito Revelado. Y creer con alegría; no como soportando un pesado fardo. Porque la fe es para vivir y morir con alegría.

En el Credo afirmamos nuestra fe en la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica. Aunque sus miembros pequemos, el Cuerpo de Cristo -la Iglesia- es santo, tiene una finalidad santa: la salvación de las gentes; se organiza esencialmente con medios santos: la oración y la vida sacramental; su Cabeza es el Dios hecho hombre; y como decían los clásicos, las cosas santas han de ser tratadas santamente. Sé que muchas veces no lo hacemos así, pero eso no varía nada la esencia de la Iglesia. Quizá más bien la refuerza, al permanecer incólume en medio de tantos avatares en su historia bimilenaria.

Oí reiteradamente a una persona santa: yo no creo por los curas, ni por las monjas, ni por los frailes..., sino por Cristo Nuestro Señor. La fe no reside en técnicas ni tácticas, ni en celibato o no, ni en la misa en latín de espaldas o de cara, ni en que las iglesias estén llenas o vacías. El propio concilio Vaticano II recordaba: por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela. Esa fe es don de Dios pero, precisamente porque lo revelado por Él nos excede, la fe siempre es libre, nunca puede imponerse al entendimiento como puede hacerlo la solución de un problema matemático o lo observado empíricamente sin error. En la misma Constitución conciliar -Dei Filius- se habla de la transmisión de los contenidos de la fe a través del Magisterio de la Iglesia, lo que choca frontalmente con esta afirmación de Küng: todo lo que hace el Papa -resumo su idea- no es capaz de modificar la postura de la mayoría de los católicos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual.

Pero es que creemos por Revelación de Dios -custodiada por la jerarquía- cuya cumbre es Cristo, y no por lo que exprese la mayoría, suponiendo que sea cierta la afirmación del teólogo. La Iglesia es así por voluntad de su Fundador y otra pretensión se estrellará contra la roca de Pedro. Pienso que vivir la sobrenaturalidad de la Iglesia es su verdadera recuperación, su real progreso. Lo otro hasta puede sonar bien a algunos oídos anclados en los setenta, pero sería una ONG; algo bueno, pero lejísimos de la esencia católica. Vale aquí lo que Dios decía al pueblo escogido: Tu miseria es tuya, Israel; tu fuerza soy yo.

3 consejos para que no te encuentren desprevenido

¿Cuántas veces limpio a profundidad mi corazón y lo preparo para la visita de Jesús?

Cada vez que me presento en un lugar nuevo y me toca decir de dónde soy, hay una breve pausa, no sé qué decir, porque he vivido en varios lugares del país y la verdad es que las personas terminan confundidas.

Me gradué de arquitecto y cuando estudiaba en la universidad vivía en una ciudad llamada Valencia, a 4 horas del lugar donde vive mi familia. Mi mamá y mi papá me visitaban frecuentemente, pero siempre pasaban dos cosas: me avisaban cuando iban saliendo o simplemente llegaban, tal cual, paracaídas. ¡No me daba tiempo de arreglar la casa!

Sentía pena con ellos porque siempre había algo fuera de su lugar: cartones en el piso, papel, lápiz y todo tipo de material que utilizaba para hacer mis trabajos. Lo que significaba que la casa no estaba en condiciones para recibirlos de la mejor manera. Terminaba ordenando a medias para que no me dijeran nada.

Les cuento esto porque era una situación que se repetía a menudo, y pensaba en lo triste que era recibirlos así cuando sé que se merecen lo mejor. Poco a poco, fui creando hábitos para que no me tomara por sorpresa y estar preparada… aplicaba la frase “no se sabe ni el día ni la hora”.

Así fue como me comencé a cuestionar: ¿Cuántas veces limpio a profundidad mi corazón y lo preparo para la visita de Jesús? Si hoy me tocara encontrarme con Dios, ¿qué le voy a ofrecer?.

Es cuestión de prioridades

“Hay tiempo para todo, es cuestión de prioridades”, es una de las frases que mi mamá siempre me repetía. Sin duda, tiene mucha razón.

Desde pequeños nos han enseñado a cumplir ciertos parámetros que nos ayudan a crecer como personas, sobre todo en el ámbito humano: ir al colegio, graduarnos, comenzar la carrera universitaria, comenzar a trabajar para luego formar una familia, o por lo menos es el común denominador dentro de los objetivos a alcanzar en la vida.

Estamos ocupados en lo práctico, las 24 horas del día no rinden para hacer todo lo que queremos estudios, viajes, fiestas… ¿y qué hay después de alcanzar todo esto?, ¿qué pasa dentro de ti?.

“Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas, cuando en realidad una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, y nadie se la quitará”. Lc 10, 41-42

Por eso, quiero dejarte algunos consejos que podrán ayudarte a organizarte mejor:  

1. Haz una lista

Selecciona las tareas que consideres más importantes o “de mayor prioridad”. Organizar tu día es vital para tener en mente los objetivos a alcanzar, pero no descuides limpiar y organizar lo que hay en tu corazón.

“Lo que exteriorizas es reflejo de lo que hay en tu interior”

La vida espiritual te fortalece y te ayuda a enfrentar todos los retos del camino, te ayuda a hacer extraordinario lo ordinario, y eso precisamente es lo que Cristo quiere de ti: que seas tú mismo y hagas lo que una persona de tu edad hace sin perder la mirada en Él.

“Necesitamos Santos que van al cine, oyen música y pasean con los amigos. Necesitamos Santos que coloquen a Dios en primer lugar, pero que sobresalen en la universidad. Necesitamos Santos que buscan tiempo cada día para rezar y que sepan enamorar en la pureza y castidad, o que consagren su castidad. Necesitamos Santos modernos, Santos del siglo XXI con una espiritualidad insertada en nuestro tiempo”.

2. Crea hábitos

Los actos más pequeños y que tal vez piensas que no tienen relevancia, ayudan a forjar tu voluntad, a mantener un orden en todos los aspectos de tu vida, aprendes a tener dominio de ti mismo y lo más interesante es que ¡tú tienes el control sobre tus “pasiones”!

Te recomiendo que empieces con cosas pequeñas, que te sientas capaz de lograrlo, como por ejemplo: arreglar tu cama al levantarte o rezar un Ave María en acción de gracias por un día más de vida.

Todo proceso es gradual, lo importante es la constancia en ellos, son actos pequeños, posibles pero agradables a Dios.

3. No des todo por sentado

Aunque el tiempo no es suficiente para ciertas cosas, a veces sentimos demasiada seguridad de que hay tiempo de sobra para otras… lo que nos corresponde hacer hoy lo dejamos para después, comenzando por hacer el bien, siempre esperamos el último momento para comenzar a creer: “¿Qué tanto?, después pido perdón, después hago el bien” y después se me va la vida y no hay después.

“¡Dichoso ese criado si, al llegar su Señor, lo encuentra haciendo lo que debe! “Lc 12, 43

Nadie tiene la garantía de que habrá un mañana, ¿y qué hay con eso?, cada día que vives es una oportunidad para comenzar de nuevo pero depende de ti y de las ganas que tengas para hacer lo mejor; tal vez de ti depende que alguien sonría porque le diste un buenos días o tan sólo dijiste por favor y gracias, recuerda: los pequeños detalles hacen grandes diferencias.

Solo una cosa es esencial

Todas nuestras acciones tienen sello de eternidad, es decir, todo lo que hoy hagas puede sumar o restar para esa “preparación del corazón” en tu camino hacia la santidad.

No quiero asustarte con esto sino invitarte a darle sentido a todos tus actos y que en ellos busques agradar a Dios, por amor, “obedecer en lo pequeño en el tiempo que Dios te ha concedido”.

Estamos aquí por un acto de obediencia, la obediencia del hijo al Padre. Una obediencia que fue sufrida pero que trajo una gran bendición.Y sí, la obediencia bendice… y ese debe ser nuestro mayor ejemplo.

Para obedecer necesitamos escuchar, y solo podemos escuchar si estamos dispuestos. No te predispongas al plan que Dios tiene para ti.

Cuando Dios creó la humanidad pensó en su felicidad, nos creó con varios fines, uno de ellos para hacer el bien, y es que todo el mundo necesita hacer el bien para sentirse bien (por filantropía o por convicción), es una necesidad.

Ante los ojos de Dios estamos hechos para un bien mayor, nos creó para ser felices eternamente, pero para alcanzar esa plena felicidad tuvo que dejarnos ciertas reglas que encausan nuestro andar, un regla esencial… la regla del AMOR.

Muchas veces no sabemos cómo amar, pensamos que Dios nos exige por capricho, y como no lo entendemos decidimos hacer las cosas a nuestra manera. En la terquedad del hombre, pensando que podremos con todo y en el tiempo que nosotros dispongamos.

Haz que cuente

El tiempo, ha sido uno de los tantos regalos que se nos ha dado, con un valor particular; el tiempo es camino y oportunidad, es ocasión de gracia.

¿Cuánto tiempo es nuestra vida en comparación con la eternidad? Pasaremos más tiempo muertos que vivos, el tiempo es la oportunidad para realizar la misión; se nos ha dado mucho y mucho se nos exigirá.

Tu tiempo es hoy y ahora, el de ser mejor, el de agradar a Dios, el de trabajar con tu realidad de vida para tu santidad, con tus imperfecciones, es tiempo de creer en tí y usar los talentos que Dios te ha dado, no hay tiempo para perder el tiempo persiguiendo falsas promesas, es tiempo de vencer el mal haciendo el bien.

“Si aún puedes ser mejor de lo que eres, es evidente que aún no eres tan bueno como debes” San Agustín

Nunca es tarde, hoy puedes ser mejor que ayer, puedes comenzar a preparar tu corazón y que no te agarren desprevenido. Hoy tienes el tiempo en tus manos, hoy puedes comenzar a determinar cuáles son tus prioridades, lo que hoy vives es lo único seguro que tienes…

¿Qué esperas? ¡Haz que cuente!

PRECES

Con la certeza de que el Señor escucha siempre nuestra oración, le pedimos:
R/MSeñor, muéstranos tu rostro.
Protege a tu Iglesia durante este día,
– haz que sus miembros mostremos al mundo la salvación que has traído.MR/
Acuérdate de los que han de emigrar de sus países para salvar sus vidas o encontrar medios de subsistencia,
– haz que no falten quienes los acojan y ayuden.MR/
Ilumina a los maestros y educadores,
– que con su palabra y ejemplo conduzcan a los niños y jóvenes en el conocimiento y amor a la verdad.MR/
Enséñanos a reconocer tu presencia en medio del mundo,
– y a no dejar de buscar en todo cumplir tu voluntad.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…

ORACIÓN

Oh, Dios, que por medio de tu Hijo has hecho aparecer ante todas las naciones la luz de tu eternidad, concede a tu pueblo reconocer la plenitud espléndida de su Redentor para llegar con su ayuda a la claridad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

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