Dejando a su padre en la barca..., se marcharon con él
- 24 Enero 2021
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Francisco de Sales, Santo
Memoria Litúrgica. 24 de enero
Obispo de Ginebra
Doctor de la Iglesia
Cofundador de la Congregación de la Visitación
Martirologio Romano: Memoria de san Francisco de Sales, obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia. Verdadero pastor de almas, hizo volver a la comunión católica a muchos hermanos que se habían separado y con sus escritos enseñó a los cristianos la devoción y el amor a Dios. Fundó, junto con santa Juana de Chantal, la Orden de la Visitación, y en Lyon entregó humildemente su alma a Dios el 28 de diciembre de 1622. Fue sepultado en Annecy, en Francia, en este día (1622).
Etimológicamente: Francisco = Aquel que porta la bandera, es de origen germánico.
Fecha de canonización: 19 de abril de 1665 por el Papa Alejandro VII.
Breve Biografía
El patrono de los periodistas fue un escritor que se distinguió por decir la verdad con elegancia y sin herir a nadie, por escribir y hablar con tanta delicadeza que nadie se sentía molesto; un escritor y orador que no buscaba el morbo sino la transmisión de la simple y llana verdad evangélica. Y supo comunicar la idea de que todo lo auténticamente humano es cristiano.
Fue un humanista de pies a cabeza.
VIDA DE SAN FRANCISCO DE SALES
Nace el gran Santo:
San Francisco nació en el castillo de Sales, en Saboya, el 21 de agosto de 1567. Fue bautizado al día siguiente en la Iglesia parroquial de Thorens, con el nombre de Francisco Buenaventura. Durante toda su vida sería su patrono San Francisco de Asís. El cuarto donde él nació se llamaba "el cuarto de San Francisco", porque había en él una imagen del "Poverello" predicando a los pájaros y a los peces.
De niño Francisco fue muy delicado de salud ya que nació prematuro; pero gracias al cuidado que recibió, se pudo recuperar y fortalecerse con los años. Si bien no era robusto, su salud le permitió desplegar una enérgica actividad durante su vida.
La Madre de Francisco:
La Señora Francisca de Boisy era una mujer sumamente amable y trabajadora y profundamente piadosa. Santa Juana de Chantal dice que la gente la admiraba como a una de las damas más respetables de esa época.
Tenía que mandar y dirigirlo todo en un amplísimo castillo donde laboran cuarenta trabajadores, sirvientas, mensajeros, labradores, y encargados del ganado.
Es muy importante tener en cuenta las cualidades de la mamá de Francisco, porque éste, por el valle nublado frío y oscuro donde estaba su casa, podría haber sido un hombre retraído y más bien inclinado a la tristeza y el pesimismo. Y en cambio, por la maravillosa formación que Doña Francisca le va proporcionando y por la educación que le hace dar su padre, obtiene las bases para llegar a ser más tarde con la gracia de Dios y por sus grandes esfuerzos, un portento de amabilidad y del más exquisito trato social.
Doña Francisca era una mujer que vivía muy ocupada, pero sin afanes ni apresuramientos. Quizás de ella habrá aprendido el niño Francisco aquella virtud suya que le dará resultado toda su vida: trabajar mucho, trabajar siempre, pero sin perder la calma, sin inquietud, no dejando para mañana lo que se puede hacer hoy.
La religión dominaba la vida de doña Francisca, y la compartía con todos, de ahí que Francisco aprendiese todo esto y luego lo usase más tarde para el beneficio de muchas almas.
Infancia:
Era un niño lindo, rubio, rosado que se divertía jugando en el Castillo. Le gustaba ir al Templo y rezar mirando hacia el altar y también era muy dado a ayudar a los pobres. Sin duda había recibido del Espíritu Santo el don de la Magnificencia, que consiste en un gusto especial por dar, y dar con gran generosidad. Como niño vivo e inquieto, que le gustaba curiosear por aquel inmenso Castillo donde vivía; parecía que tenía cien pulgas debajo de la ropa que no le dejaban estar quieto, por lo que su madre y la nodriza tenían que estar constantemente viendo que estaba haciendo.
Su madre le enseñaba el catecismo y le narraba bellos ejemplos religiosos. Y cuando el pequeño Francisco se encontraba con otros niños por el camino o en el prado, les repetía las enseñanzas y narraciones que había escuchado de labios de su mamá. Se estaba entrenando para lo que sería su mas preciado trabajo: enseñar catecismo, pero enseñarlo bellamente a base de amenos ejemplos.
Hay un hecho en su infancia que denota mucho su celo por Dios pero también su inclinación a la ira, con la que luchará por 19 años de su vida hasta dominarla. Se cuenta que un día un Calvinista fue a visitar el Castillo, Francisco se enteró y como no podía meterse en la sala a protestar, tomó un palo en las manos, y lleno de indignación se fue al corral de las gallinas, arremetiendo contra ellas y gritando: "Fuera los herejes: No queremos herejes". Las pobres gallinas salieron corriendo y gritando ante su atacante, y a tiempo llegaron los sirvientes para salvarlas. Este que ahora atacaba a las gallinas, después llegará a tener un genio tan bondadoso y amable que no procederá con ira ni siquiera contra los más tremendos adversarios; ahora bien , esta bondad no nació con él sino que fue una conquista, poco a poco, con la ayuda de Dios.
Su padre, Don Francisco, tenía temor de que su hijo fuera a crecer flojo de voluntad porque la mamá lo quería muchísimo y podía hacerlo crecer algo consentido y mimado. Entonces le consiguió de profesor a un sacerdote muy rígido y muy exigente, el Padre Deage. Este será su preceptor durante toda su vida de estudiante. Era un hombre super exacto en todo, pero muy frecuentemente demasiado perfeccionista en sus exigencias. Este preceptor lo ayudará mucho en su formación pero le hará pasar muchos ratos amargos, por exigirle demasiado. Francisco no protestará nunca y en cambio le sabrá agradecer siempre, pero para su comportamiento futuro tomará la resolución de exigir menos detalles importunos y hacer más amables a quienes él tenga que dirigir.
A los 8 años entró en el Colegio de Annecy, y a los 10 años hizo su Primera Comunión junto con la Confirmación. Desde ese día se propuso no dejar pasar un día sin visitar a Jesús Sacramentado en el Templo o en la Capilla del colegio. El que más tarde será el gran promotor del culto solemne a la Eucaristía, fue preparado muy cuidadosamente por la madre y por su Sacerdote preceptor para recibir por primera vez a Jesús Sacramentado. Guiado por su madre se trazó unos buenos propósitos como recuerdo de su Primera Comunión:
1) Cada mañana y cada noche rezaré algunas oraciones.
2) Cuando pase por frente de una Iglesia entraré a visitar a Jesús Sacramentado, si no hay una razón grave que me lo impida.
3) Siempre y en toda ocasión que me sea posible ayudaré a las gentes más pobres y necesitadas.
4) Leeré libros buenos, especialmente Vidas de Santos.
Durante toda su vida procuró ser enteramente fiel a estos propósitos.
Un año más tarde en la misma Iglesia de Santo Domingo (actualmente San Mauricio), recibió la tonsura.
Francisco, estudiante:
Un gran deseo de consagrarse a Dios consumía al joven, que había cifrado en ello la realización de su ideal; pero su padre (que al casarse había tomado el nombre de Boisy) tenía destinado a su primogénito a una carrera secular, sin preocuparse de sus inclinaciones. A los 14 años, Francisco fue a estudiar a la Universidad de París que, con sus 54 colegios, era uno de los más grandes centros de enseñanza de la época.
Su padre le había enviado al colegio de Navarra, a donde iban los hijos de las familias de Saboya; pero Francisco, que temía por su vocación, consiguió que consintiera en dejarle ir al Colegio de Clermont, dirigido por los jesuitas y conocido por la piedad y el amor a la ciencia que reinaban en él. Acompañado por el Padre Déage, Francisco se instaló en el hotel de la Rosa Blanca de la calle St. Jacques, a unos pasos del Colegio de Clermont. Francisco se propuso un Plan de Vida durante su estadía en el colegio. Se propuso dedicarse a hacer lo que tenía que hacer: prepararse bien para el futuro.
Desde el principio, guiado, por su director, el Padre Déage, se trazó un programa de acción: Cada semana confesarse y comulgar. Cada día atender muy bien a las clases y preparar las tareas y lecciones para el día siguiente. Dos horas diarias de ejercicios de equitación, de esgrima, de baile .
La debida mezcla entre los ejercicios de piedad y las artes gimnásticas le fueron consiguiendo un aire de elegancia y respetabilidad. Era alto, gallardo y bien presentado. Enemigo de los lujos, pero siempre decorosamente presentado. En las reuniones de gente de refinada elegancia era el invitado preferido, porque a la vez de ser muy sencillo y sin rebuscamientos inútiles, era "la cultura personificada".
Más tarde, cuando sea Obispo, la gente exclamará: "en las reuniones sociales se porta con la santidad de un digno ministro de Dios, y en las ceremonias religiosas se porta con la elegancia del más exquisito de los caballeros". Y al preguntarle alguien el por que, respondió: "Cuando estoy en la alegría de una fiesta social me imagino estar revestido de ornamentos de Obispo, y me comporto con la dignidad que esto exige. Y cuando estoy celebrando una ceremonia religiosa me imagino estar en la más exquisita y refinada reunión, y trato de comportarme con la educación y urbanidad que en estos casos se exige".
Pronto se distinguió en retórica y en filosofía; después se entregó apasionadamente al estudio de la teología. Cada día estaba más decidido a consagrarse a Dios y acabó por hacer voto de castidad perpetua, poniéndose bajo la protección de la Santísima Virgen. Pero no por ello faltaron las pruebas.
La más terrible tentación de su juventud:
Vivir en gracia de Dios en aquellos ambientes no era nada fácil. Sin embargo, Francisco supo alejarse de toda ocasión peligrosa y de toda amistad que pudiera llevarle a ofender a Dios y logró conservar así el alma incontaminada y admirablemente pura. Francisco tenía 18 años.
Su carácter era muy inclinado a la ira, y muchas veces la sangre se le subía a la cara ante ciertas burlas y humillaciones, pero lograba contenerse de tal manera que muchos llegaban hasta imaginarse que a Francisco nunca le daba mal genio por nada. Pero entonces el enemigo del alma, al ver que con las pasiones más comunes no lograba derrotarlo, dispuso atacarlo por un nuevo medio más peligroso y desconocido.
Empezó a sentir en su cerebro el pensamiento constante y fastidioso de que se iba a condenar, que se tenía que ir al infierno para siempre. La herejía de la Predestinación, que predicaba Calvino y que él había leído, se le clavaba cada vez más en su mente y no lograba apartarla de allí. Perdió el apetito y ya no dormía. Estaba tan impresionantemente flaco y temía hasta enloquecer. Lo que más le atemorizaba no eran los demás sufrimientos del infierno, sino que allá no podría amar a Dios.
El Señor permitiéndole la tentación le da la salida. El primer remedio que encontró fue decirle al Señor: "Oh mi Dios, por tu infinita Justicia tengo que irme al infierno para siempre, concédeme que allá yo pueda seguirte amando. No me interesa que me mandes todos los suplicios que quieras, con tal de que me permitas seguirte amando siempre"; esta oración le devolvió gran parte de paz a su alma.
Pero el remedio definitivo, que le consiguió que esta tentación jamás volviese a molestarle fue al entrar a la Iglesia de San Esteban en París, y arrodillarse ante una imagen de la Santísima Virgen y rezarle la famosa oración de San Bernardo:
"Acuérdate Oh piadosísima Virgen María, que jamás oyó decir que hayas abandonado a ninguno de cuantos han acudido a tu amparo, implorando tu protección y reclamando tu auxilio. Animado con esta confianza, también yo acudo a ti, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados , me atrevo a comparecer ante tu soberana presencia. No desprecies mis súplicas, Madre del Verbo Divino, antes bien, óyelas y acógelas benignamente. Amén"
Al terminar de rezar esta oración, se le fueron como por milagro todos sus pensamientos de tristeza y de desesperación y en vez de los amargos convencimientos de que se iba a condenar, le vino la seguridad de que "Dios envió al mundo a su Hijo no para condenarlo, sino para que los pecadores se salven por medio de Él. Y el que cree no será condenado" (Juan 3:17).
Esta prueba le sirvió mucho para curarse de su orgullo y también para saber comprender a las personas en crisis y tratarlas con bondad.
Estudiante de universidad:
En el 1588, partió para la ciudad italiana de Padua; su padre le había dado la orden de estudiar abogacía, doctorarse en derecho. Francisco fue obedeciendo a su padre. Estudiaba derecho durante cuatro horas diarias para poder llegar a ser abogado. Otras cuatro horas estudiaba Teología, la ciencia de Dios, porque tenía un gran deseo: llegar a ser sacerdote.
Durante su estadía en Padua, dice el mismo Francisco, que lo que más le ayudó fue la amistad y dirección espiritual de ciertos sacerdotes jesuitas muy sabios y muy santos. Le ayudó mucho la lectura de un libro, que le acompañará durante su vida por 17 años, escrito por el Padre Scupoli llamado: "El Combate Espiritual". Lo leía todos los días y sacaba gran provecho de su lectura.
San Francisco hizo un detallado plan de vida para preservarse durante su estadía en Padua, y se propuso hacer lo siguiente:
1) Cada mañana hacer el Examen de previsión : que consistía en ver que trabajos, que personas o actividades iba a realizar en ese día, y planear como iba a comportarse ante ellos.
2) A mediodía visitar el Santísimo Sacramento y hacer el Examen Particular: examinando su defecto dominante y viendo si había actuado con la virtud contraria a él, (durante 19 años su examen particular será acerca del mal genio, de aquel defecto tan fuerte que era su inclinación a encolerizarse).
3) Ningún día sin Meditación: Aunque fuese por media hora, dedicarse a pensar en los favores recibidos por el Señor, en las grandezas de Dios , en las verdades de la Biblia o en los ejemplos de los santos.
4) Cada día rezar el Santo Rosario: no dejarlo de rezar ningún día de su vida, promesa que siempre cumplió.
5) En su trato con los demás ser amable pero moderado.
6) Durante el día pensar en la Presencia de Dios.
7) Cada noche antes de acostarse hacer el Examen del día : decía, "recordaré si empecé mi jornada encomendándome a Dios. Si durante mis ocupaciones me acordé muchas veces de Dios para ofrecerle mis acciones, pensamientos, palabras y sufrimientos. Si todo lo que hoy hice fue por amor al buen Dios. Si traté bien a las personas. Si no busqué en mis labores y palabras darle gusto a mi amor propio y a mi orgullo, sino agradar a Dios y hacer bien a mi prójimo. ¿Si supe hacer algún pequeño sacrificio?, ¿Si me esforcé por estar fervoroso en la oración? y pediré perdón al Señor por las ofensas de este día, haré propósito de portarme mejor en adelante; y suplicaré al cielo que me conceda fortaleza para ser siempre fiel a Dios; y rezando mis tres Avemarías me entregaré pacíficamente al sueño. Firmado: Francisco de Sales, Padua 1589.
Así Francisco, mantuvo protegido su corazón todo el tiempo en el que estuvo estudiando en Padua y a los 24 años obtuvo el doctorado en leyes, y fue a reunirse con su familia en el castillo de Thuille, a orillas del lago de Annecy. Ahí llevó durante 18 meses, por lo menos en apariencia, la vida ordinaria de un joven de la nobleza. El padre de Francisco tenía gran deseo de que su hijo se casara cuanto antes y había escogido para él a una encantadora muchacha, heredera de una de las familias del lugar. Sin embargo, el trato cortés, pero distante, de Francisco hicieron pronto comprender a la joven que este no estaba dispuesto a secundar los deseos de su padre.
El santo declinó, por la misma razón, la dignidad de miembro del senado que le había sido propuesta, a pesar de su juventud.
Hasta entonces Francisco sólo había confiado a su madre y a su primo Luis de Sales y a algunos amigos íntimos, su deseo de consagrarse al servicio de Dios. Pero había llegado el momento de hablar de ello con su padre. El Señor de Boisy lamentaba que su hijo se negara a aceptar el puesto en el senado y que no hubiese querido casarse, pero ello no le había hecho sospechar, ni por un momento, que Francisco pensara en hacerse sacerdote.
La muerte del deán del capítulo de Ginebra hizo pensar al canónigo Luis de Sales en la posibilidad de nombrar a Francisco para sustituirle, lo cual haría menos duro el golpe para el padre del santo. Con la ayuda de Claudio de Granier, obispo de Ginebra, pero sin consultar a ningún miembro de la familia, el canónigo explicó el asunto al Papa, quien debía hacer el nombramiento y, a vuelta de correo, llegó la respuesta del Sumo Pontífice que daba a Francisco el puesto. Este quedó muy sorprendido ante la dignidad con que le distinguía el Papa, pero se resignó a aceptar ese honor que no había buscado, con la esperanza de que su padre accedería así más fácilmente a su ordenación.
Pero el Señor de Boisy era un hombre muy decidido y pensaba que sus hijos le debían una obediencia absoluta. Francisco tuvo que recurrir a toda su respetuosa paciencia y su poder de persuasión para convencerle de que debía ceder.
Por fin vistió la sotana el día mismo en que obtuvo el consentimiento de su padre, y fue ordenado sacerdote 6 meses después, el 18 de diciembre de 1593. A partir de ese momento, se entregó al cumplimiento de sus nuevos deberes con un celo que nunca decayó. Ejercitaba los ministerios sacerdotales entre los pobres, con especial cariño; sus penitentes predilectos eran los de cuna humilde.
Su predicación no se limitó a Annecy únicamente, sino a otras muchas ciudades. Hablaba con palabras sencillas, que los oyentes le escuchaban encantados, pues no había en sus sermones todo ese ornato de citas griegas y latinas tan común en aquellos tiempos, a pesar de que Francisco era doctor. Pero Dios tenía destinado al santo emprender, en breve, un trabajo mucho más difícil.
A la conquista de los Calvinistas; La Misión de Chablais.
Las condiciones religiosas de los habitantes del Chablais, en la costa sur del lago de Ginebra, eran deplorables debido a los constantes ataques de los ejércitos protestantes, y el duque de Saboya rogó al Obispo Claudio de Granier que mandase algunos misioneros a evangelizar de nuevo la región. El Obispo envió a un sacerdote de Thonon, capital del Chablais; pero sus intentos fracasaron. El enviado tuvo que retirarse muy pronto. Entonces el Obispo presentó el asunto a la consideración de su capítulo, sin ocultar sus dificultades y peligros. De todos los presentes, Francisco fue quien mejor comprendió la gravedad del problema, y se ofreció a desempeñar ese duro trabajo, diciendo sencillamente: "Señor, si creéis que yo pueda ser útil en esa misión, dadme la orden de ir, que yo estoy pronto a obedecer y me consideraré dichoso de haber sido elegido para ella". El Obispo aceptó al punto, con gran alegría para Francisco.
Pero el Señor de Boisy veía las cosas de distinta manera y se dirigió a Annecy para impedir lo que él llamaba "una especie de locura". Según él, la misión equivalía a enviar a su hijo a la muerte. Arrodillándose, a los pies del Obispo le dijo: "Señor, yo permití que mi primogénito, la esperanza de mi casa, de mi avanzada edad y de mi vida, se consagrara al servicio de la Iglesia; pero yo quiero que sea un confesor y no un mártir". Cuando el Obispo, impresionado por el dolor y las súplicas de su amigo, se disponía a ceder, el mismo Francisco le rogó que se mantuviese firme: "¿Vais a hacerme indigno del Reino de los Cielos? -preguntó- Yo he puesto la mano en el arado, no me hagáis volver atrás".
El Obispo empleó todos los argumentos posibles para disuadir al Sr. de Boisy, pero éste se despidió con las siguientes palabras: "No quiero oponerme a la voluntad de Dios, pero tampoco quiero ser el asesino de mi hijo permitiendo su participación en esta empresa descabellada. ...yo jamás autorizaré esta misión".
Francisco tuvo que emprender el viaje, sin la bendición de su padre, el 14 de Septiembre de 1594, día de La Santa Cruz. Partió a pie, acompañado solamente por su primo, el canónigo Luis de Sales, a la reconquista del Chablais.
El gobernador de la provincia se había hecho fuerte con un piquete de soldados en el castillo de Allinges, donde los dos misioneros se las ingeniaron para pasar las noches a fin de evitar sorpresas desagradables. En Thonon quedaban apenas unos 20 católicos, a quienes el miedo impedía profesar abiertamente sus creencias. Francisco entró en contacto con ellos y los exhortó a perseverar valientemente. Los misioneros predicaban todos los días en Thonon, y poco a poco, fueron extendiendo sus fuerzas a las regiones circundantes.
El camino al castillo de Allinges, que estaban obligados a recorrer, ofrecía muchas dificultades y, particularmente en invierno, resultaba peligroso. Una noche, Francisco fue atacado por los lobos y tuvo que trepar a un árbol y permanecer ahí en vela para escapar con vida. A la mañana siguiente, unos campesinos le encontraron en tan lastimoso estado que, de no haberle transportado a su casa para darle de comer y hacerle entrar en calor, el santo habría muerto seguramente. Los buenos campesinos eran calvinistas. Francisco les dio las gracias en términos tan llenos de caridad, que se hizo amigo de ellos y muy pronto los convirtió al catolicismo.
En el 1595, un grupo de asesinos se puso al asecho de Francisco en dos ocasiones, pero el cielo preservó la vida del santo en forma milagrosa.
El tiempo pasaba y el fruto del trabajo de los misioneros era muy escaso. Por otra parte, el Sr. de Boisy enviaba constantemente cartas a su hijo, rogándole y ordenándole que abandonase aquella misión desesperada. Francisco respondía siempre que si su Obispo no le daba una orden formal de volver, no abandonaría su puesto. El santo escribía a un amigo de Envían en estos términos: "Estamos apenas en los comienzos. Estoy decidido a seguir adelante con valor, y mi esperanza contra toda esperanza está puesta en Dios".
San Francisco hacía todos los intentos para tocar los corazones y las mentes del pueblo. Con ese objeto, empezó a escribir una serie de panfletos en los que exponía la doctrina de la Iglesia y refutaba la de los calvinistas. Aquellos escritos, redactados en plena batalla, que el santo hacía copiar a mano por los fieles, para distribuirlos, formarían más tarde el volumen de las "controversias". Los originales se conservan todavía en el convento de la Visitación de Annecy. Aquí empezó la carrera de escritor de San Francisco de Sales, que a este trabajo añadía el cuidado espiritual de los soldados de la guarnición del castillo de Allinges, que eran católicos de nombre y formaban una tropa ignorante y disoluta.
En el verano de 1595, cuando San Francisco se dirigía al monte Voiron a restaurar un oratorio a Nuestra Señora, destruido por los habitantes de Berna, una multitud se echó sobre él, después de insultarle, y le maltrató.
Poco a poco el auditorio de sus sermones en Thonon fue más numeroso, al tiempo que los panfletos hacían efecto en el pueblo. Por otra parte, aquellas gentes sencillas admiraban la paciencia del santo en las dificultades y persecuciones, y le otorgaban sus simpatías. El número de conversiones empezó a aumentar y llegó a formarse una corriente continua de apostatas que volvían a reconciliarse con la Iglesia.
Cuando el Obispo Granier fue a visitar la misión, 3 o 4 años más tarde, los frutos de la abnegación y celo de San Francisco de Sales eran visibles. Muchos católicos salieron a recibir al Obispo, quien pudo administrar una buena cantidad de confirmaciones, y aún presidir la adoración de las 40 horas, lo que había sido inconcebible unos años antes, en Thonon. San Francisco había restablecido la fe Católica en la provincia y merecía, en justicia, el título de "Apóstol del Chablais".
Mario Besson, un posterior obispo de Ginebra ha resumido la obra apostólica de su predecesor en una frase del mismo San Francisco de Sales a Santa Juana de Chantal: "Yo he repetido con frecuencia que la mejor manera de predicar contra los herejes es el amor, aun sin decir una sola palabra de refutación contra sus doctrinas". El mismo Obispo Mons. Besson, cita al Cardenal Du Perron: "Estoy convencido de que, con la ayuda divina, la ciencia que Dios me ha dado es suficiente para demostrar que los herejes están en el error; pero si lo que queréis es convertirles, llevadles al Obispo de Ginebra, porque Dios le ha dado la gracia de convertir a cuantos se le acercan".
San Francisco de Sales, Obispo:
Monseñor de Granier, quien siempre había visto en Francisco un posible coadjutor y sucesor, pensó que había llegado el momento de poner en obra sus proyectos. El santo se negó a aceptar, al principio, pero finalmente se rindió a las súplicas de su Obispo, sometiéndose a lo que consideraba como una manifestación de la voluntad de Dios. Al poco tiempo, le atacó una grave enfermedad que lo puso entre la vida y la muerte. Al restablecerse fue a Roma, donde el Papa Clemente VIII, que había oído muchas alabanzas sobre la virtud y las cualidades del joven sacerdote decano, pidió que se sometiese a un examen en su presencia. El día señalado se reunieron muchos teólogos y sabios.
El mismo Sumo Pontífice, así como Baronio, Bernardino, el cardenal Federico Borromeo (primo del santo) y otros, interrogaron al santo sobre 35 puntos difíciles de teología. San Francisco respondió con sencillez y modestia, pero sin ocultar su ciencia. El Papa confirmó su nombramiento de coadjutor de Ginebra, y Francisco volvió a su diócesis, a trabajar con mayor ahínco y energía que nunca.
En 1602 fue a París donde le invitaron a predicar en la capilla real, que pronto resultó pequeña para la tal multitud que acudía a oír la palabra del santo, tan sencilla, tan conmovedora y tan valiente. Enrique IV concibió una gran estima por el coadjutor de Ginebra y trató en vano de retenerle en Francia.
Años más tarde, cuando San Francisco de Sales fue de nuevo a París, el rey redobló sus instancias; pero el joven obispo se rehusó a cambiar su diócesis de la montaña, su "pobre esposa", como él la llamaba, por la importante diócesis -"la esposa rica"- que el rey le ofrecía. Enrique IV exclamó: "El Obispo de Ginebra tiene todas las virtudes, sin un solo defecto".
A la muerte de Claudio de Granier, acaecida en el otoño de 1602, Francisco le sucedió en el gobierno de la diócesis. Fijó su residencia en Annecy, donde organizó su casa con la más estricta economía, y se consagró a sus deberes pastorales con enorme generosidad y devoción. Además del trabajo administrativo, que llevaba hasta en los menores detalles del gobierno de su diócesis, el santo encontraba todavía tiempo para predicar y confesar con infatigable celo. Organizó la enseñanza del catecismo; él mismo se encargaba de la instrucción de Annecy, y lo hacía en forma tan interesante y fervorosa, que las gentes del lugar recordaban todavía, muchos años después de su muerte, "el catecismo del obispo".
La generosidad y caridad, la humildad y clemencia del santo eran inagotable. En su trato con las almas fue siempre bondadoso, sin caer en la debilidad; pero sabía emplear la firmeza cuando no bastaba la bondad.
En su maravilloso "Tratado del Amor de Dios" escribió: "La medida del amor es amar sin medida". Supo vivir lo que predicaba.
Con su abundante correspondencia alentó y guió a innumerables personas que necesitaban de su ayuda. Entre los que dirigía espiritualmente, Santa Juana de Chantal ocupa un lugar especial. San Francisco la conoció en 1604, cuando predicaba un sermón de cuaresma en Dijón. La fundación de la Congregación de la Visitación, en 1610, fue el resultado del encuentro de los dos santos.
El libro "Introducción a la Vida Devota" nació de las notas que el santo conservaba de las instrucciones y consejos enviados a su prima política, la Sra. de Chamoisy, que se había confiado a su dirección. San Francisco se decidió, en 1608, a publicar dichas notas, con algunas adiciones. El libro fue recibido como una de las obras maestras de la ascética, y pronto se tradujo en muchos idiomas.
En 1610, Francisco de Sales tuvo la pena de perder a su madre (su padre había muerto años antes). El santo escribió más tarde a Santa Juana de Chantal: "Mi corazón estaba desgarrado y lloré por mi buena madre como nunca había llorado desde que soy sacerdote". San Francisco habría de sobrevivir por nueve años a su madre, nueve años de inagotable trabajo.
Últimos meses y muerte del Santo:
En 1622, el duque de Saboya, que iba a ver a Luis XIII en Aviñón, invitó al santo a reunirse con el en aquella ciudad. Movido por el deseo de abogar por la parte francesa de su diócesis, el obispo aceptó al punto la invitación, aunque arriesgaba su débil salud un viaje tan largo, en pleno invierno.
Parece que el santo presentía que su fin se acercaba. Antes de partir de Annecy puso en orden todos sus asuntos y emprendió el viaje como si no tuviera esperanza de volver a ver a su grey. En Aviñón hizo todo lo posible por llevar su acostumbrada vida de austeridad; pero las multitudes se apiñaban para verle y todas las comunidades religiosas querían que el santo obispo les predicara.
En el viaje de regreso, San Francisco se detuvo en Lyon, hospedándose en la casita del jardinero del convento de la Visitación. Aunque estaba muy fatigado, pasó un mes entero atendiendo a las religiosas. Una de ellas le rogó que le dijese qué virtud debía practicar especialmente; el santo escribió en una hoja de papel, con grandes letras: "Humildad".
Durante el Adviento y la Navidad, bajo los rigores de un crudo invierno, prosiguió su viaje, predicando y administrando los sacramentos a todo el que se lo pidiera. El día de San Juan le sobrevino una parálisis; pero recuperó la palabra y el pleno conocimiento. Con admirable paciencia, soportó las penosas curaciones que se le administraron con la intención de prolongarle la vida, pero que no hicieron más que acortársela.
En su lecho repetía: "Puse toda mi esperanza en el Señor, y me oyó y escuchó mis súplicas y me sacó del foso de la miseria y del pantano de la iniquidad".
En el último momento, apretando la mano de uno de los que le asistían solícitamente murmuró: "Empieza a anochecer y el día se va alejando".
Su última palabra fue el nombre de "Jesús". Y mientras los circundantes recitaban de rodillas las Letanías de los agonizantes, San Francisco de Sales expiró dulcemente, a los 56 años de edad, el 28 de Diciembre de 1622, fiesta de los Santos Inocentes. Había sido obispo por 21 años.
Después de su muerte:
A la misma hora en que falleció San Francisco de Sales, en la ciudad de Grenoble estaba Santa Juana de Chantal orando por él, cuando oyó una voz que decía: " Ya no vive sobre la tierra", pero era poca inclinada a creer en favores extraordinarios, no creyó que fuese un aviso de la muerte del santo. Cuando le llegaron con la noticia, comprendió que aquella voz era cierta y durante todo el día y la noche no podía parar de llorar la muerte del Santo.
El día 29 de Diciembre la ciudad entera de Lyon fue desfilando por la humilde casita donde había muerto el querido santo. Y era tanto el deseo de la gente de besarle las manos y los pies, que los médicos no lograban llevarse el cadáver para hacerle la autopsia.
-La hiel: Dice monseñor Camus que al sacarle la hiel la encontraron convertida en 33 piedrecitas, señal de los esfuerzos tan heroicos que había tenido que hacer para vencer su temperamento tan inclinado a la cólera y al mal genio y llegar a ser el santo de la amabilidad.
-Reliquias: Todos en Lyon querían un recuerdo del santo: sus ropas fueron partidas en miles de pedacitos para darle a cada cual alguna reliquia.
-El corazón: dentro de un estuche de plata fue llevado el corazón del gran Obispo al convento de las Hermanas de la Visitación en Lyon, y guardado allí como un tesoro.
-Expuesto al público: Una vez embalsamado, el cuerpo de Monseñor Francisco de Sales fue vestido con sus ornamentos episcopales y trasladado en un ataúd para sus funerales en la iglesia de la Visitación. Estuvo expuesto para veneración de los fieles por dos días.
Cuando la noticia llegó a Annecy, tomó a todos por sorpresa y después de un silencio general, todos lloraban a su querido obispo.
Inmediatamente que llegó su cadáver a Annecy y fue sepultado, empezaron a ocurrir milagros por la intercesión del santo, lo que llevó a La Santa Sede a abrir su causa de Beatificación en 1626.
¿Que sucedió el día que abrieron su tumba?:
En 1632 se hizo la exhumación del cadáver de Francisco de Sales para saber cómo estaba. Abrieron su tumba los comisionados de la Santa Sede acompañados de las monjas de la Visitación. Cuando levantaron la lápida, apareció el santo igual que cuando vivía. Su hermoso rostro conservaba la expresión de un apacible sueño. Le tomaron la mano y el brazo estaba elástico (llevaba 10 años de enterrado). Del ataúd salía una extraordinaria y agradable fragancia.
Toda la ciudad desfiló ante su santo Obispo que apenas parecía dormido. Por la noche cuando todos los demás se hubieron ido, la Madre de Chantal volvió con sus religiosas a contemplar más de cerca y con más tranquilidad y detenimiento el cadáver de su venerado fundador. Más a causa de la prohibición de las autoridades no se atrevió a tocarle ni a besar sus hermosas manos pálidas.
Pero al día siguiente los enviados de la Santa Sede le dijeron que la prohibición para tocarlo no era para ella, y entonces se arrodilló junto al ataúd, se inclinó hacia el santo, le tomó la mano y se la puso sobre la cabeza como para pedirle una bendición. Todas las hermanas vieron como aquella mano parecía recobrar vida y moviendo los dedos, suavemente oprimió y acarició la humilde cabeza inclinada de su discípula preferida y santa.
Todavía hoy, en Annecy, las hermanas de la Visitación conservan el velo que aquel día llevaba en la cabeza la Madre Juana Francisca.
San Francisco fue beatificado por el Papa Alejandro VII en el 1661, y el mismo Papa lo canonizó en el 1665, a los 43 años de su muerte.
En el 1878 el Papa Pío IX, considerando que los tres libros famosos del santo: "Las controversias"(contra los protestantes); La Introducción a la Vida Devota" (o Filotea) y El Tratado del Amor de Dios (o Teótimo), tanto como la colección de sus sermones, son verdaderos tesoros de sabiduría, declaró a San Francisco de Sales "Doctor de la Iglesia" , siendo llamado "El Doctor de la amabilidad".
Oración
Glorioso San Francisco de Sales,
vuestro nombre porta la dulzura del corazón mas afligido;
vuestras obras destilan la selecta miel de la piedad;
vuestra vida fue un continuo holocausto de amor perfecto
lleno del verdadero gusto por las cosas espirituales,
y del generoso abandono en la amorosa divina voluntad.
Enséñame la humildad interior,
la dulzura de nuestro exterior,
y la imitación de todas las virtudes que has sabido copiar
de los Corazones de Jesús y de María.
Amén
A Francisco de Sales se le considera también patrón de los sordomundos.
¡Felicidades a quienes leven este nombre y a los periodistas!
Mirar a Cristo y responderle con amor
Santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20. Domingo III del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, hoy vengo ante ti para encontrarme contigo. Quiero estar atento para escuchar lo que me quieres decir. Eres mi Creador y mi Padre. Tú sabes cuánto te necesito y cuánto quiero seguirte. Ayúdame porque yo solo nada puedo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20
Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”.
Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¡Dios es una persona! No es una especie de niebla que se mueve alrededor de nosotros sin saber lo que es, ¡no! Dios es una persona que está constantemente pasando por la orilla del mar que llamamos vida. Jesús nos está viendo y nos invita a ir con Él.
Dios hace una invitación personal. Dios todopoderoso camina y va hacia donde estamos para pedir. Nos pide que vayamos con Él, que estemos con Él, y espera nuestra repuesta para seguir caminando, espera nuestro sí para ser su discípulo.
Los apóstoles nos dan un ejemplo de cómo debemos responderle a Jesús. No es un sí que se queda en palabras, incluso no vemos el sí de ellos, vemos el sí de la acción. Porque se le responde a Cristo con un sí de amor, nuestra repuesta no ha de ser una palabra sino un amar.
Solamente este sí de amor es posible darlo cuando nos encontramos con Él, cuando lo vemos pasando por nuestra vida diciéndonos «Venid conmigo», porque sólo con el encuentro con Él podemos ser sus discípulos; sólo con el encuentro con Cristo podemos ser discípulos del Amor que regala amor.
Veamos a ese mendigante de amor y empecemos a amarle, digamos un sí real, un sí que sobrepasa las palabras y llega a ser amor, para que sean dos personas las que caminan en la orilla del mar que llamamos vida.
«Pensemos en tantos hijos e hijas de vuestro pueblo: en los mártires, que han hecho resplandecer la fuerza inerme del Evangelio; en las personas sencillas y también extraordinarias que han sabido dar testimonio del amor del Señor en medio de grandes pruebas; en los anunciadores mansos y fuertes de la misericordia, como san Juan Pablo II y santa Faustina. A través de estos «canales» de su amor, el Señor ha hecho llegar dones inestimables a toda la Iglesia y a toda la humanidad».
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de julio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pensaré qué quiere Dios de mí, hoy y esforzarme por hacer su voluntad.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Ser mensajero que anuncia la Buena Nueva
Adviento. En este Adviento, llenar el alma de Cristo, para que cada uno de nosotros pueda ser mensajero de la Buena Nueva.
"[...] ¿cómo van a invocar al Señor, si no creen en él? ¿Y cómo van a creer en él, si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a oír hablar de él, si no hay nadie que se los anuncie?”. Estas preguntas, que San Pablo se hace en la carta a los Romanos, creo que tienen un especial significado en este tiempo de Adviento en el que estamos preparando la venida del Señor.
Vivimos en un mundo en el que muchas veces los valores cristianos no son comprendidos; y cuanto menos se comprenden, menos son apreciados. Y, cuántas veces, comprendidos y apreciados, no son seguidos, no son vividos. Tristemente, tenemos que confesar que la cultura que nos rodea influye mucho, que las situaciones en las que nos encontramos tienen un gran peso en el corazón. Y en cuántas ocasiones estas situaciones nos llevan a tomar decisiones, opciones, formas de pensar y modos de vivir que, en el fondo, arrancan a Cristo de nuestra existencia.
Una vocación a la vida cristiana no se puede dar sola, necesita los medios humanos para darse. Dios ha querido llegar a los hombres a través de otros hombres. San Pablo, en la carta a los romanos, citando la Escritura, dirá: “¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la Buena Nueva!”.
Yo les invito a que en este Adviento llenen su alma de Cristo, colmen su corazón de una generosidad inmensa para seguir al Señor, para que cada uno de nosotros pueda ser mensajero de la Buena Nueva para la propia vida, mensajero de la Buena Nueva para la propia pareja, mensajero de la Buena Nueva para la propia familia y para la sociedad, porque entonces, Jesucristo no se queda atrás en generosidad para dar el segundo paso: "Yo los haré pescadores de hombres”.
Solamente quien escucha la palabra de Cristo lo puede seguir, y al seguirlo le entrega todo su ser. Entrega a Cristo su vida, su libertad, sus triunfos y sus fracasos, sus gozos y sus tristezas, sus esperanzas y sus desesperanzas. La vida tiene que ser la conjunción de nuestra libertad dada a Cristo, apostada con Cristo, junto con el dejar que Él opere y transforme nuestra existencia. La pregunta que todos deberíamos hacernos en este Adviento es: ¿cómo entrego mi libertad a Cristo? ¿Cómo dejo que Él opere en mí?
El hombre y la mujer pueden no seguir a Cristo. Ese Simón y ese Andrés, que somos cada uno de nosotros, al escuchar el "sígueme”, puede no entregar su libertad a Cristo. Y en un primer momento parecería que no pasa nada. Y, quizá, es verdad: no pasa «nada». Es decir, la ley de mi vida puede irse convirtiendo en nada, en una vida sin sentido, porque he sacrificado lo que valía más por lo que me convenía más.
Es una opción que el ser humano debe tomar: seguir lo que vale más o seguir lo que me conviene más. Si sigo lo que vale más, cambiará mi vida. Si sigo lo que me conviene más, no pasará «nada». Pero, yo me pregunto: ¿quién es capaz de soportar la nada en el corazón?
Hay que abrirse a Cristo, hay que ofrecerle el corazón; hay que permitir que el Señor nos tome y nos lance a una decisión coherente, madura y exigente de cara a Jesucristo. Que el Adviento reafirme en el interior de cada uno de nosotros la decisión de ser, para los que amamos, auténticos pescadores de hombres, y que afiance en nuestro corazón la convicción de ser, para los que nos rodean, mensajeros que corren por los montes para llevarles la Buena Noticia de Dios.
No a la información fotocopiada sin desgastar las suelas de los zapatos
En el mensaje del Papa para la 55ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
La llamada a "venir y ver" es también "el método de toda auténtica comunicación humana". Este es el corazón del Mensaje del Papa Francisco para la 55ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales sobre el tema "Ven y verás" (Jn 1,46). Comunicar encontrando a la gente donde y como está", publicado hoy, en vísperas de la memoria de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas.
"Ven y mira", así se comunica la fe cristiana
El Mensaje del día contiene, por tanto, esa invitación que Felipe dirige a Natanael - "Ven y verás", como narra el pasaje del Evangelio de Juan que inspira el tema-, que no consiste en ofrecer un razonamiento, sino un "conocimiento directo". "Desde hace más de dos mil años -subraya el Papa- es una cadena de encuentros que comunican la fascinación de la aventura cristiana". Por otro lado, "en la comunicación, nada puede sustituir completamente a la visión en persona". Para cada "expresión comunicativa" que quiera ser honesta, el Papa sugiere, por tanto, la invitación a "venir a ver" la galaxia comunicativa actual, desde los periódicos a la web, pero también la "predicación ordinaria de la Iglesia", así como la "comunicación política o social".
Fuera de la presunción de "ya conocido"
En su discurso tiene un gran peso la dinámica de ponerse en marcha con pasión y curiosidad, de salir "de la cómoda presunción de lo 'ya conocido'". En cuanto a la actualidad, el Papa advierte del riesgo de verse aplastado por "periódicos fotocopiados" o "por telediarios y páginas web sustancialmente iguales", en los que las investigaciones pierden espacio en beneficio de la "información preempaquetada y 'de palacio'". Esta información, recuerda, "es cada vez menos capaz de interceptar la verdad de las cosas y la vida concreta de las personas, y ya no es capaz de captar ni los fenómenos sociales más graves ni las energías positivas que se liberan desde la base de la sociedad". Para Francisco, por tanto, "la crisis de la industria editorial corre el riesgo de llevar a la información a construirse en las redacciones, frente al ordenador", "sin 'gastar las suelas de los zapatos'".
Escollos y oportunidades de la web
La web con los medios sociales puede, pues, multiplicar la capacidad y la velocidad de difusión de las noticias -por ejemplo, para las emergencias en los primeros servicios de comunicación a las poblaciones- y ser así "una herramienta formidable". "Todo el mundo", dice el Papa, "puede convertirse en testigo de acontecimientos que de otro modo serían pasados por alto por los medios de comunicación tradicionales" y hacer que "surjan más historias, incluso positivas". Por otro lado, existe el riesgo de una comunicación social "sin verificación". Por tanto, no debemos demonizar la herramienta, sino tener una mayor capacidad de discernimiento asumiendo la responsabilidad a la hora de difundir contenidos.
Pandemia y doble contabilidad
El horizonte de la pandemia, que se extiende por el mundo desde principios de 2020, marca de forma decisiva este Mensaje. El Papa advierte que se corre el riesgo de contarla, al igual que todas las crisis, "sólo con los ojos del mundo más rico", de llevar una "doble contabilidad". La reflexión de Francisco se dirige, en este sentido, a la cuestión de las vacunas y la atención médica, al riesgo de exclusión de las poblaciones más pobres. "¿Quién nos hablará -pregunta- sobre la espera de la curación en los pueblos más pobres de Asia, América Latina y África?". Se trata de un peligro que también afecta al "mundo de los más afortunados", donde "el drama social de las familias que han caído rápidamente en la pobreza permanece en gran medida oculto". Así pues, las diferencias económicas corren el riesgo de marcar el orden de distribución de la vacuna anti Covid, con los pobres siempre en último lugar y "en principio, el derecho a la salud afirmado" pero "vaciado de su valor real".
Gracias a los periodistas que informan de las guerras olvidadas
Desde el corazón del Papa viene un agradecimiento por el valor de tantos trabajadores de la comunicación. Es gracias a los periodistas, a los camarógrafos, a los editores, que a menudo se arriesgan en su trabajo, "si hoy -dice- conocemos, por ejemplo, la difícil condición de las minorías perseguidas en diversas partes del mundo; si se han denunciado muchos abusos e injusticias contra los pobres y contra la creación; si se han denunciado muchas guerras olvidadas". Sería un empobrecimiento, señala, que estas voces se perdieran.
La tibieza paraliza. Sobre todo, cuando llega con diversiones inocentes
Un rato más en la cama. Una imagen que aparta del trabajo emprendido. Una lectura que absorbe. Salir al cine o ir de compras. Llenar el tiempo con las redes sociales. Tibieza que envuelve suavemente.
La tibieza paraliza. Sobre todo, cuando llega con diversiones “inocentes”, cuando nos atrapa con intereses que no tienen “nada de malo”.
El problema está en hacer tantas actividades que no “manchan”, pero que impiden hacer tantas otras actividades que promueven la justicia, que llevan a crecer en la vida cristiana y en el amor a los cercanos y a los lejanos.
El mundo vive ahogado por parálisis de tibiezas que avanzan con apariencias inocentes y con venenos que narcotizan. Porque el problema, como alguien afirmaba, no está en la fuerza de los malos, sino en la tibieza de “los buenos”.
Frente al peligro de la tibieza, hace falta reaccionar. Si mi tiempo ha quedado atrapado por mil frivolidades que me apartan del amor y me impiden salir hacia los demás, urge romper el cerco.
¿Cómo? Desde una mirada a Cristo y un “no” al primer impulso que me encierra en mis gustos y caprichos. Con una oración y un “sí” para llamar al familiar enfermo, para pedir perdón a quien ofendimos, para limpiar la habitación, para devolver aquel libro prestado.
Son cosas pequeñas, pero que sirven para sacudir una tibieza que anestesia. Entonces descubriré que el tiempo está ahora en mis manos, que puedo usarlo para el bien verdadero, que mi corazón late por ideales altos y buenos.
Quizá no tendré minutos para responder a cien mensajes electrónicos intranscendentes o para ver las últimas fotos de los amigos, pero sí los tendré para amar a Dios, mi Padre, y para ayudar y servir a familiares, amigos y pobres necesitados de cariño y de gestos solidarios.
¿Milagros? ¿Dónde que no los veo?
Sembrando Esperanza II. El día en que reconozcas a Dios en todas las pequeñas cosas que te ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros.
La vida es un milagro, tú eres un milagro; sin embargo, no contentos y convencidos de ello, estamos pidiendo más y más. Realmente no hay peor ciego que el que no quiera ver, abre los ojos de tu corazón y deja de pedirle a Dios más pruebas. El estupor y la admiración deben de acompañarnos paso a paso, solo así verás la mano de Dios que no deja de soplar sobre ti, en ese soplo de amor está el milagro que es tu vida.
Tres personas iban caminando por la vereda de un bosque: un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante que era alumno del sabio.
Terrateniente: -"Me han dicho en el pueblo que eres una persona muy poderosa, inclusive, que puedes hacer milagros".
Sabio: -"La verdad, soy una persona vieja y cansada, ¿cómo crees que yo podría hacer milagros?"
Terrateniente: -"Pero me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso".
Sabio: -"¿Te referías a eso?, tú lo has dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso, no un viejo como yo; esos milagros los hace Dios, yo solo pido que se conceda un favor para el enfermo o para el ciego, y todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo".
Terrateniente: -"Yo quiero tener la misma fe para poder realizar los mismos milagros que tú haces, muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios".
Sabio: -"A ver, esta mañana, ¿volvió a salir el sol?"
Terrateniente: -"¡Sí, claro que sí..!"
Sabio: -"Pues ahí tienes un milagro, el milagro de la luz".
Terrateniente: -"¡No!, eso no, lo que yo quiero ver es un verdadero milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra, es más, mira, ahí hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas".
Sabio: -"¿Quieres un verdadero milagro?,¿no es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?"
Terrateniente: -"¡Sí!, fue varón y es mi primogénito".
Sabio: -"Pues ahí tienes un segundo milagro, el milagro de la vida".
Terrateniente: -"Sabio, tú no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro".
Sabio: -"¿Acaso no estamos en época de cosecha, no hay trigo y sorgo donde solo hace unos meses nada más había tierra?"
Terrateniente: -"Sí, igual que todos los años".
Sabio: -"Pues ahí tienes un tercer milagro".
Terrateniente: -"Creo que no me he explicado lo que quiero"
Sabio: -"Te has explicado bien, solo que yo ya hice lo que podía hacer por ti; si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer".
Y dicho esto, el poderoso terrateniente se retiró muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba, y entonces el sabio y el alumno se quedaron parados en la vereda. Cuando el poderoso terrateniente iba ya tan lejos como para no ver lo que hacían el sabio y el alumno, el sabio se dirigió hacia la orilla de la vereda, tomó el conejo herido, sopló sobre él y entonces sus heridas quedaron curadas.
El joven estaba algo desconcertado.
Joven: - "Maestro, te he visto hacer milagros como este casi todos los días, ¿por qué te negaste a mostrarle uno al terrateniente?, ¿por qué lo haces ahora que él no puede verlo?".
Sabio: -"Lo que él buscaba no era un milagro, sino un espectáculo, mostré 3 verdaderos milagros y no pudo verlos. Para ser rey, primero hay que ser príncipe; para ser maestro, primero hay que ser alumno; así que no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a ver y, sobre todo, a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El día en que reconozcas a Dios en todas las pequeñas cosas que te ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Él te da todos los días, sin que tú se los hayas pedido".
Cuando estés o te sientas en problemas, pídele a Dios la cordura para pensar claramente; la paciencia necesaria para mantenerte tranquilo y actuar bien; la fortaleza necesaria para afrontar los retos; y la fe suficiente para seguirlo amando sin importar lo que pase. Pídele esos milagros.
«Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos» (Juan 15, 5a)
Día 7: Crecer en unidad
Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos
Reflexiones Bíblicas y Oraciones para el Octavario
Día 7: Crecer en unidad
«Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos»
(Juan 15, 5a)
1 Corintios 1, 10-13; 3, 21-23. ¿Está dividido Cristo?
Pero tengo algo que pediros, hermanos, y lo hago en nombre de nuestro Señor Jesucristo: que haya concordia entre vosotros. Desterrad cuanto signifique división y recuperad la armonía pensando y sintiendo lo mismo. Digo esto, hermanos míos, porque los de Cloe me han informado de que hay divisiones entre vosotros. Me refiero a eso que anda diciendo cada uno de vosotros: «Yo pertenezco a Pablo», «yo a Apolo», «yo a Pedro», «yo a Cristo». Pero bueno, ¿es que Cristo está dividido? ¿Ha sido crucificado Pablo por vosotros o habéis sido bautizados en su nombre?
Que nadie, pues, ande presumiendo de los que no pasan de ser seres humanos. Todo os pertenece: Pablo, Apolo, Pedro, el mundo, la vida, la muerte, lo presente y lo futuro; todo es vuestro. Pero vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios.
Jn 17, 20-23. Como tú y yo somos uno
Y no te ruego solo por ellos; te ruego también por todos los que han de creer en mí por medio de su mensaje. Te pido que todos vivan unidos. Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros. De este modo el mundo creerá que tú me has enviado. Yo les he comunicado la gloria con que tú me has glorificado, de manera que sean uno, como lo somos nosotros. Como tú vives en mí, vivo yo en ellos para que alcancen la unión perfecta y así el mundo reconozca que tú me has enviado y que los amas a ellos como me amas a mí.
Meditación
En la víspera de su muerte, Jesús oró por la unidad de aquellos que el Padre le había entregado: «para que todos sean uno (...); para que el mundo crea». Unidos a él, como el sarmiento a la vid, compartimos su misma savia que circula en nosotros y nos revitaliza.
Cada tradición busca llevarnos al corazón de nuestra fe: la comunión con Dios, a través de Cristo, en el Espíritu. Cuanto más vivimos esta comunión, más nos unimos con otros cristianos y con toda la humanidad. Pablo denuncia una actitud que ya había amenazado la unidad de los primeros cristianos: absolutizar la propia tradición en detrimento de la unidad del cuerpo de Cristo. Las diferencias se convierten entonces en divisiones en lugar de enriquecernos mutuamente. Pablo tuvo una visión muy amplia: «Todos son tuyos, y tú eres de Cristo, y Cristo es de Dios» (1 Cor 3, 22-23).
La voluntad de Cristo nos compromete con un camino de unidad y reconciliación. También nos compromete a unir nuestra oración a la suya: «que todos sean uno (...); para que el mundo crea» (Jn 17, 21).
Nunca os resignéis al escándalo de la separación de los cristianos que con tanta facilidad profesan el amor al prójimo y, sin embargo, permanecen divididos. Haz de la unidad del cuerpo de Cristo tu incansable preocupación.
La regla de Taizé en francés e inglés (2012) p. 13
Oración
Espíritu Santo,
fuego vivificador y aliento suave,
ven y permanece en nosotros.
Renueva en nosotros la pasión por la unidad,
para que podamos vivir conscientes del vínculo que nos une a ti.
Que todos los que nos hemos entregado a Cristo en el bautismo
nos unamos y demos testimonio de la esperanza que nos sostiene.
Preces
En la mañana de este domingo, elevemos nuestra mirada a Dios, que no deja de hablarnos:
R/MSeñor, tus palabras son espíritu y vida.
Por amor a los hombres, nos has hablado y podemos conocer tu designio a través de la Biblia,
– enciende en nosotros el deseo de conocerla mejor y de saborearla.MR/
La Iglesia nos ayuda a comprender lo que nos has revelado,
– ayuda a quienes tienen el encargo de predicar para que sean fieles a tus enseñanzas.MR/
En la celebración de la Misa, escuchamos tu palabra y somos alimentados con el pan de la Eucaristía,
– que encontremos en ella las fuerzas para que nuestra vida te sea agradable.MR/
Para que todos los cristianos, leyendo y meditando la palabra de Dios, avancemos por caminos de unidad,
– y se manifieste mejor ante el mundo tu misericordia.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…
Dios todopoderoso y eterno, orienta nuestros actos según tu voluntad, para que merezcamos abundar en buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Él, que vive y reina contigo.
Ángelus del Papa: “la salvación no es automática, requiere la conversión”
En el Domingo de la Palabra de Dios, el Papa Francisco preside el Ángelus desde la Biblioteca Apostólica, invitando a la conversión: “se trata de cambiar de mentalidad y cambiar de vida: no seguir más los modelos del mundo, sino el de Dios, que es Jesús”.
Este domingo el Santo padre ha reflexionado acerca del hodierno pasaje evangélico según el evangelista Marcos: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el Evangelio». “Jesús no usaba medias palabras” ha dicho el Papa, de hecho “es un mensaje que nos invita a reflexionar sobre dos temas esenciales: el tiempo y la conversión” ha asegurado el Papa Francisco.
El tiempo
Por un lado – dice Francisco – en este texto del evangelista Marcos, “hay que entender el tiempo como la duración de la historia de la salvación realizada por Dios; por tanto, el tiempo “cumplido” es aquel en el que esta acción salvífica llega a su culmen, a su plena actuación: es el momento histórico en el que Dios ha enviado al Hijo al mundo y su Reino se ha hecho más “cercano” que nunca”.
La conversión
Sin embargo, “la salvación no es automática” puntualiza el Papa. “La salvación es un don de amor, y como tal, ofrecido a la libertad humana, siempre que se habla de amor, se habla de libertad, el amor sin libertad no es amor, puede ser interés, miedo, tantas cosas, pero el amor es siempre libre” y siendo libre – señala – “requiere una respuesta libre: requiere la conversión”. Para Francisco, esta “conversión” significa “cambiar de mentalidad y cambiar de vida: no seguir más los modelos del mundo, sino el de Dios, que es Jesús”. El Pontífice explica demás que “es un cambio decisivo de visión y de actitud”, pues el pecado y en concreto “el de la mundanalidad” trajo al mundo una mentalidad “que tiende a la afirmación de uno mismo contra los demás, e incluso contra Dios”.
“Esto es curioso” – dice el Papa – y pregunta: “¿cuál es tu identidad?”, pues según el Papa, “muchas veces sentimos que al expresar nuestra identidad con un término de contra, es difícil expresar nuestra identidad con un término positivo, contra los otros, contra los demás y contra Dios y por este motivo la mentalidad del mundo puede causar la violencia y el engaño”. Y “vemos lo que sucede con el engaño y la violencia” dice el Papa: “ganas de poder, don de servicio, guerras, explotación contra la gente, esta es la mentalidad del engaño que ciertamente tiene origen en el padre del engaño, en el gran mentiroso, el diablo, él es el padre de la mentira”.
El mensaje de Jesús nos invita a a ser acogedores y humildes
“A todo ello se opone el mensaje de Jesús, que nos invita a reconocernos necesitados de Dios y de su gracia; a mantener una actitud equilibrada frente a los bienes terrenos; a ser acogedores y humildes con todos; a conocernos y realizarnos a nosotros mismos mediante el encuentro y el servicio a los demás” asegura el Papa. De hecho, explica que para cada uno de nosotros, el tiempo durante el que podemos acoger la redención es breve, pues “es la duración de nuestra vida en este mundo”. Y puede parecer larga, señala, recordando un día que fue a dar los sacramentos a una persona enferma anciana: “él en ese momento antes de recibir la eucaristía de la unción de los enfermos me dijo: se me ha pasado la vida, pensaba que era eterno pero me voló la vida. Así nos sentimos los ancianos, que la vida se va y vuela” dice el Papa.
Además, hace hincapié en que “la vida” es un don del infinito amor de Dios, “pero es también el tiempo de verificación de nuestro amor por Él”. “Por eso, cada momento, cada instante de nuestra existencia es un tiempo precioso para amar a Dios y al prójimo, y así entrar en la vida eterna”.
El Señor nos llama a lo largo de nuestra vida
Por último, el Papa señala que la historia de nuestra vida tiene dos ritmos: uno, medible, hecho de horas, días, años; y otro, compuesto por las estaciones de nuestro desarrollo: nacimiento, infancia, adolescencia, madurez, vejez, muerte. Francisco asegura que “la fe nos ayuda a descubrir el significado espiritual de estos tiempos”, pues cada uno de ellos contiene una llamada especial del Señor, “a la que podemos dar una respuesta positiva o negativa”.
Es por ello que nos exhorta a “estar atentos” y “no dejar pasar a Jesús sin recibirlo”, pues tal y como decía San Agustín: “Tengo miedo de Dios cuando pasa, miedo de no reconocerlo y no acogerlo”. Por último, su invitación a pedir a la Virgen María “que nos ayude a vivir cada día, cada momento, como tiempo de salvación en el que el Señor pasa y nos llama a seguirlo. Y nos ayude a convertirnos de la mentalidad del mundo a la del amor, que son fuegos artificiales, y del servicio”.
El Señor nos llama a lo largo de nuestra vida
Por último, el Papa señala que la historia de nuestra vida tiene dos ritmos: uno, medible, hecho de horas, días, años; y otro, compuesto por las estaciones de nuestro desarrollo: nacimiento, infancia, adolescencia, madurez, vejez, muerte. Francisco asegura que “la fe nos ayuda a descubrir el significado espiritual de estos tiempos”, pues cada uno de ellos contiene una llamada especial del Señor, “a la que podemos dar una respuesta positiva o negativa”. Es por ello que nos invita a pedir a la Virgen María “que nos ayude a vivir cada día, cada momento, como tiempo de salvación en el que el Señor pasa y nos llama a seguirlo. Y nos ayude a convertirnos de la mentalidad del mundo a la del amor y del servicio”.