Dar todo lo que tenemos, ésa es nuestra misión

Esta apasionada oración de la mística santa Isabel de la Trinidad:

 

¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro!
Ayúdame a olvidarme enteramente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad.
Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, ¡oh mi Inmutable!,
sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.
Inunda mi alma de paz,
haz de ella tu cielo, la morada de tu amor y el lugar de tu reposo.
Que nunca te deje allí solo, sino que te acompañe con todo mi ser,
toda despierta en fe, toda adorante, entregada por entero a tu acción creadora.
¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor!
Quisiera ser una esposa para tu Corazón;
quisiera cubrirte de gloria, amarte hasta morir de amor!
Pero siento mi impotencia y te pido «ser revestida de Ti mismo»;
identificar mi alma con todos los movimientos de la tuya,
sumergirme en Ti, ser invadida por Ti, ser sustituida por Ti,
a fin de que mi vida no sea sino un destello de tu Vida.
Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.
¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!
Quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a tus enseñanzas,
para aprenderlo todo de Ti.
Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias,
quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz.¡Oh, Astro mío querido! Fascíname para que no pueda ya salir de tu esplendor.
¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor,«desciende sobre mí»
para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo.
Que yo sea para Él una humanidad suplementaria en la que renueve todo su Misterio.
Y Tú, ¡oh Padre Eterno!, inclínate sobre esta pequeña criatura tuya,
«cúbrela con tu sombra», no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto
en quien has puesto todas tus complacencias.
¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita,
Inmensidad donde me pierdo!, yo me entrego a Ti como una presa.
Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos,
mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas..

Bonifacio, Santo

Memoria Litúrgica, 5 de junio
 
Obispo y Mártir

Martirologio Romano: Memoria de san Bonifacio, obispo y mártir. Monje en Inglaterra con el nombre de Wifrido por el bautismo, al llegar a Roma el papa san Gregorio II lo ordenó obispo y cambió su nombre de pila por el de Bonifacio, enviándolo después a Germania para anunciar la fe de Cristo a aquellos pueblos, donde logró ganar para la religión cristiana a mucha gente. Rigió la sede de Maguncia (Mainz) y, hacia el final de su vida, al visitar a los frisios en Dokkum, consumó su martirio al ser asesinado por unos paganos. († 754)

También se lo conoce como: Bonifacio de Maguncia, Bonifacio de Crediton

Breve Biografía

La obra misionera de San Bonifacio no habría sido posible sin la organización política y social europea de Carlomagno. Bonifacio o Winfrid parece que perteneció a una noble familia inglesa de Crediton del condado de Devonshire, en donde nació en el año 673 (o 680). Fue monje en la abadía de Exeter, y después se dedicó a la evangelización de los pueblos germánicos, más allá del Rin. Quiso ir a Frisia, pero no le fue posible por la hostilidad entre el duque alemán Radbod y Carlos Martelo.

Entonces Winfrid fue a Roma en peregrinación para orar sobre las tumbas de los mártires y recibir la bendición del Papa. San Gregorio. II apoyó el compromiso misionero, y Winfrid regresó a Alemania. Se detuvo en Turingia, luego pasó a Frisia, recientemente sometida por los francos, y allí logró las primeras conversiones.

Durante tres años recorrió gran parte del territorio germánico. Los Sajones correspondieron con entusiasmo a su predicación. El Papa lo llamó a Roma, lo consagró obispo y le dio el nuevo nombre de Bonifacio. Durante el viaje de regreso a Alemania, en un bosque de Hessen, hizo derribar un gigantesco roble al que los pueblos paganos le atribuían poderes mágicos, porque decían que era sede de un dios. Ese gesto fue considerado como un desafío a la divinidad y los paganos corrieron para presenciar la venganza del dios ofendido. Bonifacio aprovechó la ocasión para transmitirles el mensaje evangélico. A los pies del roble derribado hizo construir la primera iglesia, que dedicó a San Pedro.

Antes de organizar la Iglesia a orillas del Rin, pensó en la fundación, entre las regiones de Hessen y Turingia, de una abadía, que fuera el centro propulsor de la espiritualidad y de la cultura religiosa de Alemania. Así nació la célebre abadía de Fulda, comparable con la de los benedictinos de Montecassino por la actividad y el prestigio. Eligió a Maguncia como sede arzobispal, pero expresó el deseo de ser enterrado en Fulda.

Ya anciano, pero todavía infatigable, regresó a Frisia. Lo acompañaban unos cincuenta monjes. El 5 de junio había citado cerca de Dokkum a un grupo de catecúmenos. Era el día de Pentecostés; estaban comenzando la celebración de la Misa cuando un grupo de Frisones armadas con espadas asaltaron a los misioneros. Bonifacio les dijo a los compañeros: “No teman. Todas las armas de este mundo no pueden matar nuestra alma”. Cuando la espada de un infiel cayó sobre su cabeza, él trató de cubrirse con el misal, pero el enemigo derribó el libro y le cortó la cabeza al mártir.

Es de buen cristiano el ser agradecido

Santo Evangelio según san Marcos 12, 38-44. Sábado IX del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, concede la gracia de vivir con alegría tu palabra.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 12, 38-44

En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas, haciendo ostentación de largos rezos. Éstos recibirán un castigo muy riguroso».

En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba ahí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: «Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Dar todo lo que tenemos, ésa es nuestra misión; dar hasta las dos monedas con las que podíamos subsistir, es lo que nos pide hoy el Señor. Pongamos en manos de nuestro Padre del cielo toda nuestra vida; miremos al pasado con gratitud, el presente con alegría y el futuro con esperanza, esas tres palabras que deben marcar nuestro día a día.

El pasado con gratitud: es de buen cristiano ser agradecido y más con Dios que nos ha dado todo; pensemos un momento en nuestras vidas, en las cosas buenas y en la que fueron un poco más difíciles y que Dios ha permitido para que podamos crecer, purificarnos y, de esa forma, acercarnos más a Él.

El presente con alegría: vivamos con esa actitud cada día, desde el momento en que abrimos los ojos hasta el final de la jornada; en las tareas de la vida cotidiana que nos santifican. Es allí donde tenemos que vivir la alegría de ser hijos de Dios, la alegría del Evangelio que nos hace coherederos de un Reino celeste que no tiene fin, que nos hace hijos en el Hijo. Tenemos motivos de sobra para estar alegres; huyamos de la tristeza porque es aliada del enemigo. Cuando sintamos que la sombra de la tristeza quiere empañar nuestra vista, acudamos a nuestra Madre santísima al igual que un niño pequeño acude a los brazos de su madre cuando está asustado.

El futuro con esperanza: miremos siempre a lo alto, sabiendo que nuestra meta es el cielo. Esta virtud solo nos hace falta en el peregrinar terreno porque, cuando lleguemos al cielo, ya no la necesitaremos pues ya estaremos contemplando la gloria de nuestro Señor; estaremos unidos a su Amor eternamente.

«Dejémonos enseñar la esperanza, dejémonos enseñar la esperanza, esperando con confianza la venida del Señor, y cualquiera que sea el desierto de nuestras vidas, cada uno sabe en qué desierto camino, cualquiera que sea el desierto de nuestras vidas, se convertirá en un jardín florecido. La esperanza no decepciona». (Audiencia de S.S. Francisco, 7 de diciembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

En algún momento del día rezaré alguna oración para dar gracias a Dios por los dones que he recibido.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén

La hipocresía intolerable

Meditación sobre la verdad y la hipocresía

Al leer el Evangelio nos encontramos con un Jesús todo bondad, que acoge a todos los pecadores, y que, sin embargo no tolera a unos hombres con los cuales está en lucha frontal.

Son los fariseos y los escribas, a los que llama con una palabra que, desde Jesús, se ha convertido en uno de los vocablos más odiosos del diccionario, como es la palabra ¡Hipócrita!...

Llamar a uno ¡hipócrita! ha venido a ser un baldón y la mayor vergüenza.

La hipocresía es la mentira utilizada para aparecer ante los demás bueno y noble escondiendo toda la maldad que se lleva dentro.

Pero, para empezar de una manera más amable y positiva, se me ocurre el caso bonito, que leí no hace mucho, sobre un papá que quiso formar a su niño en la sinceridad que nos pide Jesús.

El pequeño fue sorprendido en una mentira, y el papá le dio una lección que no olvidaría nunca, de modo que después el joven y el hombre ya no dijo jamás una falsedad.

Tomó el papá al hijito mentiroso, lo llevó delante del Crucifijo, y le dictó despacio esta oración que el niño iba repitiendo: Jesús, yo te he ofendido. Mis labios se han ensuciado con una mentira. Ven, y límpiamelos.

Las lágrimas le empezaron a correr al niño por las mejillas. Pero el papá, sin inmutarse, tomó un trozo de algodón que aplicó a los labios de la imagen de Jesús, lo empapó después con alcohol, se lo pasó bien por los labios a su hijo, y le hizo seguir con la oración:

Señor, purifícame y perdóname. Haz mi corazón sincero, y que nunca salga de mí otra mentira.

Todos estaremos conformes en dar a ese papá una cátedra de sicología y de pedagogía en la universidad...

Jesús se encontró en su predicación de buenas a primeras con una oposición terrible de parte de los que dominaban al pueblo: los escribas y los fariseos.

Los fariseos, de gran influencia en el pueblo, formaban un partido religioso-político que oprimía a la gente humilde con capa de santidad y de fidelidad a la ley de Dios, mientras que ellos se las sabían arreglar de mil maneras para librarse de lo que les exigía esa misma ley dada por Moisés.

Los escribas eran los intérpretes de la ley y brazo derecho de los fariseos. Unos y otros vivían en la mentira, procedían con doblez, y exigían con rigor insoportable la observancia de una ley que ellos no querían guardar.

La mejor definición de los escribas y fariseos la dio el mismo Jesús cuando los llamó sepulcros blanqueados, muy bonitos por fuera pero por dentro llenos de podredumbre...

Pronto vino el enfrentamiento de los escribas y fariseos con Jesús. Era imposible entenderse la mentira con la verdad, el rigor con la mansedumbre, la justicia despiadada con el perdón misericordioso... Y Jesús, al denunciarlos ante el pueblo, usó siempre la expresión ¡Hipócritas!

Jesús no soportaba la hipocresía porque ésta es la falsificación de la vida, la perversión del pensamiento, la profanación de la palabra. Al mentir, el hipócrita quiere pensar como habla, y vivir después como piensa, es decir, siempre en contradicción con la verdad.

El mentiroso e hipócrita se encuentra muy pronto con el rechazo total, como le pasaba en los tiempos de Jesús al personaje más importante del mundo, a Tiberio, el emperador de Roma. Era el dueño de todo el mundo conocido, pero al mismo tiempo era tan mentiroso, que, como dice un escritor romano de sus días, ya nos se le creía aunque dijera la verdad...

Aquella antipatía de Jesús con los fariseos, es la misma que sentimos también nosotros con cualquier persona que procede con dolo. Aguantamos toda clase de defectos en los demás, porque todos nos sentimos débiles y sabemos ser generosos con el que cae.

Pero usamos una medida diversa con el que nos miente. No lo soportamos, y le aplicamos la sentencia de la Biblia:

La esperanza del impío hipócrita se desvanecerá.

El hipócrita y mentiroso no puede esperar nada de nadie, porque se le rechazará del todo.

Todo lo contrario le ocurre a la persona sincera. Quien dice la verdad siempre, aunque le haya de costar un disgusto, se gana el aprecio de todos y todos confían en ella. Es el premio del sentir, vivir y decir la verdad.

Jesucristo nos lo dijo con una sentencia bella y profunda, cargada de mucha sicología: La verdad os hará libres.

Quien nunca dice una mentira y confiesa siempre la verdad, y vive conforme a sus convicciones, es la persona más libre que existe. No oculta nada. Es transparente como el cristal. Y de ella dice Jesús como de Natanael: Un israelita en quien no hay engaño. Un cristiano o una cristiana sin doblez...

Sentimos todo lo contrario por aquel que dice y vive siempre la verdad. Ante él nos inclinamos reverentes. Porque es todo un hombre o toda una mujer. Nos fiamos de su palabra. Le tenemos por el ser más valiente y digno de respeto.

La verdad, como dice Jesús, le hace libre, y nos demuestra tener un corazón y unos labios tan limpios como el niño que aún no ha dicho la primera mentira....

"Promover una sociedad más humana, ecuánime y fraterna"

Una carta del Papa Francisco enviada al presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano.

“Seguir sirviendo con solicitud al santo Pueblo de Dios y promoviendo una sociedad más humana, ecuánime y fraterna”: lo pide el Papa Francisco en una carta, dirigida a monseñor Miguel Cabrejos Vidarte, Arzobispo de Trujillo y Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, con ocasión de la celebración de su 38° Asamblea General, que tuvo como punto central el proceso de renovación y reestructuración del organismo episcopal.

“A pesar de la distancia, no quiero dejar pasar la oportunidad de unirme a todos los Presidentes y Delegados de las 22 Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe representadas en esa Asamblea”, escribe el Santo Padre en la misiva, con fecha 3 de mayo, en la que saluda además “a todos los que con su trabajo silencioso y humilde hacen posible este servicio a la Iglesia”. Recordando la gravedad del momento actual a causa de la pandemia, Francisco insta a los participantes en la Asamblea a tener puesta la mirada en Dios, “presentándole el dolor y el sufrimiento de todos los que han sido encomendados a vuestro cuidado pastoral, buscando con sinceridad dar respuesta al anhelo de sus corazones”. Con este deseo, el Santo Padre encomienda los frutos de la Asamblea a la Bienaventurada Virgen María para que “los sostenga en sus esfuerzos e iniciativas”. Y finalmente, anima al episcopado latinoamericano y caribeño “a seguir sirviendo con solicitud al santo Pueblo de Dios y promoviendo una sociedad más humana, ecuánime y fraterna”.

El Medio Ambiente y el Cristiano

Hay que reconocer la presencia de Dios en la naturaleza

El nuevo Compendio de Doctrina Social de la Iglesia dedica un capítulo entero a temas medioambientales, reconociendo su creciente importancia. Los primeros números animan a los cristianos a considerar el medio ambiente con una actitud positiva, para evitar una mentalidad de desprecio y condena, y reconocer la presencia de Dios en la naturaleza.

Deberíamos ver el futuro con esperanza, recomienda el Compendio, «sostenidos por la promesa y el compromiso que Dios renueva continuamente» (No. 451). En el Antiguo Testamento vemos cómo Israel vivió su fe en un medio ambiente que era visto como don de Dios. Además, «la naturaleza, la obra de la acción creativa de Dios, no es un adversario peligroso».

El Compendio también invita a recordar el comienzo del libro del Génesis, en el que el hombre es puesto como la cima de todos los seres y Dios le confía que cuide toda la creación. «La relación del hombre con el mundo es parte constitutiva de su identidad humana. Esta relación es a su vez resultado de otra relación aún más profunda con Dios» (No. 452).

En el Nuevo Testamento Jesús hace uso de los elementos naturales en algunos de sus milagros y recuerda a los discípulos la providencia de su Padre. Luego, en su muerte y resurrección, «Jesús inaugura un mundo nuevo en el que todo le está sometido y recrea las relaciones de orden y armonía que el pecado había destruido» (No. 454).

Ciencia y tecnología

El concilio Vaticano II reconocía el progreso hecho por la ciencia y la tecnología al extender nuestro control sobre el mundo creado. Mejorar nuestras vidas de este modo está de acuerdo con la voluntad de Dios, concluían los padres conciliares. También observaban que la Iglesia no se opone al progreso científico, que es una parte de la creatividad humana dada por Dios.

Pero, añade el Compendio, «un punto central de todo uso científico y tecnológico es el respeto por los hombres y mujeres, que debe acompañarse también de la necesaria actitud de respeto por todas las criaturas vivas» (No. 459). Por lo tanto, nuestro uso de la tierra no debería ser arbitrario y es necesario que esté inspirado por un espíritu de cooperación con Dios.

Olvidar esto suele ser la causa de acciones que dañan el medio ambiente. Reducir la naturaleza a «términos mecanicistas», suele acompañarse por la falsa idea de que sus recursos son ilimitados, llevando a considerar el desarrollo en una dimensión meramente material, en la que se da el primer lugar «al hacer y tener en vez de al ser» (No. 462).

Si es necesario que evitemos el error de reducir la naturaleza a términos meramente utilitaristas, según el cual sólo es algo que hay que explotar, también es necesario que evitemos irnos al otro extremo haciéndola un valor absoluto. Una visión ecocéntrica o biocéntrica del medio ambiente cae en el error de poner a todos los seres vivos al mismo nivel, ignorando la diferencia cualitativa entre los seres humanos, basada en su dignidad de personas humanas, y otras criaturas.

La clave para evitar tales errores es mantener una visión trascendente. Actuar de modo más responsable hacia el medio ambiente resulta más fácil cuando recordamos el papel de Dios en la creación, explica el Compendio. La cultura cristiana considera las criaturas como un don de Dios, que debe cuidarse y salvaguardarse. El cuidado del medio ambiente también entra dentro de la responsabilidad de asegurar el bien común, por el que la creación se destina a todos. El Compendio también observa que tenemos una responsabilidad con las generaciones futuras.

Biotecnología

Una sección del capítulo se centra en el tema de la biotecnología. Las nuevas posibilidades ofrecidas por estas técnicas son una fuente de esperanza, pero también han levantado hostilidad y alarma. Como regla, observa el texto, la visión cristiana de la creación acepta la intervención humana, porque la naturaleza no es una suerte de objeto sagrado que debemos dejar solo.

Pero la naturaleza es también un don a usar con responsabilidad y, por lo tanto, el modificar las propiedades de los seres vivos se debe acompañar de una evaluación cuidadosa de los beneficios y riesgos de tales acciones. Además, es necesario que la biotecnología se guíe por los mismos criterios éticos que deberían orientar nuestras acciones en las esferas de la acción social y política. Y también se deben tener en cuenta los deberes de justicia y solidaridad.

En cuanto a la solidaridad, el Compendio pide «intercambios comerciales equitativos, sin la carga de injustas estipulaciones» (No. 475). En este sentido es importante ayudar a las naciones a lograr una cierta autonomía en ciencia y tecnología, transfiriéndoles el conocimiento que las ayudará en el proceso de desarrollo. La solidaridad también significa que, junto a la biotecnología, son necesarias políticas comerciales favorables para mejorar la alimentación y la salud.

El Compendio también menciona a los científicos que, estando llamados a trabajar de modo inteligente y con perseverancia para resolver los problemas de suministro de alimentos y salud, también deberían recordar que están trabajando con objetos que forman parte del patrimonio de la humanidad.

A los empresarios y agencias públicas del sector de la biotecnología, el texto les recuerda que junto a la preocupación por lograr un beneficio legítimo, deberían tener presente el bien común. Esto es especialmente aplicable en los países más pobres, y a la hora de salvaguardar el ecosistema.

Compartir los bienes

Se dedica una sección del capítulo a la cuestión de compartir los recursos de la tierra. Dios ha creado los bienes de la tierra para que sean usados por todos, observa el Compendio, y «deben ser compartidos de modo equitativo, de acuerdo a la justicia y la caridad» (No. 481). De hecho, es necesaria la cooperación internacional en temas ecológicos, puesto que suelen ser problemas a escala global.
Los problemas ecológicos suelen estar conectados con la pobreza, con gente pobre incapaz de abordar problemas como la erosión de las tierras de cultivo, debido a sus limitaciones económicas y tecnológicas. Y muchos pobres viven en suburbios urbanos, afligidos por la polución. «En tales casos el hambre y la pobreza hacen virtualmente imposible evitar una explotación intensiva y excesiva del medio ambiente» (No. 482).

La respuesta a estos problemas no es, sin embargo, políticas de control de población que no respetan la dignidad de la persona humana. El Compendio sostiene que el crecimiento demográfico es «plenamente compatible con un desarrollo integral y compartido» (No. 483). El desarrollo debería ser integral, continúa el texto, asegurando el verdadero bien de las personas.

En relación a los recursos naturales hay que considerar el destino universal de los bienes, y particularmente cuando se trata del tema del agua. El acceso inadecuado al agua potable afecta a gran número de personas y suele ser fuente de enfermedades y muerte.

Para el mundo desarrollado, el compendio ofrece algunas notas sobre los estilos de vida apropiados. A nivel individual y comunitario, se recomiendan las virtudes de la sobriedad, la templanza y la autodisciplina. Necesitamos romper con la mentalidad basada en un mero consumo, además de ser conscientes de las consecuencias ecológicas de nuestras elecciones, sostiene el texto.

El Compendio concluye su capítulo pidiendo que nuestra acción hacia la creación se caracterice por la gratitud y el aprecio. Deberíamos recordar también que el mundo revela el misterio de Dios que lo ha creado y lo sostiene. Redescubrir este significado profundo de la naturaleza no sólo nos ayuda a descubrir a Dios, sino que también es la clave para actuar de modo responsable de cara al medio ambiente.

Meditaciones del 1 al 5 de junio del Sagrado Corazón de Jesús con audio

Meditación y oración para cada día del mes de Junio, dedicado a Sagrado Corazón

Junio ha sido proclamado como el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, para que oremos por El con fervor y entrega.

Les presentamos una meditación para orar cada día, inspirada en los nardos, esa flor que tanto agrada al Señor.

Oremos para que el Sagrado Corazón de Jesús aumente nuestra fe.

Recordemos que es el primer viernes el que se dedica a la celebración del Sagrado corazón y el primer sábado de mes el cual es consagrado a nuestra Madre la Virgen Maria.

Nardo del 5 de Junio:

¡Oh Sagrado Corazón, qué tierno sos!

Meditación: Dicen que una vez la Santísima Virgen a un niño se le presentó, le habló del Amor y de su Corazón, pero el niño que sorprendido la escuchaba se atrevió a preguntarle por el Niño Dios. De tal modo, una conversación parecida a ésta se escuchó:

Perdón, Virgen María, ¿pero si voy al Cielo voy a poder jugar con el Niño Jesús?. La Virgen sonriendo contestó: "Sí, en el Cielo se te da todo lo que buscas con un corazón de niño". El pequeño prosiguió: ¿Al fútbol también podré jugar con El?. La Virgen contestó: Si así lo deseáis... El niño: Ah, pero siempre va a ganar Jesús, porque El es el mejor, es Dios. La Virgen, llena de ternura, contestó: "No, mi amor, porque en el Cielo no hay competencia y mi Jesús siempre deja ganar…". A lo que el niño, poniéndose a llorar respondió:

"Entonces yo no quiero ganar, sólo quiero ser como Jesús...".

¡Qué lección la de la Madre de Dios!. Ella nos muestra la humildad y la ternura del Corazón de Su Hijo, que todo nos da, nos deja hasta querer ¨ganar¨ para que podamos aprender a ser como El, y ver que el Rey, todo Poder, trabaja en la pequeñez. ¿Qué nos queda entonces a nosotros?.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Que tratemos de ser niños guiados por la voz de nuestra Madre, practicando la humildad.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

Dos formas con las que la Eucaristía te puede guiar hacia el Sagrado Corazón en este mes de junio
 
El mes de junio está tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, 30 días en los que los católicos pueden profundizar en esta centenaria devoción que permite experimentar el infinito amor de Cristo por la humanidad.

Esta devoción al Corazón de Jesús tal y como la conocemos comenzaron con las revelaciones que recibió Santa Margarita María de Alacoque en el siglo XVII, donde el propio Jesús le explicó esta devoción al Sagrado Corazón y cómo quería que las personas la practicaran.

Sin embargo, cuando la Iglesia reconoció la devoción al Sagrado Corazón no lo hizo meramente por las visiones de esta santa francesa sino por todo lo que significaba en sí misma. Se honra el Corazón de Jesús no solo porque cada gota de la sangre de Cristo pasó a través de su corazón durante los treinta y tres años de su vida en la tierra, sino por su íntima unión con su divinidad. Solo hay una persona en Jesús, y esa persona era al mismo tiempo Dios y hombre. Por tanto, cada parte de su cuerpo era humana y divina. Su Corazón también es divino, es el Corazón de Dios.

La devoción al Corazón de Jesús por sí sola, como una parte de su sagrado cuerpo, no sería devoción al Sagrado Corazón como lo entiende y aprueba la Iglesia. Hay dos cosas que siempre deben encontrarse juntas en la devoción al Sagrado Corazón: el Corazón de carne de Cristo y el amor de Cristo por el hombre. La verdadera devoción al Sagrado Corazón significa devoción al divino Corazón de Cristo en la medida en que este Corazón representa y recuerda Su amor por nosotros. Significa devoción al amor de Jesucristo por nosotros en la medida en que este amor nos es recordado y representado por Su Corazón de carne. Esto es lo que explicaba el fallecido padre Lawrence G. Lovasik en The Basic Book of the Eucharist (El libro básico sobre la Eucaristía) donde profundizaba en la relación entre la devoción al Sagrado Corazón y la Eucaristía y que recoge en un reportaje Catholic Exchange.

Tal y como señalaba este sacerdote, la devoción al Sagrado Corazón en la Eucaristía consiste en dos hechos esenciales: el amor y la expiación.

La devoción al Sagrado Corazón está ampliamente extendida por todo el mundo, como se puede ver en el monumento en su honor en Ocaña (Toledo)

De este modo, el amor sería el primero y más importante de estos deberes. El amor es el primer y más grande mandamiento del Señor, el vínculo de la perfección. Dios pide al hombre que le ame porque quiere ser Dios y Amo de su corazón por medio del amor. El sacrificio no es más que un medio para demostrar el amor y lealtad de los hombres.  Cristo amó con un amor infinito, hasta la muerte, y todavía ama sin límites. Y por ello quiere ser amado por los hombres.

Santa Margarita María escribe: “Me hizo ver que era el gran deseo que tenía de ser amado por los hombres y de apartarlos del camino de la perdición lo que lo indujo a concebir este plan de dar a conocer Su Corazón a los hombres, con todos los tesoros del amor, de la misericordia, de la gracia, de la santificación y de la salvación, para que los que deseen rendirle y procurarle todo el honor, la gloria y el amor de que son capaces, sean abundantes y profundos enriquecido con los tesoros del Corazón de Dios”.

En otra carta, escribía: “Amemos al único amor de nuestras almas, ya que Él nos ha amado primero y nos ama todavía tan ardientemente que arde continuamente de amor por nosotros en el Santísimo Sacramento. Para ser santos, basta amar este Lugar Santísimo. ¿Qué nos estorbará? Tenemos corazones para amar y un cuerpo para sufrir… Solo su santo amor puede hacernos hacer su voluntad; solo este amor perfecto puede hacer que lo hagamos a su manera; y solo este amor perfecto puede hacer que lo hagamos en su propio tiempo aceptable".

La expiación a través de la Eucaristía

El segundo acto esencial de devoción al Sagrado Corazón es la expiación. El padre Lawrence G. Lovasik explicaba en su libro que el amor de Jesús es deshonrado por la ingratitud de los hombres. El mismo Cristo lo dejó claro en la tercera gran aparición a Santa Margarita María: “He aquí este Corazón que ha amado tanto a los hombres que no ha escatimado en nada, ni siquiera para agotarse y consumirse, para dar testimonio de su amor. A cambio, recibo de la mayor parte sólo ingratitud, por su irreverencia y sacrilegios, y por la frialdad y desprecio que me tienen en este Sacramento de Amor”.

Luego pidió a la santa que expiara estas ingratitudes con el ardor de su propio amor: “Hija mía, entro en el corazón que te he dado para que, con tu fervor, puedas expiar las ofensas que he recibido de tibios y perezosos corazones que me deshonran en el Santísimo Sacramento”.

Por ello, el sacerdote autor del libro veía claro que esta devoción al Sagrado Corazón debe convertirse también en un acto de reparación y expiación por la propia ingratitud de uno mismo y la de todos los hombres ante el amor que Él ofrece, sobre todo en el Santísimo Sacramento.
 
Es por este motivo que la devoción al Sagrado Corazón va estrechamente unida a comunión frecuente, especialmente los primeros viernes de nueve meses consecutivos, así como la importancia de pasar algún tiempo ante el Santísimo Sacramento y realizar pequeñas penitencias para reparar su Corazón.

El padre Lovasik explicaba que la comunión frecuente, junto con la Misa, es, con mucho, la forma más fácil y perfecta de reparación que se puede ofrecer a Dios.

“Cuando recibes la Sagrada Comunión haces un acto de fe porque la presencia en la Mesa del Señor es prueba de la creencia de que Jesús está verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento. Haces un acto de esperanza porque crees en las promesas de nuestro Señor y esperas las gracias asociadas al recibir la Sagrada Comunión. Haces un acto de amor porque al recibir la Sagrada Comunión estás agradando a Jesús que ha instituido este gran Sacramento del Amor para nosotros. Haces un acto de humildad porque reconoces tu necesidad y dependencia de Dios y la fuerza espiritual recibida a través de la Eucaristía. Ofreces a Dios un sacrificio puro y santo muy agradable a Su divina majestad”, recoge Catholic Exchange de lo expuesto por este sacerdote.

De este modo, llega a la conclusión de que la Santa Misa y la Comunión son las armas espirituales más grandes que Dios ha puesto a disposición de sus hijos para ayudar a lograr la paz. Son mucho más poderosas que todas las bombas atómicas y de hidrógeno, misiles guiados, cañones, aviones o tanques.

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